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Salud: ¿Drogas?... ¿Medicamentos?...
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De: kuki (Mensaje original) |
Enviado: 13/08/2012 04:50 |
¿Drogas?... ¿Medicamentos?...
Todas las sustancias que hoy en día se conceptúan como “drogas de abuso”, y son objeto de la más severa prohibición, inicialmente fueron consideradas fármacos, es decir, medicinas. Es más, cuando fueron descubiertas, sustancias como la morfina (1803), cocaína (1860) y heroína (1898) fueron vistas como auténticos remedios milagrosos y muchos fabricantes anunciaban orgullosos que sus productos contenían coca u opio. En consecuencia, todas estas drogas se vendían en las farmacias o boticas. Concretamente, en el Estado español se vendieron libremente hasta 1918; después de ese año se pudo seguir accediendo a todas ellas mediante receta, hasta que la prohibición incondicional acabó con esa posibilidad.
Opiáceos (láudano, morfina, heroína...) La primera sustancia en ver truncada su trayectoria como fármaco en España fue la heroína. Así, el 6 de agosto de 1932 el Ministerio de la Gobernación promulgó un decreto, publicado en la Gaceta de Madrid, cuyo artículo 1º establecía lo siguiente: “Se prohíbe la importación y fabricación en el territorio español, Colonias y Posesiones del Norte de África, de diacetilmorfina (diamorfina, heroína) y su clorhidrato”. Hasta entonces, sin embargo, la heroína se había vendido como genérico, a 5 pesetas el gramo, y como un compuesto más de varios específicos de importación y especialidades farmacéuticas de elaboración casera. La casa Bayer había recomendado su empleo para un cuadro muy amplio de síntomas y enfermedades: por su “excelente acción calmante contra la tos”, en el tratamiento de la bronquitis, faringitis, asma bronquial y catarro pulmonar; por su efecto analgésico, contra el carcinoma gástrico, orquitis, ciática, esclerosis múltiple, crisis gástricas de los tabéticos, aneurismas de la aorta, afecciones blenorrágicas y dolores en la influenza y en la coqueluche; en ginecología y en la práctica psiquiátrica, “preferentemente como un buen medicamento sintomático”, para combatir los efectos de confusión aguda, depresión y neurastenia, debido a sus propiedades sedantes. Y en 1912 había realizado una sugerente campaña de publicidad en prensa para promocionar su Jarabe Bayer de Heroína. Pese a la prohibición incondicional de la heroína, la farmacopea se había venido sirviendo del opio y sus derivados desde tiempo inmemorial. El láudano (una mezcla alcohólica de alta graduación con opio) se venía empleando desde el siglo XVI, y algunos autores modernos han sugerido que el uso extendido de éste supuso un grave problema de salud durante el siglo XIX. Sin embargo, el empleo de opiáceos debe ser contextualizado en perspectiva apropiada con otros problemas de salud de la época. Conviene recordar, en este sentido, que la mortalidad producida por el cólera, la malaria y la disentería era altísima, y sin duda el opio contribuyó a combatir esas enfermedades. De hecho, otros autores han asegurado que el fácil acceso y disponibilidad de los opiáceos salvó más vidas que quitó.
Coca y cocaína Pese a que el consumo de cocaína fue el que motivó la primera campaña de prensa en España denunciando un “problema de drogas”, durante muchos años se vendieron comprimidos, pastillas para la garganta y otras especialidades a base de coca y cocaína. La mayor parte de estos específicos eran elaborados por médicos y farmacéuticos locales de reconocido prestigio, quienes compraban coca y cocaína al por mayor y las manufacturaban para el mercado interior con su marca, como especialidad propia: Amargós, Andreu, Bonald, Caldeiro, Calduch, Crespo, Font, Garcera, Huidobro, Retuerto, Torrens... aunque también fármacos con cocaína de importación. La cocaína, cuyo precio en farmacia era de 4 pesetas el gramo, también era empleada como anestésico tópico local, para el dolor de muelas y en intervenciones oculares y de otorrinolaringología, e incluso como anestésico medular. Los vinos de coca también gozaron de gran popularidad a finales del siglo XIX y principios del XX, por sus propiedades "tónicas", aunque sin duda alguna el de mayor prestigio y proyección internacional fue el conocido Vin Mariani.
Cannabis y derivados El uso medicinal de derivados cannábicos en la farmacopea española estaba muy extendido ya en el siglo XIX para un amplio cuadro de síntomas y enfermedades, tal y como recoge el médico e investigador Andrés Roig Traver en una memoria académica titulada “Algunos comentarios sobre el empleo de los derivados del cannabis (Una aproximación a la literatura médica española, 1800-1939)”. En cualquier farmacia o botica de la época se podía acceder libremente a tres genéricos: extracto blando de cannabis índica o extracto graso —en realidad, manteca— de hachís (50 gramos a 8 pesetas), extracto hidroalcohólico de hachís (25 gramos a 110 pesetas) y sumidades —o sea, ¡cogollos!— de cáñamo indiano (100 gramos a 9,10 pesetas). En el Estado español también se fabricaban algunos específicos, como el Jarabe antinervioso de corteza de naranja amarga, bromuro potásico y hachís, fórmula del Dr. Campá, elaborado en Valencia; Jarabe de hachís bromurado del Dr. Jimeno, elaborado en Barcelona; los Cigarrillos balsámicos antiasmáticos del Dr. Andreu, confeccionados en Barcelona; Licor de cáñamo indiano Queralt, fabricado también en Barcelona; Licor Montecristo de Haschisch, destilado en Albal (Valencia), etcétera. A éstos también podríamos agregar varias especialidades de importación: Cigarrillos Indios de Cannabis Índica, de Grimault y Cía., jarabe contra la tos Victor, de Victor Remedies Co., así como varios extractos o tinturas de cannabis (elaborados por Parke, Davis & Co., Houdé, Burroughs, Wellcome y Cía.), etcétera.
Otras Con éstas no se acaba la nómina de sustancias psicoactivas usadas en la práctica clínica y terapéutica; de hecho, el arsenal farmacológico del hombre contemporáneo está plagado de ellas (éter, belladona, efedrina, anfetaminas, cafeína, LSD, nitrito de amilo, barbitúricos, ketamina, etcétera), bien como genéricos, bien formando parte de la composición de múltiples y variadas especialidades farmacéuticas, empleadas para las más diversas enfermedades.
La hipótesis o teoría de la “escalada” Uno de los principales mitos promovidos por el discurso prohibicionista es la denominada hipótesis de la “escalada”, según la cual, los porros serían una droga de inicio —por eso también se la considera “droga blanda”— o primer peldaño, a partir del cual se iría escalando progresivamente hacia el consumo de otras drogas cada vez más “fuertes” (¿?). Se trata de uno de los modelos más conocidos en el terreno de las drogodependencias y su descripción inicial es atribuida a Denise Kandel, quien formuló dicha teoría por primera vez en 1975. El modelo en cuestión se basa en que en el consumo de drogas existen unos pasos secuenciales, cuyo comienzo vendría determinado por el uso de drogas legales, las cuales facilitarían el posterior consumo de cannabis, que a su vez sería la “puerta de entrada” para el empleo de otras drogas ilegales. Para Kandel existirían al menos cuatro estadios de desarrollo en el uso de drogas: 1) consumo de cerveza o vino; 2) cigarrillos o licores; 3) marihuana; y 4) otras drogas ilegales (cocaína, heroína, etcétera). En realidad, el modelo atribuido a Denise Kandel no hizo otra cosa que avalar científicamente lo que ya venían diciendo desde la década de 1950 destacados líderes prohibicionistas, como Robert M. Conlin, comandante de la oficina de detectives de la policía de Culver City (California), y muy especialmente el comisionado Harry J. Anslinger, director de la Oficina Federal de Narcóticos (FBN) de EEUU desde su creación en 1930: "fumar marihuana es el camino directo para acabar siendo un adicto a la heroína". Esta hipótesis gozó de cierta credibilidad mientras la supuesta “ escalada” podía rematarse con el dramático final que representa una muerte por sobredosis de heroína. Pero curiosamente esta teoría se formuló mucho antes de que el empleo de heroína fuera identificable por la mayoría de los ciudadanos como una realidad cotidiana, incluso mucho antes de que los anhelos prohibicionistas impregnaran la política gubernativa en materia de salud pública. De hecho, es anterior a que los derivados cannábicos (marihuana, hachís, kif, grifa...) pasaran a engrosar la nómina de sustancias prohibidas. Gracias a Alejo Alberdi, amigo incondicional e incansable ciberinvestigador, disponemos de la que seguramente fue la primera versión de dicha hipótesis, en este caso ejemplificada a través de “The home of an indulgent mother… starting her son toward a drunkard’s grave”, o sea, “El hogar de una madre permisiva… encaminando a su hijo hacia la tumba del borracho”, y difundida por F. Hubbard en The temperance program (1915).
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De: kuki |
Enviado: 13/08/2012 04:57 |
Época de libertad farmacológica (hasta 1918)
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Prácticamente todas las sustancias conceptuadas en la actualidad como drogas ilegales, hasta 1918, fueron consideradas como cualquier otro fármaco. Eran de productos de venta libre, y su empleo estaba generalizado en todos los estratos sociales con fines terapéuticos convencionales. De hecho, se vendían no sólo en boticas, droguerías y herboristerías, sino también en comercios de especias, abacerías, coloniales y ultramarinos. La legislación en materia de salud pública no se planteaba, ni de lejos, restringir su consumo, sino únicamente perseguir los posibles fraudes y negligencias en su comercialización, así como delimitar las competencias entre los distintos colectivos de profesionales autorizados para su importación, producción, elaboración y venta, a saber: farmacéuticos, drogueros (dos gremios que, compartiendo intereses, coexistieron enfrentados en dura pugna hasta la II República) y, en menor medida, herbolarios. Existía, no obstante, una prohibición que afectaba no sólo a las sustancias consideradas hoy drogas ilegales, sino a todos los fármacos sin excepción: el veto de ser objetos de publicidad en medios profanos, es decir, no especializados. Sin embargo, casi toda la prensa de la época incumplía sistemáticamente este precepto, convirtiéndose en su principal soporte publicitario (hasta la Gaceta de Madrid —predecesora del Boletín Oficial del Estado— llegó a hacer propaganda, entre otras especialidades farmacéuticas, de las afamadas Pastillas Bonald: con cocaína, heroína, codeína).
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Por lo demás, la información farmacológica sobre el empleo terapéutico de drogas en periódicos y revistas de medicina, farmacia y veterinaria era muy completa y exhaustiva. Se daban casos puntuales de abuso (como por ejemplo, el del pintor y escritor catalán Santiago Rusiñol, quien en 1899 ya tuvo que someterse a un tratamiento de desmorfinización), especialmente en ambientes decadentes y bohemios, pero no comportaban ningún tipo de problemática social. El empleo de drogas apenas despertaba la atención de los medios de comunicación de la época. Excepcionalmente, la prensa española se refería al problema que representaba el opio en países como Francia e Inglaterra, como algo exótico, importado de sus colonias de ultramar; pero la mayoría de las veces, las drogas tan sólo constituían un pretexto o motivo para la publicación de chistes, chanzas y demás comentarios satírico-burlescos. En consecuencia, no se detectaba ningún signo de alarma relacionado con el uso de drogas en el seno de la sociedad española del momento.
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En cambio, sí se registró una intensa cruzada antialcohólica, promovida por la Liga Antialcohólica Española (fundada en 1911) y su principal órgano de difusión, el periódico El Abstemio (con una tirada de 10.000 ejemplares). Cabe decir, no obstante que, a diferencia de lo ocurrido en EE.UU. y otros países, los temperantes españoles no consiguieron elevar sus pretensiones de abstinencia total a rango de ley. Aparte del alcoholismo, otras dos "lacras sociales" preocupaban y excitaban los ánimos de los sectores católicos más intransigentes: la difusión de publicaciones e imágenes consideradas "obscenas" y la blasfemia. Tras activas campañas en contra, las autoridades gubernativas decretaron su prohibición, si bien no consiguieron su erradicación. La neutralidad observada por el Gobierno español ante la I Guerra Mundial determinó que muchas personas buscaran refugio en España, principalmente en Barcelona, y vinculado a este aluvión demográfico comenzó a extenderse el consumo de drogas al margen de usos terapéuticos convencionales. En noviembre de 1915 el diario radical Germinal dio apoyo a una campaña contra el uso de drogas al margen de fines terapéuticos y contra su venta en farmacias, que pasó prácticamente desapercibida. Dos años más tarde el diario republicano El Diluvio desató otra activa campaña de prensa contra "los envenenadores públicos", denunciando "la impunidad" con que en la Ciudad Condal se vendía opio, morfina, cocaína y otras drogas, "hasta a los niños". Se decía que sólo en Barcelona había alrededor de seis mil quinientos cocainómanos (entre los que se contaban banqueros, militares, periodistas, funcionarios, socios del Liceo, capitanes de barco, señoritas de la aristocracia, clérigos, dos concejales y algún diputado provincial). Se pudo comprobar, en este sentido, que la fuente de abastecimiento eran "siete u ocho farmacias", dándose la circunstancia de que más de un farmacéutico "vivía sólo de la venta de venenos". El escándalo, difícilmente contenido, determinó que las autoridades gubernativas se plantearan por primera vez controlar y restringir el uso de drogas en España.
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11.06.1852: |
Fumadores de opio. |
00.01.1859: |
Opio (Ramón Marqués). |
00.00.1879: |
Marruecos. Zeguta [...] Qué es el kif. - Sus efectos (Edmundo De Amicis). |
18.12.1889: |
Los morfinómanos. |
31.07.1890: |
Intoxicación crónica por la morfina. |
13.11.1890: |
Los borrachos farmacéuticos. |
27.02.1891: |
La cocainomanía. |
16.04.1891: |
Salones de morfina. |
17.02.1893: |
Los bebedores de éter. |
24.08.1893: |
La locura de Maupassant. La morfinomanía (Paul D’Argenay). |
28.10.1897: |
Los eterómanos. |
20.08.1898: |
La borrachera de éter. |
06.03.1900: |
La cocaína aplicada a la cirugía. |
07.04.1900: |
Un fumadero de opio. |
15.06.1900: |
Nuevo anestésico [: el clorhidrato de cocaína]. |
00.09.1901: |
La casa del silenci (Santiago Rusiñol). |
18.07.1902: |
La cocaína. ¡Cuidado con la cocaína! |
28.12.1903: |
El abuso de los narcóticos en Londres. |
22.09.1904: |
El centenario de la morfina. |
07.10.1907: |
Los paraísos artificiales (Ramón Baños Martínez). |
11.11.1907: |
La vida científica. ¡Guerra al opio! No más fumaderos en China. Cada vez se cultiva más adormidera. Lo que decreta el ministro de las Colonias. Un croquis tomado del natural. Las fumadoras de opio de Montmartre. Prospecto sugestivo...
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21.10.1908: |
Fumadores de opio. |
28.10.1908: |
Contra el abuso de fumar opio. |
12.04.1910: |
El león y la morfina. |
15.06.1910: |
Las visiones del hachich. Contadas por los que las experimentaron. |
17.10.1910: |
Un sucedáneo de la morfina [: el pantopón]. |
05.01.1911: |
Los fumadores de opio. La borrachera de los chinos (Doctor Jim). |
05.01.1911: |
Los paraísos artificiales (Dr. W. Coroleu). |
04.12.1911: |
Morfina para las gallinas. |
31.12.1911: |
Un peligro social. El éter y la cocaína (Dr. Serradell). |
09.02.1912: |
Recogida de medicamentos. |
30.01.1913: |
Los paraísos artificiales en París. |
00.02.1913: |
Comentarios a una epístola (J. Fernández Oliva). |
30.06.1913: |
El opio en Europa. |
01.12.1913: |
La embriaguez y la cocaína (Dr. W. Coroleu). |
21.04.1914: |
Un fumadero de opio. |
18.07.1914: |
El crepúsculo de Montmartre (E. Ramírez Ángel). |
03.11.1915: |
Los que envenenan. La felicidad está en un tarro de farmacia (Mateo Santos). |
04.11.1915: |
Los que envenenan (Mateo Santos). |
05.11.1915: |
Los que envenenan (Mateo Santos). |
06.11.1915: |
Los que envenenan (Mateo Santos). |
09.11.1915: |
Los que envenenan (Mateo Santos). |
11.11.1915: |
Los que envenenan (Mateo Santos). |
15.04.1916: |
La cocaína en el ejército británico. |
00.06.1916: |
Noble aspiración. |
21.11.1916: |
La novocaína, nuevo anestésico. |
09.08.1917: |
Suicidio. |
19.09.1917: |
La cocaína. |
20.09.1917: |
La cocaína en Barcelona. Cómo se envenena al público (Fray Gerundio, seud. de Albino Juste García). |
27.09.1917: |
Cómo se envenena al público. La venta de la cocaína (Fray Gerundio, seud. de Albino Juste García). |
01.10.1917: |
La marihuana (Eduardo Valera). |
04.10.1917: |
Cómo se envenena al público. El escándalo de la cocaína (Fray Gerundio, seud. de Albino Juste García). |
11.10.1917: |
Cómo se envenena al público. ¡Viva la cocaína! (Fray Gerundio, seud. de Albino Juste García). |
18.10.1917: |
Con motivo de una campaña. La respuesta del señor Amargós (Luis Amargós). |
25.10.1917: |
Lo de la cocaína. Cómo empezó y cómo acaba (Fray Gerundio, seud. de Albino Juste García). |
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De: kuki |
Enviado: 13/08/2012 04:59 |
Desde la I Guerra Mundial hasta el final de la monarquía de Alfonso XIII (1918-1931)
En respuesta a la campaña desatada por el diario El Diluvio, y a lo acordado con la firma del Convenio Internacional de La Haya sobre restricción en el empleo y tráfico de opio, morfina y cocaína y sus sales (1912), a principios de 1918 las autoridades gubernativas adoptaron las primeras medidas para controlar el uso de drogas en España. Tales medidas se concretaron en la exigencia de receta médica obligatoria para acceder a dichas sustancias. La primera consecuencia de esta restricción fue la aparición inmediata de un incipiente, pero cada vez más pujante, mercado negro (con el consiguiente incremento de precios y adulteración de productos) y, como extensión, la aparición de una nueva delincuencia (falsificación de recetas, robos de farmacias, etcétera). Otras campañas de prensa —como la desarrollada en 1921 por el diario conservador valenciano Las Provincias— exigieron una política de mano dura y, a pesar de algunas voces antiprohibicionistas, se fue produciendo un endurecimiento progresivo de la legislación, que tuvo su culminación en 1928, con la promulgación de las Bases para la Restricción del Estado en la distribución y venta de estupefacientes (que equiparaban a usuarios y vendedores ilícitos y sancionaban con dureza tanto el tráfico ilegal, como la simple la posesión y el empleo discrecional de drogas) y la reforma del Código Penal (que pasaba a prestar una especial consideración a las "drogas tóxicas o estupefacientes", distinguiéndolas así de las demás "sustancias nocivas a la salud o productos químicos que pudieran causar grandes estragos"). Tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera se intensificó la represión del tráfico —en el que solían estar involucrados médicos y farmacéuticos— y del consumo, llegándose a nombrar fiscales y jueces especiales para atender los casos de drogas. También se pusieron en marcha los primeros recursos preventivos y asistenciales, como la Asociación contra la toxicomanía, fundada en 1926 en Barcelona. Sin embargo, lejos de disminuir, el empleo de drogas —principalmente de cocaína y morfina— al margen de usos terapéuticos convencionales se extendió entre todas las capas sociales. Y no sólo se generalizó el uso de drogas, sino que se incorporó a la cultura popular a través de novelas como Los sueños de un morfinómano (1922), de José Mas, o Gaby la morfinómana (1929), de Andrés Guilmain, y canciones como "El tango de la cocaína" (1926), que fue interpretado por Lolita Arellano, Ramoncita Rovira y Mary Santpere entre otras famosas cupletistas. Durante los años 20 la prensa dejó de adoctrinar a los lectores y comenzó a informar y crear opinión. Este cambio, unido a la aparición del reportaje sensacionalista, determinó que los medios encontraran en las drogas un tema moderno y de rabiosa actualidad, que saltó de la sección de sucesos (no sólo en la prensa de referencia, sino también en la de provincias) a copar páginas enteras, llegando a constituir el asunto central de extensas entregas seriadas. Cabe decir, en este sentido, que el consumo y tráfico de drogas se percibió como un "problema" local, de reciente aparición, importado desde fuera, y que afectaba únicamente a los tres principales núcleos de población: Madrid, Barcelona y Valencia. En general, y desde un primer momento, la prensa se inclinó por destacar y amplificar sus aspectos más dramáticos, sórdidos e incluso aberrantes, es decir, memorables (detenciones, decomisos, precios, escondites, intoxicaciones, síndromes de abstinencia, suicidios por sobredosis...), contribuyendo a la creación de una serie de estereotipos, mientras se optó por minimizar o directamente silenciar aquellos otros aspectos que contradecían o se escapaban de los tópicos creados. De tal manera, la noticia sobre "paraísos artificiales" (un genérico más literario que funcional) se convirtió directamente en discurso contra los mismos. Todavía nadie —o muy pocos— hablaban de enfermedad, sino de vicio e incluso de pecado (aunque su caracterización clínica venía a ser la misma), por eso la lucha contra las drogas se planteó inicialmente como una cruzada moral y, a la vez, medida profiláctica en defensa de "la Raza, la Patria y las buenas costumbres".
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De: kuki |
Enviado: 13/08/2012 05:02 |
II República y guerra civil (1931-1939)
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Con la proclamación de la II República la política contra las drogas no se atemperó, sino que se intensificó, especialmente con la prohibición incondicional de la heroína en 1932 y la promulgación al año siguiente de la Ley de Vagos y Maleantes, por la que fueron declarados en "estado peligroso" y quedaron sometidos a "medidas de seguridad", entre otros, los "ebrios y toxicómanos habituales". La prensa, sin embargo, ya no sólo hablaba de "vicio invencible", sino también de "terrible patología". En consecuencia, en 1935 el Gobierno optó por desarrollar una medida pragmática de reducción de riesgos y daños: la posibilidad de suministrar "dosis extraterapéuticas" a los "enfermos habituados", es decir, a morfinómanos y cocainómanos contumaces. El único requisito para obtener el "documento especial de garantía" que permitía el acceso a la sustancia requerida (y que se mantendría vigente hasta 1967) era la inscripción previa en un registro abierto a tal efecto en la Dirección General de Sanidad.
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A diferencia de la década precedente, la prensa de los años 30 dejó de presentar el uso y tráfico de drogas como un "problema" local, importado desde fuera, para enfocarlo como una cuestión "universal y milenaria", que revestía caracteres epidémicos y en la que el Estado español había pasado a desempeñar un papel fundamental. No en vano, algunos medios llegaron a considerar a Barcelona como la "central" del tráfico de estupefacientes para toda Europa. Significativamente, con el paso de la restricción a la prohibición, la propaganda de genéricos y específicos psicoactivos desapareció por completo de periódicos y revistas. Sin embargo, los medios de comunicación no tuvieron reparos en servir de soporte para los primeros exponentes de publicidad indirecta, algunos de gran éxito comercial, como los sugerentes anuncios en la prensa gráfica y las no menos sugestivas cuñas de radio —cantadas por la cupletista Carmelita Aubert— publicitando el "super-perfume Cocaína en Flor".
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Por lo demás, durante los años 30 se produjo la incorporación definitiva de la fotografía al ejercicio de la práctica periodística. La prensa gráfica pudo combinar, de este modo, el reportaje sensacionalista con el soporte fotográfico necesario para consolidar con imágenes veraces los distintos estereotipos creados en torno al consumo y tráfico de drogas. Un tema que fue explotado hasta la extenuación, llegando a copar más de una portada de revista. Por lo demás, en 1937 Pedro Puche dirigió Barrios bajos, posiblemente la primera película en incorporar referencias abiertas al consumo y tráfico de drogas —concretamente de cocaína— de la cinematografía española. La guerra civil (1936-1939) modificó sustancialmente todo este panorama. Con todo, el principal cambio que introdujo la contienda fue la extensión del cannabismo. Efectivamente, el empleo de cannabis ya estaba muy arraigado en las filas de las tropas sublevadas en el norte de África. Estas tropas constituyeron la columna vertebral del ejército de Franco, que cruzó el estrecho de Gibraltar. De tal manera, durante tres años llegaron a organizarse suministros regulares de kif y grifa, desde Marruecos hasta el frente, con conocimiento de la oficialidad de Intendencia, del Estado Mayor y hasta del Alto Mando. Incluso algún testigo llegaría a señalar que el cannabis fue la "mayor motivación espiritual" que impulsó al Glorioso Alzamiento Nacional, "al menos en las trincheras".
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De: kuki |
Enviado: 13/08/2012 05:04 |
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