Comunicación y sistemas operativos: agentes de cambio de la psique humana
La comunicación es el elemento fundamental de la
naturaleza humana, motor y factor de cambio que nos impulsa a ir por más
y que, materializada en la tecnología, nos revela nuevos caminos
mentales para superar la limitaciones de la realidad.
¿Cuál es el hecho fundamental de la
naturaleza humana? ¿Cuál el elemento irrenunciable que de algún modo nos
define y nos explica? Las respuestas a estas preguntas han sido
diversas, en buena medida dependiendo del momento histórico y de la
persona que las ha formulado. Para algunos, por ejemplo, la empatía es
el núcleo de nuestra humanidad, aquello que determinó el salto evolutivo
decisivo que la distinguió del resto del mundo natural. Para otros, se
trata de la conciencia de la muerte y el consecuente culto a los
muertos.
Sin embargo, la teoría más convincente
al respecto, la que remonta lo más posible a esa condición última que
nos constituye como seres humanos, como personas y como sujetos, es
indudablemente la comunicación, la necesidad de comunicarnos con el otro
como el recurso de supervivencia más efectivo para nuestra endeble
especie. Lévi-Strauss consideraba que el lenguaje surgió como la única
forma de hacer explícita la prohibición del incesto. Y más o menos en la
misma época su compatriota Jacques Lacan aseguraba que aprendemos a
hablar porque nos encontramos en falta perpetua, porque como seres
definitivamente incompletos necesitamos dar cuerpo por medio de la
palabra a eso que creemos que necesitamos. En otro campo, Jürgen
Habermas ha hecho también de la comunicación el fundamento de su amplia
teoría sobre el funcionamiento de las sociedades humanas.
Así, la comunicación se encuentra en el
lamento de hambre que expresa un recién nacido y la transformación de
éste en una serie de palabras concretas. Comunicación es la carta de
amor desesperado que el amante envía con el deseo pleno de obtener
respuesta. Comunicación es el estudio que se publica sobre tal o cual
asunto cuyo conocimiento no está consumado o no se había considerado de
esa otra forma. Comunicación, en suma, es una suerte de canal por donde
transitan nuestras inquietudes y nuestros impulsos, donde estos toman
forma, el primer paso y el elemento persistente de todo esfuerzo
transformativo de la realidad.
De ahí también los vínculos entre sujeto
y comunidad, recíprocos y mutuos, que son inherentes del acto
comunicativo. La comunicación es un proceso incesante de cambio que
involucra al sujeto, a la sociedad y a la comunicación misma, un
circuito que se renueva cotidiana e incesantemente.
Con la invención de la imprenta, por
ejemplo, la comunicación escrita se modificó para siempre en la
historia, prácticas de escritura y de lectura que habían sido comunes
durante siglos comenzaron a desaparecer paulatinamente, pero al mismo
tiempo se dio paso al surgimiento de nuevas, que a su vez propiciaron
otras formas de interacción con el mundo. Cuando, por ejemplo, surgieron
los signos de puntuación, cuando surgió el espacio entre líneas y entre
párrafos, cuando la producción de libros comenzó a facilitarse y
masificarse, inevitablemente la forma de leer cambió: se hizo
silenciosa, personal, y con ello se modificó también nuestra forma de
acercarnos al estudio, al conocimiento, y con el tiempo es posible que
igualmente los caminos de nuestros pensamiento, los procesos mentales
por los cuales se genera una idea, un recuerdo, la experiencia singular
de lo leído.
Asimismo, otros inventos tanto o más
importantes como el telégrafo y el teléfono generaron nuevas formas de
acercamiento. Como cuando Colón y los grandes exploradores renacentistas
arribaron al Nuevo Mundo, estas dos invenciones volvieron a hacer
asequible la distancia: de nuevo todo se encontraba a un paso —y quizá
también, como entonces, a la espera de ser descubierto.
Y es que quizá esa cualidad de la
comunicación sea la que nos otorga una de las partes más importantes de
nuestra condición humana. Que nos mueve a descubrir, a explorar, a
pensar en las posibilidades de la realidad y no sólo en la realidad en
sí misma. Bell inventó el teléfono, es cierto, pero una vez que éste se
hizo presente en el mundo, una vez que fue posible hablar con otra
persona que se encontraba a cientos o miles de kilómetros de distancia,
al mismo tiempo se revelaron los límites de esta genialidad, y con ellos
la necesidad de superarlos.
En este sentido, la telefonía móvil
puede considerarse un ejemplo de este ir más allá que busca suprimir
cualquier barrera. Una vez que nuestro cerebro elimina, por ejemplo, el
factor distancia para poder comunicarse con alguien, ¿no abre al mismo
tiempo otra vía para otros ámbitos de acción? ¿Por qué si puedo hablar
con alguien en otro país no podría hacerlo también mientras voy
caminando por la calle?
Actualmente incluso más que eso: Windows
Phone, por ejemplo, está diseñado para aprovechar al máximo las redes
sociales, Facebook, Twitter, Windows Live, LinkedIn y otras como Skype,
en nuestra época son herramientas indispensables, tanto en un sentido
personal, para mantenernos en contacto con amigos y seres queridos, como
en las muchas ramificaciones contemporáneas del ámbito profesional. En
este sentido, el mosaico ‘Yo’ es el desarrollo más atractivo de Windows
Phone, pues recolecta en un solo sitio la información y las
actualizaciones de tus redes, función que además se sintoniza con tu
directorio de contactos, convirtiéndote en una especie de nodo
permanentemente actualizado, ya que sabes, en tiempo real, lo que está
sucediendo en todos los demás puntos de la red –puedes saber en todo
momento qué está ocurriendo con tus amigos.
El sistema operativo es reflejo de
nuestra psique, imagen y semejanza de la manera en que opera nuestro
cerebro y a su vez de las proyecciones que desde nuestra mente arrojamos
al mundo. En el caso del Nokia Lumia 925,
su sistema operativo Windows Phone 8 se complementa a la perfección con
sus avanzadas funciones, de modo tal que comando y acción son uno, del
mismo modo en que nuestro cerebro y nuestro cuerpo operan armónicamente
en las tareas más imprescindibles.
Así, la tecnología es la materialización
de ese movimiento múltiple de cambio y adaptación que representa para
nuestro cerebro el surgimiento de lo nuevo. Al tener recursos
tecnológicos se libera espacio para, en lugar de hospedar datos, formar
patrones y leer el mundo de una manera más amplia. En cierto sentido,
nuestra mente se extiende al mundo por medio de los recursos
tecnológicos que se generan por su trabajo de inicio invisible. La
tecnología llega ahí donde antes sólo la magia podía tender trinchera:
no sólo extiende la mente al mundo, hace de la mente y del pensamiento
un proceso de intimidad compartida. Recordemos que el mismo dios que
enseñó al hombre la escritura, Thoth (Mercurio, el dios de la
comunicación), una de las primeras tecnologías, es también el dios de la
magia, el hermetismo y la alquimia.
Hace unos años nos sorprendió la
posibilidad de hablar por teléfono sin que éste estuviera fijo a un
cableado. Ahora, en contraste, nos parece muy natural que en un
dispositivo en apariencia similar, equivalente, podamos navegar por
Internet, compartir imágenes y videos, encontrar la calle adonde nos
dirigimos y aun entretenernos escuchando música o jugando videojuegos,
que para nosotros son sencillos, pero que otras generaciones
considerarían difíciles.
Y no es que todo esto no lo sea, ni que,
como a veces se dice, ahora la tecnología esté minando nuestra
capacidad de asombro, sino parece más bien que hemos migrado hacia la
naturalidad como el primer recurso mediante el cual hacemos nuestras
estas transformaciones de la comunicación. Una naturalidad que
paralelamente nos hacer ver que, en efecto, nuestra mente se despoja
cada vez más con mayor determinación de la noción de límite para, a
cambio, encontrarse con el horizonte abierto de la posibilidad infinita.