El rescate necesario de la
sensibilidad ecológico-social
2013-09-06
Del 19 al 23 de agosto se celebró en la ciudad de Copenhage el XIX
Congreso internacional de la Psicología
Analítica de C.G. Jung, en el cual
participé. Había cerca de 700 junguianos, venidos de todas las partes del
mundo,
hasta de Siberia, China y Corea. En su gran mayoría analistas
experimentados, muchos de ellos autores de libros
relevantes en este área.
Predominó una tónica: la necesidad de la psicología en general y de la
analítica junguiana en particular de abrirse a lo comunitario, a lo social y
a lo ecológico.
Esta preocupación sale al encuentro del propio pensamiento de C.G. Jung,
Para él la psicología no tenía fronteras entre cosmos y vida, entre biología
y espíritu, entre cuerpo y mente, entre consciente e inconsciente, entre
individual y colectivo. La psicología tenía que ver con la vida en su
totalidad, en su dimensión racional e irracional, simbólica y virtual,
individual y social, terrenal y cósmica y en sus aspectos sombríos y
luminosos. Por eso le interesaba todo: los fenómenos esotéricos, la alquimia,
la parapsicología, el espiritismo, los platillos volantes, la filosofía, la
teología, la mística occidental y oriental, los pueblos originarios y las
teorías científicas más avanzadas. Sabía articular estos saberes descubriendo
conexiones ocultas que revelaban dimensiones sorprendentes de la realidad. De
todo sabía sacar lecciones, hipótesis, y abrir posibles ventanas sobre la
realidad. Por eso, no cabía en ninguna disciplina, motivo por el cual muchos
lo ridicularizaban.
Esta visión holística y sistémica necesitamos hacerla hoy hegemónica en
nuestra lectura de la realidad. En caso contrario, quedamos rehenes de
visiones fragmentadas que pierden el horizonte del todo. En esta diligencia
Jung es un interlocutor privilegiado, particularmente en el rescate de la
razón sensible.
Suyo fue el mérito de haber valorizado e intentado descifrar el mensaje
escondido en los mitos. Estos constituyen el lenguaje del inconsciente
colectivo. Este posee relativa autonomía. Nos posee a nosotros más de lo que
nosotros lo poseemos a él. Cada uno es más pensado de lo que propiamente
piensa. El órgano que capta el significado de los mitos, de los símbolos y de
los grandes sueños es la razón sensible o la razón cordial. Ésta ha sido
colocada bajo sospecha en la modernidad pues podría oscurecer la objetividad
del pensamiento. Jung siempre fue crítico del uso exacerbado de la razón
instrumental-analítica pues cerraba muchas ventanas del alma.
Es conocido el diálogo que en 1924-1925 mantuvo Jung con un indígena de la
tribu Pueblo en Nuevo México. Este indígena pensaba que los blancos estaban
locos. Jung le preguntó por qué los blancos estarían locos. A lo que el
indígena respondió: “Ellos dicen que piensan con la cabeza”.
“Claro que piensan con la cabeza”, replico Jung, “¿cómo
piensan ustedes?”, preguntó. Y el indígena, sorprendido, respondió:
“Nosotros pensamos aquí” y señaló el corazón (Memórias,
Sonhos, Reflexões, p. 233).
Este hecho transformó el pensamiento de Jung. Entendió que los europeos
habían conquistado el mundo con la cabeza pero habían perdido la capacidad de
pensar y sentir con el corazón y de vivir a través del alma.
Lógicamente no se trata de abdicar de la razón –lo que sería una
pérdida para todos– sino de rechazar el estrechamiento de su capacidad
de comprender. Es preciso considerar lo sensible y lo cordial como elementos
centrales en el acto de conocimiento. Permiten captar valores y sentidos
presentes en la profundidad del sentido común. La mente es siempre
incorporada, por lo tanto, impregnada de sensibilidad y no sólo cerebrizada.
En sus Memorias dice: “hay tantas cosas que me llenan: las
plantas, los animales, las nubes, el día, la noche y el eterno presente en
los seres humanos. Cuanto más incierto me siento sobre mí mismo, más crece en
mí el sentimiento de mi parentesco con todo” ( 361).
El drama del ser humano actual es haber perdido la capacidad de vivir un
sentimiento de pertenencia, cosa que las religiones han garantizado siempre.
Lo que se opone a la religión no es el ateísmo o la negación de la divinidad.
Lo que se opone es la incapacidad de ligarse y religarse con todas las cosas.
Hoy las personas están desenraizadas, desconectadas de la Tierra y del ánima,
que es la expresión de la sensibilidad y de la espiritualidad.
Para Jung el gran problema actual es de naturaleza psicológica. No de la
psicología entendida como disciplina o solamente como dimensión de la psique.
Sino de la psicología en sentido integrador, como la totalidad de la vida y
del universo en cuanto percibidos y articulados con el ser humano. Y en este
sentido escribe: “Es mi más profunda convicción que, a partir de ahora,
hasta un futuro indeterminado, el verdadero problema es de orden psicológico.
El alma es el padre y la madre de todas las dificultades no resueltas que
lanzamos en dirección al cielo” (Cartas III, 243).
Si no rescatamos hoy la razón sensible, que es una dimensión esencial del
alma, difícilmente nos movilizaremos para respetar la alteridad de los seres,
amar a la Madre Tierra con todos sus ecosistemas y para vivir la compasión
con los que sufren en la naturaleza y en la humanidad.
Leonardo
Boff