|
Muy Interesante: Indignación masiva:
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 05/04/2014 23:24 |
Indignación masiva: ¿por qué lo llaman compromiso cuando quieren decir cinismo?
Hace más de cuarenta años, Zbigniew Brzezinski,
uno de los personajes más influyentes del planeta en asuntos de
política global entonces y ahora –entre otras cosas, apadrinó a Obama
cuando éste era senador—, escribía sobre el carácter inofensivo de las
protestas sociales y los movimientos reivindicativos surgidos en la
década de los 60, debido su incapacidad inherente para materializar algo
más allá del berrinche:
Es un fenómeno escapista antes que un movimiento
revolucionario tenaz; proclama su deseo de cambiar la sociedad pero en
general sólo ofrece refugio para evadirse de ésta. […] Lo que le
interesa es crear una atmósfera de participación personal para sus
adherentes y dejar que éstos desahoguen sus pasiones. Suministra una
válvula de escape psicológica a sus militantes juveniles y un
sentimiento de realización vicaria a sus admiradores más pasivos, ricos y
viejos.
(La era tecnotrónica)
Asimismo, destacaba que si se sabía encauzar el flujo de protestas,
éstas podían resultar incluso beneficiosas para los objetivos del poder.
Y es que hoy en día no debe ser muy difícil manejar a las masas para
convertirlas en corriente catalizadora que facilita reformas
superficiales y apropiadas porque no revierten el orden de las cosas
pero que, al mismo tiempo, generan un efecto de alivio a la tensión
social.
Dice Sloterdijk que las masas han existido siempre, pero que el siglo
XX las ha dotado de vida propia y capacidad de acción. El problema es
que, según señalaba ya Ortega y Gasset en La rebelión de las masas,
la colectividad no piensa. Por tanto, su opinión no se origina en los
ámbitos de la comprensión ni su poder es precisamente la razón.
Masa
En un artículo
sobre la evolución del concepto de masa, Javier del Arco resume los
tres conceptos fundamentales que señalaba Ortega y Gasset para entender
la sociedad:
- Sociedad masa: carente de diferenciación interna, la homogeneidad es
debida a la abundancia económica, el desarrollo tecnológico y la
igualdad política.
- Hombre masa: producto de una época de estabilidad política,
seguridad económica, comodidad y orden público. No existe el criterio de
limitación y el principio de actuación es la satisfacción de los
apetitos.
- Minoría selecta: Se refiere al que se exige más que a los demás, aunque no logre cumplir en persona tales exigencias.
Cabe subrayar que la diferencia entre hombre masa y minoría selecta
no es de clases, sino de individuos que han decidido acerca de su
actitud vital. La impresión del hombre masa es que la vida es fácil:
Por tanto cada individuo medio encuentra en sí una
sensación de dominio y triunfo que le invita a afirmarse a sí mismo tal
cual es, a dar por bueno y completo su haber moral e intelectual, lo que
le lleva a cerrarse, a no escuchar y por tanto intervendrá en todo
imponiendo su vulgar opinión sin contemplaciones, según un régimen de
“acción directa”. La característica principal del hombre-masa consiste
en que sintiéndose vulgar, proclama el derecho a la vulgaridad y se
niega a reconocer instancias superiores a él.
Masa es todo aquel que, sabiéndose vulgar, no se angustia al
reconocerse idéntico a los demás. No tiene curiosidad por saber más,
carece de proyectos personales y se deja llevar por la corriente social.
Su psicología es la del niño mimado, preocupado sólo por su bienestar e
ingrato con las causas del mismo. Su forma de vida no acepta
supeditarse a moral alguna.
Para que prospere un sistema como el capitalismo, basado en potenciar
y legitimar los instintos más primarios del ser humano, se requiere más
que nunca una masa idiota, descreída y sin valores morales:
El capitalismo postmoderno ha potenciado tres espacios o
cavernas para aplicar soma anestésico, superando la ficción orwelliana, a
la masa líquida: la macrodiscoteca: sexo, alcohol, ruido y drogas,
incluidos; macrocentro comercial: consumo desenfrenado; y el estadio de
fútbol: nuevo circo romano, violento pero incruento todavía, donde se
desahogan pasiones prebelicistas, que están inscritas en el genoma
humano y que se encauzan, que no domeñan, de momento por esa vía.
Esto se entiende si accedemos a reflexionar sobre los orígenes del sistema de mercado basado en el consumo y cómo se logró que éste sustituyese al mercado de necesidades. Freud, en Psicología de masas,
entendía que los grupos de hombres estaban sometidos a pulsiones muy
peligrosas para la estabilidad social. Su sobrino Edward Bernays
comprendió el mensaje y el gran poder que tendrían quienes supieran
controlar tales pulsiones, la autoridad de un domador que, controlando
la ferocidad de sus leones, los manipula a su antojo.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 8 de 8
Siguiente
Último
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:26 |
De la propaganda a las relaciones públicas
Bernays supo entender que el éxito de la domesticación debía residir
en que ésta fuera deseada, no impuesta. Y el recurso de los instintos
básicos del hombre, aquellos más difíciles de ser controlados por uno
mismo, era la clave.
En su libro Propaganda, publicado en 1928, leemos:
Ningún sociólogo que se precie puede pensar todavía que
la voz del pueblo expresa ideas divinas o particularmente sabias y
sublimes. La voz del pueblo da expresión a la mente del pueblo, que a su
vez está domeñada por los líderes de grupo en los que cree y por
aquellas personas que saben manipular a la opinión pública. Se
compone de prejuicios heredados y símbolos, lugares comunes y
latiguillos que los líderes de opinión suministran a la gente.
Por fortuna, el político de talento y sincero es capaz de moldear y
formar la opinión de la gente sirviéndose de la propaganda como
instrumento.
(Artículo completo)
En la feliz década de 1920, nacieron los
conceptos modernos de mercadotecnia, o marketing, relaciones públicas y
opinión pública, todos derivados para referirse a un concepto ya
existente pero que estaba marcado por el tabú belicista: la propaganda.
La primera gran demostración de que la manipulación era factible fue,
precisamente, convertir el término “propaganda” en “marketing”,
ocultando así una herramienta de control para tiempos de guerra debajo
de un atractivo envoltorio de uso diario al servicio de los nuevos
poderes emergentes: las compañías privadas.
Bernays había comenzado trabajando para el gobierno estadounidense durante la I Guerra Mundial:
Para contrarrestar el descrédito que suponía entrar en
una guerra lejana, Bernays propuso el eslogan de que la intervención era
necesaria para lograr un mundo más seguro y demócrata. El presidente
Wilson se convirtió así, de la noche a la mañana, en un héroe de masas
que luchaba por un mundo libre.
Tras el éxito de la propaganda bélica, Bernays decidió usar aquellas
técnicas de disuasión verbal en los asuntos de paz, y, puesto que el
término “propaganda” se asociaba a la guerra, sustituyó el término por
el de “relaciones públicas”. Por aquella época, las corporaciones tenían
un problema con el sistema de producción masivo, y era la
superproducción. Cuando la gente tenía lo que necesitaba, dejaba de
comprar. Había que cambiar los hábitos y la manera en que la gente
entendía la obtención de productos, hasta entonces desde un punto de
vista práctico.
[...]
De esta forma, el futuro de la economía estaba asegurado gracias al
nuevo ímpetu consumista, y la política se sentía segura al haber
canalizado la libertad humana hacia derroteros materialistas e
inofensivos.
(Artículo completo)
Este paso de “propaganda” a “relaciones
públicas” convierte el actual concepto de democracia en heredera natural
del fascismo. El fondo de manipulación de masas es el mismo, pero el
papel de regalo resulta más atractivo. Es lo que dice, por otras vías,
Sloterdijk en Normas para el Parque Humano, por cuyas ideas del ser humano como ser domesticado fue duramente criticado en su día.
Domesticación
Expone Sloterdijk que la evolución humana ha estado marcada por un
uso de la educación y la cultura como herramientas para la domesticación
por parte de los pastores de turno, con diversas técnicas de
amansamiento según las posibilidades de la época. Recurriendo al análisis que sobre ello hace Adolfo Vásquez Rocca:
A lo largo del tiempo, las diversas sociedades se han
preocupado por establecer distintos procedimientos de humanización,
procedimientos para inscribir al individuo dentro de los parámetros
sociales que serán, para él y los suyos, sus soportes principales. […]
La educación vendría a ser así el conjunto que se reúne alrededor de las
operaciones históricas tendientes a la acogida, cuidado, formación y
modelado de la cría humana a partir de la transmisión más o menos
programada de un fondo cultural común de lecturas y conocimientos. Sin
esta vinculación entre cuidado y conocimiento no hay humanidad. Sabemos
que no hubo educación que no instaurara una batalla contra el bárbaro,
el salvaje el inculto, el incivilizado. La cultura del aula no ha dejado
de informarnos sobre los avatares de esa lucha y sobre el papel casi
siempre triunfante de la educación en esa batalla.
Y en otro apartado:
Tras los diferentes programas “académicos” de
domesticación, parece sugerir Sloterdijk, se ocultaría una historia
sombría de luchas entre “criadores”, entre ideologías que propugnan
diferentes procedimientos de crianza. Una lucha que habría comenzado en
Platón y llevado a la exigencia de una definición en Nietzsche, pues las
técnicas de crianza –reunidas en una “antropozoopolítica”—llevadas a
cabo en el Parque humano habrían llevado paradójicamente, según
Nietzsche, a la conversión de los criadores (sacerdotes y profesores) en
“animales domésticos”, en una suerte de autocrianza en la que se nivelaría toda distinción.
Pero hoy ya no podemos hablar con propiedad de la educación como arma
de control, pues sencillamente no existe educación. Ha sido sustituida
por algo mucho más eficaz: la era audiovisual no es sino la continuación
del proceso de domesticación y anulación del pensamiento individual
que, según pasan los tiempos, adquiere mayor eficacia.
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:26 |
Y esto nos devuelve a los felices años 20. Si antes se mencionaba a Edward Bernays, ahora mencionaremos a Walter Lippman. En un artículo anterior sobre la psicología necesaria para convencer al común de que sus ideas son propias y no implantadas, se decía:
La propagación masiva mediante medios de comunicación en
este sentido es una pieza clave, pues origina la llamada “ignorancia
plural”, una actitud mediante la cual cierta mezcla de sentido del
ridículo con confianza en los demás nos “obliga” a alinearnos con lo que
creemos que es el pensamiento mayoritario. De este modo, se da la
paradoja de que una mayoría considera válida una historia sólo porque
así lo cree la mayoría, “como todo el mundo sabe”, cuando ninguno de los
individuos que forman esa mayoría creía por sí sólo en la información
proporcionada.
Walter Lippmann, periodista
y “consejero informal” de varios presidentes de Estados
Unidos, subrayaba, ya en 1921, la importancia de explotar los entornos
de confianza para el éxito de la “opinión pública”. En su libro Public Opinion,
se repite la idea de que la opinión pública, aunque creada en las
alturas, sólo puede tener éxito como tal si el mensaje es visto como
propio de la persona e importante para su entorno. Para ello, es
necesaria una relación de confianza. La ficción tiene que descender los
escalones que separan el poder de la base que lo sustenta.
En este camino, ha de impregnar los escenarios sociales en que se
mueven los ciudadanos, donde estos discuten y opinan entre iguales,
donde se mezclan las ideas, se juzga, se rechaza y se acepta la vida en
su aspecto emocional y de relaciones humanas. Como dice Lippmann, esos
ambientes donde el mensaje pierde su origen y se usa la expresión “dicen
que…”.
Gracias a esas entradas del estilo “la gente dice…”, “hay quien
cree…”, el mensaje ya no se muestra creado por oscuros y desconocidos
intereses, sino que forma parte del pueblo, de sus voces discrepantes y
libres, de la democracia. Nadie, en esa fase del proceso, se cuestiona
si su origen es impuesto o si es posible que la intensidad de los
debates se calcule para que los temas se ajusten a una desconocida
escala de prioridades, donde unos asuntos desaparecen hoy pero mañana
resultan increíblemente importantes para todos.
Decía Fernando Savater en una conferencia sobre ética y ciudadanía que:
…la sociedad de los ciudadanos, la sociedad democrática,
es la sociedad en la que nadie es abandonado por los demás, o por lo
menos debería serlo. Y hay que recordar que la ciudadanía siempre tiene
que tener una cierta base material. Es decir, desde la época griega, y
no en tiempos más recientes, ya en la Atenas clásica a los más pobres el
grupo social les daba unos subsidios, unas ayudas porque se consideraba
que si alguien estaba totalmente atenazado por la pobreza, no digamos
por la ignorancia o por la falta de educación, no podía participar en la
vida ciudadana.
Dejando para otra ocasión el asunto de la solidaridad, hemos de
centrarnos aquí en la falta de educación, que ha ido debilitando a las
personas en cuanto a sus capacidades públicas conforme se ha ido
expandiendo más y más la cultura de la imagen. Para ello, recurriremos
al homo videns de que habla Giovanni Sartori.
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:28 |
Homo videns
Sartori dice que una de las cualidades de la era de la video-política
es la enorme carga emocional que la televisión inyecta en los asuntos
políticos, creando “una política dirigida y reducida a episodios
emocionales”. Por un lado, abundan las historias lacrimógenas y los
sucesos conmovedores. Por otro, margina cada vez más el discurso
especializado que razona y discute los problemas.
La cultura escrita no alcanza este grado de “agitación”. Y
aun cuando la palabra también puede inflamar los ánimos (en la radio,
por ejemplo), la palabra produce siempre menos conmoción que la imagen.
Así pues, la cultura de la imagen rompe el delicado equilibrio entre
pasión y racionalidad. La racionalidad del homo sapiens está
retrocediendo, y la política emotivizada, provocada por la imagen,
solivianta y agrava los problemas sin proporcionar absolutamente ninguna
solución. Y así los agrava.
(Sartori, Homo videns)
Más allá de la televisión como medio manipulado por intereses
privados con una agenda determinada, Sartori incide en sus efectos sobre
la capacidad cognitiva del individuo:
…empobrece drásticamente la información y la formación
del ciudadano. […]el mundo en imágenes que nos ofrece el vídeo-ver
desactiva nuestra capacidad de abstracción y, con ella, nuestra
capacidad de comprender los problemas y afrontarlos racionalmente. En
estas condiciones, el que apela y promueve un demos que se autogobierne es un estafador sin escrúpulos, o un simple irresponsable, un increíble inconsciente.
En resumen:
…mientras la realidad se complica y las complejidades
aumentan vertiginosamente, las mentes se simplifican y nosotros estamos
cuidando –como ya he dicho—a un vídeo-niño que no crece, un adulto que
se configura para toda la vida como un niño recurrente. Y éste es el mal
camino, el malísimo camino en el que nos estamos embrollando.
La revolución cultural originada en la década de los 60 y su evolución hasta hoy ha creado una sociedad que:
…no requiere sabios y no sabe qué hacer con los cerebros
pensantes. Los medios de comunicación, y especialmente la televisión,
son administrados por la subcultura, por personas sin cultura. Y como
las comunicaciones son un formidable instrumento de autopromoción
–comunican obsesivamente y sin descanso que tenemos que comunicar—han
sido suficientes pocas décadas para crear el pensamiento ínsipido, un clima cultural de confusión mental y creciente ejércitos de nulos mentales.
[…] Actualmente, proliferan las mentes débiles, que proliferan
justamente porque se tropiezan con un público que nunca ha sido
adiestrado para pensar. Y la culpa de la televisión en este círculo
vicioso es que favorece –en el pensamiento confuso—a los estrambóticos, a
los excitados, a los exagerados y a los charlatanes.
[...] Sucede lo mismo con los periódicos: imitan y siguen a la
televisión, aligerándose de contenidos serios, exagerando y voceando
sucesos emotivos, aumentando el “color” o confeccionando noticias
breves, como los telediarios.
La masa es atontada primero y adoctrinada después en la “opinión
pública” al recibir su dosis de televisión y/o prensa diaria. Ahora
bien, esa opinión pública, cuando traspasa ciertos límites de
indignación, deja de ser un productor de apatía y se transforma en
movilizadora de masas, que se manifiestan en las calles haciendo uso de
su “libertad” para que la voz del pueblo se exprese.
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:30 |
¿Más democracia?
Regresando a la caracterización de la masa social como irracional, dice Sloterdijk en El desprecio de las masas
que cuando estas acceden al escenario político se produce el colapso
del sujeto democrático consciente de sus deseos, y entra en juego un
actor oscuro y sospechoso. Ese actor oscuro y sospechoso es la auténtica
“voz del pueblo”.
Un pueblo que, cada día más harto de la clase política que lo gobierna, exige más “democracia directa”.
Y la democracia directa, en estas condiciones, es una herramienta al
servicio del verdadero poder dirigente, ese que usa los medios de
comunicación para manipular las emociones más básicas de una masa
apática e ignorante, no por recursos, sino por pereza y comodidad.
Desde que la opinión pública carece de autonomía y se ha degradado en
opinión de masas, esto es, en un discurso carente de argumentación
racional que sólo se alimenta, volviendo a citar a Sartori, de la
“sugestión, de la demagogia, de la visceralidad […], de la
irracionalidad” en definitiva, la democracia se convierte en un campo de
batalla para manipuladores, cuyas piezas de su particular ajedrez son
los “ciudadanos”.
Con la televisión, el valor democrático se va convirtiendo poco a
poco en un engaño: quienes seleccionan las informaciones se convierten
en administradores de la opinión pública, primero, y de las masas en
acción, después.
Resulta curioso observar cómo es posible que, cada cierto tiempo o
tras determinados acontecimientos, sea posible activar a una increíble
cantidad de personas. Estas situaciones son aprovechadas por ciertos
grupos para reforzar la idea de un cambio de conciencia, un despertar de
la población y conceptos parecidos. Sin embargo, difícilmente una masa
que, como se ha dicho, ha sido amansada durante ocho décadas de sistema
hedonista-consumista, puede provocar cambio alguno, como ya observó
Brzezinski con los sucesos de los 60.
A estas alturas de la pelicula, hay quienes siguen pensando en
términos de movimientos propios de la primera mitad del siglo XX, sin
que parezcan haberse dado cuenta de que las masas que “revolucionaron”
Europa y América ya no son las mismas. Precisamente, por ese cambio en
el sistema de vida iniciado, como hemos dicho, por Bernays y sus amigos,
sistema que empezó a cuajar a finales de los 60.
Las masas de hoy carecen de altura moral para sacrificar cualquier
bienestar personal, son inútiles para cualquier función reformadora,
pues el origen del sistema actual basado en el consumo era,
precisamente, controlar la horda salvaje de que hablaba Freud. Y aquí
entra en juego el cinismo, la falsa conciencia ilustrada de que habla
Sloterdijk en Crítica de la razón cínica: “ellos saben muy bien lo que hacen, pero aun así, lo hacen”.
Para el alemán. se trata de algo más que de la ingenuidad y
manipulación inconsciente de que venimos hablando: se trata de falsedad
premeditada, fruto de la apatía y la resignación.
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:32 |
Cinismo integrado
Continuando con Sloterdijk, la expresión de la verdad en una sociedad
sometida a la mentira provoca un suceso agresivo, “un desnudamiento que
no es bienvenido”. En España, la indignación despertada por el caso Bárcenas
y los presuntos pagos ilegales a la cúpula del PP es el más reciente
ejemplo de ello, en un país donde la corrupción lleva siendo, desde hace
años, asunto cotidiano y, según las encuestas, dado por hecho por el 85% de la población.
El cinismo moderno se desarrolla en la cultura urbana y en la esfera
“cortesana”: “Ambas son la matriz de un realismo perverso del que los
hombres aprenden la mordaz sonrisa de una inmoralidad abierta”. En todos
los niveles de la ciudad se ironiza en torno a la ética y las
conveniencias sociales: “algo así como si las leyes generales sólo
existieran para los tontos, mientras que en los labios de los sapientes
se esboza esa sonrisa fatalmente inteligente”.
Así, los extremos se tocan: “empresarios sin escrúpulos con pasotas
desilusionados, escaldados estrategas del sistema con objetores sin
ideales”. Los cínicos saben que todo lo que se hace conduce a la nada,
pero:
…su aparato anímico, entre tanto, es lo suficientemente
elástico como para incorporar la duda permanente a su propio mecanismo
como factor de supervivencia. Saben lo que hacen, pero lo hacen porque
las presiones de las cosas y el instinto de autoconservación, a corto
plazo, hablan el mismo lenguaje y les dicen que así tiene que ser. De lo
contrario, otros lo harían en su lugar y, quizá, peor.
En su libro Sobre la violencia,
Zizek distingue, frente a una violencia subjetiva surgida de las
actitudes individuales o grupales, otra sistémica, inherente al
funcionamiento del sistema capitalista. La violencia subjetiva se
experimenta como tal frente a lo que se estima que es un fondo de nivel
cero de violencia, es decir, se detecta como una perturbación del estado
normal de las cosas. Pero, en cambio, la violencia objetiva no puede
ser detectada tan fácilmente, pues forma parte de lo que se ha asumido
como normalidad. Por ejemplo, que mueran cinco millones de niños al día
por causas innecesarias, o la “necesidad” de individuos desechables y
excluidos, desde los sin techo a los desempleados.
El sentido de lo urgente y lo relevante en términos humanitarios está
mediado por consideraciones políticas y responde, de nuevo, a los
dictados de la “opinión pública”, la cual nunca considerará, por
naturaleza, que el problema real es la violencia objetiva.
La oposición a toda forma de violencia –desde la directa y
física (asesinato en masa, terror) a la violencia ideológica (racismo,
odio, discriminación sexual)—parece ser la principal preocupación de la
actitud liberal tolerante que predomina hoy. Hay una llamada de socorro
que apoya tal discurso y eclipsa los demás puntos de vista: todo lo
demás puede y debe esperar. ¿No hay algo sospechoso, sin duda
sintomático, en este enfoque único centrado en la violencia subjetiva
(la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados, de
los aparatos disciplinados de represión o de las multitudes fanáticas)?
¿No es un intento a la desesperada de distraer nuestra atención del
auténtico problema, tapando otras formas de violencia y, por tanto,
participando activamente en ellas?
La violencia del capitalismo, con
abstracciones tales como los mercados financieros, “resulta mucho más
extraña que cualquier violencia directa socioideológica precapitalista:
esta violencia ya no es atribuible a los individuos concretos y a sus
“malvadas” intenciones, sino que es puramente “objetiva”, sistémica,
anónima”.
La violencia capitalista excluye la responsabilidad de las personas,
como resultado de un proceso “objetivo” que nadie planeó ni ejecutó. La
división fundamental se da entre los beneficiados por la economía global
y los excluidos. Para los primeros, la violencia objetiva no es un
problema serio hasta que pasan a formar parte del segundo grupo. Es
aquello del homo sacer de que habla Agamben y a lo que ya se le dedicó un artículo en este blog…
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:33 |
Existe una tendencia que pretende convencer al mundo, y a sí misma,
de que es posible un capitalismo global comprometido, esto es, prosperar
como empresarios de éxito y al tiempo comprometerse con la
responsabilidad social. La justificación de esta tendencia es que para
ayudar hay que tener primero los medios para hacerlo, así que el
objetivo final no es enriquecerse sino ayudar a la gente con la riqueza
obtenida.
De esta forma, dice Zizek, el problema se presenta como solución de sí mismo:
…la despiadada persecución del beneficio se ve
contrarrestada por la caridad. Tal es la máscara humanitaria que oculta
el rostro de la explotación económica. Cediendo a un chantaje del
superyó de dimensiones gigantescas, los países desarrollados “ayudan” a
los subdesarrollados con aportaciones humanitarias, créditos y demás, y
de este modo evitan la cuestión clave, es decir, su complicidad y
corresponsabilidad en la miserable situación de aquéllos.
La caridad de los grandes multimillonarios del capitalismo global es
“el punto de conclusión lógico de la circulación capitalista, necesario
desde el punto de vista estrictamente económico, puesto que permite al
sistema capitalista posponer su crisis”.
¿Qué pasaría si el mal auténtico de nuestras sociedades
no fuera su dinámica capitalista como tal, sino nuestros intentos de
sustraernos a ella –sin dejar de beneficiarnos—construyendo espacios
comunales cercados y protegidos, desde “barrios residenciales privados”
hasta grupos raciales o religiosos exclusivos?
[...]
Hoy día las figuras ejemplares del mal no son consumidores normales
que contaminan el medio ambiente y viven en un mundo violento de
vínculos sociales en desintegración, sino aquellos que, completamente
implicados en la creación de las condiciones de tal devastación y
contaminación universal, compran un salvoconducto para huir de las
consecuencias de su propia actividad, viviendo en urbanizaciones
cercadas, alimentándose de productos macrobióticos, yéndose de
vacaciones en reservas de vida salvaje, etc.”.
El esperpento de una masa cínica
Nos hemos convertido, continúa Zizek, en el “último hombre de
Nietzsche”, “una criatura apática sin grandes pasiones o compromisos,
incapaz de soñar, cansada de la vida, que no asume riesgos, que sólo
busca su comodidad y seguridad. Difícilmente existe una causa universal
por la que un ciudadano del Primer Mundo estaría dispuesto a dar la
vida. Y si la hay, pronto será tildada como “terrorismo”.
Los mismos filántropos que donan millones para la lucha
contra el sida o la educación tolerante han arruinado la vida de miles
de personas por medio de la especulación financiera, creando así las
condiciones del surgimiento de la misma intolerancia contra la que se
luchaba.
Porque quieren resolver las disfunciones del sistema global, son la
encarnación de lo que está mal en el sistema como tal: su existencia.
Y aquí hemos de incluir los actos de protesta cada vez más frecuentes
que se han convertido, en verdad, en un espectáculo evasivo más que
añadir a la larga oferta del entretenimiento de masas, algo que se
evidencia en la misma forma de organización: protestas convocadas para
el fin de semana, con mayor afluencia el domingo por la tarde, que se
disuelven a una hora adecuada porque hay que regresar a casa, hacer la
cena, ver el partido de fútbol y prepararse para la rutina del resto de
la semana, sometidos a los dictados de ese sistema contra el que se ha
protestado el día anterior.
No deja de ser una grotesca deformación heredera de los esperpentos
de Valle-Inclán el que miles de personas sean sacadas a las calles a
voluntad de la agenda mediática y que protesten contra sí mismas sin
tener consciencia de que su actitud diaria es el único obstáculo: para
que sus reclamaciones pudieran tener éxito, ellas mismas, sus estilos de
vida, serían las primeras víctimas, pues tal es la raíz del problema.
Políticos, banqueros, empresarios, todos son hijos de una misma
sociedad y encarnan los errores que cada individuo de la multitud
alberga dentro de sí y para los que sólo unos pocos tienen voluntad de
renuncia y fortaleza moral para conducirse por sí mismos sin ceñirse a
la actitud general.
Todo lo cual recuerda a los ya desfasados encuentros en la misa, esos
donde había que ir por aquello de ver y ser visto, pero que no suponían
ningún cambio personal ni refuerzo de compromiso ético alguno.
Cuarenta años después, Brzezinski sigue teniendo razón. Así que
podemos seguir repitiendo las palabras con que definía las revueltas de
los 60 para referirnos a lo que se ve hoy en día en las calles de
nuestro espacio-tiempo:
Es un fenómeno escapista antes que un movimiento
revolucionario tenaz; proclama su deseo de cambiar la sociedad pero en
general sólo ofrece refugio para evadirse de ésta. […] Lo que le
interesa es crear una atmósfera de participación personal para sus
adherentes y dejar que éstos desahoguen sus pasiones. Suministra una
válvula de escape psicológica a sus militantes juveniles y un
sentimiento de realización vicaria a sus admiradores más pasivos, ricos y
viejos.
Hasta aquí la crítica.
|
|
|
|
De: Marti2 |
Enviado: 05/04/2014 23:42 |
Para orientarse sobre posibles acciones útiles, se puede acudir a conferencias de tipos como Joan Antoni Melé.
|
|
|
Primer
Anterior
2 a 8 de 8
Siguiente
Último
|
|
|
|
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|