Hace un año, en un discurso en Grenoble, Nicolas Sarkozy convertía el desmantelamiento de los campamentos de gitanos en una prioridad. Una política con graves consecuencias para Médicos del Mundo, que denuncia en un informe un aumento de la precariedad entre los romaníes en Francia.
Según este informe, viven en barrios de chabolas o en viviendas ocupadas, en caravanas ruinosas o en barracas, la mayoría de ellas sin agua ni electricidad. En Francia, las reiteradas expulsiones de gitanos de los sitios donde se asientan, acompañadas casi siempre de la destrucción de sus campamentos sin ningún plan de realojo, les han condenado a condiciones de vida muy precarias. Su situación ha sido denunciada en un informe de Médicos del Mundo (MDM) publicado el 26 de julio, casi un año después del discurso de Grenoble, el 30 de julio de 2010, en el que Nicolas Sarkozy hizo de estas evacuaciones y del desmantelamiento de los campamentos uno de los objetivos de su mandato.
“Sus necesidades vitales, tales como el acceso al agua potable, no están cubiertas; algunos nos han dicho incluso que pasan hambre” denuncia el médico Jean-François Corty, director de proyectos de MDM en Francia. “En algunos campamentos hemos llevado a cabo acciones similares a las de las zonas en conflicto. Por ejemplo, en Seine-Saint-Denis en 2009, distribuimos material de primera necesidad”.
Supresión de la atención sanitaria
De los 15 000 romaníes que había en Francia, 9 000 habrían sido expulsados del territorio desde 2010 según el Ministerio del Interior, 10 000 según MDM. Algunas familias de las que ha visitado la ONG han sido expulsadas incluso seis veces de sus lugares de vida en el transcurso de los seis últimos meses.
Los resultados de la investigación de MDM sobre el alcance de las vacunaciones realizada entre 281 gitanos desde julio de 2010 a junio de 2011 en cuatro grandes ciudades (Nantes, Burdeos, Marsella y Estrasburgo) producen escalofríos. Solo el 8% tiene una cartilla sanitaria que certifique que le han puesto las vacunas oportunas. La aplastante mayoría de las personas del grupo analizado no está por lo tanto protegida contra enfermedades corrientes o incluso mortales. “La violencia de las expulsiones produce una supresión de la atención sanitaria”, señala Jean-François Corty.
Los indicadores de salud son también catastróficos. Por ejemplo, solo una de cada diez mujeres tiene un seguimiento durante el embarazo, la mortalidad neonatal (durante el primer mes) es nueve veces superior a la media francesa y los casos de tuberculosis son extremadamente numerosos. “Hay tres razones que explican esta situación, señala Jean-François Corty: falta de sensiblización y de información sobre los lugares de vacunación, así como expulsiones repetidas que hacen la labor de los médicos prácticamente imposible”.
“La medicina como arma contra los flujos migratorios”
Para MDM es la política migratoria de las autoridades francesas la que tiene efectos colaterales catastróficos sobre la salud de los romaníes. “Existe actualmente una verdadera voluntad política de impedirles que permanezcan en el territorio francés, utilizando la medicina como arma contra los flujos migratorios” denuncia Jean-Fraçois Corty. “Es un sinsentido desde el punto de vista de la ética médica”.
La organización achaca esta situación a una “política clara de restricción de derechos”. La Ayuda Médica Estatal (AME), de la que dependen la mayoría de los gitanos, es desde el 1 de marzo, de pago -30 euros de cuota anual . Un obstáculo más en un recorrido administrativo de por sí complejo. El resultado es que el 77% de los romaníes visitados por la ONG no tiene acceso a la AME.
El informe será entregado en los próximos días a las autoridades públicas y sanitarias. Pero, ¿cuáles son las soluciones concretas que se podrían plantear para mejorar la vida diaria de los gitanos rumanos? “Hay que detener las expulsiones, facilitarles el acceso al trabajo, acelerar su proceso de integracion y dejar que los médicos hagan su trabajo”, responde Jean-François Corty. Sin embargo, ya se ha lanzado la alerta sobre la preparación de una nueva ola de expulsiones masivas este verano.
Justine Spiegel
Jeune Afrique