Antes de tus palabras no hubo nada, sólo viento al pasar, sólo rumores; antes de tus palabras, la alborada despertaba vacante de colores; antes de tus palabras, mutilada se vio la primavera de sus flores. Sólo al hablarme tú se hizo armonía la noche oscura y la mañana fría.
He cerrado los ojos. Ya no miro mi acervo de congojas; están muertas. Y los he vuelto a abrir, como las puertas de este amplio mundo, que de nuevo admiro.
Fui ciego, sordo, mudo y en retiro, ermitaño en recónditas, desiertas zonas de reclusión, rehusando ofertas, arropado en los pliegues del suspiro.
Tu hermético silencio prolongado reventó mis grilletes y candado, y hoy veo, y oigo, y me complace hablar.
Soy libre una vez más. Se me aglomera la vida que esquivé. Va mi alma entera, del brazo de la piel, por el pinar.