¿Cómo se dibuja el mapa de un mundo cuyos confines se desconocen? La estrategia que siguieron los poderes del mundo en tiempos en los que todavía existía la terra incognita fue mandar expediciones que rastrearan caminos y reportaran de vuelta las rutas seguidas. Todavía existen hoy terrenos por descubrir, sólo que son virtuales, y los caminos adoptan la forma de enlaces electrónicos.
La Web, a la que la mayor parte de los usuarios accede mediante el uso de buscadores, es una red en constante crecimiento y cambio: cada segundo se añaden y borran incontables páginas, y todos estos cambios tienen lugar de forma descentralizada, sin que haya una autoridad que ponga orden y cense ese flujo constante de información.
Mantener un mapa de la Web que, si no completo, esté al menos actualizado, es un reto constante para los buscadores, y su estrategia se asemeja mucho a la de los Estados de antaño: mandar cartógrafos que recojan suficiente información para reconstruir la topografía que pisaron. La diferencia es que esos cartógrafos adoptan la forma de programas informáticos, o robots, que automatizan la función de seguir enlaces y reportar de vuelta los destinos alcanzados.
Tal y como ocurrió con el descubrimiento del nuevo mundo, esos exploradores electrónicos han permitido dibujar mapas que revelan continentes, y corrientes que revelan la forma en la que navegamos la red. La Web es una red en la que las páginas o documentos publicados son nodos, unidos por enlaces que los conectan. La conexión que une una página a otra no implica que desde la segunda también se pueda llegar a la primera: los enlaces en esta red son como caminos de un solo sentido y a menudo promueven flujos de no retorno.
Dada esta característica, la Web está dividida en un centro en el que las páginas están densamente conectadas y una periferia en la que las conexiones son más escasas y dispersas. Estos continentes están identificados en la Figura 1, que reproduce un mapa de la Web basado en las conexiones de más de 200 millones de páginas (Broder et al., 2000; Barabási, 2002: 166-167; Pastor-Satorras y Vespignani, 2004: 143-144).
Puntos de partida y llegada
Según este mapa, si iniciáramos un recorrido desde el continente de la izquierda sería fácil llegar al núcleo o continente central, pero no a la inversa: las páginas en esa parte de la Web son esencialmente puntos de partida, no de llegada. Justo al contrario sucede con el continente de la derecha: una vez se llega a él, es difícil encontrar una vía fuera.
La mayor parte de las páginas que pueblan el continente de entrada son páginas personales, o dominios recién creados que aún no tuvieron tiempo de llegar al núcleo de la red; las que forman el continente de salida son, de forma significativa, páginas corporativas. El cuarto continente está formado por islas y penínsulas que no pueden alcanzarse desde el continente central: alrededor de un cuarto de todos los documentos están ubicados en esta zona reclusa de la Web.
Estos mapas ponen de manifiesto que, como en Roma, casi todos los caminos llegan al mismo destino. Los buscadores han usado esta estructura de red para construir sus algoritmos de organización de los resultados de las búsquedas. Estos algoritmos interpretan los enlaces como votos de confianza: los enlaces que recibe una página son fundamentales para definir no sólo su propia visibilidad, sino también la de las páginas con las que está conectada (Bonacich, 1972; Brin y Page, 1998).
Los enlaces enviados por páginas centrales contribuyen mucho más a aumentar la visibilidad de la página de destino que los enlaces enviados por páginas periféricas. Esta distribución de influencia asume que la Web es una red de documentos que funciona de modo similar a las redes de publicaciones científicas: cuantos más artículos citan una publicación, más valor adquiere ese trabajo, y más valor y visibilidad adquieren los artículos que ese trabajo cita. Sin embargo, un número creciente de investigadores está poniendo en duda la validez de esa metáfora de partida, mostrando que la Web se asemeja más a una red social que a una red de documentos.
Centralidad y audiencia
Dos estudios recientes analizan la centralidad y audiencia de un millar de dominios en la Web como una función de los recursos y visibilidad de las organizaciones que publican esas páginas (González-Bailón, 2009, en prensa).