El empleo es un concepto que, afortunadamente, podría volverse pronto
obsoleto; el trabajo y la creación de un valor para la sociedad poco
tienen que ver con la esclavización de las personas ante un empleador.
“La emancipación siempre llega puntual, llegar tarde a esa cita sería un pecado”
Con la consolidación de las tecnologías
digitales como un pulso omnipresente en nuestra cotidianidad, las
estructuras sociales, los patrones culturales y los conceptos rectores
de la psique colectiva han experimentado una transformación tan radical y
acelerada que quizá seamos parte de la mayor revolución sociocultural
de la historia humana.
Y al igual que toda transformación, este
proceso ha cobrado múltiples “víctimas”, es decir, aquellas
instituciones, sistemas y organismos que no son capaces, por su propia
naturaleza o por simple abstinencia, de sintonizarse con las pautas del
actual escenario. Y entre estas “víctimas” podemos considerar la pérdida
de miles de negocios y millones de empleos que han dejado de ser
relevantes para las tendencias socioeconómicas que rigen esta nueva
realidad.
Un caso interesante es el de las
oficinas de correo, que año con año, desde hace una década, han visto
cómo el número de usuarios que recurren a sus servicios va
desplomándose. En el caso de la oficina estadounidense de correos,
el U.S. Postal Service, ha perdido tantos usuarios que incluso se maneja
la posibilidad de su cierre en el corto plazo, lo cual dejaría sin
empleo a cerca de 600,000 personas (tan solo en los últimos 4 años los
envíos disminuyeron un 22% ante la masiva popularización y tajante
practicidad de herramientas como el correo electrónico).
Cada nuevo programa de computadora que
se estrena hace básicamente lo que hasta hace poco era tarea de una
persona, solo que el primero lo hace de una manera más rápida, barata y
efectiva. Y por esta razón la digitalización o la robotización de
millones de labores emerge como una tendencia ineludible. Por otro lado
los gobernantes afirman, de manera sistemática y en prácticamente todo
país, que el gran problema es la falta de empleo, una postura un tanto
contradictoria cuando coexiste con la promoción y el financiamiento del
desarrollo tecnológico. Y precisamente esto es lo que Douglas Rushkoff,
tal vez el más brillante teórico de los medios y un lúcido analista
socioeconómico, se ha atrevido a cuestionar en un artículo publicado en CNN y titulado “Are Jobs Obsolete?”.
¿Es en verdad el desempleo un problema fundamental o en realidad se
trata de una inercia retórica que ya no necesariamente encaja en la vida
contemporánea?
“Me da miedo siquiera preguntarlo, pero
¿desde cuándo el desempleo se convirtió en un problema? Entiendo que
todos queremos nuestro salario, o al menos queremos dinero. Queremos
alimento, techo, vestido y todas esas cosas que el dinero puede
adquirir. ¿Pero de verdad queremos empleos?”, cuestiona el también
profesor de la New York University.
Parece que el empleo, y no la
productividad, se ha convertido en la meta a largo plazo de la
estrategia económica de distintos gobiernos, entre ellos el de Estados
Unidos (al cual se refiere Rushkoff en su artículo). Si tomamos en
cuenta que en el mundo se produce casi el doble de alimentos de lo que
los 6 mil millones de habitantes necesitamos, entonces quizá no se trata
de que no haya recursos para que todos vivamos, sino que “necesitamos”
de un sistema que nos obligue a merecer el sustento que recibimos (algo
relativamente absurdo, pues hay millones de personas que trabajan
jornadas de hasta 16 horas diarias y apenas ganan para sobrevivir).
El empleo es un concepto relativamente
nuevo. Las personas siempre han trabajado, pero no fue sino hasta el
Renacimiento, época en donde surgió el primer anteecente corporativo,
cuando las personas trabajaban para sí mismas, ya fuese como
carpinteros, pastores o zapateros, intercambiando el fruto de su trabajo
por otros bienes y servicios que requerían para vivir. En ese esquema
los únicos que veían su riqueza disminuir eran los aristócratas, quienes
dependían de sus títulos nobiliarios para obtener dinero a partir del
esfuerzo de aquellos que trabajaban. Ante ellos las clases gobernantes
recurrieron a un nuevo sistema que obligó a todos estos pequeños
trabajadores a ceder su trabajo a industrias que tenían la autorización
exclusiva para proveer el mercado y fue así como surgieron los conceptos
de empleo y de empleados.
Al igual que en la era industrial,
tiempos durante los cuales miles de personas fueron reemplazadas por
máquinas, ahora, en la era digital, se ha desatado un proceso similar:
las herramientas digitales aumentan la eficiencia, reemplazan a personas
y aumentan las ganancias corporativas. Lo anterior resulta ciertamente
negativo para los empleados y los sindicatos, pero ¿es en realidad un
fenómeno nocivo para nosotros? A fin de cuentas recordemos que ese es el
rol original de las tecnologías: facilitar las labores y procesos
productivos de una sociedad.
“La pregunta que tenemos que comenzar a
hacernos no es cómo emplearemos a toda esa gente que es reemplazada por
la tecnología, sino cómo podemos organizar una sociedad alrededor de
algo más allá del empleo.
Pero en lugar de apostar a un nuevo
diseño orientado hacia la cooperación y el bienestar compartido, parece
que aquellos que controlan los sistemas que nos rigen prefieren seguir
incentivando un modelo basado en un mercado de carencias, dentro del
cual se negocian cosas que en realidad existen en abundancia y serían
suficientes para todos.
“De lo que carecemos no es de empleo,
sino de una forma de distribuir con justicia los bienes que hemos
generado a través de nuestras tecnologías y una forma de crear sentido
en un mundo que ya ha producido mucho más de lo necesario”.
A lo largo del último siglo se han
probado alternativas al sistema capitalista. Una de las más populares
fue el comunismo, dentro del cual los bienes eran distribuidos
equitativamente, sin embargo, este no representaba un diseño
estimulante, que motivase a la población a producir y colaborar, además
de que jamás funcionó, por múltiples razones, como estaba pensado. Del
otro lado, el más reciente diseño el capitalismo, el libre mercado, opta
por simplemente dejar sufrir a aquellos que no son capaces de
capitalizarse, esperar a que se diluyan. Pero como hemos comprobado,
este modelo también está lejos de ser funcional y, en cambio, promueve
un gran abanico de “anti-valores” como la ambición, la competencia, el
clasismo y la frivolidad.
Y es precisamente dentro de esta
búsqueda por generar una nueva alternativa al actual sistema que la era
digital ofrece una opción interesante: intercambiar información o, mejor
dicho, bits, en lugar de bienes. En esta dinámica el escenario es el
hiperespacio, y a través de este podemos proveernos, aportando un valor a
nuestro entorno, de aquellas cosas que necesitamos o deseamos. Si
aceptáramos que el alimento y el hogar son derechos fundamentales de
todo ser humano (existe suficiente de ambas cosas para que a nadie le
falte), entonces el resto del trabajo que hiciéramos serviría para
adquirir aquellas cosas que no son indispensables para nuestra
existencia pero que sin duda la enriquecen. Por cierto, estas labores,
como programar un software, generar piezas de comunicación, enseñar a
distancia o escribir un libro, se pueden realizar de manera
independiente, sin necesidad de convertirte en un empleado de alguien
(en especial de las grandes corporaciones).
Tomando en cuenta todo lo anterior, y
luego de hacer conciencia sobre esta acelerada transformación en la que
estamos inmersos como sociedad mundial, durante la cual muchos de
nuestros pilares socioculturales caerán para no levantarse, sería
interesante reflexionar si el concepto de empleo es una de las cosas que
en realidad queremos salvar.
Y para concluir podemos afirmar pocas
cosas, pero suficientes para coquetear con la idea de consumar un
rediseño de nuestra realidad productiva:
a) El modelo actual no funciona (¿Alguien aún lo duda?).
b) La decisión de explorar nuevos horizontes esta solo en nuestras manos.
c) Estamos frente a una oportunidad histórica para dar una inédita sacudida a nuestra realidad sociocultural.
d) La respuesta a este reto está seguramente ligada, en alguna
medida, a las herramientas digitales y a nuestra relación con el
medioambiente.
e) Si aspiramos a una vida mejor, compartida, sería bueno que nos
apresuráramos a encontrar pronto la mejor alternativa posible.
Lucio Montlune