La tercera guerra fría en América Latina
El renacimiento de la guerra fría entre Estados Unidos y Rusia a
raíz de la reincorporación de Crimea al país al que perteneció durante
dos siglos es una buena ocasión para despojar las relaciones
internacionales de ideologías y discursos que suelen encubrir las
verdaderas intenciones de los contendientes.
La defensa del mundo libre
que propagó Washington y la simétrica defensa del socialismo que
utilizó Moscú suenan, ahora que ambas son potencias capitalistas y el
ropaje democrático les queda demasiado ajustado y permite adivinar las
intenciones detrás del discurso, como una lucha de carácter geopolítico
por la influencia en el mundo.
Es la virtud que tienen las
grandes crisis y los procesos de transición: muestran realidades que en
los periodos de calma suelen solaparse detrás de argumentos de carácter
ideológico, revestidos las más de las veces de apelaciones retóricas. La
condena a muerte de 529 personas en Egipto y la violencia contra
manifestantes, con saldo de cientos o miles de muertos, sin que ninguna
potencia occidental haya elevado el tono, enseñan que los derechos
humanos son desplazados por los intereses geopolíticos.
José Luis
Fiori, profesor de economía política internacional de la Universidad
Federal de Río de Janeiro y coordinador del grupo de investigación El
poder global y la geopolítica del capitalismo, recupera en una serie de
artículos periodísticos el pensamiento de Nicholas Spykman (1893-1943),
el teórico geopolítico que tuvo mayor influencia sobre la política
exterior de Estados Unidos en el siglo XX.
Spykman consideraba que los países caribeños, incluyendo Colombia y Venezuela, formaban una zona de influencia donde la supremacía de Estados Unidos no puede ser cuestionada
. Los consideraba un
mar cerrado cuyas llaves pertenecen a Estados Unidos, lo que significa
que quedarán siempre en una posición de absoluta dependencia
( Valor, 29/1/14).
En
opinión de Fiori, esta percepción explica las 15 bases militares en
América Central y el Caribe, región que jugó un papel decisivo durante
la segunda guerra fría bajo la presidencia de Ronald Reagan.
Considera que esta posición de dominación será muy difícil que se
altere, “más allá de las ‘disidencias’ cubana y venezolana”.
Respecto a México, Fiori cree que ocupa sólo la posición de enclave militar de Estados Unidos
y que es el único de los grandes países latinoamericanos donde creció la pobreza, que supera la mitad de la población.
Spykman consideraba que en la región sudamericana, más allá de la zona inmediata
de hegemonía estadunidense, destacaban los países del cono sur, la
región ABC en su lenguaje (Argentina, Brasil y Chile), quienes pueden intentar contrabalancear nuestro poder a través de una acción común
. En este caso, serían una amenaza a la hegemonía que tendrá que ser respondida a través de la guerra
( Valor, 29/1/14).
En
suma, en el cono sur se trata de evitar el nacimiento de alianzas que
puedan poner en cuestión el dominio estadunidense. Según Fiori, el
éxito de la nueva alianza entre Brasil y Argentina será siempre
considerado como una línea roja para los intereses de Estados Unidos
(Outraspalavras.net, 27/3/14). Por eso, en
este momento todos los gobiernos de América del Sur representarían una
amenaza para los intereses norteamericanos, que debe ser contenida y
derrotada, con la excepción de Colombia, Perú y Chile
(Valor, 26/2/14).
Eso
no quiere decir que todos los casos tengan igual prioridad, ni siquiera
que deban tratarse del mismo modo. En el caso del terremoto en Haití,
en enero de 2010, la reacción fue inmediata, brutal y militarizada,
realizando un gran despliegue en el Caribe, ocupando zonas clave del
país devastado, para impedir cualquier movimiento contrario en momentos
de aguda confusión.
A diferencia de lo sucedido en otros periodos
de la historia regional, cuando los lapsos de crecimiento económico
exitosos de Argentina y Brasil fueron estimulados por potencias
mundiales, Inglaterra en el primer caso, Estados Unidos en el segundo,
ahora estaríamos ante una revolución en la historia del cono sur
. Fiori sostiene que el proyecto de construcción de una zona de coprosperidad
y de un bloque de poder sudamericano
(como la Unasur o el Mercosur ampliado) apuntan en una dirección intolerable para Estados Unidos y de sus aliados en cada país.
Por eso sostiene que Estados
Unidos será el principal contrapunto de la política exterior brasileña
dentro del hemisferio occidental durante el siglo XXI
. El problema es que la posición de Washington es clara, pero no sucede lo mismo con la mayor parte de los gobiernos progresistas
de la región.
A
mi modo de ver, el análisis de Fiori es impecable. Cabría agregar,
empero, dos elementos centrales: el factor BRICS y la emergencia de una
nueva burguesía ligada al modelo progresista.
La presencia de
China es ya determinante en América del Sur, en particular en el área
comercial, mientras las inversiones asiáticas crecen progresivamente.
También viene aumentando la presencia de Rusia, en particular en el área
militar. Ambas influencias no pueden ser indiferentes y marcan
prioridades. Venezuela es el país de la región donde se concentran la
presencia económica china, la alianza militar con Rusia y lazos
comerciales y políticos con Irán. Es mucho más de lo que hubieran
tolerado Spykman y Henry Kissinger.
La segunda cuestión es mucho
más compleja. La emergencia de nuevas burguesías en los países con
gobiernos de izquierda y progresistas es un proceso dual, como lo
muestran los casos brasileño y venezolano. Pueden ser un factor de poder
favorable a un mundo multipolar y trabajar en contra del dominio
estadunidense. Pero pueden enfrentarse, a la vez, a los procesos de empoderamiento popular
que recortan su margen de acción. Llegado el caso, los nuevos burgueses
están dispuestos a aliarse con sus pares para enfrentar juntos a los de
abajo.
Raúl Zibechi
La Jornada