LOS CACTUS TAMBIEN DAN FLORES
¡Cuántas penas y amarguras…! ¡Cuántos dolores y llantos, y cuántas noches oscuras…! ¡Cuánto sufrimiento…, cuánto…!
¡Qué jornadas lastimeras y qué tristeza sin fin!, como si sólo crecieran cactus en nuestro jardín…
y sus pinchos de acechanzas nos causaran nuestros males, tajándonos la esperanza con sus pequeños puñales…
Pero todo pasa, amigo…, y el carrusel de los años se va llevando consigo las cuitas y desengaños…
Y cuando ya va menguando la angustia y la desazón, notamos que algo, entretanto, germinó en el corazón…:
una semilla pequeña de aceptación y templanza…, y una forma más risueña de abordar las acechanzas…
Como si hubieran cambiado los puntos de referencia, y hubiésemos encontrado el camino a nuestra esencia…
y las cosas de repente no nos importaran tanto, ¡porque el alma al fin aprende las enseñanzas del llanto…!
¡Y es que el pesar nos suaviza la rigidez de los ojos, y nos dibuja sonrisas donde antes sólo había enojos!
Y comprendemos que aquello que lastimó al corazón, ¡oculto tras de su sello guardaba una bendición!
Entonces vemos muy claro que no fue en vano sufrir, porque -aunque parezca raro-, ¡nos ha enseñado a vivir!
Y miramos sobre el hombro aquellos viejos dolores, y pensamos con asombro: ¡los cactus también dan flores!
Poema de Jorge Oyhanarte
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