Negocios y políticas como las que condujeron al derrame de crudo en el golfo de México están minando la arquitectura vital del planeta, según la Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3, publicada el pasado lunes.
El derrame de unos 5.000 barriles diarios de crudo, causado por la rotura el 20 de abril de una plataforma petrolera en el golfo de México, tendrá efectos devastadores que durarán décadas, según los expertos.
Este tipo de negocios y políticas, multiplicados miles de veces en el último siglo, han puesto en peligro los pilares de la vida terrestre, según el informe Perspectiva Mundial sobre la Diversidad Biológica 3 (GBO3, en inglés), que publica la ONU.
Se trata del registro más reciente del estado de la diversidad de especies de flora y fauna, los organismos vivos que nos suministran salud, riqueza, alimentos, combustible y otros servicios esenciales.
En ese estudio, «se distingue con claridad el perfil de lo que puede ser el sexto mayor evento de extinción de la vida en la Tierra», afirma el científico Thomas Lovejoy, jefe de biodiversidad del Heinz Center for Science, Economics and the Environment y consejero jefe de la Presidencia del Banco Mundial.
Uno de los puntos de inflexión es el colapso irreversible de la selva amazónica, afirmó. Una reciente investigación revela que la combinación de tres factores podría desatar una incontenible transformación de la Amazonia en una sabana.
Esos factores son el aumento de dos grados centígrados de la temperatura media global, una pérdida de entre 3 y 4% más de la cobertura selvática original y los incendios forestales.
Así, se desataría una enorme pérdida de especies y abundantes emisiones de CO2 a la atmósfera, recalentando el clima.
Este es el Año Internacional de la Biodiversidad, pero las campanas de alarma llevan bastante tiempo sonando.
En 2002, 123 países se comprometieron a acciones urgentes para frenar el ritmo de pérdida de especies. Ocho años después, con los datos aportados por esas naciones, el GBO3 registra que las promesas no se cumplieron.
Interrogado acerca de por qué es importante la extinción de especies cuando contamos con todo tipo de tecnología, Lovejoy contesta: «Usted no se alimenta de Internet». Tampoco se puede respirar sin las plantas que suministran oxígeno, pero se puede vivir sin petróleo.
Sin embargo, la preocupación por los ecosistemas siempre está en segundo lugar cuando se decide explorar en busca de crudo, minerales o madera, apunta Kieran Suckling, director ejecutivo del no gubernamental Centro para la Diversidad Biológica de EEUU.
«Si los ecologistas consultados al final son lo bastante agresivos, tal vez puedan conseguir que el proyecto se reduzca en un 5%», dijo Suckling. «El poder reside en aquellos que impulsan el desarrollo», insistió.
«Desastre anunciado»
BP fue eximida de controles ambientales para operar en el golfo de México. Y no había planes para lidiar con un derrame importante de crudo. «Era un desastre anunciado, pero la empresa y el Gobierno hicieron de cuenta que no pasaría».
Pese al enorme valor de los ecosistemas, es difícil calcularlo en dinero, dice Suckling. El golfo de México es un enorme recurso alimentario estimado en 2.000 millones de dólares anuales solamente para el Estado de Louisiana. Pero eso ni siquiera se acerca al valor real de esa región. «¿Cómo poner precio a sus humedales que existen desde hace cientos de miles de años?».
En lugar de explotar crudo en el mar, la sociedad podría decidir elevar su eficiencia en consumo de combustible, dice Lovejoy. Por ejemplo, si los coches y camiones recorren 18 kilómetros por litro de gasolina ahorrarían millones de barriles de crudo por año y miles de millones de dólares en gastos de combustible, según la Unión de Científicos Comprometidos.
«Hay que elevar la importancia de la biología en la agenda de preocupaciones humanas», afirma Lovejoy. La cuestión es «lograrlo antes de que ocurran terribles desastres». «La infraestructura biológica del planeta peligra y nuestro mayor interés es hacer algo para salvarla».
El mar se está convirtiendo, cada vez con más frecuencia, en un triste protagonista. La causa es su cada vez más preocupante contaminación Es una catastrofe ecológica importantisima y creo ,que como siempre,se nos está ocultando la gravedad del asunto.
Aprovecho este mensaje para agradecer a todos los voluntarios que colaboraron en la limpieza de la marea negra del Prestige.
Los trabajadores ocupados en el derrame petrolero reportan problemas de salud
Numerosos trabajadores que participan en la limpieza del derrame petrolero en el Golfo de México han enfermado con síntomas parecidos a los de una gripe, se anunció hoy.
Más de una docena de trabajadores sufren de síntomas que van desde dolores en el pecho a mareos, náusea y dolores de cabeza, según el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (CDRN).
Los trabajadores enfermos ya fueron atendidos en centros médicos locales, dijo el Consejo.
"A lo largo de la semana pasada vimos a numerosos trabajadores hospitalizados. Eso es algo nuevo", dijo la Dra. Gina Solomon, científica titular del CDRN.
Los síntomas físicos podrían estar relacionados con la exposición a diferentes químicos que emanan de la capa de petróleo, dijeron los expertos de la salud.
"Los informes que hemos escuchado de los hospitales y los doctores han sido (que los síntomas se deben a) la inhalación de irritantes, pero no han dicho específicamente cuál creen que podría ser el agente responsable", dijo Solomon, "Los trabajadores están culpando a los disolventes".
Estados Unidos envía a BP una factura por 69 millones de dólares
El gobierno de Estados Unidos envió una factura de 69 millones de dólares al gigante de la energía británico BP por los costos generados hasta ahora en respuesta el enorme derrame petrolero en el Golfo de México, dijo la Casa Blanca.
"El gobierno federal envió lo que yo llamaría una factura de 69 millones de dólares por los gastos incurridos hasta este momento por BP para ser reembolsados a los contribuyentes", dijo a reporteros Robert Gibbs, vocero de la Casa Blanca.
Gibbs dijo que esta factura será la primera en ser enviada a la compañía petrolera, pero no está seguro respecto a cuánto tiempo tiene la compañía para pagarla.
La Casa Blanca dijo que en última instancia BP será responsable por todos los costos asociados con el derrame.
Gibbs también dijo que el gobierno de Estados Unidos dirigirá a BP para construir tercer pozo de alivio para detener el derrame si es necesario.
"Si por alguna razón se presenta algún problema en cualquiera de los dos primeros pozos, les pediremos que perforen un tercer pozo".
La plataforma petrolífera Deepwater Horizon, propiedad de Transocean y alquilada por BP, se hundió el 22 de abril a unos 52 kilómetros frente a las costas de Venice, Louisiana, tras arder por aproximadamente 36 horas. El pozo fracturado continúa derramando petróleo en el Golfo de México.
Días atrás el presidente Barack Obama pidió a sus colaboradores que le dijeran cuál era el trasero que tenía que patear para castigar al culpable del peor desastre ecológico de la historia producido por la BP en el mar Caribe. Recogiendo tan sana inquietud me permito proponerle una lista, preliminar, de traseros a patear.
En primer lugar, debería solicitarle a la Primera Dama que le propine una buena patada en su presidencial trasero porque usted no es “el negrito del batey” -como le llaman en el Caribe al chico de los mandados- sino el primer magistrado de la más formidable superpotencia que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. Y si los bandidos de la BP contaminan las costas de su país es porque usted –así como sus predecesores- ha sido blando, débil y timorato con los oligopolios petroleros que hace décadas vienen practicando un verdadero “ecocidio” en Alaska y en el Golfo de México, donde accidentes como el que hoy lo desvela era seguro que, más pronto que tarde, irían a producirse. Blandura y complicidad también evidenciada con los truhanes del casino financiero global, con sede en Wall Street, que primero provocan una crisis y luego exigen un rescate que usted ejecuta con fondos públicos, expropiando el ahorro y los ingresos de los contribuyentes norteamericanos. Un puntapié en su trasero por ignorar que esas grandes firmas están casi invariablemente dirigidas por delincuentes de “guante blanco”, protegidos por la Casa Blanca, los congresistas de ambas cámaras, los grandes medios y los lobbies que financian las campañas políticas de representantes y senadores a cambio de garantizar la impunidad de los oligopolios en su agresión al medio ambiente. Pero además su esposa Michelle debería darle otro puntapié a su trasero por caer en el infantilismo de creer que se construye poder político apelando a los twitters, facebooks y demás gadgets informáticos. Eso puede, ocasionalmente, crear un efímero clima de opinión pero nada más. Para combatir a los tiburones de Wall Street y al complejo militar-industrial se requiere mucho más que eso. Mire lo que hizo uno de sus predecesores, Franklin D. Roosevelt, que pudo realizar muy significativos cambios en la economía de EEUU (ley del seguro social, riguroso control del sistema bancario, impuestos a la riqueza y la renta, banco central, etcétera) apoyado en dos instituciones que movilizó y potenció en su gravitación: sindicatos obreros y su propio partido. Usted, deslumbrado por los progresos de la informática, pensó que en la época actual estos recursos ya no sirven. Y se equivocó.
Pero no es usted el único que merece un buen puntapié. Otros conspicuos traseros que claman por fuertes patadas son los del Secretario de Energía de EEUU, los de los presidentes de las comisiones de Energía de la Cámara de Representantes y del Senado y, por supuesto, los sucios traseros de los integrantes de su equipo de asesores económicos (y muy especialmente Lawrence Summers y Robert Rubin, artífices de la completa desregulación del mercado financiero y autores intelectuales de la actual crisis económica). No se olvide también de propinarle otro a los estafadores de Goldman Sachs, que “dibujaron” los números macroeconómicos de Grecia (¡y vaya uno a saber de cuántos países y empresas más!) y los bribones de Moody’s, que con sus fraudulentos cálculos de “riesgo país” favorecieron a sus socios sumiendo a numerosos países en profundas crisis económicas.
Ya que estamos en esto no se olvide de asestarle también una violenta patada en el trasero a sus compinches y peones en Tel Aviv, que se creen que tienen licencia para matar impunemente a palestinos, o someterlos, como en Gaza, a un lento genocidio parecido al que el pueblo judío tuvo que soportar a manos de los nazis, por ejemplo, en el ghetto de Varsovia. Y, de paso, usted merece otro puntapié en su insigne trasero por olvidarse que es un Premio Nóbel de la Paz y respaldar a ese gobierno de fanáticos fundamentalistas, racistas y genocidas -que gracias a la política imperialista de sucesivos gobiernos estadounidenses disponen de las únicas armas atómicas que hay en Medio Oriente- y permitir que continúen burlando las disposiciones de la ONU y las reglas más elementales de la legalidad internacional. Puntapié más que merecido porque sabiendo todo esto usted se empecina en denunciar el armamento nuclear que... ¡podría llegar a tener Irán, pero que ahora no tiene! De paso, podría darle un buen puntapié a la Secretaria Hillary Clinton, preocupadísima por la carrera armamentista según ella desencadenada por Venezuela, pese a que su gasto militar apenas equivale a la cuarta parte del de Colombia. ¡Ay!
Director del Pled/Centro Cultural de la Cooperación
Desde que comencé a leer sobre la explosión de Macondo, el pozo de nombre un tanto místico que se desangra diariamente a 70 kilómetros de la costa de Louisianna, en el Golfo de México, se me figura un significado más profundo que el de ser simplemente “otro desastre ecológico.” Macondo, el pozo MC 252 en el Cañon del Mississippi, se desangra en petróleo y gas que escapa por la corteza de la plataforma americana de las entrañas del planeta. Este Macondo, como aquel pueblo creación imaginaria que García Márquez diera a fundar a un grupo de pioneros despistados después de haber vagado perdidos por la ciénaga buscando, sin éxito, el mar, también nos habla de la soledad. De la soledad que condenara a los Buendía a no saber querer, lo que el gitano Melquiades identificara y entendiera como un ciclo, a esta soledad del ciclo del petróleo que Macondo MC 252 anuncia con su hemorragia de energía vital. Macondo MC 252 se desangra, como el último descendiente de los Buendía nacido con una cola de puerco.
Este Macondo sangrante puede ser una preparación simbólica de lo por venir, de los años de soledad que culminan el ciclo del oro negro. Un anuncio de que se termina el ciclo del recurso energético que sustenta la civilización que ostentamos ridicula, infantilmente, sin entender nuestro mal uso de recursos en la tierra. Es una nueva, además, sobre la obvia falta de alternativas equivalentes a esta energía fósil contaminante en extinción. Acaso la soledad de ficción de los Buendía no fuera tan diferente como la soledad de carne y hueso de occidente y de su modelo impuesto al mundo, al rico y al pobre, por las ideas y la fuerza. Un modelo tragador de petróleo y en él dependiente –como energía, transporte, calefacción, máquinas, construcción, ceras, plástico, nylon, detergentes, tan dependiente como una adicción. Tan dependiende que ya ni podemos imaginarnos un mundo sin petróleo. Y ahora este Petro-mundo que creamos se acerca, inevitablemente, a su fin. La carrera final nos encuentra lamentablemente, no más sabios, sino altamente adictos a un comfort energético insostenible, que favorece hasta el final un consumo destructivo. Pero nos acercamos ineludiblemente al destete, a vivir sin él, aunque no nos guste, aunque no podamos ver el camino adelante. Y en la recta final inrementa potencialmente el riesgo de que buscando desesperados lo que queda de él, en arenas bituminosas o en las profundidades del mar y sus plataformas, aceptemos riesgos crecientes de envenenarnos y envenenar el mundo. Ese petróleo que hoy escapa de la tierra herida en Macondo, pozo contaminador a 1500 metros de profundidad, es campana, es anuncio. ¿Hasta donde llegaremos?
Viendo fluir el combustible aceitoso, masa café anaranjada coagulada en la superficie del agua, se me presenta como “nata” coagulada que esconde en su seno el tamaño verdadero del vertido que se mueve en las aguas màs profundas. Es en la profundidad viva del Golfo, donde hace su daño más fundamental, allí lo nadan, respiran y beben las criaturas que sostienen ese medio. Este precioso recurso energético es veneno que, diluído en infinitas gotas y hebras, flota en las profundidades, y a la vez fluye a la superficie en vertientes aceitosas como ríos. Si aquel Macondo habla de la soledad de una familia humana condenada a repetir errores y vivir en desamor, este Macondo herido nos habla de una civilización similarmente condenada al negarse a entender la inevitable desaparición de toda una forma de vivir. Un estilo de vida contaminante, ridículo incluso, infantil, pero que defendemos como el aire que respiramos y el agua sin la que no habremos de sobrevivir. Es un recurso importante y en él hemos cifrado nuestro cuestionable desarrollo. Sin duda, el fin de este ciclo nos depara cambios tan drásticos como duraderos. Todo parece indicar que la arrogancia nos condena a experimentar en carne propia los desastres a los que ya hemos condenado a otras criaturas –como las que hoy emergen cubiertas y deformadas por el peso de esa masa gelatinosa y fulminante. BP ha reportado 273 tortugas muertas, 36 delfines muertos, sabemos que el desastre es mucho mayor.
Más de 1.2 millones de barriles de petróleo vertidos, explicó Samantha Joye, doctor en Ciencias Marinas (University of Georgia), que se preguntaba ¿donde esta ese petróleo que no vemos? El petróleo dispersado antes incluso de que el uso de dispersantes se transforme en “asunto problemático”. Tras explorar la zona dos semanas, Joye encontró su respuesta, ese petróleo oculto que no llega a ensuciar las arenas de las playas está disuelto y forma enormes “nubes de petróleo emulsificado” localizadas a mil metros de profundidad. Junto con el petróleo encontró gas metano, en niveles diez mil veces el nivel normal. “Nada, como este derrame en el Golfo de México, ha sucedido nunca antes, al menos no en la historia humana, tomará años a los científicos entender el daño que causa” . Las finas partículas de petróleo emulsionado y gas dan al agua un indiscutible olor a combustible, explicó. Las nubes cubren unos 35 kms y se ubican en las zonas más ricas en especies del Golfo. ¿Los posibles efectos? Un año de peces nuevos perdidos, envenenamiento, daño genético, deformidades, efectos en la fertilidad, efectos en el desarrollo de larvas.
Desde mediados de mayo el uso de dispersantes ha sido cuestionado, algunos lo presentan como el mal menor. BP ha usado enormes cantidades de dispersantes, supuestamente para proteger las playas pero sin duda para minimizar la visibilidad del desastre. Ha usado dispersantes en el origen mismo del escape y también sobre la superficie de las aguas del Golfo, lo que ha afectado ya a los voluntarios que limpian el area. Los dispersantes dividen el petróleo, lo emulsifican, pero al tiempo que lo hacen supuestamente más fácil de digerir por las bacterias de la zona, lo transforman en mucho más dificil de limpiar. El uso de Corexit, dispersante producido por NALCO, ha sido fuertemente cuestionado particularmente por EPA (Environmental Protection Agency, Agencia de Protección del Medio Ambiente). Corexit es menos efectivo (54% de efectividad) que otros dispersantes pero es además altamente tóxico (carcinogénico, mutagénico y teratogénico), su uso fue prohibido en Europa. Pero incluso luego de que EPA ordenara a BP usar un dispersante menos tóxico, BP continuó usando Corexit, argumentaba que ya lo tenía en existencia y que no había otro disponible en las cantidades necesarias. Algunos hablan de que BP está llevando acabo un “experimento” en el Golfo, ha agregado un caldo químico de efectos tanto o más dañidos y desconocidos al verter 3.8 millones de litros de Corexit en el Golfo.
A dos meses del inicio del desastre, podemos mirar atrás y examinar un poco la conducta de BP. Al comienzo BP negó la existencia de pérdida alguna, pero pronto tuvo que reconocer lo obvio, entonces “estimó” en mil barriles diarios de petroleo vertidos por la pérdida, cifra que tuvo que modificar y aceptar al menos 5 mil barriles diarios. Hoy sabemos que el escape es mucho mayor, el número de barriles de petróleo que se derraman diariamente se estima entre 40 y 80 mil barriles. En general se acepta la cifra de más de 1.2 millones de barriles vertidos desde abril 20 hasta principios de junio, y la cuenta continúa. El profesor de Ingeniería Mecánica de Purdue University, Steven Wereley, fue quien ha estimado más acertadamente el tamaño del desastre desde el principio diciendo que entre 56 y 84 mil barriles de petróleo estaban escapando al Golfo diariamente. La cifra, manipulada por BP en parte para mantener su imagen corporativa y evitar la caída del precio de sus acciones, es un número importante. El número de barriles vertidos durante el desastre determina no sólo la evaluación de daños sino también las penas financieras que BP ha de pagar. En Estados Unidos esta pena se mide en barriles vertidos y equivale, según el Acta de Polución por Petróleo (Oil Pollution Act) a mil dólares por barril de petróleo vertido (Lisa Suatoni, How much oil is spilling to the Gulf of Mexico? And, yes, it does matter). Estimar el costo financiero del derrame varía enormemente. Si aceptáramos aquel inicial estimado de BP de mil barriles diarios, a mil dólares por barril, el costo del daño sería de un millón de dólares al día, estimando hasta el 9 de junio por ejemplo el costo total sería de 49 millones de dólares (49 días de desastre). Si usamos en cambio el estimado mayor de Wereley, de 84 mil barriles diarios, ese costo ascendería a 84 millones de dólares diarios, lo que en 49 días equivale a cien veces el primer estimado –hablamos entonces de más de 4000 millones de dólares.
Hablar en números aclara ciertamente el panorama. El efecto del desastre afecta, naturalmente, a los americanos y a BP, pero también afecta al Reino Unido todo ya que no debemos olvidar que BP paga una tercera parte de los dividentos que los accionistas del Reino Unido reciben. Los intereses en la compañia comprometen incluso fondos de pensiones. Acaso, podemos decir, el negocio de la exploración y explotación petrolera es “riesgoso”. Pero la conducta de BP, argumenta The Guardian en su editorial del 4 de junio, nos habla de mucho más. Desde su privatización total en 1987, y en particular durante el reinado de John Browne, BP ha transferido operaciones vitales para la compañía a terceros, involucrándose a la vez en tomas riesgosas como la de Amoco. BP se ha conducido, dice el editorial, como un banco, agresivo y audaz, y los resultados están a la vista: la explosión de la refinería de Texas City el 2005, las fracturas en las redes de tuberías en Alaska entre el 2006 y 2007 y ahora este desastre en el Golfo. Al mismo tiempo BP ha enriquecido una élite poderosa e importante, que incluye al CEO de BP mismo, Tony Hayward, quien recibe 4 millones de libras al año por ser jefe.
Otras verdades inquietantes han aflorado con el desastre petrolero. Una es que Tony Hayward, además de ser Director Ejecutivo de la empresa, ha sido accionista de ella y ha dispuesto de 223.288 de sus acciones vendiéndolas el pasado marzo 17, un mes antes del desastre de abril 20. Las vendió a buen precio y se evitó perdidas considerables. Desde el desastre, las acciones de BP pierden el 30% de su valor –unos 40 mil millones de libras de su valor total .
Ha habido otro “accionista oportuno” además de Hayward. Goldman Sachs salvó sus acciones de la caída al deshacerse, justo a tiempo, del 40% de sus acciones de BP (más de 6 millones de acciones) que fueron vendidas el 31 de marzo, semanas antes del desastre. Esa venta de Goldman Sachs ha sido la liquidación más grande de bonos de petróleo hecha de un golpe en la historia de los mercados modernos. Sorpresivamente, o quizás no, Goldman Sachs y BP tienen un hombre en común. Se trata de nada menos que de Sir Peter D. Sutherland, quien es en estos momentos Presidente no ejecutivo de Goldman Sachs International (UK) y quien fuera, hasta enero del 2010, Presidente de BP –puesto que ocupó por 13 años. Sir Sutherland es un hombre de importancia, consejero financiero del Papa, con interesantes vinculos en las Naciones Unidas y presidente de la rama europea de la Comisión Trilateral
Sir Sutherland es ardiente y público defensor de la Globalización Corporativa, o imperialismo empresarial como vale llamarlo, y propaga sus ideas como fórmula para resolver todos los desafíos del mundo, y en especial el problema de la creciente pobreza y violación de derechos humanos. Para él los negocios son “el motor de la creación de riqueza” por lo que favorecer el crecimiento (y enriquecimiento) de las corporaciones no es más que ayudar a enriquecer “al mundo” .
La de Sir Sutherland es una lógica por demas cuestionable, particularmente en estos momentos cuando vivimos diariamente la evidencia de que la realidad refleja todo lo contrario de lo que él pregona. Con la excepción notoria de la Banca Internacional, que crea riqueza en el papel y en sus computadoras cada vez que hace un préstamo, como argumenta muy bien y claramente Ellen Brown, en su libro “Telaraña de Deuda,” las corporaciones no crean riqueza. Lo que las corporaciones hacen es “acumular riqueza.” Y lo hacen fundamentalmente de tres formas: (a) asegurándose jugosos contratos estatales -que pagamos todos, (b) recibiendo importantes pagos y beneficios directos de los gobiernos del mundo -que impiden realmente que estas reciban las consecuencias naturales de sus acciones, algo que tambien pagamos todos, y (c) apropiándose y explotando los COMUNES -que las corporaciones usan y abusan a su antojo para su beneficio. Las corporaciones “externalizan” sus costos, costos que pagamos todos, por ejemplo los gastos de investigación que paga el estado (y sus ciudadanos) y que las corporaciones aprovechan en sus negocios y patentan. ¿Acaso hemos hablado de que las corporaciones pagan menos impuestos que nosotros y que los evaden convenientemente cuando quieren manipulando el contexto político? En fin, la Corporación ha sido históricamente un ciudadano antisocial y parásito, que se ha defendido muy bien usando grupos de presión a sueldo, políticos comprados y abogados
¿Será acaso este un esquema más de acumular dinero? ¿Será una forma de aprovechar convenientemente un desastre ecológico? El prestigioso físico teórico americano, Dr. Michio Kaku ha expresado que tanto BP como Barack Obama “saben perfectamente que existe tecnología para detener este tipo de derrames en breves horas.” Según Kaku varios científicos rusos han aconsejado al gobierno norteamericano el uso de una mini explosión nuclear que mueva las rocas y tape el escape inmediatamente, y han garantizando incluso un 80% de suceso, pero no han sido escuchados. Además, el famoso científico ruso, Anatole Sagalevich, del Instituto de Oceanología P.P: Shirshov de la Academia Rusa de Ciencia, ha aconsejado también el uso de mini submarinos MIR y de su personal especializado, pero British Petroleum rechazó la oferta. (Vicky Pelaez, El derrame: La ambición supera a la supervivencia, Argenpress). El grupo belga DEME ha argumentado tener capacidad para limpiar el Golfo de petróleo con equipos especializados que los Estados Unidos no tienen en 3 o 4 meses -en vez de los 9 meses estimados por Estados Unidos, pero el gobierno no se ha interesado en crear una excepción al Acta americana (Jones Act) que según dice impide esta operación
En la búsqueda de petróleo en la recta final, las corporaciones, que no tienen como foco el bien común sino la acumulación de dinero, continuarán tomando crecientes riesgos, como lo han hecho en el campo de las finanzas. Una actitud cortoplacista y suicida de “todo hoy y ahora, mañana ya se verá” se impone. Cada ciudadano debe oponerse a esta actitud, e informarse de lo que sucede, no aceptar pasivamente las distorciones que nos alimenta en general la falsimedia. La carrera por “quedarse con todo” continúa y para esto en primer lugar se manipula la información. Redes económicas y financieras poderosas y corruptas, corrompen y manipulan políticos controlando ilegitimamente el poder. No emergen alternativas capaces de sostener al Petro-Mundo creado. La puja por creciente consumo y crecimiento sin límites no tiene en realidad futuro, pero ideológicamente continúa limitando posibilidades de que emergan formas diferentes de vivir, pensar y ser. Continuamos ignorando el moto fundamental, que hasta los pájaros entienden. Nuestra especie se niega arrogantemente a aceptar que no podremos sobrevivir la contaminación de nuestro nido.
Una gran cantidad del petróleo derramado en el Golfo de México no saldrá a flote debido a que la empresa British Petroleum (BP) está usando dispersantes que sumergirán el crudo aumentando la toxicidad en las aguas marinas de la región impactada.
Esta es una técnica de maquillaje verde para ocultar la magnitud del daño que está dejando a su paso el vertido de miles de barriles de petróleo que diariamente emanan del fondo marino, donde está la fuga que se abrió tras la explosión de la planta Deepwater Horizon, propiedad de BP (British Petroleum).
En la zona, expertos de Greenpeace Estados Unidos y el Dr. Rick Steiner, experto en conservación marina de la Universidad de Alaska, están documentando los impactos ambientales que está generando el vertido de petróleo en la superficie marina.
El Dr. Steiner conoce los daños provocados por desastres petroleros como el del Exxon Valdez, en Alaska en 1989. De acuerdo a lo ocurrido, ahora en el Golfo de México, el petróleo se está mezclando con el agua de mar, y por ello, lo que se alcanza a ver desde la costa o en sobrevuelos es sólo una parte del desastre, el resto sigue sumergido.
En estos momentos, la empresa British Petroleum está utilizando un dispersante conocido como Codexit, en la fuente del derrame, para evitar que el petróleo salga a la superficie. El especialista explica que esto añade más toxicidad a la zona, ya de por sí contaminada, lo que provocará más daños para la vida marina. Utilizar el dispersante representa ahorros económicos para BP, que podrá contratar menos barcos pesqueros -a $1,500 dólares el día- para recoger el petróleo.
Cuando no se usan dispersantes, el petróleo alcanza la orilla y mata también a las aves; cuando es usado, se queda en el agua y mata a los peces. Es importante tener en cuenta que matar a los peces significa eventualmente matar a las aves debido a que se contamina toda la cadena alimenticia.
Otra de las estrategias de BP es contratar a los pescadores locales para que ayuden en las tareas de limpieza, pero en el contrato colocan una cláusula “mordaza” donde les exigen no hablar con los medios de comunicación.
Los objetivos de BP son:
Minimizar la cantidad de petróleo derramado y el daño medioambiental ocurrido.
Exagerar la efectividad de la respuesta de la compañía petrolera (o más exacto, el “teatro de respuesta” de la compañía petrolera).
Aprovechar la necesidad de recursos económicos de los pescadores locales pagándoles una cantidad mínima de dinero a cambio de obtener documentos que los comprometan a no demandar posteriormente a BP.
Poner a la mayor cantidad posible de personas bajo órdenes mordaza.
Greenpeace está alertando a los residentes locales de Louisiana sobre lo que representó el daño ambiental por el derrame del Exxon Valdez, que tomó más de 20 años de batallas legales para que Exxon empezara a pagar por daños a las personas de Prince William Sound, y que el arreglo final fue de sólo una décima parte de la compensación original. La intención es que esta experiencia no se repita para los afectados por este derrame en el Golfo de México.
Gracias Luci, este problema y la telenovela demoníaca con actores internacionales sobre el problema de Iran, me tienen tan mal, que hasta asco siento.
El vertido es algo obsceno ya, y las concecuencias creo que la gente las ignora, tal vez tendrán que repercutir sobre cada uno de nosotros para que les prestemos atención.
Lo otro ... mmmm dios! no puedo dar crédito a lo que leo.
Mira, hace muchos, muchos años, mi papá vivía, y siempre me decía: " da miedo que solo baste que alguien se ponga loko y apriete el botón" Ese botón está hoy en muchas manos y de fanáticos, así que ... ya sabes.y no se trata de un país, ni de oriente y occidente, todos caben en la misma bolsa, cada quien protege sus intereses, y todos juegan con nosotros y el planeta. Yo ya ni puedo entender nada Luci. Duele demasiado y el dolor es mas grande que el miedo que tb. tengo.
El derrame de petróleo llegó a las costas de Luisiana, empantanando y asfixiando a muchos animales que viven en una costa excepcional constituída, en gran parte, por pantanos y manglares. De hecho, hay 20.000 personas que se ocupan de limpiar 130 kilómetros costeros. Más de 600 especies animales, especialmente el pelícano marrón y una tortuga marina ya están en peligro, amenazados por la capa de petróleo. Apróximadamente 134 especies de aves, 445 especies de peces, 45 mamíferos y 32 reptiles y anfibios -ranas, lagartos y serpientes de mar- han sido afectados por esta marea, según lo expresado por las autoridades del departamento de vida silvestre y de pesquera de Luisiana.
“Había no sólo petróleo en la superficie, sino que también había petróleo en la columna de agua hasta por lo menos diez metros de profundidad, y eso afecta a toda la vida acuática. La concentración de estos productos se acumulan en la cadena de vida y se hallan en todos los animales que dependen de ella”.- expresó el oceanógrafo J. M. Cousteau.
Los tiburones han huido del Golfo de México. Tortugas, delfines, aves y crustáceos son algunas de las víctimas ya identificadas. En la Isla Candelaria, santuario natural donde sobreviven, se han vuelto a introducir los últimos pelícanos marrones y también las aves migratorias, pero la desaparición de los peces tendrá graves consecuencias. Para los seres humanos también, ya que al estar prohibida la pesca, los pescadores que dependen de estos recursos no tienen de qué alimentarse. Por su parte, la tercera barrera de coral del mundo, en los Cayos, también se ve amenazada.
Por ahí leí que tres países tenían forma de frenar el vertido en poco tiempo, pero no encuentro la página, y parece que le dijeron que no los norteamericanos. algo huele mal no? pero trataré de dar con el artículo, así no se vale. Son tantas las páginas que visito que al final tengo terrible lio.
Mientras la muerte de las especies, y todo el cambio, siguen, y de esto se producirá terribles problemas, que llegarán quizás hasta la mesa de cada uno de nosotros, como ha sucedido otras tantas veces.
Creo que los humanos han perdido la brújula por completo. Yo no hacía caso cuando leía que terminaríamos con el planeta, sin embargo ahora veo que no falta mucho ya.
Es verdaderamente terrible lo que está sucediendo. Y los atropellos se suman, en todos los órdenes.
El pasado 20 de abril la plataforma petrolera Deepwater Horizon utilizada por British Petroleum (BP) en el Golfo de México explotó matando a once trabajadores. Desde entonces continúa el derrame descontrolado del hidrocarburo afectando las costas de Estados Unidos, y se teme que la mancha de petróleo pueda llegar hasta Cuba. Casi dos meses de pasividad e impotencia internacionales ante una de las peores catástrofes petroleras de la historia. No es una casualidad, sino una opción.
La consecuencia más grave hasta ahora de la explosión y hundimiento de la plataforma Deepwater Horizon es la muerte de once trabajadores. Algún día alguien hará el balance final de la cantidad de vidas humanas que costó y costará esta industria íntimamente asociada con el desarrollo capitalista.
Por si esto fuese poco, el escape de crudo ya está por cumplir dos meses y afecta a los estados de Louisiana, Missisipi, Alabama y Florida de Estados Unidos. Un sitio en Internet permite dimensionar con más precisión el tamaño del desastre llevándola a la escala de cualquier ciudad mediante el sistema de mapas de Google.
Y esto continúa.
Se calcula que hasta el pasado 10 de junio el
escape había liberado más de 135 millones
de litros de crudo al mar. Esto convierte al
“incidente Deepwater” en uno de los más
contaminantes de la historia de la
extracción de petróleo.
Estados Unidos ha suspendido las
exploraciones submarinas durante seis
meses y cerrado a la pesca un área de 200 mil
kilómetros cuadrados. El presidente Barack
Obama anunció que está buscando “qué culo
habrá que patear”, y la BP un día sí y otro también,
notifica que tiene un nuevo e ingenioso plan para
detener el derrame.
La BP es una de las tres mayores petroleras del mundo, junto con Exxon
y RoyalDutsch/Shell. En 2009 registró ingresos por 198.500 millones de euros, de los cuales 13.772 millones fueron beneficio neto. Cuenta con más de 80 mil empleados en 30 países. Algunos expertos dicen que este episodio y sus consecuencias pueden costarle su propia existencia como empresa. Desde ya, el banco CréditSuisse ha calculado que el costo que deberá asumir BP por los daños causados hasta ahora superan los 23 mil millones de dólares. Su cotización en Bolsa ha caído un 40 por ciento.
Ciertas publicaciones aportan información valiosa para agregar luz al análisis de lo ocurrido. El Washington Post, por ejemplo, reveló el pasado jueves que mientras las prospecciones en aguas profundas se multiplicaron por diez entre 1988 y 2008, la cantidad de inspectores del Servicio de Gestión de Minerales (MMS, por sus siglas en inglés) sólo había empleado un 13 por ciento más de inspectores en el mismo período.
En otras palabras, los servicios reguladores y de contralor de Estados Unidos son actualmente idénticos a los que había en la época de Bush –o sea con las corporaciones directamente en el poder-, siendo que la cantidad de permisos y las áreas habilitadas para prospecciones y extracciones se habían ampliado considerablemente en los últimos años. Darle esa oportunidad a las empresas petroleras equivale a decirles “hagan como gusten”.
Y como ellas gustan es “lo más barato posible”, aún a costa de mayores riesgos, sobre todo teniendo en cuenta que la extracción de petróleo es cada vez un negocio técnicamente más complejo pues los yacimientos de superficie y con crudo más liviano prácticamente se han acabado en esa región. Según la publicación USA Today, “los derrames de plataformas petrolíferas y los oleoductos se han más que cuadruplicado en la última década. Entre 1970 y 1990, las plataformas registraron en promedio cuatro derrames por año de más de 50 barriles. De 2000 a 2009, esos derrames fueron en promedio 17 anualmente”. No es una casualidad que BP ocupara el primer lugar en el ranking de estos “accidentes” con 23 escapes de crudo de más de 50 barriles.
El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha calculado que si la guerra contra Irak terminara en 2017, Estados Unidos habrá gastado 3 billones (millones de millones) de dólares en ella1. Si se agrega el costo de Afganistán se llegará probablemente a los 4,5 billones.
Es obvio que detener el derrame de petróleo en el Golfo de México es una cuestión de dinero: se pudo haber evitado si se hubiesen adoptado las medidas de seguridad necesarias, aunque ello incrementara el presupuesto de la corporación BP; también, cada vez son más los expertos que aseguran que BP no ha contratado a los mejores equipos técnicos ni ha querido gastar demasiado en obturar el escape, calculando que sus abogados lograrán reducir considerablemente la factura a pagar por los daños ambientales. Y el cálculo incluye cierta benevolencia -o una “benevolencia cierta”- por parte del gobierno y de la justicia de Estados Unidos.
El mundo vive sacudido por las noticias de las guerras que impulsan Estados Unidos y sus aliados, aún cuando apenas se conoce muy parcialmente sus consecuencias gracias a una férrea censura que se ejerce hacia los medios no obsecuentes, y a la colaboración de los medios cómplices que son la mayoría. Los gestores del sistema capitalista, junto a las grandes corporaciones transnacionales, disponen de los recursos naturales a su antojo, los distribuyen según sus necesidades y los despilfarran a su gusto.
Los daños al medio ambiente no son para ellos más que “accidentes del camino” que la tecnología, la misma que contamina, se encargará de minimizar o remediar, o en el peor de los casos, desastres que hay que disimular para que sus costos sean los más bajos posible. Es el viejo cálculo de costo-beneficio, sólo que la contabilidad es la de las corporaciones y no la del planeta en su conjunto.
Es probable que durante un tiempo se usen duras palabras contra la inseguridad de las prospecciones, la burocracia controladora, las leyes y reglamentos demasiado laxos hacia las empresas, pero lo que finalmente primará será que, por ejemplo, según la consultora Douglas-Westwood, ya antes de los fabulosos descubrimientos en el presal brasileño, para 2012 ya estaba prevista y comprometida una inversión global de 20.700 millones de euros en prospección petrolera en aguas profundas.
El “reciente hallazgo” de enormes yacimientos minerales en Afganistán será probablemente utilizado para contrabalancear la mala imagen de una guerra que, desde hace tiempo, ha develado sus verdaderas motivaciones, y especialmente las de las corporaciones de Estados Unidos.
El presidente Obama deberá tener cuidado en su búsqueda de traseros para patear, porque de hacerlo con seriedad probablemente le resultará una práctica permanente… y muy dolorosa.
BP se ahorró gastos a costa de la seguridad de la plataforma
Congresistas de EEUU acusan a la petrolera de negligenciaI
SABEL PIQUER Nueva York (EEUU) 17/06/2010 20:13 "Esta explosión no tenía que haber pasado y lo lamento mucho. Cuando supe que había víctimas mortales, me quedé destrozado". Tony Hay-ward, director ejecutivo de BP, empezó ayer su comparecencia ante el comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EEUU compungido y arrepentido. No fue suficiente para calmar la ira de los congresistas, que acusaron a la petrolera de alimentar una política de negligencia, centrada en ahorrar costes, que llevó a la explosión de la plataforma Deepwater Horizon, que provocó el vertido en el golfo de México.
"¿Cómo pudo pasar esto? ¿Qué impacto tendrá en el medioambiente? ¿Por qué se está tardando tanto en cerrar la fuga de petróleo y gas en el golfo?", se preguntó Hayward. "Todavía no tenemos respuesta a estas preguntas".
Los parlamentarios de EEUU acosan a Hayward por no ofrecer respuestas El responsable de BP tampoco respondió a las preguntas del panel de congresistas durante las largas horas de comparecencia, en la que mantuvo una calma glacial mientras se crucificaba a su empresa.
Hayward comparecía un día después de la reunión de la cúpula de British Petroleum con Barack Obama, que concluyó con la creación de un fondo para las víctimas de 20.000 millones de dólares.
Uno tras otro, los miembros del comité se ensañaron con el responsable. Bart Stupak, de Michigan, acusó a BP de negligencia, también por incidentes anteriores ocurridos en Alaska y Texas. Su colega GeneGreen, de Texas, afirmó que la petrolera había "elegido en contadas ocasiones la seguridad en vez de la rapidez".
El director ejecutivo de BP no quiso "especular sobre lo que hubiera podido marcar una diferencia" y disculpó su imprecisión asegurando que "no estaba presente" cuando se tomaron decisiones sobre Deepwater Horizon.
El momento más tenso se dio durante un intercambio entre Hayward y Henry Waxman, representante por California y presidente del Comité, que le espetó que no quería "responder a las preguntas".
Sin "juicio definitivo" Hayward replicó que no iba a "llegar a conclusiones antes de que termine la investigación". El congresista californiano le recordó entonces que la comparecencia formaba parte de una investigación, y después le acusó de "usar tácticas obstruccionistas". El representante de la petrolera lo negó y se excusó asegurando que "de momento", no estaba "preparado para emitir un juicio definitivo".
Antes de que Hayward empezara a hablar, la sesión fue brevemente interrumpida por los gritos de una mujer que enseñó las manos y la cara manchadas de algo parecido a petróleo, y a la que los servicios de seguridad expulsaron enérgicamente.
Como quedó claro ayer, BP también se enfrenta a un infranqueable abismo cultural. El acento británico cerrado de Hayward siempre deja sus declaraciones, por emotivas que sean, en comentarios formales. A Hayward lo crucificaron hace poco por asegurar que quería "volver a su vida normal". Los pescadores de Luisiana no apreciaron el desliz.
Ayer se seguía comentando la metedura de pata del presidente del Consejo de Administración de BP, el sueco Carl-Henric Svanberg, que al salir de la reunión con Obama, dijo sentirse muy preocupado por la "gente modesta" refiriéndose a las pequeños empresas de la zona afectada. Svanberg emitió luego un comunicado de disculpas.
Guerra de IV generación en materia ambiental: Manipulación en el Golfo
Aunque el género homo sólo tiene Dos millones de años de existencia, ya Dispone de la capacidad para destruirse a sí mismo….. Ni tan siquiera lograremos probablemente emular a Las cucarachas, que vienen evolucionando desde hace Aproximadamente 250 millones de años
(Richard Morris)
No es posible resolver un problema Utilizando el mismo lenguaje que dio Origen al problema
(Albert Einstein)
Decía Borges que las casualidades no existen, que más bien los sucesos y eventos imprevistos de lo que conocemos como realidad obedecen a “causalidades”, producidas estas por hechos y circunstancias en las que nada tiene que ver el azar sino leyes muy precisas que los seres humanos desconocemos y por ello las atribuimos a lo incontrolable.
Que en plena crisis climática, precisamente un 22 de abril, día que los seres humanos hemos escogido para celebrarlo como día de la tierra, aleatoria y casualmente se hunda en las aguas del Golfo de México la plataforma petrolera Deepwater Horizon de la corporación British Petroleum o BP, generando lo que probablemente sea el peor desastre medioambiental de la historia, pareciera un aviso, una señal confirmatoria de que los humanos hemos violentado límites que ni siquiera conocemos o podemos intentar entender. Pero sobre este punto ya se ha escrito mucho y se escribirá aun más todavía, a lo que hoy quiero referirme en verdad es a la manipulación de la información que como arma de guerra utilizan los amos del poder en el mundo para controlar y explotar al resto de la humanidad.
Desde los primeros días del desastre tanto la corporación BP como la Administración Nacional Oceánica y atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) de los EEUU intentaron ocultar y/o minimizar hasta lo imposible la magnitud del desastre, elaborando comunicados de prensa en los que mintieron descaradamente acerca de la cuantía de petróleo que el pozo Mississippi Canyon arrojaba diariamente a las aguas del Golfo de México; en efecto, las primeras semanas se “informó” que como consecuencia del accidente se derramaban al mar una cantidad no superior a los mil barriles de crudo. Sin embargo, en sus posteriores declaraciones, acorralado por las evidencias, Scott Smullen, vocero de la NOAA, reconoció que el flujo de crudo derramado excedía los 5 mil barriles diarios, mientras datos extraoficiales emanados de fuentes independientes elevaban la cantidad a cerca de 15 mil barriles por día.
A pesar de las proporciones del siniestro y de la catástrofe ambiental que para los ecosistemas del Golfo de México y del Atlántico norte, hacia donde la corriente del golfo empuja la colosal mancha de petróleo, hemos observado muy pocas fotografías del derrame. Las que circulan en la red fueron casi todas tomadas en los primeros días del accidente, antes de que agentes del gobierno usamericano tomaran el control de la zona.
Tanto los agentes del gobierno federal de los EEUU como los gerentes corporativos de relaciones públicas de las grandes transnacionales han aprendido que ocultar y manipular información e imágenes es la mejor forma de controlar y/o inducir las reacciones del público.
Es muy conocido el hecho de que las crudas y estremecedoras imágenes de la guerra del Vietnam, transmitidas sin censura, casi en vivo y en directo desde el frente de batalla, sensibilizaron de tal forma a buena parte de la sociedad estadounidense, que contribuyeron en no poca medida al repudio interno que esa guerra criminal y colonialista genero en dicha sociedad. Después de eso, las imágenes e informaciones de las múltiples guerras de agresión que los EEUU han llevado a cabo a lo largo y ancho del mundo han tenido como característica la cuidadosa y severa censura a la que han sido sometidas. Incluso desde la Guerra del Golfo se han eliminado los corresponsales de guerra independientes y solo se aceptan los periodistas “empotrados”, que actúan e “informan” bajo la estricta dirección y supervisión del propio ejercito usamericano.
La similitud y paralelismo de las acciones entre el ejército imperial de los EEUU y las corporaciones energéticas, industriales, fruteras, financieras y demás para las cuales trabaja es por lo demás esclarecedor. Esta forma de actuar y de controlar la información por parte de dicho ejército (una de las bases de su nueva doctrina de guerra de cuarta generación), ha sido copiada al carbón por las grandes corporaciones petroleras.
En el año de 1.989, el petrolero Exxon Valdez de la corporación petrolera Exxon, encalló en el golfo de Prince Willian Sound, en el norteño estado usamericano de Alaska. En los días siguientes al accidente, el buque derramó más de 41 millones de litros de crudo a ese estuario. Este siniestro fue ampliamente documentado por la prensa estadounidense y mundial y las imágenes de nutrias y lobos marinos, morsas, ballenas, peces y aves embadurnados de una costra negra y aceitosa produjeron una ola de rechazo, indignación y solicitud de castigo para la empresa culpable de ese crimen de lesa naturaleza y airadas solicitudes de la sociedad estadounidense para que la explotación petrolera en ese norteño estado fuera paralizada. Mucho dinero en lobby, en sobornos y en “desinteresadas” donaciones a campañas políticas (como las efectuadas por BP a la campaña electoral de Obama), aparte de lo gastado en operaciones de limpieza, hubo de gastar la Exxon para retomar sus negocios en esa zona.
A partir de este desastre las corporaciones energéticas empezaron a aplicar las estrategias desinformativas que venía desarrollando el ejército de los EEUU. En el caso de la plataforma Deepwater Horizon, las imágenes oficiales que casi unánimemente han emitido las grandes cadenas de televisión y las agencias noticiosas transnacionales corresponden al incendio que se generó en ella, o fotografías de manchas de aceite en medio del océano, hechos por lo demás lamentables pero muy alejados de nuestras vidas, sin puntos de referencia emocionales en nuestra memoria, como lo podrían ser playas alquitranadas o animales, peces y aves muriendo lentamente cubiertos de aceite.
El gobierno federal de los EEUU ha prohibido, por razones de “seguridad”, que embarcaciones privadas naveguen y tomen fotografías en las zonas del desastre, exactamente el mismo argumento y justificación que su ejército ha esgrimido para impedir que periodistas independientes cubran sus actuaciones en Irak y Afganistán. Ha sido imposible ocultar un desastre de estas dimensiones, (al parecer BP tuvo otro siniestro el año pasado en la misma zona pero fue controlado rápidamente y se logró que no trascendiera), pero los expertos mediáticos de estos megamonstruos petroleros saben que mientras el hecho se mantenga en abstracto las reacciones del público podrán ser manipuladas, eventualmente desviadas hacia temas secundarios y finalmente controladas.
En los últimos días se ha insistido machaconamente en la solución tecnológica de la situación, se hacen reportajes sobre el eficiente trabajo que realizan los robots submarinos (paralelismo con los aviones no tripulados de la fuerza aérea), sobre las técnicas que se utilizarán, de cuánto costará limpiar las costas, de los estados financieros de BP, etc., pero se obvia el punto central: El negocio petrolero es un negocio sucio por definición; es imposible explotar un yacimiento petrolero en forma totalmente segura y limpia. En medio del peor desastre ambiental de la historia nadie, o casi nadie, sale a cuestionar el modelo energético basado en el consumo de combustibles fósiles. No se cuestiona el capitalismo globalizado y salvaje que en nombre de sus ganancias destruye la vida de todo un litoral marítimo, dándole la puntilla a decenas de especies en grave peligro de extinción (tortugas, manatíes, y algunas especies de tiburón) y arruinando de paso a millares de familias de pescadores.
Tarde o temprano BP logrará sellar el pozo, o por lo menos dirá que lo ha hecho, y los responsables del medio ambiente en los EEUU apoyarán totalmente su versión, y recomenzarán las perforaciones mar adentro, por lo menos hasta el próximo desastre.
Negro es el futuro dentro del capitalismo. Negro en verdad se ve el futuro de los mares y océanos, de un negro tan obscuro como la conciencia de los jerarcas de estas megacorporaciones y sus perros falderos del mundo político.
Joel Sangronis Padrón es profesor de la Universidad Nacional Experimental Rafael Maria Baralt (UNERMB), Venezuela
Todos los participantes reunidos en la reunión en la asamblea municipal habían sido instruidos repetidamente para que mostraran urbanidad hacia los señores de BP y del gobierno federal. Esos distinguidos personajes habían dedicado tiempo en sus agendas repletas para ir a un gimnasio de escuela secundaria un martes por la noche en Plaquemines Parish, Luisiana, una de numerosas comunidades costeras donde el veneno marrón penetra los humedales, parte de lo que ha llegado a ser descrito como el mayor desastre ecológico en la historia de EE.UU.
“Hablad con otros como quisierais que os hablaran”, rogó el presidente de la reunión por última vez antes de dar la palabra para hacer preguntas.
Y durante un momento la multitud, compuesta sobre todo de familias de pescadores, mostró un notable autocontrol. Escucharon pacientemente a Larry Thomas, un afable agente de relaciones públicas de BP, mientras les decía que se comprometía a “hacerlo mejor” en el procesamiento de sus demandas por pérdida de ingresos –luego pasó todos los detalles a un subcontratista mucho menos amistoso. Escucharon hasta el fin al dandi de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) mientras les decía que, contrariamente a lo que han leído sobre la falta de ensayos y que el producto está prohibido en Gran Bretaña, el dispersante químico que es pulverizado en cantidades masivas sobre el petróleo es realmente seguro.
Pero la paciencia comenzó a acabarse cuando Ed Stanton, capitán de los guardacostas, subió al podio por tercera vez para tranquilizarlos con la declaración de que “los guardacostas se proponen asegurar que BP lo limpie”.
¡Póngalo por escrito!” gritó alguien. A estas alturas el aire acondicionado había dejado de funcionar y las neveras de Budweiser comenzaban a agotarse. Un camaronero llamado Matt O'Brien se acercó al micrófono. “No tenemos que escuchar más esto”, declaró, con las manos sobre las caderas. No importa cuántas promesas nos ofrecen porque, explicó, “¡simplemente no confiamos en ustedes! Y al oírlo, le dieron tal ovación que se hubiera pensado que los Oilers (el desafortunado nombre del equipo de fútbol estadounidense de la escuela) había apuntado un tanto.
El enfrentamiento fue catártico, por lo menos. Durante semanas los residentes habían sufrido una andanada de palabras de aliento y promesas extravagantes provenientes de Washington, Houston y Londres. Cada vez que encendían sus televisiones, veían al jefe de BP, Tony Hayward, dando su palabra solemne de que “lo arreglaré”. O al presidente Barack Obama expresando su absoluta confianza en que su gobierno “dejaría la costa del Golfo en mejor forma que antes”, que estaba “asegurando” que “volvería a ser aún más fuerte de lo que era antes de esta crisis”.
Todo suena muy bien. Pero para gente cuyo sustento la pone en contacto directo con la delicada química de los humedales, también sonaba completamente ridículo, hasta doloroso. Una vez que el petróleo cubre la base del pasto de los pantanos, como ya lo había hecho a sólo unos pocos kilómetros de aquí, ninguna máquina milagrosa o mejunje químico puede eliminarlo con seguridad. Se puede retirar petróleo de la superficie de agua al aire libre, y se puede remover de una playa arenosa, pero un humedal cubierto de petróleo sólo se queda ahí, secándose lentamente. Las larvas de innumerables especies para las cuales el humedal es un lugar de desove –camarones, cangrejos, ostras y peces– serán envenenadas.
Ya estaba sucediendo. Antes durante ese día, viajé por pantanos cercanos en un bote de poco calado. Los peces saltaban en aguas rodeadas por barreras flotantes blancas, las franjas de algodón grueso y malla que BP utiliza para absorber el petróleo. El círculo de material contaminado parecía estarse cerrando alrededor de los peces como un nudo corredizo. Cerca de ahí, un mirlo de alas rojas estaba encaramado sobre una brizna de junco contaminada por petróleo de dos metros de alto. La muerte subía por la caña; el pajarito podría haber estado parado sobre un cartucho de dinamita encendido.
Y luego están las plantas en sí, o sea la caña Roseau, como llaman a los altos tallos y hojas. Si el petróleo penetra suficientemente en el pantano, no sólo matará las plantas sobre el suelo sino también las raíces. Esas raíces conforman el sostén del pantano en esa zona. Los pantanos, a su vez, evitan que esas grandes extensiones verdes, llenas de vida, se desplomen y hundan en las aguas del delta del Mississippi y el Golfo de México. De modo que sitios como Plaquemines Paris no sólo arriesgan la pérdida de su industria pesquera, sino también de gran parte de la barrera física que disminuye la intensidad de fuertes tormentas como el huracán Katrina. Lo que podría significar perderlo todo.
¿Cuánto tardará hasta que un ecosistema tan arrasado sea “restaurado y sanado” como ha prometido el secretario del interior de Obama? De ninguna manera está claro que exista una remota posibilidad de lograr una cosa semejante, por lo menos en un plazo que podamos concebir fácilmente. Las pesquerías de Alaska todavía tienen que recuperarse plenamente del vertido del Exxon Valdez en 1989 y algunas especies de peces nunca volvieron. Científicos del gobierno calculan ahora que una cantidad de petróleo igual a la del Valdez puede estar entrando en las aguas costeras del Golfo cada cuatro días. Una prognosis aún peor emerge del vertido de la guerra del Golfo en 1991, cuando se calcula que 11 millones de barriles de petróleo fueron arrojados al Golfo Pérsico – el mayor vertido de todos los tiempos. Ese petróleo entró a los humedales y se quedó allí, cavando más y más profundo gracias a los agujeros excavados por los cangrejos. No es una comparación perfecta, ya que se procedió a tan poca limpieza, pero según un estudio realizado 12 años después del desastre, casi un 90% de los pantanos fangosos salados y manglares afectados todavía estaban profundamente dañados.
Sabemos lo siguiente: Lejos de ser “sanada”, es más que probable que la costa del Golfo será afectada. Sus ricas aguas y concurridos cielos serán menos vivos que actualmente. El espacio físico que numerosas comunidades ocupan en el mapa también disminuirá, gracias a la erosión. Y la legendaria cultura de la costa se contraerá y marchitará. Después de todo, las familias pescadoras en toda la costa no sólo juntan alimento. Mantienen una intrincada red que incluye tradición familiar, cocina, música, arte y lenguajes en peligro –como las raíces de las plantas que sostienen la tierra en el pantano. Sin la pesquería, esas culturas únicas pierden su sistema de raíces, el terreno mismo en el que se encuentran. (BP, por su parte, conoce perfectamente los límites de la recuperación. El plan de reacción de la compañía para vertidos regionales en el Golfo de México instruye específicamente a los funcionarios para que no hagan “promesas de que la propiedad, la ecología o cualquier otra cosa serán restauradas a la normalidad”. Lo que sin duda es el motivo por el cual sus funcionarios prefieren permanentemente términos como “sanar”.)
Si Katrina desveló la realidad del racismo en EE.UU., el desastre de BP desvela algo mucho más oculto: cuán poco control tenemos, incluso los más ingeniosos de nosotros, sobre las impresionantes fuerzas naturales intrincadamente interconectadas con las que interferimos con tanta indiferencia. BP no puede sellar el hoyo que hizo en la Tierra. Obama no puede ordenar que las especies de peces sobrevivan, o que los pelícanos marrones no desaparezcan (no importa qué trasero patee). Ninguna cantidad de dinero –ni los 20.000 millones de dólares recientemente prometidos por BP, ni 100.000 millones– pueden reemplazar una cultura que ha perdido sus raíces. Y mientras nuestros políticos y dirigentes corporativos todavía no aceptan esas lecciones de humildad, la gente cuyo aire, agua y sustento han sido contaminados pierde rápidamente sus ilusiones.
“Todo se muere”, dijo una mujer cuando la asamblea municipal terminaba por llegar a su fin. “¿Cómo podéis decirnos honestamente que nuestro Golfo es resiliente y que se recuperará? Porque ninguno de vosotros tiene la menor idea de lo que va a pasar a nuestro Golfo. Estáis sentados ahí arriba con caras de póker y actuáis como si supierais cuando no lo sabéis”.
Esta crisis del Golfo tiene que ver con muchas cosas –corrupción, desregulación, la adicción a los combustibles fósiles. Pero bajo todo esto, tiene que ver con lo siguiente: la pretensión terriblemente peligrosa de nuestra cultura de poseer un entendimiento y control tan completo de la naturaleza que podemos manipularla y remodelarla radicalmente con un mínimo riesgo para los sistemas naturales que nos sustentan. Pero como ha revelado el desastre de BP, la naturaleza es siempre más impredecible que lo que pueden imaginar los modelos matemáticos y geológicos más sofisticados. Durante su testimonio del jueves ante el Congreso, Hayward dijo: “Las mejores mentes y la más profunda competencia profesional están siendo aplicadas” en la crisis, y que, “con la posible excepción del programa espacial en los años sesenta, es difícil imaginar la reunión en un solo sitio en tiempos de paz de un equipo más amplio, más competente en lo técnico”. Y a pesar de ante lo que la geóloga Jill Schneidermann ha descrito como un “pozo de Pandora”, son como los hombres frente a ese gimnasio: actúan como si supieran, pero no saben.
Declaración de la misión de BP
En el arco de la historia humana, la noción de que la naturaleza sea una máquina que podemos modificar según nuestra voluntad es un engreimiento relativamente reciente. En su innovador libro de 1980 The Death of Nature, la historiadora ecológica Carolyn Merchant recordó a los lectores que hasta los años 1600, la Tierra estaba viva, tomando la forma de una madre. Los europeos –como la gente indígena en todo el mundo– creían que el planeta era un organismo vivo, lleno de poderes vivificadores pero también de humores iracundos. Por eso había fuertes tabús contra acciones que deformaran o profanaran “la madre”, incluida la minería.
La metáfora cambió al ser desentrañados algunos (pero de ninguna manera todos) los misterios de la naturaleza durante la revolución científica de los años 1600. Al ser ahora presentada la naturaleza como una máquina, privada de misterio o divinidad, sus componentes podían ser represados, extraídos y rehechos impunemente. La naturaleza todavía aparecía como una mujer, pero una que era fácilmente dominada y sometida.
Sir Francis Bacon encapsuló mejor el nuevo espíritu cuando escribió en 1623 en De dignitate et augmentis scientiarum que la naturaleza debe ser “restringida, moldeada, y hecha como si fuera nueva por el arte y la mano del hombre”.
Esas palabras podrían también haber sido la declaración de la misión corporativa de BP. Ocupando audazmente lo que la compañía llamó “la frontera energética”, tuvo escarceos en la síntesis de microbios productores de metano y anunció que “una nueva área de investigación” sería la geoingeniería.Y evidentemente alardeó de que, en su yacimiento Tiber en el Golfo de México, ahora tenía “el pozo más profundo jamás perforado por la industria del petróleo y del gas” –tan profundo bajo el lecho marino como vuelan los jets por arriba.
La imaginación y preparación para lo que sucedería si esos experimentos en la alteración de los elementos fundamentales de la vida y de la geología iban mal ocupó muy poco espacio en la imaginación corporativa. Como todos hemos descubierto, después que la plataforma Deepwater Horizon estalló el 20 de abril, la compañía no tenía sistemas instalados para reaccionar efectivamente ante esa situación. Explicando por qué no tenía a la espera en la costa ni siquiera el finalmente fracasado domo de contención, un portavoz de BP, Steve Rinehart, dijo: “No pienso que alguien haya prevista la circunstancia a la que nos enfrentamos ahora”. Aparentemente, “parecía inconcebible” que la válvula de seguridad llegara a fallar – por lo tanto ¿para qué prepararse?
Esta negativa a considerar el fracaso evidentemente venía directamente de arriba. Hace un año, Hayward dijo a un grupo de estudiantes de posgrado en la Universidad Stanford que tiene una placa sobre su escritorio que dice: “Si supieras que no puedes fracasar ¿qué vas a probar?” Lejos de ser una benigna consigna inspiratoria, era realmente una descripción exacta de cómo BP y sus competidores se condujeron en el mundo real. En recientes audiencias en el Congreso, el congresista Ed Markey de Massachusetts interrogó a representantes de las principales compañías de petróleo y gas sobre las maneras reveladoras cómo habían destinado recursos. Durante tres años, habían gastado “39.000 millones de dólares para explorar por nuevos campos de petróleo y gas. Sin embargo, la inversión promedio en investigación y desarrollo para seguridad, prevención de accidentes y reacción ante vertidos fueron miserables 20 millones de dólares al año.”
Esas prioridades son muy útiles para explicar por qué el plan inicial de exploración que BP presentó al gobierno federal para el malogrado pozo Deepwater Horizon se lee como una tragedia griega sobre la arrogancia humana. La frase “poco riesgo” aparece cinco veces. Incluso si hubiera un vertido, predice confiadamente BP, gracias a “equipo y tecnología probados”, los efectos serían mínimos. Presentando a la naturaleza como un socio menor (o tal vez subcontratista) predecible y agradable, el informe explica jovialmente que si ocurriera un vertido, “Corrientes y la degradación microbiana eliminarían el petróleo de la columna de agua o diluirían los componentes a niveles de ambiente”. Los efectos sobre los peces, entretanto, “probablemente serían subletales” por “la capacidad de peces y mariscos de evitar un vertido [y] de metabolizar hidrocarburos”. (En la versión de BP, más que como una amenaza calamitosa, un vertido aparece como un comedor buffet-libre para la vida acuática.)
Lo mejor de todo, si ocurriera un vertido importante, existe, al parecer, “poco riesgo de contacto o impacto en la costa” por la reacción rápida proyectada de la compañía (!) y “debido a la distancia [desde la plataforma] a la ribera” –unos 77 km. Es la afirmación más sorprendente de todas. En un golfo que a menudo tiene vientos de más de 70 km por hora, para no hablar de huracanes, BP tenía tan poco respeto para la capacidad de flujo y relujo, de subir y bajar del océano, que no pensó que el petróleo podía hacer un despreciable viaje de 77 km. (La semana pasada, un fragmento de Deepwater Horizon apareció en una playa en Florida (a 306 km de distancia.)
Sin embargo, esta dejadez no habría sido posible, si BP no hubiera presentado sus predicciones a una clase política ansiosa de creer que la naturaleza había sido verdaderamente domada. Algunos, como la republicana Lisa Murkowski, estaban más ansiosos que otros. La senadora de Alaska estaba tan impresionada por la imaginería sísmica cuadridimensional que proclamó que la perforación en aguas profundas había alcanzado el máximo de artificialidad controlada. “Es mejor que Disneyland en términos de cómo se puede tomar tecnologías e ir en busca de un recurso de hace mil años y hacerlo de una manera ecológicamente sana”, dijo al comité de energía del Senado hace sólo siete meses.
Perforar sin pensar ha sido, por cierto, la política partidaria de los republicanos desde mayo de 2008. Con precios de la gasolina que se elevaban a alturas sin precedentes, el líder conservador Newt Gringrich descubrió el eslogan “Perforad aquí, perforad ahora, pagad menos” – con énfasis en ahora. La campaña extremadamente popular fue un grito contra la cautela, contra el estudio, contra la acción mesurada. En el relato de Gingrich, la perforación dondequiera hubiera petróleo y gas dentro del país–en el esquisto de Rocky Mountain, en el Refugio Nacional de Vida Salvaje del Ártico (ANWR), y en la profundidad mar adentro– era un camino seguro para reducir el precio en las gasolineras, crear puestos de trabajo y darles estopa a los árabes, todo al mismo tiempo. Ante esta triple victoria, el cuidado por el medio ambiente era cosa de mariquitas; como dijo el senador
Mitch McConnell: “en Alabama y Mississippi y Luisiana y Texas, piensan que las plataformas petrolíferas son hermosas”. Para cuando tuvo lugar la convención nacional republicana “¡Perfora, nena, perfora!” de triste fama, la base del partido sentía tal frenesí por combustibles fósiles hechos en EE.UU., que habría perforado bajo el piso de la convención si alguien hubiera llevado un taladro suficientemente grande.
Obama terminó por ceder, como hace invariablemente. Escogiendo una fecha cósmicamente inoportuna, sólo tres semanas antes de que estallara Deepwater Horizon, el presidente anunció que abriría partes previamente protegidas del país a las perforaciones mar adentro. La práctica no era tan arriesgada como había pensado, explicó. “Generalmente las plataformas petrolíferas no causan vertido. Son muy avanzadas técnicamente”. Eso no le bastó, sin embargo, a Sarah Palin, quien se burló de los planes del gobierno de Obama de realizar más estudios antes de perforar en ciertas áreas. “¡Dios mío!, amigos, esas áreas han sido estudiadas hasta la muerte”, dijo a la conferencia de liderazgo republicana del sur en Nueva Orleans, sólo 11 días antes de la explosión. “¡Perforemos, nena, perforemos, no tardemos, nena, perforemos!” Y hubo mucho regocijo.
En su testimonio ante el Congreso, Hayward dijo: “Nosotros y toda la industria aprenderemos de este terrible acontecimiento”. Y se podría llegar a imaginar que una catástrofe de esta magnitud ciertamente inspiraría un nuevo sentido de humildad a los partidarios de “Perforad ahora”. Sin embargo, no hay señales de que sea el caso. La reacción ante el desastre –en los ámbitos corporativos y gubernamentales– ha estado plagada del tipo preciso de arrogancia y de predicciones exageradamente risueñas que creó el desastre para comenzar.
El océano es grande, puede resistirlo, oímos decir a Hayward al comienzo. Mientras el portavoz John Curry insistía en que microbios hambrientos consumirían todo el petróleo que estaba en el sistema acuático, porque “la naturaleza tiene una manera de resolver la situación”. Pero la naturaleza no les ha hecho el juego. El surtidor desde la profundidad del mar ha estropeado todas las chisteras, domos de contención, y las inyecciones de basura de BP. Los vientos y las corrientes del océano han ridiculizado las barreras ligeras flotantes que BP ha desplegado para absorber el petróleo. “Les dijimos”, dijo Byron Encalade, presidente de la Asociación de Ostras de Luisiana, “el petróleo va a pasar por sobre las barreras flotantes o por debajo”. Por cierto lo hizo. El biólogo marino Rick Steiner, quien ha estado siguiendo de cerca los trabajos de limpieza, calcula que “70 u 80% de las barreras no hacen absolutamente nada”.
Y luego existen los controvertidos dispersantes químicos: más de 37 millones de litros bombeados con la actitud de marca de la compañía: “¿qué puede ir mal?” Como señalaron correctamente los furiosos residentes en la asamblea municipal de Plaquemines Parish, se habían realizado pocos ensayos, y existe poca investigación sobre lo que esa cantidad sin precedentes de petróleo dispersado hará a la vida marina. Tampoco hay una manera de limpiar la mezcla tóxica de petróleo y productos químicos debajo de la superficie. Sí, microbios que se multiplican rápidamente devoran petróleo submarino –pero al hacerlo también absorben el oxígeno del agua, creando una amenaza completamente nueva para la vida marina.
BP incluso se había atrevido a imaginar que podría impedir que imágenes poco atractivas de playas y aves cubiertas de petróleo escaparan de la zona del desastre. Cuando me encontraba sobre el agua con un equipo de televisión, por ejemplo, se nos acercó otra embarcación cuyo capitán preguntó: “¿Trabajáis todos para BP?” Cuando dijimos que no, la respuesta –a mar abierto– fue: “Entonces no podéis estar aquí”. Pero por cierto esas tácticas torpes, como todas las otras, han fracasado. Simplemente hay demasiado petróleo en demasiados lugares. “No se le puede decir al aire de Dios dónde circular e irse, y no se puede decir al agua dónde fluir e irse”, me dijo Debra Ramírez. Era una lección que había aprendido al vivir en Mossville, Luisiana, rodeada por 14 plantas petroquímicas que arrojaban emisiones, y al ver cómo las enfermedades se propagaban de vecino a vecino.
La limitación humana ha sido una constante de la catástrofe. Después de dos meses, todavía no tenemos idea de cuánto petróleo está fluyendo, ni de cuándo se va a detener. La compañía afirma que completará pozos de alivio a fines de agosto –algo repetido por Obama en su discurso del Despacho Oval– lo que es visto por muchos científicos como un bluf. El procedimiento es arriesgado y podría fallar, y existe una posibilidad real de que el petróleo se siga derramando durante años.
El flujo de espectáculos de denegación tampoco muestra señales de disminuir. Políticos de Luisiana se oponen indignados a la congelación temporaria de perforación en aguas profundas, acusando a Obama de destruir la única industria importante que subsiste ahora cuando la pesquería y el turismo están en crisis. Palin discurrió en Facebook que “ningún esfuerzo humano carece alguna vez de riesgo”, mientras el congresista republicano de Texas, John Culberson, describió el desastre como una “anomalía estadística”. Sin embargo, la reacción de lejos más sociopática, viene del veterano comentarista de Washington, Llewellyn King: en lugar de apartarnos de grandes riesgos de ingeniería, deberíamos detenernos “y maravillarnos de que podamos construir máquinas tan notables que pueden destapar el submundo”.
Detener la sangría
Afortunadamente, muchos están extrayendo una lección muy diferente del desastre, y no se quedan maravillados ante el poder de la humanidad de rediseñar la naturaleza, sino ante nuestra impotencia de hacer frente a las feroces fuerzas naturales que desatamos. También hay otra cosa. Es el sentimiento de que el hoyo en el fondo del océano es más que un accidente de ingeniería o una máquina rota. Es una violenta herida en un organismo viviente; que es parte de nosotros. Y gracias al material en directo de las cámaras de BP, todos podemos contemplar como las entrañas de la Tierra manan a raudales en tiempo real, 24 horas al día.
John Wathen, conservacionista de la Waterkeeper Alliance, fue uno de los pocos observadores independientes que volaron sobre el vertido en los primeros días del desastre. Después de filmar las gruesas manchas de petróleo a las que los guardacostas se refieren cortésmente como “brillo de arco iris”, señaló lo que muchos habían sentido: “El Golfo parece estar sangrando”. Esas imágenes surgen una y otra vez en conversaciones y entrevistas. Monique Harden, abogada de derechos medioambientales en Nueva York, se niega a calificar el desastre como “vertido de petróleo” y en su lugar dice, “tenemos una hemorragia”. Otros hablan de la necesidad de “detener la sangría”. Y yo me sentí personalmente impresionada, volando sobre el trecho de océano donde se hundió Deepwater Horizon con los guardacostas de EE.UU., porque las formas arremolinadas que el océano hacía en las olas del océano se parecían notablemente a pinturas rupestres: un pulmón plumoso respirando con dificultad, ojos mirando hacia arriba, un pájaro prehistórico. Mensajes desde lo profundo.
Y esto es seguramente el giro más extraño de la saga de la costa del Golfo: parece que nos estuviera despertando ante la realidad de que la Tierra nunca ha sido una máquina. Después de 400 años de ser dada por muerta, y en medio de tanta muerte, la Tierra cobra vida.
La experiencia de seguir el progreso del petróleo por el ecosistema es una especia de curso intensivo en ecología profunda. Cada día aprendemos más sobre cómo lo que parece ser un terrible problema en una parte aislada del mundo en realidad irradia hacia afuera de modos que la mayoría de nosotros jamás hubiéramos imaginado. Un día oímos que el petróleo podría llegar a Cuba –luego a Europa. Después escuchamos que pescadores más arriba por el Atlántico en la Isla Prince Edward, Canadá, están preocupados porque los atunes de Aleta Azul que pescan frente sus costas nacen a miles de kilómetros en esas aguas del Golfo contaminadas por petróleo. Y también averiguamos que, en cuanto a aves, los humedales de la costa de Golfo son el equivalente de un activo centro de conexiones aéreas –todas parecen detenerse: 100 especies de pájaros cantores y un 75% de todas las aves acuáticas migratorias de EE.UU.
Una cosa es que un incomprensible teórico del caos te diga que una mariposa que bate sus alas en Brasil puede provocar un tornado en Texas. Otra es ver cómo la teoría del caos se concretiza ante tus ojos. Carolyn Merchant describe la lección como sigue: “El problema, cómo BP ha descubierto trágicamente y demasiado tarde, es que la naturaleza es una fuerza activa que no puede ser confinada”. Los resultados predecibles son poco usuales dentro de los sistemas ecológicos, mientras “los eventos impredecibles, caóticos [son] usuales”. Y en caso de que todavía no lo hayamos comprendido, hace unos pocos días, un relámpago cayó sobre un barco de BP como un signo de exclamación, obligándolo a suspender sus esfuerzos de contención. Y ni siquiera hay que mencionar lo que un huracán haría con la sopa tóxica de BP.
Existe, hay que subrayar, algo singularmente retorcido en este camino particular hacia la ilustración. Dicen que los estadounidenses aprenden dónde están los países extranjeros bombardeándolos. Ahora parece que todos estamos aprendiendo sobre los sistemas de circulación de la naturaleza, envenenándolos.
A fines de los años 90, un grupo indígena aislado en Colombia capturó los titulares del mundo con un conflicto casi Avatar-esco, De su remoto hogar en los bosques nublados, los U’wa hicieron saber que si Occidental Petroleum realizaba planes para perforar en busca de petróleo en su territorio, cometerían un suicidio ritual masivo saltando a un precipicio. Sus ancianos explicaron que el petróleo forma parte de la ruiria, “la sangre de la Madre Tierra”. Creen que toda la vida, incluyendo la suya, fluye desde la ruiria, de modo que extraer el petróleo llevaría a su destrucción. (Oxy terminó por retirarse de la región, diciendo que no había tanto petróleo como había pensado.)
Virtualmente todas las culturas indígenas tienen mitos sobre dioses y espíritus que viven en el mundo natural –en rocas, montañas, glaciares, bosques– como lo hizo la cultura europea antes de la revolución científica. Katja Neves, antropóloga en la Universidad Concordia, señala que este hecho sirve un propósito práctico. Llamar “sagrada” a la Tierra es otra manera de expresar humildad ante fuerzas que no comprendemos en su integridad. Cuando algo es sagrado, exige que procedamos con cautela. Incluso con temor reverencial.
Si finalmente absorbemos esta lección, las implicaciones pueden ser profundas. El apoyo público para más perforaciones mar adentro disminuye precipitadamente; ha bajado un 22% desde el pico del frenesí de “Perforad ahora”. Sin embargo, el tema no ha desaparecido. Es sólo cosa de tiempo antes de que el gobierno de Obama anuncie que, gracias a una ingeniosa nueva tecnología y estrictas nuevas regulaciones, ahora es perfectamente seguro perforar en el fondo del océano, incluso en el Ártico, donde una limpieza bajo el hielo sería infinitamente más compleja que la que tiene lugar en el Golfo. Pero tal vez esta vez no nos quedemos tranquilos con tanta facilidad, para jugar con tanta rapidez con los pocos refugios protegidos.
Lo mismo vale para la geoingeniería. A medida que continúan las negociaciones del cambio climático, debemos estar preparados a oír más del Dr. Steven Koonin, el subsecretario de energía para ciencia de Obama. Es uno de los principales propugnadores de la idea de que el cambio climático puede ser combatido con trucos técnicos como liberar partículas de sulfato y de aluminio hacia la atmósfera –y por cierto todo es perfectamente seguro, ¡como Disneyland! También sucede que es el ex jefe científico de BP, el hombre que hace sólo 15 meses todavía supervisaba la tecnología tras la ofensiva supuestamente segura de BP hacia la perforación en aguas profundas. Tal vez optemos esta vez por no permitir el experimento del buen doctor con la física y la química de la Tierra, y preferamos reducir nuestro consumo y cambiar a energías renovables que tienen la virtud de que, cuando fallan, fallan en pequeñas dimensiones. Cómo lo describió el comediante estadounidense Bill Maher: “¿Sabéis lo que pasa cuando los molinos de viento se caen al mar? Un chapuzón”.
El eventual resultado más positivo posible de este desastre no sería sólo una aceleración de las fuentes renovables de energía como el viento, sino un apoyo total al principio preventivo en la ciencia. Como espejo opuesto al credo de “si sabéis no podéis fallar” de Hayward, el principio preventivo sostiene que “cuando una actividad involucra amenazas de daño al medio ambiente o a la salud humano” andemos con cuidado, como si la falla fuera posible, incluso probable. Tal vez incluso podamos obtener una nueva placa para el escritorio de Hayward para que la contemple mientras firma cheques de compensación. “Actuáis como si supierais, pero no sabéis”.