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Socio-Política: La tercera era del carbono
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De: kuki (Mensagem original) |
Enviado: 28/08/2013 07:20 |
Ni por un segundo vayan a imaginar que nos encaminamos hacia una era de energías renovables
En todo lo referente a la energía y la economía en la era del cambio
climático, nada es lo que parece. La mayoría de nosotros creemos (o
queremos creer) que la segunda era del carbono, la Era del Petróleo,
será pronto reemplazada por la Era de las Renovables, al igual que el
petróleo lleva sustituyendo desde hace mucho tiempo la Era del Carbono.
El presidente Obama ofreció exactamente esta visión en un muy alabado discurso
sobre el cambio climático el pasado mes de junio. Es verdad,
necesitaremos de los combustibles fósiles un poco más, señalaba, pero
muy pronto serán superados por energías renovables.
Muchos otros
expertos comparten este punto de vista, que nos asegura que la creciente
dependencia del gas natural “limpio” combinado con ampliadas
inversiones en energía solar y eólica permitirá una transición suave
hacia un futuro de energía verde en el que la humanidad ya no arrojará
dióxido de carbón y otros gases invernadero a la atmósfera. Todo esto
suena en efecto prometedor. Solo hay un pequeño inconveniente: que no
es, de hecho, el camino por el que avanzamos. La industria de la
energía no está invirtiendo de forma significativa en energías
renovables. En cambio, está dedicando sus beneficios históricos a nuevos
proyectos de combustibles fósiles que implican ante todo la explotación
de las denominadas reservas “no convencionales” de gas y petróleo.
El resultado es indiscutible: la humanidad no está
entrando en un período que estará dominado por las energías renovables,
sino que está iniciando la tercera gran era del carbono: la Era del
Petróleo y Gas No Convencionales.
Que nos estamos embarcando en
una nueva era del carbono es cada vez más evidente y debería
perturbarnos a todos. En cada vez más regiones de EEUU, y en un
creciente número de otros países, se está utilizando la fracturación hidráulica
–el uso de columnas de agua a alta presión para desmenuzar las
formaciones subterráneas de esquisto y liberar las reservas de petróleo y
gas natural atrapadas en su interior-. Mientras tanto, en Canadá,
Venezuela y otros lugares se está acelerando la explotación de petróleos pesados a partir de carbón sucio y de las formaciones de arenas bituminosas.
Es cierto que cada vez se construyen más variedades de parques eólicos y
solares, pero aunque parezca mentira se espera que en las próximas
décadas la inversión en extracción y distribución de combustibles
fósiles no convencionales supere, y mucho, al gasto en renovables, al
menos en una ratio de tres a uno.
Según la Agencia
Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), una
organización intergubernamental dedicada a la investigación, que tiene
su sede en París, la inversión acumulada en el mundo en extracción y
procesamiento de nuevos combustibles fósiles alcanzará un total de
alrededor de 22.870 billones
de dólares entre 2012 y 2035, mientras que la inversión en renovables,
energía hidráulica y energía nuclear supondrá una cifra de unos 7.320
billones de dólares. Para esos años, se espera que solo las inversiones
en petróleo, estimadas en 10.320 billones de dólares, superen el gasto
dedicado a la energía eólica, solar, geotérmica, biocombustibles,
hidráulica, nuclear y cualquier otra forma de energía renovable
combinadas.
Además, como explica la IEA, una parte cada vez
mayor de esa asombrosa inversión en combustibles fósiles se dedicará a
formas no convencionales de petróleo y gas: arenas bituminosas
canadienses, crudo extrapesado venezolano, petróleo y gas de esquistos
bituminosos, depósitos energéticos situados en el Ártico y en las
profundidades oceánicas, y otros hidrocarburos derivados de reservas
energéticas anteriormente inaccesibles. La explicación de lo anterior es
bastante simple. Los suministros mundiales de petróleo y gas
convencional –combustibles derivados de reservas de fácil acceso que
requieren de un procesamiento mínimo- están desapareciendo rápidamente.
Como se espera que la demanda mundial de combustibles fósiles aumente en un 26% de aquí a 2035, los combustibles no convencionales tendrán que proporcionar una gran parte de la energía mundial.
En un mundo así, una cosa es segura: las emisiones globales de carbono
se dispararán más allá de nuestras más desfavorables previsiones, lo que
significa que las intensas oleadas
de calor serán habituales y que las escasas zonas vírgenes que nos
quedan quedarán aniquiladas. El planeta Tierra será un lugar mucho más
duro y abrasador –posiblemente a niveles inimaginables-. Desde esta
perspectiva, merece la pena explorar con más profundidad cómo es que
hemos acabado en este atolladero, en otra era del carbono.
La primera era del carbono
La primera era del carbono empezó a finales del siglo XVIII, con la introducción de la máquina de vapor
alimentada con carbón y su aplicación generalizada a toda clase de
empresas industriales. El carbón, inicialmente utilizado para las
fábricas textiles y las plantas industriales, se empleó también para el
transporte (barcos y ferrocarriles de vapor), la minería y la producción
de hierro a gran escala. En efecto, lo que llamamos ahora Revolución
Industrial se vio en gran medida posibilitada por la creciente
aplicación del carbón y la máquina de vapor a las actividades
productivas. Finalmente, el carbón se utilizaría para generar también
electricidad, un campo en el que sigue siendo dominante en la
actualidad.
Esa fue la época en la que enormes ejércitos de
infortunados trabajadores construyeron los ferrocarriles continentales y
enormes fábricas textiles mientras proliferaban y crecían las grandes
ciudades industriales. Fue la era, sobre todo, de la expansión del
Imperio Británico. Durante un tiempo, Gran Bretaña fue el mayor
productor y consumidor de carbón, el principal fabricante del mundo, su
primer innovador industrial y la potencia dominante, y todos esos
atributos estaban inextricablemente conectados. A través del dominio de
la tecnología del carbón, una pequeña isla frente a las costas de Europa
pudo acumular inmensas riquezas, desarrollar el armamento más avanzado
del mundo y controlar las rutas marítimas del planeta.
La misma
tecnología del carbón que dio a los británicos esas ventajas globales
también provocó a su paso una miseria inmensa. Como señalaba el analista
de la energía Paul Roberts en su obra The End of Oil ,
el carbón que se consumía entonces en Inglaterra era de la variedad
lignito pardo “plagado de azufre y otras impurezas”. Cuando se quemaba,
“producía un humo acre y asfixiante que hacía que escocieran los ojos y
los pulmones y ennegrecía paredes y ropas”. A finales del siglo XIX, el
aire de Londres y de otras ciudades alimentadas con carbón estaba tan
contaminado que “los árboles se morían, las fachadas de mármol se
deshacían y las enfermedades respiratorias se hacían epidémicas”.
Para Gran Bretaña y otras primeras potencias industriales, la
sustitución del carbón por el petróleo y el gas fue una bendición que
permitió mejorar la calidad del aire, restaurar las ciudades y reducir
las enfermedades respiratorias. Desde luego, la Era del Carbón no ha
terminado en muchas partes del mundo. En China y en la India, entre
otros lugares, el carbón sigue siendo la principal fuente de energía, condenando a sus ciudades y poblaciones a una versión siglo XXI del Londres y Manchester del siglo XIX.
La segunda era del carbono
La Era del Petróleo empezó
en 1859 con la producción comercial iniciada en el oeste de
Pensilvania, pero solo despegó tras la II Guerra Mundial con el
explosivo crecimiento de la propiedad del automóvil. Antes de 1940, el
petróleo jugaba un papel importante en la iluminación y lubricación,
entre otras aplicaciones, pero seguía estando subordinado al carbón;
después de la guerra, el petróleo se convirtió en la principal fuente de
energía del mundo. De 10 millones de barriles al día en 1950, el
consumo global se disparó a 77 millones en 2000, una bacanal de medio siglo quemando combustibles fósiles.
Un elemento fundamental en el predominio mundial del petróleo era su estrecha asociación con el motor de combustión interna
(MCI). Debido a la superior portabilidad del petróleo y a su intensidad
energética (es decir, la cantidad de energía que libera por unidad de
volumen), lo convierte en el combustible ideal para MCI versátiles. Al
igual que el carbón alcanzó su importancia al alimentar los motores de
vapor, lo mismo sucedió con el petróleo al alimentar las crecientes
flotas de coches, camiones, aviones, trenes y buques del mundo.
Actualmente, el petróleo proporciona el 97% de toda la energía utilizada en el transporte mundial.
La prominencia del petróleo se aseguró también por su creciente
utilización en la agricultura y en la guerra. En un período
relativamente corto de tiempo, los tractores alimentados con petróleo y
otras maquinarias agrícolas sustituyeron a los animales como fuente
energética fundamental en las granjas de todo el mundo. Una transición
parecida se produjo en el moderno campo de batalla , con tanques y aviones accionados con petróleo sustituyendo a la caballería como principal fuente de potencia ofensiva.
Esos fueron los años de la propiedad masiva de automóviles, autopistas
continentales, suburbios interminables, centros comerciales gigantes,
vuelos baratos, agricultura mecanizada, fibras artificiales y –por
encima de todo- de la expansión global del poder estadounidense. Como
EEUU poseía reservas inmensas de petróleo, fue el primero en dominar la
tecnología de la extracción y refinamiento del petróleo y el que más
éxito tuvo a la hora de utilizar el petróleo en el transporte, la
industria manufacturera, la agricultura y la guerra, destacando como el
país más rico y más poderoso del siglo XXI, una saga contada con gran
deleite por el historiador energético Daniel Yergin en The Prize
. Gracias a la tecnología del petróleo, EEUU pudo acumular niveles
asombrosos de riquezas, desplegar ejércitos y bases militares por todos
los continentes y controlar las rutas marítimas y aéreas del mundo,
extendiendo su poder a cada rincón del planeta.
Sin embargo, al
igual que Gran Bretaña experimentó las consecuencias negativas de su
excesiva dependencia del carbón, igualmente EEUU –y el resto del mundo-
ha sufrido ya de diversas formas su dependencia del petróleo. Para
garantizar la seguridad de sus fuentes de suministro en el exterior,
Washington ha establecido tortuosas relaciones con proveedores
extranjeros de petróleo y ha combatido varias costosas y debilitantes
guerras en la región del Golfo Pérsico, una sórdida historia que expongo
en Blood and Oil .
La exagerada dependencia de los vehículos de motor para el transporte
personal y comercial ha dejado el país mal equipado para lidiar con las
periódicas interrupciones de suministros y los repuntes en los precios.
Pero, sobre todo, el inmenso incremento del consumo de petróleo –aquí y
en todas partes- ha producido el correspondiente aumento
de las emisiones de dióxido de carbono, acelerando el calentamiento
planetario (un proceso que empezó durante la primera era del carbón) y
exponiendo al país a los cada vez más devastadores efectos del cambio
climático.
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De: kuki |
Enviado: 28/08/2013 07:21 |
La Edad del Petróleo y Gas No Convencionales
El
crecimiento explosivo de la automoción y los viajes en avión, la
suburbanización de partes importantes del planeta, la mecanización de la
agricultura y la guerra, la supremacía global de EEUU y el comienzo del
cambio climático: estos han sido los distintivos de la explotación del
petróleo convencional. En el momento presente, la mayor parte del
petróleo del mundo se produce aún en unos pocos cientos de gigantescos
campos petrolíferos en Irán, Iraq, Kuwait, Rusia, Arabia Saudí, los EAU,
EEUU y Venezuela, entre otros países; algún petróleo más se obtiene aún
en campos alejados de la costa en el Mar del Norte, el Golfo de Guinea y
el Golfo de México. Este petróleo sale del suelo en forma líquida y
necesita relativamente de escaso procesamiento antes de refinarlo para
convertirlo en combustibles comerciales.
Pero ese petróleo
convencional está desapareciendo. Según la IEA, los principales campos
que actualmente proporcionan la parte del león del petróleo mundial
perderán las dos terceras partes de su producción en los próximos
veinticinco años, con un resultado neto que se hunde desde 68 millones
de barriles al día en 2009 a solo 26 millones de barriles en 2035. La
IEA nos asegura que el nuevo petróleo que se encuentre sustituirá esa
pérdida de suministros, pero que la mayor parte provendrá de fuentes no
convencionales. En las próximas décadas, los petróleos no convencionales
representarán una porción creciente de las existencias de petróleo
mundial, convirtiéndose finalmente en nuestra principal fuente de
suministros.
Lo mismo sucede con el gas natural, la segunda
fuente más importante de energía del mundo. La oferta global de gas
convencional, al igual que la de petróleo convencional, está
reduciéndose y cada vez dependemos más de fuentes no convencionales de
energía, especialmente de la proveniente del Ártico, los profundos
océanos y las rocas de esquisto, obtenidos mediante la fracturación
hidráulica.
En cierto modo, los hidrocarburos no convencionales
son similares a los combustibles convencionales. Ambos están en gran
medida compuestos de hidrógeno y carbono, y al quemarse producen gran
calor y energía. Pero, a la larga, las diferencias entre ellos supondrán
para nosotros diferencias cada vez mayores. Los combustibles no convencionales –especialmente los petróleos pesados y las arenas bituminosas
- tienden a tener una proporción más alta de carbono e hidrógeno que el
petróleo convencional, y por eso liberan más dióxido de carbono cuando
se queman. El petróleo del Ártico y de las profundidades del mar
necesita mayor energía para su extracción y, en consecuencia, provoca
emisiones de carbono más altas en su propia producción.
“Muchas de las nuevas variedades de combustibles derivados del petróleo no se parecen en absoluto al petróleo convencional”, escribió en 2012 Deborah Gordon , especialista en el tema en el Carnegie Endowment for International Peace.
“Los petróleos no convencionales tienen a ser pesados, complejos,
cargados de carbono y están encerrados en lo más profundo de la tierra,
estrechamente atrapados o unidos a la arena, el alquitrán y las rocas”.
Con mucho, la consecuencia más preocupante de la naturaleza distintiva
de los combustibles no convencionales es su extremado impacto en el
medio ambiente. Como a menudo se caracterizan por ratios más altas de
carbono y de hidrógeno, y por lo general necesitan mucha más energía
para poder extraerlos y convertirlos en materiales utilizables, producen
más emisiones de dióxido de carbono por unidad de energía liberada.
Además, muchos científicos creen que el proceso que produce gas de
esquisto, saludado como combustible fósil “limpio”, causa amplias liberaciones de metano, un gas invernadero especialmente potente.
Todo esto significa que mientras siga creciendo el consumo de
combustibles fósiles, se estarán arrojando a la atmósfera grandes
cantidades de C02 y metano que, en vez de reducir, acelerarán el
calentamiento global.
Y hay otro problema asociado con la tercera era del carbono: la producción de petróleo y gas no convencional requiere
de inmensas cantidades de agua para las operaciones de fracturación, a
fin de extraer las arenas bituminosas y los petróleos muy pesados y para
facilitar el transporte y refinamiento de esos combustibles. Esto
provoca una creciente amenaza de contaminación del agua
, especialmente en las zonas de producción con intensas fracturaciones y
arenas bituminosas, además de una alta competitividad y lucha por el acceso a los suministros de agua
entre perforadores, campesinos, autoridades municipales y otros. Cuando
el cambio climático se intensifique, la sequía será la norma en muchas
áreas y, por ello, la competición cada vez más feroz.
Junto con
estos y otros impactos medioambientales, la transición de los
combustibles convencionales a los no convencionales tendrá consecuencias
económicas y geopolíticas difíciles de valorar en este momento. Para
empezar, la explotación de las reservas de petróleo y gas no
convencionales en regiones anteriormente inaccesibles implica la
introducción de tecnologías productivas de última generación, incluyendo
las perforaciones en el Ártico y en mares profundos, la fracturación
hidráulica (hydro-fracking) y el tratamiento de arenas
bituminosas. Una de las consecuencias es que alterará la industria
global energética al hacer aparecer compañías innovadoras que posean las
tecnologías y determinación para explotar los nuevos recursos no
convencionales; al igual que sucedió durante los primeros años de la era
del petróleo cuando surgieron nuevas compañías para explotar las
reservas petrolíferas del mundo.
Esto ha quedado muy
evidenciado en el desarrollo del gas y esquisto bituminoso. En muchos
casos, firmas más pequeñas y arriesgadas, como Cabot Oil and Gas, Devon
Energy Corporation, Mitchell Energy y Development Corporation,
concibieron y desarrollaron rompedoras tecnologías. Estas y otras
compañías similares fueron pioneras
en el uso de la fracturación hidráulica para extraer petróleo y gas de
formaciones de esquisto en Arkansas, Dakota del Norte, Pensilvania y
Texas, desatando después una estampida de las compañías energéticas más
grandes para hacerse también con su propio trozo del pastel en esas
zonas. Para aumentar su participación, las firmas gigantes están
devorando a las de tamaño pequeño y mediano. Entre las absorciones más
destacadas tenemos la compra por ExxonMovil en 2009 de XTO por 41.000 millones de dólares.
Esa transacciones ponen de manifiesto un rasgo especialmente
preocupante de esta nueva era: el despliegue de fondos masivos por parte
de las grandes de la energía y sus patrocinadores financieros para
adquirir participaciones en la producción de formas no convencionales de
petróleo y gas, con sumas que exceden enormemente las de inversiones
comparables, tanto en el campo de los hidrocarburos como en el de las
energías renovables. Para estas compañías está claro que la energía no
convencional es el próximo boom y, al igual que las firmas más rentables
de la historia, están dispuestas a gastar sumas astronómicas para
asegurar que continúan siendo rentables. Si esto significa empezar a
pensar que invertir en energías renovables es un timo, amén. “Sin un
esfuerzo que diseñe políticas concertadas” que favorezcan el desarrollo
de las renovables, advierte Gordon en el Carnegie, las
inversiones futuras en el campo energético “probablemente seguirán
fluyendo de forma desproporcionada hacia el petróleo no convencional”.
Es decir, habrá una preferencia institucional cada vez más pronunciada
entre las empresas energéticas, los bancos, las agencias crediticias y
los gobiernos por la producción de combustibles fósiles de próxima
generación, lo que aumentará la dificultad para establecer frenos
nacionales e internacionales a las emisiones de carbono. Esto se hace
evidente, por ejemplo, en el constante apoyo
de la administración Obama a las perforaciones en mares profundos y al
desarrollo del gas pizarra, a pesar de su pretendido compromiso con la
reducción de las emisiones de carbono. Es igualmente evidente en el
creciente interés internacional por el desarrollo de las reservas de
petróleos pesados y esquistos bituminosos mientras van recortándose las
inversiones en energías renovables.
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De: kuki |
Enviado: 28/08/2013 07:22 |
Al igual que en los campos económico y medioambiental, la transición
del petróleo y gas convencional al no convencional tendrá un impacto
considerable, en gran medida todavía sin definir, en los asuntos
políticos y militares.
Las compañías estadounidenses y
canadienses están jugando un papel decisivo en el desarrollo de muchas
de las nuevas tecnologías a aplicar a los combustibles no
convencionales; además, algunas de las reservas de gas y petróleo no
convencionales del mundo están situadas en América del Norte. Todo esto
sirve para reforzar el poder global de EEUU a expensas de otros
productores energéticos mundiales como Rusia y Venezuela, que se
enfrentan a la creciente competición de las compañías norteamericanas y
de estados importadores de energía como China y la India, que carecen de
recursos y tecnología para producir combustibles no convencionales.
Al mismo tiempo, Washington parece inclinarse más
por contrarrestar el ascenso de China a través del dominio sobre las
rutas marítimas globales y de reforzar sus lazos militares con aliados
regionales como Australia, India, Japón, Filipinas y Corea del Sur.
Muchos factores son los que están contribuyendo a este cambio
estratégico, pero, por sus declaraciones, está bastante claro que los
altos funcionarios estadounidenses lo consideran en gran medida una
consecuencia de la creciente autosuficiencia de EEUU en la producción
energética y su precoz dominio de las tecnologías de última generación.
“La nueva postura energética de EEUU nos permite enfrentar [el mundo]
desde una posición de mayor fortaleza”, afirmó el asesor de seguridad
nacional Tom Donilon en un discurso pronunciado en abril
en la Universidad de Columbia. “Aumentar los suministros de energía
estadounidense sirve de amortiguador para reducir nuestra vulnerabilidad
ante las interrupciones del suministro global y nos permite presentar
un pulso más firme en la búsqueda e implementación de nuestros objetivos
internacionales de seguridad”.
Mientras tanto, los dirigentes
de EEUU pueden permitirse alardear de su “pulso más firme” en los
asuntos mundiales porque ningún otro país posee las capacidades para
explotar recursos no convencionales a tan gran escala. Sin embargo, al
tratar de obtener beneficios geopolíticos de la creciente dependencia
mundial de esos combustibles, Washington está invitando inevitablemente a
que los demás contraataquen de diversas formas. Las potencias rivales,
temerosas y resentidas por su asertividad geopolítica, incrementarán sus
capacidades para resistir frente al poder estadounidense; una tendencia
ya evidente en la acelerada construcción naval y de misiles de China.
Al mismo tiempo, otros Estados tratarán de desarrollar su propia
capacidad para explotar recursos no convencionales mediante lo que
podría considerarse una versión de la carrera armamentística en el
terreno de los combustibles fósiles. Esto necesitará de considerables
esfuerzos, pero esos recursos están ampliamente distribuidos
por el planeta y, con el tiempo, aparecerán seguro otros productores
importantes de combustibles no convencionales que desafiarán la ventaja
de EEUU en este campo (incluso aumentando la resistencia y
destructividad global de la tercera era del carbono). Tarde o temprano,
gran parte de las relaciones internacionales girarán alrededor de estas
cuestiones.
Sobreviviendo a la tercera era del carbono
A menos que se produzcan cambios inesperados en las políticas y
conductas globales, el mundo va a depender cada vez más de la
explotación de energías no convencionales. Esto, a su vez, implica el
incremento en la acumulación de gases invernadero y muy pocas
posibilidades de evitar el comienzo de catastróficos efectos climáticos
. Sí, también seremos testigos del progreso en el desarrollo e
instalación de formas renovables de energía, pero estás jugarán un papel
subordinado frente al desarrollo del petróleo y gas no convencionales.
La vida no va a ser muy satisfactoria en la tercera era del carbono.
Quienes confían en los combustibles fósiles para el transporte, la
calefacción y usos similares quizá puedan consolarse con el hecho de que
el petróleo y el gas natural no se van a agotar pronto, como muchos
analistas de la energía predijeron en los primeros años de este siglo.
Los bancos, las corporaciones de la energía y otros intereses económicos
amasarán sin duda asombrosos beneficios de la explosiva expansión de
las empresas dedicadas al petróleo no convencional y de los aumentos
globales en el consumo de esos combustibles. Pero la mayoría de nosotros
no vamos a sentir recompensa alguna. Bien al contrario. Tendremos que
experimentar el malestar y sufrimiento que acompañan al calentamiento
del planeta, la escasez de los disputados suministros del agua en muchas
regiones y el destripamiento del paisaje natural.
¿Qué puede
hacerse para acortar la tercera era del carbono y evitar lo peor de sus
consecuencias? Exigir mayores inversiones en energía renovable es
esencial pero insuficiente en un momento en que las potencias mundiales
actuales están haciendo hincapié en el desarrollo de los combustibles no
convencionales. Hacer campaña para frenar las emisiones de carbono es
necesario, pero será indudablemente problemático, dada la inclinación
cada vez más profunda de las instituciones hacia la energía no
convencional.
Además de esos esfuerzos, es necesario impulsar
la divulgación de las peculiaridades y peligros de la energía no
convencional y demonizar a quienes deciden invertir en esos combustibles
en vez de en energías alternativas. En ese sentido, ya están en marcha
diversos esfuerzos, incluidas las campañas iniciadas por los estudiantes
para persuadir u obligar a los administradores universitarios a que
desinviertan cualquier aportación a las empresas de combustibles
fósiles. Sin embargo, esos esfuerzos son muy poca cosa aún para
identificar y resistir frente a los responsables de nuestra creciente
dependencia de los combustibles no convencionales.
A pesar de
toda la charla del Presidente Obama sobre la revolución de la tecnología
verde, seguimos profundamente atrincherados en un mundo dominado por
los combustibles fósiles, y la única revolución verdadera que hay ahora
en marcha implica el cambio de un tipo de esos combustibles fósiles a
otro. Sin duda que es la fórmula ideal para la catástrofe global. Para
poder sobrevivir a esta era, la humanidad debe ser muy consciente de las
implicaciones de este nuevo tipo de energía y después dar los pasos
necesarios para comprimir la tercera era del carbono y acelerar la Era
de las Renovables antes de que nos extingamos a nosotros mismos de este
planeta.
Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz
y la seguridad mundial en el Hampshire College y colaborador habitual
de TomDispatch.com. Es autor de “ The Race for What's Left: The Global Scramble for the World's Last Resources” (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador).
Fuente original: http://www.tomdispatch.com/post/175734/tomgram%3A_michael_klare%2C_how_to_fry_a_planet/#more
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De: Lalita2 |
Enviado: 28/08/2013 22:42 |
Lo dejo marcado Marti, a la noche lo leemos con Sebabezazos |
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De: GILDA08 |
Enviado: 30/08/2013 17:58 |
Lo que más me ha llamado la atención en este artículo, son los números que se manejan, que saltan a la vista.
El sentido común me dice que es lógico y es de esperar que se espere gastar EL DOBLE y MUCHO MAS " trillones"
de dólares( según la IEA) en la extracción y procesamiento de nuevos combustibles fósiles, que lo que se espera invertir en renovables, energia hidráulica y heólica, porque estas representan MENOS COSTOS, son MAS ACCESIBLES Y LA PRODUCCION NO CAUSA DAÑOS AL MEDIO AMBIENTE.
Este artículo se está enfocando en especulaciones a futuro y prediciendo un futuro cataclísmico y extinción de la humanidad en lo cual, en lo personal no creo, pero habria que escuchar lo que opinen LOS INVERSIONISTAS.
Mi humilde opinión.
Saludos
GILDA
PD La traducción habla de " billones". El original en inglés dice: "trillones".
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De: GILDA08 |
Enviado: 30/08/2013 18:45 |
... hablando de inversionistas... encontré algunas cosas que hablan de los esfuerzos que ya se han estado haciendo en lo que respecta las energias renovables, alrededor del mundo.
Asia lidera inversiones en energia limpia que bajó en el mundo.
Energía renovable para el futuro.
Los 10 paises líderes en energia solar.
Hugo Lucas (Irena): "Convencimiento político" y "ambicioso" plan eólico harán de Uruguay "un país líder" en energías renovables
12.06.2013 | 17.36
México, entre líderes para energias renovables: ONU
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 06:32 |
Nuestro futuro, abastecido con combustibles fósiles
Energía en el mundo de 2040
¿Qué especie de fabulosos nuevos sistemas de energía poseerá el mundo
en 2040? ¿Qué combustibles suministrarán la mayor parte de nuestras
necesidades de energía? ¿Y cómo cambiará eso la ecuación global de
energía, la política internacional, y la salud del planeta? Si los
expertos del Departamento de Energía de EE.UU. tienen razón, los
asombrosos “nuevos” combustibles de 2040 serán petróleo, carbón, y gas
natural – y nos encontraremos sobre un planeta ardiente, dolorosamente
incómodo.
Es verdad, por cierto, que no es probable que
cualesquiera predicciones sobre la situación de los combustibles a casi
tres décadas de ahora sean de fiar. Toda suerte de conmociones y
desastres en los años por venir hacen que las predicciones a largo plazo
sean inherentemente difíciles. Eso, sin embargo, no ha disuadido al
Departamento de Energía de producir un exhaustivo retrato del futuro
sistema energético del mundo. Conocido como
International Energy
Outlook (IEO), la evaluación incorpora proyecciones detalladas de futura
producción y consumo de energía. Aunque está repleto de datos
estadísticos y de lenguaje técnico, el informe de 2013 provee un cuadro
singular e inquietante de nuestro futuro planetario.
Muchos
de nosotros quisiéramos creer que, en 2040, el mundo habrá avanzado
considerablemente por el camino hacia un futuro industrial verde en el
cual las energías solares, eólicas, y renovables suministren la mayor
parte de nuestros suministros de energía. El IEO asume algo diferente.
Anticipa un mundo en el cual el carbón –el más intenso en carbono de
todos los principales combustibles– todavía suministrará más de nuestra
energía que las energías renovables, nuclear e hidráulica combinadas.
En
el mundo que prevé, el petróleo también seguirá siendo una fuente
preeminente de energía, mientras que la fracturación hidráulica y otras
técnicas de perforación para extraer combustibles fósiles poco
convencionales serán mucho más empleadas que en la actualidad. Las
energías eólica y solar también jugarán un rol mayor en 2040 pero –tal
como lo ve el IEO– todavía representarán solo una pequeña fracción de la
mezcla energética global.
Hay que admitir que
International Energy Outlook es un producto gubernamental de este
momento con todas las limitaciones que esto implica. Prevé el futuro
extrapolando de la situación actual. No es visionario. Sus autores no
pueden imaginar grandes adelantos energéticos que aún no han ocurrido, o
cambios en las actitudes mundiales que puedan afectar la manera cómo
tratamos la energía, o eventos como guerras, desastres ecológicos, y
recesiones económicas o depresiones que podrían alterar la situación
energética mundial. No obstante, porque evalúa esfuerzos actuales que
con seguridad tendrán repercusiones a largo plazo, como las actuales
masivas inversiones en todo el mundo en la extracción de petróleo y gas
de esquisto, provee un recurso extraordinario para imaginar la crisis
energética en nuestro futuro.
Entre sus principales conclusiones hay tres tendencias fundamentales:
·
El uso global de energía seguirá aumentando rápidamente, y el consumo
mundial total aumentará de 524 cuatrillones [millones de trillones] de
BTU (unidades térmicas británicas) en 2010 a unos 820 cuatrillones en
2040, un aumento neto de 56%. (Una BTU es la cantidad de energía
necesaria para calentar una libra de agua por un grado Fahrenheit.)
·
Una parte creciente de la demanda de energía mundial será generada por
los países en desarrollo, especialmente los de Asia. De los casi 300
cuatrillones de BTUs en energía adicional necesaria para satisfacer los
requerimientos globales entre ahora y 2040, unos 250 cuatrillones, o
85%, serán utilizados para satisfacer la creciente demanda en el mundo
en desarrollo.
· China, que solo recientemente sobrepasó a EE.UU.
como el principal consumidor de energía del mundo, representará la
mayor parte –40%– del crecimiento en consumo global durante los próximos
30 años.
Puede que esas proyecciones no sean de por sí
sorprendentes, pero si son exactas, las consecuencias para la economía
global, la política mundial, y la salud y el bienestar del entorno
planetario serán asombrosas. Para satisfacer los requerimientos
mundiales en constante expansión, los productores de energía se verán
obligados a aumentar la producción de cada tipo de combustible fósil en
una época de creciente preocupación sobre el papel primordial que esos
combustibles juegan en el aumento descontrolado del cambio climático.
Mientras tanto, el cambio en el centro de gravedad del consumo de
energía de las antiguas potencias industriales hacia el mundo en
desarrollo llevará a intensa competencia por el acceso a los suministros
disponibles.
Para apreciar integralmente la importancia
de las conclusiones del IEO, hay que considerar cuatro tendencias
críticas: la sorprendente resiliencia de los combustibles fósiles, el
grado en el cual la energía del mundo será suministrada por combustibles
fósiles poco convencionales, el aparentemente inexorable aumento global
en las emisiones de dióxido de carbono, y cambios significativos en la
geopolítica de la energía.
La continua predominancia de los combustibles fósiles
Cualquiera
que busque evidencia de que estamos pasando a un sistema basado en
fuentes renovables de energía será gravemente desilusionado por las
proyecciones en el International Energy Outlook 2013. Aunque se espera
que la parte de la energía mundial suministrada por combustibles fósiles
disminuya de 84% en 2010 a 78% en 2040, seguirá sobrepasando a todas
las demás formas de energía. De hecho, en 2040 la parte proyectada del
consumo de energía global suministrada por cada uno de los combustibles
fósiles (28% para el petróleo, 27% para el carbón, y 23% para el gas)
superará la de todas las renovables, nuclear e hidráulica combinadas
(21%).
El petróleo y el carbón siguen dominando la
categoría de los combustibles fósiles, a pesar de toda el habla de un
aumento masivo en el suministro de gas natural –la así llamada
revolución del gas de esquisto– posibilitada por la fracturación
hidráulica. La continuación de la supremacía del petróleo puede ser
atribuida, en parte, al interminable aumento de la demanda de coches,
camionetas y camiones en China, India, y otros Estados ascendientes en
Asia. La preeminencia del carbón, sin embargo, parece menos de esperar a
primera vista. Considerando el grado en el cual las empresas de
servicios públicos en EE.UU. y Europa Occidental eluden el carbón a
favor del gas natural, la preeminencia que el IEO le da en 2040 es
asombrosa. Pero por cada reducción en el uso de carbón en las naciones
industrializadas más antiguas, vemos un inmenso aumento en el mundo en
desarrollo, donde la demanda de electricidad asequible supera la
preocupación por las emisiones de gases invernadero.
La
continua dominación de los combustibles fósiles en la mezcla energética
del mundo no solo asegurará la continua dominación de las grandes
compañías de combustibles fósiles –tanto privadas como estatales– en la
economía de la energía, y también aumentará su influencia política
cuando tengan que ver con decisiones sobre nuevas inversiones en energía
y política climatológica. Sobre todo, sin embargo, el aumento del
consumo de combustibles fósiles llevará a un incremento sustancial en
las emisiones de gases invernadero, y todos los desastrosos efectos
resultantes.
El ascenso de los “poco convencionales”
Actualmente,
la mayor parte de nuestro petróleo, carbón y gas natural proviene de
fuentes “convencionales” – depósitos cercanos a la superficie, cercanos a
la costa, y dentro de un alcance fácil del transporte y de
instalaciones de procesamiento. Pero esas reservas se están terminando a
un ritmo rápido y en 2040 –o es lo que dice el informe del Departamento
de Energía– no podremos satisfacer más de una fracción de nuestras
necesidades. Los suministros de combustibles fósiles serán cada vez más
de un carácter “poco convencional” – materiales difíciles de refinar y /
o obtenidos de depósitos a gran profundidad, lejos de las costas, o en
lugares relativamente inaccesibles. Estos incluyen las arenas asfálticas
canadienses, el crudo extra-pesado venezolano, gas de esquisto,
petróleo offshore a grandes profundidades y energía del Ártico.
Hasta
hace poco, el petróleo y el gas poco convencionales constituían solo
una pequeña parte del suministro de energía del mundo, pero esto está
cambiando rápidamente. El gas de esquisto, por ejemplo, suministró una
parte insignificante del suministro de gas natural en el año 2000; en
2010, había aumentado a un 23%; en 2040, se espera que exceda un 50%. Se
esperan aumentos comparables en arenas asfálticas canadienses, crudo
extra-pesado venezolano, petróleo de esquisto estadounidense.
Por
definición, los combustibles poco convencionales son más difíciles de
producir, refinar, y transportar que los convencionales. En la mayoría
de los casos, esto significa que se consume más energía en su extracción
que en la explotación de combustibles convencionales, y que se emite
más dióxido de carbono por unidad de energía producida. Como es
especialmente el caso con la fracturación, la extracción de combustibles
poco convencionales requiere normalmente significativas infusiones de
agua, aumentando la posibilidad de competencia y conflicto entre
importantes consumidores de agua respecto al acceso de suministros que,
en 2040, serán severamente amenazados por el cambio climático.
Crecimiento inclemente de emisiones de carbono
En
2040, la humanidad estará quemando muchos más combustibles fósiles que
actualmente: 673 cuatrillones de BTU, en comparación con 440
cuatrillones en 2010. La continua dominación de los combustibles
fósiles, el aumento de la demanda de carbón, y una creciente dependencia
de fuentes poco convencionales de suministro solo puede tener un
resultado, como deja claro el IEO: un inmenso salto en el dióxido de
carbono y otras emisiones de gases invernadero.
El
dióxido de carbono es el más destacado de los gases invernadero
antropogénicos que son emitidos a la atmósfera, y la combustión de
combustibles fósiles es la fuente primordial de ese CO2; por ello, las
proyecciones del IEO respecto a emisiones de carbono relacionados con la
energía constituyen una parte importante del continuo papel de la
humanidad en el calentamiento del planeta.
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De: kuki |
Enviado: 16/09/2013 06:34 |
Y esta es la mala noticia: como resultado de la continua
dependencia de combustibles fósiles, se proyecta que las emisiones
globales de carbono de la energía aumentarán en un abrumador 46% entre
2010 y 2040, de 31.200 millones a 45.500 millones de toneladas métricas.
No se puede encontrar un signo más ominoso del tipo de descontrolado
calentamiento global que probablemente tendrá lugar en las décadas por
venir que esta sombría cifra.
En las proyecciones
del IEO, todos los combustibles fósiles y todas las principales regiones
consumidoras contribuyen a este futuro de pesadilla, pero el carbón es
el mayor culpable. De las 14.300 millones de toneladas métricas de CO2
que serán agregadas a las emisiones globales durante los próximos 30
años, 6.800 millones, o sea un 48%, serán generadas por la combustión de
carbón. Como la mayor parte del aumento del consumo de carbón está
ocurriendo en China e India, estos dos países tendrán la mayor
responsabilidad por la aceleración del ritmo de calentamiento global. Se
espera que solo China contribuya la mitad del CO2 agregado en estas
décadas; India, un 11%.
Nuevas tensiones geopolíticas
Finalmente,
la edición 2013 de International Energy Outlook está repleta de
alusiones a posibles tensiones geopolíticas generadas por estos eventos.
De particular interés para sus autores son las implicaciones
internacionales de la creciente dependencia de la humanidad de fuentes
poco convencionales de energía. Mientras el know-how para extraer
recursos convencionales de energía es ahora ampliamente disponible, la
tecnología especializada requerida para explotar gas de esquisto, arenas
asfálticas, y otros materiales semejantes, lo es mucho menos, dando una
clara ventaja económica en el futuro energético proyectado por el IEO a
países que poseen esas capacidades.
Una
consecuencia, que ya es evidente, es el dramático cambio en el estatus
energético de EE.UU. Hace solo unos pocos años, muchos analistas se
quejaban de la creciente dependencia de EE.UU. de importaciones de
energía de África y de Medio Oriente, con la vulnerabilidad resultante
de caos y conflictos en ultramar. Ahora, gracias al liderazgo
estadounidense en el desarrollo del esquisto y de otros recursos poco
convencionales, EE.UU. se hace menos dependiente de energía importada y
se encuentra en una posición más fuerte para dominar el mercado
energético global.
En uno de muchos pasajes
elogiosos sobre estos eventos, el IEO afirma que una clave para “el
aumento de la producción de gas natural han sido los progresos en la
aplicación de la perforación horizontal y las tecnologías de
fracturación hidráulica, que posibilitaron el desarrollo de los vastos
recursos de gas de esquisto del país y contribuyeron durante la última
década a la cuasi-duplicación de los cálculos de los recursos de gas
natural técnicamente recuperable”.
Al mismo tiempo,
el informe afirma que los países productores de energía que no logran
dominar las nuevas tecnologías se encontrarán en una desventaja
significativa en el mercado de la energía de 2040. Rusia es
particularmente vulnerable al respecto: fuertemente dependiente de
ingresos del petróleo y del gas para financiar operaciones del gobierno,
enfrenta una significativa disminución en la producción de sus reservas
convencionales y por lo tanto tiene que volcarse hacia los suministros
poco convencionales; su capacidad de adquirir las tecnologías necesarias
será, sin embargo, obstaculizada por su maltrato histórico de compañías
extranjeras.
También se dice que China enfrenta
desafíos significativos en el nuevo entorno energético. Simplemente la
satisfacción de la creciente necesidad de energía del país probablemente
será un inmenso desafío para sus dirigentes, en vista de la magnitud de
sus requerimientos y de los límites de los suministros interiores de
China. Como el consumidor de petróleo y gas de más rápido crecimiento
del mundo, una parte creciente de sus suministros de energía deben ser
importados, planteando el mismo tipo de problemas de dependencia que
hasta hace poco mortificaban a los dirigentes de EE.UU. El país posee
sustanciales reservas de gas de esquisto, pero al carecer de la
experticia requerida para explotarlas, es poco probable que se convierta
en un productor importante en los años por venir.
El
IEO no discute las implicaciones políticas de todo esto. Sin embargo,
altos dirigentes de EE.UU., comenzando por el presidente, han estado
afirmando que el dominio estadounidense de las nuevas tecnologías
energéticas está contribuyendo a la vitalidad económica de la nación,
realzando su influencia en el exterior. “La nueva postura energética de
EE.UU. nos permite involucrarnos desde una posición de mayor fuerza”,
dijo en un discurso en abril el Consejero Nacional de Seguridad, Tom
Donilon, en la Universidad Columbia. “El aumento de los suministros de
energía de EE.UU. actúa como un respaldo que ayuda a reducir nuestra
vulnerabilidad ante las disrupciones del suministro global y los
impactos en los precios. También nos permite tener una mano más fuerte
en la continuación e implementación de nuestros objetivos de seguridad
internacional.”
El informe del Departamento de
Energía evita un lenguaje tan explícito, pero nadie que lo lea podrá
dudar de que sus autores piensen en líneas similares. Por cierto, todo
el informe puede ser visto como un suministro de munición para los
expertos y políticos que argumentan que la ecuación energética global
emergente es inusualmente propicia para EE.UU. (mientras, por supuesto,
todos ignoren los efectos del cambio climático) – una evaluación que
solo puede fortificar a los propugnadores de una posición más agresiva
de EE.UU. en el exterior.
El mundo de 2040
El
International Energy Outlook 2013 nos permite un vistazo revelador
sobre el modo de pensar de los expertos del gobierno de EE.UU. – y su
evaluación del mundo de 2040 debiera deprimirnos a todos. Pero que no
quepa duda, no se puede decir que nada de esto constituye un cuadro
fiable de cómo será el mundo en esa época.
Es
probable que muchas de las tendencias proyectadas sean alteradas,
posiblemente hasta ser irreconocibles, gracias a eventos imprevistos de
todo tipo, sobre todo en el campo del clima. No obstante, las masivas
inversiones que se están haciendo actualmente en operaciones
convencionales y poco convencionales en petróleo y gas asegurarán que
esos combustibles jueguen un papel significativo en la mezcla energética
durante mucho tiempo – y esto, por su parte, significa que es probable
que los esfuerzos internacionales por disminuir el ritmo del
calentamiento global sean frustrados. Del mismo modo, es seguro que la
determinación de Washington de mantener la dominación de EE.UU. en la
explotación de recursos poco convencionales de combustible, combinada
con los deseos de los dirigentes chinos y rusos de participar en la
ventaja estadounidense en este terreno, provoque fricción y desconfianza
en las décadas por venir.
Si las tendencias
identificadas en el informe del Departamento de Energía resultan ser
duraderas, el mundo de 2040 sufrirá temperaturas y niveles del mar en
permanente aumento, cada vez más tormentas catastróficas, incendios
forestales cada vez más intensos, y sequías cada vez más devastadoras.
¿Puede haber, de hecho, una conclusión más triste en cuanto a nuestro
futuro que la insistencia del IEO en que los combustibles fósiles no
serán afectados por las escaseces de recursos que la humanidad puede
enfrentar en las décadas por venir? Gracias a la explotación de
tecnologías avanzadas para extraer “energía difícil” globalmente, se
mantendrán relativamente abundantes durante décadas.
Por
lo tanto ¿cuán fiable es la evaluación del IEO? Personalmente, sospecho
que los escenarios resultarán ser mucho menos exactos por una razón
suficientemente obvia. A medida que la severidad y destructividad del
cambio climático se haga cada vez más evidente en nuestras vidas, cada
vez más gente presionará a los gobiernos en todo el mundo para que
emprendan cambios radicales en la conducta energética global y limiten
el poder de las gigantescas compañías energéticas. Esto, por su parte,
llevará a un énfasis sustancialmente superior en la inversión en el
desarrollo de sistemas alternativos de energía, más una dependencia
significativamente menor de los combustibles fósiles de lo que anticipa
el IEO.
Que no quepa duda, sin embargo: de que los
grandes productores de combustibles fósiles –las gigantescas
corporaciones petroleras, del gas y del carbón– vayan a aceptar este
cambio sin oposición. En vista de sus inmensos beneficios y su
determinación de perpetuar la era de los combustibles fósiles lo más
posible, emplearán todos los medios a su disposición para postergar la
era de las energías renovables. En última instancia, sin embargo, los
efectos destructivos del cambio climático serán tan severos e
inescapables que la presión por adoptar cambios en la conducta
energética indudablemente superará la resistencia de la industria de la
energía.
Por desgracia, nadie puede ver realmente
el futuro y por lo tanto nadie puede saber cuándo tendrá lugar un giro
semejante. Pero una realidad simple es que: más vale que pase antes de
2040 o, como se dice vulgarmente: ya metimos la pata.
Michael T. Klare TomDispatch
………….
Michael
T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en
el Hampshire College y colaborador habitual de TomDispatch.com. Es autor
de “ The Race for What's Left: The Global Scramble for the World's Last Resources” (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador).
[Nota
para los lectores: Como la mayor parte de este texto se basa en un solo
documento International Energy Outlook 2013, puse menos hipervínculos a
las fuentes que es usual en mis artículos. El informe en sí puede ser
visto aquí
Copyright 2013 Michael T. Klare
© 2013 TomDispatch. All rights reserved.
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