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Ciencia: Una Nueva Tierra -Eckhart Tolle - Libro "2"
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De: Marti2 (message original) |
Envoyé: 27/01/2011 03:13 |
TODAS LAS ESTRUCTURAS SON INESTABLES El impulso inconsciente del ego, independientemente de la forma que adquiera, busca fortalecer la imagen de quien yo pienso que soy, el ser fantasma que comenzó a existir cuando el pensamiento (una gran bendición pero también una gran maldición) comenzó a dominar y ensombreció la alegría sencilla pero profunda de estar conectados con el Ser, la Fuente, Dios. La fuerza que motiva el comportamiento del ego, cualquiera que éste sea, siempre es la misma: la necesidad de sobresalir, de ser especial, de tener el control; la necesidad de tener poder, de recibir atención, de poseer más. Y, por supuesto, la necesidad de sentir la separación, es decir, la necesidad de la oposición, de tener enemigos.
El ego siempre desea algo de los demás o de las situaciones. Siempre tiene sus pretensiones ocultas, el sentido de no tener suficiente, de una carencia que necesita satisfacerse. Utiliza a las personas y a las situaciones para obtener lo que desea y ni siquiera cuando lo logra siente satisfacción duradera. Muchas veces ve frustrados sus propósitos y, casi siempre la brecha entre lo que desea y lo que hay se convierte en una fuente constante de desasosiego y angustia. La canción famosa que se convirtió en un clásico de la música popular titulada I Can't Get No Satisfaction (No consigo satisfacción alguna), es la canción del ego. La emoción subyacente que gobierna toda la actividad del ego es el miedo. El miedo de ser nadie, el miedo de no existir, el miedo de la muerte. Todas sus actividades están encaminadas a eliminar este miedo, pero lo máximo que el ego puede lograr es ocultarlo temporalmente detrás de una relación íntima, un nuevo bien material, o un premio. La ilusión nunca nos podrá satisfacer. Lo único que nos podrá liberar es la verdad de los que somos, si logramos alcanzarla. ¿Por qué el miedo? Porque el ego surge a través de la identificación con la forma y en el fondo sabe que ninguna forma es permanente, que todas las formas son efímeras. Por consiguiente, siempre hay una sensación de inseguridad alrededor del ego, aunque en la superficie éste parezca seguro de sí mismo.
Mientras caminaba con un amigo por una reserva natural muy hermosa cerca de Malibú en California, tropezamos con las ruinas de la que fuera una casa de campo, destruida por el fuego hace muchos años. Al aproximarnos a la casa, sepultada debajo de los árboles y una vegetación imponente, vimos un aviso al lado del camino, puesto por las autoridades del parque. Decía: "Peligro. Todas las estructuras son inestables". Le dije a mi amigo, "Ese es un sutra (escritura sagrada) profundo". Permanecimos allí, extasiados. Una vez que aceptamos y reconocemos que todas las estructuras (las formas) son inestables, hasta las que parecen más sólidas, emerge la paz en nuestro interior. Esto se debe a que al reconocer la transitoriedad de todas las formas despierta en nosotros la dimensión de lo informe que llevamos dentro y que está más allá de la muerte. Eso que jesús denominó "vida eterna".
EL EGO NECESITA SENTIRSE SUPERIOR Hay muchas formas sutiles del ego que pueden pasarse por alto fácilmente, pero que podemos observar en otras personas y, más importante todavía, en nosotros mismos. Es preciso recordar aquí que tan pronto como tomamos conciencia de nuestro ego, esa conciencia es lo que somos más allá del ego, el "Yo" profundo. El reconocimiento de lo falso comienza a aflorar lo real. Por ejemplo, cuando estamos a punto de darle a una persona una noticia y decimos, "adivina, ¿todavía no sabes? Déjame contarte", estamos lo suficientemente alertas y presentes para detectar una sensación momentánea de satisfacción antes de impartir la noticia, aunque sea mala. Eso se debe a que, por un instante hay a los ojos del ego un desequilibrio a favor nuestro y en contra de la otra persona. Por un instante, sabemos más que el otro. Esa satisfacción la siente el ego y se deriva de una sensación más fuerte del yo con respecto a la otra persona. Aunque esa otra persona sea el presidente o el Papa, nos sentimos superiores en ese momento porque sabemos más. Muchas personas son adictas a las murmuraciones en parte por esa razón. Además, las murmuraciones conllevan un elemento malicioso de crítica y de juzgar de los otros, de tal manera que refuerza al ego a través de la superioridad moral implícita pero imaginada que sentimos siempre que juzgamos negativamente a otra persona. Si una persona tiene más, sabe más, o puede hacer más que yo, el ego se siente amenazado porque la sensación de ser "menos" menoscaba lo que imagina ser con respecto a esa otra persona. Entonces podría optar por restablecerse disminuyendo, criticando o menospreciando el valor de los bienes, el conocimiento o las habilidades de la otra persona. O podría cambiar de estrategia y, en lugar de competir con la otra persona, se engrandecerá asociándose con esa persona, si es que ella es importante a los ojos de los demás.
EL EGO Y LA FAMA El bien conocido fenómeno de "dejar caer nombres", mencionar a personas conocidas como quien no quiere la cosa, es parte de la estrategia del ego para crear una identidad superior a los ojos de los demás y, por tanto, a sus propios ojos, por medio de la asociación con alguien "importante". La tristeza de ser famosos en este mundo es que nuestro verdadero ser queda sepultado por una imagen mental colectiva. Casi todas las personas a quienes conocemos querrán engrandecer su propia identidad, su imagen mental de lo que son, a través de su asociación con nosotros. Tampoco ellas saben que no sienten interés alguno por nosotros sino por engrandecer su sentido ficticio del ser. Creen que pueden ser más a través de nosotros. Tratan de completarse a través de nosotros, o mejor, a través de la imagen mental que tienen de un personaje famoso, una identidad conceptual colectiva grandiosa. La absurda importancia que se le atribuye a la fama es una de las muchas manifestaciones de la locura egotista de nuestro mundo. Algunas personas famosas caen en el mismo error y se identifican con la ficción colectiva, la imagen que los medios y la gente han creado de ella, y comienzan a considerarse superiores a los mortales comunes y corrientes. La consecuencia es que cada vez se distancian más de ellas mismas y de los demás, son cada vez más infelices y dependen cada vez más de la permanencia de su popularidad. Al estar rodeadas solamente por quienes alimentan la imagen distorsionada que tienen de sí mismas, pierden toda capacidad para establecer relaciones genuinas. Albert Einstein, admirado casi como un superhombre y cuyo destino fue convertirse en uno de los seres más famosos del planeta, jamás se identificó con la imagen que la mente colectiva había creado de él. Continúo siendo humilde y sin ego. En realidad, hablaba de "una contradicción grotesca entre lo que la gente piensa que son mis logros y habilidades, y la realidad de lo que soy y de mi verdadera capacidad".5 Es por eso que a los famosos les es difícil entablar relaciones genuinas con las demás personas. Una relación genuina es aquella en la cual no domina el ego con su búsqueda del yo y su creación de imágenes. En una relación genuina hay una corriente de atención sincera y alerta hacia la otra persona, en la cual no hay sensación alguna de deseo. Esta atención alerta es la Presencia. Es el requisito para toda relación auténtica. El ego siempre desea algo, o si cree que el otro no tiene nada que ofrecerle, permanece en un estado de total indiferencia: no se interesa por el otro. Así, los tres estados predominantes de las relaciones egotistas son: carencia, deseos frustrados (ira, resentimiento, acusación, quejas), e indiferencia.
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De: Marti2 |
Envoyé: 27/01/2011 03:17 |
CAPÍTULO CUATRO
LA REPRESENTACION DE PERSONAJES: LAS MIL CARAS DEL EGO Un ego que desea algo de otra persona, y cuál ego no lo desea, generalmente representa algún tipo de papel a fin de satisfacer sus "necesidades", trátese de una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, una sensación de ser especial, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica. Por lo general, las personas no toman conciencia alguna de los personajes a los cuales representan. Son esos personajes. Algunos papeles son sutiles; otros son francamente manifiestos, salvo para la persona que los representa. Algunos papeles sólo tienen por objeto atraer la atención de los demás. El ego se alimenta de la atención de los demás, la cual es, después de todo, una forma de energía psíquica. El ego ignora que la fuente de toda energía está en el interior, de manera que la busca externamente. El ego no busca la atención informe de la Presencia, sino alguna forma de atención como el reconocimiento, la alabanza, la admiración, o sencillamente ser notado de alguna manera, lograr que se reconozca su existencia.
La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme y a la vez desea la atención de los demás. El temor es que la atención adopte la forma de desaprobación o crítica, es decir, algo que menoscabe su sentido de ser en lugar de engrandecerlo. Así, el temor de recibir atención es mayor que la necesidad de tenerla. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo, la idea de ser inadecuado. Toda noción conceptual del ser (verme a mi mismo de tal o cual manera) es ego, trátese de un concepto predominantemente positivo (soy el mejor) o negativo (no sirvo para nada). Detrás de todo concepto positivo de uno mismo está el temor de no ser lo suficientemente bueno. Detrás de todo concepto negativo de uno mismo se oculta el deseo de ser el mejor de todos, o mejor que los demás. Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a la inferioridad. Y al revés, el ego tímido que se siente inferior, tiene un fuerte deseo oculto de ser superior. Muchas personas fluctúan entre la sensación de inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las personas con quienesentran
en contacto. Lo único que usted necesita saber y observar en usted mismo es lo siguiente: cada vez que se sienta superior o inferior a alguien, es problema de su ego.
MALVADO, VÍCTIMA, AMANTE Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admiración, se contentan con otras formas de atención y representan los personajes necesarios para obtenerlas. Si no consiguen atención positiva, podrían buscar la atención negativa, provocando, por ejemplo, una reacción negativa en otra persona. Algunos niños lo hacen. Se comportan mal para atraer la atención. La representación de papeles negativos adquiere fuerza especialmente cuando el ego se amplifica a causa de un cuerpo de del dolor activo, es decir, por el sufrimiento emocional del pasado que desea renovarse sintiendo más dolor. Algunos egos cometen crímenes en aras de la fama. Buscan atención haciéndose notorios y provocando la condena de los demás. Su súplica parece ser la de "por favor díganme que existo, que no soy insignificante". Esas formas patológicas del ego son solamente versiones más extremas de los egos normales. Uno de los personajes representados con mayor frecuencia es el de la víctima, la cual busca la simpatía, o la compasión, o el interés de los demás por mis problemas, "yo y mi historia". La víctima es uno de los componentes de muchos patrones egotistas, como renegar, sentirse ofendido, injuriado, etcétera. Claro está que una vez que nos identificamos con una historia en la cual nos hemos asignado el papel de víctimas, no deseamos que caiga el telón y, por tanto, como todos los terapeutas lo saben, el ego no desea poner fin a sus "problemas" porque son parte de su identidad. Si nadie desea escuchar nuestra triste historia, podemos repetírnosla mentalmente una y otra vez para sentir compasión por nosotros mismos y poseer la identidad de una persona maltratada por la vida, por las demás personas, por el destino o por Dios. Es una forma de dar definición a la imagen que tenemos de nosotros mismos, de ser alguien, lo cual es lo único que le interesa al ego.
En las primeras etapas de muchas supuestas relaciones románticas, es bastante común que las personas representen personajes con el fin de atraer y retener a quien quiera que el ego perciba ha de ser la persona que "me dará felicidad, me hará sentir especial y satisfará todas mis necesidades". "Representaré el papel de quien deseas que yo sea, y tú desempeñarás el papel de quien yo deseo que seas". Ese es el acuerdo tácito e inconsciente. Sin embargo, representar personajes implica un gran esfuerzo que no se puede mantener indefinidamente, en particular después de que se inicia la vida en común. ¿Qué queda cuando se abandonan los personajes? Infortunadamente, en la mayoría de los casos no queda todavía la verdadera esencia de ese ser sino lo que cubre la verdadera esencia: el ego desnudo privado de sus máscaras, con su cuerpo de dolor y sus frustraciones que ahora se convierten en ira dirigida principalmente contra el cónyuge o la pareja por no haber eliminado el miedo subyacente y la carencia, elementos intrínsecos del sentido egotista del ser. En la mayoría de los casos, el llamado "enamoramiento" es una intensificación de los deseos y las necesidades. Nos volvemos adictos a otra persona, o mejor, a la imagen que hemos fabricado de ella. No tiene nada que ver con el verdadero amor, el cual no conoce la carencia. El español es el idioma más honesto con respecto a las nociones convencionales del amor: te quiero significa a la vez "te deseo" y "te amo", pero ésta última expresión, en la cual no hay esa ambigüedad, rara vez se utiliza, quizás porque el amor verdadero es igualmente escaso.
DESHACERSE DE LAS DEFINICIONES AUTOIMPUESTAS Cuando las culturas tribales dieron paso a las civilizaciones antiguas se fueron creando determinadas funciones para ciertas personas: gobernante, sacerdote o sacerdotisa, guerrero, campesino, comerciante, artesano, trabajador, etcétera. Se desarrolló un sistema de clases. La función para la cual generalmente se nacía determinaba la identidad, determinaba lo que era la persona a los ojos de los demás, lo mismo que a sus propios ojos. La función se convertía en un personaje, pero no se la reconocía como tal: era la persona misma, o lo que ésta pensaba que era. Solo unos pocos seres de ese tiempo, como Buda o Jesús, reconocieron la absoluta irrelevancia de la casta o la clase social; la vieron como la identificación con la forma y reconocieron que esa identificación con lo condicionado y lo temporal impedía el paso de la luz de la esencia incondicionada y eterna de cada ser humano. En el mundo contemporáneo, las estructuras sociales son menos rígidas, menos definidas de lo que eran antes. Claro está que aunque la mayoría de las personas todavía están condicionadas por su entorno, ya no son asignadas automáticamente a una función ni a una identidad. En efecto, en el mundo moderno cada vez es mayor el número de personas confundidas acerca de su posición, su propósito y hasta de lo que son. Generalmente felicito a las personas que me dicen, "Ya no sé ni quién soy». Me miran perplejas y preguntan, «¿acaso está diciendo que es bueno estar confundido?" Entonces les pido que lo investiguen. ¿Qué significa estar confundido? "No saber" no es confusión. La confusión es: "no sé, pero debería saber" o "no sé, pero necesito saber". ¿Es posible deshacerse de la idea de que uno debe o necesita saber quién es? En otras palabras, ¿es posible dejar de buscar definiciones conceptuales para sentir que somos? ¿Es posible dejar de buscar una identidad en el pensamiento? ¿Qué le pasa a la confusión cuando nos deshacemos de la idea de que debemos o necesitamos saber quiénes somos? Desaparece súbitamente. Cuando aceptamos plenamente que no sabemos, entramos en un estado de paz y claridad más parecido a lo que somos realmente de lo que podría ser el pensamiento. Definirse a través del pensamiento es limitarse a sí mismo.
PERSONAJES PREDETERMINADOS Claro está que en este mundo las personas inteligentes cumplen diferentes funciones. No podría ser de otra manera. En lo que respecta a las habilidades intelectuales o físicas como el conocimiento, las destrezas, los talentos y los niveles de energía, hay una gran variedad entre los seres humanos. Lo que realmente importa no es la función que cumplimos en este mundo, sino si nos identificamos hasta tal punto con esa función que ella se apodera de nosotros y se convierte en el personaje de un drama que representamos. Cuando representamos personajes estamos inconscientes. Cuando reconocemos que estamos representando un personaje, ese simple reconocimiento crea una separación entre nosotros y el personaje. Es el comienzo de la liberación. Cuando estamos completamente identificados con un personaje, confundimos un patrón de comportamiento con nuestra verdadera esencia y nos tomamos muy en serio.
También asignamos inmediatamente otros papeles a los demás para que concuerden con nuestro personaje. Por ejemplo, cuando visitamos a un médico que está completamente identificado con su personaje, no somos para él un ser humano sino un paciente o un caso. Aunque las estructuras sociales del mundo contemporáneo son menos rígidas que las de las culturas antiguas, todavía hay muchas funciones predeterminadas o papeles con los cuales la gente se identificafácilmente
y que, por consiguiente, pasan a formar parte del ego. Esto hace que las interacciones humanas pierdan autenticidad, se deshumanicen y sean alienantes. Estos papeles predeterminados pueden generar una cierta sensación cómoda de identidad pero, en últimas, nos perdemos en ellos. Las funciones que desempeñan las personas en las organizaciones jerárquicas como las fuerzas armadas, la iglesia, las entidades gubernamentales o las grandes corporaciones se prestan fácilmente a convertirse en identidades. Es imposible que haya interacciones humanas auténticas cuando las personas se diluyen en sus personajes. Podríamos decir que algunos de los papeles predeterminados son los arquetipos sociales. Los siguientes serían apenas algunos de ellos: el ama de casa de clase media (no tan prevaleciente como antes, pero todavía generalizado); el macho valiente; la mujer seductora; el artista "inconforme"; una persona "culta" (un papel bastante común en Europa) que hace gala de su conocimiento de la literatura, las bellas artes y la música, de la misma manera que otros podrían alardear de un vestido costoso o un automóvil de lujo. Y está el papel universal del adulto. Cuando representamos ese papel nos tomamos muy en serio tanto a la vida como a nosotros mismos. La espontaneidad, la alegría y la despreocupación definitivamente no caracterizan a ese personaje.
El movimiento hippie originado en la costa occidental de los Estados Unidos en los años 60 y que más adelante se diseminara por todo el mundo occidental nació del rechazo de muchos jóvenes de los arquetipos sociales, los papeles, los patrones predeterminados de comportamiento y también de las estructuras sociales y económicas egotistas. Se rehusaron a representar los papeles que sus padres y la sociedad deseaban imponerles. Es importante señalar cómo el movimiento coincidió con los horrores de la guerra de Vietnam donde murieron más de 57 000 jóvenes estadounidenses y 3 millones de vietnamitas, y a través de la cual fue posible ver palpablemente la demencia del sistema y de la mentalidad subyacente. Mientras que en los años 50 la mayoría de los estadounidenses eran extremadamente conformistas tanto en pensamiento como en conducta, durante los años 60 millones de personas comenzaron a rechazar su identificación con una identidad colectiva conceptual, debido a que pudieron ver claramente la demencia colectiva. El movimiento hippie representó la flexibilización de las estructuras egotistas de la psique humana, las cuales habían sido tan rígidas hasta ese momento. El movimiento como tal se degeneró y desapareció, pero dejó una puerta abierta, y no solamente para quienes formaron parte de él. Eso permitió que la antigua sabiduría y espiritualidad de Oriente avanzaran hacia Occidente y desempeñaran un papel fundamental en el despertar de la conciencia global.
PERSONAJES TRANSITORIOS Cuando estamos lo suficientemente despiertos y conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos al frente. Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos. La forma como nos dirigimos al presidente de la compañía puede tener diferencias sutiles con la forma como hablamos con el portero. Podemos hablar de manera diferente con un adulto que con un niño. ¡Por qué? Porque representamos distintos personajes. No somos nosotros mismos ni cuando nos dirigimos al presidente, o al portero o al niño. Cuando entramos en un almacén para comprar algo, cuando salimos a un restaurante, al banco, a la oficina de correos, representamos unos papeles sociales predeterminados.
Nosconvertimos en clientes, y hablamos y actuamos como tales. Y recibimos tratamiento de clientes de parte del vendedor o del mesero, quien también estará representando su personaje. Hay una serie de patrones de comportamiento condicionado que entran en juego entre dos seres humanos y determinan la naturaleza de su interacción. En lugar de que la interacción ocurra entre dos personas, ocurre entre dos imágenes conceptuales. Mientras más identificadas estén las personas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación.
Tenemos una imagen mental no solamente de la otra persona, sino de nosotros mismos, especialmente con respecto a la relación particular entre las dos. Por tanto, no soy yo quien me relaciono con la persona, sino que mi idea de lo que soy yo se relaciona con mi idea de lo que es la otra persona, y viceversa. La imagen conceptual que la mente fabrica de nosotros mismos se relaciona con su propia creación, es decir, la imagen conceptual fabricada acerca de la otra persona. Lo más probable es que la mente de la otra persona haya hecho lo mismo, de tal manera que todas las interacciones egotistas entre dos personas en realidad son interacciones entre cuatro identidades conceptuales fabricadas por la mente, las cuales, en últimas, son ficticias. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera. |
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De: Marti2 |
Envoyé: 27/01/2011 03:22 |
EL MONJE DE LAS MANOS SUDOROSAS Kasan, monje y maestro Zen, debía oficiar durante el funeral de un noble famoso. Mientras esperaba a que llegara el gobernador de la provincia y otras personalidades notables, notó que le sudaban las palmas. Al día siguiente reunió a sus discípulos y les confió que todavía no estaba listo para ser un verdadero maestro. Explicó que todavía no se consideraba igual a los demás seres humanos, fueran ellos mendigos o reyes. Todavía no podía pasar por alto los papeles sociales y las identidades conceptuales y ver la igualdad de todos los seres humanos. Entonces se fue para convertirse en pupilo de otro maestro. Ocho años después regresó donde sus antiguos alumnos ya iluminado.
LA FELICIDAD DEL PERSONAJE Y LA FELICIDAD VERDADERA "¿Cómo estás?" "Muy bien, no podría estar mejor". ¿Falso o verdadero? En muchos casos, la felicidad es un papel que representamos mientras que detrás de la fachada feliz hay una gran cantidad de sufrimiento. La depresión, las crisis y las reacciones exageradas son comunes cuando la infelicidad se oculta detrás de un rostro sonriente y unos dientes blancos, cuando nos obstinamos en no reconocer esa enorme infelicidad. "Estoy bien" es un papel que el ego suele representar más en los Estados Unidos que en otros países en donde ser y parecer desgraciado es casi la norma y, por consiguiente, más aceptable socialmente. Quizás exagere, pero me dicen que en la capital de uno de los países nórdicos puede uno correr el riesgo de ir a la cárcel acusado de ebriedad por el simple hecho de sonreírles a los desconocidos en la calle.
Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro. Pero no es cuestión de decir, "Soy infeliz", porque la infelicidad no tiene nada que ver con nuestra esencia. Debemos decir, "Hay infelicidad en mi", y luego proceder a investigarla. Es probable que una situación determinada que estemos viviendo tenga relación con la infelicidad. Quizás sea necesario tomar medidas para modificar la situación o apartarse de ella. Si no hay nada qué hacer, es preciso enfrentar la situación y decir, "Bueno, así son las cosas en este momento. Puedo aceptarlas o sentirme desgraciado".
Nunca es lasituación la causa principal de la infelicidad, sino lo que pensamos de ella. Debemos tomar conciencia de nuestros pensamientos y separarlos de la situación, la cual siempre es normal y siempre es como es. Por un lado está la situación o el hecho, y por el otro está lo que pensamos sobre ellos. En lugar de inventar historias, debemos atenernos a los hechos. Un ejemplo de una historia es "Estoy arruinado", la cual limita y nos impide tomar medidas eficaces. "Me quedan cincuenta centavos en mi cuenta del banco" es un hecho. Adquirimos poder cuando enfrentamos los hechos. Debemos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos. Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones. En lugar de ser pensamiento y emoción, debemos ser la conciencia que los observa. No debemos buscar la felicidad puesto que no la encontraremos. La búsqueda es la antítesis de la felicidad. La felicidad es evasiva, mientras que podemos liberarnos ya mismo de nuestra infelicidad enfrentándola como es, en lugar de inventar historias sobre ella. La infelicidad opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad.
¿SER PADRES: PAPEL O FUNCIÓN? Muchos adultos representan personajes cuando hablan con los niños. Utilizan palabras y sonidos ridículos. Le hablan al niño como si fuera inferior y no lo tratan como su igual. El hecho de que sepamos más o seamos más grandes transitoriamente no significa que el niño no sea igual a nosotros. En algún momento de la vida, la mayoría de los adultos se convierten en padres, uno de los papeles más universales. La pregunta más importante es si podemos cumplir la función de ser padres y cumplirla bien, sin identificarnos con esa función, es decir, sin convertirla en un papel dentro del drama. Una parte necesaria de la función de ser padres es satisfacer las necesidades del niño, evitar que corra peligros y, en ocasiones, decirle lo que debe o no hacer. Sin embargo, cuando esa función se convierte en identidad, cuando nuestro sentido de ser se deriva totalmente o en gran medida de ella, la función toma precedencia, se engrandece y asume el control. Nos excedemos en satisfacer las necesidades del niño, las cuales se convierten en caprichos; exageramos con la protección e interferimos con la necesidad del niño de explorar el mundo y ensayar por sí mismo. De decirle lo que debe o no hacer pasamos a controlar y a imponer nuestra voluntad. Es más, la identificación con la función prevalece mucho después de desaparecer las necesidades que dieron lugar a la función de ser padres. No podemos dejar de ejercerla cuando ya el niño se convierte en adulto. No podemos deshacernos de la necesidad de ser necesitados por el hijo. Aunque el hijo tenga 40 años, no podemos dejar atrás la noción de "Saber lo que es mejor para ti". El padre o la madre continúa representando compulsivamente su papel, de manera que no hay una relación auténtica. Los padres se definen con base en esa función y temen inconscientemente perder esa identidad si dejan de ser padres.
Cuando se ve frustrado su deseo de controlar o influir sobre las actuaciones de su hijo adulto, como suele suceder, comienzan a criticar o a mostrar su desaprobación, o tratan de hacer que el hijo se sienta culpable, todo en un intento inconsciente por conservar su personaje, su identidad. A simple vista parece como si estuvieran preocupados por el hijo, y están convencidos de que así es, pero lo único que les preocupa realmente es conservar la identidad a través de su papel en el drama. Todas las motivaciones del ego están encaminadas a engrandecernos y favorecer nuestros intereses y algunas veces las disfrazamos muy bien para que ni siquiera la persona en quien opera el ego las pueda reconocer. Un padre o una madre que se identifica con su personaje también puede tratar de realizarse a través de los hijos. La necesidad del ego de manipular a los otros para que llenen su constante sentido de carencia ladirigen hacia ellos.
Si se llevaran a la conciencia y se expresaran los supuestos y las motivaciones inconscientes de los padres, seguramente se oirían así: "Deseo que tú logres lo que yo nunca pude lograr; deseo que seas alguien en el mundo, para que yo también pueda ser alguien a través de ti. No me desilusiones. Me he sacrificado por ti. Mi desaprobación tiene por objeto hacerte sentir culpable e incómodo para que finalmente te pliegues a mis deseos. Y sobra decir que yo sé qué es lo mejor para ti. Te amo y te seguiré amando si haces lo que yo sé que te conviene".
Cuando traemos a la conciencia esas motivaciones, nos damos cuenta de lo absurdas que son. El ego que está detrás de ellas sale a relucir, junto con su disfunción. Algunos padres con quienes he hablado han reaccionado inmediatamente diciendo, "Por Dios, es eso lo que he estado haciendo?" Una vez reconocemos lo que hacemos o lo que hemos venido haciendo, reconocemos también su inutilidad, y el patrón inconsciente se disuelve por sí solo. La conciencia es el factor de cambio más poderoso de todos. Si sus padres están procediendo de esa manera, no les diga que viven en estado de inconciencia y bajo el control del ego porque seguramente con eso aumentara su inconciencia cuando el ego trate de defender su posición. Basta con que usted reconozca que el ego está detrás de todo eso y que ellos no son ego. Los patrones egotistas, hasta los más viejos, a veces se disuelven milagrosamente cuando desaparece nuestra oposición interior. La oposición solamente los refuerza. Pero aunque no sea así, usted podrá aceptar compasivamente el comportamiento de sus padres, sin necesidad de reaccionar al él, es decir, sin personalizarlo.
También se deben tener en cuenta nuestros propios supuestos o nuestras propias expectativas inconscientes detrás de las reacciones habituales hacia nuestros padres. "Mis padres deberían aprobar lo que hago. Deberían comprenderme y aceptarme como soy". ¿De veras? ¿Por qué deberían hacerlo? El hecho es que no lo hacen porque no pueden. Su conciencia todavía no ha dado el salto cuántico evolutivo hasta ese nivel de conciencia. Todavía no están en capacidad de dejar de identificarse con su papel. "Si., pero no puedo sentirme a gusto y feliz con lo que soy a menos de que tenga la aprobación y la comprensión de mis padres". ¿De veras? ¿Cómo cambiaría su verdadero ser el hecho de que ellos aprueben o desaprueben? Todos esos supuestos sin examinar causan muchas emociones negativas, mucha infelicidad innecesaria. Manténgase alerta. ¿Cree que algunos de los pensamientos que pasan por su mente son la voz interiorizada de su padre o de su madre que quizás le dice, "No eres lo suficientemente bueno. Nunca llegarás a ser alguien", o algún otro juicio o postura mental? Si hay conciencia en usted, podrá identificar esa voz mental por lo que es: un pensamiento rancio, condicionado por el pasado. Si hay conciencia en usted, ya no tendrá que creer en todos su pensamientos. Es solamente un pensamiento viejo. Conciencia significa Presencia y solamente la Presencia puede disolver el pasado inconsciente. Ram Dass decía, "Si te crees muy iluminado, ve y pasa una semana con tus padres". Es un buen consejo.
La relación con los padres no solamente es la relación primordial que establece el tono para todas las demás relaciones subsiguientes, sino que también es una buena prueba para nuestro grado de presencia. Mientras más pasado compartido haya en una relación, más debemos estar presentes; de lo contrario nos veremos obligados a revivir el pasado una y otra vez.
EL SUFRIMIENTO CONSCIENTE
Cuando se tienen hijos pequeños, se les debe dar ayuda, orientación y protección en la medida de lo posible, pero lo más importante es darles espacio para ser. Los hijos llegan al mundo a través de nosotros, pero no son "nuestros". La noción de "Sé lo que es mejor para ti" puede ser cierta cuando son muy pequeños, pero mientras más crecen, más pierde validez. Mientras mayores sean nuestras expectativas sobre la forma como se desenvolverán sus vidas, más viviremos desde la mente en lugar de estar presentes para ellos. Con el tiempo cometerán errores y tendrán sus aflicciones, como todos los seres humanos. En realidad, podrán ser errores solamente desde nuestro punto de vista. Lo que vemos como error podría ser exactamente lo que necesitan hacer o experimentar. Debemos darles tanta ayuda y orientación como podamos, pero también en ocasiones debemos permitirles cometer errores, en especial cuando comienzan a entrar en la edad adulta. En ocasiones también debemos dejarlos sufrir. El sufrimiento puede salir de la nada o puede ser consecuencia de sus propios errores. ¿No sería maravilloso si pudiéramos ahorrarles todo ese sufrimiento? Claro que no. No evolucionarían como seres humanos y permanecerían en la superficie, identificados con la forma externa de las cosas. El sufrimiento nos ayuda a adentrarnos en nosotros mismos. La paradoja es que el sufrimiento se debe a la identificación con la forma pero a la vez erosiona la identificación con la forma. El sufrimiento es, en gran medida, producto del ego, aunque con el tiempo lo destruye, pero solamente hasta tanto se trae el sufrimiento a la conciencia.
La humanidad está destinada a trascender el sufrimiento, pero no de la manera como piensa el ego. Uno de los muchos supuestos erróneos del ego, uno de sus muchos pensamientos ilusorios es "No tendría por qué sufrir". Algunas veces ese pensamiento se transfiere a un ser cercano: "Mi hijo no tendría por qué sufrir". Ese es el pensamiento que se encuentra en la raíz del sufrimiento. El propósito del sufrimiento es noble: promover la evolución de la conciencia y consumir al ego. El hombre crucificado es un arquetipo. Representa a todos los hombres y a todas las mujeres. El proceso se hace más lento en la medida en que nos resistimos al sufrimiento porque la resistencia produce más ego al cual consumir. Sin embargo, cuando aceptamos el sufrimiento se acelera el proceso gracias al hecho de sufrir conscientemente. Podemos aceptar el sufrimiento para nosotros mismos o para alguien más, como un hijo o un progenitor. La transmutación ocurre simultáneamente con el sufrimiento consciente. El fuego del sufrimiento se convierte en la luz de la conciencia. El ego dice, "no tengo por qué sufrir", y ése pensamiento acrecienta el sufrimiento. Es una distorsión de la verdad, la cual siempre ha sido paradójica. La verdad es que debemos acoger el sufrimiento para poder trascenderlo.
LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD CONSCIENTES Muchos hijos abrigan ira y resentimiento hacia sus padres y, muchas veces, la causa es la falta de autenticidad en su relación. El hijo anhela un progenitor que sea un ser humano, no un personaje, independientemente de la meticulosidad con la cual se esté representando al personaje. Es probable que como padres hagamos todo lo correcto y lo mejor que podemos por nuestros hijos, pero hacer lo mejor puede no ser suficiente. En efecto, hacer nunca será suficiente si descuidamos el Ser. El ego no sabe nada acerca del Ser sino que cree que la salvación final está en el hacer. Cuando somos presa del ego creemos que haciendo más y más finalmente acumularemos suficientes "acciones" para sentirnos completosen
algún momento futuro. No es así. Solamente nos perderemos en medio de la actividad. Toda la civilización se está perdiendo en medio de una actividad que no está anclada en el Ser y, por tanto, es inútil. ¿Cómo traer el Ser a la vida de una familia ocupada, a la relación con los hijos? La clave está en prestarles atención a los hijos. Hay dos clases de atención. Una es la basada en la forma. Y la otra es la atención informe. La atención basada en la forma siempre está conectada de alguna manera con la acción o la evaluación. "¿Hiciste tus tareas? Come. Arregla tu habitación. Cepíllate los dientes. Haz esto. Deja de hacer eso. Apúrate, alístate".
¿Qué más debemos hacer ahora? Esta pregunta básicamente resume la vida familiar de muchos hogares. Claro está que la atención basada en la forma es necesaria y tiene su lugar, pero si es el único elemento de la relación con el hijo, entonces falta la dimensión vital y el Ser se pierde completamente entre "los apuros del mundo", como dice Jesús. La atención informe es inseparable de la dimensión del Ser. ¿Cómo opera? Al mirar, oír, tocar o ayudar al hijo a hacer esto o aquello, nos mantenemos alertas, quietos, completamente presentes, no deseando otra cosa que no sea ese momento, tal y como es. Es así como abrimos espacio para el Ser. En ese momento, estando presentes, dejamos de ser padre o madre. Somos la conciencia, la quietud, la Presencia que oye, mira, toca y habla. Somos el Ser detrás de la acción. |
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De: Marti2 |
Envoyé: 27/01/2011 03:40 |
RECONOCER AL HIJO Somos seres humanos. ¿Qué significa eso? Dominar la vida no es cuestión de control sino de encontrar el equilibrio entre nuestra humanidad y nuestro Ser. Nuestros personajes y las funciones que cumplimos como ser madre, padre, esposo, esposa, joven o viejo, al igual que todo lo que hacemos, pertenece a la dimensión humana. Son cosas que tienen su lugar y a las cuales debemos honrar, pero que no son suficientes para llevar una vida o una relación verdaderamente plena y significativa. Lo humano por sí solo nunca es suficiente, independientemente de cuánto nos esforcemos o de todo lo que logremos. Por otro lado está el Ser. Esta dimensión se encuentra en la presencia quieta y alerta de la Conciencia misma, la Conciencia que somos. Lo humano es la forma. El Ser no tiene forma. Lo humano y el Ser no están separados sino entretejidos.
En la dimensión humana, somos incuestionablemente superiores a nuestros hijos. Somos más grandes, más fuertes, sabemos más, podemos hacer más. Si ésa es la única dimensión que conocemos, nos sentimos superiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. Y hacemos sentir inferiores a nuestros hijos, aunque sea inconcientemente. No hay igualdad entre nosotros y nuestros hijos porque solamente hay forma en la relación y, en la forma es obvio que no podemos ser iguales. Podemos amar a nuestros hijos, pero ese amor será solamente humano, es decir, condicional, posesivo, intermitente. Somos iguales solamente más allá de la forma, en el Ser; y es solamente cuando encontramos la dimensión sin forma en nuestro interior que puede haber verdadero amor en esa relación. La Presencia, nuestro Yo Soy eterno se reconocen en el otro, y ese otro, en este caso el hijo, se siente amado, es decir, reconocido Amar es reconocer en el otro. Entonces el carácter "ajeno" del otro se nos revela como una ilusión perteneciente únicamente al ámbito humano, al ámbito de la forma. El ansia de amor de todos los hijos radica en el ansia de ser reconocidos, no en el plano de la forma, sino en el plano del Ser. Si los padres honran solamente la dimensión humana del hijo pero descuidan su Ser, el hijo sentirá que la relación no es plena, que algo verdaderamente vital les hace falta, y acumularán sufrimiento y a veces resentimiento inconscientecontra sus padres
. "¿Por qué no me reconoces?" Ese parecería ser el clamor del sufrimiento o del resentimiento.
Cuando el otro nos reconoce, el reconocimiento trae la dimensión del Ser al mundo de una manera más intensa a través de los dos. Ese es el amor que redime al mundo. Me he referido a esto concretamente a través de la relación concreta con los hijos, pero es algo que se aplica, como es obvio, a todas las relaciones. Se ha dicho que "Dios es amor", pero eso no es absolutamente correcto. Dios es la Única Vida más allá de las incontables formas de vida. El amor implica dualidad: amante y amado, sujeto y objeto. Así, el amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad. Ese es el nacimiento de Dios al mundo de la forma. El amor hace que el mundo sea menos mundano, menos denso, más transparente a la dimensión divina, la luz de la conciencia misma.
RENUNCIAR A REPRESENTAR PERSONAJES Una lección esencial sobre el arte de vivir que todos debemos aprender es a hacer lo que las situaciones nos exigen sin que por ello nos convirtamos en un personaje con el cual identificarnos. El poder de lo que hacemos se intensifica si actuamos por la acción misma en lugar de hacerlo como medio para proteger, engrandecer o satisfacer nuestra identidad. Cada personaje es una noción ficticia del ser y sirve para personalizarlo, corromperlo y distorsionarlo todo a causa del "pequeño yo" fabricado por la mente y del personaje en cuestión. La mayoría de las personas que ocupan posiciones de poder en este mundo como los políticos, las celebridades de la televisión, los líderes de empresa y también los líderes religiosos, se identifican totalmente con su papel, salvo por algunas excepciones notables. Podrán ser personajes viP pero nos son más que actores inconscientes en el drama del ego, un drama que parece supremamente importante pero que, en últimas, carece de todo propósito. Según las palabras de Shakespeare, es una "historia contada por un tonto, llena de sonido y furia, pero carente de significado".1 Es sorprendente saber que Shakespeare llegó a esa conclusión sin tener el beneficio de la televisión. Si el drama del ego tiene algún propósito, éste es indirecto: crear cada vez más sufrimiento en el planeta, el cual finalmente destruye el ego, pese a ser creado por 61. Es el fuego en el cual se consume a sí mismo el ego.
En un mundo lleno de personajes que representan un drama, las pocas personas que no proyectan una imagen fabricada por la mente (y las hay incluso en la televisión, los medios y el mundo de los negocios) sino que funcionan desde la esencia profunda de su Ser, que no aparentan ser más de lo que son sino que son ellas mismas, se destacan como personas notables y son las únicas que logran dejar una verdadera huella en este mundo. Son las portadoras de la nueva conciencia. Imprimen gran poder a todo lo que hacen porque están en armonía con el propósito del todo. Sin embargo, su influencia va mucho más allá de lo que hacen, mucho más allá de su función. Su simple presencia sencilla, natural, discreta, ejerce un efecto de transformación sobre todas las personas con quienes entran en contacto.
Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. No hay un propósito oculto: protegernos o fortalecernos. El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mucho mayor. Nos concentramos totalmente en la situación. Somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces. Pero no debemos esforzarnos por ser nosotros mismos. Ese es otro papel. Se llama "mi yo natural y espontáneo". Tan pronto como nos esforzamos por ser esto o aquello, asumimos un personaje.
El consejo de "Sé tumismo" es bueno, pero también puede ser engañoso. La mente intervendrá para decir, "Veamos, ¿cómo puedo ser yo mismo?" Entonces la mente desarrolla algún tipo de estrategia: "De cómo ser yo mismo". Otro personaje. En realidad, la pregunta de "¿Cómo puedo ser yo mismo?" es incorrecta. Implica que debemos hacer algo para ser nosotros mismos. Pero el cómo no es válido porque ya somos nosotros mismos. Debemos dejar de añadir carga a lo que ya somos. "Pero no sé quién soy. No sé lo que significa ser yo mismo". Cuando logramos sentirnos totalmente a gusto con el hecho de no saber quiénes somos, entonces lo que queda es lo que somos: el Ser detrás del humano, un campo de potencialidad pura en lugar de algo ya definido.
Decídase a renunciar a definirse, ante usted mismo y ante los demás. No perecerá. Vivirá. Y no se preocupe por la manera como los demás lo definen. Cuando lo definen, ellos se limitan, de manera que ése es problema de ellos. Cuando se relacione con la gente, no asuma principalmente un papel o un personaje. Sea solamente un campo de Presencia consciente. ¿Por qué el ego representa personajes? A causa de un supuesto sin examinar, de un error fundamental, de un pensamiento inconsciente. Ese pensamiento es: no soy suficiente. De allí se desprenden otros pensamientos inconscientes: debo representar un papel a fin de obtener lo que necesito para estar completo; debo conseguir más a fin de poder ser más. Pero es imposible ser más de lo que somos porque detrás de nuestra forma física y psicológica somos uno con la Vida misma, uno con el Ser. En la forma siempre hay seres inferiores y superiores a alguien. En esencia, no somos ni inferiores ni superiores a nadie. El verdadero amor propio y la verdadera humildad son producto de ese reconocimiento. A los ojos del ego, el amor propio y la humildad son contradictorios. Pero en verdad son la misma cosa.
EL EGO PATOLÓGICO En el sentido más amplio de la palabra, el ego es patológico, independientemente de la forma que adopte. Cuando analizamos el origen de la palabra "patológico" derivada del griego antiguo, descubrimos cuán apropiada es cuando se la utiliza para calificar al ego. Aunque normalmente se use para describir una condición de enfermedad, viene de pathos que significa sufrimiento. Esa fue exactamente la característica de la condición humana que descubrió el Buda hace 2.600 años. Sin embargo, la persona que está aprisionada por el ego no reconoce el sufrimiento como tal, sino que lo ve como la única respuesta apropiada para una determinada situación. En su ceguera, el ego es incapaz de ver el sufrimiento que se inflige a sí mismo y que inflige a otros. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas. Es el equivalente interior de la contaminación ambiental de nuestro planeta. Los estados negativos como la ira, la ansiedad, el odio, el resentimiento, el descontento, la envidia, los celos y demás, no se ven como negativos sino que se consideran totalmente justificados y además no se perciben como nacidos de nosotros mismos sino de alguien más o de algún factor externo. "Te hago responsable de mi sufrimiento". Esto es implícitamente lo que dice el ego.
El ego no puede distinguir entra una situación y la interpretación o la reacción frente a ella. Podríamos decir, "Qué día más espantoso" sin darnos cuenta de que lo espantoso no está en el frío, ni en el viento, ni en la lluvia, ni en cualquiera que sea la situación. Ellos son lo que son. La espantosa es nuestra reacción, nuestra resistencia interior y la emoción creada por esa resistencia. Shakespeare dijo, "Nada es bueno ni malo, solamente lo que pensamos confiere esa calidad".2 Además, el ego suele equivocarse al considerarque
el sufrimiento o la negatividad le producen placer porque se fortalece a través de ellos hasta cierto punto. Por ejemplo, la ira o el resentimiento fortalecen enormemente al ego porque intensifican la sensación de separación, enfatiza lo ajeno de los demás y crea una fortaleza aparentemente inexpugnable de "virtud" aparente. Si pudiéramos observar los cambios fisiológicos que se producen en el cuerpo cuando estamos poseídos por esos estados negativos, los efectos adversos que tienen sobre el funcionamiento del corazón y los sistemas digestivo e inmune y un sinnúmero de funciones corporales, veríamos con toda claridad que esos estados son ciertamente patológicos y que son formas de sufrimiento y no de placer. Cuando vivimos en un estado negativo, hay algo en nosotros que ansía la negatividad, que siente placer en ella o cree que puede ayudarnos a conseguir lo que necesitamos. De otra manera, ¿quién querría aferrarse a la negatividad, hacer desgraciados a los demás junto consigo mismo, y provocar enfermedades físicas? Por consiguiente, cada vez que hay negatividad en nosotros y logramos detectar en ese momento que hay algo que goza con esa negatividad o cree que tiene un propósito útil, tomamos conciencia del ego directamente. Tan pronto como eso sucede, la identidad pasa del ego a la conciencia y eso significa que el ego se empequeñece mientras que la conciencia se agranda.
Si en medio de la negatividad podemos reconocer que estamos creando sufrimiento para nosotros mismos, será suficiente para elevarnos por encima de las limitaciones de los estados egotistas y las reacciones condicionadas. Abriremos una infinidad de posibilidades, otras formas mucho más inteligentes de manejar cualquier situación. Quedaremos en libertad para deshacernos de la infelicidad con el sólo hecho de reconocer esa falta de inteligencia. La negatividad no es inteligente. Siempre le pertenece al ego, éste puede ser astuto, pero no inteligente. La astucia persigue sus propios fines mezquinos. La inteligencia ve el todo más grande en el cual todas las cosas están conectadas. El motor de la astucia es el interés egoísta y su punto de vista es muy estrecho. La mayoría de los políticos y los hombres de negocios son astutos pero muy pocos son inteligentes. Todo lo que se logra a través de la astucia es perecedero y con el tiempo se destruye a sí mismo. La astucia divide; la inteligencia incluye.
LA INFELICIDAD LATENTE El ego crea separación y la separación crea sufrimiento. Por consiguiente, es obvio que el ego es patológico. Aparte de las formas más claras de negatividad como la ira, el odio y demás, hay otras más sutiles, las cuales son tan comunes que por lo general no se las reconoce por lo que son. Entre ellas se cuentan la impaciencia, la irritación, el nerviosismo, el hastío, etcétera. Esas formas de negatividad son la infelicidad latente, estado interior en el cual suelen permanecer muchas personas. Es necesario estar supremamente concientes y absolutamente presentes a fin de detectarlas. Siempre que lo hacemos así, tenemos un momento de despertar y se suspende la identificación con la mente.
El siguiente es uno de los estados negativos más comunes, el cual puede pasar desapercibido precisamente por ser tan común y normal. Seguramente usted estará familiarizado con él. ¡Suele usted experimentar una sensación de descontento que podría describir como un resentimiento latente? Puede ser específico o inespecífico. Muchas personas pasan gran parte de sus vidas en ese estado. Se identifican hasta tal punto con él que no pueden tomar distancia para reconocerlo. Detrás de esa sensación hay ciertas creencias inconscientes, es decir, unos pensamientos. Sentimos esos pensamientos de la misma manera enque soñamos al dormir.
En otras palabras, no sabemos que tenemos esos pensamientos, como tampoco el soñador sabe que sueña. Los siguientes son algunos de los pensamientos inconscientes más comunes de los cuales se alimenta la sensación de descontento o de resentimiento latente. He eliminado el contenido de esos pensamientos para dejar solamente su estructura. De esa manera se aprecian más claramente. Siempre que haya infelicidad latente (o manifiesta) en su vida, vea cuáles de estos pensamientos son aplicables y proporcióneles contenido de acuerdo con su situación personal: "Algo debe suceder en mi vida para que yo pueda alcanzar la paz (la felicidad, la realización, etcétera). Y resiento que no haya sucedido todavía. Quizás con mi resentimiento logre que suceda finalmente". "Algo sucedió en el pasado que no debió suceder y lo resiento. Si eso no hubiera sucedido, tendría paz ahora". "Me está sucediendo algo que no debería sucederme y me está impidiendo tener paz". Muchas veces, las creencias inconcientes apuntan a una persona, de manera que la palabra "suceder" se reemplaza por "hacer". "Deberías hacer esto o aquello para que yo pueda tener paz. Y resiento que no lo hayas hecho. Quizás con mi resentimiento logre que lo hagas". "Algo que tú (o yo) hicimos, dijimos o dejamos de hacer en el pasado me está impidiendo tener paz". "Lo que haces o no haces ahora me está impidiendo tener paz". |
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De: Marti2 |
Envoyé: 27/01/2011 03:46 |
EL SECRETO DE LA FELICIDAD Todas las citas anteriores son supuestos que no se han examinado y que confundimos con la realidad. Son historias creadas por el ego para convencernos de que no podemos estar en paz en el presente y tampoco ser nosotros mismos. Estar en paz y ser quienes somos es lo mismo. El ego dice: quizás en un futuro podré tener paz si tal o cual cosa sucede o si obtengo aquello o me convierto en lo de más allá. También dice: no podré estar en paz jamás a causa de algo que sucedió en el pasado. En general, todo el mundo cuenta la misma historia, "por qué no puedo tener paz ahora". El ego no sabe que nuestra única oportunidad para estar en paz es ahora. O quizás sí lo sabe pero teme que lo averigüemos. Después de todo, la paz representa la aniquilación del ego. ¿Cómo podemos alcanzar la paz ahora? Haciendo la paz con el momento presente. El momento presente es el campo en el cual transcurre el juego de la vida. No puede jugarse en ningún otro lugar. Una vez hecha la paz con el momento presente, podemos ver lo que sucede, lo que podemos hacer o lo que optamos por hacer, o más bien, lo que la vida hace a través de nosotros. Hay cuatro palabras en las cuales se encierra el secreto del arte de vivir, el secreto del éxito y la felicidad: uno con la vida. Ser uno con la vida significa ser Uno con el Ahora. Entonces nos damos cuenta de que no vivimos la vida, sino que ésta nos vive. La vida es la bailarina y nosotros somos la danza.
Al ego le encanta estar resentido con la realidad. ¿Qué es la realidad? Cualquier cosa que es. Buda la denominó tatata, el tal o cual de la vida, es decir, nada más que el tal o cual de este momento.
Oponerse aese tal o cual es una de las principales características del ego. Esa oposición crea la negatividad de la cual se alimenta el ego, la infelicidad que tanto le gusta. De esta manera sufrimos y hacemos sufrir a los demás sin siquiera saberlo, sin darnos cuenta de que estamos creando el infierno en la tierra. Crear sufrimiento sin reconocerlo es la esencia de la vida inconsciente y es estar completamente bajo el control del ego. La incapacidad del ego para reconocerse y ver lo que hace es verdaderamente aterradora e increíble. El ego hace exactamente lo que condena en los demás y ni siquiera se da cuenta. Cuando se lo señala, recurre a la negación, la ira, los argumentos y las justificaciones que distorsionan los hechos. Y todo el mundo lo hace, las personas, las empresas y los gobiernos. Cuando todo lo demás falla, el ego recurre a los gritos y hasta a la violencia física. ¡Que manden al ejército! Es entonces cuando reconocemos la sabiduría de las palabras de Jesús en la cruz: "Perdónalos porque no saben lo que hacen".
Para poner fin a la desgracia que se ha cernido sobre la condición humana durante miles de años, debemos comenzar con nosotros mismos y asumir la responsabilidad por nuestro estado interior en todo momento. Eso significa que debe ser ahora mismo. Pregúntese si hay negatividad en su interior en este mismo momento. Entonces preste atención a sus pensamientos y también a sus emociones. Esté alerta a esa infelicidad latente a la cual me referí anteriormente, en cualquiera de sus formas: descontento, nerviosismo, hastío, etcétera. Esté alerta a los pensamientos que aparentemente justifican o explican esa infelicidad pero que en realidad son los causantes de la misma. Tan pronto como tome conciencia de un estado negativo en su interior no piense que ha fallado. Significa que ha tenido éxito. Mientras no hay esa conciencia, prevalece la identificación con los estados interiores, y esa identificación es el ego. Con la conciencia se suspende la identificación con los pensamientos, las emociones y las reacciones. Este estado no debe confundirse con la negación. Al reconocerse los pensamientos, las emociones y las reacciones, se suspende automáticamente esa identificación. Entonces cambia nuestro sentido de lo que somos, nuestra sensación de ser: antes éramos pensamientos, emociones y reacciones; ahora somos conciencia, la Presencia consciente que observa esos estados. "Un día me liberaré del ego". ¿Quién habla? El ego. Liberarse del ego realmente no representa un gran esfuerzo. Lo único que se necesita es tomar conciencia de los pensamientos y las emociones en el mismo momento en el que suceden. No se trata realmente de "hacer", sino de "ver". En ese sentido, es cierto que no hay nada que podamos hacer para liberarnos del ego. Cuando se produce el cambio de pasar de pensar a observar, entra a operar en nuestras vidas una inteligencia muy superior a la astucia del ego. Las emociones y hasta los pensamientos se despersonalizan a través de la conciencia. Reconocemos su naturaleza impersonal. Dejan de estar cargados del "yo". Son solamente emociones y pensamientos humanos. Toda la historia personal, la cual no es más que un cuento, un paquete de pensamientos y emociones, pasa a ocupar un lugar secundario y deja de ocupar el primer lugar en la conciencia. Deja de ser la base de nuestro sentido de identidad. Pasamos a ser la luz de la Presencia, la conciencia profunda que antecede a los pensamientos y las emociones.
LAS FORMAS PATOLÓGICAS DEL EGO Como ya vimos, en su naturaleza esencial, el ego es patológico en el sentido más amplio de la palabra, la cual significa disfunción y sufrimiento. Muchos trastornos mentales se manifiestan con los mismos rasgos egotistas que operan en las personas normales, salvo por el hecho de que se han agudizado hasta el punto de poner en evidencia su naturaleza patológica a los ojos de todos, salvo de la persona que los sufre. Por ejemplo, muchas personas normales dicen ciertas mentiras ocasionalmente para aparentar ser importantes, especiales y engrandecer su imagen a los ojos de los demás: mentiras sobre sus conocidos, sus logros, sus habilidades, sus posesiones y todo lo demás con lo cual se identifica el ego. Sin embargo, algunas personas, motivadas por el sentimiento de insuficiencia y la necesidad del ego de tener o ser "más", mienten constantemente y de manera compulsiva. Su historia, la mayoría de las cosas que dicen sobre sí mismos, son una completa fantasía, una edificación ficticia que el ego construye para sí mismo a fin de sentirse más grande y especial. Con esa imagen engrandecida y magnificada, algunas veces engañan a los demás, pero generalmente no por mucho tiempo. La mayoría de las personas no tardan en reconocer la falsedad de la historia.
La enfermedad conocida como esquizofrenia paranoica o paranoia, es una enfermedad mental consistente principalmente en una forma exagerada del ego. Consta de una historia ficticia inventada por la mente para darle sentido a una sensación persistente de miedo. El elemento principal de la historia es la idea de que ciertas personas (a veces muchas o casi todo el mundo) conspiran contra la persona para controlarla o matarla. Por lo general, la historia es coherente y lógica, de tal manera que muchas personas terminan creyéndola. Hay a veces organizaciones o naciones enteras apoyadas sobre un sistema paranoico de creencias. El ego exagera su miedo y su suspicacia, su tendencia a hacer énfasis en lo "ajeno" de los demás fijándose en las faltas que asocia con la identidad de esas otras personas, para convertir a los demás en monstruos humanos. El ego necesita de los demás, pero su dilema está en que en el fondo odia y teme a las demás personas. La voz del ego se ve reflejada en la frase de Jean Paul Sartre, "Los demás son el infierno". Ese infierno se manifiesta más agudamente en las personas paranoicas, pero quienes todavía tienen patrones egotistas también lo experimentan hasta cierto punto. Mientras más fuerte es el ego, mayor es la probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas son los demás.
También es más probable que les dificulte la vida a los demás. Pero, como es natural, la persona no podrá reconocer lo que sucede. Solamente percibe que son los demás los que actúan en su contra. La enfermedad mental llamada paranoia también se manifiesta a través de otro síntoma constitutivo del ego, si bien adquiere una forma extrema en la enfermedad. Mientras más siente la persona afectada que todos la persiguen, la espían o la amenazan, más se agudiza su sensación de ser el centro del universo alrededor del cual gira todo lo demás, y más especial e importante se siente siendo el supuesto centro de atención de tantas personas. Su noción de ser la víctima y el objeto de las vejaciones de los demás la hace sentir muy especial. En la historia sobre la cual se apoya este sistema delirante por lo general representa el personaje de la víctima y del posible héroe que ha de salvar al mundo o derrotar a las fuerzas del mal.
El ego colectivo de las tribus, las naciones y las organizaciones religiosas suele contener también un elemento de paranoia: nosotros contra los malos. En eso radica buena parte del sufrimiento humano. La Inquisición española, la persecución de las "brujas" y de los herejes llevados a la hoguera, las relaciones entre las naciones que llevaron a las dos guerras mundiales, el comunismo durante toda su historia, la Guerra Fría, el macartismo en los Estados Unidos de los años 50, el conflicto violento prolongado del Medio Oriente, son todos ejemplos de episodios dolorosos de la historia humana dominados por una paranoia colectiva llevada al extremo. Mientras mayor es la inconciencia de las personas, los grupos o las naciones, mayor es la probabilidad de que la patología del ego asuma la forma de violencia física. La violencia es un mecanismo primitivo pero todavía prevaleciente mediante el cual el ego trata de imponerse, demostrar que tiene la razón y que otros están equivocados. Con las personas muy inconscientes, las discusiones pueden terminar fácilmente enviolencia física.
¿Qué es una discusión? Es cuando dos o más personas expresan opiniones divergentes.
Cada persona está tan identificada con los pensamientos constitutivos de su opinión que dichos pensamientos se endurecen para formar posiciones mentales dotadas de un sentido del "yo". En otras palabras, la identidad y el pensamiento se fusionan. Cuando eso sucede, cuando defendemos nuestras opiniones (pensamientos), sentimos y actuamos como si estuviéramos defendiendo nuestro propio ser. Sentimos y actuamos inconscientemente como si lucháramos por nuestra supervivencia, de manera que esa noción inconsciente se refleja en nuestras emociones, las cuales se tornan turbulentas. Comienza a construirse dentro de nosotros un sentimiento de ira, defensividad o agresividad y sentimos la necesidad de vencer a toda costa para no ser aniquilados. Esa es la ilusión. El ego no sabe que la mente y las posiciones mentales no tienen nada que ver con lo que somos, porque el ego es la mente no observada. El Zen dice, "No busques la verdad. Sencillamente abandona tus opiniones". ¿Qué significa esa frase? Dejar de identificarnos con la mente. Lo que somos aflora espontáneamente cuando eso sucede.
EL TRABAJO, CON O SIN EGO La mayoría de las personas experimentamos momentos de ausencia del ego. Quienes sobresalen verdaderamente en lo que hacen pueden trabajar casi completamente liberados del ego. Quizás no lo sepan, pero el trabajo se convierte para ellos en una práctica espiritual. La mayoría de ellos están presentes mientras realizan su trabajo y vuelven a un estado de inconciencia relativa en su vida privada. Eso significa que su Presencia se limita transitoriamente a un aspecto de sus vidas. He conocido maestros, artistas, enfermeros, médicos, científicos, trabajadores sociales, meseros, dueños de empresa y vendedores que realizan su trabajo admirablemente sin buscar retribuciones egoístas y respondiendo plenamente a cualquier cosa que el momento les exija. Son uno con lo que hacen, uno con el Ahora, uno con las personas a quienes sirven o con las actividades que realizan. La influencia que esas personas ejercen sobre los demás va mucho más allá de su función. Hacen que se empequeñezca el ego de todas las personas que entran en contacto con ella. Hasta quienes poseen egos pesados a veces aflojan, bajan la guardia y dejan de representar sus personajes cuando se relacionan con esas personas. No sorprende que quienes abandonan su ego mientras trabajan tienen un éxito extraordinario en lo que hacen. Todas las personas que trabajan en la unicidad contribuyen a construir la nueva tierra.
También he conocido a muchas personas que son técnicamente buenas en lo que hacen pero cuyo ego interfiere permanentemente en su trabajo. Solamente ponen una parte de su atención en lo que hacen, mientras que la otra parte está fija en sí mismas. Su ego les exige reconocimiento personal y desperdician energía en resentimientos cuando no reciben suficiente (y nunca nada les basta). "¿Esa otra persona ha recibido más reconocimiento que yo?" O tienen su atención puesta en el dinero o el poder, y su trabajo no es más que un medio para esa finalidad. El trabajo que se convierte solamente en un medio para alcanzar una finalidad, no puede ser de alta calidad. Cuando surgen obstáculos o dificultades, cuando las cosas no marchan según lo previsto, cuando otras personas o circunstancia no ayudan o cooperan, en lugar de estar en unidad con la nueva situación y responder a las exigencias del momento presente, reaccionan contra la situación y, por tanto, se separan de ella. Hay un "yo" que se siente personalmente ofendido o resentido, y es enorme la cantidad de energía que se quema en protestas o enojos, la cual podría utilizarse para resolver la situación si el ego no la estuviera desperdiciando. Lo que es más, esta "antienergía" crea obstáculos nuevos y más oposición. Muchas personas son realmente su propio peor enemigo.
Muchas personas, sin saberlo, sabotean su propio trabajo cuando retienen información o ayuda, o tratan de obstaculizar a las demás personas para impedir que tengan más éxito o reciban más crédito que "yo". La cooperación es ajena al ego, salvo cuando hay una motivación oculta. El ego no sabe que mientras más incluye a los demás, mejor fluyen las cosas y más fácilmente recibe todo lo que anhela. Cuando damos poca o ninguna ayuda a los demás o levantamos obstáculos en su camino, el universo, a través de las personas y de las circunstancias, nos priva de ayuda al habernos desconectado del todo. El sentimiento de carencia que se anida en las profundidades del ego le hace reaccionar frente al éxito de los demás como si ese éxito "me lo hubieran arrebatado a mi". No sabe que resentir el éxito de los demás limita sus propias posibilidades. A fin de atraer el éxito es necesario acogerlo donde quiera que ocurra.
EL EGO EN LA ENFERMEDAD Una enfermedad puede, o bien fortalecer el ego, o debilitarlo. Si nos lamentamos, nos sentimos víctimas o resentimos la enfermedad, el ego se fortalece. También se fortalece cuando convertimos a la enfermedad en parte de nuestra identidad conceptual. "Soy víctima de cierta enfermedad". Así, los demás saben quién soy. Por otra parte, hay algunas personas que tienen un ego grande en la vida normal pero que, al enfermar, se tornan dóciles, amables y mucho más agradables. Pueden comprender cosas que quizás nunca vieron en su vida normal. Pueden lograr acceso a su conocimiento interior y a su estado de contento y hablar con sabiduría. Después, cuando mejoran, recuperan su energía y, con ella, su ego. Cuando enfermamos, nuestro nivel de energía se reduce considerablemente y la inteligencia del organismo asume el control y utiliza la poca energía disponible para sanar el cuerpo, de tal manera que no queda mucha para la mente, es decir, para los pensamientos y las emociones egotistas. El ego consume grandes cantidades de energía. Sin embargo, en algunos casos, el ego retiene la poca energía restante y la utiliza para sus propios fines. Sobra decir que las personas cuyo ego se fortalece durante la enfermedad tardan mucho más tiempo en recuperarse. Algunas nunca lo hacen, de tal manera que la enfermedad se vuelve crónica y se convierte en parte permanente de su falso sentido de identidad.
EL EGO COLECTIVO ¡Cuán difícil es vivir con uno mismo! Una de las salidas que busca el ego para escapar de su insatisfacción es agrandando y fortaleciendo su sentido del ser mediante la identificación con un grupo: una nación, un partido político, una empresa, una institución, una secta, un club, una pandilla, un equipo de fútbol, etcétera. En algunos casos, el ego personal parece disolverse por completo cuando la persona dedica toda su vida a trabajar desinteresadamente por el bien colectivo sin exigir retribuciones, reconocimiento o engrandecimiento personal. Qué alivio deshacerse de la horrible carga del yo personal. Los miembros de la colectividad se sienten felices y plenos, por arduo que sea su trabajo o por grandes que sean sus sacrificios.
Al parecer, logran trascender el ego. La pregunta es si realmente se han liberado o si el ego ha dejado de ser personal para ser colectivo. El ego colectivo manifiesta las mismas características del ego personal, como la necesidad de tener conflictos y enemigos, la necesidad de tener más, la necesidad de tener la razón para que otros estén equivocados, y así sucesivamente. Tarde o temprano, la colectividad entra en conflicto con otras colectividades porque es algo que anhela inconscientemente y porqué necesita la oposición para definir sulímites y,
por ende, su identidad. Sus miembros experimentarán entonces el sufrimiento que se desprende inevitablemente como consecuencia de toda acción motivada por el ego. En ese momento, es probable que despierten y se den cuenta del fuerte elemento de demencia presente en su colectividad. En un principio puede ser duro despertar súbitamente y reconocer que la colectividad con la cual nos habíamos identificado y para la cual trabajábamos en realidad estaba demente. En ese momento, algunas personas se tornan indiferentes o amargadas y, de ahí en adelante, niegan todos los valores, toda la valía.
Esto significa que adoptaron rápidamente otro sistema de creencias tan pronto como reconocieron que el anterior era una falacia y que por esa razón se desplomó. No enfrentaron la muerte de su ego sino que huyeron para reencarnar en uno nuevo.
El ego colectivo generalmente es más inconsciente que los individuos que lo componen. Por ejemplo, las multitudes (entidades egotistas transitorias) son capaces de cometer unos actos atroces que el individuo, separado de la turba, no cometería. No es raro ver cómo las naciones asumen comportamientos que podrían reconocerse inmediatamente como una psicopatía a nivel individual. A medida que vaya aflorando la nueva conciencia, algunas personas sentirán la necesidad de formar grupos para reflejar la conciencia iluminada. Esos grupos no serán egos colectivos porque sus integrantes no sentirán la necesidad de definir su identidad a través de ellos. Ya no buscarán la forma para definir lo que son. Aunque los integrantes de esos grupos no se hayan liberado completamente del ego, habrá suficiente conciencia en ellos para reconocer el ego en sí mismos y en los demás, tan pronto como éste trate de aflorar. Sin embargo, es preciso mantener un estado de alerta porque el ego intentará asumir el control y entronizarse a como dé lugar. Uno de los principales propósitos de estos grupos, trátese de empresas iluminadas, organizaciones de caridad, escuelas o comunidades, será disolver el ego humano exponiéndolo a la luz de la conciencia. Las colectividades iluminadas desempeñarán una función importante en el surgimiento de la nueva conciencia. Así como las colectividades egotistas nos empujan hacia la inconciencia y el sufrimiento, la colectividad iluminada podrá ser un manantial de conciencia destinado a acelerar el cambio planetario. |
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De: Marti2 |
Envoyé: 27/01/2011 04:12 |
LA PRUEBA INCONTROVERTIBLE DE LA INMORTALIDAD El ego nace a través de la brecha presente en la psique humana en la cual la identidad se separa en dos partes a las cuales podríamos llamar "yo" y "mí mismo". Por consiguiente, todos los egos son esquizofrénicos, para usar la palabra en su acepción popular de la doble personalidad. Vivimos con una imagen mental de nosotros mismos, un ser conceptual con el cual tenemos una relación. La vida misma termina siendo un concepto separado de nuestra esencia en el instante mismo en que hablamos de ella como "mi vida". Tan pronto como decimos o pensamos en términos de "mi vida" y creemos en lo que decimos (en lugar de ver la expresión como una convención lingüística), habremos entrado en el ámbito de lo ilusorio. De existir "mi vida", inmediatamente se desprende que Yo y mi vida somos dos cosas distintas, de tal manera que también puedo perder mi vida, mi tesoro imaginario más preciado. La muerte se convierte en una realidad aparente y en una amenaza. Las palabras y los conceptos dividen la vida en segmentos separados carentes de realidad en sí mismos. Podríamos incluso decir que la noción de "mi vida" es el delirio original de la separación, la fuente del ego. Si yo y la vida somos dos, si estoy separado de la vida, entonces estoy separado de todas las cosas, de todos los seres, de todas las personas. ¿Pero cómo podría estar separado de la vida? ¿Cuál "Yo" podría existir separado de la vida, separado del Ser?
Es completamente imposible. Por consiguiente, "mi vida" no puede existir y no tengo una vida. Soy la vida. Yo y la vida somos uno. No puede ser de otra manera. ¿Entonces cómo podría perder mi vida? ¿Cómo podría perder algo que no poseo? ¿Cómo podría perder algo que Yo Soy? Es imposible.
CAPÍTULO 5
EL CUERPO DEL DOLOR En su mayor parte, nuestro proceso de pensamiento es involuntario, automático y repetitivo. No es más que una especie de estática mental que no cumple ningún propósito real. Estrictamente hablando, no pensamos: el pensamiento es algo que nos sucede. Cuando decimos "yo pienso" está implícita la voluntad. Implica que tenemos voz en el asunto, que podemos escoger. Sin embargo, en la mayoría de los casos no sucede así. La afirmación "yo pienso" es tan falsa como la de "yo digiero" o "yo circulo mi sangre". La digestión sucede, la circulación sucede, el pensamiento sucede. La voz de la mente tiene vida propia. La mayoría de las personas están a merced de esa voz, lo cual quiere decir que están poseídas por el pensamiento, por la mente. Y puesto que la mente está condicionada por el pasado, empuja a la persona a revivir el pasado una y otra vez. En Oriente utilizan la palabra karma para describir ese fenómeno. Claro está que no podemos saber eso cuando estamos identificados con esa voz. Si lo supiéramos, dejaríamos de estar poseídos porque la posesión ocurre cuando confundimos a la entidad poseedora con nosotros mismos, es decir, cuando nos convertimos en ella. Durante miles de años, la humanidad se ha dejado poseer cada vez más de la mente, sin poder reconocer que esa entidad poseedora no es nuestro Ser. Fue a través de la identificación completa con la mente que surgió un falso sentido del ser: el ego. La densidad del ego depende de nuestro grado (el de nuestra conciencia) de identificación con la mente y el pensamiento. El pensamiento es apenas un aspecto minúsculo de la totalidad de la conciencia, la totalidad de lo que somos.
El grado de identificación con la mente varía de persona a persona. Algunas personas disfrutan de períodos de libertad, por cortos que sean, y la paz, la alegría y el gusto por la vida que experimentan en esos momentos hacen que valga la pena vivir. Son también los momentos en los cuales afloran la creatividad, el amor y la compasión. Otras personas permanecen atrapadas en el estado egotista. Viven separadas de sí mismas, de los demás, y del mundo que las rodea. Reflejan la tensión en su rostro, en su ceño fruncido, o en la expresión ausente o fija de su mirada. El pensamiento absorbe la mayor parte de su atención, de tal manera que no ven ni oyen realmente a los demás. No están presentes en ninguna situación porque su atención está en el pasado o en el futuro, los cuales obviamente existen sólo en la mente como formas de pensamiento. O se relacionan con los demás a través de algún tipo de personaje al cual representan, de manera que no son ellas mismas. La mayoría de las personas viven ajenas a su esencia, algunas hasta tal punto que casi todo el mundo reconoce la "falsedad" de sus comportamientos y sus interacciones, salvo quienes son igualmente falsos y los que están alienados de lo que realmente son. Estar alienado significa no estar a gusto en ninguna situación o con ninguna persona, ni siquiera con uno mismo. Buscamos constantemente llegar a "casa" pero nunca nos sentimos en casa. Algunos de Ios más grandes escritores del siglo veinte como Franz Kafka, Albert Camus, T.S. Eliot, y James Joyce, reconocieron en la enajenación el dilema universal de la existencia humana, el cualprobablemente
sintieron profundamente, de tal manera que pudieron expresarlo magistralmente a través de sus obras. No ofrecen una solución, pero nos muestran un reflejo del predicamento del ser humano para que podamos verlo más claramente. Reconocer ese predicamento es el primer paso para trascender.
EL NACIMIENTO DE LA EMOCIÓN Además del movimiento del pensamiento, y no tan separada de él, está otra dimensión del ego: la emoción. Claro está que no todo pensamiento ni toda emoción le pertenecen al ego. Se convierten en ego solamente cuando nos identificamos con ellos al punto de permitir que nos suplanten por completo; es decir cuando se convierten en el "Yo".
El organismo físico, nuestro cuerpo, tiene su propia inteligencia, y lo mismo sucede con todas las demás formas de vida. Esa inteligencia reacciona a lo que dice la mente, a nuestros pensamientos. Claro está que la inteligencia del cuerpo es una parte inseparable de la inteligencia universal, una de sus incontables manifestaciones. Proporciona cohesión temporal a los átomos y las moléculas que componen el organismo. Es el principio organizador de todo el funcionamiento de los órganos del cuerpo, de la conversión del oxígeno y los alimentos en energía, de los latidos del corazón y la circulación de la sangre, del funcionamiento del sistema inmune encargado de proteger al cuerpo de los invasores, de la traducción de la información sensorial en impulsos nerviosos que llegan hasta el cerebro donde son descodificados y ensamblados nuevamente para crear un panorama coherente de la realidad externa. Esta inteligencia coordina perfectamente todas esas funciones, además de otras miles que ocurren simultáneamente. No somos nosotros quienes manejamos nuestro cuerpo. Lo hace la inteligencia, la cual está también a cargo de las reacciones de nuestro organismo frente a su entorno. Eso es así para todas las formas de vida. Es la misma inteligencia que dio su forma física a la planta y que se manifiesta en la flor que abre sus pétalos para recibir los rayos del sol de la mañana y luego los cierra durante la noche. Es la misma inteligencia que se manifiesta como Gaia, ese ser viviente complejo que es nuestro planeta Tierra.
Esta inteligencia da lugar a reacciones instintivas cuando el organismo se ve amenazado o desafiado. En los animales produce reacciones semejantes a las emociones humanas: ira, temor, placer. Podría decirse que estas reacciones instintivas son emociones primordiales. En algunas situaciones, los seres humanos experimentan las reacciones instintivas de la misma manera que los animales. Ante el peligro, cuando está amenazada la supervivencia del organismo, los latidos del corazón se aceleran, los músculos se contraen y la respiración se hace más rápida, en preparación para luchar o huir. Es el miedo primordial. Cuando el cuerpo se siente acorralado, se produce una intensificación súbita de la energía que le da una fuerza que antes no tenía. Es la ira primordial. Aunque estas reacciones instintivas parecen semejantes a las emociones, no lo son en el sentido verdadero de la palabra. La diferencia fundamental entre una reacción instintiva y una emoción está en que la primera es una reacción directa del cuerpo frente a una situación externa, mientras que la emoción es la respuesta del cuerpo a un pensamiento. Indirectamente, una emoción también puede ser una reacción a una situación o a un hecho real, pero vista a través del filtro de la interpretación mental, el filtro del pensamiento, es decir, a través de los conceptos mentales de bueno y malo, gusto y disgusto, yo y lo mío. Por ejemplo, es probable que no sintamos emoción alguna cuando nos enteramos de que le han robado el automóvil a alguien,
mientrasque si es nuestro automóvil, nos sentiremos muy alterados. Es sorprendente cuánta emoción puede generar un concepto mental tan nimio como es el de "mío". Si bien el cuerpo es muy inteligente, no está en capacidad de distinguir entre una situación real y un pensamiento. Reacciona a todos los pensamiento como si fueran la realidad. No sabe que es apenas un pensamiento. Para el cuerpo, un pensamiento preocupante o amenazador significa, "Estoy en peligro", llevándolo a reaccionar de conformidad, aunque la persona esté descansando en su cama en la noche. El corazón se acelera, los músculos se contraen, la respiración se hace más rápida y se acumula la energía. Pero como el peligro es solamente una ficción de la mente, esa energía no tiene por dónde desfogar. Parte de ella retorna a la mente y genera más pensamientos angustiosos. El resto de la energía se vuelve tóxica e interfiere con el funcionamiento armonioso del cuerpo.
LAS EMOCIONES Y EL EGO El ego no es solamente la mente no observada, la voz mental que finge ser nosotros, sino también las emociones no observadas que representan la reacción del cuerpo a lo que dice la voz de la mente. Ya hemos visto la clase de pensamientos a los cuales se dedica la voz egotista la mayoría de las veces y cuál es la disfunción inherente a la estructura de esos procesos de pensamiento, independientemente de su contenido. Es a este pensamiento disfuncional al cual reacciona el cuerpo mediante emociones negativas. La voz de la mente relata una historia a la cual reacciona el cuerpo porque cree en ella. Esas reacciones son las emociones, las cuales alimentan nuevamente el pensamiento que las creó en primer lugar. Este es el círculo vicioso entre los pensamientos no examinados y las emociones, el cual da lugar al pensamiento emocional y a la fabricación de historias emocionales.
El componente emocional del ego es diferente en cada persona. En algunos egos es más grande que en otros. Los pensamientos que desencadenan reacciones emocionales del cuerpo pueden surgir a veces con tanta rapidez que, antes de que la mente tenga tiempo de expresarlos, el cuerpo ya ha reaccionado con una emoción. Esos pensamientos existen en una etapa preverbal y podrían considerarse como supuestos tácitos e inconscientes. Se originan en el condicionamiento pasado de la persona, generalmente en la primera infancia. "No se puede confiar en nadie" es un ejemplo de un supuesto inconsciente en una persona cuyas relaciones primordiales con sus padres o sus hermanos no le inspiraron confianza por no haber encontrado apoyo en ellas. Los siguientes son otros supuestos inconscientes comunes: "nadie me respeta ni me aprecia. Debo luchar para sobrevivir. Nunca hay suficiente dinero. La vida es una permanente desilusión. No merezco la abundancia. No merezco amor". Los supuestos inconscientes crean emociones físicas, las cuales a su vez generan actividad mental o reacciones instantáneas. Es así como creamos nuestra realidad personal. La voz del ego perturba constantemente el estado natural de bienestar del cuerpo. Casi todos los cuerpos humanos viven sometidos a una gran cantidad de esfuerzo y tensión, no porque se vean amenazados por algún factor interno, sino a causa de la mente. El cuerpo lleva pegado un ego y no puede hacer otra cosa que reaccionar a todos los patrones disfuncionales de pensamiento que conforman el ego. Así, un torrente de emociones negativas acompaña al torrente de pensamientos compulsivos incesantes. ¿Qué es una emoción negativa? Es una emoción tóxica para el cuerpo que interfiere con su equilibrio y su funcionamiento armonioso. Las emociones como el miedo, la ansiedad, la ira, el rencor, la tristeza, el odio, los celos y la envidia perturban el flujo de energía del cuerpo y afectan el corazón, el sistema inmune, la digestión, la producción de hormonas, etcétera. Hasta la medicina convencional, la cual sabe muy poco sobre la manera de operar del ego, comienza a reconocer la conexión entre los estados emocionalesnegativos
y las enfermedades físicas. La emoción dañina para el cuerpo también se contagia a las personas que entran en contacto con nosotros e, indirectamente, a un sinnúmero de personas a quienes ni siquiera conocemos, a través de una reacción en cadena. El término genérico para describir todas las emociones negativas es la infelicidad. ¿Entonces las emociones positivas tienen el efecto contrario sobre el cuerpo físico? ¿Fortalecen el sistema inmune, revitalizan y sanan el cuerpo? Por supuesto que sí, pero debemos diferenciar las emociones positivas generadas por el ego de las emociones positivas emanadas del estado profundo de conexión con el Ser.
Las emociones positivas generadas por el ego traen consigo un opuesto en el cual se pueden convertir. He aquí algunos ejemplos: lo que el ego llama amor es deseo de poseer y un apego que puede convertirse en odio en un segundo. La expectativa ante un evento, es decir, el exceso de importancia que el ego le da al futuro, se convierte fácilmente en desilusión y frustración cuando el evento no satisface las expectativas del ego. Los elogios y el reconocimiento nos hacen sentir alegres y optimistas un día, pero la crítica y la indiferencia nos dejan tristes e infelices al otro. El placer de una fiesta se convierte en fatiga y resaca al día siguiente. No hay bien sin mal, alegría sin tristeza. Las emociones generadas por el ego son producto de la identificación de la mente con los factores externos, los cuales son inestables y están sujetos a cambiar en cualquier momento, como es natural. Las emociones profundas no son realmente emociones sino estados del Ser. Las emociones existen en el ámbito de los opuestos. Los estados del Ser, aunque pueden permanecer a la sombra, no tienen opuesto; como aspectos de nuestra verdadera naturaleza, emanan desde nuestro interior en forma de amor, felicidad y paz.
EL PATO CON MENTE HUMANA En El poder del ahora, mencioné que había observado que cuando dos patos se pelean, al separarse nadan en direcciones opuestas. Después, los dos baten las alas con fuerza varias veces para descargar el exceso de energía acumulada durante la pelea. Una vez que han sacudido las alas se van nadando pacíficamente como si no hubiera pasado nada. Si el pato tuviera una mente humana, mantendría viva la pelea en sus pensamientos, tejiendo historias. Esta podría ser la historia del pato: "no puedo creer lo que acaba de hacer, se me acercó a menos de unos cuantos centímetros, seguramente se cree dueño del estanque, no tiene consideración alguna por mi espacio privado. Nunca más confiaré en él; la próxima vez con seguridad tramará otra cosa para molestarme, estoy seguro de que ya está tramando algo pero no lo toleraré; le daré una buena lección que nunca olvidará". Y así continúa la mente tejiendo sus historias, pensando y hablando sobre el asunto durante días, meses y hasta años. En cuanto al cuerpo, la lucha no ha cesado y la energía que genera en respuesta a todos esos pensamientos es emoción, la cual da lugar a más pensamientos todavía. Es lo que se convierte en el pensamiento emocional del ego. Es fácil ver lo problemática que sería la vida del pato si tuviera una mente humana. Pero es así como viven la mayoría de los seres humanos. Nunca ponen punto final a ninguna situación o acontecimiento. La mente y "mi historia" fabricada continúan con su ciclo interminable. Somos una especie que perdió su camino. En toda la naturaleza, en cada flor o árbol, en cada animal, hay una lección importante para nosotros, si tan solo nos detuviéramos a observar y oír. La lección del pato es la siguiente: sacudamos las alas, es decir, dejemos atrás la historia y volvamos al único lugar donde reside el poder: el presente.
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