Joaquín Semprere es profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona y autor de diversas obras sobre la explosión consumista, el final de los combustibles no renovables y la crisis ecológica. Sus campos de investigación preferentes se centran en las necesidades humanas y ambientales. Participó en la Semana Galega de Filosofía 2010 con una ponencia sobre el decrecimiento. "Cuando los bancos o los financieros hablan de crecimiento”, explica el sociólogo Joaquín sempere, “no tiene nada que ver con el progreso humano, con la necesidad real, sino con un único concepto: aumentar, aumentar, aumentar siempre el volumen de la economía”
Incluso sin saber muy bien para qué se aumenta
Exacto. Ahí está la gran pregunta: ¿Para qué? Es normal cuando uno esté en la pobreza incrementando y mejorando su alimentación, su espacio vital, sus comodidades, pero si se piensa que eso puede crecer indefinidamente ya cobra un nuevo sentido.
Teniendo un techo y comiendo tres veces al día ¿para qué crecer más?
Ésa es justamente la pregunta que no sólo indica lógica sino que hoy adquiere unas características nuevas porque resulta que la población mundial en sólo 200 años se ha multiplicado por siete, la huella ecológica se ha multiplicado por mucho más (hay quien dice que por cincuenta o sesenta) y el impacto humano sobre la superficie de la tierra, sobre la biosfera, es ya descomunal y estamos llegando al límite. De hecho hay investigadores que advierten seriamente de que estamos llegando ya al límite y esa pregunta que plantea adquiere un valor cualitativamente distinto, un valor de supervivencia de la especie.
¿La solución es el decrecimiento o sólo es un concepto de moda?
Es que la palabra decrecimiento no me gusta mucho para describir lo que debería buscarse, me satisface más la expresión de una economía ecológicamente sostenible.
Cómo llegar a ella?
Pues en algunos aspectos efectivamente habrá que decrecer, sobre todo en los países más ricos donde claramente nos hemos pasado y consumimos más de la cuenta innecesariamente y estamos socavando las bases naturales de la vida para las generaciones futuras e incluso para las generaciones presentes de los países más pobres. Y por tanto ahí sí que habrá que decrecer pero en otros no, en otros habrá que crecer como por ejemplo en energías renovables o en el Tercer Mundo e incluso aquí hay sectores pobres que necesitan aumentar su nivel de vida. De modo que creo que si se habla tanto de decrecimiento es por un fenómeno de moda. Alguien (alguien importante) lanzó la idea hace muchos años, fue un economista que es uno de los padres de economía ecológica, y luego se ha retomado en estos últimos diez años, sobre todo en Francia e Italia y efectivamente decrecimiento es un término que ha hecho fortuna pero en el fondo creo que la mayoría estaría de acuerdo en que esa no es la idea central sino la economía sostenible.
¿Parar?
Parar, si, antes se habló también de crecimiento cero o de estado estacionario de la economía, que vendría ser eso. La gracia del concepto de decrecimiento es su impacto publicitario: ¿quereis crecimiento? Pues no sólo proponemos crecimiento cero sino decrecimiento.
¿Este tipo de medidas las veremos o no tenemos remedio?
Aquí hay que verlo desde varios puntos de vista: uno es que algunos de los que hablan del decrecimiento lo ven como un programa de vida y de acción, lo cual a mi me parece bien, que haya un programa de acción. Pero se puede ver desde otro punto de vista: la realidad misma nos va a imponer el racionamiento, nos va a provocar colapsos, un caso clarísimo es el del petróleo, que se va a acabar y todo el mundo lo sabe aunque nadie lo diga y de hecho hay quien sostiene que ya actualmente hemos entrado en la fase de declive y realmente puede ser que sea así. Es el dicho: ¿no quieres dejar el consumo, parar de consumir? Tranquilo que la realidad te va a obligar a ello, te lo va a imponer. Y si no hay gente que ha hecho ese discurso de decrecimiento, crecimiento cero, de la frugalidad, si nadie ha pensado en eso ni lo ha divulgado, seguiremos con los mismos mitos de que es posible seguir creciendo y hay que acabar con ellos.
¿Y qué esperan que suceda entonces? ¿Más guerras para empezar?
Si sucede eso podrían ocurrir consecuencias políticas muy desagradables o muy desastrosas: para empezar líderes populistas que prometan el oro y el moro, el mensaje de “no os preocupéis que esto yo lo arreglo”. ¿Y cómo lo va a arreglar? Hay varias maneras porque el mundo es muy grande y está muy desigualmente repartido, y puede ser que una parte de la humanidad, la que tiene más dinero, tecnología y armas, se imponga a los demás, entonces podemos entrar en una era de desórdenes, de guerras y de aventuras imperialistas. El caso de Iraq está ahí y nada garantiza que no haya más casos semejantes en el futuro. A lo que creo en general es que más que a una reducción del consumo voluntaria iremos a una frugalidad impuesta por la realidad misma y que si no hay programas de acción individual, colectiva y política también para administrar adecuadamente esta escasez de recursos que se nos viene encima, si no hay racionalidad en este punto y espíritu de solidaridad podemos entrar en una fase regresiva de decadencia de la civilización, de disgregación social y de conflictividad dentro y fuera de los países.
S. Regueira
El Faro de Vigo