Las cuatro fragatas turcas de la Clase Yavuz (familia MEKO) en formación. La ruptura entre Israel y Turquía ha relanzado la tensión militar en el Mediterráneo oriental la cual, sin embargo, no había desaparecido en los últimos tiempos, a pesar de las buenas relaciones diplomáticas entre Grecia y Turquía
El sonado rifirrafe entre Israel y Turquía, que prácticamente ha terminado en ruptura diplomática, sucede en un momento especialmente delicado para toda la zona de Oriente Medio y el Norte de África (MENA). Y quizá deberíamos decir que ha tenido lugar, precisamente, como reflejo de esa situación. A consecuencia de la deriva que va tomando la “Primavera Árabe”, acompañada de cierto contagio entre la población palestina pero también, y sobre todo, entre la propia ciudadanía hebrea, el gobierno israelí, en plena huida hacia adelante, se enroca en actitudes numantinas. Por su parte, el ejecutivo turco también ha sobrerreaccionado, intentando aprovechar la situación favorable que cree tener para disputar a Israel la hegemonía en la zona del Próximo Oriente, llevado por su creciente percepción de potencia regional a la que le ha aupado su expansión económica de los últimos años. Ankara supone que en caso de que se produzca alguna forma de intervención occidental en Siria, su posición en el tablero le reserva un protagonismo, sin el cual no van a poder pasarse ni la OTAN, ni los Estados Unidos, ni la Unión Europea. Y eso, le guste o no a Tel Aviv.
Por lo tanto, la situación, a priori, parece favorecer a Turquía, que además conoce de cerca buena parte de los recursos más íntimos del Estado israelí y mantiene desde hace años un intenso intercambio comercial a todos los niveles, no sólo a escala armamentística. La congelación de las relaciones comerciales en el sector militar –una de las ‘sanciones’ contra Tel Aviv anunciadas por Ankara- perjudica más al Estado judío que a los turcos puesto que, si en las relaciones comerciales a nivel total (3.439 millones de dólares en 2010), el saldo es positivo para Turquía, en los intercambios militares salía ganando Israel, que vendía a los turcos tecnología punta militar y sólo importaba uniformes y botas militares. Tal y como ha afirmado el gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, la tensión tendrá “costosas consecuencias” para el Estado judío.
Como era de esperar, el lobby judío en los Estados Unidos y Europa ha reaccionado con rapidez, y desde hace días ya se pueden leer en diversos medios occidentales artículos alarmistas sobre las intenciones de Turquía, a quien no se ha dudado en presentar como agente de Irán. Los desahogos han llegado a tal extremo que hace pocos días, un habitual de la red social Twitter escribía, literalmente: “Would a post-Assad, Sunni, pro-American Syria become Israel’s new regional ally after the loss of Turkey and Egypt?”
Con todo, Ankara debería jugar con cuidado su baza estratégica, pues Tel Aviv tampoco ignora los puntos débiles de Turquía. Si, como han indicado diversos analistas y ex guerrilleros en los últimos años, es cierto que los israelíes financian al Partido de la Vida Libre en el Kurdistán (PJAK) en su lucha armada contra Irán, no es descartable que este apoyo se pueda dirigir también al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que en los últimos meses ha llevado ataques inusualmente duros contras las fuerzas de seguridad turcas. Máxime teniendo en cuenta que los intereses de israelíes y kurdos confluyen más que difieren.
Pulso en el Egeo
Aún más, Israel ha buscado en los últimos meses acercarse a dos países que tradicionalmente han sido adversarios de Turquía: Grecia y el gobierno griego de Chipre, con quienes anteriormente no cultivaba la amistad dado el apoyo griego y chipriota a la causa palestina. Israel ha ofrecido a Grecia el apoyo del lobby judío para lograr la concesión de préstamos en los mercados privados y ha enviado un buen número de turistas hebreos –que antes viajaban a Turquía- a territorio heleno. Y si bien el gobierno de Atenas ha mejorado sustancialmente sus relaciones con Ankara en la última década, el Ejército griego continúa viendo a los turcos como la principal amenaza a su seguridad nacional. De ahí que, a pesar de su ruinosa situación económica, Grecia incluso haya adquirido nuevo armamento israelí.
El gobierno grecochipriota, por su parte, llevaba años tentando a países de la región -principalmente Egipto y Líbano- para que le ayudasen a explorar el fondo submarino en busca de hidrocarburos. Turquía había avisado a estos países de que no se metieran en negocios con los grecochipirones porque, según su interpretación de la legislación chipriota, el gobierno griego no puede llegar a acuerdos internacionales por sí solo. Exigía también que primero se llegase a un acuerdo de reunificación y luego se compartiese la riqueza nacional entre turcos y griegos de Chipre. Yendo más allá, como garante de la isla -lo es junto a Grecia y Gran Bretaña según la constitución de 1960 aún en vigor- el gobierno turco se reserva el derecho al uso de la fuerza si los grecochipriotas prosiguen con las prospecciones, dando como resultado una acción “unilateral” sin contar con los turcochipriotas.
En 2009 y 2010 Israel descubrió, respectivamente, los “campos” gasísticos bautizados como Tamar y Leviathan y que son algunas de las reservas offshore más grandes hallados hasta la fecha. Aunque Líbano reclama que parte de las reservas se encuentran en sus aguas territoriales -no definidas con Israel-, el Estado hebreo ha iniciado sus prospecciones y se espera que en 2012 comience a extraer gas de ellos. Este hallazgo hizo que las autoridades greochipriotas se confirmasen en sus análisis de que podían existir hidrocarburos en su fondo submarino: Tamar y Leviathan están muy próximos a las aguas territoriales chipriotas. En consecuencia, aceleraron su búsqueda de socios. En parte por interés propio y, probablemente, también en parte dentro de su escalada de tensión con Turquía, Israel llegó a finales del año pasado a un acuerdo con los grecochipriotas para trabajar juntos en proyectos de extracción. Por supuesto, esos planes enervan a turcos, turcochipriotas y libaneses.
De momento Turquía contiene a sus dos antiguos adversarios. En un gesto de buena voluntad, Ankara pospuso en agosto el pago de una deuda griega por valor de 300 millones de dólares derivados de compras de gas. En el caso del Chipre, la República Turca del Norte de Chipre (RTNC), financiada por Turquía, suministra electricidad a la parte griega desde que la principal central grecochipriota resultase prácticamente destruida por la explosión (¿fortuita?) de un contenedor de armamento y explosivos incautado de un envío iraní a Siria. Paradoja dentro de la paradoja, dado que el gobierno de Demetris Christofias no había entregado el contenedor a la ONU, temiendo que, como represalia, Siria reconociese oficialmente la existencia de la RTNC.
Toda la zona es volátil y si Turquía cumple su amenaza –tal y como indican las declaraciones del primer ministro Recep Tayyip Erdoǧan- y envía a sus fragatas a patrullar en las cercanías de las aguas de Israel, la confrontación está servida. De acuerdo al diario turco Milliyet es probable que la situación degenere del mismo modo que lo hizo el conflicto por las millas náuticas de las islas del Egeo entre Turquía y Grecia, que especialmente en la década de 1990, provocó varios encontronazos de consecuencias mortales entre los cazas de ambos países. Pero el estilo de los militares israelíes es más directo y contundente que el de los griegos, y las capacidades tecnológicas de sus armas y el adiestramiento de sus tripulaciones es superior al de griegos y turcos. Sea cual sea el resultado, una cosa está clara: la confrontación, sea en abierto o a través de proxies, no beneficia a ninguna de las partes.
De esa forma, la tercera cumbre bilateral hispano-turca ha cobrado una inesperada trascendencia. Tras los intercambios comerciales, vuelve a aparecer la posibilidad de concretar lo que en su día se anunció como el mayor contrato militar de su historia: un pedido turco de fragatas, aviones de transporte, artillería y electrónica; una operación que no terminó de cuajar. Próximamente, la constructora estatal Navantia participará, junto a un socio turco, en una licitación para la construcción de un buque de proyección multipropósitos similar al L-61 Juan Carlos I. Aunque según algunas fuentes, podría terminar vendiendo a la propia nave, debido a los altos costes que supone su mantenimiento en una situación económica como la que vive España. Por lo tanto, la Alianza de Civilizaciones podría terminar sufriendo una mutación de tono menos pacifista: signo de los tiempos.
Andrés Mourenza
Eurasian Hub