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Socio-Política: Ciencia, civilización y barbarie /Ensayo /Sergio B.Escalante
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 26/07/2010 09:39 |
Ciencia, civilización y barbarie (I)
Pensar es el primer deber de la intelligentsia. Y en ciertos casos, el único" (Octavio Paz).
El diálogo multidisciplinario, tanto dentro como fuera de los ámbitos académicos e institucionales formales, ha sido siempre una poderosa herramienta heurística, y hoy más que nunca debemos continuar practicándolo.
En la actualidad, la creciente agudización y generalización de una crisis que de general se ha tornado rápidamente en integral, compleja y multidimensional, justifica con creces la necesidad de volver los ojos a la práctica sistemática, seria, desprejuiciada y horizontal, del diálogo inter y multidisciplinario, y en particular, al diálogo entre las Ciencias Sociales y las llamadas "Ciencias Puras", "Físicas" o "Exactas".
El espíritu prevalente en algunos de quienes desde hace mucho tiempo hemos venido abogando (y practicando) este tipo de diálogo, ha sido el de la necesidad de recordar permanentemente la misión irrenunciable de la ciencia, en relación a la búsqueda de humanizar este planeta, buscando sin cesar, de manera honesta e incansable, alternativas y soluciones a los problemas más acuciantes y lacerantes que nos agobian. Lejos de ser una costumbre exótica, la práctica del diálogo multidisciplinario es muy antigua, y algunas veces se ha ejercido en torno a ejes y problemáticas que han ocupado y obsesionado a cadenas enteras de generaciones, prolongándose incluso, a lo largo de siglos enteros de esfuerzo reflexivo constante entre pensadores, científicos e investigadores.
Quizá uno de los casos más ilustrativos de esto sea el diálogo multidisciplinario iniciado por Platón y Aristóteles, en torno a lo que entonces no era otra cosa más que un problema metafísico, centrado en interminables discusiones sobre las relaciones entre la materia y la forma.
Mucho tiempo, gente y neuronas hubo de emplearse hasta que finalmente S. Carnot, en el siglo XIX, mediante la formulación de sus conocidos principios de la termodinámica, hiciera "aterrizar" los frutos de tan largas y abstractas discusiones, correlacionando por vez primera los fenómenos de la energía con los de la entropía (donde e= - H), es decir, la entropía como negación/obstrucción de la información en cualquier sistema cerrado o abierto.
Desde entonces la noción ha sido aplicada en disciplinas tan diversas como heterogéneas, que van desde la física clásica hasta la física teórica y cuántica, pasando por la lingüística y la semiótica, y me parece, utilizada también y con distinto nombre entre algunas corrientes psicoanalíticas.
El siguiente salto en esa misma dirección lo dio Einstein, estando ya en el siglo XX, con su archi conocida fórmula que correlaciona la materia con la energía, y poco tiempo después, Wiener y Shannon, siguiendo la misma línea reflexiva-investigativa, vincularon la noción de energía con la noción de información.
Esa es la "breve" historia" del "bit", parámetro a través del cual ahora todos medimos la cantidad de información que tenemos y procesamos en nuestros juguetes informáticos (y telemáticos), de uso cotidiano en la oficina y en la casa.
Empero, cualquier mortal contemporáneo con los pies bien plantados sobre la tierra, de inmediato tiende a pensar que hoy en día ya no contamos con las mismas posibilidades y recursos (y con el mismo tiempo), para entretenernos y distendernos en largos y abstractos alegatos propios de la metafísica ontológica.
Y sin embargo, al estilo de Napoleón frente a su esposa ("vísteme despacio que tengo prisa"), habría que decirle a los pragmáticos cortoplacistas (y a uno que oto "ignorante ilustrado"), que nunca como ahora este tipo de reflexión (metódica, horizontal, rigurosa, conceptualmente estructurada y no- anecdótica), es hoy más que nunca muy necesaria.
En la medida que se va acentuando la presente crisis civilizatoria (con su indetenible cauda de barbarie), se va haciendo cada vez más evidente la importancia invaluable de formular (se) preguntas vitales. Estamos viviendo un momento crucial en el cual las interrogantes son igual de importantes (o quizás aun más), que las mismas respuestas.
Es más, el primer requisito indispensable para encontrar las respuestas adecuadas es formular las preguntas adecuadas. Lo cual de inmediato y por simple asociación de ideas, me hace recordar unas palabras de Canclini, ese lúcido antropólogo argentino-mexicano: "vivimos actualmente una época crucial, en la que los procesos son más importantes que las acciones heroicas".
Y resulta a todas luces evidentes, que sin reflexión no hay procesos.
Quizá precisamente por eso, en las dos últimas décadas, prácticamente se ha borrado de tajo la enseñanza de la filosofía en muchas unidades académicas, cosa que ocurre en una buena parte de universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa (hasta hace muy poco tiempo, la "reina caída en desgracia", luchaba a brazo partido con las más altas autoridades de la UNAM, en México, pues en esa alta y prestigiosa casa de estudios se discutía si finalmente también de allí habría de ser echada a patadas…algo que según tengo entendido, felizmente no ocurrió).
En términos generales, a nivel de todo el sistema-mundo, quizá eso tenga algo que ver con la necesidad imperiosa de inducir a la gente de todas las latitudes, a que renuncie a desarrollar sus capacidades reflexivas y auto-reflexivas.
Quizá con ello se busca que la gente no miré más allá de la zanahoria que cada día el sistema le coloca enfrente, para conseguir que sigan adelante por simple inercia, sin siquiera preguntarse a dónde van, o mejor dicho, como diría "Momo", el acucioso personaje de la novela de Heinrich Böell, "sin siquiera preguntarse a dónde los llevan".
Danú Fabre Platas y Martha Beatriz, en su ensayo "Conversión religiosa y dinámica social" (UAEH, Pachuca, México), nos recuerdan que Bonfil había comentado más de una vez, al referirse a la religión, que "esta tradicionalmente ha sido una "matriz" productora de sentido: uno de los esquemas ordenadores de mayor importancia en todas las culturas…"
En esta frase atribuida a Bonfil, sustituya usted la palabra "religión" por cualquier otra cosa o término, y de todas maneras obtendrá el mismo resultado, en particular, un resultado paradojal. Un enorme vacío para una civilización tan llena de todo tipo de cosas, pero huérfana de cosas tan importantes, por ejemplo, de hipótesis acerca de cómo será (o sería) un mundo realmente post-capitalista.
Ahora bien, yo me pregunto ¿Qué sucede cuando, en medio de una crisis civilizatoria y neo-barbárica como la actual, la religión (o el valor que usted quiera poner a cambio), pierde esa pretensión?
¿Qué sucede cuando el hombre moderno, "culto" y "civilizado", con sus desplantes irracionales se esfuerza por retornar a la caverna? Hemos llegado al punto en el cual nos quieren imponer la idea de que, en realidad, sólo la riqueza del oro y la del uranio valen. La del oro como refugio ante las turbulencias financieras y la del uranio para amenazar.
Estamos pues, ante una sociedad global que metafórica y literalmente ha "mineralizado" sus principios y valores vitales, como una medida alternativa ante el fracaso del actual proyecto civilizatorio. Es una especie de "alquimia regresiva", diría un Paracelso o un Newton del siglo XXI.
En un tono algo similar al prevalente en este artículo, José Beriain, en su ensayo "Los contornos interpretativos del Self en la modernidad y en la postmodernidad", sin necesariamente emplear las mismas palabras que voy a usar para presentarlo, nos dice que la actual civilización, en su versión actual de desarrollo postcapitalista y occidental, es hasta cierto punto el resultado de una serie de "pactos" entre dos tipos de individuos: el homo economicus y el homo religioso (en el sentido puritano de la conocida versión weberiana de inicios de la revolución industrial).
Metamorfoseado poco tiempo después, en aquel "especialista sin espíritu" y "gozador sin corazón", de Thomas Mann, para quien el único y máximo logro de la humanidad del capitalismo avanzado, no consistía en otra cosa más que en haber logrado "la transformación del dinero en sustituto técnico de dios".
Pero Beriain también nos señala otro "pacto" entre otros dos actores "civilizatorios" importantes. Se refiere al pacto de mutua sumisión entre el autócrata y el "hombre masa" de Ortega y Gasset, así como también el pacto entre el financista y el burócrata, en la visión de E. A. Poe, Baudelaire y W. Benjamín, con su nefasta cauda de burocratización y monetarización de las relaciones sociales.
De alguna manera (y siguiendo la tónica de Beriain), el resultado de todos estos "pactos identitarios" (yo preferiría llamarlos "matrimonios de conveniencia"), está condensado en lo que nuestro amigo denomina como "proletarización psíquica", entendida como el actual y masivo desmoronamiento ético y moral que hoy en día afecta a importantes porciones de la población mundial, algo de lo cual, según el mismo autor, ya muy tempranamente en el siglo XX dan cuenta gente como Kafka en su obra "El Castillo"; O. Wells en "El Proceso"; Th. Benhard en su "Corrección", entre otros seres notables que han ejercido la crítica social radical.
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 09:48 |
II
La vida del hombre es el resultado de la concentración de energía. Si la energía se concentra aparece la vida, si la energía se dispersa sobreviene la muerte” (Zhuang Zi, filósofo de la antigua China)
Como puede apreciarse fácilmente, las formas, vínculos e interrelaciones existentes entre los factores que componen la ecuación; ciencia, civilización y barbarie, son múltiples, heterogéneos, complejos, multidimensionales y dinámicos.
Por ello, al escribir sobre esto resulta harto difícil decidirse por un enfoque o ángulo analítico en particular, y cualquier decisión al respecto parecerá siempre una escogencia arbitraria. Esta dificultad en encontrar un hilo conductor analítico que sea satisfactorio para todos (incluyendo para el autor mismo), es la primera dificultad al escribir sobre la presente problemática (y digo problemática porque esto resulta ser mucho más que un simple tema).
La segunda obvia dificultad es la siguiente; consiste en poder definir la justificación apropiada que valide la realización de un mínimo ejercicio intelectual en este sentido u orden de ideas. ¿Vale la pena?, ¿Por qué hacerlo?, ¿Para quién hacerlo?
Estas son interrogantes básicas que por lo general agobian a todo intelectual o escribidor que se resiste a realizar su trabajo de manera compulsiva. Es cierto que cualquier escritor puede escribir sobre el cangrejo o lo que se le dé la gana, pero también es verdad que el lector es el que tiene la última palabra (o mejor dicho, la última lectura).
Por otra parte, el asunto de la justificación está igualmente relacionado con otras tres interrogantes esenciales: ¿Cuál es la magnitud real del problema? ¿Cuáles son las implicaciones profundas del asunto/problema? ¿Puede (todavía) hacerse algo efectivo al respecto?
Además, todo pensador, sea filósofo profesional o mero aficionado, nunca debe olvidar la regla de oro llamada “historicidad”. Todo cambio histórico siempre ha sido, es y siempre será un evento colectivo. Por ello, la correspondiente pregunta; ¿Hay quienes quieren hacer algo al respecto o es sólo un capricho imaginario de un solitario pensador?
De alguna manera, todo lo dicho hasta el presente renglón constituye una especie de “marco filosófico contextual”, que define los linderos gnoseológicos más inmediatos y generales, a través de los cuales debe llevarse a cabo cualquier intercambio inter-disciplinario y multi-disciplinario, punto de partida ya citado en la parte I de este artículo.
Retornando de nuevo a este aspecto seminal relativo al debate y la reflexión entre las ciencias sociales y las ciencias físicas (seminal por lo que tiene de potencial heurístico, para producir conocimiento vital que pueda brindar luces, en particular, sobre la forma en la cual la ecuación Ciencia, Civilización y Barbarie (C+C+B), pueda ser resuelta en favor de la civilización (la vida) y no en favor de la barbarie (la muerte).
Empero, no conviene olvidar que este diálogo entre ciencias de distinto orden y objetivo cognoscente, no es modo alguno un diálogo entre pares iguales. Casi todo mundo sabe que las ciencias sociales y las humanistas desde hace largo tiempo sufren un notorio retraso en comparación con sus “primas-hermanas”, las llamadas ciencias físicas o “puras”, y esto es algo que está ligado de manera bastante directa con el asunto de la especialización (o “departamentalización”, tal y como suelen llamarle algunos estudiosos.
En este punto nos sobreviene la primera paradoja importante. Desde la Ilustración y el Renacentismo hasta la actual oleada de avances tecnológicos de inicios del siglo XXI, pasando por la revolución industrial del siglo XVIII y XIX, y la gigantesca revolución del mundo nuclear y electrónico del siglo XX, la vida de las ciencias en general, y de las disciplinas de las áreas físicas en particular, ha estado dominada por la hiper-especialización.
Sin embargo (y en esto consiste la primera paradoja), en el caso de las ciencias sociales y humanistas, pese a haber comenzado su “carrera” apertrechada de enfoques mucho más globales e integradores que sus “primas-hermanas”, en ellas la especialización ha devenido en una explosión de sistemas epistémicos fragmentarios, mientras que el campo de las más avanzadas disciplinas científicas “físicas”, dotadas per se (por su marco epistémico, por su instrumental teórico, su metodología y por su objeto de estudio), de una intrínseca naturaleza particularista, han devenido en sistemas cognitivos realmente integradores, y en muchos casos, de enfoques asombrosamente holísticos, representando auténticas revoluciones que hacen palidecer los criterios de Kuhn, respecto a las condiciones esenciales que se requieren para el nacimiento de nuevos paradigmas científicos (me refiero en particular, a lo escrito por él en su famosa obra “La estructura de las revoluciones científicas”).
Ello implica, entre muchas otras cosas, que la especialización ha resultado una trampa o arma de doble filo para las ciencias sociales. En el último medio siglo, ellas se han visto limitadas por sus fuertes tendencias empiristas y positivas, que han actuado como “camisas de fuerza”, y la han entretenido excesivamente en el estudio del fenómeno y el dato particular (expresado en una creciente y absurda tendencia por “tematizar” la realidad”), olvidándose de estudiar los más importantes fenómenos y tendencias macro o globales, y en especial, descuidando el estudio de las leyes que rigen los procesos de largo alcance (el “Longue Durèe” en tèrminos Braudelianos).
Günter Nitschke (Swami Anand Govind), filósofo, místico, arquitecto y profesor universitario de urbanismo y diseño arquitectónico, que ha enseñado en la Universidad de Princeton, el MIT y en la Universidad de Kyoto, en su soberbio ensayo “From transpersonal to transparent consciousness” (Editorial Taschen, Osaka, 1995), lleva a cabo una impecable ilustración de un auténtico diálogo inter y multi-disciplinario, al articular magistralmente los diversos modelos teóricos sobre la evolución del desarrollo histórico de la conciencia humana (desde el llamado “Modelo Vedántico” del “Tres + Uno” y el “Modelo Yogico” del oriente, pasando por los esquemas y modelos teóricos occidentales de Wilber, Charon y Bohm) (ver en particular los capítulos III y IV, desde pp. 17 a 82).
No puedo aquí entrar en detalle de los aspectos medulares de cada uno de estos modelos propuestos, empero, deseo resaltar la propuesta teórica presentada por D. Bohm, mediante su concepto de “holomovimiento” y su teoría del “orden implicado” (explicación de la tendencia del universo hacia la unidad).
Bohm, considerado en su tiempo como el alumno más aventajado de Einstein, desde el campo de la física teórica y junto a Karl Pribram, acuñó el término de “holomovimiento”, para referirse al “carácter perpetuo, fluido, dinámico y holístico del universo” (Nietschke; Op Cit, p. 85).
Pese a ello, desde el campo de las ciencias sociales se ha reaccionado con demasiada lentitud, ante estas audaces propuestas de cambios paradigmáticos, que perfectamente nos pueden ayudar no sólo a erradicar muchos “complejos” frente a nuestras “primas-hermanas” de las “Ciencias Puras”, sino por sobre todo, lo más importante, a forjar lo que Capra (otro científico de la física teórica y experimental), denomina “labor de construcción de marcos conceptuales ampliados y unificados” (“Conexiones ocultas”; F.Capra, 2002).
Estos asuntos no tienen nada de meras abstracciones teleológicas y metafísicas. Carencias de este tipo y magnitud dentro de las ciencias sociales tienen repercusiones directas en el pensamiento y en el accionar político del día a día.
A manera de ilustración véase lo que está sucediendo actualmente con el Foro Social Mundial (FSM), que dicho sea de paso, no por casualidad sus agudos problemas tienen relación con el hecho de que la mayor parte de sus dirigentes (e incluso sus fundadores), son gente que pertenece y/o se desenvuelve en el campo de las ciencias sociales.
¿Qué es lo que está pasando con el FSM y cómo se relaciona eso con los problemas y debilidades de las ciencias sociales?
Aunque en lo personal ya he tocado este asunto anteriormente (ver por ejemplo “¿Altermundismo o Anti-hegemonismo?”: S. Barrios/Alainet; 2008), o las recientes publicaciones de entrevistas hechas a Eric Toussaint, uno de los fundadores del FSM, en el artículo; “Más allá del FSM, la Quinta Internacional” (Argenpress; 9 y 10 Feb. 2010), así como el artículo de Carlos Taibo “El Foro Social Mundial en Crisis” (Revista Sin Permiso, 08 febrero, 2010), no hacen otra cosa que confirmar la sabiduría detrás de las palabras de Zhuang Zi.
Dicho de otra manera, una buena parte de los actuales y más importantes problemas de decadencia e inefectividad real que enfrenta hoy el FSM, tienen mucho que ver con la profunda dispersión que este vehículo político organizativo experimenta en todas sus dimensiones cardinales; dispersión ideológica, estratégica, programática, organizativa y dispersión movilizativa. Es todo un “síndrome” que lamentablemente se repite al calco, en el nivel sub-regional y al interior de los movimientos sociales y políticos de las izquierdas nacionales de casi todo el continente latinoamericano.
Todo ello no hace sino resaltar la enorme importancia de re-evaluar los métodos y los marcos de interpretación analítica de las ciencias sociales, y seguramente, debatir ampliamente acerca de las nociones, condiciones y precondiciones indispensables para la realización de efectivos y fructíferos diálogos inter y multi-disciplinarios.
Sobre ello es que dispersaré algunas líneas e ideas sueltas en la parte III de este escrito. |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:01 |
III
“Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos “el mundo”: para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina”. (Karl Popper: La Lógica de la Investigación Científica”: Editorial Tecnos, Madrid, 2001) Introducción Sumario retrospectivo: De acuerdo al contenido de los dos artículos anteriores (I y II), se aprecia que en síntesis se asume lo siguiente: a) que desde la perspectiva propia de las ciencias sociales, el diálogo multi e interdisciplinario es un eficaz instrumento heurístico para obtener una mayor ampliación de sus marcos de interpretación analítica o marcos conceptuales; b) que desde la perspectiva del actual “proyecto civilizatorio”, la única manera de evitar la completa caída en la espiral neo-barbárica, es aplicando a la “humanización” del mundo, las ventajas del conocimiento científico y tecnológico; c) que desde la perspectiva propia de los movimientos sociales y políticos que buscan la transformación del mundo (en particular, se mencionó el caso del Foro Social Mundial), se dijo que sus principales debilidades se derivaban de una acentuada dispersión en los siguientes niveles; 1) ideológico; 2) estratégico; 3) programático; 4) organizativo; y 5) movilizativo u operativo.
Sumario prospectivo:
Todos estos asuntos (elevar el estatus científico de las ciencias sociales, escapar al peligro del neo-barbarismo generalizado y, apuntalar la influencia e importancia de los movimientos sociales progresistas anti-sistémicos), están directa e indirectamente vinculados a un conjunto amplio y complejo de variables heterogéneas, entre las que sobresalen las siguientes; a) la irrenunciable adopción del principio científico de la “causalidad”; b) la indeclinable búsqueda de una visión universal y unificada respecto a la transformación y re-configuración revolucionaria del mundo; c) la inevitabilidad de continuar ignorando los nuevos enfoques epistémicos de algunas ciencias “puras”, como la física teórica y la física experimental; d) la necesidad de invertir nuevas y mayores energías en la revisión y estudio de las principales macro-tendencias; y e) la impostergable urgencia de reconstruir el movimiento mundial de las clases sociales desposeídas.
Desarrollo:
Comienzo con el primer aspecto (inciso a), relacionado con lo que se denomina “principio de causalidad”, el cual como se sabe, consiste en la afirmación de que todo acontecimiento, cualquiera que sea, puede explicarse causalmente, o sea, que pude deducirse causalmente (Popper, Op. Cit., p. 58).
En palabras prestadas a este mismo autor, diremos que; “Se trata de la simple regla de que no abandonaremos la búsqueda de leyes universales y de un sistema teórico coherente, ni cesaremos en nuestros intentos de explicar causalmente todo tipo de acontecimientos que podamos describir. Esta regla guía al investigador científico en su tarea” (Ibíd., p. 59).
Por supuesto que ello no debe entenderse como la búsqueda de la descripción e interpretación del mundo como un fin en sí mismo. Al respecto, dos pensadores sociales inevitables establecieron el correcto marco en el cual debemos interpretar esto; Karl Marx, por un lado, quien sostenía con insistencia que lo importante no era interpretar el mundo, sino transformarlo. Lenin, por su parte, insistía en que sin teoría no hay praxis revolucionaria exitosa.
Lo anterior me conduce de manera directa hacia el siguiente aspecto (b), relacionado con la “irrenunciable búsqueda de una visión universal (y unificada), respecto a la transformación y reconfiguración revolucionaria del mundo.
Si asumimos que el mundo debe (y puede) ser interpretado de acuerdo al “principio de causalidad”, y que la teoría y la praxis deben caminar agarraditas de la mano, la postura relativa a la posibilidad de encontrar una visión universal y consensuada sobre como debería ser transformado y reconfigurado el mundo, resulta ser una exigencia harto complicada pero enteramente comprensible y necesaria, precisamente en momentos como los actuales, en los que la cada vez más generalizada y caprichosa actitud de anteponer los intereses privados a los del bienestar común, nos hunden en una anarquía cada vez más peligrosa.
Después de todo, esa es la asunción elemental que subyace detrás del término mismo de “civilización”. Con dicha noción se asume en consecuencia que hemos acordado la existencia (y preeminencia) de un proyecto común, una especie de “contrato civilizacional”, mediante el cual todas las agrupaciones humanas asumimos ciertos compromisos básicos de convivencia.
En otras palabras, al parecer ello significa que pese a la naturaleza heterogénea de la realidad (y en verdad que el reino de lo humano es la mejor ilustración de ello), pese a ello, asumimos que es posible adoptar una visión general del mundo (ese fue, después de todo, el acuerdo tácito durante la “Ilustración” y el “Renacimiento”), y en consecuencia, en tiempos de caos, confusión y barbarismo generalizado como los actuales, construir esa visión universal parecería ser la única salvación.
Lo anterior me conduce de manera casi natural al siguiente aspecto (c), relativo a la inevitabilidad de continuar ignorando desde las ciencias sociales algunos de los nuevos enfoques epistémicos más revolucionarios de ciencias puras, en particular, los de la física teórica y la física experimental.
Ello es así siempre y cuando se asuma que las ciencias sociales han de estar comprometidas con la búsqueda de las mejores alternativas de preservación y desarrollo de la civilización humana (incluyendo su casa, el planeta). Como cité anteriormente, a ese compromiso asumido en el pasado (Edad Media), se le puso incluso nombre, y se conoció como “humanismo”, y desde entonces, quienes se identificaban con sus propósitos se hacía llamar así mismos como “humanistas”, colocando en el centro de aquel “contrato civilizatorio” al denominado “citoyen” (ciudadano), el cual a la postre ha sido expulsado del “viejo contrato” y reemplazado, y ahora se ha puesto en su lugar, en el contexto del proyecto neo-barbárico, al “consumidor”.
Poniéndonos un poco irónicos, diríamos que estamos pues, a las puertas de que pronto se publique la “Declaración Universal de los Derechos del Consumidor”.
Este irracional estado de cosas se definió en algunos momentos cruciales del siglo XX, en el curso del devenir histórico y las luchas por imponer un determinado horizonte civilizatorio, marcado por las divisiones de la humanidad en dos vertientes claramente definidas; la capitalista y la socialista, triunfando a la postre la primera, pero no por ser “la mejor” o la “más justa”, sino sencillamente porque el triunfo del primer proyecto (el socialismo), requería de la humanidad un enorme salto cualitativo de la consciencia colectiva e individual, y eso no ocurrió, ni siquiera entre su máxima dirigencia, que al nomás morir su genio constructor (Lenin), pasó por el pelotón de fusilamiento a los más importantes miembros del Comité Central leales al proyecto del socialismo humanista, comenzando así la asquerosa historia del stalinismo, que en realidad fue lo que realmente se terminó de derrumbar aquel 9 de noviembre de 1989, pero cuyo verdadero fracaso empezó con el descabezamiento ya citado.
Y ahora, veintiún años después de tales acontecimientos, lo que tenemos como resultado de ese triunfo del proyecto capitalista, es la materialización de sus máximos postulados, sin ninguna traba, pudor ni rubor.
Pese a ello, es común y frecuente escuchar desde las voces de las izquierdas de todo pelaje, que el capitalismo ha fracasado rotundamente. Yo no lo creo. Y alguien más también. Wallerstein nos lo explica de una manera bastante sencilla.
Cito textualmente; “Fue el éxito –y no el fracaso- del capitalismo lo que provocó su desaparición. El capitalismo ha funcionado (es decir, ha permitido la acumulación interminable de capital), no porque fuera el ámbito de la libre empresa desenfrenada, del libre comercio desenfrenado y del flujo libre de factores de producción desenfrenado, sino porque en todo momento y hasta la fecha, es un sistema de libre empresa parcial, de libre comercio parcial y de flujo libre parcial de los factores de producción. Son las constantes intromisiones políticas en el mercado, los monopolios y oligopolios dominantes, las restricciones frecuentes en el flujo de los factores de producción (trabajo, mercancías y capital), la existencia constante de trabajo no remunerado –todo esto dentro de un sistema en el cual ninguna máxima autoridad política puede controlar la “anarquía” de la producción (producción para obtener ganancias)-, lo que ha permitido la interminable acumulación de capital y su concentración desproporcionada en unas cuantas manos y en unos pocos centros, es decir, la polarización…”
“…De esa manera, el capitalismo deshace sus propios motores económicos y destruye políticamente su “estrato protector” (como insistía Schumpeter de manera tan convincente) (I. Wallerstein: “Impensar las Ciencias Sociales; 1998, pp. 66-67). |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:02 |
En otras palabras, el capitalismo ha triunfado rotundamente, pues en la práctica su lógica nunca se ha orientado en función de materializar la democracia (salvo en los cantos de sirena de una supuesta e idílica “democracia capitalista”), y mucho menos, jamás se ha propuesto ni por asomo instaurar la justicia social, sino, por el contrario, se trata específica y claramente (¡que duda cabe!), de obtener a costa de lo que sea la interminable e irrefrenable acumulación y concentración de riqueza.
En consecuencia, con estos hechos concretos e irrefutables, se impone entonces la búsqueda una nueva visión universal, de un nuevo consenso del mundo, donde ciertamente no cabe todo el mundo ni tampoco todo el mundo quiere estar, pero en el cual, desde una perspectiva de clase, deberían de estar representados los intereses de los más desafortunados.
Dado que el fenómeno del triunfo del capitalismo ha adquirido una dimensión general y universal, sus malestares son igualmente del mismo alcance, y es en esta misma escala en el que debe buscarse un nuevo consenso.
Relacionado con esto, quien esto escribe hace algunos años publicaba lo siguiente; Cito textualmente;
“El resultado (del triunfo capitalista) ha sido la aparición de una de las paradojas más sobresalientes del capitalismo contemporáneo: su desarrollo casi irrefrenable ha terminado con su propio principio organizador, es decir, el Estado Nacional, tanto en su versión capitalista como socialista.
Una segunda paradoja es mucho más abarcante y profunda, y tiene que ver más con el sentido histórico y existencial de la actual civilización humana. El despliegue de un capitalismo sin fronteras geográficas, éticas ni de ningún tipo, ha terminado negando su propio principio generador, es decir, la idea y noción de progreso.
Y esta segunda paradoja es mucho más inquietante y perturbadora (por lo que tiene de existencial), sencillamente porque tiene mucho que ver con la actual crisis de identidad que padece el ser humano del siglo XXI, crisis que está íntimamente relacionada con (para decirlo en términos expuestos por una entidad psicoanalítica en un medio escrito), “la ausencia casi total de los tradicionales anclajes en los que se ha sostenido el individuo por mucho tiempo, particularmente, la proyección de futuro…
…la gran interrogante en nuestros días podría ser el cómo recobrar el sentido de orientación y de seguridad (en términos de proyecto común e histórico), el sentido civilizacional” (“El malestar en el centro y la periferia capitalista”: S. Barrios Escalante: Revista Publik, agosto, 2005, p. 14).
Cito todo esto por la sencilla razón de que la búsqueda y construcción de una nueva visión general y universal como alternativa al actual proyecto civilizatorio, encuentra un gran auxilio, al menos desde la perspectiva teórica y epistémica, en los enfoques holístico e integrales de muchos postulados de la física teórica y experimental, así como también a partir de las propuestas teóricas del Premio Nobel de Química de 1977, Ilya Prigogine (particularmente en lo concerniente a su teoría de las “estructuras disipativas”), y de la teoría Holotrópica de Stanislav Groff, que dicho en términos muy generales, han remarcado la importancia del empleo de las unidades de análisis de gran escala, de nuevos marcos de análisis y articulación entre lo objetivo-subjetivo, y otros enfoques metodológicos que no son sólo aplicables a los fenómenos de la física y la química…sino también a algunos de los complejos hechos que entran en el campo de estudio del científico social.
Y aunque no todos los teóricos de los nuevos paradigmas holístico de las ciencias exactas son partidarios de la idea de poder reducir los fenómenos de la naturaleza (incluyendo los sociales) a unas cuantas leyes de carácter universal (esta es una polémica sobre la que volveré en la parte IV de este escrito), si es importante recordarle al científico social la importancia de sacar provecho del estudio global y holístico de los fenómenos que entran en su competencia, como también es importante recordarle que la visión euclidiana del mundo heredada de Newton es ya un paradigma obsoleto que poco a poco deberá ir abandonando, a menos que desee quedarse atascado en el simple entretenimiento verborraico o en el malabarismo intelectual.
Esto me conduce de manera directa al cuarto aspecto central del presente artículo (inciso d), relativo a la “necesidad de invertir mayores energías en la revisión y estudio de las macro-tendencias”.
Aquí estamos pisando el terreno de lo que algunos denominan como “meta-historias” o “meta-relatos”. Se trata del estudio a gran escala de vastas porciones geográficas y largos períodos cronológicos de la historia humana, con el fin de descubrir algunas de las principales leyes y tendencias que los han regido (un poco al estilo de lo que ya anteriormente en las ciencias sociales hicieron con gran brillantez Fernand Braudel y, en menor medida, Schumpeter y Kondratief).
A este noble propósito Marx dedicó innumerables años de su existencia, pero no guiado por una mera curiosidad académica o intelectual, sino motivado por una necesidad muy concreta y práctica, que era el poder descubrir las principales leyes generales que rigen el tránsito de un modo de producción a otro (del esclavismo al feudalismo y de este al capitalismo), con el fin de “alumbrar” el camino a seguir en el tránsito hacia un nuevo modo productivo superior (el socialista), con el cual la humanidad, tal y como él afirmaba, pudiera “abandonar la naturaleza pre-histórica de la explotación humana y, finalmente, acceder por vez primera a la historia, a la verdadera historia, es decir, a la humanización real de las relaciones sociales y productivas” .
Han transcurrido más de 150 años desde aquel descomunal esfuerzo, y ahora vemos que la profundización y consolidación del triunfo capitalista no ha hecho sino agudizar la urgencia de aquella búsqueda.
Al respecto Wallerstein posee una opinión definida.
Cito Textualmente;
Estamos viviendo en medio de una transición concreta de una clase de sistema-mundo, de un sistema histórico específico a otro. Somos moralmente responsables de dotar las decisiones prácticas contemporáneas de cierta profundidad histórica. Sugiero que para llevar a cabo esto revisemos nuestra meta historia (Ibíd., p. 72).
La razón de su llamada se debe en gran medida, al hecho de que Wallerstein considera que, pese a todo, son nuestros meta-relatos (explicaciones comúnmente aceptadas sobre hechos históricos de gran alcance), los que originan nuestros mitos organizativos, la mayoría de ellos aceptados casi a ojos cerrados y repetidos acríticamente generación tras generación.
En su opinión, existen al menos tres de estos meta-relatos que merecen revisión, por las distorsiones constantes que proyectan sobre la interpretación del pasado y del presente, y por lo que ello puede afectar la fidelidad de nuestros análisis prospectivos para el futuro cercano.
La primera gran distorsión mencionada por él viene del meta-relato relacionado con la estipulación de los estados modernos (“nacionales”), como unidad básica de análisis.
Cito textualmente;
“Los elementos del verdadero poder político se encuentran esparcidos en muchos lugares…” (Ibíd., p. 41).
Y más adelante, complementa esta idea con lo siguiente;
“La unidad de análisis (el supuesto escenario de acción social) es incorrecta. Los estados modernos no son los marcos de referencia primordiales dentro de los cuales se ha llevado a cabo el desarrollo histórico” (Ibíd., p. 63).
Desde esta perspectiva, es el sistema-mundo capitalista y el sistema inter-estatal que le sirve como “infraestructura o paraguas institucional”, el marco correcto dentro del cual deberían ser analizadas las estructuras sociales y políticas, las coyunturas y los diversos sucesos históricos (Ibíd., p. 64).
Desde esta perspectiva “wallersteriana”, habría que revisar la génesis e historia de los estados nacionales latinoamericanos. Por ejemplo, al entrar en esos terrenos muchos autores parten de la tradicional narrativa de los sucesos independentistas, ignorando por completo el importante rol de los centros financieros internacionales, que en no pocos casos estuvieron detrás de las gestas independentistas.
Empero, algunos cientistas sociales no han caído en la trampa. Carmagnani, por ejemplo, en una de sus eruditas obras sobre la historia latinoamericana, al abordar el tema de la génesis de los estados latinoamericanos, y en particular, el de Brasil, nos recuerda que aún no se habían terminado las celebraciones independentistas, cuando ya la banca inglesa estaba reclamando el pago de la deuda incurrida, no menos de 3 millones de libras esterlinas de aquellos tiempos (“América Latina; entre la herencia colonial y la globalización”: S. Barrios Escalante; ensayo inédito).
El segundo meta-relato que en la opinión de Wallerstein deberíamos revisar se refiere a los conceptos de “burguesía” y “proletariado”, los cuales, según él, se han querido utilizar como conceptos formales o caracterológicos, y no como lo que son, es decir, conceptos relacionales (Ibíd., p. 64).
Al parecer, eso tiene que ver con el hecho de que la historia del surgimiento de ambos “actores sociales” está incompleta, cuando no distorsionada, y tales equívocos se habrían de sostener y reproducir hasta la actualidad, particularmente con los análisis de clase contemporáneos.
En el fondo el desacuerdo de Wallerstein al respecto tiene que ver con tendencia a construir “conceptos solidificados”, cuando en realidad la dinamicidad de las múltiples relaciones e interrelaciones sociales y productivas que se producen dentro de un capitalismo cambiante, van ejerciendo mutaciones importantes (y enormes variaciones) en tales roles.
Estas tendencias a convertir en “arquetipos fosilizados” a dichos actores sociales se manifiestan incluso en gente muy lúcida dentro de la izquierda. Véase por ejemplo, las declaraciones de Abel Bo (ex –militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores PTR, en la Argentina de los años setenta), en entrevista realizada por Marcelo Colussi y Rodríguez Vélez (Albedrío; 21 enero, 2010). |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:04 |
Cito textualmente;
“Todo esto para abordar el interrogante acerca de si debemos cambiar el “concepto” de clase obrera. Pues no. El nuevo proletariado produce más que antes y además, produce en condiciones de mayor explotación” (A. Bo; entrevista citada).
Esto en mi opinión exige un amplio y serio debate. La explotación por supuesto sigue igual, e incluso, peor que antes, pero han variado muchísimo las condiciones en las cuales esta se da. Ahora mismo, en muchas ciudades de América Latina hay un tipo de obrero y campesinado completa y dinámicamente itinerante, y además, en constante mutación situacional, de modo que tenemos que hablar de diversos tipos de obreros y diversos campesinados (por ejemplo, los “obrero-gerentes” de algunas fábricas argentinas bajo auto-gestión y/o los “narco-campesinos” de algunos puntos específicos de la Costa Atlántica de Nicaragua, México y Perú).
Son millones de ellos, que en una misma semana (ya no digamos a lo largo del año), realizan actividades tan disímiles que van desde la pequeña agricultura rural y semi-rural, hasta actividades de pequeño comercio (lícito e ilícito), pasando por diversas modalidades de actividades en el sector de servicios, receptores de remesas del exterior y otra infinidad de actividades de sobrevivencia.
Y lo mismo rige para la llamada “burguesía”, que en realidad no es una, sino múltiples, ocupadas igualmente en una infinita diversidad de actividades y ramas, que van desde las tradicionales ocupaciones en la banca, finanzas, agro-exportación, hasta las más disímiles y poco convencionales, tales como blanqueadores de dinero proveniente del narcotráfico y crimen organizado, como entidades prestadoras de servicios al Estado, ONGs y fundaciones con fachada “filantrópica” y distintos tipos de “lumpen-burguesías”, que fácilmente escapan a las metodologías tradicionales de análisis sociológico.
El tercero de estos meta-relatos que de acuerdo con Wallerstein vale la pena revisar tiene que ver con la forma en la que comúnmente se ha explicado el surgimiento del capitalismo, como producto directo del supuesto “derrocamiento” de la aristocracia por parte de la burguesía.
Para Wallerstein esta interpretación no tiene asidero. Más bien, lo que sucedió (explica él), es que en realidad fue la aristocracia la que, en medio de la llamada “crisis de los señores feudales”, lejos de ser derrocada se transformó en burguesía (mercantil, financiera, comercial etc.), y en consecuencia, desde esta particular óptica, el verdadero sentido histórico de la Revolución Francesa debe comprenderse, realmente como la primera revuelta anti-capitalista y anti-sistémica.
Por ello, aara él, el lema; “Libertad, Igualdad y Fraternidad” es un lema no dirigido en contra del feudalismo sino en contra del capitalismo (Ibíd., p. 87).
Por supuesto que la importancia de este “detalle histórico” va mucho más allá de una mera “corrección enciclopédica” o “corrección de texto” para re-enseñarlo mejor en las aulas de secundaria y la universidad.
El problema de fondo está en la necesidad de revisar nuestros postulados epistémicos y metodológicos, particularmente, los relativos a la forma en la que hemos venido construyendo y utilizando ciertas categorías socio-económicas, para explicar la dinámicas históricas de la formación de clases y grupos sociales.
Ello es de vital importancia y actualidad debido a los nuevos niveles de complejidad que tal análisis de la dinámica de clases ha venido requiriendo, en especial, de parte de unos científicos sociales acostumbrados a pensar bajo ciertas rutinas axiomáticas.
Refiriéndose a este problema de los falsos meta-relatos, Wallerstein sostiene lo siguiente;
“Supongamos que todo, o mucho de lo que hemos venido diciendo en forma colectiva no es verdadero, no porque nuestra información sea falsa, sino porque los espejos en los que hemos reflejado nuestra información han estado más distorsionados de lo necesario (Ibíd., p. 62).
Y siempre en el mismo sentido, añade; “ Es nuestra meta historia la que canaliza nuestra formulación de hipótesis que “no se pueden refutar…” (Ibíd., p. 67).
A su vez, Wallerstein se apoya en una cita de E. Thompson, extraída de su obra “The Poverty of Theory” (“La Pobreza de la Teoría”), replicando la siguiente frase;
“Tenemos que quebrantar las viejas categorías y crear otras nuevas antes de poder “explicar” la evidencia que siempre ha estado frente a nuestros ojos” (Ibíd., p. 63).
Lo anterior me conduce hacia el quinto (y último) aspecto central del presente artículo; “la impostergable urgencia de reconstruir el movimiento mundial de las clases desposeídas”.
Continuando con la perspectiva de Wallerstein, la crisis estructural del sistema-mundo capitalista arrastra también a los movimientos anti-sistémicos, y de manera concomitante, a lo que él denomina “estructuras analíticas auto-reflexivas del sistema”, es decir, a la ciencia (ha este aspecto de la “ciencia” y su crisis me referiré en detalle en el capítulo IV del presente texto).
Por el momento, me conformo con terminar refiriéndome brevemente a algunos de los factores que se aducen, están caracterizando la crisis de los movimientos anti-sistémicos, como un reflejo de la crisis más amplia y general de todo el sistema-mundo capitalista.
De acuerdo con Wallerstein, en parte la crisis de los movimientos anti-sistémicos se centra en su incapacidad para transformar “su creciente fortaleza política” en procesos que en realidad pudieran transformar el sistema mundial existente (Op cit, p. 86).
En mi modesta opinión, esa supuesta “creciente fortaleza política” de los movimientos anti-sistémicos es muy relativa, no es general ni tampoco permanente, variando de acuerdo a cada lapso o período coyuntural y según la zona geográfica de que se trate y, en dependencia de cada sector social en particular.
Pero estoy plenamente de acuerdo con Wallerstein, cuando sostiene que grandes porciones de los movimientos anti-sistémicos se equivocan o auto-engañan al considerar que la lucha crucial se debe mantener en el marco del Estado Nacional, ignorando casi por completo, como él mismo dice, que el poder radica en otra parte, es decir, en el llamado “aparato inter-estatal”, incluyendo en el, por supuesto, a una extensa y variable diversidad de agencias y corporaciones transnacionales, que “navegan” con un perfil público bastante bajo pero con una influencia política bastante alta.
Por ello me parece bastante acertada la consideración que al respecto realiza el historiador E. Hobsbawm, cuando sostiene que es necesario reconfigurar el movimiento social mundial clasista, con actores políticos de escala global, internacional (“Revueltas y Rebeldes”: Entrevista realizada a Eric Hobsbawm por el portal La vie des idees, y reproducida por la Revista Sin Permiso, 15/11/09).
Adicionalmente, en lo personal visualizo otras dos vertientes de la citada crisis de los movimientos anti-sistémicos, los cuales, para hacer referencia breve, me limito aquí simplemente a enunciar; uno, es lo que podría denominarse como la “masiva deserción ideológica”, acompañada por un profundo “pesimismo cultural” que hoy en día abate a extensos sectores otrora combativos.
Esto se relaciona con la pérdida de la transmisión generacional de la ideología revolucionaria de las últimas décadas, que se ha diluido en una especie de “reivindicacionismo temático” (la lucha de cada sector social se transformó en un “tema”, desarticulado de toda concepción estratégica de amplitud clasista e histórica), profundizando todavía más la ya marcada fragmentación de los movimientos sociales anti-sistémicos.
El segundo aspecto o vertiente de este problema, por cierto estrechamente relacionado con el anterior, se refiere al abandono de la concepción científica de la política, profundizado a partir del derrumbe de la URSS y la desarticulación del llamado “bloque socialista”.
Todo lo que prevalece ahora es un activismo inercial, pragmático y coyuntural, desprovisto de horizonte político definido en términos históricos, y por supuesto, desprovisto del estudio serio, científico y sistemático de la política y la historia, oficio cotidiano que otrora caracterizaba al militante de izquierda cualquiera fuese su pelaje.
Al respecto, hablando específicamente de Venezuela, pero en una queja que perfectamente podría hacerse extensiva al resto de América Latina, Sergio Rodríguez G, se pregunta; ¿No hay cuadros o no hay política de cuadros? (ver su artículo; “Venezuela: ¿No hay cuadros o no hay política de cuadros?”: Sergio Rodríguez Gelfenstein: Barómetro Internacional y reproducido por Argenpress; 19 febrero de 2010). |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:10 |
IV
“No hay infierno sino individualidad, no hay paraíso sino altruismo” (Abi I-Khayr, poeta sufí)
El divorcio entre ciencia y filosofía: ¿A quién beneficia?
El objetivo central de este artículo es analizar las motivaciones subyacentes que se hayan detrás del impulso a la separación entre la ciencia y la filosofía. Este texto es además, un intento muy sucinto de abarcar las lógicas de tales propósitos y los fines que persigue tal subversión del sentido civilizacional.
Introducción:
Toda ciencia desemboca en un lenguaje, pero no todo lenguaje es científico. Por ejemplo, la insólita afirmación de que la filosofía no sirve para nada, es en realidad una estupidez catedralicia, aún mayor cuando se sostiene lo mismo en relación a ella y a su hermana gemela, la ciencia.
Cuando están de por medio asuntos tan delicados como el uso y desarrollo de la energía nuclear o los asuntos de la bio-ética (para citar tan sólo un par de ejemplos), tales aseveraciones parecen en verdad una locura suicida.
Acá nos enfrentamos con la primera pregunta: ¿De dónde viene la filosofía que proclama el destierro de la filosofía?
La idea del destierro de la filosofía como parámetro central en la vida humana, proviene y responde a intereses muy concretos, principalmente, de parte de los destacamentos más avanzados y agresivos del gran capital transnacional (actor político que definimos en el presente escrito con el lacónico término de “élite global”).
El fenómeno no es nuevo y en realidad responde a la lógica de imponer un proyecto global, distinto y alternativo al que surgió del “consenso civilizatorio” emanado del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuyas manifestaciones más evidentes se expresaron a través de la llamada “Conferencia de Bretton Woods”, al proceso de transformación de la Liga de las Naciones en lo que ahora conocemos como las Naciones Unidas, y en la implementación (al menos en el mundo anglosajón), de su vertiente social conocida como “Estado de Bienestar” (“Wealfare State”).
Todo este marco normativo, regulatorio, institucional, social y filosófico, imprimió durante un breve período cierta orientación de sentido civilizacional en plena mitad del siglo XX, y fue el resultado concreto de la correlación de fuerzas emanada de la pugna inter-capitalista e inter-imperialista que se dilucidó en los dos grandes conflictos bélicos que asolaron al mundo en escala internacional. En 1945 se derrotó finalmente el proyecto fascista del eje germano-italo-nipón, pero en los años sesenta, la agudización de la crisis general del capitalismo (con su abrupta caída en la tasa global de ganancia), hizo que pronto se pusiera de manifiesto la existencia de otro proyecto global de naturaleza oscura (que venía germinando en la sombra durante el período de entre guerras), y que empezó a cobrar manifestación concreta y pública mediante la incidencia de entes tales como la “Comisión Trilateral” en los años sesenta, y poco después, el manifiesto pro-imperialista de uniformización y hegemonía política, a través de los famosos postulados impulsados por Reagan y que fueron vertidos en el llamado “Documento de Santa Fe” (I y II), en los años ochenta.
A fines de los ochentas y durante todos los años noventa el “nuevo” proyecto fascistoide adquirió el ropaje de doctrina neoliberal, y desde comienzos del siglo XXI, ha adquirido la nueva máscara de “guerra global anti-terrorista”.
Todas estas etapas forman en realidad parte de un mismo proceso macro-político, y ha sido minuciosamente estudiado y expuesto en una gran cantidad de textos por gente extraordinariamente lúcida y valiente, tales como Chomsky, Petras, Anderson, Chussodosky entre otros.
Este proceso de promoción ideológica que conlleva implícita la idea del destierro de la filosofía como parámetro central en la vida humana, se lleva a cabo mediante varias vías (conectadas de manera directa o indirecta con la ciencia y sus “saberes”), y con ello pasamos al segundo aspecto de la cuestión: los instrumentos de la fragmentación social o lo que yo denomino aquí “el desmontaje del sentido civilizatorio”.
Principales instrumentos de fragmentación social.
La médula del proceso de destierro del pensamiento filosófico está constituida por la implementación de diversas medidas (ideológicas, políticas, sociales y culturales), tendientes a la profundización de la fragmentación de las sociedades, con el ánimo de debilitar las capacidades de resistencia articulada de las regiones de la periferia capitalista más afectadas y vulnerabilizadas.
Entre estas medidas sobresalen la “exacerbación del individualismo”, “la instrumentalización negativa de los medios masivos de in-comunicación”, la “privación socio-biológica” y la “manipulación viral”. No son todas pero si las más evidentes.
Revisemos rápidamente cada una de estas por separado.
Respecto a la primera, la “exacerbación del individualismo”, constituye para muchos analistas como una de las principales causas (y a la vez manifestaciones), de la profundización de la actual crisis civilizacional.
Al respecto, el biólogo y filósofo Javier del Arco, sostiene que uno de los aspectos centrales en la actual crisis en que vivimos, se debe en gran parte a la transformación del ego en “objeto de lujo” o “sobjeto”, empleando el término de Verdú. Según el profesor del Arco (quien es también coordinador científico de la Fundación Vodafone de España), se trata en realidad de toda una filosofía personista, que exacerba el egocentrismo y el materialismo destructivo”, lo cual habría de realizarse, según se desprende de su análisis, sobre la base de un relativismo absolutista (“Neurofisiología y misticismo”: Javier del Arco Carabias: publicado en el blog de la doctora argentina Patricia Arca Mena: 2008/09).
El autor citado menciona que la base argumental de tal filosofía relativista, es que en estos tiempos modernos no hay más que una gran diversidad de lenguajes y culturas, y por lo tanto, “no existen verdades únicas, colectivas ni universales…” (Op. cit.). |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:11 |
Del Arco refuta tales pretensiones seudo-filosóficas y seudo-científicas, echando mano de ciertas argumentaciones muy difíciles de descartar. Cito textualmente;
“Además de las diferencias culturales evidentes, como son el tipo de alimentación, las estructuras lingüísticas o las costumbres de apareamiento, por ejemplo, existen también muchos otros fenómenos en la existencia humana que son, en gran medida, universales o colectivos. El cuerpo humano, tiene por ejemplo doscientos ocho huesos, un corazón y dos riñones, tanto si se trata de un habitante de París, Pekín o Ciudad del Cabo, y tanto hoy día como hace miles de años. Estas características universales constituyen lo que se denomina “estructuras profundas” porque son esencialmente las mismas en todas partes” (Op. cit.).
Y para dar más contundencia a su argumento añade:
“Sin embargo, para que las diversas culturas utilicen esas estructuras profundas de maneras muy diversas, como los chinos que vendaban los pies de sus mujeres o los de Ubanqi que estiraban sus labios, o bien el uso de tatuajes y de prendas de verter, los juegos, el sexo y el parto, todo lo cual varía considerablemente de una cultura a otra. Todas estas variables reciben el nombre de “estructuras superficiales”, porque son locales en vez de universales.
Y prosigue;
Esto mismo ocurre también en el ámbito de la mente humana. La mente humana posee estructuras superficiales que varían entre las distintas culturas, y estructuras profundas que permanecen esencialmente idénticas independientemente de la cultura considerada. Aparezca donde aparezca, la mente humana tiene la capacidad de formar imágenes, símbolos, conceptos y reglas. Las imágenes y símbolos particulares pueden variar de una cultura a otra, pero lo cierto es que la capacidad de formar esas estructuras mentales y lingüísticas y las propias estructuras en si – es esencialmente las mismas en todas partes-. Del mismo modo que el cuerpo humano produce pelo, la mente humana produce símbolos. Las estructuras mentales superficiales varían considerablemente entre sí, pero las estructuras mentales profundas son, por su parte, extraordinariamente similares” (Op. cit.).
Desde un ámbito y ángulo completamente diferente, esta seudo-filosofía que se nos presenta envuelta en papel celofán y es vendida como “posmodernidad” (término que se describiría mejor a sí mismo como “pos-ambigüedad”), recibe ataques igualmente fulminantes por parte de otros analistas.
Daniel Raventós, profesor de la Universidad de Barcelona, recientemente describe en un artículo suyo, la “jocosa jugada” que en su momento el científico Alan Sokal le proporcionara a la prestigiosa revista “Social Text”.
El mismo Raventós lo relata de la siguiente manera:
“Como se recordará, Alan Sokal fue el responsable de un episodio muy divertido y muy ilustrativo. En el año 1996, la revista postmoderna que académicamente gozaba de mucha importancia, Social Text, publicó en el número 46/47 un artículo de título largo y voluntariamente incomprensible (la traducción del inglés sería algo así como "Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad quántica"), escrito por este físico de izquierdas estadounidense.
Poco después de publicarse, el mismo Alan Sokal envió un artículo a la misma revista en el que confesaba que todo lo que había escrito allá era un sinsentido de lo más estúpido. Social Text no quiso publicar este nuevo artículo de Sokal en donde se desmontaba el engaño, aunque sí lo hizo Dissent en el mismo año 1996.
Entre otras cosas, Sokal afirmaba en este nuevo artículo: "… mi artículo [el anterior publicado en Social Text] es una mezcla de verdades, medias verdades, cuartos de verdad, falsedades, saltos ilógicos y frases sintácticamente correctas que carecen por completo de sentido." Y también: "Confieso que soy un viejo izquierdista impenitente que nunca ha entendido cómo se supone que la deconstrucción va a ayudar a la clase obrera. Y soy también un viejo científico pesado que cree, ingenuamente, que existe un mundo externo, que existen verdades objetivas sobre el mundo y que mi misión es descubrir algunas de ellas” ("Posmodernismo, pseudo-ciencias, religión e izquierda política”: Revista Sin Permiso; 21/02/10).
De esa cuenta es que (igualmente citado por Raventós), el filósofo Mario Bunge, ha dicho que la jerga pseudo-científica de los llamados “posmodernistas” (caracterizada por el uso y abuso de todo tipo de términos científicos, servidos a través de un menjurje o amasijo de conceptos acerca de los cuales, quienes los emplean no tienen ni la menor idea de lo que están hablando o escribiendo), ha creado sin querer el poco recomendable género del “char-Lacanismo” (Op. cit.).
Pasemos ahora rápidamente al segundo instrumento de fragmentación social; “La instrumentalización negativa de los medios masivos de in-comunicación”.
Sobre este asunto los especialistas y no-especialistas han escrito enormes montañas de sesudos escritos, y creo que en los estrechos límites de un artículo como el presente, no podría añadirse en esencia mayor cosa a tan discutido tema.
Sin embargo, quisiera hacer un par de acotaciones al respecto de los llamados medios masivos de (in) comunicación, cuyo primer problema parece ser que está planteado por el hecho mismo de que han pasado de ser “medios” hasta convertirse en “fines” en sí mismos.
El segundo hecho relevante a destacar es la naturaleza e impacto real de su uso. El desarrollo inusitado de las capacidades puramente tecnológicas de los cada vez más novedosos instrumentos de comunicación de masas, lejos de potenciar la capacidad intelectual de la gente, ha producido su virtual “estupidización”, lo cual, a la luz del tema central de este artículo (la promoción de la filosofía del destierro de la filosofía), no tiene nada de extraño, pero si de alarmante.
Es cierto que ni el aparecimiento y auge de la radio, luego el cine, la televisión y posteriormente la Internet, han acabado con el viejo invento de Gutemberg (los libros), pero si es cierto, en efecto, tal y como se ha advertido hasta la saciedad, que ha venido a debilitar enormemente las escasas capacidades de análisis crítico en las masas.
Esta observación no resulta nada novedosa. Ya en los años treinta Stalin llegó a decir más de alguna vez: “Denme Hollywood y tomaré el mundo”.
Pero en este caso, lo que a mi me interesa resaltar es el hecho de que la estupidización de las masas a través de los medios de (in) comunicación es apuntalada a su vez, con el debilitamiento adrede de la enseñanza de la filosofía en los sistemas educativos del nivel básico y universitario, algo que viene ocurriendo “casualmente” poco después de la publicación del “Documento de Santa Fe”, en los años ochenta.
Eso no significa que debamos “tirar al niño junto con el agua sucia de la bañera”. Por ejemplo, en relación al uso didáctico y al enorme potencial de las TICs, y en particular, de la Internet, los sistemas educativos del siglo XXI (como también la inmensa mayoría de los movimientos y partidos políticos de izquierda), en gran medida no tienen ni la menor idea de cómo usarlos y sacarles provecho.
Por supuesto que hay excepciones (tanto en el caso de ciertas universidades, ciertos movimientos sociales y políticos y ciertos modelos educativos alternos), pero son sólo eso, meras excepciones.
Lejos de ello, la norma es encontrar todo tipo de quejas respecto a lo que muchos ven como impactos negativos de la Internet, en especial, sobre los más jóvenes. El doctor Aleks Krotoski, psicólogo social, sostiene por ejemplo, que la red está modificando no sólo patrones culturales en los jóvenes, sino también hasta sus propios patrones de pensamiento y aprendizaje.
En el mismo sentido, algunos profesores de la Universidad de Cambridge y Oxford, se quejan de que muchos alumnos rechazan el tener que consultar en libros o textos impresos. Otros educadores dicen que el hecho de saltar de una página a otra (en la red), hace que a los niños y adolescentes se les dificulte concentrarse y les impide aprender a través de métodos tradicionales más lineales…, como si no pudiese ocurrir lo mismo con los libros.
Adicionalmente, un nuevo estudio del University College of London (UCL), llamado “The Virtual Revolution- Homo Interneticus” (La revolución virtual – Homo Interneticus”), transmitido recientemente en un documental de la televisión británica (BBC2), va más allá en sus afirmaciones, asegurando que si bien la red hace que los jóvenes sean mucho mejores a la hora de hacer varias tareas y de llevar varios procesos mentales a la vez, sin embargo, esta no sólo cambia los comportamientos de las personas, sino también sus pensamientos, debido a que modifica el cerebro, les impide concentrarse y les dificulta enormemente leer textos largos.
Pero, en términos generales, la queja casi unánime es que la Internet está “alejando a la gente de la realidad”. Empero, se pasa por alto que casi cualquier cosa tiene el mismo potencial de convertirse en “medio de evasión”, por lo que el primer problema real con la Internet (como con cualquier otra cosa que se les ocurra), es focalizarlo adecuadamente en su tratamiento.
Es bueno recordar que los libros (al igual que las drogas, los juegos de azar, el trabajo, la religión, el sexo, los deportes, el chismorreo, el alcohol etc. etc.), también pueden convertirse en medios para evadirse de la realidad. |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:13 |
El punto entonces, para no coger el rábano por las hojas, es la manera en la cual se puede (o debe) evitar que un medio deje de ser eso para convertirse en un fin en sí mismo. Los medios son sólo eso (medios), y como tal la médula del problema radica en lograr que estos mantengan su esencia instrumental. Por supuesto, los contenidos forman también parte del problema, pero ese es otro tema.
La siguiente herramienta de fragmentación es la “privación socio-biológica”.
El impacto desastroso del desempleo y la extrema pobreza en gran escala (de magnitudes estructurales), contribuyen enormemente a materializar y profundizar el proceso de “estupidización” literal de muchísima gente, particularmente en aquellas regiones donde no existen medidas sociales compensatorias (transferencias condicionadas etc.).
Para que un cerebro humano funcione medianamente este debe de tener acceso a cantidades suficientes de tirosina, fenilalanina, triptófano entre otros aminoácidos de crucial importancia, especialmente como precursores de una serie de neurotransmisores vitales, como la melatonina, noradrenalina, dopamina, serotonina, y diverso tipo de endorfinas clave para llevar cabo procesos mentales y fisiológicos normales.
Y estos aminoácidos vitales no se obtienen por simple inhalación. Se adquieren a través del consumo de carnes blancas, frutas, pescado, verduras y algunos cereales, justo lo que no pueden llevarse a la boca (y al cerebro), más de 1,400 millones de seres humanos (incluyendo una gran cantidad de niños menores de 5 años que crecerán prácticamente “descerebrados”), y que el capitalismo mata lentamente cada 24 horas.
La cuarta y última de las herramientas de fragmentación social citadas (la “manipulación viral”), tiene igualmente un impacto negativo en cuanto mina la capacidad de la gente de responder de una manera racional y articulada a los desmanes propiciados por las élites globales.
Un ejemplo claro de ello se manifiesta a través del caso de la reciente “crisis global”, provocada por la emergencia de la gripe AH1N1, que no es ni la primera ni la última “campaña mediática” que será utilizada para debilitar la capacidad de resistencia política y cultural de las masas.
Tan sólo un año después de que las calles, colegios, cines, metros y demás lugares públicos del Distrito Federal de México, fuesen vaciados a la fuerza (abril 2009), y que se pusieran en “cuarentena” a numerosos turistas mexicanos en China y en otras partes del mundo, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa acusó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a los laboratorios farmacéuticos, de haber organizado una alerta desmesurada (Agencia EFE, 30/03/2010).
En el mismo sentido, Michele Rivasi, eurodiputada ecologista francesa fue mucho más precisa. Acusó a las farmacéuticas de esconder intereses económicos con el escándalo de la citada gripe (Fuente citada).
Asustar a la gente mediante campañas globales de miedo es rentable, pero además, proporciona excelentes “cortinas de humo” para desviar la atención de la gente en momentos en los que se ejercen decisiones políticas oscuras. Además, poca gente advierte que muchas más personas mueren a diario y anualmente, producto del consumo de cigarrillos, alcohol, comida chatarra y en accidentes de tránsito.
“Desvertebraciòn anòmica”, èlites globales y comunidades locales.
La implementación de estas formas de fragmentación social tienen un impacto directo sobre lo que yo denomino “desvertebraciòn anòmica”, que no seria otra cosa más que el debilitamiento acentuado de la capacidad de reacción política articulada y coherente de extensas poblaciones, frente a las ofensivas claramente anti-sociales emprendidas por las èlites globales y sus huestes institucionales y para-institucionales.
Por otra parte, conviene resaltar el hecho de que todas estas formas de profundización intencional de la fragmentación general de las sociedades (centrales y periféricas al capitalismo), no son fenómenos “esotéricos” o asuntos de abstracción metafísica. Lejos de ello, adquieren concreción palpable y cotidiana en los procesos dialécticos (cambiantes y antagónicos) de la economía mundial, que obliga a las èlites globales a enfrentarse cara a cara con las poblaciones más afectadas y empobrecidas por sus políticas institucionales, y en particular, con las comunidades indígenas y campesinas de regiones como la latinoamericana.
Esta relación entre las èlites globles y las comunidades locales (en particular, las comunidades locales que poseen –o están cerca de- importantes recursos naturales y energéticos, se irá haciendo inexorablemente cada vez más tirante y conflictiva, en particular, en el decenio comprendido entre el 2010 y el 2020.
Los argumentos que respaldan esta aseveración prospectiva o predictiva son muy sencillos pero contundentes. De la misma manera que el período comprendido entre los años 1967 y 1968 entró en la historia de la economía mundial como el punto de inflexión que marcó el inicio de la crisis más general del capitalismo moderno, así mismo, el 2008 quedará definido en la historia como el año en el cual el capitalismo entró a una nueva fase de transición, cualitativamente distinta a los anteriores ciclos de crisis.
Dicho en breve, esta nueva fase del capitalismo mundial está signada por el tránsito de un mundo unipolar a otro completamente multipolar, donde la pugna inter-capitalista e inter-imperialista tiende a agudizarse por un nuevo reparto y dominio de los mercados.
De una potencia globalmente dominante (EEUU), el mercado capitalista de inicios del siglo XXI tiene ahora que satisfacer las presiones y demandas de otros cuatro grandes potencias o sub-potencias: China, India, Brasil y Rusia (el llamado BRIC), lo cual convierte a EEUU en una más entre otras, obligándola a “exprimir” con mayor fuerza sus dominios y traspatios tradicionales.
La irreversible re-configuración del escenario económico mundial que hace surgir a cuatro nuevas potencias es la principal conclusión a la que llegó el “Post-crisis World Institution Foundation”, quien realizó recientes investigaciones a través de las cuales se indagó entre un grupo de 247 consultores internacionales, lideres empresariales, ministros y altos oficiales de estado y periodistas de un total de 53 países (“Global geo-political crisis hit within Next Decade”: globalresearch: California; 10/03/10).
Vladislav Inozenstsev, director de la citada fundación y cuyas oficinas centrales están en Moscú, sostiene que este proceso caracterizado por la emergencia de los países del BRIC, creará frenos y limitaciones a las fuerzas tradicionalmente dominantes de la globalización, lo cual en el próximo decenio será fuente de nuevos conflictos geopolíticos (Op. Cit.).
Desde la perspectiva particular de las poblaciones latinoamericanas, asiáticas y africanas, en especial, las que hoy en día están asentadas dentro (o próximas) a territorios ambicionados por las grandes corporaciones de las èlites globales, resulta de vital importancia tomar nota de estos cambios y transiciones, a manera de estar en condiciones de prepararse para enfrentar adecuadamente nuevas escaladas de tensionamiento en torno a su vida comunitaria.
Para ello, es imprescindible recordar que en un primer nivel o escalón de preparación, resistencia y de respuesta, el desafío es neutralizar hasta donde la realidad lo permite estos procesos de “desvertebramiento anòmico”, lo cual incluye, necesariamente, desmontar sus basamentos filosóficos.
Conclusión general.
La principal conclusión general que se deriva de todo lo analizado anteriormente, es que el propósito central que se haya subyacente detrás de la actual subversión del sentido civilizatorio, no es otro más que desarticular y diluir al máximo cualquier capacidad de respuesta articulada y coherente por parte de la gente (en particular, de las poblaciones más afectadas por la agresividad capitalista), con el fin de despejar de obstáculos el proyecto hegemónico de las èlites globales y sus corporaciones transnacionales.
La presente crisis global del capitalismo, como todas sus grandes e históricas crisis, agudiza la competencia inter-capitalista por nuevos mercados y por la recuperación de las tasas globales de ganancia.
En tal sentido, si bien es cierto que el neoliberalismo está en crisis, lo que estamos apreciando es su mutación en algo todavía peor, lo cual al poner en tela de duda la misma justificación histórica de la civilización humana, tiene que enmascarar sus descarnados objetivos mediante artilugios seudo-científicos, y mediante todo tipo de estratagemas que minen las nociones mismas de civilidad y de humanismo, y de allí los ataques abiertos en contra de la filosofía en general, y del espíritu crítico en particular. |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:19 |
V
“Por si fuera poco, los chimpancés cuidan los vínculos familiares, lloran la muerte de sus madres y adoptan a los huérfanos…” (F. Capra; 2002, p. 86).
Introducción:
El objetivo central del presente texto es brindar una mirada multidimensional respecto al fenómeno de la violencia, observándolo en algunas de sus múltiples, complejas y sutiles manifestaciones, en busca de nuevos enfoques para su abordaje multidisciplinario.
Como sabemos, el primer paso de cualquier método de indagación científica es la observación atenta. Y al final de todo proceso cognitivo, la meta suprema es llegar a conocer con cierta profundidad la esencia y magnitud del fenómeno bajo estudio, como primer paso para cualquier intento de intervención o incidencia sobre el mismo.
En el presente ejercicio, se aborda en primer lugar, el carácter transhistórico de la violencia; luego, sus implicancias como fenómeno micro-estructural; y en seguida, se atiende el fenómeno en algunas de sus vertientes macro-estructurales.
Desde una perspectiva marxista (enfoque científico que resalta el papel de los factores y la realidad objetiva sobre lo subjetivo), convendría invertir el orden aquí presentado (revisar antes lo macro-colectivo y luego lo micro-individual), sin embargo, la razón de atender primero lo individual, responde a la intención específica del autor del presente escrito, en cuanto a subrayar aspectos muy sutiles que intervienen en el fenómeno de la violencia, y que por lo general pasan desapercibidos para el sociólogo o el analista político, aunque quizá no para el psicólogo social y el antropólogo social y cultural.
Lo ideal es ver los dos grandes aspectos del problema (macro-micro; objetivo-subjetivo), como las mitades simétricas de una “naranja”. Hay una permanente interrelación dialéctica entre ellas. Se producen millones de actos de violencia cada segundo en todos los rincones del mundo (desde tirar alevosamente una pequeña cáscara de banano justo en la grada externa de la puerta de salida de un autobús, hasta el oscuro tecnócrata que toma el teléfono y ordena el bombardeo aéreo de una aldea repleta de niños, mujeres y ancianos).
En algunos casos prima lo subjetivo sobre lo objetivo, y en otros a la inversa.
De igual manera, en algunos casos lo macro-estructural (colectivo e institucional), se impone como actor desencadenante de fenómenos de violencia, y en otros momentos, es al revés, lo micro-individual (la elevada subjetividad y complejidad del cerebro humano), es lo que se impone como factor clave.
Buda, Marx y el carácter transhistórico de la violencia
El “súmmum Bonum”, la esencia de todo el pensamiento de los creadores del budismo y el marxismo, convergen al menos en una misma conclusión (aunque sean divergentes en otra gran cantidad de asuntos), respecto al diagnóstico sobre la condición principal que caracteriza a la civilización humana.
Cuando el buda histórico, el príncipe Gautama, salió por vez primera fuera de los artificiales y protegidos ambientes de sus monárquicos progenitores, es decir, cuando por vez primera salió a tomar contacto directo con el mundo real, y constató su esencia descarnada, exclamó: “Sarvam dukham, sarvam anityam” (“Todo es doloroso, todo es pasajero”).
Muchos siglos después, mientras Marx caminaba reflexivo por las desiertas calles londinenses de la Gower Street, pocos minutos después de abandonar la enorme sala de lectura de la Biblioteca del Museo Británico, lugar donde dejó muchos años de su vida, exclamó: “la violencia es la partera de la historia”.
Conclusión inicial: Desde la primera y más grande de todas las conflagraciones (aquella apertura violenta con la que se originó el universo que ahora habitamos), hasta el más reciente asesinato, ocurrido apenas hace cinco minutos, toda la realidad está atravesada por diversas formas de violencia. Como humanidad somos hijos de ella, y a todo cuanto podemos aspirar es a intentar comprender algunas de sus principales causas y manifestaciones, para así reducir o minimizar al menos algunos de sus efectos perniciosos o perturbadores.
La violencia como fenómeno micro-estructural
Carl Gustav Jung, el genial psicoanalista que nunca recibió (ni necesitó) un premio Nobel, sostenía que el críptico término “Umbra Solis” (“Sombra del Sol”), no era otra cosa más que el lado oscuro, el lado siniestro que todo ser humano lleva oculto dentro de si. Es el lado inconfesable que incluso el mismo “portador” oculta de si mismo (a).
A esa parte de la psiquis, tan minuciosa y profundamente estudiada por los antiguos alquimistas y modernos psicoanalistas (y que la mitología griega identificó con el metafórico nombre de “Caja de Pandora”), Jung le acuñó el término de “Sombra”. Allí va detrás de nosotros a donde quiera que vayamos.
“La sombra”, de acuerdo con el Dr. Jung, representa en esencia aquellos problemas morales que el individuo no puede, no quiere (o no se atreve) a resolver…” (“Jung on alchemy”: Nathan Schwartz-Salant; Routledge, London, 1995, p. 72).
Y en esa misma tónica que era tan especialmente marcada en Jung (y que algunas veces le acarreó críticas por otorgar demasiado énfasis al rol de lo subjetivo-individual en los problemas sociales), este brillante psicoanalista sostenía –muy a despecho de lo que solemos explicar los sociólogos y politólogos-, que en buena medida las convulsiones sociales y su violencia concomitante se debe a la pérdida de conexión de los individuos con su “centro psíquico” (con su “esencia” dirían los filósofos vendantas miles de años atrás).
Y en esa línea de pensamiento sostenía que la misma palabra “crazy” (loco), proviene del término “cracked”, que significa “fragmentado”. Es decir, bajo su óptica, el mundo es cada vez más violento porque su psiquis está cada vez más fragmentada (o “alienada” como suele decirse en las vertientes sociológicas).
En otro momento, y en otro contexto cognitivo, Eliade, el gran Mircea, al analizar el importante rol de los símbolos y mitos en la historia de la humanidad, argumentaba que desde tiempos remotos hasta hace muy poco tiempo, los grandes relatos mitológicos habían dotado de sentido existencial a los seres humanos, pero con la llegada del hombre moderno y su arrogante y materialista obsesión por destruir mitos y dioses, produjo un enorme vacío interior que no ha podido llenar con los avances de la ciencia, la tecnología ni con el consumo compulsivo.
Según él, la crisis del hombre moderno es la crisis de su idea de progreso, una noción derivada de la concepción lineal del tiempo, la cual, habríamos de heredar del zoroastrismo, el judaísmo, el cristianismo y de la religión musulmana.
De acuerdo con Eliade (cito textualmente);
“El hombre moderno –no religioso- asume una nueva “situación existencial” (en comparación con el “tradicional”, que se mantenía fiel a sus “hierofanías”). Para el hombre tradicional, los eventos históricos ganaban significación imitando lo sagrado, los eventos trascendentales. En contraste, el hombre laico carece de modelos sagrados acerca de cómo debe ser la historia o la conducta humana, de modo que él debe decidir por sí mismo acerca de cómo debe proceder su historia. De hecho, él mismo se reconoce como el único sujeto y agente de la historia, y rechaza toda inclinación hacia la trascendencia” (“Mitos y Símbolos”; M. Eliade, 1952).
Y Prosigue;
“Debido a esta nueva “situación existencial”, “lo sagrado” se transforma en el primer obstáculo para la “libertad” del hombre no-religioso. Al visualizarse así mismo como el propio hacedor de la historia, el hombre laico se resiste a todas las nociones de un orden exteriormente impuesto o un modelo que el supuestamente debe obedecer” (Op. cit).
“El hombre moderno se hace así mismo –continúa Eliade-, y él solo sentirá que se auto-realiza completamente, en proporción a cuanto el logre desacralizarse así mismo y al mundo. El realmente no se sentirá libre mientras no haya terminado con el último dios” (Op. cit).
Por supuesto que debe advertirse que una lectura superficial y fuera de contexto sobre estas expresiones de Eliade, daría como resultado cometer el error de interpretar que este brillante historiador, estuviera propugnando por un rechazo de la ciencia y un volver atrás hacia el oscurantismo religioso del medio evo, o un abandonarse en brazos del pernicioso fundamentalismo sectario-religioso.
Cuando habla del hombre “tradicional” y “religioso”, lo hace en el sentido antropológico más amplio, en particular, como referencia a la inclinación natural hacia lo numinoso, y no en la moderna noción restringida de persona adepta a cualquier sistema religioso institucionalizado.
Segunda conclusión: En base a la opinión cualificada de estos dos grandes sabios del siglo XX, tenemos identificados otras dos vertientes probables que alimentan los sustratos subjetivos de la violencia; por una parte, la fragmentación psíquica (en la óptica de Jung), y por otro (en la perspectiva de Eliade), el hastío y la angustia existencial provocada por el advenimiento de un mundo des-acralizador y anti-hierofanista, es decir, moderno y fanáticamente materialista. La violencia como “resonancia simbólica”
En la tenaz lucha de la sociología en contra de las aberraciones del conductismo (y sus irracionales reduccionismos biologistas), se dejaron de lado ciertos aspectos fisiológicos y psicológicos que en ocasiones intervienen como factores causales en el fenómeno de la violencia.
Pero tal parece que ahora resulta muy difícil intentar negar la existencia de un tipo (o varios tipos) de violencia, cuyo origen se encuentra en ciertos contenidos o pulsiones latentes en las profundidades del inconsciente individual.
Otto Rank (que a diferencia de Jung, seguía más la línea freudiana), argumentaba que al momento del nacimiento todos lo hacemos en medio de intensas sensaciones de gran violencia y hostilidad. Al respecto, J. Fabricius nos recuerda que la fuerza con la cual el útero expulsa a la criatura que está naciendo equivale a una presión de 45 libras, llegando incluso, en ciertos casos, a extremos cercanos a las 105 libras (“Sexualidad y misticismo; las técnicas eróticas de la iluminación” Barrios, S.; Dossier, 2010).
Melanie Klein, destacada investigadora en los años sesenta, siguiendo las hipótesis planteadas por Rank y Freud, respecto a lo que denominaban el “trauma del nacimiento”, desarrolló investigaciones que la llevaron a plantear por vez primera, las similitudes existentes entre los agudos sentimientos de “ansiedad persecutoria” y “ansiedad depresiva” que experimentan muchos neonatos, y las sensaciones que experimentan las personas adultas que padecen ataques de naturaleza esquizoide-paranoide (Op. cit). |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:20 |
De hecho, tal y como sostiene Klein, en los primeros 3 ó 4 meses de vida, el neonato sufre frecuentes ataques de “ansiedad persecutoria” (como remantes “frescos” del recuerdo del “trauma del nacimiento”), y por sobre todo, según sostiene ella, sufre de múltiples rachas de ira, de mucha cólera, que a menudo le distorsionan momentáneamente el rostro y le hacen sacudir con rabia su pequeño cuerpecito (Op. cit).
Quizá por ello, esa “mala levadura” que Nietzsche atribuía de manera casi congénita a los seres humanos, encuentra en algunos casos particulares un “caldo de cultivo” favorable en ciertos individuos, y especialmente, cuando observamos que ciertos entornos sociales en combinación con determinados eventos biográficos negativos (caracterizados por cadenas de diversas violencias e injusticias que muchas veces deberá enfrentar el individuo a lo largo de su vida), terminan por hacer “resonancia” activando contenidos psíquicos latentes.
En otras palabras, la realidad social –el mundo externo- cataliza o activa ciertos componentes psíquicos internos que en múltiples ocasiones terminan desencadenando diversos patrones de conducta agresiva o violenta. De manera paradójica, la sociedad engendra y a la vez castiga la violencia.
En una perspectiva “frommiana” (derivada de Erick Fromm), podríamos decir que un orden social altamente jerarquizado e hiper-clasista, contribuye grandemente a sembrar los “vientos” que luego la sociedad habrá de “cosechar” y recibir en sentido de “boomerang”, transformados en “huracanes”.
Desde una visión sociológica, esto se agrava aún más, si consideramos la tremenda violencia psicológica que todavía se ejerce en las sociedades latinoamericanas, mediante la pervivencia de prácticas coloniales como la “pigmentocracia”, y diversas modalidades de discriminación semi-feudales que no terminan de desaparecer en muchos rincones de nuestro continente.
Violencia y manipulación neuroquímica
Otra vertiente importante de la violencia como fenómeno micro-estructural, lo constituye la manipulación neuroquímica de gran escala, práctica nefasta del capitalismo más inescrupuloso y voraz, que cada vez se está extendiendo y que debemos encarar antes de que sea demasiado tarde.
Cuando el sociólogo intenta comprender sus vastas manifestaciones y consecuencias, debe primero hacer un esfuerzo elemental para conocer ciertas realidades fisiológicas y médicas, no para convertirse en charlatán o en un “profano impertinente”, sino para conocer las raíces naturales de este fenómeno.
Basta con conocer la opinión de los expertos en relación a los efectos perniciosos que provoca la masiva manipulación neuroquímica en el cerebro humano, en particular, mediante la manipulación genética de múltiples alimentos básicos, en fármacos y en diversos productos agro-químicos.
Cuando se da un vistazo rápido y general a la literatura médica, uno encuentra, por ejemplo, que la evolución estructural y funcional de los llamados Lóbulos pre-frontales, han sido y son cruciales en el desarrollo no solo de los individuos, sino además, en el avance mismo de la sociedad, al punto que son conocidos como “los órganos de la civilización”.
Esta parte del cerebro humano corresponde a la capacidad de concentración, de perseverancia, de disfrutar, de pensar abstractamente, de fuerza de voluntad y de sentido del humor, y en último término, de la integración armónica del yo.
Y sin embargo, está comprobado que es posible afectar a través de diversos fármacos y alimentos tan importante sección de la estructura cerebral. Cito algunos casos a manera de ilustración.
El Doctor Richard Davidson, investigador de la Universidad de Wisconsin, sostiene que fármacos de uso tan extensivo y común como el Prozac, Paxil y Zolof (empleados como anti-depresivos), pueden alterar perfectamente el funcionamiento del Lóbulo pre-frontal, tanto para bien como para mal.
¿Cuántos millones de personas dependen actualmente de un consumo cotidiano de estos fármacos para poder “funcionar” socialmente de manera regular? No tengo el dato estadístico a la mano, pero si se sabe que es muchísima gente.
Otro caso lo ilustra la antropóloga e investigadora Hellen Fischer. Ella cita en su libro “Why we Love? (“¿Por qué amamos?”), que el consumo intensivo de ansiolíticos y anti-depresivos inhibe en el organismo la producción de dopamina, importante neurotransmisor involucrado en el apetito y la respuesta sexual efectiva (“The Science of Love”: Revista Forbes.com: 06/28/204).
Ella manifiesta su sospecha de que factores como estos podrían estar incidiendo en las cada vez más elevadas tasas de divorcio y separaciones, particularmente, entre ciertos estratos sociales de los países anglosajones.
Dichas conclusiones probablemente no son extensivas a las zonas latinoamericanas, pero si ilustran el punto, es decir, la incidencia real de los fármacos sobre los lóbulos pre-frontales.
Jennifer Luke, otra investigadora británica, realizó una investigación sobre el problema de la “fluorosis” y presentó sus principales conclusiones en su tesis doctoral en 1997, intitulada; “The Effect of Fluoride on the phisiology of the pineal gland”; J. Anne Luke (“El Efecto del Fluoruro sobre la fisiología de la glándula pineal”), tesis que sometió ante la Escuela de Ciencias Biológicas, de la Universidad de Surrey (Reino Unido).
La principal conclusión de su investigación es que existen sospechas sobre los posibles efectos negativos en el abuso con el fluoruro, especialmente, en relación al funcionamiento de los órganos sexuales, que en niños y adolescentes son regulados por la glándula pineal a través de la síntesis de melatonina.
¿Tiene esto alguna relación con el surgimiento del fenómeno de la hiper-sexualización en la conducta de muchas niñas y púberes? Quizá es muy temprano para aventurarlo. Sin embargo, este es un fenómeno aparentemente “cultural” que recientemente está saliendo a flote en varios países anglosajones pero también en Brasil.
Una parte del creciente problema de la manipulación neuroquímica a gran escala, lo puso en el tapete recientemente el presidente Evo Morales, no sin causar risas y burlas entre los “ignorantes ilustrados”.
El mes recién pasado (abril, 2010), mientras se desarrollaba la Cumbre Mundial por el Clima y la Tierra, en Cochabamba, Bolivia, el presidente Morales denunció la manipulación química y hormonal en el caso de la producción industrial del pollo, y sus efectos perniciosos sobre la salud humana.
El problema no se lo ha inventado el presidente Morales. Está siendo profusamente investigado por una parte de la comunidad científica, donde existe alarma por la falta de ética de muchas transnacionales que están manipulando genéticamente muchos alimentos de consumo diario y masivo.
Silvia Ribeiro, por ejemplo, es una acuciosa investigadora del Grupo ETCR, en México, que tiene varios años de estar denunciando el problema. En tal sentido, ella cita a la propia Academia Americana de Medicina Ambiental (AAEM), que en una declaratoria hecha pública por la entidad hace un año (mayo 2009), advierte de los peligros a la salud humana por el consumo de alimentos genéticamente modificados, y pide se declare con urgencia una moratoria a su producción y distribución, hasta que investigaciones independientes y fiables dictaminen en definitiva sobre el asunto (“Alerta Médica: los transgénicos amenazan la salud”: La Jornada; 07/06/2009).
La misma investigadora ha denunciado igualmente los problemas y riesgos a la salud con la leche proveniente de una hormona transgénica de crecimiento bovino de propiedad de la Monsanto (denominada “Somato-Tropina Bovina –BST), la cual se le inyecta a las vacas en México y EEUU para que produzcan el doble de leche (“Mala Leche”; Silvia Ribeiro; La Jornada; 14/10/207).
De acuerdo con Ribeiro, esta hormona transgénica no sólo enferma al ganado, sino además, provoca en la leche una elevación de otra hormona denominada IGF-1 (“Factor de crecimiento insulínico tipo 1), que estaría asociada con el surgimiento de cáncer de seno, próstata y colón (Op. cit).
La violencia como fenómeno macro-estructural
Este es el aspecto en el cual está más generalizado el estudio y tratamiento de la violencia. La pobreza general y extrema parece ser el factor más importante, junto con los fenómenos psico-sociales negativos que desencadena la cultura de masas, a través de la manipulación que llevan a cabo los medios masivos de comunicación.
En tal sentido, parece entonces relevante y crucial que siendo los niños y los jóvenes el grupo etario mayoritario en la población mundial, los estudios sobre la pobreza se centren cada vez más en este importante segmento, pues de lo que suceda con ellos dependerá el futuro de la humanidad.
Al respecto, conviene prestar atención a los recientes diagnósticos llevados a cabo y hechos publicos recientemente. Uno proviene de Naciones Unidas (“El Informe Mundial sobre la violencia contra los niños y niñas”), donde se pone de manifiesto el dato terrible de abusos de diversa clase en distintos países y entornos (hogares, escuelas y centros clandestinos de trabajo), en contra de al menos 300 millones de niños y niñas.
El otro estudio (en realidad un “primer borrador” de “Trabajo Decente y Juventud”), de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), advierte que la actual crisis mundial ha repercutido en por lo menos 600 mil jóvenes que han perdido su empleo, afectando a un total de 7 millones de jóvenes urbanos (OIT: Panorama Laboral 2009).
El mismo estudio da cuenta de que en América Latina hay actualmente 104 millones de jóvenes, de los cuales, el 34 % sólo estudia; el 33 % sólo trabaja; el 13 % estudia y trabaja; y el 20 % no estudia ni trabaja (Op. cit).
Ya hace un par de años (2007), la misma entidad descubrió en un estudio similar, que en América Latina como promedio general, un elevado 44 % de los jóvenes comprendidos entre los 15 y 25 años no trabajaba ni estudiaba, siendo Honduras el país con el porcentaje más alto (el 39 %), mientras que Venezuela representó entonces el nivel más bajo (el 12 %).
Ante tales cifras, no resulta sorprendente que la criminalidad sea una opción cada vez “más natural”, entre vastos segmentos de esta población latinoamericana.
Ya mucho antes, Pierre Bourdieu (sociólogo francés ya fallecido), sostenía;
“No se puede jugar con la ley de la conservación de la violencia: toda la violencia se paga, y la violencia estructural ejercida por los mercados financieros, en la forma de despidos, pérdida de seguridad etc, se ve equiparada en forma de suicidios, crimen, delincuencia, drogas, alcoholismo, un sinnúmero de pequeños y grandes actos de violencia cotidiana”.
Conclusión general:
El abordaje del cada vez más complejo fenómeno de la violencia (social, laboral, física, psicológica, económica, alimentaria, cultural etc.), requiere necesariamente de métodos y enfoques decididamente multidisciplinarios, en los cuales participen la más amplia representación de los diversos segmentos sociales.
No es un asunto meramente de más policías y más cárceles. Ojalá el problema fuera así de sencillo. |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:26 |
VI
“Asombrarse, sorprenderse, es empezar a comprender” J. Ortega y Gasset.
“El que comprende tiene alas” (Pancavimca Brahmana)
Todo el siglo XX y en particular, durante las últimas décadas de ese lapso y primeros años del siglo XXI, ha sido un largo período de “sacudidas”, cada vez más fuertes e intensas, en contra de todo el edificio del paradigma científico dominante en los últimos tres siglos, cuyos cimientos fueron colocados por gente como el positivista Compte, Descartes y Newton, entre los más renombrados.
Sin embargo, poco antes de que terminara el siglo XIX, Max Plank presentó su teoría del paradigma cuántico, y poco después, en 1905, Einstein, con su propuesta de la “teoría relativista”, prácticamente “formalizó” (quizá sin querer), lo que poco después se empezaría a transformar en una clara tendencia de desafío abierto frente al paradigma positivista y cartesiano, con su marcada tendencia hacia el empirismo, y la explicación del mundo como parte del desarrollo lineal-mecánico de los procesos naturales y sociales.
Casi simultáneamente, en esos primeros años del siglo XX le tocó el turno a Abraham Maslow, esta vez desde el campo de la psicología, quien además de su famosa elaboración de la “pirámide de las necesidades humanas”, integró posteriormente, como parte de las necesidades básicas humanas, la “búsqueda de la trascendencia espiritual”, planteando así un desafío frontal a la corriente conductista (dominante en las primeras décadas del siglo XX), que como se sabe, “aborrecía” y rechazaba de todo conocimiento “contaminado” con “subjetividad”, anatemizándolo como “anti-científico”.
Debemos recordar que posteriormente en ese mismo campo disciplinario, a mediados del siglo XX, William James profundizó todavía más esa pelea en contra del paradigma dominante, proponiendo entre otras cosas, la validez científica de la auto-indagación e introspección subjetiva (e inter-subjetiva), como fuente válida de conocimiento científico.
Casi simultáneamente iban madurando las ideas “cuasi heréticas” del profesor Jung, que empezaron a germinar lentamente desde las primeras décadas del siglo XX, en especial, a partir de su traumática separación con Freud y su corriente dominante en la “psicología oficial”, hasta que a mediados de ese mismo siglo, el desafío en contra del paradigma dominante fue radicalmente frontal y profundo.
Sucedió exactamente cuando Jung presentó una “cargada batería” de teorías totalmente nuevas en el psicoanálisis (“inconsciente colectivo”, “arquetipos”, “sombra”, “individuación”, “inconsciente somático”, “transferencia”, “sincronía”, etc, etc.), posición desafiante contra el paradigma positivista que Jung habría de “pagar caro”, en especial, frente a la actitud discriminadora que se ejerció contra él durante largos años desde la “Sociedad Psicoanalítica Internacional” (de hecho, yo recuerdo haber leído en un ejemplar del diario británico “The Guardian”, allá por junio de 1996, que finalmente ese año las autoridades de la Universidad de Oxford autorizaban oficialmente, treinta años después de su muerte, la enseñanza en sus recintos de las teorías del profesor Jung…).
Siguiendo ese mismo proceso de “rebelión científica”, prontamente, ya en los años sesenta, se fueron sumando gentes de otros campos disciplinarios, entre quienes cabe mencionar, muy rápidamente, a Karl Pribam (neurólogo que planteó la hipótesis “holográfica” sobre el funcionamiento del cerebro humano), D. Bohm (antiguo alumno de Einstein y quien fuera profesor durante muchos años en la Universidad de Londres), quien desde la física cuántica planteó su teoría de interpretación del universo denominada por él como “holomovimiento” y “orden implicado” (otro golpe para las leyes del “paradigma newtoniano”).
Les siguieron en esta “rebelión” paradigmática otras mentes brillantes tales como T. Leary (doctor en psicología y consumidor en cantidades industriales de LSD con fines experimentales), que, a partir de sus experimentos auto-inducidos con psicotrópicos, propuso teorías jamás planteadas tales como la “cosmogénesis”, “conciencia celular” y “consciencia filogenética” (nociones que por cierto, solamente gente como A. Huxley había “intuido” a través de su novelas, cuyo contenido, dicho sea de paso, habrían influido en las letras de algunas canciones de los Beatles y otras bandas famosas de rock sesentero).
Como una simple anécdota ilustrativa, se dice que T. Leary fue catalogado a inicios de los años setenta por Richard Nixon, como el “hombre más peligroso para los Estados Unidos”, y por supuesto, no pocas veces paró en la cárcel debido a sus experimentos poco reconocidos por la ciencia convencional (y esto no ocurrió en la Europa medieval de Torquemada, sino hace apenas unas cuatro décadas en la supuesta “sociedad más libre del mundo”).
También en los años setenta encontramos a S. Grof y a Capra, continuando con la misma tendencia anti-positivista y en pro de la formulación cada vez más articulada de un nuevo paradigma científico. Grof, desde la psicología experimental, propuso su teoría y a la vez, su terapia denominada “holotropismo”, con lo cual sostenía, sus pacientes podían realizar profundos procesos de “auto-introspección” a las zonas más profundas del inconsciente, sin seguir los pasos convencionales de la psicoterapia freudiana y sin usar psicotrópicos ni enteógenos (Grof sigue muy activo hoy en día, impartiendo talleres y seminarios en Brasil, México y otros países).
Capra, por su lado, desde la física teórica y experimental, publicó a mediados de los años setenta una serie de consideraciones teóricas que, entre otras cosas, planteaban nuevos desafíos al paradigma dominante en las ciencias, como la imposibilidad de la investigación científica absolutamente desprovista de “subjetividad”, de la íntima conexión que se establece entre el objeto de estudio y el investigador, y otra serie de consideraciones respecto a la conducta totalmente “mística” (y “anti-newtoniana”) de la materia en sus niveles sub-atómicos. Capra igualmente sigue muy activo hoy en día desde su fundación ecológica asentada en California.
Por si ello fuera poco, en los últimos años de vida de Bohm y de Krishnamurti (ambos ya muy mayores de edad a inicios de los años ochenta), estas dos mentes “iluminadas” del siglo XX desarrollaron un tren de actividades centradas en “conversatorios multidisciplinarios” y “foros públicos”, en los cuales intercalaban entrevistas y diálogos entre un grupo de personas que ellos denominaban “científicos” y otro grupo denominado “creativos”, pues de esa forma, sostenían ambos, estaba representado en los diálogos tanto el hemisferio izquierdo como el hemisferio derecho del cerebro humano.
Como algunos pudimos darnos cuenta, en los años noventa la tendencia a postular nuevas teorías fuera y en contra del paradigma oficial y dominante se profundizó todavía más, produciéndose el surgimiento de nuevos campos disciplinarios (“ciencia cognitiva”, “bio-matemáticas” entre otros), y manifestándose además nuevos procesos de fusión inter-disciplinaria, como la “neurofenomenología” (que es una articulación entre la corriente filosófica conocida como “fenomenología” y la neurología), la neuroteología (combinación entre la teología y la neurología) y también el llamado “ciber-psiquismo”, que es una fusión entre ciertas corrientes de la psicología experimental con la cibernética.
Todo esto ha producido, sin duda alguna, el desencadenamiento de un proceso de “revolución científica”, que en definitiva ya no tiene retorno. Para ilustrarlo de una manera sencilla, mencionamos dos ejemplos adicionales, el de Alan Wolf y el de Ingo Swann con el llamado “ciber-psiquismo”.
Wolf es un científico de la física teórica y experimental que inusitadamente, desde fines de los ochenta y los noventa, ha aplicado muchos de sus conocimientos en física experimental (como el comportamiento de partículas sub-atómicas dentro de los llamados “aceleradores de partículas”), a campos disciplinarios tan aparentemente alejados de la física como la antropología cultural y la psicología.
Fue precisamente en una de esas sus “andadas” que yo tuve la oportunidad de conocerle personalmente, durante un seminario-taller impartido por él en la ciudad de Londres, quizá a mediados de 1995. Wolf en esa ocasión disertó sobre el conocimiento cuántico y holístico que intuitivamente desarrollan muchos chamanes en su relación con la naturaleza y la gente que les rodea.
Él igualmente ha desarrollado la teoría jungiana sobre la “sincronicidad”, dándole una interpretación nueva (anti-positivista), a muchos de los acontecimientos aparentemente “casuales” que le ocurren a la gente de manera cotidiana, ello dentro del contexto de un nuevo esquema teórico o paradigma, que integra bajo una nueva luz la relación “objeto-sujeto”, las categorías “tiempo-espacio” y “acción-reacción”, bajo fundamentos muy alejados de las lógicas cartesianas y mecanicistas y más cercano al ancestral misticismo filosófico del Oriente.
El otro caso es el de Ingo Swann, psíquico de origen norteamericano.
¿Han visto ustedes de casualidad la película “Avatar”?
¿De qué va? O mejor dicho, ¿sobre qué va “Avatar”?
“Avatar” va sobre lo que viene, es decir, viene en las próximas décadas una acelerada simbiosis entre el desarrollo de múltiples capacidades y funciones cerebrales y la coordinación funcional (y operativa) con las computadoras, en gran medida, como interacción humano-máquina a grandes distancias.
Al respecto se conoce que ya desde los años ochenta y los noventa varias agencias de investigación y experimentación en EEUU, han venido desarrollando este nuevo campo disciplinario, aunque bajo un gran manto de secretismo.
Empezaron al parecer, con la “curiosidad científica” que despertaron dos personajes inquietantes. Uno es Uri Geller y el otro Ingo Swann, dos de los psíquicos vivientes más extraordinarios del siglo XX e inicios del XXI (ambos viven y trabajan activamente hoy en día aunque en cosas totalmente diferentes).
Lo que muchos investigadores encontraron en Geller al parecer no llamó tanto la atención de la comunidad científica (al menos no desde el punto de vista militar), y luego de ser revisado y contra-revisado con todo tipo de exámenes y estudios, él ha seguido con su vida “normal”, como ganarse “algunos pesitos” con el uso de sus facultades psíquicas aplicadas a la introspección marina en busca de pozos petroleros.
Swann, por su lado, resultó mucho más inquietante. Él demostró que su teoría de la “visión remota” (la capacidad para un ser humano de visualizar cosas del mundo externo a grandes distancias), es más que una simple hipótesis. Y se lo demostró a la NASA, en particular, en ocasión de ciertos vuelos experimentales llevados a cabo por esa agencia dentro del Programa “Apolo”.
Mucho antes de que las naves salieran de la tierra y enviaran hacia ella sus fotografías del suelo lunar y de Marte, Swann les describió numerosas veces por escrito y con gran lujo de detalles, lo que habrían de encontrar las naves en esos lugares…ello, sin que él necesitara salir de su sala experimental en California, donde solía sentarse a concentrarse en un apartado rincón.
No hay duda de que ningún psíquico ha sido tan rigurosamente investigado en condiciones de laboratorio (incluso, me parece hasta el punto del abuso), como Swann (se considera que al menos una decena de agencias secretas gubernamentales de su país lo tuvieron bajo exhaustivas investigaciones durante largos años).
Antes de retirarse a sus investigaciones privadas, tal y como el propio Swann lo reconoce en algunas de sus entrevistas y libros, a fines de los años ochenta, entrenó a diverso personal militar del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, en el arte de la “visión remota” con fines de espionaje militar.
Todo ello suena a “ciencia ficción”. Lo cierto es que en los años noventa la Asamblea General de las Naciones Unidas, reunida en su sede central en Nueva York, concedió quince minutos a Ingo Swann, para que expusiera ante la plenaria, los cuales él aprovechó para hablar de los “diecisiete sentidos de percepción” que existen en el ser humano”.
Otro duro golpe al paradigma de la ciencia dominante. Todavía hasta el día de hoy se sigue enseñando en las escuelas y colegios, que los seres humanos poseen únicamente “cinco sentidos” de percepción.
Y así podríamos extendernos hasta el cansancio con otros casos, como el del japonés Motoyama y sus estudios sobre los “centros energéticos del cuerpo”, y quien recibiera reconocimientos por parte de la OMS por su contribución al estudio científico de la acupuntura, o los recientes científicos premiados (tres médicos, dos hombres y una mujer), que recibieron el Premio Nobel de Medicina en el 2009, por sus descubrimientos relativos al poder regenerador (a nivel micro-celular) de la telomerasa.
Esta noticia en particular pasó para la prensa mundial (y para el gran público generalmente despistado), como una simple nota o un cable más de las agencias de noticias. Pero en verdad las implicaciones profundas de lo que significa la pequeña “puerta” que estos científicos han abierto, apenas y las comprendemos ahorita, como lo es, entre otras cosas, las implicancias de ello en las ambiciones de ciertas ramas de la ingeniería genética y la micro-biología, en empezar a tratar la vejez como una simple “enfermedad”, la cual, pronto (es posible), dejará de serlo para el que pueda $uperarla.
Todo ello no debe asombrarnos en realidad. T. Kuhn fue muy claro desde mediados del siglo XX, al advertir que todo paradigma científico nace, crece, se desarrolla y “muere”. En determinado momento éste deja de ser dominante ante el avance avasallador de un nuevo paradigma que ha entrado en la competición, y que demuestra ser capaz de dar respuestas y explicaciones efectivas a viejos y nuevos fenómenos y problemas irresueltos.
Desafíos culturales y políticos del Nuevo Paradigma Emergente
Como se sabe, la ciencia tiene tres grandes “compromisos externos”; el filosófico (como interpretación del mundo), el explicatorio (exponer las relaciones causales de los fenómenos), y el predictivo (anticiparse a los eventos).
Desde esta perspectiva, yo encuentro que la emergencia del nuevo paradigma científico representa dos grandes desafíos para la humanidad de hoy; uno, es de tipo cultural y el otro de tipo político.
Por el lado del desafío cultural, resulta obvio que todo esta “oleada” de pensamiento “místico” y “holístico”, que viene acompañada nada menos que del respaldo académico y científico de disciplinas tan reputadas y rigurosas como la física cuántica, las matemáticas y la teoría de la complejidad (a propósito, los viejos filosófos “hylozoistas” de la Grecia de Platón y Aristóteles deben ahorita estar brincando de felicidad en alguna dimensión), exige de la gente común (y de una buena parte del mundo científico que se obstina en no abandonar el viejo paradigma), el despliegue de una considerable capacidad (y voluntad) para dar un enorme “salto cognitivo”, y poder así estar a tono con lo que, quiérase o no, ha de venir en los próximos años y décadas del siglo XXI, bajo la forma de grandes transformaciones económicas, sociales, políticas, medioambientales, comunicacionales, de transportación, demográficas, urbanísticas, médicas, arquitectónicas, educativas, laborales, etc., etc.
Y por el lado del desafío político, el asunto es mucho más serio y si se quiere, hasta ominoso. El hecho de que un nuevo paradigma científico está emergiendo (es decir, lo viene haciendo lentamente desde hace ya cien años pero ahora se acelera), y que éste parece ser portador de un mayor poder transformativo y operativo sobre la naturaleza y sobre el ser humano, resulta ser una noticia ambivalente, buena y a la vez inquietante, por decir lo menos.
Ello sería una excelentísima noticia que nos pondría quizá al borde de recobrar el mítico “paraíso perdido”, de no ser por el hecho de que en el capitalismo el desarrollo científico y tecnológico jamás ha estado totalmente al servicio del bienestar de la humanidad (la civilización), sino más bien, al servicio del egoísta y desmedido afán de acumulación y concentración de poder y riqueza (la barbarie).
Y es justamente acá donde se encuentra nuestro dilema, el cual de momento apenas podemos esbozar a través de una interrogante central (para la cual, de antemano les digo, yo no tengo, al menos por ahora, la respuesta);
¿Seremos capaces los seres humanos de inicios del siglo XXI, de impedir que los asombrosos avances y potencialidades del nuevo paradigma científico, sean utilizados para terminar de completar el proyecto de dominación planetaria de las grandes corporaciones que hoy lideran el capitalismo global?
La importancia de la interrogante no debe subestimarse, principalmente si tomamos en cuenta que hoy en día, la mayor parte de producción de nuevo conocimiento técnico y científico ha sido “secuestrada”.
Las últimas décadas neoliberales han servido para “expropiar” enormes recursos (humanos, técnicos y financieros), a muchísimas universidades e incluso Estados de casi toda Europa, EEUU y de otras regiones, recursos que están hoy en día en manos de corporaciones privadas, prestas a “patentar” a su nombre todo lo que sea “confiscable” (en el caso de la expropiación científica que sufre América Latina, ésta se expresa a través del “robo de cerebros” que continuamente padecen las universidades y centros de investigación, ofreciendo trabajo estable y mejores condiciones laborales y salariales en el mundo “empresarial” tanto en el “Norte” como en sus propios países de origen).
Es una gran patraña que Capra lo ilustra recordándonos casos como el de la Monsanto, por ejemplo, que tiene en su agenda el control planetario de toda la cadena de producción alimentaria (hecho que según el mismo autor y científico que lo denuncia, ha sido reconocido por sus propios personeros), y la Shell, que desde ya “estudia” las posibilidades y potencialidades que presentará el “mercado de las energías renovables” para el 2050 (Capra, 2002, pp. 240 y 315).
En lo que no estoy de acuerdo con Capra es en su argumentación de que dado de que el capitalismo es insostenible, éste requiere ser rediseñado desde sus raíces. Esta afirmación es completamente ilusoria y por ende, irreal.
El capitalismo es un sistema mundial liderado y hegemonizado por una pequeña y poderosa élite. Ella es la única que está en capacidad real de “rediseñar” tal modo de producción, más esto no lo hará nunca, pues ello sería suicida para sus intereses hegemónicos de acumulación y centralización de recursos.
Hasta un aristócrata intelectual y liberal ilustrado como Schumpeter (muy alejado del marxismo y del socialismo), comprendió desde los años treinta del siglo pasado, que el capitalismo tarde o temprano tendría que desaparecer, debido en gran parte a la propia “irracionalidad” que le corroe desde sus entrañas (“…su inevitable tendencia hacia la concentración y acumulación desmedida y con ello, su compulsión hacia la destrucción de las propias bases sociales que le dan sustentación…”, para usar de manera literal sus propias palabras en uno de sus textos económicos).
Por ende, toda esa lista de “bonitas ideas renovadoras” que se podrían dar desde “Otro capitalismo” (supuestamente “ecológico” y “humano”), tales como “pasar de una economía de extracción a una de servicios y transferencias”; “pasar de una era ya no dominada por la idea de qué podemos extraer de la naturaleza, a otra basada en la noción de qué podemos aprender de ella…”; “del paso de una economía ya no basada en la propiedad de bienes sino en el servicio y en el flujo de recursos”; “del paso de una economía ya no basada en la explotación de recursos naturales, que son escasos, a otra, basada en la utilización plena de recursos humanos, que son abundantes..”; “de hacer más con menos”, etc, etc., todo ello me resulta sencillamente puro “capitalismo utópico”.
El capitalismo global de principios del siglo XXI no está para eso. La aguda competencia inter-capitalista (entre los países del BRIC, la UE, Japón y EEUU) no da un momento de respiro para pensar en una hipotética “refundación del capitalismo” (“Time is Money” sigue siendo su catecismo).
Ellos están para extraer hasta la última gota de riqueza de donde puedan sacarla, incluso si es posible, chupando hasta la última gota de sangre de quien sea necesario (cualquier región, grupo de paisitos o lo que sea).
De modo que menuda tarea tenemos frente a nosotros. Al igual que la globalización, en general, el tercer mundo no vive (o produce) ciencia ni tecnología (con excepción en América Latina de Cuba y Brasil), sino más bien la padece (aún cuando los pobres pobres crean que la disfrutan a través de juguetitos electrónicos que el “mercado” les facilita supuestamente a bajo precio…más para profundizar su alienación y su “aislamiento cognitivo” que su desarrollo personal e intelectual).
Pero esta vez las cosas están llegando bastante lejos, al punto que los nuevos poderes y potencialidades que traerá para el capitalismo hegemónico el nuevo paradigma científico, nos hacen temer sobre el futuro mismo de la humanidad en las próximas décadas.
De momento, al menos desde el punto de vista filosófico, al parecer la profecía aquella que emitiera Eliade a mediados del siglo XX, está empezándose a cumplir. Cuando en aquella ocasión le preguntaron sobre cómo consideraba él que sería el próximo siglo, contestó; “El siglo XXI será religioso o simplemente no será”.
Sin duda alguna, esta atractiva “aura” de misticismo y el holismo que trae consigo toda esta concepción interpretativa del nuevo paradigma científico le da la razón a Eliade. Esa es una buena noticia para quienes creemos que la materia y el mundo material que ella representa, está compuesta de elementos tangibles e intangibles, y que el pretendido dilema milenario de la filosofía (focalizado entre un supuesto antagonismo entre materialismo e idealismo), empieza a convertirse ahora sencillamente un “falso dilema”, al diluirse las fronteras.
Sin embargo, desde la perspectiva política, ahora falta ver que va a hacer el enfermizo capitalismo global con este nuevo paradigma científico. Parafraseando lo que una vez dijera Fidel Castro, podría decirse; “Los imperios no tienen fines altruistas, sólo intereses…”.
O como bien podríamos parafrasear al mismo Capra: “Las grandes empresas no hacen negocios (o investigación científica) pensando en el beneficio de la humanidad, sino pensando ante todo en el lucro”.
Sobre ello es que va la parte VII (final) del presente ensayo. |
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De: Marti2 |
Enviado: 26/07/2010 10:29 |
VII Final
“La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona” (Voltaire)
Uno de los ejes centrales desarrollados a lo largo de esta serie de artículos, ha sido el abordaje de la actual “subversión del sentido civilizacional”, en sus diferentes manifestaciones y consecuencias.
Ahora, en la parte final se aborda de manera muy sucinta, la forma más extrema que puede asumir cualquier expresión de barbarie: la guerra de gran escala. Y ya que ello constituye una amenaza permanente y, que además, tiene mucho que ver con el desquiciamiento y la pérdida relativa o completa de la racionalidad, conviene de antemano recordar ciertas cosas.
Una de ellas tiene que ver con la conocida frase de Nietzsche, donde mencionaba que “la locura rara vez se presenta en individuos aislados, pero que es muy común entre colectividades…”.
Recordé estas palabras del pensador alemán al revisar el extenso ensayo escrito por Andrew Gavin Marshall “A New World War for a New World Order” (“Una Nueva Guerra Mundial para un Nuevo Orden Mundial”), publicado recientemente (1).
Debido a lo extenso y a la enorme cantidad de datos e información que Gavin utiliza en su agudo análisis (expuesto en tres grandes partes o secciones), no puedo aquí sino presentar una síntesis del mensaje central del autor, el cual nos transmite de una forma culta, serena, analítica y sin dramatismos, pero con un fuerte sentido de preocupación, debido a lo que él considera “ominosas sombras” que ve aproximarse en el horizonte cercano de la humanidad.
En lo personal desearía que en este asunto el autor estuviera del todo equivocado, pero me temo que no se trata de un “pesimista desquiciado”, sino por el contrario, se trata del típico caso del hombre optimista pero muy bien informado.
En esencia, la médula de su mensaje se resume así; en primer lugar, se trata de comprender que ni el fin de la “Guerra Fría”, el desmoronamiento de la Unión Soviética ni la caída del Muro de Berlín, alejan a la humanidad del “Holocausto Nuclear”. De manera paradójica, el autor ve que los riesgos de una nueva guerra mundial se han incrementado considerablemente.
Esta aseveración tiene que ver un segundo aspecto relevante de su análisis, relacionado con la emergencia de una nueva realidad geopolítica mundial marcada por la “multipolaridad”, en donde ahora la hegemonía se la disputan ya no únicamente dos superpotencias, sino un conjunto más amplio de poderes regionales de vieja y reciente data, entre quienes sobresalen, los actores geopolíticos y geo-económicos del llamado “BRIC”, compuesto como sabemos, por Brasil, Rusia, India y China, más EEUU, la Unión Europea e Israel, todos ellos actores políticos con diversos grados de influencia regional, y por sobre todo, como una característica común a ellos, como lo es, la posesión de importantes recursos técnicos y científicos que los hacen detentadores de armamento nuclear, es decir, de armas de destrucción súbita y masiva.
Siguiendo la línea argumental del citado autor (pero que también aparece de manera reiterada con otros analistas), la creciente desestabilización estructural en la que ha entrado el capitalismo mundial (particularmente, a partir del segundo semestre del 2007), constituye el más importante factor que surge como potencial detonante político, debido a que tal escenario económico (aunado a “nuevas presiones” provenientes de una cada vez mayor crisis ecológica y medioambiental), agudiza e intensifica la competencia por el acceso y control de recursos, territorios y mercados.
En la óptica de Gavin Marshall, entre esta gama de nuevos y tradicionales “actores regionales”, resaltan dos bloques político-militares de especial relevancia: por una parte, el bloque compuesto por EEUU, la OTAN (que representa a Europa) e Israel, y por otro lado, el bloque del Este, liderado por Rusia y China.
En opinión de diversos analistas (tales es el caso de M. Weisbrot) (2), ven en Brasil una especie de “visagra” entre ambos bloques dominantes (que al final continua en cierta forma siendo dominado por una renovada dicotomía geopolítica Este-Oeste”), y hasta cierto esta posicición “equidistante” también podría aplicarse al caso de India, que pareciera encontrarse en una especie de “sándwich” entre ambos bloques dominantes.
En todo caso, las recientes voces de alarma de muchos analistas y, también de parte de ciertos dirigentes políticos de peso moral, que ahora se han sumado a pronunciar en voz alta estas advertencias, se han incrementado en vista de las cada día más evidentes señales por parte de EEUU y la OTAN, de utilizar el caso de Irán como pretexto para impulsar planes concretos de “contención geopolítica” en contra del renovado bloque del Este (Chusodousky y otros analistas internacionales, por ejemplo, son de esta misma opinión).
Como se aprecia fácilmente, de seguir su curso la escalada pre-bélica cada vez más notoria (“las guerras no surgen de repente” ha dicho recientemente a la prensa el presidente ruso Medvedev), la perspectiva de mediano plazo que se presenta para nuestra civilización es realmente oscura.
Mientras tanto, en diversos puntos de nuestra regiòn latinoamericana se alientan de nuevos los aires militaristas procedentes de EEUU, atizando no solo las diferencias entre Venezuela y Colombia, sino además, remilitarizando de nuevo la regiòn centroamericana (3).
De esa cuenta que ningún esfuerzo será poco de parte de los líderes políticos regionales que aún conservan la cordura, y también por parte de los pueblos organizados y movilizados en el centro y la periferia capitalista, para buscar por todos los medios, las vías efectivas para “sacudir” y movilizar a la conciencia de la comunidad mundial, en busca de frenar la caída hacia el abismo del militarismo y su más extrema expresión, la confrontación nuclear.
(1) A New World War for a New World Order. The Origins of World War III: Part 3: by Andrew Gavin Marshall, Global Research, 17 december, 2009. (2) “A New World Order is possible – and needed” . Mark Weisbot. Alainet; 25 mayo 2010. (3) Masiva presencia militar de EEUU en Costa Rica”. Eva Golinger, Alainet, 11 julio, 2010. - Sergio Barrios Escalante es Cientìfico Social e Investigador. Escritor. Publica la Revista Virtual mensual RAF-TULUM.
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