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Socio-Política: El HAARP y la bomba del arco iris
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De: kuki (Mensaje original) |
Enviado: 28/02/2014 04:08 |
El HAARP y la bomba del arco iris: cómo acabar con la civilización moderna en menos de un segundo.
Existe al menos una manera de terminar con la sociedad que conocemos y enviarnos de vuelta al siglo XIX. Sí, el HAARP tiene algo que ver, pero no lo que muchos creen.
El 9 de julio de 1962, los Estados Unidos realizaban una prueba nuclear en el espacio exterior con el nombre en clave Starfish Prime: hicieron estallar una carga termonuclear de 1,44 megatones propulsada mediante un cohete Thor a 400 km sobre el Océano Pacífico.
Por aquellos tiempos ya se sabía que las explosiones atómicas a gran
altitud no pueden causar daños directos en tierra, pero presentan unas
propiedades especiales que fueron un secreto absoluto durante más de
treinta años, hasta el extremo de convertirse en un arma clave para la
guerra nuclear sin que el público tuviera ningún conocimiento de ello.
Los físicos sí que se lo imaginaban aunque, naturalmente, no dispusieran
de los medios para realizar el experimento, que caía dentro de las
atribuciones exclusivas de sus compañeros al servicio de las fuerzas
armadas. Aunque a partir de 1981 se publicaron numerosos artículos en Science y otras revistas científicas revisadas por pares,
fue sólo tras el final de la Guerra Fría –cuando sus posibilidades eran
ya un secreto a voces en el mundo académico– que se empezó a hablar
públicamente de la cuestión.
“Eran los daños causados por el EMP, tanto como los
debidos a la explosión, el fuego y la radiactividad, lo que ensombrecía
todos los estudios detallados sobre la posibilidad de recuperarse
después de una guerra nuclear. Sin disponer de esencialmente nada
eléctrico o electrónico, incluso en remotas áreas rurales, parecía
sorprendentemente difícil que América pudiese recuperarse. La América
posterior al ataque, en todos estos estudios, quedaba anclada a
principios del siglo XX hasta que pudieran adquirirse en el extranjero
equipos eléctricos y componentes electrónicos. Por razones obvias, todo
el tema EMP era alto secreto y los seguimientos del Congreso se
efectuaban a puerta cerrada. De hecho, esta es la primera sesión de
seguimiento a puertas abiertas que recuerdo”
–Dr. Lowell Wood, director de proyectos avanzados en los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore,
en audiencia ante el Congreso de los Estados Unidos, el 7 de octubre de 1999.
No se lo dijeron a nadie, pero Starfish Prime modificó el campo
magnético de la Tierra –específicamente, el cinturón interior de Van
Allen– y creó un cinturón de radiación a su alrededor que dañó tres
satélites. Durante muchos años, hubo que construir los satélites
artificales con mayor blindaje debido a este hecho. De manera más
notoria, ocurrieron cosas extrañas en las Islas Hawaii, situadas a casi
mil quinientos kilómetros de distancia: se fundieron misteriosamente
trescientas farolas del alumbrado urbano, se dispararon cientos de
alarmas contra robo e incendio aunque no hubiera llegado ni la más
mínima vibración, y el enlace interinsular de microondas de una compañía
telefónica se quemó. Estas averías fueron reparadas rápidamente, sin
dar ninguna explicación.
La Unión Soviética protestó, como era de esperar, aunque sólo uno de sus
satélites había resultado afectado marginalmente. Lo que no dijeron los
rusos es que ellos tenían ya preparada sus propias pruebas para apenas
tres meses después, relacionadas con el estudio de la Defensa
Antibalística de Moscú: la serie K, que se hizo estallar en Kazajistán
entre octubre y noviembre de 1962, con cinco cargas de hasta 300
kilotones. La tercera prueba de la serie, denominada poco
imaginativamente K-3, detonó el 22 de octubre a 290 kilómetros de
altitud, no muy lejos de la vertical de Jezkazgan,
mientras el resto del mundo andaba ocupado con la Crisis de los Misiles
de Cuba. Los científicos soviéticos monitorizaban muy discretamente una
línea telefónica aérea de 570 km para medir los efectos de aquella
energía secreta que parecía hacer cosas a los sistemas eléctricos
a distancias enormes; para ello, la habían dividido en varios sectores
de 70 u 80 km., instrumentados independientemente.
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:11 |
Se puede imaginar su estupor cuando los 570 km quedaron fritos con
corrientes de 1.500 a 3.400 amperios, con todos sus fusibles y
disyuntores a gas, y con ellos toda la red de líneas secundarias. No
sólo eso: también se incendió violentamente la central eléctrica de
Karaganda, mientras 1.500 km de cables eléctricos subterráneos entre
Astana y Almaty quedaban fuera de servicio, además de una cantidad
incontable de daños menores. De nuevo, aquella energía secreta invisible
e imperceptible había demostrado su capacidad de dañar gravemente la
infraestructura civil y militar a distancias enormes mediante la
sobrecarga masiva de los sistemas eléctricos y electrónicos radicalmente
indispensables para cualquier forma de sociedad tecnificada.
Al año siguiente, los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron el
Tratado de Limitación Parcial de las Pruebas Nucleares, prohibiendo
todos los ensayos excepto los subterráneos, que después suscribiríamos
hasta 123 países. La razón fundamental de este tratado fue reducir la
cantidad de lluvia radiactiva que estaba ya contaminando toda la Tierra
debido a las 331 pruebas atmosféricas norteamericanas, las 200
soviéticas y las decenas de Francia, el Reino Unido y China. Y eso
estuvo bien. Aunque también hubo otra razón menos confesable: mantener
esta fuerza secreta en la oscuridad, lejos del alcance de cualquier futura potencia nuclear.
Pero, ¿de qué se trataba? ¿Qué clase de fuerza extraordinaria es esta
que puede destruir el sustrato más básico de la civilización tecnológica
contemporánea a lo largo y ancho de todo un continente, después de una
explosión nuclear en el espacio exterior que ni siquiera llega a verse y
mucho menos notarse desde tierra? Porque este arma sólo deja como
prueba de su presencia unas luces multicolores bellísimas, muy altas en
el cielo, que son en realidad auroras boreales: las luces del fin del
mundo. Por eso la llaman la bomba del arco iris.
El pulso electromagnético de gran altitud (HEMP).
Cuando se produce un pico súbito de energía electromagnética, durante un
periodo muy corto de tiempo, decimos que se trata de un pulso electromagnético. Podríamos afirmar que, por ejemplo, un rayo o un relámpago causan pulsos electromagnéticos naturales.
Ya en 1945, durante las primeras pruebas nucleares en Nevada, se
blindaron por partida doble los equipos electrónicos porque Enrico Fermi
se esperaba alguna clase de pulso de estas características generado por
aquellas bombas atómicas primitivas. A pesar de este blindaje,
numerosos registros resultaron dañados o destruidos. Lo mismo les
ocurrió a los soviéticos y los británicos, que llamaban a este efecto radioflash.
Lo que ocurre es que, en una bomba atómica que estalla cerca del suelo,
el pulso electromagnético es pequeño, tiene poco alcance y en general
queda dentro del área de destrucción térmica y cinética ocasionada por
el arma, con lo que no se detecta a primera vista. Pero en un explosivo
atómico que detona fuera de la atmósfera terrestre, en el espacio
exterior, este efecto es muy distinto y resulta amplificado a gran
escala por el propio campo magnético natural terrestre. ¿Cómo es esto
posible?
Buena parte de la energía de una carga atómica se libera en forma de rayos gamma
instantáneos. Los rayos gamma no son otra cosa que una forma de energía
electromagnética de alta frecuencia; esto es, fotones como los que, a
frecuencias menores, componen la luz, las ondas de radio o los rayos X.
Su emisión es característica en los procesos que afectan al núcleo de
los átomos o las partículas subatómicas que los forman. En una explosión
nuclear, por tanto, se producen masivamente.
Dentro de la atmósfera terrestre, los rayos gamma resultan absorbidos
rápidamente por los átomos del aire, produciendo calor; parte de la
devastadora energía termocinética que caracteriza a las armas atómicas
se debe precisamente a esta razón. Pero fuera de la atmósfera terrestre,
esta absorción no se produce, porque no hay aire ni nada digno de
mención que se cruce en su camino: a efectos macroscópicos, viajan por
el vacío. Y siguen haciéndolo a la velocidad de la luz, hasta volverse
imperceptibles en la radiación de fondo. Algunos de los objetos más
lejanos que conocemos son los brotes de rayos gamma,
en el espacio profundo, precisamente porque esta radiación puede
desplazarse sin muchas molestias a lo largo y ancho de todo el universo.
Sin embargo, en una detonación próxima a la Tierra, la parte de esta
radiación gamma que enfoca hacia el planeta viaja a la velocidad de la
luz hasta alcanzar las capas exteriores de la atmósfera. Si se ha
producido lo bastante cerca (típicamente, entre cien y mil kilómetros),
esta esfera de radiación gamma en expansión no habrá llegado a disiparse
mucho y billones de estos fotones de alta frecuencia chocan con los
átomos del aire, a entre 20 y 40 km de altitud, cubriendo la extensión
de un continente e incluso más. Entonces, se producen dos efectos
curiosos.
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:13 |
El primero es que los átomos de la atmósfera resultan excitados y se
ponen a liberar gran cantidad de electrones libres de alta energía, por efecto Compton.
A continuación, estos electrones resultan atrapados por las líneas
magnéticas del campo terrestre y se ponen a girar en espiral en torno a
las mismas. El resultado es una especie de "dinamo" gigantesca, del
tamaño del planeta, con un "bobinado" (los electrones libres capturados)
que gira a la velocidad de la luz.
No giran mucho tiempo, pero da igual. Como consecuencia, se produce un
inmenso pulso electromagnético que carga de grandes cantidades de
electricidad el aire circundante y la tierra que está a sus pies. Estas
cargas eléctricas ionizan intensamente la atmósfera, causando las
bellísimas auroras boreales que dan nombre a la bomba del arco iris,
y a continuación se abalanzan sobre todo lo que esté a su alcance con
un potencial de decenas e incluso cientos de miles de voltios/metro.
Especialmente, sobre los sistemas eléctricos y electrónicos.
Típicamente, el pulso así generado tiene tres componentes, denominados
–de manera igualmente poco creativa– E1, E2 y E3. Ninguno de ellos tiene
la capacidad de dañar de manera significativa a la materia corriente o a
las personas. El E3 es un pulso muy lento, con decenas a cientos de
segundos de duración, ocasionando un efecto parecido al de una tormentas geomagnética
muy severa; tiende a deteriorar o dañar las grandes líneas eléctricas y
sus transformadores. El E2 es muy parecido al ocasionado por el
relámpago, y resulta fácilmente neutralizado por los pararrayos y otras
protecciones similares contra embalamientos energéticos. El E1, en
cambio, es brutalmente rápido, casi instantáneo, y transporta grandes
cantidades de energía electromagnética; por ello, es capaz de superar
las protecciones corrientes contra rayos y otras sobrecargas, induciendo
corrientes enormes, miles de amperios, en los circuitos eléctricos y
electrónicos que quedan a su alcance: miles de kilómetros de alcance.
El resultado es sencillo: los circuitos, simplemente, se fríen de modo
instantáneo por todo el continente. Esto sucede sobre todo en aquellos
que están conectados a antenas (pues una antena capta tanta energía
electromagnética del aire como puede) y a líneas que actúen de antena
(por ejemplo, los propios cables de la red eléctrica). Pero se ha
documentado también muchas veces en circuitos apagados y desconectados,
pues el pulso es lo bastante intenso para inducir corriente en su
interior.
Los microchips de alta integración en los que se basa toda nuestra
tecnología presente, desde las grandes instalaciones industriales y
energéticas hasta los aparatejos que nos compramos continuamente, son
especialmente frágiles ante el componente E1 del pulso electromagnético,
que quema con facilidad las uniones P-N por embalamiento térmico, tanto
más cuanto más pequeños sean sus componentes. La subsiguiente
dislocación de los sistemas SCADA, los controladores PLC y otros
elementos clave de los sistemas que garantizan los servicios de la
civilización actual puede poner fácilmente a una sociedad contemporánea
de rodillas durante las primeras fracciones de segundo de un ataque así,
incluso mucho antes de que empiece la guerra de verdad... en caso de que haga falta después de algo así.
Se ha documentado que esta clase de circuitos pueden quedar dislocados
con pulsos de 1.000 voltios/metro y la mayoría de ellos resultan
destruidos por debajo de 4.000 voltios/metro. Un arma nuclear detonando
en el espacio para generar pulsos electromagnéticos puede barrer
fácilmente un continente entero con un potencial de entre 6.000 y 50.000
voltios/metro, incluso con potencias explosivas muy bajas, por debajo de 10 kilotones,
menos que la primitiva bomba de Hiroshima. Aunque la documentación
pública al respecto es ciertamente críptica, parece como si el
componente E1 fuese en gran medida independiente de la energía total
liberada por el arma (a diferencia del E3, que es directamente
proporcional).
Debido a la distribución característica de las lineas del campo
magnético terrestre, y dado que la generación del pulso es totalmente
dependiente de las mismas, su intensidad está relacionada con la
latitud. El pulso tiende a ser débil cerca del ecuador e intenso en las
latitudes intermedias donde se hallan Europa, Estados Unidos, China,
Japón y las áreas más habitables de Canadá y Rusia. Su impacto sería
mucho más notorio en sociedades altamente urbanas e industrializadas y
menor en las zonas agrícolas subdesarrolladas o en vías de desarrollo.
Las ciudades, que dependen de una infinidad de servicios garantizados
por estas tecnologías y son prácticamente inhabitables en ausencia de
los mismos, sufrirían de manera particular. Toda gran urbe depende de
sus suministros y su pujanza económica; la capacidad del pulso
electromagnético inducido para desarticular los suministros y suprimir
la actividad económica les resultaría letal.
Esto último nos hace observar un hecho singular: las armas de pulso
electromagnético podrían ser una opción extraordinariamente interesante
para países que se sientan en condiciones de inferioridad tecnológica o
industrial respecto a un adversario. En un intercambio de bombas del arco iris,
el bando más tecnificado e industrializado sufriría daños y
dislocaciones de sus infraestructuras esenciales mucho mayor que el
bando menos dependiente de la tecnología avanzada. Si las armas
nucleares tienen en general una capacidad igualadora importante,
las de pulso electromagnético llevan esta capacidad al extremo.
Hipotéticamente, una nación agrícola atrasada y anclada a principios del
siglo XIX no sufriría ningún daño por un ataque de estas
características, mientras que una nación sofisticada, urbanita y
avanzada sufriría pérdidas inmensas y correría grave riesgo de
aniquilación.
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:15 |
Efectos del HEMP.
“Los automóviles modernos dependen de los semiconductores
y los microprocesadores; la posibilidad de que sufran daños
catastróficos es, por tanto, extrema. Ninguno de los sistemas militares
desprotegidos que hemos sometido a pruebas soportaba más de 10.000
voltios por metro [...] Las tormentas solares, de potencia muy inferior a
esta distancia, han provocado cortes de electricidad muy severos.
Existen múltiples razones para creer que las partes de nuestros sistemas
de comunicaciones basadas en semiconductores, es decir su práctica
totalidad, serían extremadamente vulnerables a un ataque EMP. Es
razonable afirmar que muchos, si no todos los sistemas informáticos
modernos expuestos a campos EMP de 50.000 voltios por metro, desde los
portátiles hasta los grandes sistemas, dejarían de funcionar como
mínimo. Y la mayoría de ellos se quemarían. Cualquier arma nuclear de
cualquier tipo [generará EMP si se detona a la altitud adecuada]”
–Dr. Lowell Wood, op.cit.
Durante un intenso ataque de pulso electromagnético de gran
altitud (HEMP) un ciudadano corriente sólo notaría al principio que se
ha ido la luz. Su sorpresa aumentaría al mirar su reloj (digital) de
pulsera, querer usar el teléfono, encender su portátil o descubrir que
al menos una parte de los coches y camiones han dejado de funcionar
repentinamente y están formando grandes atascos: nada parece estar
operativo. En muchas ciudades, que dependen de bombas para el correcto
funcionamiento de la red de aguas potables, la presión de los grifos
comenzaría a descender (y en otros puntos aumentar, hasta el extremo de
reventar las tuberías). El personal de mantenimiento o emergencias que
acudiera a reparar las averías e incendios descubriría que sus propios
instrumentos están dañados y al menos una parte de sus vehículos
inutilizados.
Así reducido ya al estado de un campesino del siglo XIX sin saberlo, es
posible que nuestro amigo o amiga pasara sus primeras horas esperando a
ver si vuelve la corriente, leyendo a la luz de las velas, jugando con
los niños o bajando al bar (donde no funciona ni la cafetera, ni la
cocina) para echar la partida sin luz. En este momento, su vida sería
aún parecida a quienes experimentaron algún gran apagón como este, este o este otro.
Quienes trabajen o estudien lejos de sus casas tendrían muchos
problemas para regresar, y es probable que debieran hacerlo a pie.
Puede que su nerviosismo comenzara a aumentar a la mañana siguiente, al
descubrir que todo sigue sin funcionar, que los alimentos del
refrigerador comienzan a estropearse y que los cajeros automáticos
continúan muertos. Trata de conseguir una radio a pilas, se dirige a la
comisaría más próxima o a la junta de distrito a preguntar. Nadie sabe
gran cosa. Corre el rumor de que ha habido una guerra. Los supermercados
y la mayoría de comercios, desprovistos de cajas registradoras,
suministros diarios y controles de stock y personal están en su mayoría
cerrados a cal y canto; sólo quedan abiertos algunos pequeños
comerciantes, vendiendo el fondo de almacén y sacando las cuentas con
lápiz y papel. Se pasa por el trabajo, donde le dicen que no hay nada
que hacer hasta que vuelva la luz. Los niños siguen yendo al colegio (si
viven cerca), pues para dar clase sólo se precisa tiza y pizarra, pero
los profesores andan un poco confundidos.
Cuando pasa por delante de un hospital, se encuentra con largas colas en
las puertas de urgencias. Aparentemente, tienen problemas para atender a
los enfermos, y no digamos ya cuando se precisa una intervención
quirúrgica. Oye decir que se les están agotando los medicamentos más
utilizados. Un poco asustado, busca una farmacia abierta para adquirir
los fármacos que usa la familia. No se los quieren vender sin receta, y
de todas formas algunos ya no quedan. Por todas partes hay vehículos
inútiles empujados malamente sobre las aceras y arcenes. Gracias a eso
pueden circular ahora unos pocos trastos viejos, anteriores a la era de
las centralitas digitales y el encendido electrónico. Pasa un arcaico
Land Rover de la Guardia Civil, pidiendo por megafonía a viandantes y
vecinos que permanezcan en sus casas siguiendo instrucciones de la
Delegación del Gobierno.
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:17 |
Nuestro ciudadano se asusta y decide regresar al hogar. Cuando pasa por
cerca de la estación del tren, observa que allí tienen luz eléctrica. Al
asomarse, descubre que han conectado una locomotora diésel-eléctrica
del año de la tos, a modo de generador. Las modernas máquinas
computerizadas para los AVEs y Alaris y demás redes de velocidad alta,
en cambio, parecen estar inutilizadas.
En unos pocos días, a nuestro ciudadano ya no le queda comida, ni
medicamentos, y el agua potable es de dudosa salubridad. La electricidad
sigue sin regresar, pues las fábricas que debían construir los
repuestos para hacer millones de reparaciones a gran escala también
están destruidas. Se habla de que van a evacuar a la gente al campo.
Pero, ¿en qué campos van a meter a los millones de habitantes de las
ciudades? Desde la terraza, ve cómo se van formando las primeras colas
de refugiados. Sólo entonces comprende que su vida y la de los suyos ha
cambiado para siempre, propulsados a un mundo antiguo donde, realmente,
ya no sabe cómo sobrevivir.
Esto no son hipótesis. Este es el tipo de daño que vemos
en los transformadores durante las tormentas geomagnéticas. Una
tormenta geomagnética es una variante muy suave, muy sutil, del llamado
componente lento del EMP [E3].
Así que cuando estos transformadores quedan sometidos al [E3],
básicamente se queman, no debido al propio EMP sino a la interación del
EMP con la operación normal del sistema eléctrico. Los transformadores
se queman y cuando se queman así, señor, ahí se quedan y no se pueden
reparar. Deben reemplazarse, como usted apuntó, desde fuentes
extranjeras. Los Estados Unidos, como parte de su ventaja competitiva,
ya no producen grandes transformadores eléctricos en ningún lugar. Toda
la producción está deslocalizada en el exterior.
Y cuando quiere usted uno nuevo, lo pide, y entonces hay que
fabricarlo y entregarlo. No se almacenan. No hay inventario. Se fabrica,
se embarca y se entrega por medios muy lentos y complejos porque son
objetos muy grandes y masivos. Vienen despacio. El retraso típico desde
que ordena usted uno hasta que lo tiene en servicio es de uno a dos
años, y eso es si todo sale estupendamente [y tiene usted dinero para
pagarlo.]
–Dr. Lowell Wood, en otra comparecencia ante el Senado de los EEUU, 2005.
Uso militar del HEMP: destruyendo la civilización a continentes.
“Los soviéticos planificaron un ataque EMP muy extenso
contra los Estados Unidos y otros objetivos [...] Un ataque así causaría
billones [europeos] de dólares en daños infraestructurales [...] A
finales de la Guerra Fría [...] sólo la Unión Soviética tenía la
capacidad de montar ataques EMP contra los Estados Unidos, y muy
probablemente lo haría como el primer golpe de una lucha a muerte
realizada con medios técnicos protegidos contra EMP. Las respuestas
indicadas a cualquier ataque EMP eran bien claras. La capacidad
soviética máxima para imponer esos ataques existe todavía en las fuerzas
estratégicas de la Federación Rusa, y predigo sin duda ninguna que
seguirá existiendo durante muchas décadas [...] Cualquier país
que disponga de un arma nuclear del tipo de las utilizadas en la II
Guerra Mundial [y un cohete capaz de transportarla al espacio] puede
realizar un ataque EMP.”
–Dr. Lowell Wood, op.cit. (1999)
Se ha postulado insistentemente que las armas de pulso electromagnético y otras aún más esotéricas como las de oscurecimiento
constituirían el compás de apertura de la guerra nuclear. Un país así
atacado a escala continental sufriría grave desarticulación de sus
sistemas defensivos, y muy especialmente en sus radares y
telecomunicaciones radioeléctricas. Pero, si bien todos los medios
militares que se pueden proteger suelen estar protegidos, su efecto
sobre la infraestructura civil resultaría tan devastador que un atacante
podría optar por utilizar únicamente esta técnica para asestar un golpe
terrible sin iniciar una guerra nuclear a gran escala.
Un solo cohete con una sola cabeza detonando en el espacio exterior,
lejos de cualquier sistema antimisil del presente o del futuro próximo,
puede provocar con facilidad esta clase de efectos a mayor o menor
nivel. Hace tiempo que los científicos rusos y chinos publican abiertamente
artículos sobre las posibilidades de construir armas de "súper-EMP",
diseñadas específicamente con objeto de llevar esta clase diferente de
destrucción a sus límites teóricos máximos. Para potencias que disponen
desde hace décadas de tecnología de armas nucleares avanzadas, misiles
balísticos y cohetes espaciales, el coste de tales opciones es
ridículamente bajo. Incluso países mucho más atrasados como Corea del
Norte podrían llevar a cabo un ataque de este tipo con éxito, lo que
seguramente explica algunas realidades presentes de la política
internacional.
Curiosamente, un ataque de pulso electromagnético sólo se puede realizar una vez, y luego hay que esperar a que la atmósfera se descargue
para repetirlo: cuando el aire está altamente ionizado por la
detonación precedente, los siguientes pulsos "se ponen a tierra" y no
hacen gran cosa. Por este mismo motivo se prefieren armas de fisión de
una sola etapa en vez de armas de fusión multietápicas, o se corre el
riesgo de que el pulso generado por la pequeña carga iniciadora debilite
los efectos de las siguientes etapas.
Por su capacidad para causar grandes daños en un área inmensa a un coste
ridículo, de manera difícilmente evitable y con la hipotética
posibilidad de desarticular por completo la sociedad atacada durante un
periodo de tiempo indeterminado, es muy probable que este tipo de armas
se utilizaran en cualquier conflicto que escalara al nivel nuclear.
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:19 |
Armas de pulso electromagnético no nucleares.
Se han postulado diversas armas electromagnéticas de alcance reducido,
con el propósito de realizar ataques selectivos contra una instalación o
vehículo determinados. Ya en 1951, Andrei Sajárov y su equipo
propusieron en la URSS un cierto generador por compresión de flujo mediante bombeo explosivo,
que fue reproducido poco después en el Laboratorio Nacional Los Álamos
estadoundense. Los generadores Marx usados en la investigación de los
efectos del pulso electromagnético constituyen otra posibilidad, aunque
son caros y voluminosos para una aplicación militar en el campo de
batalla. Un dispositivo llamado vircator puede
convertir con facilidad la energía producida por estos generadores en
fuertes pulsos locales, con un alcance de decenas o cientos de metros.
No se ha documentado con claridad el uso de este tipo de armas en
guerras reales, probablemente porque están envueltas en un velo de
secreto, los sistemas militares suelen estar protegidos contra pulsos y
las redes eléctricas civiles se suprimen con más facilidad y de manera
más selectiva mediante el uso de bombas de grafito.
Defensa contra pulsos electromagnéticos.
Es conceptualmente sencillo proteger una instalación o equipo contra
pulsos electromagnéticos, y en ocasiones hasta barato: si la defensa se
implementa en la fase de diseño, puede llegar a encarecer el producto
final en cantidades tan bajas como un 5% (aunque en otros casos llegue a
superar el 100%). Sin embargo, esto sólo es aplicable a determinadas
instalaciones y dispositivos, y una protección fuerte contra pulsos electromagnéticos militares presenta numerosos problemas de índole práctica (y económica).
Uno de estos problemas sustanciales radica en que, para proteger una
instalación o equipo contra esta clase de ataque, la única aproximación
verdaderamente eficaz consiste en encerrarlo en una caja o jaula de Faraday.
Sin embargo, una jaula de Faraday perfecta resulta más fácil de decir
que de hacer, sobre todo cuando hablamos de instalaciones voluminosas
como una central eléctrica o telefónica, una estación de transformación,
una refinería o una planta industrial. Entre otras cosas, requiere un
costoso mantenimiento constante, para evitar que la humedad, la
oxidación o incluso cosas como pequeños corrimientos de tierra que
generen grietas en el subsuelo dejen un "paso libre" al pulso.
Otro problema importante radica en que las propias redes (eléctrica,
telefónica, incluso la de aguas y alcantarillado...) pueden transportar
el pulso con facilidad al interior de la instalación o dispositivo. Todo
contacto con el exterior debe estar defendido con componentes
dieléctricos, fusibles o disyuntores ultrarrápidos –raros y caros, pues
como ya hemos mencionado las protecciones contra el rayo no sirven
contra el componente E1 del pulso– o, incluso, mediante el uso de
equipos totalmente autónomos situados dentro de la jaula.
Resulta especialmente complicado proteger los dispositivos provistos
–externa o internamente– de antenas o de cableados o circuitos que
actúen como una antena, dado que la naturaleza de las mismas es
precisamente captar tanta energía electromagnética de la atmósfera como
sea posible. Esta clase de aparatos quedarán destruidos con facilidad
durante un ataque de esta naturaleza, e incluso pueden llegar a
incendiarse o estallar. Prácticamente todos los equipos electrónicos que
utilizamos cotidianamente y las redes que los alimentan son
susceptibles de actuar como una antena.
Investigación de los pulsos electromagnéticos.
Los procesos y efectos de los pulsos electromagnéticos de gran altitud
se estudian fundamentalmente por dos vías. Una de ellas son los generadores Marx,
capaces de inducirlos localmente sobre los equipos que se desea poner a
prueba. De esta forma, se pueden descubrir sus efectos sobre cada
aparato específico y sobre las protecciones que se les puedan haber
implementado. Pese a que estos equipos son costosos y muy voluminosos,
son numerosos los países que han trabajado con los mismos: Estados
Unidos, la URSS y luego Rusia, China, el Reino Unido, Francia, Alemania,
Holanda, Suiza e Italia.
Para comprender la manera como se generan estos pulsos y otros fenómenos
similares de utilidad tanto civil como militar se utilizan las
instalaciones del tipo del HAARP, tan del gusto de los conspiranoicos
(aunque nunca sean capaces de acertar a qué se dedican realmente, y
desde luego no tiene nada que ver con los terremotos). Tanto el HAARP norteamericano (con su potencia de 3,6 MW... hay cadenas de radio que emiten más energía) como la instalación rusa de Sura (190 MW, 53 veces más) o el EISCAT europeo (cerca de un gigavatio total) y algunos otros de menor potencia son equipos de calentamiento
ionosférico por radiación electromagnética. Estas instalaciones
permiten simular de manera limitada el bombeo de rayos gamma y X en las
capas exteriores de la atmósfera característicos de una carga nuclear
EMP (y también de un montón de fenómenos naturales, como la radiación
solar).
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:21 |
Sin que el mundo lo supiera, las principales potencias han dispuesto
durante más de cuarenta años de un arma capaz de acabar con la
civilización tecnológica moderna en apenas una fracción de segundo. En
vez de corregir discretamente esta debilidad, la evolución de las
sociedades y los mercados hacia unas tecnologías cada vez más delicadas y
una economía donde se tienden a presionar todos los costes a la baja
han magnificado el riesgo de que un ataque así suprima radicalmente los
medios técnicos de una nación moderna y la envíe de vuelta al siglo
XIX... en un tiempo donde ya nadie recuerda cómo se sobrevivía en el
siglo XIX. Al igual que ocurre con las armas nucleares, no hay manera de
desinventar el pulso electromagnético; sólo queda protegerse contra él.
La pregunta es si queremos. Si queremos pagarlo, claro. La Pizarra de Yuri
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De: kuki |
Enviado: 28/02/2014 04:26 |
El HAARP y otras instalaciones del tipo del HAARP
- En contra de lo que dicen, el
HAARP no es una instalación secreta. En realidad se trata de una
instalación experimental cuyo concepto es de origen universitario,
financiada por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos debido al
enorme interés de los estudios de excitación ionosférica para los
militares. Pero lo que se hace allí no es ningún secreto. Sus resultados
se publican en la prensa científica, tienen científicos extranjeros
trabajando en la instalación, en verano organizan cursos de verano y
workshops para las universidades de medio mundo, y hasta tienen jornadas
de puertas abiertas para el público.
- El HAARP fue durante 14 años una instalación experimental, que sólo
alcanzó su potencia máxima de emisión en el año 2007. De las principales
que existen, es la menos potente. EISCAT (países nórdicos) puede calentar la ionosfera con una potencia combinada de 1.000 MW (combinados). Sura (Rusia) lo hace con 190 MW. El HIPAS
de la Universidad de California, en Fairbansk, con 70 MW. HAARP, sólo
con 3,6 MW. Cualquier fragata provista de radar AEGIS, como las F-100 de
la Marina Española, podría hacer la misma función con 4 MW sostenidos y
hasta 6 de pico. El famoso radar pájaro carpintero de tiempos soviéticos emitía hacia la ionosfera con hasta 10 MW en frecuencia de 7 a 19 MHz (HAARP opera entre 2,8 y 10 MHz).
- Estas instalaciones no se pueden utilizar como arma, al igual que el radar de nuestras fragatas o del pájaro carpintero
no son armas en sí mismos. Se trata de equipos de investigación, cuyos
resultados tienen un doble uso militar en el estudio de armas especiales
como la de EMP o la de oscurecimiento, así como en el comportamiento de los radares OTH y de seguimiento misilístico y satelitario.
- Desde luego, no existe manera ninguna, y además les falta energía
por seis o siete órdenes de magnitud, para que las instalaciones del
tipo del HAARP pudieran inducir terremotos u otros grandes fenómenos
geológicos. De hecho, tal cosa no es posible si no se dan primero las
condiciones para que se produzca un movimiento de estas características
(tectónica de placas, vulcanismo...) y en ese caso, se genera por sí
mismo.
- Tampoco es evidente por sí mismo de qué manera podrían modificar el clima a gran escala, a pesar del gol que le colaron a la Unión Europea por incomparecencia del oponente (gracias, Alfredo).
- Resumiendo: las instalaciones del tipo del HAARP no son más que un
radar de un tipo particular y un campo de antenas para detectar los
efectos de sus emisiones sobre la ionosfera. Quien piense que esto puede
constituir un arma geológica, climática, psíquica o demás lindezas,
entonces debería estar aterrorizado ante nuestras F-100.
Adicionalmente: las luces del tipo de
un "arco iris" que se pueden ver en muchos terremotos antes, durante y
después del mismo son frecuentes y están documentadas desde mucho antes
que existiera el HAARP, las armas nucleares o cualquier otro medio para
generarlas arificialmente. Aunque en el pasado se consideraban una
especie de fuego de San Telmo vinculado a los movimientos sísmicos, en
la actualidad sabemos que el fenómeno es bastante más complejo y aún no
está bien explicado en su totalidad. Es posible que obedezcan a varias
causas, desde la ignición lenta de gases subterráneos hasta
piezoelectricidad por rozamiento entre cuarzitas, pasando por
explicaciones más complejas como estados de ionización de rocas que
actúan como dieléctricos en el transcurso de un seísmo. Es un tema que
se sigue investigando.
Por supuesto, nada de todo esto
convencerá a los conspiranoicos, que por lo visto ya me van incluyendo
por ahí como parte de la Gran Conspiración del Nuevo Orden Mundial. Me
da lo mismo. Lo que espero es que abra algunos ojos de gente racional,
que quizá encuentren más interesante preguntarse por conspiraciones verdaderas como esta.
Sobre la bomba del arco iris.
- El Dr. Lowell Wood, citado extensamente en el artículo anterior, es un científico polémico. Para empezar se trata de un halcón, un señor muy de derechas y muy belicista, partidario de la "acción directa" y siempre deseoso de hablar sobre las amenazas contra América.
Fue discípulo y pertenece a la escuela de Edward Teller, prácticamente
el único de los grandes científicos nucleares que no se sumó al
pacifismo de los más notables, como Albert Einstein o Leo Szilard. Pero
eso no quiere decir que diga tonterías: la posibilidad de realizar un
ataque EMP a gran escala es real y ha sido extensamente documentada en
la literatura científica. Elegí sus declaraciones porque son fáciles de
entender para el público generalista (por ejemplo, los miembros del
Congreso y Senado de los EEUU a quienes se dirigía). Precisamente por su
postura política, estaba dentro del conglomerado científico
nuclear militar como pocos (no pones en sitios así a un tipo partidario
de la paz y el buen rollo mundial). Wood sólo aporta una voz
comprensible por el vulgo a algo que es conocimiento generalizado entre
científicos y militares de altos vuelos con lenguaje mucho más técnico y
frecuentemente oscuro.
- El alcance exacto de un ataque de pulso
electromagnético y de las medidas que se puedan haber tomado para
protegerse es, obviamente, confidencial. Sin embargo, es un hecho
notorio que las grandes instalaciones civiles y los artículos
electrónicos de consumo no están protegidos específicamente contra EMP.
En ocasiones ocurre de manera casual (equipos blindados
electromagnéticamente por sus propias necesidades, seccionadores que por
pura chamba sí reaccionarían ante el componente E1 del pulso,
etcétera), pero la deslocalización de la producción y la optimización de
costes hace que sean relativamente raros. Existen pocas dudas sobre la
capacidad de un ataque EMP para dislocar a gran escala una sociedad
tecnificada, particularmente cuando ésta utiliza extensivamente
componentes de alta integración en sus sistemas críticos: dicho muy a lo
bruto, un componente del tamaño del puño tiende a soportar corrientes
mayores y durante más tiempo antes de quemarse que un circuito
microelectrónico.
- En contra de la imagen de "aviones y
helicópteros cayendo del cielo", curiosamente, las aeronaves resultarían
poco afectadas de manera directa por un ataque EMP. Una aeronave actúa
un poco como "un pájaro posado sobre el cable de alta tensión", y no
cabe esperar que el pulso les cause daños críticos. Sin embargo, los
sistemas de navegación y control de tráfico aéreo con base en tierra
resultarían con toda probablidad gravemente desarticulados, lo que les
obligaría a buscarse la vida por sus propios medios hasta hallar un
lugar seguro donde posarse.
- No todos los equipos resultarían
afectados por igual, debido a una multitud de razones. Sin embargo, se
desprende claramente de las pruebas Starfish Prime (EEUU) y K-3 (URSS)
que el EMP tiende a dañar severamente infrraestructuras esenciales para
las sociedades desarrolladas, y eso que de aquella forma primitiva rara
vez se superaron los 5.000 voltios/metro. La clase de blindajes y
protecciones precisos para asegurar la supervivencia del equipo bajo un
pulso en el rango de 20.000 a 50.000 voltios/metro son muy imprácticos
(y frecuentemente costosos) para un uso comercial normal.
- La existencia de una preionización degrada pero no elimina los pulsos subsiguientes. Según el Dr. Michael Bernardin (1999),
diseñador de armas termonucleares para el Laboratorio Nacional Los
Alamos y experto en EMP, la existencia de un pulso previo que ionice el
aire reducirá los siguientes a rangos entre 10.000 y 30.000
voltios/metro, lo que daría un respiro a los equipos protegidos pero
destruiría igualmente los no protegidos o deficientemente protegidos.
- Convencionalmente, el límite teórico
máximo del pulso EMP se establece entre 60.000 y 65.000 voltios/metro. A
partir de este punto, se produce un fenómeno de saturación que impide
potencias mayores (Seiler, 1975),
con lo que las protecciones militares se pueden diseñar teniendo en
cuenta esta limitación. Sin embargo, rusos y chinos llevan algún tiempo
hablando sobre "armas de súper-EMP" que podrían provocar pulsos en el
rango de los 200.000 voltios/metro. Queda al criterio del lector
determinar si tales armas "sobre 65.000" son posibles o sólo propaganda,
o una mezcla de ambas cosas.
La Pizarra de Yuri
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