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De: kuki (Mensaje original) |
Enviado: 16/09/2013 02:20 |
Devenir y dinámicas moleculares Apuntes para una teoría de la sociedad alterativa
Devenir y
dinámicas moleculares
Apuntes
para una teoría de la sociedad alterativa
Dinámicas sociales alterativas Raúl Prada Alcoreza
Índice:
Primera parte
Consideraciones preliminares
La institución imaginaria de la sociedad
La sociedad alterativa
Tesis de la
alteratividad social
¿A qué llamamos
dinámicas sociales moleculares?
¿A qué llamamos
dinámicas sociales molares?
Anotaciones sobre las teorías nómadas
La relación de las dinámicas sociales y los campos
Campos social,
económico, cultura, simbólico, escolar y burocrático, el Estado
Anotaciones sobre la
teoría de los campos
Ecología
social
Anotaciones sobre la teoría
de la complejidad
De relaciones a agenciamientos sociales
Segunda parte
Devenir acontecimiento
Políticas del
acontecimiento
La categoría
flexible y plástica de los públicos
Neo-monadología del
capitalismo
Resistencia y creación en los movimientos postsocialistas
Tercera parte
Devenir vida
¿Qué es la vida?
El demonio de
Maxwell
Devenir mujer
Cuarta parte
Tesis moleculares
Teoría
molecular de las sociedades
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:21 |
Dedicado
a Rosario Aquim Chávez, guerrera amazónica. Rebelde y transgresora, en vertida
intensidad. En constante devenir. Más allá de las clasificaciones.
Primera parte
Consideraciones preliminares
La institución imaginaria
de la sociedad
La
sociedad, la asociación, el conjunto de composiciones asociativas; este hecho o
acontecimiento primordial, que es el relativo a la existencia y formación de
sociedades, no es un atributo sólo humano. La zoología, la botánica, la
biología, la microbiología, ya dan cuenta de asociaciones animales, de
asociaciones de plantas, de asociaciones biológicas, de asociaciones
multicelulares. Entonces, en esta perspectiva y bajo esta comprensión, no es la
formación de sociedades lo que caracteriza sólo al ser humano; cuando nos
referimos a las sociedades y asociaciones humanas, no basta caracterizarlas
como tales; es decir, como lo que son, sociedades, sino que es
indispensable definir el tipo de
sociedades que conforma. En términos generales, se puede decir que, se trata de
un tipo de sociedades cuya organización les permite una plasticidad grande en
la adaptación y adecuación a los entornos, también les permite la
transformación de la sociedad misma a la que pertenecen, así como de su propia
organización. En todo caso, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Hay una
estructura primaria de organización, una forma de organización primordial que
distingue? ¿Esta estructura primaria da cuenta de las múltiples formas de
organización conformadas y por conformar de las sociedades humanas? Revisando
lo que se sabe la historia de las sociedades, tal parece que en las llamadas manadas
hay un “jefe” de la manada, que parece que puede cambiar de acuerdo a los
movimientos de la propia manada; lo que importa no es quién, sino el lugar de
referencia de la punta de la manada.
¿La diferencia radica que en las primordiales sociedades humanas no solo
aparece el “jefe”, sino una estructura organizativa, correspondiente a la
jefatura, una organización “estructurada” por su representación? Hablamos de
una organización representada, de una organización imaginada. ¿Esta es la
diferencia? ¿Hablamos de sociedades, por lo tanto, de organizaciones sociales,
cargadas de simbolismo? ¿Desde un principio fueron instituciones imaginarias,
tal como las concibe Cornelius Castoriadis? ¿Lo que distingue al ser humano es
la imaginación? ¿Se trata de un ser imaginario? La pregunta sobre las
características de las sociedades humanas nos lleva a la pregunta sobre la “estructura”
primordial de sus formas de organización. Lo que nos lleva a la tesis de las
sociedades representadas. No hablamos de que cuentan con representación,
delegación, sino que son sociedades imaginadas. La fuerza de estas sociedades
no se encuentra sólo en la asociación, en la sociabilidad, en la cohesión
social, en la materialidad de su organización y distribución, sino en la fuerza
imaginaria que le otorga sentidos, que la vuelve inmanente-trascendente, que la
vinculan a lo “sagrado”, más allá de la muerte, que la vinculan a acciones no
destinadas a la sobrevivencia, en sentido estricto, sino al derroche, al
sacrificio, al acto heroico.
El ser humano es un ser que no vive la realidad sino su mito, su tragedia
imaginaria. Actúa en ese escenario. Convoca a los dioses y a los espíritus a
participar en sus propios dramas. Es un ser que actúa para otros, estos otros
son los dioses y los espíritus. Desde un principio es un gran actor, un gran
imitador. Es su representación misma, vive apasionadamente su representación.
Actúa como en un eterno teatro, danza y sacrifica para seducir a los dioses.
Al
respecto, sobre la imaginación como característica intrínseca humana, debemos
decir que no sabemos exactamente lo que pasa en los animales y en los
organismos, tendríamos que meternos en sus cabezas, por así decirlo. Que
respondan a la percepción y reconozcan no quiere decir necesariamente que
tengan imaginación, en tanto fantasía,
como la había definido en un principio Aristóteles.
La retención figurativa no es necesariamente imaginación, por lo tanto la
percepción no es una prueba de que se tenga imaginación. Empero quizás si
sueñan. Empero, de todas maneras, al respecto, tampoco se puede afirmar que los
animales y organismos humanos, sobre todo sus formas asociativas, no cuenten
con formas de imaginación.
Volviendo
a las interpretaciones de Gilles Deleuze y Félix de Guattari, que plantean que
el “Estado” es simultáneo a las sociedades nómadas, a las sociedades sin
“Estado”, no en el sentido moderno, sino en el sentido amplio, de aparato de
captura, que comprende a todas las formas de “Estado”, incluso la habidas en el
neolítico.
El “Estado” habría existido desde tiempos inmemoriales, conjuntamente con las
sociedades nómadas, contraponiéndose ambas, el “Estado” y las sociedades
nómadas, siendo una la exterioridad y referente de la otra. Las sociedades
nómadas escaparían, desordenarían y transformarían al “Estado” desde dentro y
desde afuera. Volviendo entonces a estas tesis, la pregunta es: ¿Es la
conformación del “Estado” lo que diferencia a las sociedades humanas de las
sociedades animales? Esta pregunta es más difícil, por sus complicaciones,
empero no deja de estar ligada a las anteriores, tampoco el “Estado” deja de
estar ligado a la institución imaginaria, pues se trata de una institución
representada. No vamos a entrar a la discusión de la contrastación o
verificación de las tesis de Deleuze y Guattari; esto es muy complicado.
Requiere discutir el alcance y la amplitud de un concepto tan dilatado como de aparato de captura, discutir la relación
con las llamadas sociedades nómadas, además de sus distinciones contextuales,
regionales, geográficas e históricas.
No dejan de ser sugerentes estas tesis, empero lo que interesa ahora es su
relación con la institución imaginaria. Independientemente de que si el Estado
ha existido desde muy antiguamente, lo que parece incuestionable es esta
relación de las sociedades humanas, sus formas de organización, sus estructuras
e instituciones, con la estructura de sus representaciones, con la
configuración imaginaria, que instituye sus sentidos.
Por
otra parte, otra característica que parece innegable en las sociedades humanas
es la técnica. También desde los
inicios mismos de las sociedades humanas, las mismas han estado ligadas a la
construcción de herramientas. Aunque se ha encontrado el recurso a la mediación
de ciertos instrumentos en determinados animales, los mismos no se han
convertido en cruciales e inherentes a la propia organización social. En las
sociedades humanas, en cambio, las herramientas, los utensilios, los
instrumentos, son parte inherente, forman parte de la recolección, de la caza,
de la pesca, de la vestimenta, de la alimentación y la cocina. Después, forman
parte del cultivo, de la agricultura, de la producción, de la guerra, de la
comunicación, de la domesticación de plantas y animales, de la comunicación, de
la escritura, de la civilización y la cultura. La técnica entonces no solo acompaña sino forma parte de las
características y la transformación de las sociedades humanas.
Con
estas dos características intrínsecas a las sociedades humanas, la imaginación y la técnica, estas sociedades no solo parecen diferenciarse del resto
de las sociedades animales, sino que plantean como una paradoja. Por una parte,
con la imaginación, con su universo
imaginario, el humano busca escapar de los condicionamientos “naturales”, por
otra parte, con la técnica, el humano parece responder adecuadamente a estos
condicionamientos, buscando su manipulación, usándolos eficazmente. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que esta paradoja es aparente, pues la
creación técnica no está exenta de imaginación, del recurso a la imaginación, de la recurrencia del
pensamiento, de la invención. La imaginación
es una potencia inventiva.
Ahora
bien, estas dos características intrínsecas de las sociedades humanas, la imaginación y la técnica, no podrían realizarse sin una tercera característica
intrínseca, el lenguaje.
No se puede decir que lo que diferencia a las sociedades humanas es la
comunicación, pues no solamente las sociedades animales lo hacen, todos los
organismos lo hacen, recurren a “códigos” sonoros y visuales. Lo que ocurre es
que el lenguaje, como sistema de
signos, la lengua, y como efectuación práctica, el habla, es una característica
intrínseca de las sociedades humanas, así como pasa con las otras
características intrínsecas. Son sociedades de lenguaje, organizadas por el lenguaje,
atravesadas por el lenguaje; son
sociedades que nombran el “mundo” y se nombran a sí mismas. Como dice Émilie
Benveniste, nacemos en el lenguaje y
desde él nombramos el “mundo”. Entonces la sociedad humana es una institución
imaginaria, es una institución técnica y es una institución lingüística.
No se puede decir que alguna de estas características intrínsecas sea
preponderante, ni tampoco determinante; se trata de una complejidad
interrelacionada e integrada.
Sin
embargo, debemos detenernos en la estructura originaria de la imaginación, sobre todo lo que llama
Cornelius Castoriadis la imaginación
radical, el inconsciente. Tal como la entiende Sigmund Freud,
no tanto como la trabaja Jacques Lacan,
que hace intervenir el lenguaje en la
manifestación del inconsciente, con lo que ya hay un proceso de
racionalización. Para decirlo de una vez, la diferencia interpretativa radica
en comprender que el inconsciente se encuentra, como tal, más en los sueños que
en los discursos, en sus lapsus, en sus ausencias, en sus figuras y en su “estructura”
sumergida. Con lo que no queremos decir que el inconsciente no se encuentre en
el lenguaje; sólo que cuando esto
ocurre el inconsciente se encuentra oculto; el psicoanálisis dice reprimido. Para
el inconsciente no hay realidad, tampoco racionalidad, no se distingue lo real
de lo no-real, no se distingue lo uno, uno mismo, de lo otro, la diferencia, lo
distinto. Según Castoriadis se trata de una totalidad autosuficiente, donde no
hay falta. Habría que discutir este concepto de totalidad, más bien habría que
hablar de lo difuso primordial, algo que ni siquiera totaliza. También dice que
se trata sólo de representación, de una primordial representación. La
re-presentación supone una repetición de la presencia, lo que ya supone una
diferencia; habría que hablar, mas bien, de una intuición primordial, basada en
las sensaciones primordiales, de la pertenencia primordial a esa constelación
difusa, que no es “uno” mismo sino eso,
ello, la diseminación matricial.
Cuando Castoriadis habla de representación, recurriendo a Freud, lo hace
queriendo hacer hincapié en que hay ya imaginación,
la presencia del fantasma, la efectuación de la fantasía. Es como decir que el ser humano nace en otro mundo, el
mundo de la fantasía.
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:21 |
Esta
es la imaginación radical. El problema es ahora comprender cómo se instituye la
realidad. Si acordamos que la imaginación
se rige por el principio de placer, el principio de realidad aparece como un
principio para escapar del displacer, para afrontar el displacer, causado por
la ausencia de aquello que forma parte del placer, de aquello que forma parte
de la imago, de la misma imagen en la que participamos y no nos separamos. El
principio de realidad aparece como ruptura, como separación, como
diferenciación; en principio para evitar el dolor, arrojando allí lo que
afecta, lo que causa displacer debido a su ausencia. Es como una intuición de
la separación, del desgarramiento, frente a la cual se busca compensar la
ausencia mediante la identificación de la otredad como objeto de “deseo”,
diferenciado de uno mismo, como lugar del “deseo”, de la representación del
“deseo”, el “deseo” en tanto representación, pues no puede ser otra cosa. Para
Castoriadis, interpretando a Freud, este tránsito a través de la triada sujeto, objeto, otro, constituye
el inconsciente efectivo; esto quiere decir, la imaginación radical que se hace inconsciente efectivamente por
medio de la represión, de la norma, constituyendo de esta forma una consciencia
culpable. Esta separación inconsciente/consciencia es el principio de realidad,
es consecuencia del principio de realidad; “realidad” que no deja de estar
investida por la imaginación. La
“realidad” es el lugar donde hay que escapar del displacer, lugar donde hay que
actuar para escapar del dolor; por eso la “realidad” es representada en la
ambivalencia de lugar de la falta y objeto de “deseo”. Un doble afecto dibuja
esta “realidad”, de amor y odio.
Empero
esta no es la “realidad” como tal, como certeza y objetividad, pues para que ésta
se constituya es menester la intervención de la institución social. Es la
sociedad la que instituye la “realidad”. Ahora bien, la sociedad no actúa como
el objeto de “deseo”, sino como institución; no ocasiona el desgarramiento
primordial, aunque produce desgarramientos y separaciones múltiples diferidas,
presentando plurales objetos y sujetos. Pero, ¿dónde se producen estos
desgarramientos? ¿En el inconsciente, en la imaginación
radical, por lo tanto en la representación? ¿Son desgarramientos
imaginarios? La constitución de la consciencia es a la vez el resultado de la
represión del inconsciente y su principio de placer, pero también la
representación de la diferencia respecto de la otredad y el objeto de “deseo”,
así como la representación de la norma, después de la institución familiar;
para Freud y Castoriadis, la institución familiar patriarcal. La institución
familiar ya es la sociedad, empero cuando aparecen las otras instituciones
sociales, la sociedad instituye la “realidad”; sin embargo, no hay que olvidar
que esta institución de la “realidad” también es imaginaria. La imaginación transfiere su carga a esa “realidad”;
la “realidad” es representada como exterioridad y tiempo donde se distribuyen y
transcurren las cosas y los sujetos. Las cosas, nombradas, clasificadas y
ordenadas, de acuerdo a códigos institucionales o tradiciones
institucionalizadas, dependiendo de qué institución se trate; institución
familiar, un sistema de objetos ordenados de acuerdo a códigos morales o de
opulencia, de moda o de austeridad; en su caso, también entran otras
instituciones, las instituciones culturales, así como las instituciones
arquitectónicas, de la construcción, de decorado; así como entran las
instituciones propiamente estatales, las que nos ofrecen presentaciones de las
glorias de la historia y el perfil perpetuo de los héroes. Las instituciones
escolares también tienen sus maneras de presentar un orden de las cosas; la
pretensión pedagógica las inclina por los cuadros clasificatorios y las taxonomías.
Esta es parte de la realidad material; la realidad material de las cosas y los
objetos se encuentra configurada por ordenamientos y distribuciones lógicas,
responden a lógicas objetivas. Los sujetos también se encuentran como
dispuestos en genealogías jerárquicas, pero también de memorias recurrentes,
puestas en escena por los comentarios y las remembranzas. Los nombres de los
sujetos forman parte también de nuestra propia historia de vida y memoria. La
realidad entonces es un universo habitado por sentidos y significaciones, donde
la imaginación termina construyendo narrativas imaginarias, aunque estas no
sean escritas y queden en la memoria oral de las familias. Este universo
imaginario ya no responde a la imaginación
radical, no es una constelación sin tiempo y espacio; al contrario, se
halla ordenada por el lenguaje y la técnica, sin embargo, dentro de ella
late el flujo incontenible de representaciones, que siempre abren otras
posibilidades de interpretación. La “realidad” entonces ya no aparece como un
mapa quieto sino como una cinemática dinámica donde cambian los escenarios. La “realidad”
puede ser inventada de otra manera.
No
es que exista la “realidad” como tal, como “realidad” petrificada, onto-lógica, inconmovible, inalterable;
la “realidad” no existe, salvo imaginariamente como representación. Esto no
quiere decir que sea nada; al contrario, no deja de ser una composición
dinámica de materialidades, cuerpos, espacios, temporalidades, sujetos,
subjetividades, atmósferas sociales, investidas por la imaginación de sentidos y significaciones articuladas. Lo que
existe es la relación de la imaginación consigo misma desgarrada por la
experiencia del sujeto, y la relación de
la imaginación con la materia de la
experiencia, la relación con las dinámicas
moleculares y molares de lo que llamaremos caosmosis, que se encuentra más acá y más allá de la “realidad”.
Georges Bataille decía que es la mirada del humano la que ve un mundo, pues
mira el sentido y construye el mundo desde el sentido.
Lo que quiere decir que sólo hay sentido para el ser humano; no es que haya
sentido intrínsecamente, como una propiedad inherente a la materia. El universo
no tiene sentido, la caosmosis no
tiene sentido; nos encontramos ante turbulencias creativas en constante
recreación. Quizás por esto la imaginación
radical se parezca tanto a este universo de constelaciones y a la caosmosis bullente. ¿La imaginación es la inscripción virtual de
este referente? ¿Es la memoria preservada de este acontecimiento primordial?
La
sociedad alterativa
¿Por
qué hay tantas formas de sociedad? ¿Por qué las sociedades cambian? Porque las
sociedades no son algo dado, algo determinado; al contrario, contienen la
indeterminación en sí mismas, contienen la alteridad en sí mismas. La sociedad,
esta gran asociación de asociaciones, es alteridad, la sociedad responde a la
dinámica de las prácticas y relaciones sociales, la sociedad cambia
constantemente, aunque sea por pequeños desplazamientos imperceptibles; también
cambia por desplazamientos notorios, sobre todo cuando las crisis la desgarran.
La sociedad se crea y se recrea. No es un orden sino una dinámica, no es una
estabilidad sino una energía, una potencia que circula. Si se da el orden es
para controlar esta dinámica, si se busca la estabilidad es para controlar esta
energía, esta potencia. Para evitar la transformación, para evitar la
alteridad, para canalizar las fuerzas en la reproducción de lo mismo, el orden,
la estabilidad, el mapa institucional dado. Por lo tanto, se entiende que la
lucha sea furibunda entre lo instituyente y lo instituido, entre lo constituyente
y lo constituido, se entiende que lo instituido y lo constituido quieran
escapar al desborde de lo instituyente y lo constituyente. Las teorías de la
estabilidad, del orden, del Estado, expresan elocuentemente este padecimiento de
lo instituido y lo constituido. Para estas instancias la sociedad está dada,
está determinada; tienen una imagen de la sociedad como proyección de sí
mismas, una sociedad domesticada, disciplinada y controlada.
Tesis
de la alteratividad social
La
sociedad es todo menos esto, estabilidad, equilibrio, orden; aunque se logre
domesticarla, disciplinarla y controlarla parcialmente, pues no se puede
abarcar la totalidad de las dinámicas sociales, que son, entre otras cosas, no-totalizables.
La misma reproducción de la sociedad estabilizada y ordenada requiere de la
fuerza desbordante de lo instituyente y lo constituyente, de la potencia
social. Entonces no hay que estudiar la sociedad desde la perspectiva del
orden, de la estabilidad, de lo institucional, sino desde la perspectiva de las
dinámicas moleculares y molares
sociales, incluso para entender el mapa institucional, lo instituido y lo
constituido en la sociedad.
Hay
que estudiar la sociedad desde su indeterminación, desde su ambivalencia; la
sociedad es orden y no es orden, es institución y no es institución, es
estabilidad y no es estabilidad. Esta indeterminación no es contradicción, en
el sentido de la dialéctica, sino diferencia, diferencia de modos de ser; ser
determinado y ser indeterminado. Diferencia de planos y de niveles, diferencia
de temporalidades, diferencia de perspectivas, pero también diferencia de
“realidades”. Una es la “realidad” instituida, la otra es la “realidad”
efectiva, la “realidad” instituyente y constituyente. Este contraste es
indispensable, pues es como oponer la fotografía y la película, la estática y
el movimiento. Alguien podría decirnos, si, pero, se trata de una fotografía
que abarca un periodo, una etapa, una época; entonces tiene validez
representativa. Sí y no. Sí, porque hay periodos y hasta épocas, cuando parece
repetirse el mismo orden y mapa institucional. Sin embargo, esto no es tan
cierto. Una mirada coyuntural puede mostrarnos pequeños desplazamientos,
particulares erosiones, desmoronamientos diferidos, corrosiones continuas, por
lo tanto cambios de situación, de contexto. Las instituciones no son las mismas
de una coyuntura a otra; no es que cambien de “estructura” y organización, sino
que varían los sentidos, varían las situaciones, las correlaciones de fuerza,
aunque estas variaciones sean imperceptibles. Por otra parte, las instituciones
no son monumentos, estructuras arquitectónicas, son relaciones, actividades,
administraciones, gestiones; también no dejan de vincularse a sus entornos. No
es lo mismo cuando la institución ejecuta un tipo de política pública que otra.
Hay modificaciones en la gestión y en la administración, también cambia la
situación de su relación con el entorno. Lo que da vida a una institución son
sus prácticas, sus gestiones, aunque estén normadas. Entonces no se trata de
estudiar sus leyes, sus normas, sus formas administrativas, sino sus prácticas,
sus ejecuciones, sus gestiones. Explican mejor lo que pasa; por qué no se
cumplen las leyes, las normas y las reglas. Por qué hay desviaciones, deslices,
ajustes.
Hay
que estudiar la sociedad en sus propias alteraciones, aunque estas sean
imperceptibles. Las instituciones se alteran, incluso por pequeños cambios,
cambios de personal, modificaciones reglamentarias, cambios en la jerarquía;
también se alteran por la interpelación de la gente, más aún si se dan
movilizaciones. Se alteran por relaciones conflictivas con la sociedad, con los
entornos, con la gente. Se alteran por incumplimientos, por la irradiación de
circuitos de influencia, círculos clientelares y corrosiones de las
corrupciones. También las instituciones se alteran por falta de presupuesto.
Mucho más si hay modificaciones en el mapa institucional.
Hay
que estudiar la sociedad desde sus imaginarios. No sólo desde los imaginarios
estatales sino desde los imaginarios de la gente. ¿Cómo percibe la gente las
instituciones? ¿También cómo perciben sus funcionarios a sus propias
instituciones? ¿Cómo perciben los usuarios de estas instituciones? También,
¿cómo percibe la población objeto de los proyectos institucionales? Preguntarse
después, ¿cuál es el entramado de estos significados? ¿Qué nos dice la
“valoración” social de las instituciones? ¿Cómo se fracciona la “realidad” en
estos imaginarios?
Hay
que estudiar a la sociedad en su pluralidad, como sociedad plural, incluso llegando
a comprenderla como composición y combinación de múltiples sociedades posibles.
Empero el estudio pluralista de la sociedad sólo puede darse desde un
pensamiento pluralista. No es posible concebir la sociedad como totalidad, como
estructura dada, para explicar los hechos sociales en relación y como parte de
esa totalidad. Los hechos sociales no son totalizables, son variados y
dispersos, se encuentran distribuidos en distintos contextos; aunque formen
series o conglomerados, son susceptibles de conformar otras series y
conglomerados, relacionarse no solo con los hechos más próximos, sino con otros
más distantes.
No hay una sociedad sino muchas posibles; la sociedad de la que se habla no es
estable, sino que se transforma contantemente, aunque los cambios sean
imperceptibles.
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:22 |
¿A
qué llamamos dinámicas sociales moleculares?
De
alguna manera volvemos a la micro-sociología, empero la micro-sociología supone
al individuo, a las estrategias individuales e interindividuales, de grupo,
locales, sobre todo en espacios concretos, lugares. La clave no estaría en las
grandes estructuras sociales, sino en pequeñas composiciones, en minúsculas
estructuras provisionales de acción, en estrategias cambiantes y dúctiles, en cambios de escenario y
de estratificación, en movimientos y movilidades específicas, en traslados
concretos, en microclimas específicos, con sus propias reglas, valores y
sentidos. El problema es que parte de ese principio de individuación, que se circunscribe
en ese átomo, que es el individuo, es ya un producto de las instituciones
sociales modernas. A diferencia de esta micro-sociología, Deleuze y Guattari
proponen diseminar el individuo, llegar a lo molecular, a los flujos deseantes, que son como la energía
libidinal desencadenada, flujos que desbordan y se conectan con otros cuerpos,
con la tierra, los árboles, el sol, también los animales. Flujos que no
aparecen como estrategias sino como diluvios. Los cuerpos son los territorios que
estos flujos recorren, les imprimen su huella, su inscripción desiderativa. Las
instituciones sociales codifican estos flujos, los capturan y canalizan, los
retienen dando lugar a una valoración codificada. La más importante valoración
en las sociedades ancestrales es el prestigio. Sin embargo, la dinámica molecular escapa a la catexis de la codificación y la captura.
Para que esto ocurra es necesario capturar estos flujos y llevarlos a la
dimensión molar, a la dimensión institucional. Es allí donde adquieren una
valoración social, donde el código circula y es retenido.
Las
dinámicas sociales moleculares son movimientos que comprometen cuerpos, sin
necesidad de reducirlos a la figura del individuo. Son distintas subjetividades
las que entran en juego. Incluso cuando aparece esta figura, se la entiende
como resultado de otro tipo de institucionalidad, de otro tipo de proceso; mas
bien uno decodificador, des-territorializador. Se trataría de códigos
abstractos, de códigos des-simbolizados. El individuo como átomo social, como
perfil abstracto y homogéneo, susceptible de serializaciones, susceptible de ser
incorporado en distintos ritmos y divisiones, en distintas esferas y
atmósferas. Sin embargo, lo que importa aquí, no es deducir que el individuo
explica las dinámicas sociales, sino que las dinámicas sociales moleculares,
que dan lugar a distintas subjetividades, a distintos lugares y situaciones
sociales, a distintas posibilidades abiertas de la praxis social, también
explican la formación del individuo por intervención de las instituciones
modernas.
¿A
qué llamamos dinámicas sociales molares?
Las
dinámicas sociales molares son las que estudia la sociología, se trata de
regularidades, de relaciones establecidas y de larga duración, también de
estructuras sociales, que sostienen estas relaciones y prácticas sociales. Son
molares pues se trata de eventos en masa, de hechos susceptibles de
estadística, son flujos codificados y canalizados institucionalmente. La
diferencia con la sociología, en el análisis de estas dinámicas molares es que,
para el análisis de las dinámicas sociales, éstas no dejan de estar conectadas
con las dinámicas sociales moleculares. Su interpretación no depende tanto de
estructuras, relaciones establecidas, instituciones dadas, sino de la
comprensión de su plano de intensidad, de la composición social efectiva, que combina
tanto el desborde de los flujos deseantes, que escapan como líneas de fuga, con
los flujos capturados, retenidos, acumulados como stocks, codificados,
sobre-codificados o, en su caso, des-codificados, vaciados de su contenido
simbólico, abstractos. No se deja de analizar las estructuras, las relaciones,
las instituciones, pero ya no se lo hace funcionalmente, ni estructuralmente,
sino como dispositivos y agenciamientos, como disposición de fuerzas y como
valorizaciones, acumulaciones, como diagramas y cartografías.
Entonces
hablamos de dinámicas sociales tanto desde la perspectiva molecular como desde
la perspectiva molar. Ambas perspectivas se complementan; es más, forman parte
de los mismos flujos, sólo que en un caso no son todavía capturados, codificados,
incluso en su forma abstracta. En el otro caso ya se encuentran
institucionalizados, capturados, registrados, cartografiados, canalizados. Obviamente
no hay un mundo, si se puede hablar así, compuesto sólo de dinámicas moleculares, de flujos deseantes, de líneas de fuga. Este
sería un mundo de la diseminación constante. No se puede decir que ocurre como
en la teoría de los grandes números, que el azar encuentra sus regularidades en
las grandes series numéricas. Ciertamente en la sociedad intervienen
organizaciones, estructuras e instituciones, que capturan los flujos; empero, la
pregunta es: ¿cómo aparecen estas instituciones? Esta es la pregunta. No es
sostenible pensar que de las dinámicas moleculares se pasa a las dinámicas
molares; un antes y un después. Un problema parecido al planteado por Pierre
Clastres y retomado por Gilles Deleuze y Félix Guattari, cuando el primero
estudió las llamadas sociedades contra el Estado y los segundos recogieron el
problema de la relación de estas sociedades con el Estado, en el sentido de la
relación de las sociedades nómadas con el Estado. ¿Fueron anteriores las
sociedades nómadas, después se conformó el Estado? La solución que dan Deleuze
y Guattari no es esa; sino la de su simultaneidad. Había Estado y nomadismo
desde tiempos inmemoriales.
Nos
encontramos ante un problema parecido, empero en otra dimensión. ¿Cuál es la
relación entre los flujos deseantes y las instituciones sociales, sobre todo
las primordiales? Para responder esta pregunta es necesaria una mirada
bio-social, incluso cósmico-bio-social. Ni el universo ni la vida se hubieran
formado si todo fuera entropía y dispersión; la retención de la energía fue
necesaria mediante bucles y pluribucles, turbulencias, mega-turbulencias, para
formar los átomos, las estrellas, las constelaciones.
Así mismo, a partir de las macromoléculas, que dieron lugar a la vida, era
menester retener, administrar la energía para la reproducción. Los organismos
vivos son como aparatos de captura de energía, de retención y administración de
energía; pero también son canalizadores de su propia energía, de su propia
inmanencia, de su propia fuerza, de su propia vitalidad. Los organismos vivos
requieren de organización, aunque esta no sea centrada ni centralizada, sino plural
y múltiple, sin necesidad de un cerebro ordenador. Las sociedades animales
requieren de organización, precisamente para defenderse y sobrevivir, para
reproducirse y generar asociaciones y participaciones, incluso producciones,
con otros seres. Las sociedades humanas no podrían aparecer sin ninguna
organización.
La
organización social es simultánea a la sociedad misma, es inherente a ella; las
instituciones primordiales, en tanto estructuras investidas de sentido y
significación, son simultáneas a la sociedad misma, son intrínsecas a ella. Por
lo tanto, las dinámicas sociales moleculares son simultáneas a las dinámicas
sociales molares; mejor dicho, forman parte de una composición intensa, que da
lugar a continuidades y discontinuidades de los flujos, rupturas y capturas,
desbordes y diluvios, por lo tanto también a transformaciones. Los flujos
deseantes, que para Deleuze y Guattari no se circunscriben al deseo de la
falta, al deseo del deseo del otro, sino a ser causa inmanente de la vida
genérica humana,
placer que se obtiene no sólo por el vinculo con la madre, en la etapa del
amantamiento, sino por toda clase de conexiones del cuerpo con otros cuerpos,
territorios, soles, constelaciones; los flujos deseantes forman parte de una
composición social, que a la vez libera estos flujos y a la vez los captura. En
relación a lo que sucede en la sociedad capitalista, los autores utilizan
ejemplarmente la figura del esquizofrénico; perfil psíquico que corresponde al
individuo, sujeto de la sociedad capitalista, sujeto sin padre, ni madre, que
no pertenece al triangulo familiar, a la sagrada familia.
Una subjetividad des-simbolizada, de-codificada, empero codificada
abstractamente en su misma decodificación. ¿Esto por qué? Si bien la sociedad
capitalista decodifica los códigos cargados y densos anteriores, de las
anteriores sociedades que destroza, si bien des-territorializa, vaciando los
espesores territoriales, convirtiéndolos en espacios de movimientos y
recorridos, de circulación, consumo y producción, la sociedad capitalista no
puede dejar que los flujos fluyan sin medida, que las líneas de fuga desborden.
Por eso, tiene que contener esta eclosión, esta liberación de energías. Para
eso recurre a restaurar el Estado en su versión despótica, en su perfil
paranoico. Crea nuevos códigos, nuevos muros, nuevas barreras, sofistica los
aparatos de captura, imprime su sello en las monedas, cobra tributos, define
límites, norma y administra, somete a los individuos a leyes y reglamentos. Con
esto se produce uno de los contrastes más sugerentes, una de las combinaciones
más incongruentes, entre una sociedad esquizofrénica o de esquizofrénicos con
un Estado paranoico. El Estado se encarga de convencer que hay padre, madre,
familia, que hay límites, códigos, valores, aunque éstos sean abstractos; que
hay leyes, normas e instituciones. Que hay libertad, si, pero, sólo cuando la
libertad de uno termine donde comienza la libertad del otro, sobre todo culmina
la libertad de uno cuando comienzan los deberes para con el Estado.
Entonces,
las dinámicas moleculares coexisten con
las instituciones, sin dejar de evidenciar las contradicciones entre los dos
planos, entre las dos placas, mejor aun entre el magma y las solidificaciones.
Las instituciones están ahí, forman parte de los paisajes humanos, de las
geografías humanas, son como herencias organizativas. Los humanos nacen en un Oikos que los antecede, forman parte de
sus ecosistemas, de su biodiversidad, de sus territorialidades. Se encuentran
condicionados por esta ecología, forman parte de ella, deben adecuarse,
adaptarse y “evolucionar”; para tal efecto las formas de organización ayudan a
ello. La organización es adaptación y adecuación, también cohesión social y
participación en el ecosistema. La institución, en cuanto imaginaria, significa
el mundo, inviste a las propias instituciones de sentido, otorga identidad a
las comunidades y las incorpora al mito que narra su destino. Ambas instancias
entonces conforman la sociedad, las dinámicas moleculares y las instituciones.
Después
de estos apuntes y definiciones, haremos anotaciones respecto a los usos que efectuamos
de la terminología de Pierre Bourdieu para pensar las dinámicas sociales, moleculares y molares, sobre todo la
relativa a su teoría de los campos.
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:22 |
Anotaciones
sobre las teorías nómadas
Llamamos
teorías nómadas a las teorías críticas de la modernidad, que se configuran como
pensamiento pluralista; teorías que cuestionan el pensamiento universal;
teorías que se conciben como devenir. La expresión más patente de estas teorías
se encuentra en los trabajos críticos de Gilles Deleuze y Félix Guattari; sin
embargo, considero que la labor crítica de Michel Foucault también se encuentra
en este devenir crítico, en este desplazamiento de horizontes, aunque se
definan mejor las investigaciones y las interpretaciones de Foucault como
arqueología del saber, genealogía del poder y topología del pensamiento, tal
como las caracteriza Deleuze.
Las
teorías nómadas no son exactamente teorías de la diseminación, podrían ser,
incluso, al mismo tiempo, teorías de la creatividad, de las composiciones, algo
distinto a la diseminación. Se podría decir que las teorías nómadas son teorías
de los movimientos, de los flujos, de las dinámicas moleculares, en definitiva,
teorías de la potencia social. Las teorías nómadas son teorías
contra-sedentarias, contra-estatales y contra institucionales; son teorías de
contra-poder. Por esto mismo, son teorías de la constitución y des-constitución
de subjetividades.
Partimos
y retomamos las teorías nómadas pues nos ayudan a adentrarnos a la perspectiva
que queremos desplegar, la de las dinámicas moleculares. De alguna manera,
perspectiva, ya comprometida en la micro-sociología de Gabriel Tarde. Lo que
nos interesa, en este intento de profundizar y sacar consecuencias de mayor
alcance de la tesis de las dinámicas moleculares, es el supuesto creativo
contenido en las dinámicas mismas, su capacidad de múltiples composiciones, su
desborde de potencia. Pues en esta energía productiva radica la liberación de
la potencia misma, de la invención de mundos posibles, de la creatividad y de
la manifestación proliferante de esta creación productiva. Creemos que en las
dinámicas moleculares se encuentra el secreto, si podemos hablar así, para
liberar a las sociedades de los aparatos de captura, que la tienen sometida, y
que ella misma ha construido.
Como
se ha podido observar, esta perspectiva, la de las dinámicas moleculares,
privilegia lo micro-social; empero, desde un principio, hemos reconocido que,
además de las dinámicas moleculares, también hay, se dan, dinámicas molares,
aunque éstas sean construcciones y efectos de masa de las dinámicas
moleculares. En este sentido, hemos
querido contar con una conexión entre una micro-sociología y una
macro-sociología, entre las consecuencias teóricas de una micro-sociología y
las consecuencias teóricas de una macro-sociología. Para llegar a comprender
las dinámicas molares, a partir de las dinámicas moleculares, requerimos de una
descripción, de una clasificación, hasta
de una explicación de los mapas molares. Esta es la razón por la que recurrimos
a la sociología de Pierre Bourdieu, sobre todo a su teoría de los campos.
La
relación de las dinámicas sociales y los campos
Campos
social, económico, cultura, simbólico, escolar y burocrático, el Estado
La
teoría de los campos sociales ha sido desarrollada por el sociólogo Pierre
Bourdieu. Fueron las investigaciones empíricas, los resultados de estas
investigaciones, los problemas encontrados, las reflexiones, discusiones y
búsquedas de explicaciones integrales, la que lo llevaron a construir una
teoría de campos de distribución de fuerzas y posiciones; campos vinculados a
un concepto variado de capitales; capital social, capital económico, capital
político, capital simbólico; donde el capital es una valorización acumulativa
en distintos ordenes y códigos. El campo es una figura teórica que recoge la
idea de campo electromagnético como metáfora, también la idea de campo de
fuerzas como referente. El campo es un campo de distribución, pero también de
diferenciación y valoración. El campo se encuentra estructurado, se halla
conformado por estructuras y éstas son como producidas por estructuras estructurantes. Sin embargo, el campo no solamente es
gravitante en la distribución y diferenciación social, sino que es una
exterioridad dinámica que se internaliza en la interioridad subjetiva, en el
sujeto. El campo se internaliza como habitus
en el sujeto del campo. El sujeto es inducido a incorporar esquemas de
conductas, de comportamientos, valores y significados. Aunque puede desplegar
sus propias estrategias, en sentido práctico, responde a sus habitus, que en
sentido cultural, lo gobiernan.
Visto
desde una perspectiva dinámica, la teoría de los campos parece ser una teoría
estática y descriptiva de la diferenciación social, aunque también explicativa
de esta diferenciación. Parece que no se plantea la transformación de los
campos; empero esto no es tan cierto, pues cuando se entiende que el campo
social está compuesto por varios campos diferenciales, el campo económico, el
campo cultural, el campo simbólico, el
campo escolar, el campo político, el campo burocrático, vemos que la
reproducción del campo social pasa por la reproducción de los distintos campos,
prioritariamente por el campo escolar. En otras palabras, la reproducción de
los campos, nucleados en la reproducción dada en el campo escolar, ocasiona una
especie de transformación, en el sentido de reproducción, del campo social. La
transformación no está pensada como “producción”, como creación de lo nuevo,
sino como reproducción, aunque en los cursos del Colegio de Francia sobre el
Estado Bourdieu concibe la producción y reproducción del campo burocrático, del
Estado, a partir de la reproducción dada en el campo escolar y en el campo
social. El campo social se “transforma” a imagen y semejanza de los proyectos
escolares, así como derivadas de las estrategias y políticas públicas del campo
burocrático. El campo político también es descrito como el espacio de la
distribución de fuerzas políticas, de posiciones y posicionamientos, de
reproducción política a partir de los habitus
de los políticos y sus relaciones. La diferenciación política en el campo, la
distinción y colocación de la izquierda o las izquierdas, de un centro y de la
derecha o las derechas, permite diferenciar sus propuestas y sus relaciones con
las clases sociales, empero esta descripción de la diferenciación política,
incluso la explicación de la reproducción del campo político, no toca el
problema de la crisis política, de la crisis de legitimación, de la
movilización y de la rebelión social.
La
teoría de los campos es una teoría eficaz para describir la diferenciación
social y la distribución espacial de esta diferenciación, para explicar la
reproducción, empero no puede arrojarnos luces sobre la transformación social
en el sentido de cambio, “producción” de lo nuevo, creación. ¿Quiénes podrían
ocasionar estas transformaciones? Son los sujetos atrapados en sus propios habitus. Los sujetos de cada campo,
fundamentalmente los sujetos del campo social. ¿Cómo explicar las transformaciones
cuando ocurren crisis, cuando se producen movilizaciones, rebeliones, hasta
revoluciones? Primero, hay que salir de los límites del habitus, los sujetos no están del todo atrapados en los habitus; hay un más allá del habitus, que tiene que ver con el
imaginario social y la imaginación
radical, con la potencia social, con la capacidad de desplazarse y de
crear. Segundo, los mismos habitus
cambian, se transforman, con lo que se comprende la transformación de los
mismos campos y de los sujetos. Aunque esto tiene el inconveniente de darse
lugar en largos plazos. Por eso, lo importante es visualizar esos otras
dimensiones del sujeto y la subjetividad que no están vinculados al habitus, sino a los desplazamientos, a
las improvisaciones, a los deslices, a los movimientos de ruptura y creación.
Nosotros decimos que estas dimensiones se encuentran en la imaginación radical, en el imaginario social radical, en las
dinámicas sociales moleculares, en las resistencias, en las subjetividades
contestatarias y rebeldes.
Como
hemos podido ver nos encontramos ante la ambivalencia de las dinámicas
sociales. Hay dinámicas transgresoras del orden social, pero también hay
dinámicas reproductoras del orden social. Hay como un magma fluyente de dinámicas moleculares que abren campos
de posibilidades; pero, también hay captura de flujos de estas dinámicas moleculares, de tal forma que
las dinámicas moleculares capturadas
terminan sosteniendo a las propias instituciones, fijadas y solidificadas. Las dinámicas moleculares, las no
capturadas, las no codificadas, las desbordantes, en formas de movimientos
singulares locales, componen movilizaciones multitudinarias, rebeliones
masivas, “revoluciones” sociales y políticas, que pueden trastrocar el campo
social y los campos componentes. Pueden producir la sociedad alternativa, si es
que no caen, nuevamente, en la reproducción de los campos.
Una
de las zonas de conflictividad se da en los ámbitos de relaciones entre las
dinámicas sociales y campo burocrático, entre sujetos sociales y el campo
burocrático. Desde pequeños conflictos esparcidos, hasta grandes conflictos,
que son los síntomas de la crisis y desenlaces de la crisis, pasando por
conflictos específicos, dependiendo las demandas, conflictos locales,
conflictos regionales y conflictos nacionales. Todos estos conflictos alumbran
sobre la difícil relación entre el campo social y el campo burocrático, entre
sociedad y Estado.
Empero,
el campo es una hipótesis espacial, un espacio de distribución más o menos
homogéneo. Los distintos campos repiten esta circunstancia de una manera más
rígida, pues tienden a ser más homogéneos que el campo social, que es la matriz
de los campos. Esto ocurre con el campo económico, con el campo cultural, con
el campo simbólico, con el campo escolar; mucho más con el campo político y el
campo burocrático. Esta tesis de los campos parece repetir el imaginario
capitalista de los espacios autonomizados, de las economías políticas
generalizadas y autonomizadas. ¿Efectivamente funciona así la sociedad, por
diferenciación de campos, que parecen
cobran también, cada uno de ellos autonomía? ¿No es esta una construcción
intelectual, que responde al imaginario institucional, empero no termina de
resolver el problema de la inteligibilidad de las dinámicas sociales, de la
comprensión de la sociedad a partir de su propia complejidad? ¿Por qué no
pensar más bien que el “sujeto” se mueve en distintos campos, alternativamente
y simultáneamente? Esto nos lleva a pensar también que los llamados “campos” se
encuentran entrelazados, no separados. Son las instituciones las que crean los
ambientes separados, la distancia requerida, instituyendo la autonomización de
sus organizaciones, estructura y gestiones especializadas. Empero, estas
instituciones no se encuentran en distintos “campos”, aunque diferencien sus
funciones y gestiones; se encuentran en una misma geografía social compartida.
Son las relaciones que establecen estas instituciones las que conforman
recorridos y circuitos que conforman planos aparentes, normados y regulados.
Las instituciones se mueven de acuerdo a estas normas y reglas, la
administración de estas normas y reglas. La sociedad no se mueve de acuerdo a
estas normas, reglas, administración de normas y reglas, sino que las utiliza,
dependiendo de qué institución se trate. La sociedad se “traslada”, por así
decirlo, de un ámbito institucional a otro, utiliza alternativamente y
simultáneamente a todos estos ámbitos institucionales, juega con sus distintas
normas y reglas, aprovechando su condición de continente social, pues contiene
a todas las instituciones. No es que hay un solo campo, el social, y distintos
campos diferenciados, sino nos encontramos ante una ecología social.
La ecología, el estudio
del Oikos, del hogar primordial, la
tierra, se caracteriza por configurar los ecosistemas en su complejidad y la
complejidad de los ecosistemas, comprendidos como procesos y ciclos de vida
diferenciados; pero, integrados e interrelacionados, complementarios y en perpetua auto-organización, desplazando
sus dinámicas recurrentes en esa composición convulsiva entre azar y necesidad.
De la misma manera, podemos pensar una ecología social que conciba ecosistemas
sociales en su complejidad, en su pluralidad y multiplicidad, como
acontecimientos de múltiples singularidades, donde se desprenden dinámicas y
procesos sociales integrados e interrelacionados, complementarios y
auto-organizativos. Entonces, desde esta perspectiva ecológica, no es posible
sostener campos separados y autonomizados, sino múltiples juegos de estrategias
y proyectos sociales, juegos que pugnan, juegos combinados que cambian la
composición de la sociedad, dependiendo de la articulación de los ámbitos no
sólo institucionales, sino sobre todo de lo que ocurre en los ámbitos
no-institucionales, en las dinámicas sociales moleculares, en las propuestas
alterativas, en las movilizaciones de las multitudes, en la capacidad de los
tejidos sociales alternativos.
Considerando
este uso crítico de la teoría de los campos, pasaremos a considerar el concepto
de ecología social, apropiado y adecuado a los fines perseguidos en este ensayo;
el de avanzar hacia una teoría dinámica de las sociedades alterativas.
Anotaciones
sobre la teoría de los campos
Los
campos son espacios ordenados, espacios de clasificación; por lo tanto, de
separación. También son espacios de distribución. Esta manera de hacer mapas
forma parte de un racionalismo taxonómico, que, si bien tiene la ventaja, de
ordenar, clasificar, separar y distribuir, conlleva la desventaja de presentar
las cosas como si estuviesen realmente ordenadas y distribuidas en el espacio
de esa manera. Cuando no ocurre esto. En realidad, lo que ocurre es una mezcla,
entrelazamiento, yuxtaposición, intersecciones y proliferación abigarrada.
Efectivamente no hay campos, salvo en los mapas que se forma el sociólogo,
imaginariamente. Lo que hay es algo parecido a los nichos ecológicos;
diversidad mezclada y complementaria. La teoría de los campos y la figura misma
de los campos, los mapas imaginarios, pueden ayudarnos a identificar,
distinguir, incluso comprender el desplazamiento de su distribución; empero,
puede, a su vez, darnos una idea inapropiada, por demasiado abstracta y pura,
alejándonos de la complejidad.
Por
eso, es indispensable recurrir a la corrección de estos mapas imaginarios,
ordenados, homogéneos, puros, retrotraerlos a la complejidad de la realidad;
colocarlos en su dinámica molar abigarrada, mezclada, diversa. Mostrando sus
espesores y nichos, donde los campos se rompen en mil pedazos, funcionando, mas
bien, como fragmentos dinámicos, múltiples, entremezclándose. En esta perspectiva,
retomamos de las teorías de la complejidad, las figuras complejas compuestas
por la ecología, configuradas como espesores y nichos.
Ecología
social
Es
importante ponernos de acuerdo en lo que comprendemos por ecología social, no
tanto por lo de ecología, término que se ha generalizado y se lo usa no sólo
para definir su matriz inicial, la doble textura de la conjunción del biotopo, el medio físico, y de la biocenosis, conjunto de interacciones
entre los seres vivos que pueblan el biotopo,
sino también su uso metafórico en la diferenciación de distintas ecologías;
biológica, social y psíquica,
así como su uso al concebir una ecología de saberes.
Entonces no tanto por el concepto de ecología, incluyendo sus distintos usos,
sino por el término y el concepto social. Se podría decir que desde Leibniz se
encuentra problematizado y ampliado este concepto de lo social; después las
filosofía pragmática de William James
y Alfred North Whitehead,
así como la micro-sociología de Gabriel Tarde, conciben lo social, por lo
tanto, la sociedad como un atributo inherente a las mónadas, las singularidades, los átomos, las individualidades, que
no se circunscriben al perfil del individuo humano. Gilles Deleuze y Félix
Guattari retoman estos desplazamientos epistemológicos y configuran dinámicas
rizomáticas, nómadas, de múltiples singularidades, que componen los
acontecimientos.
Este es el devenir de un pensamiento crítico, basado en el acontecimiento
cósmico, adverso al pensamiento antropomórfico, sustentado en la totalidad, en
el todo, en la idea del uno. Pensamiento este último esencialista y
sustancialista.
Desde
la perspectiva de la epistemología pluralista, la sociedad, la asociación, la
cooperación, son atributos de todas las formas singulares, de todas las formas
individualizadas, de las mónadas, de
los átomos, de las células; no son atributos solamente de los humanos y de las
sociedades humanas. Con lo que, cuando hablamos de ecología social, lo social
puede adquirir esta connotación y alcance pluralista, volviendo, de alguna
manera, a la connotación y sentido iniciales del término ecología. Sin embargo,
hay desplazamientos nuevos con los aportes de Wiliam James, Alfred North Whitehead, Gabriel Tarde, Gilles Deleuze y
Félix Guattari, así como con las propuestas de trabajar lo indeterminado de la
sociedad de Boaventura de Sousa Santos, a partir de una sociología de las
ausencias, una sociología de las emergencias y una ecología de los saberes.
Particularmente Gabriel Tarde elabora una psicología generalizada; la psiquis
también sería un atributo de las mónadas,
los átomos, las singularidades, las células. A partir de de esta psicología
generalizada al cosmos o a la caosmosis,
tendríamos como dos dimensiones complementarias e integradas; la que
corresponde a la virtualidad y la que corresponde a la efectuación material.
Asistiríamos a una constelación de compulsas, capturas de unas mónadas respecto de otras,
coordinaciones y cooperaciones, asociaciones y sociedades, en distintos planos
y niveles, desde las conformaciones macros hasta las conformaciones micros,
comprendiendo lo infinitesimal. Las unidades se forman, no desde un todo dado,
ni desde esencias y sustancias dadas, sino por el juego múltiple de estas
singularidades, como por agregación. Esta perspectiva distributiva de las
singularidades plantea una mirada relacional, concibe a las relaciones entre
singularidades múltiples como principio explicativo de las dinámicas de las mónadas y moleculares.
No son las esencias y las sustancias las que explican las dinámicas moleculares, sino las relaciones, las relaciones
diferenciales, los ámbitos relacionales distintos. Tampoco es la totalidad
estructurada la que explica estas dinámicas por deducción, sino el
acontecimiento, los acontecimientos como devenires plurales y multiplicidad de
singularidades relacionadas.
Tendríamos
entonces como dos campos teóricos de lo social; uno, en sentido restringido,
abordado por las distintas corrientes sociológicas; otro, en sentido ampliado,
desplegada por las teorías pluralistas y la micro-sociología de Tarde. Nosotros
vamos a usar los dos alcances epistemológicos de lo social, en sentido
restringido y en sentido ampliado. Cuando hablamos de ecología social lo
hicimos, en principio, en sentido restringido, refiriéndonos a las sociedades
humanas; sin embargo, también estamos abiertos a movernos en el sentido
ampliado, comprendiendo que las sociedades humanas forman parte de la
multiplicidad de sociedades singulares del cosmos o la caosmosis, comprendiendo que las sociedades humanas se encuentran
atravesadas por multiplicidad de asociaciones singulares, infinitesimales y
macros.
En sentido restringido la
ecología social concibe a las sociedades humanas como ecosistemas sociales,
complejos y dinámicos. Se trata de procesos complementarios e integrados, no de
estructuras e instituciones dadas, se trata de auto-organización múltiple y de
plurales formas organizativas. Tendríamos que hablar de un socio-topos, una matriz y un suelo social; además de una socio-cenosis, entendida como el
conjunto de interacciones de las individualizaciones que actúan en la socio-cenosis. Ahora bien, ¿qué sería
este socio-topos? Suelo de nichos
ecológicos sociales donde coexisten, conviven y cohabitan distintos grupos e
individualizaciones singulares, donde se interrelacionan, se hacen
interdependientes, se complementan, aunque también se capturan y liberan,
produciendo y reproduciendo ciclos sociales, que no dejan de desplazarse,
cambiar y transformar sus ecosistemas sociales, aunque sea de una manera
imperceptible.
La
ecología social no puede recurrir a las metáforas de la geometría de los
planos, espacios y campos, debido a sus características voluminosas; requiere
de referentes densos y voluminosos para poder pensar sus propios espesores. Como
dijimos, la ecología social no puede recurrir a la idea de estructuras y a las
figuras de instituciones para explicar sus dinámicas, sino, al contrario,
explica estas estructuras e instituciones por agregación de singularidades,
cooperación y coordinación de singularidades; agregaciones, cooperaciones y
coordinaciones que producen y reproducen estas estructuras e instituciones,
incluso las modifican, aunque sea de una manera imperceptible. Cambia sus
contextos, cambia sus coyunturas, les plantea distintos problemas; las
instituciones tienen que responder a distintos asuntos, que aunque sean
tratados con los mismos procedimientos administrativos, el hecho de que sean
distintos asuntos, en diferentes contextos y coyunturas, hace que la
institución como ámbito de relaciones no sea la misma. La ecología social no
puede recurrir a la idea de totalidad, idea abstracta y de unicidad general,
sino más bien necesita pensar los acontecimientos que la componen. La ecología
social como flujos, ciclos, procesos, configura los paisajes de estas
dinámicas, que suponen asociaciones singulares, como acontecimientos, que son
como devenires múltiples que se abren a posibilidades y efectuaciones que
contienen. La ecología social no puede recurrir a la idea de sujeto, que es un perfil de la
subjetividad dominada y unificada por la consciencia, sujeto presentado como individuo, sino que requiere pensar una
distribución de subjetividades múltiples, que conforman a las individualidades
sociales, subjetividades que se asocian, coordinan, cooperan, se desplazan como
flujos, y componen la plural y compleja experiencia afectiva. El cuerpo humano
es un espesor concreto de flujos y afectos, de sensaciones e imaginarios, de
vivencias y pensamientos; también es un nicho ecológico específico, así como
singularidad que se asocia a otras singularidades. La experiencia corporal humana está habitada
por virtualidades y efectuaciones. Es una máquina creadora, no productora ni
reproductora, sino una máquina inventiva, aunque también imitativa. El ser
humano es un transgresor.
Edgar
Morin concibe la ecología social como parte de la ecología generalizada, el
problema es que en toda la teoría e interpretación expuesta por Morin no se
sale del espacio plano cartesiano, de dos dimensiones, no se sale de las
representaciones diseñadas por la geometría analítica de dos dimensiones. No es
que no se comprenda que se trata de complejidades y procesos que se dan en un
universo voluminoso, sino que el modo de interpretar estas complejidades y
procesos, la manera de representarlas, la forma de construir la teoría, sigue
siendo plana, bidimensional, recurrente de diferenciaciones binarias. Cuando se
escribe sobre ecología social se dice que sus características son cuasi
eco-organizacionales, que comportan fenómenos de complementariedades/concurrencias/antagonismos,
de a-centrismos/poli-centrismos de tipo eco-organizador. Si bien estos
fenómenos suceden en el espacio voluminoso de los ecosistemas, se representan
como si sucediesen en el espacio plano o, si se quiere curvo, empero de dos
dimensiones. En las representaciones teóricas, por más complejas que sean, por
más críticas que sean, no se ha salido de la condición de posibilidad espacial
bidimensional. Incluso cuando se expresa la pluralidad, ésta aparece como
dispersión en el plano. Hace falta pensar estos fenómenos en el espacio
voluminoso de por lo menos tres dimensiones. ¿Qué quiere decir esto?
Comprendiendo el desafío para las representaciones de la condicionante espacial
voluminosa, recurriremos a la geometría analítica del volumen, geometría de
tres dimensiones. Cuando intervienen tres variables en la identificación del
punto, cuando se trata de tres ejes de referencia espacial, nos encontramos
ante la construcción y el análisis de volúmenes, de la dinámica y generación de
volúmenes. Cuando se trata de tres dimensiones ya no se puede hablar de
diferencia, por lo menos en sentido binario; no se trata de la diferencia dual,
de los componentes binarios del pensamiento dualista. Tampoco de contradicción
en el sentido dualista. Estamos definitivamente en un universo representativo
distinto, un universo que tiene que ser pensado en tres dimensiones, que tiene
que pensar el acontecimiento de los volúmenes. La matemática lo ha hecho,
empero toda la tradición filosófica, la tradición de las ciencias sociales y
humanas, incluyendo las teorías de la complejidad, no lo han hecho. Se quedaron
en el universo representativo plano, incluso cuando piensan la pluralidad, que
no termina siendo más que una distribución y dispersión en el plano. Entonces
si no se trata de diferencia, ¿qué es lo que permite el análisis en un universo
de tres dimensiones, cuando interviene la profundidad, la perspectiva, el
espesor, la densidad?
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:23 |
En
primer lugar, lo que hay que anotar es que, si cuando nos encontramos en un
universo de dos dimensiones se establecen relaciones entre puntos que contienen
dos dimensiones, dos variables referenciales, lo que hace que, en un hipotético
universo de una sola dimensión, tampoco haya relación, sino sucesión infinita.
Las relaciones se dan en el plano. Cuando nos encontramos en un universo de
tres dimensiones, tampoco hay relación, lo que se da es una composición del
volumen, de la densidad, del espesor; los puntos, que contienen tres
dimensiones, se ubican respecto a tres variables referenciales, establecen
composiciones tridimensionales. Se puede asumir estas composiciones como
“relaciones”, empero no se trata de las mismas relaciones binarias, dadas en el
plano, sino de “relaciones” en tres dimensiones, que no es lo mismo que
representar las relaciones de tres puntos en un mismo plano. Incluso, en este
caso, al pensamiento binario le resulta difícil pensar la relación entre tres
puntos a la vez y simultáneamente; siempre lo hace pensando la relación de tres
a partir de las relaciones de a dos; primero A con B, después B con C, para
derivar en la relación A con C, o todas las combinaciones posibles entre tres
variables, empero siempre de a dos. Empero, nuestro problema no es éste, sino
que cuando se trata de puntos de tres dimensiones su vínculo no es relacional
sino de composición voluminosa. Incluso cuando se da el vínculo de dos puntos
en el espacio voluminoso, su vínculo no es binario, pues supone un tercer
componente, la tercera dimensión.
Alguien
puede decir que la relación entre dos puntos o variables ya es una composición;
si, pero se trata de una composición relacional binaria; no se da una
composición de cuerpos, de volúmenes, de espesores, de densidades. En todo
caso, cuando comprendemos espesores, se puede decir que hablamos de una “relación”
entre cuerpos; empero, esta no es una relación binaria, sino una “relación”
afectiva, sensual, erótica, violenta; una “relación” táctil, perceptual,
cognitiva, amorosa; se trata de entrega, de posesión, de captura, de armonía. Cuando
los cuerpos se tocan, aunque sea a distancia, no se da una relación, sino una
composición voluminosa, densa, espesa; se da lugar a la experiencia vital que conmueve
a la composición de los propios cuerpos. Los cuerpos no solamente son
volúmenes, son composiciones dinámicas y en actividad, no son sólo materia, en
el sentido vulgar del término, son energía en movimiento y en composición; por
lo tanto, podemos decir que hay “vida” en la materia. O, si se quiere, la
materia es materia porque es composición infinitesimal de partículas, átomos y
moléculas, partículas, moléculas y átomos que son energía en distintas formas
de composición. Por eso, se comprende que cuando los cuerpos componen, lo hacen
componiendo formas de energía, formas de circulación de la energía, de conservación
y transformación de la energía. La energía es “vida”, en el sentido amplio de
la palabra.
Habría
que volver a la psicología generalizada de Gabriel Tarde, retomar su
interpretación monadológica, concebir que las mónadas, las partículas, los átomos, las moléculas, los distintos
cuerpos, las distintas composiciones de los cuerpos, tienen psiquis. Ocurre como si la materia deba
ser pensada tanto como virtualidad, así como efectuación, a la vez,
simultáneamente, como onda y corpúsculo. También podríamos decir que la materia
debe ser pensada simultáneamente como energía y captura de energía,
administración, circulación, conservación y transformación de la energía. Ahora
bien, qué es lo que captura la energía; la energía misma; empero, son formas ya
compuestas de la energía; pero son formas de energía compuesta, que ya pasaron
por sus turbulencias, sus bucles, su transformación y composición. ¿Hay un
punto inicial? La pregunta no puede ser entendida como si hubo una composición
inicial o hubo una energía libre, pura, inicial. Esta forma de preguntar es
insostenible. Una de las teorías físicas, quizás la más plausible hasta ahora,
es la de una hipotética explosión inicial (big
bang). Esta explosión libera una inmensa, inimaginable, inconmensurable,
energía. ¿Cómo entender esta energía? ¿Pura? ¿Cuál sería el estado de la
energía pura? ¿Ya hay composiciones iniciales? Estas preguntas se suman a
otras: ¿Es posible sostener la hipótesis de un punto de inmensa concentración
de energía antes de la explosión inicial? ¿Cuándo explosiona el punto, cómo es
que se expande, si no se supone al mismo tiempo la existencia de un espacio? ¿O
es qué el espacio se crea con la expansión misma de la explosión? Todas estas
preguntas, las dejaremos para los físicos; lo que nos interesa es interpretar
lo que llamamos ecología social a partir de la epistemología pluralista, las
teorías de la complejidad y de un imaginario que conciba los volúmenes, las
densidades, los espesores, los desenvolvimientos de las composiciones
corporales.
Si
nuestra perspectiva es pluralista, el enfoque de la complejidad, el universo representativo es de más de dos
dimensiones, por lo menos tres, entonces no podríamos sostener que las
sociedades humanas se caracterizan por que son regidas por un aparato central, el Estado, que ramifica
por todo el cuerpo social su orden organizador, en forma de prohibiciones,
mandatos, reglamentos; aunque comportan asociaciones de todo tipo, las concurrencias,
rivalidades, antagonismos, se desencadenan en ellas, y no sólo entre
individuos, sino también entre castas, clanes, clases, empresas que provocan
dominaciones/sumisiones y sojuzgamientos/explotaciones.
Pues el Estado es una representación macro, molar, del todo estructurado, del
que se parte para explicar por deducción, cuando lo que se trata es de explicar,
más bien, esta supuesta existencia estructurada y centralizada. El Estado no
puede explicarse ni explicar nada sino es a partir de las dinámicas moleculares, de los flujos, de las composiciones
múltiples de las individualizaciones. Aunque se diga, después, que se constituye una dialógica antroposocial
entre un Orden programador que emana desde lo alto y desde el centro por una
parte, y una cuasi eco-organización espontánea, de carácter
acéntrico/policéntrico, que asciende desde abajo y de todas partes, por la otra.
Pues no se trata de dualismos, Estado/sociedad, centrismo/policentrismo,
alto/bajo, sino de composiciones múltiples y en distintas escalas de las
diferentes singularidades. Entre estas composiciones sociales se encuentra el
“campo” burocrático, que llamamos Estado. Por otra parte, hablar de clases,
castas, clanes, empresas, es hablar de representaciones de estructuras dadas,
cuando de lo que se trata también es de explicar cómo se dan estas estructuras
e instituciones. Volvemos a las dinámicas
moleculares que las producen y las reproducen. Ninguna de estas estructuras
puede existir por sí misma sino por las dinámicas
moleculares capturadas, en pugna con las dinámicas moleculares no capturadas.
Así
mismo, no es sostenible, desde la perspectiva pluralista, que todas las inter-retroacciones egoístas y
miopes, concurrenciales y antagonistas, se engranan en bucles no “tróficos”,
como en los ecosistemas, sino económicos,
produciendo organización social.
Pues la economía es la representación de la autonomización abstracta del
“campo” económico, sostenida institucionalmente, dada en la sociedad
capitalista. La crítica de la economía política ya ha develado que esta
autonomización abstracta no es otra cosa que “ideología”. Estas formas, estos
“campos”, separados institucionalmente, no se explican por sí mismos sino a
partir de las dinámicas moleculares
que captura, retienen y explotan. El enfoque pluralista no niega estas
unidades, estas formaciones, estos “campos”, sino que comprende que los mismos
se forman, se constituyen, se instituyen, a partir de las composiciones de las dinámicas moleculares, composiciones que
capturan las dinámicas moleculares y
los flujos.
Otra
característica de la ecología social, según Morin, es la ecología urbana, es
decir la conformación de ciudades, redes urbanas, nichos, por así decirlo,
artificiales, de cemento; por lo tanto “medios” urbanos diferenciados de los
“medios” rurales. Una tercera característica es la tecnosfera, es decir, la
conformación de un “medio” técnico. Dice que las megápolis modernas constituyen
un antropo-topos artificial/técnico,
donde las miríadas de inter-retro-acciones entre individuos y grupos
constituyen una antropo-cenosis
urbana. La unión de este antropo-topo
y de esta antropo-cenosis constituye
un ecosistema propiamente social: el ecosistema urbano.
Esta interpretación de Morin es indudablemente importante, la ecología urbana y
la tecnosfera, el Oikos físico , hecho de piedras, ladrillos, metal, cemento,
alquitrán, energía eléctrica, otras formas de energía, capturadas,
administradas, en circulación, alimentando el consumo, redes de comunicación,
redes cibernéticas, mercados que capturan alimentos, toda clase de mercados
para el consumo; en fin, todo un bullente ecosistema urbano, que ha creado toda
una tecnosfera, como parte fundamental del ecosistema humano. Ahora bien, esta
ecología urbana, así como toda ecología, no es representable por relaciones
binarias, no es sólo una distribución plural de procesos, no se hace
inteligible en el plano de las representaciones binarias. Se trata de toda
clase de composiciones corporales, de formas voluminosas, de densidades y de
espesores urbanos. Empero no hay que confundir las estructuras sólidas urbanas
con la ecología urbana; el paisaje urbano no es la ecología urbana, el paisaje
urbano no es más que una fotografía si es que no se avizora la multiplicidad de
dinámicas moleculares urbanas,
dinámicas altamente concentradas en el espacio voluminoso urbano; dinámicas de construcción,
dinámicas de producción, circulación y consumo, dinámicas burocráticas,
dinámicas de formación, dinámicas de transporte y de movilidad, dinámicas
culturales, dinámicas estéticas, dinámicas de comunicación, dinámicas
políticas, dinámicas familiares, individuales, de grupos, de multitudes; en
fin, dinámicas y flujos de mónadas
urbanas en permanente composición. La ecología urbana resulta de la composición
de todos estos acontecimientos.
Ahora
pasaremos a proponer un desplazamiento desde las teorías relacionales a las
teorías de los agenciamientos.
Anotaciones
sobre la teoría de la complejidad
La
teoría de la complejidad o, si se quiere hablar en plural, las teorías de la
complejidad, forman parte de la episteme
contemporánea o, si se quiere también, episteme(s) contemporáneas. Cuando
hablamos de contemporaneidad comprendemos lo que sucede después de un momento
en el lapso posterior a la experiencia de la segunda guerra mundial. ¿1968 marca el punto de bifurcación, mejor
dicho de ruptura, de separación, con la modernidad clásica? Así lo cree
Emmanuel Wallerstein, que considera que en 1968 se da una revolución mundial,
aunque sea con más características de revolución cultural que de revolución
política y revolución social. No retomamos la tesis de François Lyotard,
revisada, por cierto, por el autor, de postmodernidad, figuración conceptual
discutible, aunque tomada en serio por los detractores. Quizás no sea apropiado
discutir si esta modernidad evanescente, heteróclita, heterogénea y
crepuscular, sea pos-modernidad, sobre-modernidad o trans-modernidad, como
proponen distintos autores; en principio, el mismo Lyotard, que revisa su
posición, Alain Turaine, Antonio Negri y Michael Hardt. Sabemos que el concepto
de modernidad es, mas bien, estético; fue propuesto por los llamados poetas
malditos, para expresar y configurar la experiencia vertiginosa de las
metrópolis industriales, abarrotadas de población, particularmente migrante;
metrópolis diversas y congestionadas, viviendo ritmos veloces de diseminación.
Se calificó después con este término al lapso largo de hegemonía, irradiación,
expansión y globalización de la sociedad capitalista. Qué esta sociedad haya
adquirido tal ritmo de vertiginosidad, de transmutaciones, de diseminaciones,
de transvaloraciones, llevó a algunos teóricos a hablar de una pos-modernidad.
Empero, no radica aquí la discusión o la discusión de nuestro interés no se
hace clara. Lo sugerente es la experiencia novedosa de la emergencia de nuevos
paradigmas científicos y teóricos, que llamaremos con distintos nombres; el
sisma de la física cuántica, usando el calificativo de Karl Popper, acompañada
por el sisma de la física relativista; teorías de la complejidad, teorías
nómadas, acompañadas por la emergencia de los saberes ancestrales, locales,
colectivos. Estas perspectivas teóricas cuestionan la pretensión de verdad y la
pretensión universal de la episteme
moderna en su conjunto. Se basan en la dislocación del único referente
absoluto, la “realidad” como dada. La “realidad” no solo aparece como producida, sino que aparece en su
heterogeneidad diversa, en sus distintas intensidades, adquiriendo formas
porosas y dúctiles. Las experiencias de “realidad”, aunque no se podría hablar
de experiencia sin dejar de atribuir la memoria sensible a una “materialidad”
cambiante, se multiplica, adquiere las formas del devenir. La simultaneidad, el
entrelazamiento, si se quiere, el abigarramiento, la complementariedad, se
convierten en condiciones de posibilidad del conocimiento. Las teorías de la
complejidad parten de esta constatación.
Una de las teorías de
la complejidad más e-bullente es la ecología. La ecología es la ciencia que estudia a los seres vivos, su
ambiente, la distribución, abundancia y cómo estas propiedades son afectadas
por la interacción entre los organismos y su ambiente. En otras palabras, la biología de los ecosistemas, según Ramón Margalef López. En el ambiente se incluyen las propiedades
físicas que pueden ser descritas como la suma de factores abióticos locales,
como el clima y la geología, y los demás organismos que comparten ese hábitat,
que corresponden a factores bióticos. La visión integradora de la ecología
plantea que es el estudio científico de los procesos que influyen la
distribución y abundancia de los organismos, así como las interacciones entre
los organismos y la transformación de los flujos de energía.
La ecología es la disciplina
de la biología que estudia las interacciones de los seres
vivos con su hábitat. Es decir, estudia la acción de los factores abióticos, las
condiciones ambientales, como climatológicas, edáficas y otras.
Así como incorpora factores bióticos, condiciones derivadas de las relaciones
que se establecen con otros seres vivos. Otras disciplinas de la biología se
ocupan de niveles de organización moleculares, comprendiendo a la bioquímica y
a la biología molecular pasando por la biología celular,
la histología
y fisiología, desde una perspectiva sistémica.
Se puede decir que, la ecología estudia, desde un enfoque integral, las
consecuencias masivas de estos fenómenos, ocupándose de las poblaciones, las comunidades,
los ecosistemas
y la biosfera. En esta configuración, al ocuparse de las
interacciones entre los individuos y su ambiente, la ecología es una ciencia
multidisciplinaria. Recurre a herramientas de otras ciencias, especialmente la geología,
la meteorología, la geografía, la sociología, la física, la química y
matemática. Por otra parte, la comprensión de los
procesos ecológicos supone postulados evolutivos, propuestos, en parte, por Theodosius Dobzhansky.
En los ciclos de la
vida, que comprenden sucesiones de etapas, donde un organismo se alimenta o es
devorado, la energía fluye desde un nivel
trófico a otro. Las plantas verdes u otros organismos, que realizan
la fotosíntesis, utilizan la energía solar para elaborar hidratos de carbono
para sus propias necesidades. La mayor parte de esta energía química se procesa
en el metabolismo y se pierde en forma de calor en la respiración. Las plantas
convierten la energía restante en biomasa sobre el suelo como tejido leñoso y
herbáceo y, bajo éste, como raíces. Por último, este material, que es energía
almacenada, se transfiere al segundo nivel trófico que comprende los herbívoros
que pastan, los descomponedores y los que se alimentan de detritos. Si bien, la
mayor parte de la energía asimilada en el segundo nivel trófico se pierde de
nuevo en forma de calor en la respiración, una porción se convierte en biomasa.
En cada nivel trófico los organismos convierten en biomasa menos energía de la
que reciben. Por lo tanto, cuantos más pasos se produzcan entre el productor y
el consumidor final queda menos energía disponible. Rara vez existen más de
cuatro o cinco niveles en una cadena trófica. Con el tiempo, toda la energía
que fluye a través de los niveles tróficos se pierde en forma de calor. El
proceso por medio del cual la energía pierde su capacidad de generar trabajo
útil se denomina entropía.
Para los ecólogos modernos, como Begon,
Harper y Towswnd y Molles, la ecología puede ser estudiada a varios niveles o
escalas: Organismo, que comprende las
interacciones de un ser vivo dado con las condiciones abióticas directas que lo
rodean; Población, que comprende las
interacciones de un ser vivo dado con los seres de su misma especie; Comunidad, las interacciones de una
población dada con las poblaciones de especies que la rodean; Ecosistema, que comprende las
interacciones propias de la biocenosis sumadas a todos los flujos de materia y
energía que tienen lugar en ella; y Biosfera, que
comprende el conjunto de todos los seres vivos conocidos.
Como se puede
ver la ecología es una de las ciencias de la complejidad, forma parte de las
teorías de la complejidad, que conforman, con otras ciencias y teorías
contemporáneas, la episteme de la
complejidad. Lo que nos interesa es situar en esta episteme los desplazamientos contemporáneos de la teoría que
asumimos, teoría de las dinámicas moleculares y de las dinámicas molares,
situadas en los ámbitos de las asociaciones, sociedades, comunidades y grupos.
Retomamos las “ideas” de simultaneidad, entrelazamiento, mezcla,
complementariedad, articulación integradora; estas “ideas” aparecen en todo su
espesor en la figura de nicho ecológico. Anteriormente dijimos que, sin
embargo, en la formación enunciativa se mantienen términos discutibles como
relación, además de no asumir las consecuencias de pensar los espesores; es
decir, de no lograr concebir las consecuencias espacio-temporales de la
condición voluminosa. En este sentido, proponemos la concepción de
agenciamientos, si bien sin sustituir el concepto de relación, más bien,
haciendo hincapié en la dinámica de los agenciamientos.
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:24 |
De
relaciones a agenciamientos sociales
Cuando se habla de
relaciones, refiriéndonos a las relaciones sociales, de ninguna manera se puede
sostener, que estas relaciones son las mismas relaciones, todo el tiempo, además
pensadas como vínculos constantes, como si
fuesen hilos o cuerdas, invisibles que no cambian. Hablar de relaciones
sociales es hacerlo desde alguna teoría; pero, también expresa una
representación; representación de vínculos, de comunicaciones, de prácticas
entre sujetos sociales. Cuando se establecen relaciones se lo hace repitiendo
las relaciones siempre de distinta manera, si se quiere con desplazamientos
imperceptibles, que connotan desplazamientos espacio-temporales. Ya en la
repetición se encuentra la posibilidad de la alteridad de la misma relación;
nunca es la misma, salvo en la cabeza de los sociólogos y de los funcionarios.
La re-lación es posible cuando se
repita el lazo establecido, el
contacto, la vinculación, la comunicación. Precisamente en esta ligazón, en su
repetición, se da lugar tanto al fortalecimiento del lazo, así como a su propio desplazamiento, cambio, mutación, aunque
se de de manera imperceptible. En la repetición se encuentra la diferencia.
La
reproducción de las relaciones sociales produce su propia contingencia,
desplazamiento, mutación y transformaciones imperceptibles. En este sentido, no
hay sociedades estables, que reproduzcan lo mismo, todo el tiempo. Las “estructuras”
sociales pueden consolidarse, empero lo hacen sedimentando la propia historia
de las relaciones; esto quiere decir, acumulando desplazamientos
imperceptibles. Las propias “estructuras” lo son por repetición,
diferenciación, diferimiento. Hay que abandonar la figura arquitectónica de estructura que representa a las “estructuras”
sociales. Las “estructuras” sociales no son estructuras
parecidas, análogas, ni metafóricamente, a las estructuras de cemento y hierro, no son estructuras de hormigón armado. Son “estructuras” sociales; vale decir, “estructuras” de relaciones sociales, vale decir, distribuciones,
organizaciones, ordenaciones, disposiciones, conformadas por una composición de
vínculos múltiples, cuya complejidad inmediata abarca desde el contacto físico
hasta el compartir imaginario, pasando por todas las expresiones culturales,
simbólicas y lingüísticas. Esto implica, “estructuras” sometidas a su propia
mutación, incluso deterioro, imperceptible. Algo más próximo a la figuración de
las “estructuras” sociales sería mas bien orgánica, biológica, donde los
conceptos de adaptación, adecuación y “evolución” juegan un papel dinámico en
la composición. Sin embargo, tampoco es tan así, pues, si bien las “estructuras”
sociales tienen como substrato a las condiciones biológicas, por eso se puede
hablar de la composición compleja de lo biosocial,
lo social conforma una relación múltiple-dimensional. Se trata de una relación
que articula lo imaginario, lo simbólico, lo lingüístico, lo técnico, lo
afectivo. Se trata de relaciones tanto virtuales como materiales, se trata de
relaciones tanto imaginarias como efectivas, practicas, además de técnicas.
Estas relaciones, cuya composición conforma “estructuras”, adquieren estabilización o, mejor dicho,
equilibraciones, en las instituciones. Las instituciones no son solamente
organización y estructura, como plantea la antropología política; sea esta
organización social una jerarquía, un orden, una administración y distribución;
sea esta “estructura”, “estructura” de normas, de valores, de
reglas. Visto de otra forma, desde la crítica genealógica, tampoco la
institución se termina describiendo como agenciamiento concreto de poder, donde
se mezclan discursos y se reúnen fuerzas, como plantea Michel Foucault. Las
instituciones son como microclimas, micro-atmósferas, nichos en la ecología
social. Son como núcleos operadores en un mapa biosocial. Así como los nichos
ecológicos viven sus propias transformaciones imperceptibles y, en su caso,
también perceptibles, del mismo modo estos nichos de la ecología social
experimentan sus mutaciones imperceptibles, en lapsos de tiempo cortos,
acumulativas, en periodos mas o menos largos, perceptibles en coyunturas de
crisis.
Como
dijimos antes, la sociedad no solo comprende el mapa institucional, sino
también los espacios lisos, no estriados, de flujos no codificados, de
relaciones y prácticas no institucionalizadas. Se da entonces una especie de
pugna, de polemos, de lucha, entre el
espacio estriado, definido como dominio de las instituciones, y el espacio
liso, de deslizamiento de los flujos de las dinámicas moleculares sociales. Las
instituciones buscan capturar estos flujos de distintas maneras, de acuerdo a “estructuras”, normas y procedimientos;
las dinámicas moleculares buscan
escapar de estas capturas, inventando nuevos recorridos, ampliando los espacios
lisos, creando nuevas composiciones.
Entonces,
cuando hablamos de relaciones sociales, nos referimos mas bien a una variación
constante de singularidades, de micro-acontecimientos, por así decirlo.
Variación de singulares efectivas, así como también variación de singularidades
posibles; en todo caso, variaciones como desplazamientos imperceptibles,
proliferantes, mutantes. Bandas de ondas de relaciones singulares, que terminan
dando intensidad y ritmo al copioso fluir de los micro-acontecimientos
relacionales. En sentido estricto de la palabra, no podemos hablar de
relaciones como líneas estables; se trata de flujos permanentes, mas bien como
corrientes continuas, en la mayoría de los casos, corrientes discontinuas,
intermitentes y discretas, en una minoría de los casos, cuando se trata de
ciclos. Son estos movimientos relacionales, mas que líneas relacionales, las
que dan vida a las composiciones sociales.
Por
eso, podemos decir que, el problema es haber asumido las relaciones sociales
como líneas estables, como garantes del equilibrio mismo, lo que mas bien
aparece como una estática social. Empero, este es también el problema de las
representaciones, de las figuras y metáforas usadas en las representaciones,
cuando se habla de relaciones sociales. El secreto de las dinámicas sociales se
encuentra en estas bandas de ondas de flujos relacionales, en estos
micros-campos de variaciones, en estos micros-acontecimientos. El campo social
se encuentra en constante mutación, sometido a proliferantes juegos de
variaciones, a imperceptibles y abundantes alteraciones; a tal punto que no
podemos sostener que se trata del mismo campo, sino mas bien de la
diferenciación y diferimiento contante del campo. Estos ámbitos de variación
relacional plantean un desafío a la configuración de su representación; exigen
figuras que están más cerca de la ecología y mucho más alejadas de la
arquitectura. Por eso mismo habría que alejarse de la imagen de estructura para referirse a las
composiciones sociales. Se trata mas bien de mapas, cartografías, paisajes, en
su dimensión extensa; y de distribuciones, de disposiciones, de distinciones y
diferenciaciones cotidianas. En otras palabras, son acciones las que ocasionan
este fenómeno de lo social, fenómeno compuesto por multiplicidad de planos que
conforman una complejidad. Estamos más cerca de entender las relaciones como
prácticas.
¿Por
qué esta insistencia en las dinámicas, en los flujos, en las mutaciones y
variaciones; no así en estáticas, inmovilidades, fijezas y constancias? Pues
queremos comprender la alteridad inscrita en la misma reproducción social,
concebir la sociedad como alteridad, entender que la sociedad no puede ser otra
cosa que alterativa.
Esta
perspectiva alterativa de la sociedad nos conduce a la crítica de la
sociología, incluyendo a la llamada sociología marxista, pues ésta, a pesar de
suponer estar basada en la tesis de la lucha de clases, lee la sociedad a
partir de “estructuras” estables, arquitectónicas, que comprenden relaciones
fijas, como cordones invisibles de vínculos adormecidos, también reiterativos.
Esta sociología pertenece a la episteme de
las ciencias humanas, episteme que transcurre entre las ciencias generales del
orden y las ciencias atravesadas por la experiencia y el concepto del tiempo,
ciencias, en cierto sentido, historicistas, enhebradas por la “consciencia” del
tiempo. El concepto de estructura
pertenece tanto al orden como a la historia, la misma que diferencia “estructuras”
de larga duración. Concebir la estructura
es un modo de pensar; quizás la expresión más avanzada de esta manera de
pensar es el estructuralismo, no tanto el organicismo o, en su caso, el
constructivismo; pues el estructuralismo lleva al extremo la explicación y el
análisis a partir del núcleo estructural. El extremo está en la sustitución del
sujeto por la estructura. El sujeto fue el núcleo explicativo privilegiado por la
filosofía, en tanto la estructura es
el núcleo explicativo privilegiado por el estructuralismo, que no es
exactamente una nueva filosofía sino una manera de pensar; por lo tanto, más
que una filosofía, si atendemos a su influencia en las ciencias; es decir una episteme.
El
tema de discusión donde se han detenido tanto los defensores como los críticos
del estructuralismo es el de su declarado anti-humanismo. Sin embargo, esta no
es la característica más importante del estructuralismo, pues puede seguir
siendo humanista por otros medios, incluso anti-humanistas; por ejemplo su
obsesión por el estudio de los símbolos y de los signos, que son arquetipos
profundamente humanos. Tampoco su principal característica se encuentra en
haber borrado al sujeto y sustituido
por la estructura, ya que el sujeto puede ser comprendido como una estructura y la estructura ser el nuevo “sujeto”, sin llegar a ser este
“consciencia”. La principal característica del estructuralismo es haber hecho
desaparecer, por así decirlo, el movimiento, la dinámica, la mutación, la
variación y la contingencia. La irradiación del estructuralismo es una especie
de “retorno” a las ciencias del orden, hablando metafóricamente, pues no hay
tal retorno; el estructuralismo no concibe exactamente un orden, sino una
“estructura” combinatoria de relaciones binarias. No se puede decir que haya
hecho desaparecer la historia, pues, desde su perspectiva, la historia, sus
temporalidades, sus sucesiones y series, reproducen las estructuras
subyacentes. Ahora bien, en contraste, ¿nuestro punto de vista, el de la
alteridad, hace desaparecer las estructuras;
es decir, composiciones más o menos estables? No; lo que pasa es que estas
composiciones no son el núcleo explicativo; son mas bien lo que hay que
explicar desde el flujo de las dinámicas
moleculares. Por otra parte, estas composiciones no son exactamente estructuras, arquitecturas estables,
sino que se parecen más a nichos ecológicos, tanto virtuales como materiales.
Se
trata de composiciones de singularidades, de dinámicas singulares,
composiciones que son también singulares, a pesar de su pretensión de
generalización. Estas composiciones producen un fenómeno de irradiación e
imitación por analogías, también ocasionan una suerte de “consciencia” de
igualdad y equivalencia; se conciben a sí mismas como instituciones modernas.
El problema de estas instituciones es que priorizan el procedimiento de captura
de singularidades, de dinámicas singulares, por sobre la espontaneidad, la
invención, la creación, la innovación, tendiendo a controlar los
desplazamientos imperceptibles, obligándolos a una repetición de lo mismo.
Incluso se llega a tal punto que las instituciones anulan la invención, la
creación y la innovación, cayendo en la reproducción de lo mismo, cuyo único efecto
de ampliación es la acumulación. Se entiende entonces, el papel que juega la
concepción de defensa institucional, que tiene que ver con la defensa del
orden, la apología del Estado; en su versión de economía política, así como en
las versiones neoclásicas, adquiere la formalidad de un esquematismo
instrumental, el determinismo económico, que llamaremos economicista. A esta
concepción, en general, le es indispensable la conmensuración del crecimiento.
No tienen otra forma de entender el cambio.
Por
las consideraciones anteriores, proponemos usar el concepto de agenciamiento social para escapar de las
connotaciones y denotaciones, de los límites estructurales, del concepto de relación social. Agenciar connota una polisemia de
significados: conseguir, alcanzar, lograr, obtener, adquirir, tomar, atrapar;
también buscar, solicitar, gestionar, procurar, intentar, proporcionar; así
como disponer, preparar, organizar; de la misma manera, procurarse, prepararse.
Relacionar connota conectar, encadenar, acoplar, casar, empalmar, articular,
engranar, unir, reunir, juntar, sumar, enlazar, vincular, ligar, trabar,
entrelazar, eslabonar, atar cabos. La connotación, en el primer caso, es
activa; la connotación, en el segundo caso, tiende a ser mas bien pasiva o
neutra; en este caso, conecta; en el primer caso, agenciar, busca, solicita,
procura. En este caso, hay como una voluntad explícita de hacer algo, de
plantearse un fin, un objetivo. En cambio, en el segundo caso, relacionar, puede
incluso estar ausente el fin, la finalidad, el objetivo; puede darse, puede
ocurrir la conexión sin necesidad de buscarla. El término agencia deviene etimológicamente del latín; significa, en
principio, negocio o servicio autorizado por otro, también lugar donde se
despachan asuntos; se conecta con agente, es decir, quien actúa por otro. Viene
del latín agentem, quién actúa por
otro; deriva del acusativo agens,
radical agent, participio activo de agere, que significa actuar, conducir,
hacer. La raíz se encuentra en el indoeuropeo ag, que significa conducir, dirigir. De la misma familia donde se
encuentran: abigeo, acción, acta, actividad, activo, acto, actor, actriz,
actual, actualidad, actuar, agencia, ágil, agitar, agonía, agrario, agreste,
agrícola, agricultor, agricultura, ambages, ambiguo, antagonismo, axioma,
castigar, coágulo, cuajo, cuidado, cuidar, demagogo, descuidado, embajador,
enjambre, ensayo, estratagema, estrategia, exacto, examen, examinar, exigir,
exiguo, fumigar, hostigar, indagar, lidiar, litigio, mitigar, navegar, paragoge,
pedagogo, peregrino, prodigar, pródigo, protagonista, purgante, purgatorio,
reacción, redacción, redactar, rumiar, sinagoga, transigir.
La etimología del término relación
viene del latín relationem, acusativo
de relatio, cuyo tema es relation, que significa relación; otra
connotación es narración. Hablamos de relación, asociación lógica; aunque
también connota la acción de llevar atrás. En cuanto a la connotación de
narración, viene de relatus,
participio pasivo supletivo de referre,
que quiere decir referir, describir, narrar; en otras palabras, referir, poner
en relación.
Bajo
estas consideraciones, se entiende que no se trata de abandonar completamente
el concepto de relación y sustituirlo por el concepto de agenciamiento social;
esto no se podría hacer pues agenciamiento supone relación; el agenciar supone
el relacionar. Lo que pasa es que; primero, no se puede circunscribir la
relación a un mismo lazo repetitivo,
cuando se trata mas bien de una banda de variaciones constantes; segundo, hacer
hincapié no tanto en la relación como contacto y lazo, sino en el uso que se le da a la relación, en el tipo de
agenciamiento. Cuando Gilles Deleuze y Félix Guattari usan el término de
agenciamiento, se refieren a las prácticas, a las actividades, que producen y
reproducen un plano de consistencias; plano finito y limitado. Cuando se llega
a su umbral y se cruza el límite, se entra a otro agenciamiento; por lo tanto,
se está en otro horizonte de
agenciamientos. Entonces el agenciamiento implica una actividad volitiva y
deseante deslizándose en un plano de consistencia, que comprende tanto
resistencias como dominaciones, desplazamientos en espacios lisos, así como
desplazamientos en espacios estriados. Los agenciamientos comprenden
subjetividades y afectos, imaginarios y deseos, además de los relacionamientos
concretos proliferando en su onda de variaciones. Desplazarse a la perspectiva
de los agenciamientos ayuda a visualizar y hacer inteligible las dinámicas moleculares de las relaciones
sociales, libera la subjetividad implícita en las prácticas y relaciones
sociales, además de comprender que los agenciamientos dibujan mapas y
cartografías.
El
concepto de agenciamiento ayuda a comprender la banda de variaciones de la
relación social, el movimiento de onda de lo que llamamos el desplazamiento de
la relación social. Se dan agenciamientos, en plural, así como concurren
variaciones contantes de las relaciones sociales, también en plural. Son estas
proliferaciones desbordantes las que modifican los mapas y las cartografías
sociales, los paisajes sociales, las llamadas sociedades. Estamos entonces ante
una sociedad alterativa o ante la alteratividad misma, constante,
imperceptible, de la sociedad. La sociedad nunca es reproducción de lo mismo,
sino es más bien una ecología en constante repetición y diferenciación; lo que
se produce es el desplazamiento imperceptible, en lapsos de tiempo; por
acumulación, los desplazamientos se hacen perceptibles, se dan las rupturas,
las llamadas “revoluciones”. Es una petulancia estatal creer que las sociedades
están capturadas y controladas por el Estado. Esta es la ilusión del poder. El
Estado ciertamente captura dinámicas moleculares sociales a través de sus
instituciones, que son agenciamientos concretos de captura; empero, no detiene
la profusión espontánea de las dinámicas moleculares y sus composiciones, más
bien requiere de la constante abundancia de éstas, pues se reproduce por
captura de estos flujos. Lo que pasa es que el Estado se imagina una sociedad a
su imagen y semejanza, reduce los ámbitos de la sociedad a los espacios de
relacionamiento entre Estado y sociedad, circunscribiendo entonces la sociedad
a las zonas de captura de las dinámicas moleculares sociales. Sin embargo, la
sociedad, como tal, no se encuentra en las zonas de captura, sino en el polo
opuesto, por así decirlo; no se encuentra en el campo gravitacional de la
centralización y concentración institucional, sino en el espacio liso de
deslizamientos y desplazamientos, espacio descentralizado y desconcentrado,
donde las mónadas, las
singularidades, las “autonomías”, componen singularidades mayores libremente,
de manera creativa. De todas maneras se puede comprender un tercer
espaciamiento social, fuera del relativo a las zonas de captura del Estado y
del espacio liso de los flujos de fuga de las dinámicas moleculares; este es el espacio-tiempo que articula los
territorios de resistencia. Frente a las estrategias y diagramas de captura del
poder y del Estado, las dinámicas moleculares sociales componen territorios de
resistencia, que se resisten a la captura, la desvían, la bloquean, evitando la
captura. Estas resistencias, que también son composiciones de singularidades,
también se alimentan de dinámicas moleculares sociales. Congregan o desatan
fuerzas; se podría decir que hasta “capturan” singularidades; empero esta
“captura” no tiene por qué tener efecto estatal, a no ser que este sea el
proyecto, un nuevo Estado. La “captura” concertada en las resistencias
prioritariamente, en principio, es anti-estatal, busca desmantelar el Estado.
Hay
múltiples formas de resistencia, individuales, grupales, populares, locales,
regionales, nacionales, mundiales, que se mueven en distintos planos, por así
decirlo; planos expresivos, planos virtuales, planos efectivos, planos de
movimientos y movilizaciones. A veces las resistencias adquieren cierta
“institucionalidad”, cuando se forman partidos “revolucionarios”, movimientos
sociales anti-sistémicos permanentes, agrupaciones, pueblos indígenas. En este
último caso, las “instituciones” culturales ancestrales, las “instituciones”
comunitarias, los territorios indígenas, adquieren carácter institucional
frente al Estado. Cuando ocurre esto, como que el Estado se enfrenta con
contra-poderes organizados, que no necesariamente tienen que ser entendidos
como nuevos proyectos estatales. Sin embargo, los códigos en los que se mueve
el enfrentamiento con el Estado son estatales; son las reivindicaciones, son
los derechos, son las demandas, las categorías de los discursos de las
resistencias. Por esta situación complicada estos territorios de resistencia se
encuentran tensionados; los territorios de resistencia pueden ser capturados
por el Estado mediante el procedimiento de la ampliación de derechos, pueden
ser estatalizados, o, al contrario, la conquista de derechos puede fortalecer
la proyección anti-estatal de las resistencias organizadas.
Las
resistencias organizadas tienen efecto estatal; cuando el gobierno accede a las
demandas; más cuando reconoce derechos. El Estado “cambia”, aunque sea de una
manera imperceptible; se amplía; mucho más aun cuando los sectores sociales
demandantes son incorporados. Cuando se produce una “revolución” el cambio del
Estado es radical, mejor dicho, la ampliación del Estado es radical. Al
respecto, este es el problema de las “revoluciones” radicales, pues después de
tomar el poder se termina construyendo un Estado más fuerte. El problema es que
no destruyen el Estado, aunque así parezca, sobre todo cuando estas “revoluciones”
son radicales, como las llamadas “revoluciones” socialistas. El Estado, como
fabulosa maquinaria de captura, se reconstruye a partir de sus ruinas y
cenizas. Para reconstruirse sólo requiere de la pervivencia del Estado
internalizado en las subjetividades, diseminado en las relaciones sociales, que
lo reproducen; cuando se conforman las instituciones, incluso si son nuevas, si
la composición de estas se basa en el prejuicio estatal, “se necesita de un
Estado”; entonces, cuando estas condiciones de posibilidad se dan o perduran,
ya se cuenta con los agenciamientos concretos de poder, que hacen de engranajes
de la maquinaria estatal.
A
propósito, una antigua y reiterada pregunta, relativa a las viejas discusiones
marxistas, es: ¿Es posible hablar de un Estado socialista? Suponiendo que en el
comunismo ya no se cuenta con el Estado, pues habría sido absorbido por la
sociedad. Respondiendo con los conocidos argumentos ortodoxos, se decía, desde
las posiciones más consecuentes, que la dictadura
del proletariado es la transición estatal hacia el socialismo; de esta
forma se creaban las condiciones de posibilidad para transitar hacía el
comunismo. Estas posiciones marxistas parten de la premisa de que el socialismo
no es posible sino mundialmente, aboliendo la hegemonía y dominación mundial
del sistema-mundo capitalista. La experiencia histórica, si podemos hablar así,
nos enseña que; primero, la construcción socialista es dramática y difícil, atiborrada
de contradicciones. A pesar de los beneficios sociales para el proletariado y
para las mayorías populares, en lo que respecta al mejoramiento de las
condiciones de vida, trabajo, salud, educación, beneficios, no se pudo salir de
la lógica de la valorización abstracta, de la economía política capitalista. Se
modifica el perfil de la estructura social,
mejorando las condiciones de reproducción del proletariado, ampliando el
espectro y el peso de las llamadas clases medias, las que adquieren un elevado
nivel de formación, por el acceso a la profesionalización. Si bien la burguesía
puede haber desaparecido prácticamente, el vacío que deja como que es llenado
por la burocracia, sobre todo por la jerarquía de la burocracia, al mando de la
producción y de la economía, además de, obviamente, al mando de la política
pública. Esta burocracia prácticamente se convierte en una “clase” dominante.
Según algunos autores, investigadores y teóricos marxistas, la lucha de clases
se desplaza a otros escenarios, bajo nuevas condiciones, pero no se sale de
ella. Se trata de una nueva forma de expropiación del excedente social.
Acompañando estos obstáculos y límites de las llamadas “revoluciones”
socialistas, una segunda enseñanza de la experiencia histórica es que las
revoluciones socialistas recurren al Estado como defensa, como instrumento de
transición y de construcción socialista; por lo tanto, el Estado adquiere
dimensiones gigantescas y absorbentes. Estas “revoluciones” socialistas
terminan atrapadas en las lógicas del poder del Estado, distanciándose de las
lógicas revolucionarias, que requieren de amplias participaciones, de la
movilización general, y de la profundización democrática. Las revoluciones
socialistas nos mostraron las vías híper-disciplinarias de la estatalización,
con pretensiones absolutas. Al respecto, la pregunta es: ¿Por qué las
resistencias organizadas, por lo menos las más significativas, derivan en
efectos estatales, que implican la ampliación del Estado; por qué las “revoluciones”
radicales derivan en estados absolutos; cuando, en ambos caso, se supone, que
los objetivos eran contrarios, mas bien anti-estatalistas?
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 02:24 |
Hipótesis
Las
“revoluciones” llamadas socialistas tienen como meta el socialismo; en esta
perspectiva, requieren del Estado para forzar la transición, lo que se ha
venido en llamar dictadura del
proletariado. Este es el problema, que el socialismo sea una meta, no un
punto de partida. Hay que aprender de las revoluciones políticas democráticas
del siglo XVIII y del siglo XIX, donde la democracia no era una meta sino un
punto de partida, donde se establecían las reglas del juego. Se supone que las “revoluciones”
socialistas no salieron de la perspectiva del socialismo utópico, criticado por
Marx y Engels, del modelo de lo que debería ser la sociedad ideal. La vida
social es obviamente muchísimo más compleja que cualquier modelo, por más
sofisticado y elaborado que sea; además las contingencias, la aleatoriedad de
los hechos, eventos, sucesos y acontecimientos, abren distintas posibilidades
de secuencia y desenlaces. Pretender controlar la pluralidad innumerable de
variables contingentes, desatadas en contextos específicos y coyunturas
concretas, desenvueltos en devenires variados, es como querer disciplinar la
“realidad” efectiva, que es sinónimo de complejidad. Sin embargo,
paradójicamente, en esta teleología se han perdido las llamadas “revoluciones”
socialistas, naufragando, en la mayoría de los casos, en el mar embravecido de
sus contradicciones.
No
es posible cumplir con estas finalidades, llegar a estos objetivos, mediante
una imposible ingeniería social, que además, para cumplirla, se tiene que
suspender la democracia. Lo “realista”, déjenos hablar así, es establecer un
punto de partida, las reglas del juego del “socialismo”, como lo hizo, en su
momento, la revolución democrática. Como por ejemplo, partir de la igualdad de
las condiciones sociales y de oportunidades para todos; esto equivale, entre
otras cosas, garantía de trabajo, pleno empleo; garantía educativa, educación
para todos y en todos los niveles de formación; garantía de salud, salud para
todos y en lo que respecta a todas las circunstancias. A todo esto se puede
añadir la garantía de un ambiente sano y saludable, condiciones ecológicas.
Desde la perspectiva descolonizadora, se puede establecer la igualdad y
equivalencia de las condiciones culturales, garantizando el pleno
desenvolvimiento, potenciamiento y despliegue de las culturas, de las lenguas, de
las naciones y pueblos, garantizando el respeto a sus territorialidades. Todas
estas reglas del juego político deben ser el punto de partida. Lo que venga
después, dependiendo de cada caso, de cada complejidad, de cada contexto, de
cada coyuntura local, “nacional”, regional y mundial, dependerá de las
decisiones deliberadas, consensuadas y acordadas democráticamente, atendiendo y
resolviendo las problemáticas singulares tal como se presenten.
Para
cumplir con este punto de partida no se requiere de un Estado absoluto,
gigantesco y descomunal; se requiere de transiciones estatales que transfieran
a instituciones técnicas y a la democracia participativa gran parte de las
tareas y gestiones, monopolizadas por el Estado. Se trata de quitarle poder a
la clase política y potenciar a la gestión social y a la gestión comunitaria. El
recorrido del punto de partida “socialista”, ecológico y descolonizador, hacia
el devenir de la sociedad integral, comunitaria, democrática, pluri-diversa,
mundial, va depender de la co-creación y la co-efectuación multilingüe y
multicultural participativa de las sociedades, de los pueblos y de las
comunidades.
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