Revisitando el significado de lo psíquico y rastreando sus orígenes
en la filosofía griega, descubrimos un marco conceptual más amplio e
incluyente para nuestro acercamiento a lo intangible.
En la actualidad el término “psíquico”
ha llegado a significar, generalmente en una acepción peyorativa, una
percepción sobrenatural, paranormal, mágica o extrasensorial o una
persona que accede a una percepción de este tipo. Psíquicos son aquellas
personas que se anuncian en volantes baratos o en canales de cable en
las altas horas de la noche en “hotlines” que prometen arreglar nuestros
problemas y dar dirección a nuestra vida a cambio de dinero en una sola
entrevista por medio de vagas aseveraciones. O por la ciencia
establecida, lo “psíquico” es generalmente la delusión de algunos
investigadores que creen que existen cosas como la telepatía, la
telekinesis, la precognición, la visión remota, etc., sin tener ninguna
evidencia que se ajuste a su paradigma.
“Todos somos psíquicos“ es
lo que sostiene de manera provocativa David Metcalfe, quien en los
últimos años se ha dedicado a investigar sobre todo la forma en la que
se investigan los fenómenos que popularmente llamamos “psíquicos”, desde
la trinchera de la academia que suele descartar no sólo su realidad,
sino su posibilidad de realidad y desde la visión de aquellos
investigadores que se mueven en la periferia. Esta labor que hoy en día
podría ser considerada poco prestigiosa, en su momento fue merecedora
del alta estima de varios ganadores del Premio Nobel y del reconocido
psicólogo de Harvard, Henry James, quienes formaron la Society for Psychical Research
(la cual tuvo resultados mixtos, y ciertamente motivó posteriores
investigaciones). Como bien apunta Metcalfe, en ese entonces los
científicos estaban aún bien entrenados en griego y latín y sabían
claramente el significado y origen de la palabra psíquico. Psíquico o
aquello relativo a la psique, que proviene del griego psukhē, que
significa aliento o alma. Y es que tanto alma, como espíritu y psique
están relacionados con el aliento o la respiración, suscribiendo a la
visión antigua de que el cuerpo era animado por una especie de impulso
vital. En diversas religiones se encuentra una imagen similar en la
creación del hombre: que se da a través del soplo de vida. La psique o
lo psíquico luego pasó a significar lo mental o aquello que unifica los
procesos mentales –de aquí degeneró al significado actual que lo vincula
con lo paranormal o extrasensorial.
Francis E. Peters explica el Fedón de Platón en su Greek Philosophical Terms. A Historical Lexicon:
El fin de la vida (y
la definición de la filosofía) es una purificación (catarsis) que es
una preparación para la muerte y el regreso del alma a su hábitat
natural. Asociada con este conjunto de ideas, surge la teoría de la
reminiscencia (o anamnesis) la cual lleva a Platón a una serie de nuevas
consideraciones. En el Fedón, la anamnesis repentinamente logra el
nivel de episteme (conocimiento) y aquello que es recordado no son los
detalles de otra vida sino del conocimiento de las Formas (eide). La
psique es la facultad por la que conocemos las eide y esto debido a que
el alma es más afín a las eide y como ellas inmortal, inmaterial e
invisible.
Entonces decir que todos somos psíquicos
sobre todo supone decir que todos tenemos o participamos en las
facultades del alma, que podemos conocer el ser intangible, que, en
tanto se sostiene o se cree que somos almas, podemos conocernos a
nosotros mismos y al mundo que nos rodea –el cual, según la filosofía
platónica, es un reflejo del mundo espiritual. Ser psíquicos es
participar del aliento vital, de la fuerza numinosa que existe en la
naturaleza…respirar.
La deslegitimación que le ha sobrevenido
a lo “psíquico” dentro de los círculos de conocimiento oficial es
quizás un reflejo del materialismo de la ciencia. La explicación
dominante para todo tipo de fenómenos que invocan lo “psíquico” es que
son resultados solamente de la complejidad de la materia que genera la
conciencia, y la cual es, a su vez, capaz de tener todo tipo de
percepciones irreales, alucinatorias. Por otro lado es entendible que la
ciencia se aleje del alma, ya que ésta es “inmaterial e invisible” y la
ciencia sólo se ocupa de lo material y visible y comprobable dentro de
un método de conocimiento –aunque no por esto tendría que negar su
existencia.
El interés aquí, me parece, yace no en
postular la existencia de lo psíquico apoyándose solamente en un
tecnisismo –en decir que todos tenemos aliento vital, por lo tanto—, sino en recapitular nuestra relación con lo que no entendemos. David Metclafe, ha titulado un seminario web que reflexiona sobre estas cuestiones “Todos somos psíquicos“,
como una provocación dirigida al escéptico y una reafirmación motivante
del que quiere creer, “para entender la simple idea de que todos somos
psíquicos… debemos redescubrir el ser intangible”. Ya sea que aquello
que somos sea un alma (o una fuerza numinosa sutil), una idea o una
ilusión que se forma en nuestro cerebro, subproducto de la
autorreflexión de la materia, lo cierto es que el ser es elusivo,
especialmente para nuestra percepción racional que busca definirlo casi
numéricamente.
Todos somos psíquicos, a fin de
cuentas porque compartimos las mismas facultades mentales (o del alma) y
si cosas como la telepatía o la precognición existen deben ser
naturales (nada no lo es), deben ser accesibles a todos, deben ser parte
del tejido del universo, un tejido intrincado e inextiricable entre
mente y materia.