No tengan miedo
MIAMI, Florida - Han pasado un poco más de 10 años, pero la guatemalteca Julia Gabriel aún recuerda con detalle la pesadilla que vivió junto a otros trabajadores inmigrantes, secuestrados y esclavizados en un campo de cultivo de Carolina del Sur. Sabe que en el siglo XXI a otros les puede ocurrir lo mismo. Su deber es dar una voz de alerta.
Gabriel era una inmigrante indocumentada que dejó a su familia en Guatemala para buscar un mejor futuro en Estados Unidos. De 32 años de edad, se conviritó en una testigo clave de la fiscalía federal para encausar y condenar a los contratistas floridanos Miguel Flores y Sebastián Gómez, por extorsión y esclavitud.
"El mensaje que siempre les he dado es que no tengan miedo... entre más callado te quedes, más se aprovechan de uno", aseguró Julia en una conversación telefónica con Univision.com. Se refiere a los derechos que tienen los trabajadores agrícolas en Estados Unidos, tengan o no documentos migratorios.
"Lo que yo pasé todavía no se acaba del todo, porque los mismos hispanos somos los que estamos chingando a la gente, porque el que nos estaba chingando a nosotros era un hispano, no era un bolillo (estadounidense)", agrega con preocupación.
Su relato es pausado. Con una voz suave y alegre, al principio del diálogo advierte que no sabe cuánto podrá hablar porque le queda poco tiempo en la tarjeta prepagada de su celular.
No tiene teléfono en su apartamento. Vive al oeste de Immokalee, pero ya no va a la pisca en los campos. Ahora trabaja en un hotel haciendo la limpieza de las habitaciones.
Un sueño se convirtió en pesadilla
Regresa en el tiempo, a la época que comenzó su aventura: "Soy de Buenavista, eso es cerca de la frontera con Chiapas. Ya ni me acuerdo hace cuánto salí de Guatemala, yo tenía 18 años cuando salí de allá. Veníamos con un amigo y como tres meses demoramos para llegar hasta Carolina del Sur, pero porque [primero] nos quedamos trabajando en la frontera con México".
"Cruzamos el desierto, pasamos por Sonora. Caminamos como cinco días y luego llegamos a Phoenix [Arizona] y en una huerta de naranjas conocimos a un señor que traía gente para Carolina del Sur. Decía que ahí había trabajo y pagaban muy bien", relató.
Julia no se imaginó que ese era el inicio de su pesadilla.
Se comprometió a pagar 700 dólares por el viaje pero no tenía el dinero y cayó en la trampa: "Nosotros preguntamos cómo lo ibamos a pagar y él nos respondió que a medida que trabajen van pagando".