Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1914) Escritora uruguaya; su corta vida transcurrió en Montevideo, alterada, sobre todo, por los avatares y el final dramático de su peripecia sentimental: su pasión por Enrique Reyes, el matrimonio entre ambos, la separación, el divorcio y su asesinato a manos del antiguo marido, convertido ahora en amante. Eso no impidió a la Nena, ése era el apodo familiar,desarrollar una obra poética notable, que contó con la aprobación elogiosa de sus contemporáneos.
En El libro blanco (Frágil) de 1907 era evidente su deuda con los gustos y el lenguaje del modernismo, aunque algunos poemas ya trataban de conseguir una expresión lírica original, más adecuada a sus apasionadas vivencias personales. La logró en Cantos de la mañana (1910), y en Los cálices vacíos (1913), donde su erotismo conjuga con acierto el sueño y la vigilia, la pasión exaltada y el pesimismo, los sentimientos del amor y de la muerte. Algunos poemas más se recogieron en sus Obras completas, editadas en 1924 en dos tomos: El rosario de Eros y Los astros del abismo.
Ella era rubia, de ojos claros, que eran tan pronto azules o celestes, e incluso verdes, según la luz, asombrados, en los que ardía un fuego secreto. No daba la impresión de ser alta, pero sí espigada y flexible. Medina habla de "una niña de quince años, rubia y azul, ligera, casi sobrehumana, suave y quebradiza como un ángel encarnado, como un ángel lleno de encanto e inocencia". La tal niña era realmente una belleza, impresionante.
Aurora Curbelo Larrosa, su abogada, dijo haber conocido a Delmira desde niña, y la describió como cariñosa, bella, de carácter melancólico y dueña de una precoz y maravillosa imaginación.
El profesor de música Martín López, sostuvo que Delmira estaba muy bien dotada para la música, que tenía mucho talento, a pesar de que faltaba mucho a clase. Dijo que todo lo hacía bien, que era humilde, nada pedante, reservada y muy sumisa a su madre, a quien parecía encadenada.
Alberto Zum Felde dice que "Delmira esa terrible sacerdotisa de Eros, fue una niña perfectamente casta hasta el día de la muerte y nunca ningún otro hombre que su marido tuvo trato carnal con ella."
Los versos eran su mayor placer, pero también su tormento. A veces su tensión nerviosa llega a extremos insoportables. "Yo casi preferiría que no escribiera.", decía su madre.Delmira era una niña buena y obediente, sencilla y dulce, recatada, esa misma mujer que luego, en la alta noche, en las madrugasdas, era capaz de escribir versos inquietantes.
En sus últimos años de su vida, Delmira , aunque entrada en carnes, seguiría siendo bella, según asegura Omar Prego Gadea, en su obra Delmira.
El mobiliario de su casa lo describe ella misma: " una cama, un pequeño ropero estilo inglés, de pino de tea, una mesa de luz, un sofá de vestíbulo y algunas sillas".
La vida y la personalidad, llenas de enigmas y contradicciones, de esta poetisa, han hecho correr más tinta impresa, tal vez, que su propia obra literaria.
Perteneció a una familia acomodada de padres inmigrantes italianos. Su madre, María Murtfeldt, su padre, Santiago Agustini, y su hermano, Antonio Luciano Agustini. Por sus venas corría sangre de razas diversas, ya que uno de sus abuelos era francés, otro era alemán y sus dos abuelas uruguayas. Todos ellos sobreprotegían, casi mimaban, su vocación poética (sin entenderla demasiado) con la que escandalizó a la burguesa sociedad rioplatense.
De inteligencia precoz, autodidacta - a los cinco años sabía leer y escribir correctamente, a los diez componía versos - realizó estudios de francés, música ( ejecutaba en el piano las partituras más difíciles) y pintura con maestros privados y por su cuenta, y envió tempranas colaboraciones en prosa a la revista La Alborada que se publicaba por entonces en la capital de su país.
Pero lo que asombra en Delmira Agustini es la dicotomía mayor que rigió su vida, nunca satisfactoriamente explicada, y la cual descansaba en la doble personalidad que revelan, de un lado,la conducta " irreprochable" y convencional de su casi nula vida pública, y por el otro, la inquietante cerebración erotizada de su poesía.
En lo exterior: una señorita consentida de la burguesía provinciana del Montevideo de principios de siglo, y la que, en tanto que tal, se conducía como Dios manda ( y como le mandaba una madre absorbente, dominante y autoriataria de cuyas faldas parecía prendida). En lo interior y esencial: un ardiente temperamento femenino que, casi en estado sonambúlico o de "trance" ( así lo declaran quienes la conocieron) iba escribiendo, en la soledad hiperestésica de sus noches y guiada sólo por su extraordinaria penetración intuitiva ( en su lírica consignó fuertes notas pasionales sin haber conocido jamás, al decir de sus contemporáneos, amores pecaminosos) , los poemas de más apasionada sensualidad y sexualidad que jamás mujer alguna hubiera intentado en el mundo hispánico ( y aun fuera de éste). Estos poemas producían, la cosa no era para menos, el natural pasmo de sus coetáneos y de sus coterráneos. Así, Carlos Vaz Ferreira, el gran pensador uruguayo de su tiempo, y amigo de la familia, le esccribía con no disimulada perplejidad:
"Usted no debería ser capaz, no precisamente de escribir, sino de entender su libro [ y se refería el escritor aquí al primero de la autora, donde ella no había alcanzado aún el clímax de su intensidad pasional y de su hondísima comprensión de la vida]. Cómo ha llegado usted, sea a saber, sea a sentir, lo que ha puesto en ciertas páginas, es algo completamente inexplicable".
Esa dicotomía quizás no hubiera trascendido de no haber mediado el desventurado final que culminó su vida ( y dotó a su muerte de espectacularidad y escándalo). Su imaginación y su temperamento lírico desbordaban de ella; tuvo prisa en concretar sus ansias y deseos, y tras dejar su antiguo novio, Amancio Sollers, y después de un largo noviazgo rutinario con un hombre al que no amaba, Enrique Job Reyes, al parecer un noble negociante de ganado caballar, pero mediocre y que no compartía sus elevados ideales y era ajeno a sus intereses poéticos y de cultura, contrae el reglamentario matrimonio en el 14 de Agosto de 1913( entre los testigos de la boda se distinguen Juan Zorrilla de San Martín, que le recomendó al cura que se los " casara prontito y bien, de modo que no pudieran descasarse jamás" y Manuel Ugarte, de quien Demira se había enamorado poco antes de casarse y a quien unos meses después ella le diría que "él había sido el tormento de su noche de bodas"), y después de una brevísima luna de miel pasada en un poético chalet de Los Pocitos -a partir de aquí la catástrofe se precipita.
Antes de cumplirse mes y medio de celebrada la boda, "la Nena"-así la llamaban en la familia, y así firmaba ella las cartas afectadamente infantiles y triviales que escribía al novio- abandona con precipitación al ahora marido, se refugia de nuevo en la madre ( "huyendo de tanta vulgaridad", explica, y llevándose únicamente un libro de él: La Novela de las Horas y los Días) y entabla demanda de divorcio. Pero de inmediato inicia citas secretas -carnales y frecuentes- con aquél, convertido ahora en amante ( de ahí a que sus contemporáneos dijeran que había algo de morboso en ella ),mientras sostiene una correspondencia amororsa, sólo fragmentariamente conservada, con el escritor argentino Manuel Ugarte, a quien había conocido dos años antes. Delmira pidió la separación por agravios graves y luego recibió amenazas de su marido: Germán Costa asegura que "es cierto (que Reyes) la insultaba y no la trataba como un esposa, diciéndole: chusma, idiota, y otras palabras gruesas." Asimismo Jorge Eduardo Irvine, afirma que Reyes injurió a Delmira "varias veces tratándola de canalla, atorranta y otras cosas más, como si no fuera esposa de él." Por lo que no es de extrañar que en uno de aquellos encuentros ocultos, el ahora ex-marido (pues se les había concedido el divorcio, concretamente el 5 de Junio de 1914) , citándola para una entrevista, da muerte a Delmira , de dos balazos en la cabeza ( o según otros a puñaladas), y de inmediato se suicida pegándose un tiro. Esto ocurrió el 6 de julio de 1914, una semada después del atentado de Sarajevo del 29 de junio, el cual provocó la Primera Guerra Mundial.
En un diario se pudo leer:
"Ha sido un drama horrible y extraño. El trágico fin de los otrora espos Reyes- Agustini, ( ambos de 27 años)abre una intrigación que tal vez no se cerrará nunca. Los dos se amaban, como lo atestigua un largo idilio, durante el cual Delmira Agustini, poetisa excelsa vertió lo mejor de su amor en sus poesía consagradoras, y él, Reyes, depuso su espíritu de enamorado a los pies de su dueña. Era la pareja ideal. Nada faltó en su dicha. Amor, gloria, dinero: todo lo tenía. Luego vino el eclipse: ella por un lado, él por otro. ¿Es qué los novios no sabían ser esposos?. Apesar del divorcio el amor sobrevivió, más fuerte que antes. El idilio cambió de forma: los dos se amaron en la clandestinidad y el misterio. Allí, en la alcoba dodnde nadie más que ella era reina vivieron ese nuevo amor incomprensilbe y se incubó la tragedia. Los pobres muertos, jóvenes y dichosos, se han llevado consigo la explicación de ese desenlace enigmático, oscuro, novelesco."
Su producción literaria:
Formó parte de la generación de 1900, a la que también pertenecieron Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugonés y Rubén Darío( al que consideraba su maestro y tras conocerlo en 1912 en Montevideo, época en la que él estaba en la cumbre de su gloria, mantuvo una correspondencia), y de la generación del Río de La Plata (1910-1920), dominada mayoritariamente por hombres. Sus influencias fundamentales provinieron de los simbolistas franceses y de F. Nietzsche.
Delmira está considerada una de las iniciadoras de la poesía femenina. hispanoamericana, que le ha merecido los más lisonjeros elogios de los críticos. Asimismo Darío afirma que:
" es la primera vez que en lengua castellana aparece un alma femenina en la verdad de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su exaltación mística(...) Si esta niña bella continúa la lírica, revelación de su espíritu, como hasta ahora, va a asombrar a nuestro mundo de habla española".
Ha sido una de las voces más sinceras y brillantes de toda la lírica hispanoamericana. Es un milagro de intuición y de sonambulismo poético, pues su lirismo llega a profundidades metafísicas y originalidades de expresión que contrastan con su feminidad juvenil .Se caracterizan por una utilización de símbolos: estatua, cirio, sello, serpiente, búho, vino, cisne... en la que el amor es concebido como un absoluto, al cual - según Barret- se arrojó como a un abismo, cerrando los ojos.De ahí a que la denomine "poetisa por sagrada fatalidad". Delmira Agustini inaugura con su obra lírica (y en un diapasón emocional no superado en cierto modo) la trayectoria de la poesía escrita por las poetisas hispanoamericanas del llamado posmodernismo: Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storne y Gabriela Mistral, las mayores. Pero la suya, aunque evolucionada y contrastada en un rápido proceso de maduración interior, cae totalmente en el modernismo, y sus deudas con éste son incluso tópicas en tramo incial de la misma.
En cuanto a su estilo, debemos citar una importante característica que influirá en sus escritos. Sufría múltiple personalidad; era cuatro personas a la vez :Delmira, La Nena, La Potota y Joujou ( la de los perfiles en La Alborada). Por ello, es Delmira quien escribe los poemas y las cartas a Rubén Darío ( ver más abajo) mientras que quien escribe a sus padres es La Nena o La Potota , observándose un importante cambio en el léxico, que pendula desde un estilo cuidado y profundo a otro mucho más trivial y completamente infantil. Otra importante característica es la afición de Delmira( mejor deberíamos decir, la de Joujou) por realizar retratos literarios de personas de su época ( ver más abajo).
Del ya manido almacén modernista, aunque algunos poemas ya trataban de conseguir una expresión lírica original más adecuada a sus apasionadas vivencias personales, muchos proceden de los elementos expresivos -perlas y mármoles, cisnes y lagos, oros y azules- que pueblan y decoran ese tramo, el de El libro blanco (1907), quizá la mejor obra que ha escrito, que da testimonio de feminidad inequívoca, de exaltación lírica y sensibilidad delicada y ofreciendo en germen todo su mensaje de " sensualidad mística". Sus Obras Completas a las que se agregaron El rosario de Eros y su volumen póstumo Los astros del abismo, fueron publicadas en 1924, manifiestan, en palabra e incidente una exacerbación del amor, una sexualidad anhelante, hasta ese momento nunca presente en la poesía de lengua española, y mucho menos en la escrita por mujeres.
Por primera vez una mujer joven y bella abría su corazón con impúdica desenvoltura y en un lenguaje tan audaz como poético , tempestuoso y sugestivo, sacaba a la luz sus más íntimos sentires. Pero lo confiesa con tanta sinceridad, que unos como Ferreira, lo suponen, dada la edad de la poetisa, producto de un estado de creación inconsciente, y otros, como Federico Onís, lo juzgan reflejo de estados intuidos más bien que de realidades vividas. De cualquier manera es el mismo Eros quien inspira aquellos poemas crepitantes de deseos y satisfacciones carnales. Así, El Rosario de Eros, es todo voluptuosidad, júbilos y pasión vital en esta mujer nacida para el amor. Pero todo esto es mentira, espejismo puro. El goce, sobretodo el carnal, llevan en el fondo un poso de tristeza, y esa tristeza, inseparable del placer, se derrama, quiéralo o no la poetisa, por todos y cada uno de sus versos ( gritos encendidos de bacante y delirios misteriosos de pitonisa), aun de aquellos más aparentemente despreocupados. ¿Presagiaba Delmira en estos versos su trágico fín?
La riqueza y la variedad de su lenguaje, el tono íntimo y a veces desgarrado con que expresa sus intuiciones ponen al lector en contacto con un alma ardiente e isatisfecha que buscó en el poema respuesta al deseo, a la inquietud que, por vía indirecta acabó llevándola a la muerte. Asimiso, en 1969 apareció su Correspondencia íntima. Pero en un lapso muy breve - seis años y dos nuevos volúmenes: Cantos de la mañana (1910) que deja oír una voz de registros diferentes y complementarios, capaz de cantar la belleza del mundo;y Los cálices vacíos, (1910) contentivo este último de su ya asegurada plenitud -va a crecer hacia una poesía de rara originalidad, aunque nunca de una perfección técnica total, lograda (como en otros miembros de la segunda prevención modernista:los citados anteriormente y Valencia, si bien cada uno por diferentes caminos), a base del ahondamiento personal de la simbología empleada, y del entrañamiento sustantivo, a veces casi deformante (o sorpresivo) y por ello nada ornamental, de sus símbolos propios. Con preferencia, en Delmira, serán ahora buitres y hongos, gusanos y arañas, vampiros y serpientes, quienes darán la materia, como en ráfagas, para visiones y configuraciones oníricas, en ocasiones de sugestión expresionista. Con ellos incorporaba expresivamente los esguinces de una ambiciosa visión interior donde lo tormentoso y sombrío se aliaba al fuerte reclamo erótico que la sostiene.Sus imágenes están dotadas de un poder de sugerencia enorme, y el lector se asoma a ellas, como a una sima de terrible fondo. Porque esa visión era, básicamente, dual y de gran complejidad. Ya en el poema que abre Los cálices vacíos -el titulado Ofrendado el libro-describe a Eros como integrado del placer y el dolor, plantas gigantes.Y los rubica con este otro versos, definidor de ese dualismo que por dentro la enciende y la carcome a la vez: -Con alma fúlgida y carne sombría.Su poesía oscila siempre así entre los consabidos pares polares que pudo abrevar en la tradición del decadentismo, y por consiguiente en Baudelaire: el placer y el dolor, como se ha visto y correspondiente al deseo y la impotencia, el Bien y el Mal, el Amor y la Muerte,la Vida y la Muerte. Y ni faltarán las muy explícitas señales o alusiones sadomasoquistas,como ha notariado Rodríguez Monegal ( quien de paso ha señalado la raíz bodeleriana que, en lo literario, tiene esa escisión interior de la poetisa). Y el tema ha sido documentado después por Doris T. Stephens en su libro de 1975, haciendo notar que, debido a su creencia en la voluptuosidad de la muerte,Delmira busca voluntariamente el dolor y la destrucción y su imaginería se carga así de esas aludidas sugerencias sadomasoquistas.
Una experiencia del amor en su totalidad, desde las sensaciones de la carne hasta su absoluta trascendencia es lo que devuelve en su conjunto la extraña y turbadora poesía de Delmira Agustini (y por ello se ha podido hablar, con mayor o menos acierto en la formulación, de la mística o metafísica de su erotismo, el cual es idealizado por la tortura de un ensueño extrahumano, preso en la cárcel de la materia). Y en un símbolo, al que dotó de una sugestión muy personal y que por ello repite en sus poemas, el de la estatua, parece haber resumido el conflicto entre el ardor pasional que le consumía, y la vida -las reglas y convenciones de la sociedad que le imponían una calma o serenidad estatuaria contra la cual constpiraba ( intuitiva, instintivamente) la turbulencia y fogosidad de todo su ser. La verdadera historia de ese drama no hay que buscarla en los datos externos de su biografía, a pesar de que oscuramente la refrendara su trágico final, sino en esa absoluta ( y audaz) desnudez de un alma ardida de mujer que entrega su intensa y visionaria poesía.
Las tónica general de su poesía es erótica, habiéndosela comparado a Safo, poetisa griega ( ver más abajo). Pero su erotismo se diferencia fundamentalmente de lo antes conocido por su trascendentalidad metafísica; su esencia, de índole trágica, sube de las raíces más profundas y doorosas del ser para florecer en imágenes de extraordinaria belleza y originalidad, doblemente audaces, así en lo estético como en lo moral, pues rompe en la consigna de clausura del pudor impuesta secularmente a la voz femenina. El amor carnal, es en su verso, tránsito hacia un más allá de la carne y de sí misma; por eso están hechos de visiones oníricas y de gritos de angustia. El mundo de sus poemas es sombrío y atormentado, en el que sopla un viento tempestuoso lleno de clamores y llamamientos lejanos.
Mas, se hallan asimismo en su obra profundos pensamientos de intuición filosófica, una especie de saber infuso, lo que hizo decir a Vaz Ferreira, cuando publicó su primer libro, que era un milagro, pues ella no debería poder escribir ciertas cosas ni aun entenderlas. Su estilo se correlaciona, en modo general, con el Modernismo que prevalece en su época, habiendo ejercido mayor influjo sobre su estética, D´ Annunzio entre los europeos por su sangre italiana y , Rubén Darío entre los americanos, por su nacimeinto y su lengua, nuestra poetisa no supo o no pudo desviar su alma por caminos de misticismo que hubieran podido sublimar en el campo religioso sus incontenibles impulsos sensuales. Con todo, su obsesión erótica, sin velos ni tapujos, adquieren indudable jerarquía literaria al pasar por la pluma idealizadora de la artista; porque, al fin y al cabo, habría que peguntarse dónde estaban los límites de su realidad erótica y de su erotismo fantástico, ya que existía una lucha entre realidad y sueños, entre cuerpo y alma; yendo la autora de uno a otro en la búsqueda de sí misma
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