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Temas para Pensar: La rendición del EGO
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 16/03/2010 00:14 |
La rendición del EGO
A esta entidad que llamamos ego,
que en otros contextos podemos identificar, aunque con matices, como
personalidad, carácter o yo (en minúscula), en la tradición se le ha
identificado como el rey impostor que usurpa el reino que no le
corresponde. En realidad este rey falso es un administrados de
bienes inmuebles del reino, un jefe de personal que controla los
vínculos sociales a los que está adscrito, un economista que lleva
rigurosamente un listado de deudores, un vendedor de grandes ideas, un
perfeccionista de la etiqueta social, un gourmet de la buena vida, un
rebelde enfrentado permanentemente al sistema, y hasta abarcar un
sinfín de funciones pues el ego quiere llevar el control de todo lo que
ocurre en el reino aunque esta tarea mastodóntica sea en realidad
imposible.
Una manera que tiene el ego de justificar su posición
de dominio es crear enemigos externos (también internos) temibles y
omnipotentes que den la ilusión de que es necesario estar en pie de
guerra con una economía de medios excesiva. Hay que luchar contra la
carencia, la soledad, la pobreza, la inseguridad, el fracaso, la
enfermedad, la mediocridad y la locura, de tal manera que la guerra no
acaba nunca. Y claro ahí están los soportes adecuados que son tu
pareja, tu jefe, tus suegros, tu vecino, el político de turno, el
equipo contrario, el extranjero, el que está en una secta que encienden
la animadversión, un fuego de resentimiento interno que no acaba nunca.
Todos son detestables o ignorantes, o ineptos, o groseros o don nadie.
La
estrategia de guerra permanente del ego en contra de todo lo que le
amenaza (que es mucho) genera un nivel de estrés que mina
silenciosamente nuestra salud tanto física como mental pero claro,
estamos en guerra y se aceptan bajas en el propio ejército como mal
menor de todo lo que nos podría pasar.
Otra estrategia que tiene
el ego para permanecer en el poder es la de empequeñecer al otro para
así hacerse más grande (y poderoso). Si el otro es el malo queda claro
que yo soy el bueno, y si es indecente yo mostraré como quien no quiere
la cosa mi cara de persona decente sin tacha alguna. Fácilmente el ego
reparte las cartas trucadas y muchos son los que se llevan los
personajes de corruptos, mentirosos, perversos, feos, idiotas, ineptos,
pobretones infieles, etc mientras nosotros tenemos bajo las mangas las
cartas marcadas. Parece que el ego está poseído por un complejo
omnipotente en el que no suele reconocer los límites reales, donde se
cuenta la historia a su manera fruto de un autoengaño y evita la
certeza de su propia muerte. El ego se inventa a sí mismo, se culpa
cuando las cosas no van bien o bien acusa a los demás para lavar esa
misma culpa. Suele contar un poco más o un poco menos de lo que pasó y
lleva escrupulosamente dos caras de la misma manera que se tienen dos
vajillas, una para los días de fiesta impecable y otra más ruinosa para
el día a día. Con la estrategia de la victimización aprovecha para
descargar en otros la propia responsabilidad y para llamar la atención
aunque sea a través de la queja.
Lo que el ego no atina a darse
cuenta es que el baile de máscaras no produce ningún movimiento de
plena satisfacción. Estar tan pendiente de que los demás te consideren
importante no produce una verdadera transformación. Que los demás
piensen que eres una bella persona no te convierte automáticamente en
esa bella persona a menos que haya un trabajo interior de por medio.
En
realidad el ego es coraza y arma como la imagen que tenemos de los
contendientes de la Edad Media, está lleno de mecanismos de defensas y
de estrategias de dominación, y qué curioso, con tanta defensa y ataque
la misma vida pasa desapercibida, el gran don de la creación no es
saboreado en todo su esplendor. Sabemos poner etiquetas a todo lo que
vemos porque nos da seguridad pero la etiqueta río no es realmente el
río, tenemos ideas de lo que es un árbol y un bosque pero desconocemos
su esencia. Tenemos la foto del planeta en nuestra habitación pero no
hemos cruzado la puerta de la sacralidad que nos conecta con la vida.
En realidad no sabemos quién hay detrás de la etiqueta jefe, inmigrante
o vecino.
La rendición del ego no puede sobrevenir a menos que
veamos la esterilidad del juego de imágenes a la que estamos
acostumbrados, no habrá trascendencia a menos que cuestionemos un buen
saco de costumbres, creencias y supersticiones inoculadas desde bien
pequeñitos acerca de como son las cosas, la moral que hay que seguir,
lo que consideramos realmente importante. No nos queda otra que
ponernos cabeza abajo, símbolo del que quiere ver las cosas del revés,
es decir, producir un cambio de perspectiva, mejor dicho, de
perspectivas porque la posibilidad de contemplar la globalidad desde
muchos rincones sin perder el detalle presente nos da libertad, de la
buena, no la libertad que proclama el ego que no es más que otra
etiqueta de la propia grandilocuencia.
Julián Peragón
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