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Socio-Política: Medio Oriente
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 28/02/2011 06:23 |
Peter Popham (The Independent) |
La revolución avanza. Mientras Khadafi suelta a sus matones y mercenarios para la pelea final en las calles de Trípoli, hay varias muertes en Irak a medida que las protestas se hacen más duras. El rey Abdulá de Arabia Saudita intenta sobornar a sus súbditos con una coima de 35.000 millones de dólares en viviendas, servicios sociales y becas. Ahí nomás en Bahrein sueltan presos políticos pero la situación no se calma. En Irán, el presidente Ahmadinejad no para de hablar, encantado, sobre el caos en el mundo árabe, sin mencionar el creciente odio en su propio país. La oposición en Yemen gana fuerza cada día.
Y no es cosa del Medio Oriente nada más. Es una crisis africana: Túnez, donde todo empezó, es un país africano y esta semana un desesperado veterano de guerra se quemó vivo frente al palacio presidencial de Senegal, imitando a Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante cuyo suicidio disparó la revolución tunecina. El espíritu de la revuelta se extiende como un incendio a media docena de naciones africanas desgobernadas, con serios disturbios en Mauritania, Gabón, Camerún y Zimbabwe.
Nadie está a salvo. Docenas de activistas chinos siguen detenidos o bajo vigilancia, y el gobierno cerró la red LindedIn para evitar protestas al estilo árabe. En lo que debe ser el régimen más represivo del planeta, Corea del Norte, el ejército reprimió una protesta en Sinuiji matando a cinco personas. Y no fue la única ciudad en manifestarse. Los generales que gobiernan Burma detrás de un fino barniz institucional no sacan el ojo de Medio Oriente, listos para volver a encarcelar a Aung San Suu Kyi a la primera señal de manifestaciones.
Nadie es inmune a esta ola de rebelión porque la globalización es un hecho. Los mercados están conectados de un modo íntimo y los problemas de uno enseguida se transforman en la furia del otro. Hace veinte años, las cosas eran más manejables. Cuando la producción de granos de la Unión Soviética se cayó en los años ochenta y un país que había sido exportador de granos tuvo que importarlos, el resultado fue la caída del sistema en unos pocos años. Pero eso fue todo. Hoy no hay esos diques y, gracias a las comunicaciones digitales, las cosas se aceleraron.
¿Por qué ahora? Hay varias explicaciones en oferta: nuevas poblaciones urbanas con educación y sin empleo, décadas de resentimiento acumulado contra lo que Peter Bergen, de la New American Foundation, define como “cleptocracias autoritarias y endogámicas que no saben gobernar”, Facebook y Twitter subvirtiendo el control de la población.
Lo que no aparece en la lista, para el asombro y alivio de EE.UU. y Europa son las cosas que se suponía eran la base del populismo árabe: el fundamentalismo islámico combinado con antisionismo y antiamericanismo. Como destacó un egipcio tras la caída de Mubarak, en ningún momento en las semanas de disturbios se le ocurrió a alguien atacar las embajadas de Israel o de Estados Unidos, aunque están a unas cuadras de la plaza Tahrir. “Ni siquiera les tiraron una botella de Coca”, dijo.
Claro que esto no significa que los aliados de Al Qaida no vayan a tratar de aprovechar el caos en Libia, tratando de que sea una Somalia en el Mediterráneo. Y nada garantiza que estas revueltas resulten en democracias. Es que la raíz verdadera de estos eventos, más allá de las discusiones sobre redes sociales, es un problema que va a empeorar en los años próximos, un problema que nadie puede realmente controlar.
La primera advertencia fue un documento publicado en diciembre en la página de la FAO, la organización dedicada a la alimentación y la agricultura de la ONU. “Los recientes episodios de extrema volatilidad de precios en los mercados agropecuarios internacionales anuncian riesgos crecientes y más frecuentes para la seguridad alimentaria del mundo. Hay un creciente consenso sobre que el sistema global de producción de alimentos es más vulnerable y susceptible a episodios de extrema volatilidad de precios. A medida que los mercados se integran en la economía mundial, los cambios en la arena internacional pueden ahora trasladarse y propagarse a los mercados locales de un modo más rápido.”
Estos cambios ocurrieron lejos de El Cairo y de Trípoli. Incluyeron incendios en Rusia que destruyeron cientos de miles de hectáreas de granos, fuertes lluvias en Canadá que arruinaron la cosecha de trigo, un verano caluroso y seco en Argentina que disminuyó la cosecha de soja, inundaciones en Australia que arrasaron el trigo. Medio Oriente, con su superpoblación y sus desiertos, importa la tercera parte del trigo del mundo. El efecto combinado de estos problemas en los países productores le creó una inflación en la canasta alimentaria del 32 por ciento en el segundo semestre de 2010.
La FAO atribuye esta volatilidad extrema de los precios a los desastres naturales como los terremotos, tsunamis y ciclones. “Históricamente, los episodios de extrema volatilidad son raros. Como los desastres naturales, tienen una baja posibilidad de ocurrir pero crean grandes riesgos y costos a las sociedades que los sufren.”
A comienzos de 2008 ocurrió otra cadena de problemas similar que causó disturbios por el precio de los alimentos en cuarenta países, de Haití a Bangladesh, pasando por México, Uzbekistán y Eritrea, además de otros que volvieron ahora a las primeras planas, como Yemen, Egipto, Marruecos, Mauritania, Senegal y Zimbabwe. Estos son parte de la lista de 80 países que combinan bajos ingresos con poca producción de alimentos, lo que los deja particularmente expuestos a las fluctuaciones de precios. En esos países, importar alimentos puede llevarse el 70 por ciento de los ingresos. Cuando el precio de las harinas y los granos sube un 30 por ciento, el resultado es extremadamente duro, tan duro que la gente sale a la calle.
El jefe del equipo económico de la FAO, Abdolreza Abbassian, anunció a su manera seca y académica el desorden que venía. “Se está poniendo incómodo”, dijo en diciembre. “Varios países, especialmente países pobres, dependen demasiado de los mercados internacionales y tienen que importar alimentos a precios mayores. No es posible predecir si esto producirá disturbios como los que vimos en 2008.”
Para los pobres de Medio Oriente, la suba de precios de comienzos de este año fue como un segundo terremoto en tres años. Pero al contrario de con un terremoto, esta vez había a quién echarle la culpa. Tan central era el problema, tan grande la furia, que cuando las marchas desbordaron las calles de Túnez el presidente Zine el Abidine Ben Ali declaró el estado de emergencia y al mismo tiempo prometió reducir el precio de la canasta alimentaria. Fue poco y fue tarde; para mediados de diciembre era historia.
Cuando el derrocado presidente partía al exilio, The Washington Post se preocupó con la posibilidad de que “estemos viendo el comienzo de una segunda ola de protestas mundiales por los precios de los alimentos”. Ya sabemos que las cosas resultaron algo diferentes: disturbios en 2008, revoluciones en 2011. La pregunta es dónde ocurrirán los próximos eventos y qué serán.
Página/12, Buenos Aires, 27/2/11 http://www.pagina12.com.ar/
Difundido por Correspondencia de Prensa germain5@chasque.net
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 06:24 |
Muchos pensaban que el régimen del coronel Gadafi en Libia resistiría el vendaval de cambio que agita el mundo árabe debido a su reputación de brutalidad, que había fragmentado a su población de seis millones de personas a lo largo de los últimos 42 años. Tanto más sorprendente resulta ahora su probable desaparición después de varios días de protestas de manifestantes desarmados, pues en esos largos años ha destruido el mínimo atisbo de disidencia y ha atomizado a la sociedad libia para asegurarse de que ninguna organización, formal o espontánea, pudiera consolidarse suficientemente para oponerse a su dominación.
El Islam político, radical o moderado, ha sido su principal víctima, especialmente tras una revuelta islamista en Cirenaica, la región oriental del país, a finales de los años noventa. Otras corrientes políticas tuvieron que exiliarse a partir de 1973, cuando se proclamó la “democracia popular directa” y nació la yamahiriya, el “Estado de las masas”. Incluso el ejército libio fue objeto de sospecha y el cuerpo de oficiales estaba sometido a un estricto control para atajar cualquier amago de deslealtad. No es extraño que importantes unidades hayan roto con el régimen, haciendo posible la liberación del este de Libia.
Causas del colapso
Las únicas estructuras que toleró el régimen al margen de las instituciones del “Estado de las masas” —que materializaba la visión personal de Gadafi de la democracia popular directa, en la que todos los libios estaban teóricamente obligados a participar— fueron la base tribal de la sociedad y el Movimiento de los Comités Revolucionarios, vinculado a su vez al régimen a través de la afiliación tribal y el compromiso ideológico y utilizado para disciplinar y aterrorizar a la población mediante la “justicia revolucionaria”.
Aparte de esto solo estaban la familia del coronel y los riyal al-jima, los “hombres de la jaima”, antiguos compañeros revolucionarios de Gadafi de la Unión de Oficiales Libres que había organizado la revolución de 1969 contra la monarquía de los Sanussi y llevado al poder al coronel. Las tribus no necesariamente apoyaban al régimen, pero estaban controladas por la “dirección social popular”, un comité que reunía a 32 de los principales líderes tribales bajo la estrecha vigilancia del régimen.
Sin embargo, en realidad, las tribus Sa’adi de Cirenaica, por ejemplo, no tenían en gran estima al régimen, pues fueron la cuna del movimiento Sanussi, que había controlado gran parte de la Libia moderna y de Chad en el siglo XIX. En asociación con el Imperio otomano, los Sa’adi encabezaron la resistencia a la ocupación italiana entre 1911 y 1927. La revolución les restó poder, entre otras razones porque los revolucionarios procedían de tres tribus —los Qadadfa, los Maghraha y los Warfalla— que anteriormente les habían estado subordinadas.
Se podría decir, en resumen, que la revolución supuso, en lo esencial, una inversión del poder tribal, a pesar de su compromiso ostensible con el nacionalismo panárabe.
Factores geográficos
En efecto, el régimen se construyó conscientemente sobre la base de estas tres tribus, que nutrieron los servicios de seguridad y el Movimiento de los Comités Revolucionarios. Pero incluso entre ellas hubo disputas internas: los Warfalla estuvieron implicados en el golpe fracasado de Bani Ulid en 1993 y sus jefes se negaron a ejecutar a los culpables para demostrar su lealtad al régimen. Al final, los sicarios de Gadafi organizaron la ejecución, granjeándose la enemistad tribal, lo que probablemente explica por qué los jefes tribales se pasaron tan pronto al lado de la oposición cuando el régimen comenzó a tambalearse.
En la rapidez del colapso del régimen también incide un factor geográfico: Libia es en gran parte un desierto, y las únicas regiones que pueden soportar cierta densidad de población son la llanura de Yefara, alrededor de Trípoli, y Yabal al-Ajdar, alrededor de Bengasi, en Cirenaica. El resultado de ello es que la población libia, gracias al desarrollo económico sostenido por el petróleo del Estado rentista que surgió a finales de la década de 1960, está ahora altamente urbanizada y en gran parte concentrada en esas dos urbes y las ciudades satélite que las rodean.
Corrupción
Esto significa que cualquier régimen que pierda el control sobre ellas ha perdido el control del país, por mucho que tenga en sus manos el resto del territorio, como los yacimientos petrolíferos del golfo de Sirte, situado entre ambas y habitado por los Qadadfa, o los Fezzan, que todavía parecen mantenerse leales al régimen de Gadafi. Esto explica cómo, una vez que el ejército cambió de bando en Bengasi, el régimen perdió el control de toda la parte oriental de Libia y por qué su control sobre Trípoli, la capital, se ha resquebrajado con tanta rapidez.
Tampoco hay que olvidar la naturaleza del régimen o de la familia de Gadafi como factor del colapso. En los últimos años, el régimen se ha beneficiado de la creciente inversión extranjera en el país, además de las enormes rentas del petróleo, cuando se levantaron en 1999 las sanciones que habían sido impuestas en relación con el atentado de Lockerbie. En la misma medida que fue creciendo el interés de los inversores extranjeros, también lo hizo la corrupción, y aunque tal vez el propio coronel Gadafi no fuera corrupto, sus ocho hijos sin duda lo son, habiendo amasado sus respectivas fortunas mediante el cobro de comisiones y el desvío de fondos del enorme flujo de dinero generado por el sector del petróleo y el gas.
La población libia, por su parte, no pudo participar en los beneficios del petróleo, de modo que la corrupción galopante alimentó su resentimiento frente al régimen en los últimos años.
“Mercenarios extranjeros”
Además, el líder libio, que no ocupa ningún cargo formal dentro de la Jamahiriya, pero que se aseguró de que el Movimiento de los Comités Revolucionarios respondiera exclusivamente ante él, ha jugado con las aspiraciones de sus hijos a sucederle, enfrentándolos entre ellos de manera que ninguno alcanzara poder suficiente para amenazar su posición. En esta atmósfera de absoluta desconfianza y sospecha, no es extraño que el último bastión del régimen sean los “mercenarios extranjeros” que aterrorizan a los libios con su violencia indiscriminada en la revolución en curso.
En realidad, estos mercenarios forman parte de la concepción del Estado propia de Gadafi. En la década de 1980, Libia abrió sus fronteras a todos los que fueran musulmanes, al amparo de su visión del nacionalismo panárabe y del integrismo islámico. El régimen reclutó asimismo una “Legión islámica” para ayudarle en sus aventuras extranjeras, particularmente en África, como ocurrió en Chad, Uganda y Tanzania.
En 1997, Libia renunció asimismo a su imagen de país árabe para propiciar en su lugar su raigambre africana, abriendo sus fronteras al África subsahariana a pesar de las fuertes tensiones internas que generó la llegada de inmigrantes y que dieron lugar a los disturbios del año 2000.
Ahora, además de utilizar a inmigrantes africanos para doblegar a países europeos, como Italia, con la amenaza de abrir las puertas a un flujo migratorio descontrolado, también ha reclutado a muchos de ellos para sus fuerzas de élite alrededor del “Batallón de Disuasión” (la 32ª Brigada), que se dedica exclusivamente a la represión interna. Sus componentes no tienen ningún vínculo de lealtad con los libios y constituyen la tropa en que se apoya Gadafi para asegurar que el régimen acabará en un baño de sangre en castigo por la traición de los libios a su visión política.
El futuro
Al margen de lo que piense del coronel —y lo que piensa es lo que determina la lucha en el interior de Libia en estos momentos—, existen factores objetivos que determinarán el resultado. La rebelión en la parte occidental de Libia ya ha hecho caer en manos de la creciente oposición al régimen algunas ciudades de la llanura de Yefara. Al parecer, Zuwara está controlada por ella y por lo visto se está librando una batalla entre las fuerzas armadas leales al régimen de Gadafi y el naciente movimiento contrario al mismo en Misurata y Zawiya, donde al parecer han intervenido helicópteros de combate.
Aunque Trípoli siga en manos del régimen, las ciudades que la rodean parecen escapar a su control. Al final, el líder no controlará más que la capital. No cabe duda de que el combate resulta cada vez más sangriento y ya se calcula que hay entre 600 y 2.000 muertos.
El resultado dependerá de la lealtad de las fuerzas armadas y de las instituciones del Estado hacia el líder libio. Y esta lealtad está cada vez más en tela de juicio: dos ministros, los de Justicia y de Interior, han dimitido y las misiones diplomáticas libias en todo el mundo están cambiando de bando progresivamente, entre ellas algunas importantes como la de Naciones Unidas en Nueva York y la de Washington. Los diplomáticos declaran que se oponen a lo que consideran un genocidio por parte de las fuerzas armadas libias contra manifestantes desarmados.
Hasta las propias fuerzas armadas están desgajándose cada vez más del régimen, lo que sin duda es una revancha tardía por la desconfianza y los abusos de que han sido objeto crónicamente. Pocos son, en el seno del ejército y de la población en general, los que han olvidado los hechos ocurridos a finales de la década de 1980, cuando Libia se vio forzada a salir de Chad con numerosas bajas.
¿Quién vendrá?
El problema es que no está nada claro qué vendrá a sustituir al odiado régimen del coronel Gadafi. Una consecuencia de la represión sistemática es que no existe ningún movimiento o personalidad que pudiera aparecer como alternativa natural. Dentro de Libia, únicamente los Hermanos Musulmanes y algunos grupos integristas islámicos tienen alguna presencia organizada.
Fuera de Libia hay numerosos grupos de oposición, pero no está demostrado que tengan alguna influencia real en el interior del país. En los países europeos que bordean la costa norte del Mediterráneo existe el temor a una avalancha de inmigrantes y refugiados que huyen de la violencia. Y finalmente hay un millón de migrantes subsaharianos empantanados en Libia que esperan cruzar a Europa.
24/2/2011
[George Joffe es investigador de la Universidad de Cambridge y profesor invitado del Kings College de la Universidad de Londres, especializado en Oriente Próximo y África del Norte. Ha sido director de estudios del Royal Institute for International Affairs en Londres.]
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 06:26 |
La crisis marfileña se intensifica bajo la presión de la comunidad internacional y de la Unión Africana. El pueblo continúa siendo su primera víctima.
La amenaza de intervención militar en Costa de Marfil contra Laurent Gbagbo, para instalar a Ouattara reconocido ganador de las presidenciales por la comunidad internacional, se aleja progresivamente bajo las diferentes presiones de ciertos países africanos como África del Sur, Angola pero también de Ghana que figura como ejemplo de estabilidad democrática en África del Oeste.
Presiones asumidas igualmente por la gran mayoría de la opinión pública África que, con razón, no comprende porqué habría una intervención militar en Costa de Marfil cuando muchos países han conocido fraudes electorales masivos como Gabon, Togo o más recientemente Centro África sin provocar ninguna reacción de esa misma comunidad internacional.
La Unión Africana ha decidido pues la creación de un grupo compuesto de cinco presidentes africanos cuyo papel será definir medidas obligatorias para los dos protagonistas marfileños. Los dirigentes de ese grupo, con la excepción del surafricano Jacob Zuma, van a tener dificultades para dar lecciones de probidad y de democracia a Laurent Gbagbo. En efecto, tres presidentes llegaron al poder por la fuerza: Blaise Compaoré por un golpe de estado en 1987 en Burkina Faso contra Thomas Sankara, Mohamed Ould Aziz en 2005, poniendo fin a un auténtico período democrático en Mauritania, y el dictador tchadiano Idriss Déby que se hizo célebre por numerosas exacciones contra las poblaciones de su país. Todos van a organizar mascaradas electorales, unidos al quinto de ellos, el tanzano Jakaya Kikwe cuyo último escrutinio ha sido objeto de serias dudas sobre su regularidad por la Unión Europea.
Para ser franco, se ve mal lo que ese grupo de grandes demócratas podría proponer como medida que permitiera una salida del conflicto, al ser tan irreconciliables las posiciones de Ouattara y Gbagbo. El país corre el riesgo de hundirse de nuevo en una crisis tan fuerte como la de comienzos de los 2000 cuando, tras el golpe de estado fracasado de las Fuerzas nuevas, se produjo la división del país entre la región norte que éstas dirigen y el resto del país bajo la jurisdicción del gobierno.
Esta crisis política es una carga para las poblaciones que son víctimas de la corrupción, de la arbitrariedad y de las violaciones de los derechos humanos perpetrados por las gentes de armas tanto en las zonas controladas por Gbagbo como en las del norte controladas por las Fuerzas nuevas de Ouattara. En efecto, los informes de las principales organizaciones de derechos humanos señalan asesinatos, violaciones y secuestros perpetrados por los escuadrones de la muerte contra supuestos partidarios de Ouattara en algunas ciudades y barrios de Abidjan. Los refugiados marfileños en Guinea y Liberia cuentan también violaciones de los derechos humanos cometidas por los partidarios de los dos pretendientes al poder.
A estas dificultades se añaden las económicas entre las cuales los aumentos de los precios de los productos de primera necesidad impiden a los sectores más pobres de la población alimentarse correctamente.
Las organizaciones del movimiento social están pilladas entre los pro-Ouattara y los pro-Gbagbo. Esta situación les impide realizar una acción autónoma que, a falta de dibujar una tercera vía, la de una ruptura con el presidencialismo en beneficio de una intervención de las masas en la escena política, les permitiría al menos ser un medio de defensa para las poblaciones frente a las consecuencias de la disputa por el poder entre los representantes de las dos fracciones de la burguesía marfileña.
Publicado en Hebdo Tout est à nous ! 90 (17/02/11)
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 06:27 |
Carine Fouteau (Mediapart) |
El mismo día en que arrancaron las primeras manifestaciones contra Gadafi en Libia, el 15 de febrero de 2011, representantes de la Unión Europea recibían en Bruselas a oficiales del régimen libio para discutir sobre la “puesta en práctica” de un acuerdo sobre inmigración, según informaciones confirmadas en la sede de la Comisión. Esta coincidencia es la viva imagen de la única respuesta concreta que ha dado hasta ahora la UE a los levantamientos populares del Magreb y de Oriente Próximo: reforzar la vigilancia de sus fronteras exteriores para impedir que los migrantes procedentes del continente africano arriben a sus costas.
A partir del domingo, 20 de febrero, la agencia europea Frontex viene facilitando a Italia equipos aéreos y marítimos y “policías” europeos. “Me complace anunciar (el despliegue) de la misión Hermes de Frontex (…) para ayudar a las autoridades italianas a gestionar los flujos migratorios procedentes del norte de África”, declaró satisfecha la comisaria de Asuntos de Interior, Cecilia Malmström.
Esta “clara señal de solidaridad europea”, por citar sus palabras, se produce a raíz de la llegada, estos últimos días, de varios miles de tunecinos (unos 5.000) a la isla de Lampedusa. Aprovechando la relajación de la vigilancia policial en su país, estas personas llegaron a Italia en barco con ánimo de reunirse, en muchos casos, con sus familias en Francia.
Si las mismas causas producen los mismos efectos, los Estados miembros de la UE temen que el hundimiento del Estado libio, si finalmente se produce, provoque la salida masiva de migrantes de Libia, que constituye la principal zona de tránsito de muchos africanos subsaharianos. Blandiendo la amenaza de invasión, el ministro de Asuntos Exteriores de Italia, Franco Frattini, anunció la posible llegada de “cientos de miles” de refugiados y predijo incluso un “éxodo bíblico”, “diez veces mayor que la llegada de albaneses en la década de 1990”.
En una entrevista publicada en la revista alemana Spiegel Online, el director de Frontex, Ilkka Laitinen, anticipa lo que sucederá. Al tiempo que pide más medios humanos y materiales, considera, fatalista, que “si quieren venir, encontrarán la manera de llegar”. “No podemos matarlos”, añade.
5.000 millones de euros, una cantidad “exagerada”
Los países europeos se inquietan, o hacen ver que se inquietan, cuando son ellos mismos los que han contribuido a convertir la inmigración en moneda de cambio en sus relaciones con Muammar el Gadafi. Este último lo demostró el 17 de febrero, cuando amenazó con “dejar de cooperar en la lucha contra la inmigración ilegal” si la UE seguía “alentando” a los manifestantes. Desde hace algunos meses, la ruta libia estaba siendo menos frecuentada y los migrantes preferían tomar otras vías, más largas y peligrosas, rodeando el Mediterráneo por la parte oriental. Sin embargo, un debilitamiento del Estado policiaco y las órdenes del dirigente libio podrían reactivar esa ruta.
A golpe de millones de euros, Bruselas asignó progresivamente la función de guardafronteras a Libia, país que no ha suscrito la Convención de Ginebra sobre los refugiados. El último acuerdo de cooperación data de octubre de 2010. Pocas semanas después de la firma, a finales de noviembre, los dirigentes europeos acudieron a Trípoli para escuchar cómo el dirigente libio les reclamaba, una vez más, 5.000 millones de euros (anuales) para frenar la inmigración “clandestina”.
Si bien tacharon esta petición de “exagerada”, los responsables de la UE acababan de concederle una “ayuda” de 50 millones en dos años (2011-2013). Italia se había adelantado en mayo de 2009 organizando patrullas italo-libias a lo largo de las costas.
Presas de su propia trampa, los ministros europeos de Asuntos Exteriores, reunidos en Bruselas el domingo 20 y el lunes 21 de febrero, expresaron su indignación, desde luego, pero midiendo mucho sus palabras. Cuando ya habían muerto centenares de manifestantes libios en Bengasi y Trípoli, la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, llamó a las autoridades a “hacer gala de contención y calma” y abogó por “un diálogo abierto y con contenido”.
Las circunstancias dramáticas no impidieron a los representantes de la UE expresar su preocupación por una eventual avalancha de inmigrantes. “Se produce un fenómeno de succión cuando caen un régimen y sus controles”, insistió el ministro francés de Asuntos Europeos, Laurent Wauquiez. “Estamos alarmados por la evolución de la situación en África del Norte”, añadió Michele Cercone, portavoz de la comisaria de Asuntos de Interior.
Un “emirato islámico árabe junto a la frontera europea”
Yendo todavía más lejos, el ministro de Asuntos Exteriores checo, Karel Schwaerzenberg, estimó que la UE “no debería implicarse demasiado” en los acontecimientos libios, poniendo en guardia a la opinión sobre las “catástrofes” que provocaría la caída del dictador.
“Italia, como ustedes saben, es el vecino más cercano tanto de Túnez como de Libia y estamos extremadamente preocupados por las repercusiones en el fenómeno migratorio en el sur del Mediterráneo” de los acontecimientos actuales, declaró a su vez su colega italiano, Frattini. “Europa no debería tratar de exportar su modelo a África del Norte (…). No deberíamos causar la mala impresión de que exportamos nuestra democracia. Debemos ayudar y apoyar la reconciliación pacífica”, remachó, expresando su temor por la instauración de un “emirato islámico árabe junto a la frontera europea”, que supondría una “grave amenaza”.
Como atestigua el tono dramático de estas palabras, el fantasma de la invasión responde a cierto interés por parte de los países que lo agitan. En la escena política italiana, podría servir para desviar la atención de la opinión pública de los escándalos del jefe de gobierno, Silvio Berlusconi, pendiente de juicio por abuso de poder y relaciones sexuales con una menor.
En Francia, el ministro del Interior, Brice Hortefeux, aprovechó la ocasión para insistir en relacionar inmigración y delincuencia. “Las autoridades italianas nos han informado de que entre los inmigrantes recién llegados hay antiguos presos comunes, ya que unos 10.000 de ellos se han evadido durante la revolución tunecina. De momento, el problema no se plantea en Francia, pero puede llegar a plantearse. Es realmente preocupante para los países europeos que esa gente venga aquí”, declaró, según Le Canard enchaîné, durante un desayuno con los dirigentes de la mayoría parlamentaria, el 15 de febrero en el Elíseo.
En el plano de la UE, este tipo de discurso pretende legitimar el continuo endurecimiento de la política migratoria europea, cuando en realidad los desplazamientos entre las dos riberas del Mediterráneo son muy minoritarios dentro de los flujos migratorios.
Coreadas por el grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo, varias redes militantes y asociaciones, como Migreurop o France terre d’asile, han llamado a los Estados miembros a romper toda relación con Libia y a “reorientar radicalmente” sus política con el fin de “abrir una nueva era, marcada por menos injusticias, menos desigualdad y menos atentados a los derechos en las relaciones entre la Unión Europea y sus vecinos mediterráneos”.
23/2/2011
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 06:33 |
Manuel Castells (La Vanguardia) |
Un nuevo espectro recorre los salones del poder en el mundo: la libre comunicación en las redes de internet. Ministros y ministras sin decencia legislan, contratan policías informáticos y censores, amenazan, sancionan, encarcelan y en algunos casos, como a Jalid Said en Alejandría, matan por colgar un vídeo en YouTube. Saben que se juegan su negocio, porque el poder siempre se ha basado en el control de la comunicación. Pero su esfuerzo es vano. Aunque castiguen al mensajero no interceptan el mensaje. En democracia, porque aún hay protección judicial de la libertad de expresión.
Los tribunales frenaron en sus intentos censores a Bill Clinton, a Blair, a Sarkozy, a González Sinde, entre otros. En países autoritarios, como China, los censores dependen de robots programados mediante palabras clave, por lo que basta con no utilizarlas. Facebook o Twitter están bloqueados en China, pero hay otras redes sociales chinas y sobre todo blogs y chats cuya infinidad hace difícil su control. Así que los gobiernos están empezando a diseñar sistemas para desconectar internet y las redes móviles en momentos de crisis. Eso hizo Ahmadineyad en el 2009 y Mubarak entre el 27 de enero y el 1 de febrero.
No hay un botón de mando que permita desconectar todas las redes con pulsarlo (aunque el Congreso estadounidense lo tiene en estudio). Lo que hizo Mubarak fue ordenar verbalmente a los principales proveedores de servicio de internet (IPS) que desconectaran a Egipto de la red global reprogramando los códigos de acceso. La desconexión afectó a 3.500 rutas BGP de los IPS egipcios. Se mantuvo todavía el proveedor del grupo Noor, que conecta la bolsa egipcia, pero también interrumpió el servicio dos días después. El apagón no fue total porque existen pequeños proveedores independientes, pero afectó al 93% del tráfico. Simultáneamente, se desconectaron las redes móviles y la recepción del satélite de Al Yazira.
Y ahí surgió la solidaridad de la comunidad internauta global, personas y empresas, así como la creatividad de los jóvenes egipcios. Los manifestantes se conectaron por varios procedimientos. La red hacker Tor, un proxy que redirecciona con anonimidad tráfico en internet por una red de ordenadores voluntarios, recibió mensajes por teléfono que eran remitidos a conexiones de internet aún abiertas en Egipto o en la red de fibra óptica Europa-Asia que se mantuvo operativa aunque desde Egipto no se pudiera conectar. Mediante otra red global, Hot-Spot Shield, los internautas egipcios pudieron conectar con seguridad otros proxys, o sea, direcciones de internet alternativas con conexión disponible. Teléfonos inteligentes (como iPhone) se usaron como módems para conectar a internet mediante llamadas internacionales por líneas de teléfono fijas que no se interrumpieron (el país no podía quedarse sin teléfono). Algunas empresas, como la francesa NDF, ofrecieron su conexión mediante llamadas a un número de París. Máquinas de fax, usadas desde universidades, establecieron conexión con estas redes, enviaron y recibieron mensajes que eran reenviados por fax dentro del país.
Otra organización internacional hacker, Telecomix, extendió a Egipto las tácticas que habían empleado en Irán, China, Túnez y otros países, informando a los egipcios en foros de chat o wikis sobre las posibilidades de comunicación a su alcance. Telecomix creó un programa de búsqueda automática en Google de todos los números posibles de máquinas fax en Egipto y enviaron mensajes generados en Egipto y telefoneados por línea fija a todos los números de fax. Se supone que Mubarak debió de recibir alguno, pero también los recibieron miles de personas que los difundieron en su entorno.
Google y Twitter organizaron un sistema speak-to-tweet mediante el cual una llamada telefónica internacional era registrada por un contestador automático y el mensaje era entonces automáticamente reenviado como twit a Egipto, identificado por un hashtag. Como Twitter estaba bloqueado, la empresa creó una nueva cuenta @twitterglobalpr específica para explicar el uso del speak-totweet en Egipto. Aunque sólo hay unos 14.000 usuarios de Twitter, los twits eran reenviados dentro del país por distintos medios, fax, panfletos distribuidos en la calle o radios de aficionados. Lo importante fue la combinación de múltiples medios de comunicación, incluyendo grafitis y las redes personales que se formaron en el espacio urbano ocupado. Algunos activistas publicaron un manual de cómo comunicarse por cualquier medio y lo distribuyeron a mano entre los manifestantes. Los medios de comunicación, como Al Yazira, cubrieron la información en directo, y aunque el acceso a su satélite estuvo cortado en los cinco días de apagón, imágenes e informaciones se transmitieron desde Egipto por teléfono vía satélite, se colgaron en YouTube y se recibieron en el país por los múltiples canales reseñados.
El 1 de febrero, Mubarak restableció la conexión por internet para indicar una vuelta a la normalidad, a sugerencia de EE UU. La medida había sido tan costosa como inútil. Un estudio de la OCDE cifra el costo económico directo del apagón de internet en 90 millones de dólares. A ello se añade el costo para el sector turístico y la interrupción del trabajo de las empresas de servicios de telecomunicación que operan como subcontratistas para empresas globales con ingresos estimados en tres millones de dólares diarios.
Pero el motivo fundamental del restablecimiento del servicio de internet fue la inutilidad de la medida. Cuando Mubarak se dio cuenta del peligro las redes sociales internautas ya habían pasado del ciberespacio al espacio urbano. Una vez conectadas en su vivencia, la comunicación por internet siguió siendo importante en lo global, pero ya no era decisiva en lo local. La gente ya había perdido el miedo. Ahí fue cuando Mubarak decidió usar lo de siempre: violencia e intimidación. Como sucedió luego en Irán, Bahréin, Siria, Yemen, Argelia, Jordania, Marruecos, Kuwait, Libia. Pero los gobiernos ya han perdido la batalla de las mentes. Y ésta se decidió en las redes de internet. De eso están tomando buena nota en todo el mundo, incluidos los países democráticos, en ambos lados de la barricada. 26/02/2011
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 06:45 |
Efectivamente, es la Revolución. Más allá de los temores ante la capacidad del sistema de rearticular, absorber y reintegrar estos actos de subversión, más allá, también, de los resultados inciertos, nos hallamos frente a la certidumbre de que hay un antes y un después. Los pueblos árabes han roto súbitamente el largo y ancho muro del miedo y del silencio que les separaba de su dignidad y de su libertad. Es la Revolución, y lo es en mayúsculas, porque se trata de un fenómeno de mucho mayor alcance, si cabe, de lo que aparenta. Lo que estamos viendo hoy, no son solo levantamientos populares que acaban, o acabarán tarde o temprano, con unos regímenes despóticos concretos. Tampoco se trata de una batalla que concierne únicamente al pueblo tunecino, al egipcio, o a otros que están alzando la voz a lo largo y ancho del mundo árabe. Es la movilización de un pueblo que redunda en última instancia en la puesta en cuestión del sistema global en el que nos hallamos insertos todos.
Lo que ahora está en juego, lo que el joven Bouazizi, sin saberlo siquiera, ha desencadenado, es la posibilidad de que el pueblo tome las riendas de la historia para transformar el sistema asimétrico y dictatorial global. Por sistema entiendo, el sistema internacional global, que instituye e institucionaliza la sustracción y transferencia sistemáticas de los recursos materiales, culturales, espirituales y humanos del “Sur” hacia el “Norte”, y que se encuentra inextricablemente ligado a la creación de unos campos semánticos, de unas redes de significados, de imágenes, de unos discursos en definitiva, que legitiman y dotan de sentido a estas prácticas. Discursos que funcionan a partir de marcos, variados y variables, binarios y antitéticos (identidad/alteridad, normalidad/anormalidad, desarrollados/subdesarrollados, democráticos/retrógradas, progresistas/oscurantistas, moderados/radicales) que generan toda una serie de jerarquías globales, lingüísticas, culturales, etno-raciales, económicas, epistémicas, sexuales, humanas, etc., que se entrelazan las unas con las otras y se articulan entorno al mercado capitalista global, a la idea de raza y al sistema de sexo-género.
Se trata del sistema internacional que funciona mediante un doble mecanismo gubernamental: dos dictaduras, una visible y la otra invisible, ambas entrelazadas y de consecuencias diferenciales para las poblaciones que son gestionadas por las mismas. Mientras que en el llamado “Tercer Mundo” se aplica el realismo político maquiavélico y la violencia directa; el “Primer Mundo” es gobernado por una tecnología del poder no coercitiva. Prevalece aquí el gobierno de las subjetividades y de las intersubjetividades que opera a través de los discursos. Discursos binarios que crean instrumentos para observar la realidad, que se convierten en una forma de construir realidades y de controlarlas. Discursos que delimitan el campo de las posibilidades de comprensión de la realidad, pero que también limitan la imaginación y las posibilidades de enunciación plural y heterogénea. Esta tecnología del poder que controla las subjetividades de las poblaciones metropolitanas y que se extiende, en un gesto global, hacia los pueblos del Sur, es muy útil, porque va a proporcionar la justificación “racional” del ejercicio de la realpolitik sobre el “Tercer Mundo”, que invisibiliza simultáneamente, tanto el carácter racista de estas “justificaciones”, como los intereses geoestratégicos occidentales y los de las elites dictatoriales del Sur, financiadas y apoyadas por los Estados Unidos, la Unión Europea e Israel.
La clave para comprender lo que está sucediendo hoy, la proporciona el argumento de la amenaza islamista y la justificación racional de su contención por nuestra seguridad, nuestra obsesiva, interesada y egocéntrica seguridad. Estamos ante la evidencia de una revolución pacífica, moderada, compartida y conducida por mujeres y hombres de todas las edades, de todas las confesiones, de todas las clases sociales y de todas las ideologías o tendencias políticas que salen a la calle unidos para exigir sus derechos, su dignidad y su libertad, evidencia que cuestiona súbitamente todas las retóricas sobre un mundo árabe estático, patriarcal, retrógrada, radical, fundamentalista y terrorista. Sin embargo, frente a esta realidad, los aparatos mediáticos, políticos y gubernamentales nacionales e internacionales insisten en seguir reproduciendo estas imágenes y construcciones a través del archi-explotado argumento de la amenaza islamista y la abusiva expresión de nuestra seguridad.
Estos argumentos merecen que les prestemos especial atención y que los observemos a partir de su contextualización en los esquemas de racismo cultural que van a surgir en la post-segunda Guerra Mundial. En ese momento se vivieron profundas transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales, asistiríamos primero a la entrada en la era del desarrollo, conducida por la nueva hegemonía estadounidense y posteriormente, tras la caída del Muro de Berlín, a la entrada en la era de la globalización. Surge tras la II Guerra Mundial el mito del fin del colonialismo y del racismo. Ciertamente, las formas político-administrativas y discursivas de antaño caducan, ya no es posible reproducir los marcos binarios metrópoli/colonia, ni civilizado/bárbaro. Los procesos independentistas marcan asimismo nuevas pautas de intervención a las metrópolis que se verán obligadas a poner en funcionamiento renovados moldes institucionales (organismos internacionales tales como el FMI, el BM, la OMS o la OMC y agencias de cooperación estatales, es decir, el sistema de la cooperación al desarrollo en su conjunto, más adelante las multinacionales, etc.) y semánticos que aseguren las relaciones jerárquicas de dependencia. En este contexto irán apareciendo los lenguajes del desarrollo, de las mujeres en el desarrollo y el género en el desarrollo, de la democracia, etc., todos ellos como formas invisibles transformadas del racismo biológico de la era colonial directa. Invisibles porque la palabra raza ni siquiera se mencionará. Estamos ante lo que algunos autores, como Etienne Balívar o Ramón Grosfoguel , van a llamar racismo cultural, porque se usarán elementos culturales como marca de inferioridad y superioridad reproduciendo la misma jerarquía colonial/racial de la expansión colonial europea. Será una forma de racismo que, sin embargo, no estará desvinculada de su forma biológica anterior, porque naturalizará y esencializará las culturas de los colonizados, ahora tercermundistas, subdesarrollados o antidemocráticos.
En los últimos treinta años, toda una serie de elementos darán lugar a las redefiniciones de los conceptos de naturaleza, de identidad y de cultura y a la aparición de nuevas e inéditas formas culturales, político-administrativas e ideológicas: el vacío provocado por la caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 y el subsiguiente desmoronamiento y desaparición de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991 que acaba con la amenaza comunista; la crisis del Estado de bienestar gestado tras la Segunda Guerra Mundial; toda una serie de revoluciones tecnológicas y científicas que traen consigo el ascenso del liberalismo capitalista y su desarrollo en una dimensión global, denominada neoliberalismo; la intensificación de los procesos migratorios a escala global que sitúa geográficamente a los “sujetos coloniales” extraeuropeos al interior de las fronteras imaginarias de Occidente y la creciente necesidad de recursos naturales, humanos y materiales para sostener los procesos de la globalización.
Urge la redefinición de nuevos enemigos y nuevas semánticas que permitan a Occidente seguir definiéndose en contraposición a un Otro, según las mismas estructuras binarias antitéticas que permitan perpetuar sobre él la necesaria dosis de realismo político y que encubran todo el aparato institucional de rapiña y saqueo. En este contexto, el recrudecimiento de la situación en Palestina y la intensificación de los conflictos de Cachemira, Chechenia, Timor Oriental, las intervenciones humanitarias en Somalia, en los Balcanes, en Sudán, la Primera y Segunda Guerra del Golfo, la Guerra de Afganistán, la invasión de Irak… todo ello y el formato de la cobertura que se le dará nos da pistas a cerca de quién y qué imagen tendrá este nuevo/viejo Otro, que Huntington en 1996 concretizará en su famoso Choque de civilizaciones. Pero sobre todo, los atentados del 11 de Septiembre de 2001, concebidos no sólo como causa, sino también como consecuencia, jugarán un papel decisivo en la repolarización del mundo en dos bloques antitéticos: Occidente y el Islam. La aparición de lo que hoy algunos autores denominan Terrorismo Global será determinante en la construcción y estructuración de la dialéctica que reconfigura el orden mundial en la oposición binaria Nosotros/el Otro, Occidente/ Islam. El musulmán ejemplificará todo lo que el occidental no es: oscurantista, retrógrado, medieval, tradicional, atrasado, pobre, analfabeto… e inferior cultural, civilizacional, intelectual y materialmente, y ahora además, terrorista. Él constituye una amenaza para nuestra civilización y nuestros valores democráticos, una amenaza para nuestra seguridad y estabilidad. El fantasma del fundamentalismo islamista planeará sobre todos los ámbitos de la vida y constituirá el pilar sobre el que se construirán los tres grandes argumentos que justificarán las invasiones (Iraq), las guerras (Afganistán) y el apoyo y financiación de las elites gubernamentales moderadas en los países de mayoría árabe o musulmana que luchan contra la “amenaza” asimismo, al estilo de Mubarak o Ben Alí. Estos tres discursos serán: la liberación de las mujeres oprimidas por el patriarcado islamista; la democracia que habrá que llevar a estos países y por último, pero no menos, nuestra seguridad y estabilidad. Un impecable aparato retórico que invisibiliza a ojos de las poblaciones metropolitanas, y de las que no lo son, los intereses en la zona y las responsabilidades en cuanto al ascenso de grupos radicales y perpetuación de situaciones insostenibles de crisis, guerras o hambrunas.
¿Por qué Egipto?
Efectivamente, Egipto, no es Túnez. Egipto es la franja de Gaza, es Rafah. Egipto es el canal de Suez. Egipto es el corazón del mundo árabe. Mubarak, no es Mubarak, Mubarak es la metáfora del patriarcado occidental sobre el mundo árabe, es el padre en palabras de Ahmad Shafiq (en un estilo que bien recuerda a las mafias italo-americanas). Es el que mejor ha sabido salvaguardar los intereses de Israel, de los Estados Unidos y de la Unión Europea en la zona. La amenaza islamista que para algunos es la “presencia activa” de los Hermanos Musulmanes entre los manifestantes, abanderada por el corrupto y siniestro Régimen egipcio y sus compinches occidentales, no es sino el título que rige el sistema actual global. Los miembros de la Hermandad, de incorporación tardía al movimiento revolucionario, son los mismos que fueron detenidos por primera vez en un intento de convencer al público de que estaban detrás de la agitación popular. Nadie puede negar que la organización, hoy ilegal, desempeña un papel trascendente en la oposición, sin embargo, ni está tomando un papel de liderazgo ni representa a la mayoría que enfrenta a Mubarak, de carácter primordialmente juvenil y plural. Paradójicamente se obvia y se silencian las oraciones y misas conjuntas en la Plaza de la Liberación entre musulmanes y coptos cristianos. En cualquier caso, y si queremos hablar en los términos permitidos y delimitados para la posibilidad de enunciación, la Hermandad, al igual que otros grupos islamistas, legales y no violentos, hace tiempo que abjuraron de la violencia a la que tuvieron que recurrir (y no estoy justificando, sino esclareciendo) en un contexto de brutal represión . Si bien hay que examinar y seguir siendo críticos con algunas de las posiciones de los Hermanos y otros grupos de lo que podríamos llamar aquí “islamismo político moderado”, éstos han desarrollado, sin embargo, nuevas políticas sobre la democracia, las mujeres y la sociedad civil.
Ahora bien, si en Egipto llegasen a darse las tan ansiadas elecciones libres y transparentes y se diera el caso de un resultado electoral favorable a la Hermandad, todo apunta a una trayectoria más cercana al modelo turco. Que sin embargo, no calificaré aquí de equivalente a democracia cristiana. Tampoco utilizaré 1789 para calificar la Revolución de hoy como la Revolución Francesa de los árabes. Se tratan todos ellos de instrumentos occidentalocéntricos que instituyen a Occidente en el centro de todas las cosas y en la medida de todas ellas y que generan, a fin de cuentas, occidentalocentrismo. Ni el cristianismo, ni su desarrollo histórico, social e incluso conceptual son los mismos que los del Islam, ni podemos pensar siquiera en esos términos, puesto que solo obtendríamos una tergiversación evidente de la realidad, o directamente, una realidad violentada. Se tratan de cosmovisiones diferentes, que han producido trayectorias y realidades muy diferentes. El desarrollo histórico, concreto y particular de Europa y de los Estados Unidos no se trata de una trayectoria lineal universal, de una receta inequívoca, que todos los pueblos tengan que seguir para alcanzar el tan aclamado progreso.
No se trata de defender un relativismo cultural, el propio término no es sino una flagrante puesta en acción etnocentrista que sitúa la trayectoria, cultura y valores occidentales en lo que el filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez denomina la hybris del punto cero. No se trata en absoluto de encerrarnos en un particularismo estrecho, más bien todo lo contrario, se trata de llevar hasta la última de sus consecuencias el término Universal. Se trata de ampliarlo y convertirlo en un concepto inclusivo y no excluyente. Se trata de replantear un concepto que desde sus inicios nació truncado cuando iba acompañado de una definición limitante y limitada, por no decir racista, del concepto de Ser Humano: primero el Hombre, blanco, burgués, capitalista, occidental, cristiano, militar, luego los hombres y las mujeres blancos. Aún, el concepto no ha englobado a las dos terceras partes del mundo, excluidos como infrahumanos del concepto de Universal, los derechos y las libertades nunca han sido aplicados a ellos.
La Revolución ahora presenta más que nunca un verdadero reto para todos. Es nuestra obligación exigir a nuestros gobiernos en nombre de la representatividad y la democracia que los legitiman que cesen el silencio y la anuencia sobre las violaciones sistemáticas que se están cometiendo en contra de los Derechos Humanos. Es la hora de reconocer la plena humanidad de las otras dos terceras partes del mundo a las que se les ha negado sistemáticamente. Y es la hora, no porque si no se hace Occidente perderá el tren de la historia, no, porque de hecho los focos de la historia comienzan a alejarse y ya están mirando en otras direcciones, es la hora, sin embargo, porque ellos, los pueblos árabes en esta ocasión, lo han decidido, porque ellos lo están exigiendo y están pagando el precio con su sangre. El cambio aún no ha llegado, sin embargo estamos presenciando el desencadenante de un proceso irreversible, que será (nada es seguro) largo, pero que, al fin y al cabo, llegará. Ahora si, en nombre de una justicia verdaderamente universal, que comienza por la descolonización de nuestro lenguaje, tenemos la obligación moral de participar, de uno u otro modo, en esta revolución. La revolución se extiende no sólo por el mundo árabe, también a las poblaciones occidentales (el ejemplo de Italia de Berlusconi) cansadas e indignadas por tanta opresión y manipulación. Ahora, el pueblo ha perdido el miedo a expresarse y a exigir sus legítimos derechos, es cuestión de tiempo y de estrategia a corto, medio y largo plazo, que veamos los frutos.
Sirin Adlbi Sibai es investigadora en el Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos de la Universidad Autónoma de Madrid. En la actualidad se halla en proceso de finalizar la tesis doctoral titulada: Colonialidad, mujeres e Islam: construcción y deconstrucción de la mujer musulmana. Ha sido investigadora visitante en la Universidad de Hassan II de Casablanca y en la School of Oriental and Asiatic Studies (SOAS) de la University of London. Asimismo ha participado en numerosos proyectos de investigación en diferentes universidades a nivel internacional e impartido numerosas conferencias. Las líneas de investigación que trabaja son: feminismo e Islam; feminismo y colonialidad; género, desarrollo y colonialidad; movimientos de mujeres en los países de mayoría musulmana; cooperación española al desarrollo en Marruecos; movimientos sociales y sociedad civil en el mundo árabe y actores emergentes de las Relaciones Internacionales.
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De: Marti2 |
Enviado: 28/02/2011 08:17 |
Egipto y Turquía, distanciándose de Israel
Mientras que la revolución de Egipto estalló por la situación interna – el pan y la mantequilla, la corrupción, la represión-, sus efectos más inmediatos se notan a nivel internacional. Hacía mucho tiempo que Egipto no resurgía con tanta importancia en la región, tanto para los amigos como para los enemigos. Al menos 13 de los 22 países de la Liga Árabe sufren las consecuencias: Argelia, Bahrein, Djibouti, Egipto, Iraq, Jordania, Libia, Mauritania, Marruecos, Sudán, Siria, Túnez y Yemen.
Pero donde más resonancia ha tenido ha sido en Israel. No existe precedente para un vecino asertivo y democrático. Excepto Turquía.
Cuando Estados Unidos daba forma a la OTAN (creada en abril de 1949), Turquía fue la primera nación musulmana en reconocer a Israel, en marzo de 1949 (Irán hizo lo mismo un año más tarde). Bajo la estrecha vigilancia de sus ejércitos, Turquía e Israel mantuvieron relaciones diplomáticas, económicas y militares durante la la Guerra Fría.
El primer toque de atención fue la denuncia de Turquía a la “opresión israelí” hacia los palestinos en 1987, pero sólo cuando tomo el poder el Partido Justicia y Desarrollo en el año 2002, se oyó de forma contundente esta voz crítica. En el año 2004, Turquía denunció el asesinato por parte de Israel del Jeque Ahmed Yassin, considerándolo un “acto terrorista” y la política israelí en la Franja de Gaza como “terrorismo patrocinado por el Estado”.
La conformidad de Arabia Saudita con la hegemonía de Estados Unidos e Israel es comprensible por la confianza de la monarquía saudita en sus ingresos en dólares por su petróleo. Como dijo el Secretario de Estado Henry Kissinger a Business Week después de que Arabia Saudita desafiase a los Estados Unidos en el embargo de petróleo a Egipto, como medida de apoyo a guerra de 1973 contra Israel, ya que tal comportamiento llevaría “a una política de guerra masiva contra países como Arabia Saudí e Irán, poniendo en riesgo su estabilidad política y su seguridad, en caso de que no cooperasen”.
Estas palabras no eran ociosas. El rey Faisal, que se arriesgó para ayudar a los egipcios y palestinos, fue asesinado poco después, y su acto de desafío fue lo último de lo que tuvieron noticias los sauditas. O Egipto, que a continuación hizo la paz con Israel. Incluso cuando las críticas de Turquía a Israel fueron más duras, Israel siguió encontrado la complacencia del presidente Hosni Mubarak, aunque fuese ésta una “paz fría” entre amigos.
Sí, enemigos. A pesar de las aparentes relaciones oficiales y de las fotos en las que aparecen los líderes de Egipto e Israel estrechándose la mano durante las tres últimas décadas, el 92% de los egipcios siguen viendo a Israel como enemigo, según una encuesta realiza por el Gobierno egipcio en 2006. Quizás Mubarak también viese las relaciones con Israel con profundo desagrado, pero cumplía las órdenes estadounidenses, consiguiendo así el segundo mayor paquete de ayudas por parte de Estados Unidos ( después de Israel).
La estrategia militar israelí fue perfilada a principios de los años 1980, después de que ya no se considerase a Egipto una amenaza militar. Dos nombres se identifican con esto: Ariel Sharon, que anunció públicamente en 1981, poco antes de la invasión de Líbano, que Israel ya no pensaba en términos de paz con sus vecinos, sino que procuraría ensanchar su área de influencia a toda la región “incluyendo países como Turquía, Irán, Paquistán y áreas como el Golfo Pérsico y África, y en particular los países de África del Norte y del Centro”. Esta visión de Israel como una superpotencia regional ha sido conocida como la Doctrina Sharon.
La invasión del Líbano por Sharon en 1982 siguió la estrategia del imperialismo tradicional, la invasión directa y la cooptación de las elites locales, en este caso las cristianas. Pero esta política de fuerza fue perdiendo su atractivo. Se corría el riesgo de un derrocamiento del líder o que encontrase una fuerte oposición.
El planteamiento más extremo del nuevo plan israelí para hacer de Israel un fuerza hegemónica regional fue la de Oded Yinon, “La estrategia de Israel en los años 1980”. Yinon fue apodado “el sembrador de la discordia”, por su propuesta de "divide y vencerás" para crear pequeños Estados débiles y dependientes, con alguna pretensión democrática, similar a la estrategia de EE.UU. en América Central, con estos pequeños Estados luchando entre sí, y si surgiese algún líder popular podría ser fácilmente derrocado – la opción en El Salvador-. El líder de Hizbullah, Hassan Nasrallah, describió la política israelí de Yinon en 2007 como el intento de crear “una región dividida en pequeños Estados étnicos, en el que unos y otros están de acuerdo. Este es el nuevo Oriente Medio”.
Yinon usó como modelo el sistema del mijo Otomano, donde los tribunales estaban separados por comunidades religiosas, con la sharia musulmana, el Canon cristiano y las leyes de la Halakha judía. El Líbano estaría dividido en sunnitas, Alawi, estados cristianos y drusos; Iraq divido en sunnitas, kurdos y estados chiítas. El reino Saudí y Egipto estarían divididos en líneas sectarias, siendo Israel el maestro indiscutible.
“La genuina coexistencia y la paz sólo reinarán sobre la Tierra cuando los árabes entiendan que sin el dominio judío entre Jordania y el mar no será posible la existencia y la seguridad”. Yinon observó correctamente que los Estados de Oriente Medio, establecidos por Gran Bretaña después de la Segunda Guerra Mundial, eran inestables y estaban formados por importantes minorías que podrían fácilmente rebelarse. Todos los Estados del Golfo están “construidos sobre una débil casa de arena en la cual sólo hay petróleo”.
Siguiendo la estrategia de Yinon de 1982, en 1996 Richard Perle en “Una ruptura limpia” afirma: Israel puede configurar su estrategia en cooperación con Turquía y Jordania, debilitando, conteniendo, e incluso haciendo retroceder a Siria. Este esfuerzo puede concentrarse en eliminar del poder a Saddan Hussein – un objetivo estratégico israelí por derecho propio-”.
El Ministro del Interior israelí, Avi Dichter, dijo poco después de la invasión de Iraq en 2003:” El debilitamiento y el aislamiento de Iraq no son menos importantes que el debilitamiento y el aislamiento de Egipto. El debilitamiento y el aislamiento de Egipto pueden ser realizados por métodos diplomáticos, mientras que hay que hacer todo lo posible para el aislamiento completo de Iraq. Iraq ha de desaparecer como fuerza armada y como país unido”.
El corresponsal de Haaretz, Aluf Benn, escribía en vísperas de la invasión estadounidense de Iraq en 2003, que Sharon y su cohorte “prevén una reacción en cadena tras la caída de Saddan Hussein, afectando también a otros enemigos de Israel: Arafat, Hassan Nasrallah, Bashar Assad, el Ayatollah de Irán y tal vez Muhammar Gadaffi”. Con la fuerza de los hechos por parte de Estados Unidos, Israel se mantiene en el corazón de los proyectos estadounidenses en Oriente Medio.
La invasión de Iraq siempre se ha visto como un preludio de la invasión de Irán. La lógica israelí, que es difícil de criticar, es que con un Iraq ahora ocupado, inestable y con mayoría chiíta, inevitablemente proiraní, que pretende el control, Irán ha salido reforzado, y que los mismos planes de guerra contra Irán son necesarios para derrocar al régimen anti-israelí, que cuenta ahora con el apoyo chiíta, pero también con la oposición suní al proyecto estadounidense-israelí en todo el mundo árabe. Ben Eliezer dijo : “ Son gemelos, Irán e Iraq”.
A pesar de los nubarrones turcos que se ciernen sobre el horizonte, hasta el 25 de enero de 2011 el plan de Israel consistía todavía en sustituir a los turcos otomanos por un poder imperial local. Las naciones árabes ( con la política del imperio británico del divide y vencerás, y la política de un hombre fuerte local sumiso) serían divididas, debilitadas, dependientes de Israel para asegurarse su acceso al petróleo. Un paz al estilo israelí estallaría en todas las partes de la región.
Para esta maraña se ha desenredado. A pesar de los 36.000 millones de dólares dados en “ayudas” al Ejército de Egipto y de la norteamericanización de las fuerzas armadas de Egipto, desde el tratado de paz con Israel, según revelaciones de EE.UU.-wikileaks-egypt.blogspot.com , Estados Unidos se queja de “que el ejército todavía echa una mirada hacia atrás” (léase: Israel como principal enemigo de Egipto), que los oficiales del ejército mantienen resistencia al cambio y que son necesarias reformas económicas para desmontar el poder del Gobierno central”.
El Ministro egipcio de Defensa, Muhammad Tantawi “se ha resistido a cualquier cambio en el uso de la financiación del FMF ( Financiación Militar Extranjera), que ha sido el principal impedimento para la transformación militar de la misión para enfrentarse a las nuevas amenazas a la seguridad”. Dicho más claramente, el jefe de facto de Egipto era criticado por los Estados Unidos porque rechazaba la nueva estrategia estadounidense-israelí, que incorporaba a Egipto a una guerra de la OTAN contra las “amenazas asimétricas” ( o sea: guerra contra el terror) y consentir que Israel fuese la fuerza hegemónica regional.
Mubarak era el hombre fuerte de Egipto que encajaba en la estrategia de Sharon para la región. Pero fue derrocado de forma imprevista, por su propia gente. La estrategia de divide y vencerás de Yinon, que en el caso de Egipto era el de incitar a los musulmanes contra los coptos- también ha fracasado con la revolución popular, siendo uno de sus símbolos la media luna y la cruz.
De hecho se ha producido una “ruptura limpia” con el pasado, pero no en la forma prevista por Perle. El esquema puede representarse de la siguiente manera: Egipto y Turquía pueden dar forma a un entorno estratégico, en cooperación con Siria y Líbano, debilitando, conteniendo y haciendo retroceder a Israel. En cuanto al orgullo de Ditcher, es imposible por el momento ver el futuro que le espera a Iraq, pero no será el que tuvo en mente. E Irán ahora puede respirar algo más aliviado.
Hace año y medio un submarino de la Marina de Israel cruzó el Canal de Suez camino del Mar Rojo, donde realizó maniobras, reflejando la cooperación estratégica entre Israel y Egipto, enviando un mensaje de disuasión a Irán. Sólo una semana más tarde después de la caída de Mubarak, el canal también ha servido para enviar un mensaje de disuasión – pero esta vez dirigido a Israel-, al cruzar los buques de guerra iraníes el canal en su camino hacia puertos sirios.
Ni las actuales agitaciones en el mundo árabe responden al guión sectario de Yinon. Incluso el levantamiento chiíta en Bahrein se realiza contra una monarquía neocolonial opresiva, impuesta inicialmente por los británicos, sobre la base de la hostilidad entre chiíes y sunníes.
El Ministro de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, ha expresado los miedos contra la Hermandad Musulmana de Egipto, que “mina el tratado de paz”, que el 85% de los israelíes aprueba. Pero no tiene nada que temer. Mientras que los egipcios no tienen ningún cariño por Israel, nadie contempla otra guerra contra el que es claramente su vecino más poderoso y despiadado.
Lo que realmente duele al Likud es la nueva cooperación entre Turquía y Egipto, que puede terminar con la estrategia de Sharon/Yinon de establecer un Israel como potencia regional. Tendrá que perfilar su papel dentro de la comunidad de naciones no como un matón despiadado, sino como un compañero responsable.
Noticias De Abajo |
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De: Marti2 |
Enviado: 02/03/2011 22:08 |
Lo que no se conoce sobre Egito
Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 17 de febrero de 2011
Este artículo critica la cobertura de la llamada revolución egipcia por parte de los mayores medios de información que se han centrado en la movilización de jóvenes –la mayoría profesionales y licenciados universitarios- y su utilización de las nuevas tecnologías de la comunicación, ignorando las movilizaciones obreras a lo largo del territorio egipcio que han sido las que, en realidad, han sido determinantes en la dimisión del dictador. El artículo detalla la naturaleza de tales movilizaciones que representan la mayor amenaza a la supervivencia de la dictadura egipcia, lo cual explica que una de las primeras medidas tomadas por la Junta Militar haya sido la prohibición taxativa de huelgas y reuniones de trabajadores sindicalistas.
La caída del dictador Mubarak como resultado de la movilización popular es un motivo de alegría para toda persona con sensibilidad democrática. Pero esta misma sensibilidad democrática debiera concienciarnos de que la versión de lo ocurrido que ha aparecido en los medios de información de mayor difusión internacional (desde Al Yazira a The New York Times y CNN) es incompleta o sesgada, pues responde a los intereses que los financian. Así, la imagen general promovida por aquellos medios es que tal evento se debe a la movilización de los jóvenes, predominantemente estudiantes y profesionales de las clases medias, que han utilizado muy exitosamente las nuevas técnicas de comunicación (Facebook y Twitter, entre otros) para organizarse y liderar tal proceso, iniciado, por cierto, por la indignación popular en contra de la muerte en prisión, consecuencia de las torturas sufridas, de uno de estos jóvenes.
Esta explicación es enormemente incompleta. En realidad, la supuesta revolución no se inició hace tres semanas y no fue iniciada por estudiantes y jóvenes profesionales. El pasado reciente de Egipto se caracteriza por luchas obreras brutalmente reprimidas que se han incrementado estos últimos años. Según el Egypt’s Center of Economic and Labor Studies, sólo en 2009 existieron 478 huelgas claramente políticas, no autorizadas, que causaron el despido de 126.000 trabajadores, 58 de los cuales se suicidaron. Como también ocurrió en España durante la dictadura, la resistencia obrera democrática se infiltró en los sindicatos oficiales (cuyos dirigentes eran nombrados por el partido gobernante, que sorprendentemente había sido aceptado en el seno de la Internacional Socialista), jugando un papel clave en aquellas movilizaciones. Miles y miles de trabajadores dejaron de trabajar, incluidos los de la poderosa industria del armamento, propiedad del Ejército. Se añadieron también los trabajadores del Canal de Suez (6.000 trabajadores) y, por fin, los empleados de la Administración pública, incluyendo médicos y enfermeras (que desfilaron con sus uniformes blancos) y los abogados del Estado (que desfilaron con sus togas negras). Uno de los sectores que tuvo mayor impacto en la movilización fue el de los trabajadores de comunicaciones y correos, y del transporte público.
Los centros industriales de Asyut y Sohag, centros de la industria farmacéutica, energía y gas, también dejaron de trabajar. Las empresas en Sharm El-Sheikh, El-Mahalla Al Kubra, Dumyat y Damanhour, centros de la industria textil, muebles y madera y alimentación también pararon su producción. El punto álgido de la movilización obrera fue cuando la dirección clandestina del movimiento obrero convocó una huelga general. Los medios de información internacionales se centraron en lo que ocurría en la plaza Tahrir de El Cairo, ignorando que tal concentración era la cúspide de un témpano esparcido por todo el país y centrado en los lugares de trabajo –claves para la continuación de la actividad económica– y en las calles de las mayores ciudades de Egipto. El Ejército, que era, y es, el Ejército de Mubarak, no las tenía todas consigo. En realidad, además de la paralización de la economía, tenían temor a una rebelión interna, pues la mayoría de soldados procedían de familias muy pobres de barrios obreros cuyos vecinos estaban en la calle. Mandos intermedios del Ejército simpatizaban también con la movilización popular, y la cúpula del Ejército (próxima a Mubarak) sintió la necesidad de separarse de él para salvarse a ellos mismos. Es más, la Administración Obama, que al principio había estado en contra de la dimisión de Mubarak, cambió y presionó para que este se fuera. El Gobierno federal ha subvencionado con una cantidad de 1.300 millones de dólares al año al Ejército de aquel país y este no podía desoír lo que el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, estaba exigiendo. De ahí que el director de la CIA anunciase que Mubarak dimitiría y, aunque se retrasó unas horas, Mubarak dimitió. Ni que decir tiene que los jóvenes profesionales que hicieron uso de las nuevas técnicas de comunicación (sólo un 22% de la población tiene acceso a internet) jugaron un papel importante, pero es un error presentar aquellas movilizaciones como consecuencia de un determinismo tecnológico que considera la utilización de tecnología como el factor determinante. En realidad, la desaparición de dictaduras en un periodo de tiempo relativamente corto, como resultado de las movilizaciones populares, ha ocurrido constantemente. Irán (con la caída del sha), el Muro de Berlín, la caída de las dictaduras del Este de Europa, entre otros casos, han caído, una detrás de otra, por movilizaciones populares sin que existiera internet. Y lo mismo ocurrió en Túnez, donde, por cierto, la resistencia de la clase trabajadora también jugó un papel fundamental en la caída del dictador, cuyo partido fue también sorprendentemente admitido en la Internacional Socialista.
El futuro, sin embargo, comienza ahora. Es improbable que el Ejército permita una transición democrática. Permitirá establecer un sistema multipartidista, muy limitado y supervisado por el Ejército, para el cual el enemigo número uno no es el fundamentalismo islámico (aunque así lo presenta, a fin de conseguir el apoyo del Gobierno federal de EEUU y de la Unión Europea), sino la clase trabajadora y las izquierdas, que son las únicas que eliminarían sus privilegios. No olvidemos que las clases dominantes de Irán, Irak y Afganistán apoyaron el radicalismo musulmán (con el apoyo del Gobierno federal de EEUU y de Arabia Saudí) como una manera de parar a las izquierdas. Una de las primeras medidas que ha tomado la Junta Militar ha sido prohibir las huelgas y las reuniones de los sindicalistas. Sin embargo, esta movilización obrera apenas apareció en los mayores medios de información.
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De: Marti2 |
Enviado: 02/03/2011 22:09 |
Artículo publicado por Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 18 de febrero de 2011
El artículo muestra el apoyo de los gobiernos de EEUU, Francia, la OTAN, el FMI y la Internacional Socialista en el establecimiento y mantenimiento de la dictadura existente en Túnez, señalando el papel determinante que sectores de la clase trabajadora han tenido en las movilizaciones que forzaron la caída del dictador.
Es una lástima que Pontecorvo, en mi opinión, el mejor director de cine que ha existido en el siglo XX, no esté ahora entre nosotros y pueda hacer una película sobre Túnez, la cual podría titularse “la Batalla de Túnez” que completara su excelente “la Batalla de Argel”. Lo de Túnez es un caso paradigmático de lo que ha estado ocurriendo en los países árabes. En realidad, me recuerda mucho a lo que pasó en Irán durante el tremendamente represivo reinado del Sha, establecido con el apoyo de los gobiernos occidentales, liderados por EEUU, a fin de frenar las demandas populares lideradas, en aquel momento, por movimientos laicos de raíces democráticas y socialistas. Presentaban al Sha como el elemento estabilizador (argumento utilizado ampliamente para apoyar dictaduras impresentables). En el día de Año Nuevo de 1977, el Presidente Carter presentó al Sha de Irán como el pilar de estabilidad que el Medio Oriente necesitaba. Dos años más tarde, el 16 de Enero de 1979, el Sha tuvo que huir de Irán, nombrando a un gobierno títere que duró sólo unas semanas. Algo semejante ha ocurrido en Túnez. El gobierno del Presidente Ben Ali había recibido el apoyo de todos los países de la OTAN y del Fondo Monetario Internacional (FMI), como el eje de estabilidad del Norte de África. Diez días después de que un joven parado de 26 años se intentara suicidar, como protesta frente a la crueldad y dureza existente, Ben Ali tuvo que huir del país, formándose un gobierno títere que duraría solo unos días. Miles y miles de ciudadanos salieron a la calle y forzaron la salida de la camarilla que rodeaba a Ben Ali en Túnez. Lo interesante es ver el cambio fulminante de los gobiernos que le habían apoyado. Ben Ali tuvo que cambiar el rumbo de su avión durante su huída ya que cuando estaba volando hacia París, el gobierno Sarkozy le comunicó que no podía aterrizar en Francia y tuvo que irse a Arabia Saudí, el régimen dictatorial que ha ido recogiendo a los dictadores más impresentables de África y Asia, tales como Idi Amin de Uganda y Pervez Musharraf de Pakistán. El Presidente Sarkozy por cierto, había señalado al gobierno Ben Ali como uno de los regímenes más adelantados del mundo árabe y en los primeros días de la rebelión popular la Ministra de Asuntos Exteriores francesa Michele Alliot-Marie indicó a la Asamblea Nacional que Francia estaba dispuesta a enviar tropas para ayudar al gobierno Ben Ali como parte del convenio de colaboración entre ambos países. Y el Ministro de Cultura del mismo gobierno Sarkozy, Frederic Mitterrand, había indicado que definir al régimen liderado por Ben Ali como una dictadura era claramente “una exageración”. Semanas más tarde, el Presidente Sarkozy le negaba el permiso de exiliarse en Francia. Pero tres cosas merecen especial mención. Una fue la movilización de grandes sectores de la clase trabajadora exigiendo la dimisión del gobierno, habiendo sido las bases de los sindicatos (infiltrados por los partidos clandestinos de izquierda) los que se constituyeron el centro de los movimientos sociales de rechazo a aquella dictadura. Tal como ha ocurrido en la cobertura mediática de Egipto, este elemento de gran importancia apenas ha tenido visibilidad (ver mi artículo “Lo que no se conoce sobre Egipto” publicado en Público, 17/02/2011). La otra observación fue que el partido en el cual Ben Ali basaba su red de corrupción (el Partido Democrático Constitucional) era miembro de la Internacional Socialista (como lo era el partido del dictador Mubarak de Egipto) mostrando el grado de confusión y complicidad de esta Internacional. Y el otro hecho es que el Director General del FMI, el “socialista” Dominique Strauss-Kahn, candidato preferente entre los socialistas para competir con Sarkozy en las próximas elecciones (mostrando la confusión de los Socialistas franceses) había recientemente visitado a Ben Ali y alabado sus políticas de austeridad de gasto público social, mostrándolo como un ejemplo a seguir, declarándose amigo y consejero de Ben Ali. Por último, como era previsible, el gobierno estadounidense era uno de los mayores defensores de Ben Ali, debido a su respaldo incondicional a EEUU en su política de apoyo a Israel. Fueron el gobierno estadounidense y sus aliados en la OTAN los que armaron y apoyaron a Ben Ali, tal como subrayó Fulvio Martini, antiguo director de los servicios secretos militares SISMI, en declaraciones al parlamento italiano, “en 1985-1987, la OTAN organizó el golpe militar en Túnez que destruyó a Burguiba y mostró a Ben Ali como su sustituto”. A partir de entonces el gobierno federal de EEUU fue el máximo proveedor de armas en aquel sistema dictatorial, incluyendo 282 millones de dólares en armamento durante la Administración Obama. Todos estos aliados no pueden alegar ningún tipo de ignorancia del carácter represor de aquel régimen. Amnistía Internacional habían ido documentado la enorme violación de los derechos humanos en aquel país, y el propio Departamento de Estado, en su informe confidencial, publicado en Wikileaks, explicaba con detalle la corrupción y la represión de aquel régimen. La historia se repite. Una última observación. Este artículo lo escribí el mismo día en que el Presidente de las Cortes Españolas, el Sr. José Bono (miembro destacado del PSOE), visitó Guinea al frente de una delegación parlamentaria española. En Guinea existe una de las dictaduras más brutales que hayan existido en África, dirigida por uno de los dictadores más sangrientos y represivos que se hayan conocido en aquel continente. Y cuál sería mi enorme sorpresa cuando el socialista Bono le saludó indicando que “entre Guinea y España tenemos más cosas que nos unen que las que nos separan”. ¿Se imaginan a Pablo Iglesias diciendo algo semejante a Hitler? Tal comportamiento ofende no sólo a cualquier socialista, sino a cualquier ciudadano con sensibilidad democrática. Lo que José Bono, que no se merece representar al pueblo español, estaba diciendo con aquella frase es que los intereses económicos de Guinea, su riqueza petrolífera, era más importante que la denuncia del comportamiento repugnante de aquel dictador. Y ésta es la razón de que los gobiernos europeos (incluidos sus partidos socialistas gobernantes) estén apoyando a gobiernos dictatoriales como el de Túnez, frente al rechazo de sus poblaciones.
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De: Marti2 |
Enviado: 02/03/2011 22:09 |
Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 28 de febrero de 2011
Este artículo describe la evolución de los hechos en Libia describiendo tanto los elementos diferenciales como los comunes entre lo que ocurre en Libia y lo que ha sucedido en Egipto y en Túnez. Entre los elementos comunes está la aplicación de las políticas neoliberales promovidas por el Fondo Monetario Internacional (que contribuyeron enormemente al enfado popular en contra de los gobiernos que las aplicaron) y el apoyo militar a tales regímenes dictatoriales y represivos por parte de países que se definen como defensores de los derechos humanos, incluyendo los gobiernos españoles.
Gaddafi no siempre fue lo que es (y ha sido) desde hace ya años: un dictador corrupto y enormemente represivo. En realidad, en 1969, el Coronel Gaddafi, entonces tenía 27 años, lideró un golpe a imagen y semejanza de su ídolo, el Coronel Nasser en Egipto, destronando al monarca Idris (que estaba bajo tratamiento médico en Turquía). En sus primeros años hizo reformas sustanciales, entre las que se encontraba una reforma agraria y la nacionalización del petróleo (mayor recurso del país), dedicando gran parte de los recursos obtenidos de la explotación del petróleo a mejorar sustancialmente el bienestar social de las clases populares y, muy en especial, los servicios de asistencia sanitaria y educación. Estableció también formas de participación de los obreros en los lugares de trabajo en las empresas (más de doscientas) que fueron nacionalizadas. Sus primeros años se caracterizaron también por un intervencionismo del estado en la economía de aquel país, que incluía la nacionalización del crédito a través del Banco Central Estatal. Gaddafi presentó aquella experiencia como la tercera vía entre capitalismo y el socialismo, asociado entonces a la Unión Soviética. Hubo, sin embargo, notables diferencias también entre Gaddafi y Nasser. Y una de ellas fue que a diferencia de Nasser, Gaddafi no quería establecer un estado laico, sino islámico. Pero, en este intento se enfrentó con un movimiento islámico más radical que intentó incluso asesinarle más tarde en 1993. Esta corriente radical tenía lazos con Al Qaeda, también influyente en Marruecos y Argelia. De ahí que Gaddafi fuera un enemigo acérrimo de Al Qaeda y que durante y después del ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas en Nueva York, Gaddafi apoyara al gobierno Bush en su lucha contra el terrorismo islámico. Vijay Prashad, en su ensayo The Lybian Labyrinth, hace explícitas muchas referencias favorables que Gaddafi hizo a la política del Presidente Bush en contra del terrorismo del radicalismo islámico. Fue entonces cuando el Presidente Aznar aplaudió a Gaddafi y su apoyo a la guerra en contra del terrorismo islámico del Presidente Bush.
El cambio de su política económica Su tercera vía se transformó, más tarde, en capitalismo popular, desarrollando políticas públicas que cambiaron significativamente muchas de las reformas que había realizado en los primeros años de su mandato. En muchos aspectos fue un cambio de 180 grados. Una de tales medidas fue favorecer la privatización de las empresas productoras y distribuidoras de petróleo, facilitando y estimulando la inversión extranjera, la cual alcanzó su máxima expresión en la década de los años noventa. El máximo arquitecto de estas medidas privatizadoras de la industria del petróleo fue Shokri Ghanem que fue primer ministro del gobierno Gaddafi y que dirigía la poderosa Compañía Nacional del Petróleo (Nacional Oil Corporation). Las compañías que se beneficiaron de estas privatizaciones incluían un amplio abanico, desde Occidental Petroleum, a China Nacional Petroleum. Ni que decir tiene que los gobiernos occidentales, y muy en especial, los europeos compitieron para conseguir favores de Gaddafi. El gobierno Blair incluso liberó a los responsables del atentado terrorista del avión Pa Nam, que había ocurrido en territorio británico y Berlusconi realizó campañas de promoción de Gaddafi que alcanzó niveles histriónicos, que el presidente italiano justificó indicando que “la prevención de la inmigración ilegal y el petróleo” bien valían sus agasajos. Y para no ser menos, el Presidente Aznar primero, seguido del Presidente Zapatero y del Monarca español, todos ellos visitaron a Gaddafi con su lista de ruegos e inversiones. Estas privatizaciones alcanzaron a la mayoría de las empresas públicas, que realizadas dentro de un sistema dictatorial, fueron acompañadas de una gran corrupción que enriqueció a los miembros de la familia Gaddafi y, muy en especial, a uno de sus hijos que aspiraba a ser su sucesor. Todos estos cambios privatizadores (que fueron alabados por el entonces Presidente Aznar) se hicieron bajo la supervisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, en su último informe, señalaba el estado de la economía de Libia como muy bueno. En realidad, como también había ocurrido en Túnez y Egipto, los indicadores de crecimiento económico libios eran altamente positivos. Lo que esta visión optimista de la economía libia ignoraba y ocultaba es que tales medidas, apoyadas por el FMI, estaban dañando muy seriamente a las clases populares y a la clase trabajadora. Las medidas neoliberales que determinaron la subida de los precios de los alimentos y la eliminación de los subsidios públicos crearon revueltas que precedieron la última movilización popular. Y como en Túnez y Egipto determinaron, por fin, que las clases populares salieran a la calle, intentando forzar la dimisión de Gaddafi y el final de su dictadura. En esta movilización coinciden movimientos laicos junto con movimientos islamistas que son los que reciben mayor atención de los medios de información internacional. Una vez más, el Fondo Monetario Internacional, al presionar a las élites dictatoriales a llevar a cabo políticas de claro corte neoliberal, estaban afectando negativamente las difíciles condiciones que la población libia tenía que padecer, forzándoles a salir a la calle para protestar y exigir al dictador y a su camarilla corrupta el fin de aquel régimen. Es interesante, por cierto, subrayar que una de las primeras medidas que tomó la Junta Militar en Egipto fue, además de prohibir las huelgas, abandonar gran parte de las políticas neoliberales que el FMI había exigido al gobierno Mubarak. Una última observación. La mayoría de las armas y equipamientos de represión que Gaddafi tiene a su disposición fue proveídas por EEUU, Gran Bretaña (especializada en equipamiento policial), Francia y España. Como bien ha indicado Tarecq Amer en su ensayo “Oil, Arms and the Imperial Enterprise in North Africa”, hablar de Gaddafi es hablar de corrupción y armas para adquirir petróleo por parte de poderes autodefinidos como defensores de los derechos humanos, incluyendo España. (Ver también los artículos: “¿Quién apoyó la dictadura de Túnez?” y “Lo que no se conoce sobre Egipto” en www.vnavarro.org).
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