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Muy Interesante: El rescate del ánima
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 10/04/2014 05:19

El ánima es el aspecto femenino inmerso en el hombre. Su contrapartida en la mujer es el ánimus. Es un error confundir este arquetipo, un patrón inconsciente de conducta, con el concepto religioso del “alma”. Decía Jung que:

El ánima no es el alma en el sentido dogmático, no es un anima rationalis, que es un concepto filosófico, sino un arquetipo natural que resume satisfactoriamente todas las afirmaciones del inconsciente, de la mente primitiva, de la historia del lenguaje y la religión.

(Fuente)

Viene a representar la imagen guía a través de todos aquellos aspectos que, en tanto que inconscientes, manifiestan la oscuridad, lo desconocido, aquello que por no ser de uno ha de ser el Otro. Y, de la misma, forma, mientras el ánima no sea integrada, habrá de sufrir las mismas transformaciones y cambios de humor que caracterizan a todas las voces internas que buscan abrirse paso hacia los escasos dominios de la conciencia.

El ánima es diosa y demonio, princesa y dragón. Y, algunas veces, compañera.

El proceso de individuación busca superar la pluralidad de las formas del alma de que hablaba Platón o, en términos budistas, la multiplicidad de corrientes de conciencia que conforman la mente humana. Se trata de alcanzar una totalidad consciente en la que integrar todas las voces de la psique, tanto las constructivas como las destructivas.

El ánima-ánimus representa la contrapartida de género de la persona, esto es, aquello que reacciona, desde el inconsciente, mediante las actitudes interiorizadas del sexo opuesto, al yo consciente que actúa en el mundo mediante las actitudes que convienen al sexo propio. Un arquetipo que expresa el significado que sobre el hombre y la mujer se ha ido acumulado a lo largo de la evolución humana y que determina la manera en que cada hombre percibe a las mujeres y cada mujer a los hombres.

Así, no se debe ver el arquetipo del ánima-ánimus  como una respuesta directa a las características del sexo opuesto, sino a la relación que tenemos con alguien que es necesariamente diferente.

La individuación pasa por la integración progresiva de opuestos no asumidos, ya que alguno de los polos es interpretado como ajeno al individuo. Todo aquello que no es asumido como propio, escapa al control y actúa de forma independiente, de ahí que la individuación sea el equivalente psicológico de la redención en términos más espirituales. Cada aspecto que se activa en el inconsciente y no es integrado, alcanza la conciencia mediante su asociación con imágenes externas, bien en sueños, fantasías o proyecciones directas sobre la realidad exterior.

Como todo elemento que habita los mundos del inconsciente, se trata de patrones altamente primitivos que deben ir “humanizándose”, es decir, el camino desde lo inconsciente a la conciencia es el camino por el que las energías de la psique depuran su carácter instintivo y automatizado, propio de la inconsciencia animal, y alcanzan los ámbitos donde el individuo las puede controlar y dirigir hacia fines más elevados en términos de desarrollo personal.

En el caso del ánima-ánimus, la integración es un proceso en que se han querido distinguir varias etapas:

Jung describió cuatro etapas del desarrollo del Animus en la mujer: primero aparece en sueños y fantasías como la encarnación del poder físico, el hombre musculoso: Hércules. En la segunda etapa, el Animus le brinda iniciativa y capacidad para realizar y planificar acciones; deseo de independencia y un desarrollo intelectual, económico y profesional: Apolo. En la etapa siguiente, el Animus es la palabra ( a veces tiene en los sueños la representación del profesor o sacerdote). En la cuarta etapa el Animus encarna el significado espiritual. En este nivel, al igual que el Anima como Sofía, sabiduría, el Animus es verdaderamente el mediador entre la psique consciente e inconsciente de la mujer: Hermes.

[...]

Jung distinguió cuatro etapas esenciales del desarrollo del Anima: Eva, Helena, María y Sofía. Eva esta identificada con la madre personal. El hombre se desarrolla en extrema dependencia de una mujer. Helena; ideal sexual colectivo. María: Esta expresada en sentimientos religiosos y por lo tanto muestra la capacidad para establecer relaciones duraderas. Y al final Sofía, la sabiduría, se manifiesta cuando el Anima del hombre funciona como una guía de su vida interior, llevando a la conciencia los contenidos del inconsciente. Al igual que el Animus en la mujer… un hombre tiende a proyectar los aspectos de su Anima en una mujer real.

(Fuente)

Según en qué fase esté cada cual, así ejercerá su relación con el sexo opuesto. En su fase inicial, el ánima se identifica con la Madre y el ánimus con el Padre. Esta fase suele ser superada antes de la edad adulta, pero si no ocurre así, se acaba buscando a la mami o al papi en la pareja y alimentando una relación infantil donde el puer aeternus reprocha a quien ha elegido como figura protectora la falta de cuidados, al tiempo que la carga con buena parte de sus frustraciones personales.



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 10/04/2014 05:20

Dragones y princesas

 peggy y gustavo

En su primera etapa, por ser la representación más primitiva y al igual que ocurre con las primeras representaciones de la sombra, los sueños suelen identificar al ánima con figuras animales, como la del dragón. Poco a poco, se irá humanizando.

Aquí conviene señalar que, al comienzo del encuentro consciente con el ánima, ésta puede estar “embrujada” por ciertos aspectos no resueltos de la sombra.

La aceptación de que existe otro complejo más allá del ánima puede probarse por el hecho de que en los sueños, con frecuencia, aparece como que el ánima tiene otro amante y entonces el hombre tiene sueños de celos. Éste es un tipo de representación del inconsciente a través del cual se nos dice que el ánima se encuentra atada a otro complejo, en el inconsciente, y hay que adivinar cuál es el ánima y cuál es el otro complejo.

(Von Franz, Símbolos de redención)

El “mago” que hechiza al ánima, dice Von Franz, es una tendencia inconsciente que no puede entrar en la conciencia y por lo tanto se apodera del ánima. Esta acción se representa como su infidelidad:

…se va con otro hombre sin que él se dé cuenta –una característica inconsciente propia—. Entonces surge el problema de que el ánima tiene que liberarse y matar al mago.

El individuo tiene que preguntarse por qué existen tales ideas en su ánima para descubrir el encantamiento y darse cuenta de que está tratando con el mago. Una vez liberada, el ánima será la princesa aliada, no la influencia peligrosa de la primera etapa.

Cuando se supera la “fase animal”, el arquetipo se contempla con menos temor y pierde sus rasgos más amenazadores. Se entra en un periodo de relación basado en instintos sexuales como cebo para el avance en la integración. Ocurre entonces un nuevo peligro de estancamiento.

Si el ánima es vista desde una perspectiva estética y no ética, como corresponde a la fase superior de integración, la princesa del cuento, aunque ya no sea el animal embrujado, desaparecerá o se marchará lejos. Esto suele pasar, como vemos en muchos cuentos y, por tanto, en muchos sueños, durante una fiesta, es decir, en la esfera de una diversión superficial.

La actitud consciente no está tomando al ánima en serio y por lo tanto la catástrofe ocurre y el joven zar tiene que hacer la larga búsqueda para encontrarla de nuevo.

Al acudir de nuevo a su rescate, puede suceder que el ánima esté encerrada en un castillo prisionera de algún dragón, demonio o ser malévolo, “un proceso compensatorio extraño por el hecho de que se subestima la figura del ánima en el inconsciente”, dice Von Franz. La princesa y el dragón, aunque no se identifiquen, aún conservan ciertos lazos.

Dioses

Vemos, así, que cada fase conlleva su peligro de estancamiento, pues por algo se habla de la senda estrecha y tortuosa. Por ello, también es posible no terminar de integrar al ánima en su fase más elevada. Si se olvida el proceso y la energía psíquica que presiona sobre la conciencia se torna inconsciente, el mundo se nos llenará de dioses.

Si esto se proyecta en el exterior, la dependencia con respecto a la pareja puede alcanzar dosis enfermizas, hasta el punto de que la vida no tenga sentido sin ella. Pero la proyección también abarca a los grandes “ídolos” que por el mundo pululan.

En el mundo actual, cualquier personaje famoso capaz de llenar un estadio ejerce el papel de los antiguos inquilinos del Olimpo. Cualquier rasgo que admiremos y deseemos será proyectado en algún “dios” o “diosa”.

Cuando necesitamos relacionarnos con el mundo de una manera nueva y diferente, nuestros sueños producen a un dios o una diosa que posee las capacidades que necesitamos. Nos oponemos a la sombra porque no queremos cambiar. Nos enamoramos de un dios o de una diosa porque es todo lo que siempre quisimos poseer.

[...]

En el caso de la sombra tenemos que identificar los rasgos que ésta representa y que nosotros necesitamos. En el del anima/animus tenemos que darnos cuenta de que no debemos mirar siempre hacia otra persona para que le dé sentido a nuestra vida. La sombra evoluciona hacia figuras más familiares hasta que ella y nosotros somos uno. La figura de anima/animus cuando evoluciona se convierte en alguien con quien podemos sentirnos cómodos de una manera humana.

(Robertson, Introducción a la psicología junguiana)

galadriel (1)

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 10/04/2014 05:21

Mientras que el conflicto exterior provocado por la sombra proyectada obliga, tarde o temprano, a cierta admisión de las zonas oscuras de uno mismo, la proyección del ánima deriva en relaciones placenteras hacia la “media naranja” idealizada. Pero una vez descubierta la persona real tras la proyección, suele resultar más fácil romper con ella y volver a proyectar en otra persona, algo mucho más agradable que una auténtica indagación en el ánima/animus.

Frente a ello, en una versión más positiva:

…debido a que nos vemos atraídos hacia el enamorado, y nos encantan todas sus cualidades (aunque no nos demos cuenta de que esas cualidades son básicamente nuestras y no pertenecientes a la otra persona), logramos observar y relacionarnos con partes de nosotros mismos que de otro modo no veríamos.

Pero para que sea productivo, es necesario que la relación dure y permita profundizar en las cualidades del otro.

Si la relación madura, se van revelando aspectos más profundos. Una mujer descubre las inseguridades que existen tras la dura fachada masculina y ama todavía más al hombre. El hombre descubre que una mujer aparentemente “débil” muchas veces es la más fuerte de los dos cuando surge una crisis real en sus vidas. Una mujer nota lo frágil que es la estructura de la realidad vista desde una perspectiva masculina, aparentemente “racional”.

Al igual que con la sombra, tenemos que dejar de proyectar el ánima/ánimus en las personas del mundo exterior, y aceptar que esas características se encuentran en nuestro interior, ya sea una “mamita/papito” que nos arruina toda iniciativa de independencia o una celestial, luminosa y perfecta criatura que nos invita a descansar y no continuar por el oscuro sendero de las profundidades.

Si al inconsciente no se le ofrece un medio activo de expresión y aceptación de los símbolos internos, dice la psicología analítica, se materializará en el exterior una forma involuntaria de fantasía destructiva.

El asunto se agrava porque la “posesión” del aspecto inconsciente implica la convicción de que uno está en lo correcto, que actúa como un todo consciente, sin darse cuenta de que está siendo manipulado por un impulso gobernado por un arquetipo oculto, ya sea sombra, ánima o ánimus embrujados o finalmente endiosados.

Se trata de comprender que lo divino y lo demoniaco no son fuerzas externas sino internas, y que aunque internas son autónomas del yo mientras éste no las asimile.

Mientras tanto, el humano, incapaz de comprender que la naturaleza muere porque Dafne está cautiva, no ve motivos para descender al Hades en busca de la diosa.

Ciego por parecer sensato, se esfuerza inútilmente en resucitar las plantas que mueren a su paso…

Erraticario



 
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