Žižek utiliza en sus estudios ejemplos extraídos de la cultura popular, desde la obra de Alfred Hitchcock y David Lynch, hasta la literatura de Kafka o Shakespeare, además de problematizar autores olvidados por la academia como V. I. Lenin, Stalin y Robespierre y tratar sin remordimientos temas espinosos como el fundamentalismo, la tolerancia, la subjetividad y lo políticamente correcto
en la filosofía posmoderna. Asimismo, en contraposición con los
postulados intelectuales de la izquierda universalista europea en
general, y de los que Habermas
define como postnacionales en particular, Žižek realiza una defensa
abierta e inequívoca de los procesos soberanistas abiertos en Europa.[cita requerida]
Utiliza también la teoria psicoanalítica en la versión lacaniana como
un arma para sus habituales análisis de política internacional,
considerando no sólo a los líderes y sus posibles problemas
psicológicos, sino también a la sociedad en su conjunto.
En 1990 fue candidato a la presidencia de la República de Eslovenia, aunque no resultó electo.
Slavoj Žižek toma de Jacques Lacan la descripción de los conceptos de su tópica
(descrita a partir de 1953 y constituida como una estructura compuesta
por tres órdenes o registros inseparables) y los desarrolla como sigue:
Aquí, lo "real" resulta ser un término bastante enigmático y no debe
ser equiparado con la realidad, puesto que nuestra realidad está
construida simbólicamente; lo real, por el contrario, es un núcleo duro,
algo traumático que no puede ser simbolizado (es decir, expresado con
palabras). Lo real no tiene existencia positiva; sólo existe como
obstruido.
No todo en la realidad puede ser desenmascarado como una ficción;
sólo basta con tener presente ciertos aspectos -puntos indeterminados-
que tienen que ver con antagonismo social, la vida, la muerte y la
sexualidad. A estos aspectos tenemos que enfrentarlos si hemos de querer
simbolizarlos. Lo real no es ninguna especie de realidad
detrás de la realidad, sino el vacío que deja a la realidad incompleta e
inconsistente. Es la pantalla del fantasma; la propia pantalla en sí es
la que distorsiona nuestra percepción de la realidad. La triada de lo
simbólico/imaginario/real se reproduce dentro de cada parte individual
de la subdivisión. Hay también tres modalidades de lo real:
Lo real simbólico: el significante reducido a una fórmula sin sentido (como en física cuántica, que como toda ciencia parece arañar lo real pero sólo produce conceptos apenas comprensibles)
Lo real real o lo real mismo: una cosa horrible, aquello que transmite el sentido del terror en las películas de terror.
Lo real imaginario: un algo insondable que permea las cosas como un
trozo de lo sublime. Esta forma de lo real se vuelve perceptible en la
película Full Monty,
por ejemplo, en el hecho de que en el desnudo de los protagonistas
desempleados, estos deben desnudarse por completo; en otras palabras, a
través de este gesto extra de degradación "voluntaria", algo del orden
de lo sublime se hace visible.
El psicoanálisis enseña que la realidad (postmoderna) precisamente no ha de ser vista como una narrativa, sino que el sujeto ha de reconocer, soportar y ficcionalizar el núcleo duro de lo real dentro de su propia ficción.
Lo simbólico se inaugura con la adquisición del lenguaje;
es mutuamente relacional. Así, sucede aquello de que "un hombre sólo es
rey porque sus súbditos se comportan ante él como un rey". Al mismo
tiempo, siempre permanece una cierta distancia respecto a lo real
(excepto en la paranoia):
no sólo es loco un mendigo que piensa que es rey, lo es también aquel
rey que verdaderamente cree que él es un rey. Puesto que efectivamente,
este último sólo tiene el "mandato simbólico" de un rey.
Lo simbólico real es el significante reducido a una fórmula sin sentido.
Lo simbólico imaginario qua símbolos jungianos
Lo simbólico simbólico o lo simbólico mismo qua el habla y el lenguaje con sentido en sí.
La pantalla del monitor como forma de comunicación en el ciberespacio: como una interfaz
nos refiere a una mediación simbólica de la comunicación, a un abismo
entre quien sea que habla y la "posición de hablar" en sí (p.ej el
apodo, la dirección de correo). "Yo" nunca "de hecho" coincido exactamente con el significante,
no me invento a mí mismo; en cambio, mi existencia virtual fue, en
cierto sentido, ya co-fundada con el advenimiento del ciberespacio. Aquí
uno debe llegar a entenderse con cierta inseguridad, pero no puede ser
resuelta como en un simulacro contingente postmoderno...
Aquí también, como en la vida social, las redes simbólicas circulan
alrededor de los núcleos de lo real. Esta es una respuesta a la
inversión a menudo planteada por Žižek: no se trata de "¿qué podemos
aprender acerca de la vida en el ciberespacio?" sino más bien, "¿qué
podemos aprender acerca del ciberespacio en la vida?" Estas inversiones
sírven al psicoanálisis teorético:
es decir, contrario al psicoanálisis aplicado, no busca meramente
analizar trabajos de arte y hacer lo que es amenazante comprensible,
sino crear una nueva perspectiva en lo ordinario, renovar la sensación
de extrañeza sobre la vida diaria, y por vía del objeto desarrollar más
allá la teoría.
Lo imaginario se encuentra situado al nivel de la relación del sujeto consigo mismo. Es la mirada del Otro en la etapa del espejo, el fallo en ese reconocimiento ilusorio, como concluye Jacques Lacan citando a Arthur Rimbaud: "Yo soy otro" ("Je suis un autre").
Lo imaginario es la fantasía fundamental que es inaccesible a nuestra
experiencia psíquica y se eleva de la pantalla fantasmal en la que
encontramos objetos de deseo. Aquí también podemos dividir lo imaginario
entre uno real (el fantasma que asume el lugar de lo real), uno
imaginario, o lo imaginario mismo, (la imagen/pantalla en sí que sirve
como cebo) y uno simbólico (los arquetipos de Jung y el pensamiento New Age). Lo imaginario nunca puede ser agarrado, ya que todo discurso sobre él siempre estará localizado en lo simbólico.
Todos los niveles están interconectados, de acuerdo a Jacques Lacan (del seminario XX en adelante), en una forma de nudo borromeo, como tres anillos enlazados juntos de manera que si uno de ellos se desconectara, el resto también caería.
“La verdadera lucha política, como explica Ranciere contrastando a
Habermas, no consiste en una discusión racional entre intereses
múltiples, sino que es la lucha paralela por conseguir hacer oír la
propia voz y que sea reconocida como la voz de un interlocutor
legítimo.” (…)“Pensemos en el ejemplo clásico de la protesta popular
(huelgas, manifestación de masas, boicots) con sus reivindicaciones
específicas ("¡No más impuestos!", "¡Acabemos con la explotación de los
recursos naturales!", "¡Justicia para los detenidos!"...): la situación
se politiza cuando la reivindicación puntual empieza a funcionar como
una condensación metafórica de una oposición global contra Ellos, los
que mandan, de modo que la protesta pasa de referirse a determinada
reivindicación a reflejar la dimensión universal que esa específica
reivindicación contiene (de ahí que los manifestantes se suelan sentir
engañados cuando los gobernantes, contra los que iba dirigida la
protesta, aceptan resolver la reivindicación puntual; es como si, al
darles la menor, les estuvieran arrebatando la mayor, el verdadero
objetivo de la lucha). Lo que la post-política trata de impedir es,
precisamente, esta universalización metafórica de las reivindicaciones
particulares. La post-política moviliza todo el aparato de expertos,
trabajadores sociales, etc. para asegurarse que la puntual
reivindicación (la queja) de un determinado grupo se quede en eso: en
una reivindicación puntual. No sorprende entonces que este cierre
sofocante acabe generando explosiones de violencia "irracionales": son
la única vía que queda para expresar esa dimensión que excede lo
particular.”
Donde se habla sobre "acontecimientos" y "seudo-acontecimientos", y fundamentalismo vs. multiculturalidad. “Así,
mientras parece que todos estamos de acuerdo en que el régimen
capitalista global, post-político, liberal-democrático, es el régimen
del No-acontecimiento (del último hombre, en términos nietzscheanos),
queda por saber dónde buscar el Acontecimiento. La respuesta es
evidente: mientras experimentemos nuestra postmoderna vida social como
una vida "no-sustancial", el acontecimiento estará en los múltiples
retornos, apasionados y a menudo violentos, a las "raíces", a las
distintas formas de la "sustancia" étnica o religiosa. ¿Y qué es la
"sustancia" en la experiencia social? Es ese instante, emocionalmente
violento, del "reconocimiento", cuando se toma conciencia de las propias
"raíces", de la "verdadera pertenencia", ese momento en el que la
distancia propia de la reflexión liberal resulta totalmente inoperante,
de repente, vagando por el mundo, nos encontramos presos del deseo
absoluto del "hogar" y todo lo demás, todas nuestras pequeñas
preocupaciones cotidianas, deja de importar... En este punto, sin
embargo, no se puede sino estar de acuerdo con Alain Badiou, cuando
afirma que estos "retornos a la sustancia" demuestran ser impotentes
ante al avance global del Capital: son, de hecho, sus intrínsecos
soportes, el límite/condición de su funcionamiento, porque, como hace
años señaló Deleuze, la "desterritorialización" capitalista va siempre
acompañada del resurgir de las "reterritorializaciones". Para decirlo
con mayor precisión, la ofensiva de la globalización capitalista provoca
ineludiblemente una escisión en el ámbito de las identidades
específicas.Por un lado, está el llamado "fundamentalismo", cuya fórmula
elemental es la Identidad del propio grupo, que implica la exclusión
del Otro amenazante.” (…) “Por otro lado, está la multicultural y
postmoderna "política identitaria", que pretende la co-existencia en
tolerancia de grupos con estilos de vida "híbridos" y en continua
transformación, grupos divididos en infinitos subgrupos (mujeres
hispanas, homosexuales negros, varones blancos enfermos de SIDA, madres
lesbianas...). Este continuo florecer de grupos y subgrupos con sus
identidades híbridas, fluidas, mutables, reivindicando cada uno su
estilo de vida/su propia cultura, esta incesante diversificación, sólo
es posible y pensable en el marco de la globalización capitalista y es
precisamente así cómo la globalización capitalista incide sobre nuestro
sentimiento de pertenencia étnica o comunitaria: el único vínculo que
une a todos esos grupos es el vínculo del capital, siempre dispuesto a
satisfacer las demandas específicas de cada grupo o subgrupo (turismo
gay, música hispana...)” (…)“Nuestra actual constelación
ideológico-política se caracteriza porque este tipo de
seudo-Acontecimientos son las únicas apariencias de Acontecimientos que
parecen darse (sólo el populismo de derechas manifiesta hoy una
auténtica pasión política que consiste en aceptar la lucha, en aceptar
abiertamente que, en la medida en que se pretende hablar desde un punto
de vista universal, no cabe esperar complacer a todo el mundo, sino que
habrá que marcar una división entre "nosotros y "ellos"). En este
sentido, se ha podido constatar que, no obstante el rechazo que suscitan
el estadounidense Buchanan, el francés Le Pen o el austriaco Haider,
incluso la gente de izquierdas deja translucir cierto alivio ante la
presencia de estos personajes: finalmente, en el reino de la aséptica
gestión postpolítica de los asuntos públicos, aparece alguien que hace
renacer una auténtica pasión política por la división y el
enfrentamiento, un verdadero empeño con las cuestiones políticas, aunque
sea con modalidades deplorables y repugnantes ... Nos encontramos así
cada vez más encerrados en un espacio claustrofóbico, en el que sólo
podemos oscilar entre el no-Acontecimiento del suave discurrir del Nuevo
Orden Mundial liberaldemocrático del capitalismo global y los
Acontecimientos fundamentalistas (el surgimiento de protofascismos
locales, etc.), que vienen a perturbar, por poco tiempo, las tranquilas
aguas del océano capitalista -no sorprende, considerando las
circunstancias, que Heidegger se equivocara y creyera que el
seudo-acontecimiento de la revolución nazi era el Acontecimiento.”
Donde se habla sobre la tolerancia represiva del multiculturalismo. “En
un principio (un principio ideal, claro está), el capitalismo se
quedaba en los confines del Estado-Nación, y hacía algo de comercio
internacional (intercambios entre Estados-Nación soberanos); vino
después la fase de la colonización, en la que el país colonizador
sometía y explotaba (económica, política y culturalmente) al país
colonizado; la culminación de este proceso es la actual paradoja de la
colonización: sólo quedan colonias y desaparecieron los países
colonizadores; el Estado Nación ya no encarna el poder colonial, lo hace
la empresa global.” (…)La forma ideológica ideal de este capitalismo
global es el multiculturalismo: esa actitud que, desde una hueca
posición global, trata todas y cada una de las culturas locales de la
manera en que el colonizador suele tratar a sus colonizados:
"autóctonos" cuyas costumbres hay que conocer y "respetar". La relación
entre el viejo colonialismo imperialista y la actual auto-colonización
del capitalismo global es exactamente la misma que la que existe entre
el imperialismo cultural occidental y el multiculturalismo. Al igual que
el capitalismo global supone la paradoja de la colonización sin
Estado-Nación colonizador, el multiculturalismo promueve la eurocéntrica
distancia y/o respeto hacia las culturas locales no-europeas. Esto es,
el multiculturalismo es una forma inconfesada, invertida,
auto-referencial de racismo, un "racismo que mantiene las distancias":
"respeta" la identidad del Otro, lo concibe como una comunidad
"auténtica" y cerrada en sí misma respecto de la cuál él, el
multiculturalista, mantiene una distancia asentada sobre el privilegio
de su posición universal. El multiculturalismo es un racismo que ha
vaciado su propia posición de todo contenido positivo (el
multiculturalista no es directamente racista, por cuanto no contrapone
al Otro los valores particulares de su cultura), pero, no obstante,
mantiene su posición en cuanto privilegiado punto hueco de universalidad
desde el que se puede apreciar (o despreciar) las otras culturas. El
respeto multicultural por la especificidad del Otro no es sino la
afirmación de la propia superioridad.. (…)“Puesto que el horizonte de la
imaginación social ya no permite cultivar la idea de una futura
superación del capitalismo -ya que, por así decir, todos aceptamos
tácitamente que el capitalismo está aquí para quedarse-, es como si la
energía crítica hubiese encontrado una válvula de escape sustitutoria en
la lucha por las diferencias culturales, una lucha que deja intacta la
homogeneidad de base del sistema capitalista mundial.” (…)“El
multiculturalista liberal no consigue comprender que cada una de las dos
culturas activas en esta "comunicación" es prisionera de un antagonismo
íntimo que le impide llegar a ser plenamente "sí misma"; que la única
comunicación auténtica es la de "la solidaridad en la lucha común",
cuando descubro que el atolladero en el que estoy es también el
atolladero en el que está el Otro.”
Extraído del capítulo titulado Por una suspensión de izquierdas de la ley: “En
clara oposición al Centro liberal, que presume de neutro,
post-ideológico y defensor del imperio de la ley, deberíamos retomar esa
vieja idea de izquierdas que sostiene la necesidad de suspender el
espacio neutral de la ley.Tanto la Izquierda como la Derecha tienen su
propia idea de la suspensión de la ley en nombre de algún interés
superior o fundamental. La suspensión de derechas, desde los
anti-dreyfusards hasta Oliver North, confiesa estar desatendiendo el
tenor de la ley pero justifica la violación en nombre de determinados
intereses nacionales de orden superior: la presenta como un personal y
doloroso sacrificio por el bien de la nación.” (…)“Por "izquierda", se
entiende esa disponibilidad a suspender la vigencia del abstracto marco
moral o, parafraseando a Kierkegaard, a acometer una especie de
suspensión política de la ética.” (…)“… la persona de izquierdas no sólo
viola el principio liberal de la neutralidad imparcial, sino que
sostiene que semejante neutralidad no existe, que la imparcialidad del
liberal está siempre sesgada de entrada. Para el Centro liberal, ambas
suspensiones de la ley, la de derechas como la de izquierdas, son en
definitiva una misma cosa: una amenaza totalitaria contra el imperio de
la ley. Toda la consistencia de la Izquierda depende de su capacidad de
poder demostrar que las lógicas detrás de cada una de las dos
suspensiones son distintas. Si la Derecha justifica su suspensión de la
ética desde su anti-universalismo, aduciendo que la identidad
(religiosa, patriótica) particular está por encima de cualquier norma
moral o jurídica universal, la izquierda legitima su suspensión de la
ética, precisamente, aduciendo la verdadera universalidad que aún está
por llegar. O, dicho de otro modo, la Izquierda, simultáneamente, acepta
el carácter antagónico de la sociedad (no existe la neutralidad, la
lucha es constitutiva) y sigue siendo universalista (habla en nombre de
la emancipación universal): para la Izquierda, la única manera de ser
efectivamente universal es aceptando el carácter radicalmente antagónico
(es decir, político) de la vida social, es aceptando la necesidad "de
tomar partido"” (…)“En la sociedad estructurada jerárquicamente, el
alcance de la auténtica universalidad radica en el modo en que sus
partes se relacionan con los "de abajo", con los excluidos de, y por
todos los demás…” Extraído del capítulo El malestar en la sociedad del riesgo: “Una
vez socavado definitivamente el sistema patriarcal y ante un sujeto
liberado de todas las ataduras tradicionales. dispensado de toda
Prohibición simbólica interiorizada, decidido a vivir sus propias
experiencias y a perseguir su proyecto de vida personal, etc., la
pregunta fundamental es la que se refiere a los "apegos apasionados",
inconfesados, que alimentan la nueva libertad reflexiva del sujeto
liberado de las ataduras de la Naturaleza y/o de la Tradición: la
desintegración de la autoridad simbólica pública ("patriarcal") se ve
contrarrestada por un "apego apasionado" al sometimiento, un vínculo aún
más inconfesado, como parece indicar, entre otros fenómenos, la
multiplicación de parejas lesbianas sadomasoquistas, donde la relación
entre las dos mujeres obedece a la estricta, y muy codificada,
configuración Amo-Esclavo: la que manda es la "superior", la que
obedece, la "inferior", la cual, para ganarse la estima de la
"superior", debe completar un difícil proceso de aprendizaje. Si es un
error interpretar esta dualidad "superior/inferior" como prueba de una
"identificación con el agresor (varón)" directo, no menos erróneo es
comprenderla como una imitación paródica de las relaciones patriarcales
de dominación: se trata, más bien, de la auténtica paradoja de la forma
de coexistencia libremente consentida Amo-Esclavo, que proporciona una
profunda satisfacción libidinal en la medida en que, precisamente,
libera a los sujetos de la presión de una libertad excesiva y de la
ausencia de una identidad determinada. La situación clásica queda así
invertida: en lugar de la irónica subversión carnavalesca de la relación
Amo-Esclavo, estamos ante unas relaciones sociales entabladas entre
individuos libres e iguales, donde el "apego apasionado" a determinada
forma extrema, y estrictamente organizada, de dominación y sumisión se
convierte en el origen inconfesado de una satisfacción libidinal, en
obsceno suplemento a una esfera pública hecha de libertad e igualdad. La
rígidamente codificada relación Amo-Esclavo se presenta, en definitiva,
como la manifestación de una "intrínseca trasgresión" por parte de unos
sujetos que viven en una sociedad donde la totalidad de las formas de
vida se plantean como un asunto de libre elección de estilos de vida.”
Ayer y hoy han sido días muy intensos: Slavoj Zizek estuvo en Lima.
Se trató de una visita poco publicitada y, de hecho, fue un evento
sobre el cual se levantaron mucha sospechas. Nadie estuvo muy seguro de
qué estaba pasando y solo se supo con certeza que las conferencias se
llevarían a cabo, al menos para los escépticos entre los que me
encontraba, hasta ayer mismo. Zizek, al menos hasta donde sé, hizo
cuatro intervenciones públicas: fue condecorado en las UARM, en la UNMSM
y luego dio dos conferencias en el Centro de Psicoterapia
Psicoanalítica en Miraflores. Las dos primeras intervenciones no fueron
propiamente conferencias magistrales, sino intervenciones espontaneas en
el contexto de las condecoraciones recibidas; sin embargo, se trató de
exposiciones largas y muy valiosas (además de gratuitas). Las dos
últimas fueron, en cambio, exposiciones temáticas, previamente
programadas y, además, pagadas. Además de Zizek, expusieron algunos
especialistas peruanos que antecedieron las dos ponencias el filósofo
esloveno (una ayer en la noche y otra hoy por la mañana). En este post
me quisiera ocupar de su exposición de ayer, que tuvo como tema el rol
de Dios en la política. La exposición de hoy, sobre Hegel, será resumida
por mi buen amigo Daniel en su propio blog. Ese fue nuestro acuerdo
Zizek (Z) inició su conferencia haciendo alusión a una frase que comúnmente se atribuye a Fiódor Dostoievski:
“si no existiese Dios, todo estaría permitido”; sin embargo, Z pronto
problematizó la idea haciendo alusión a comunidades (se refirió a las
comunidades homosexuales, principalmente) que sin tener ningún referente
divino, eran muy estrictas y reglamentadas, sugiriendo, así, que la
idea de Dios no tenía ninguna relación directa con el establecimiento de
formas de orden. En ese sentido, Z indicó que lo que quería demostrar
en su charla era la idea, más bien, opuesta a la atribuida Dostoievski:
“que en virtud de la existencia de Dios es que todo estaba permitido”,
aunque, como veremos, Z se refiere a un tipo de Dios particular.
Para
ahondar en esa idea, Z se detuvo en las dos formas que, a su juicio,
fungen como garantes de estándares básicos de decencia: la religión y la
poesía. No obstante, Z sugiere que esas dos formas de expresión humana,
por el contrario, muchas veces han sido cómplices de formas de
violencia masiva. Recordó, por ejemplo, que casi todo buen genocida
había tenido un buen poeta detrás de sí. Una idea que recuerda a esa del
embellecimiento poético de la guerra, sugerido por Walter Benjamin. La
poesía, así, aunque no la genuina poesía, indicó Z, es una forma de
justificación estética de la barbarie. De hecho, Z recordó una novela
que había leído hace un tiempo, Grey Eminence,
que narraba la historia del padre José, la mano derecha del cardenal
Richelieu durante el tiempo de la guerra de los 30 años. Lo que le
pareció relevante a Z de esta historia fue la clara muestra de esta
legitimación poética de la violencia: el padre José era un asesino
perverso al servicio del cardenal y, a la vez, era un dotado escritor de
poemas místicos. La idea es, pues, que ciertas formas que se piensan
ordinariamente como dadoras de moralidad, como la religión y el arte,
pueden ser, más bien, legitimadoras de destrucción.
Algunas
formar de religión, de otro lado, llevan a este tipo de formas de
legitimación de modos que uno podría no advertir. Z mostró que, más allá
de que sus ejemplos sean realmente acertados, que ciertas expresiones
de la religiosidad hindú pueden ser catalizadoras de la violencia al
problematizar la noción de agencia. Al negar la individualidad y la
acción intencional del ser humano para insertarlo, más bien, en un todo
más complejo que lo supera, indicó Z, el hinduismo termina avalando en
su discurso la pérdida de la responsabilidad individual. Su ejemplo fue
más o menos como sigue: “Imaginen que tomo un cuchillo y decido apuñalar
a la persona que está a mi lado. Si uno se inscribe en ciertos
discursos religiosos como los recién descritos, uno podría decir que tal
apuñalamiento nunca existió como un acto intencional. Se trataría,
simplemente, de la interacción de objetos varios, donde el crimen no es
tal. Lo único que sucedería es que un cuchillo entra en la piel de otro
ser humano varias veces, pero eso no tendría por qué tener connotación
moral”. Aunque el ejemplo sea algo caricaturesco, la idea se comprende
bien, me parece.
Ahora bien, todo este concepto de la
violencia lleva a Z a hablar de los regímenes totalitarios y del rol de
las ideologías (una aclaración: no siempre es fácil establecer un hilo
conductor, Z es muy disperso). La postura de Z, contra lo que se cree
ordinariamente, es que las ideologías no hay desaparecido, sino que se
encuentran en plena vigencia, aunque a través de formas en las que antes
no eran percibidas. Por ello el autor gusta hablar de dimensiones
explícitas así como tácitas de la ideología. Así, por ejemplo, Z indica
que las comunidades con estructuras de poder totalitarias no solo tienen
formas ideológicas explícitas, sino muchas reglamentaciones tácitas
asociadas a la ideología, aunque pocas veces tematizadas. Hay ciertos
modos de descarga, por ejemplo, que son habitualmente válvulas de escape
“espontáneas” frente a las situaciones comunes de terror. Z pone el
ejemplo de un compañero suyo durante el servicio militar (de la
ex-Yugoslavia totalitaria y comunista) que por razones médicas fue
obligado a masturbarse frente al doctor que lo trataba. Sin embargo, la
escena masturbatoria no solo fue presenciada por el médico, sino por
todo el grupo de soldados entre los cuales Z se encontraba. El doctor,
al caer en la cuenta de la extraña situación, se dirigió al público con
una mirada y una sonrisa que, de inmediato, desató las risas de todo el
mundo…excepto de Z. Z fue reprendido por el médico, aduciendo que no era
capaz de sentir solidaridad por su compañero durante la extraña faena
masturbatoria. La reflexión que Z deriva de esto es que al no haberse
reído, él estaba violando un código ideológico tácito, a saber, una
forma de solidaridad obscena necesaria como medio de distensión en medio
del terror de un régimen totalitario que se manifestaba esta vez a
través de la humillación pública del soldado. Así como este caso, piensa
Z, existen muchas leyes no explícitas, pero cuya violación se considera
una falta grave; así como existen muchas leyes dadas, pero cuyo
cumplimiento supone alguna forma de exceso o falta. El punto, en todo
caso, es que jamás, en un sentido o en el otro, la vigencia o no
vigencia de la regla puede tornarse explícita: si así fuera, esta pierde
todo sentido real. Z recuerda otro ejemplo de la época de Stalin.
Según cuenta, se trataba de una reunión de la cúpula de poder del
partido que tuvo un evento sumamente anómalo: una de los miembros de la
cúpula, terminado un discurso de Stalin, empezó a criticarlo en lugar de
aplaudirlo efusivamente. Un segundo sujeto alzó la voz, pero no para
seguir al primero, sino para recordarle de modo airado que “en este
régimen nadie puede criticar a Stalin”. Al día siguiente, contra lo que
podría pensar uno, no fue el primero, sino el segundo el que fue
desaparecido. La enseñanza que Z rescata es clara: el pecado no está
tanto en criticar al régimen, sino en hacer explícito que no hay ninguna
libertad para hacerlo. Guardar las formas es fundamental. El poder
totalitario, explica Z, siempre debe dar la impresión de que uno pueda
elegir libremente, aunque sea obligándonos a elegir con libertad.
Algunos retoques finales a mi tesis me alejaron unos días de
la blogósfera, pero vuelvo ahora para concluir con esta
exposición-resumen de la conferencia que dictase Zizek el 14 de marzo.
Nos
habíamos quedado en el tema del funcionabilidad tácita de las
ideologías, la idea según la cual existen ciertos pactos no explicitados
pero que son tremendamente funcionales y sin los cuales nuestras
estructuras sociales se desploman, al menos parcialmente. Z tematiza
esta idea con el concepto de interpasividad: una suerte de inacción
pasiva que, sin embargo, cumple sus fines básicos. Su ejemplo es el de
las sitcoms estadounidenses y la risa de fondo que la misma serie ofrece
cuando una situación hilarante acaece. Para Z esta situación es
sintomática de la interpasividad descrita: no hace falta que el
televidente tome cartas en el asunto, hasta la propia facultad de reir
se ve reemplazada por la misma serie y, esto es lo más interesante, es
una tipo de acción muy efectiva pues logra provocar la risa o, si no lo
hace, ofrece una sensación de relajación similar a la de la risa propia.
Hay aquí, pues, una suerte de expectativa pasiva mutua: espero que se
me haga reír, espero que el televidente se ria, pero, entre tanto,
coloco una suerte de ambiente hilarante pasivo.
En torno a
estas ideas, sostiene Z, está una mucho más poderosa que es la creencia
de que otros creen lo que creemos. Es un tipo de expectativa que puede
verse en casos sencillos, por ejemplo, en el de Papa Noel.
Los padres no creen en él, pero creen que sus hijos sí, razón por la
cual hacen toda la huachafería que conocemos. Los hijos, sin embargo,
tampoco creen en Papa Noel; no obstante, creen que sus papás creen que
ellos creen, por lo que para no decepcionarlos, fingen creer. Lo
interesante de esto es que, como se ve, nadie cree y, a pesar de ello,
la creencia sigue teniendo su labor funcional. El colapso social sucede,
precisamente, cuando este nivel de creencias en las creencias mutuas se
ve traicionado por la evidencia de la ausencia de tales creencias.
Siguiendo a Lacan, Z sugiere que esta situación es muy grave, porque, de
algún modo, nosotros sufrimos y gozamos a través de los otros; por
ello, cuando caemos en la cuenta de que el otro no cree lo que
pensábamos que sí creía, nuestro mundo colapsa.
Z se
apropia de esta idea para aplicarla al caso de Dios, concretamente al
del cristianismo. Para él, el valor del cristianismo radica en ser una
suerte de ideología funcional, aunque ya nadie crea en lo que se creía
antes. El ejemplo de Z es bastante sugerente. El autor cuenta que un
paciente de un centro mental creía que era un grano de maíz y vivía
aterrado con la posibilidad de ser comido por una gallina. Después de
mucho trabajo, el paciente fue dado de alta pues se le asumía curado,
capaz de concebirse como un ser humano; sin embargo, al poco tiempo de
haber salido de la institución mental, la persona en cuestión regresó.
Al preguntarle los médicos la razón de su retorno, la respuesta fue muy
clara: sí, es cierto que sé que soy un ser humano, ¿pero acaso lo sabrá
la gallina que me puede comer? Si trasponemos esta idea a Dios, Z
plantea el asunto en los siguientes términos: “sí, claro que sé que Dios
no existe, ¿pero lo sabrá Él?”.
Lo curioso para Z es
que, precisamente es en el cristianismo donde Dios sí sabe que no
existe, Dios sabe que está muerto; no obstante, tal situación no lo
condena a la desaparición. Lo que desaparece es un cierto modo de
concebir a la divinidad. Según Z, quien muere en la cruz con Jesús es la
figura de Dios como un Gran Otro que podría legitimar una suerte de
visión sub specie aeternitatis. La muerte de Dios es una forma
de abdicación de su parte, la manifestación de que Él mismo ya no ha de
ser un punto de referencia. De ahí que Z se concentre en otra
manifestación de Dios, la del Espíritu Santo, entendiendo a este como la
acción colectiva del género humano. El Espíritu, para Z, es la forma en
que Dios muestra su confianza en el ser humano y en su capacidad para
lidiar con sus propios problemas sin necesidad de un referente absoluto.
Por eso, en una interpretación audaz del pasaje en que Jesús indica que
el seguimiento de sí supone odias a nuestros padres, Z sugiere que lo
que propone Jesús es que odiemos “la figura del padre” entendida como un
rol de autoridad y de ordenamiento externo. Para él, el verdadero
cristianismo de la muerte de Dios es el del Espíritu Santo, el de la
acción colectiva humana y el de la creencia en ciertos universales, pero
entendidos de modo parcializado post-abdicación del poder divino.
Si
tratamos, entonces, de articular un poco las ideas de Z, cosa que él
mismo no hace –y no hizo esta vez– normalmente, podría colegirse que a
partir de esta reflexión sobre las creencias, lo que estaría avalando el
autor es la posibilidad de seguir creyendo en la existencia de Dios
bajo la consciencia real o metafórica de muerte, siempre y cuando los
valores centrales del cristianismo –el colectivismo y el universalismo
parcial– permanezcan como vectores que permiten el desarrollo humano.
Hacer como que creemos, siempre y cuando la estructura aporte y
funcione.
Bonus track
El martes
15/3, día de la segunda conferencia, llegué un poco temprano y pude
preguntarle a Zizek algunas cosas que me llamaban la atención y que
pueden interesarle a los que leen este blog con alguna frecuencia:
1.
Sobre la relación entre su concepción de la muerte de Dios y la de John
D. Caputo: sobre el tema me dijo que él había hablado con Caputo, pero
que, en general, junto a Badiou, se mostraba crítico del primero por su
excesiva apelación a la ética del Gran Otro de Levinas. La forma en que Z
concibe la muerte de Dios es mucho más instrumental y menos metafísica
y, si bien hay algunos puntos de contacto, él siente su obra lejana a la
de Caputo.
2. Sobre su conocimiento de la teología de la
liberación y sobre la obra de Gustavo Gutiérrez quien como Zizek, ha
escrito un libro sobre Job: Zizek me dijo que se sentía cercano a
algunas ideas de la teología de la liberación por su bagaje marxista,
pero que, de todos modos, tenía varios apuntes críticos. Luego, me dijo
que tampoco quería bluffearme, razón por la cual no se extendió mucho:
no conocía suficiente sobre el tema. En cuanto al texto sobre Job
escrito por Gutiérrez, me dijo que no lo conocía, pero que le gustaría
leerlo, así que quizá lo compraría cuando regrese a Londres.
Este es un documental de complemento a la película Children of Men de Alfonso cuarón (wikipedia.org/wiki/Children_of_Men)
que muestra algunos puntos de vista sobre el futuro de la humanidad y
el planeta tierra. Como dice Slavoj Zizek, se trata de una mirada hegelianamente realista,
dado que aporta una clarísima visión sobre el mundo. Tomando como base
la premisa de la catástrofe futura producto del calentamiento global, el
agotamiento del petróleo y los recursos naturales, proyecta
problemáticas que emergen desde diversos ejes analíticos: migraciones
masivas, desigualdad social, problemas alimentarios, descontento y
convulsión social. Estos signos ya están presentes y dan cuenta de un
futuro poco prometedor, aunque los medios de comunicación masiva
adormecen a la humanidad con el consumismo y la enajenación. Junto a
Zizek, participan en este documento destacados intelectuales como Naomi
Klein, Tzvetan Todorov, James Lovelock y Saskia Sassen, entre otros.Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización
Los indignados deben resistirse en esta etapa a
traducir rápidamente la energía de las protestas en demandas
"pragmáticas" y "concretas". Han de evitar debates en campo enemigo y
desplegar, en cambio, su propio escenario.
Qué hacer
después de la ocupación de Wall Street, de que las protestas que
comenzaron lejos (Oriente Próximo, Grecia, España, Reino Unido) hayan
llegado al centro y ahora, reforzadas, estén volviendo a extenderse por
el mundo? Uno de los grandes peligros que afrontan los manifestantes
es el de enamorarse de sí mismos, de lo bien que se lo están pasando en
los sitios ocupados. En San Francisco, en una concentración
de solidaridad con Wall Street, el 16 de octubre de 2011, se oyó una
invitación a participar en la protesta como si fuera una concentración
jipi de los años sesenta: "Nos preguntan cuál es nuestro programa. No
tenemos programa. Estamos aquí para pasárnoslo bien".
Organizar
una feria es barato; lo verdaderamente importante es lo que queda al
día siguiente, en qué cambia nuestra vida diaria. Los manifestantes
deben enamorarse del trabajo duro y paciente. No son un final, sino un
comienzo, y su mensaje fundamental es: se ha roto el tabú, no vivimos
en el mejor mundo posible, y tenemos el derecho, e incluso el deber, de
pensar alternativas. En una especie de triada hegeliana, la izquierda
occidental ha vuelto a sus principios: después de abandonar el llamado
"fundamentalismo de la lucha de clases" por la pluralidad de las luchas
antirracistas, feministas, etcétera, el problema fundamental vuelve a
ser el "capitalismo". La primera lección debe ser: no debemos culpar a
personas ni actitudes. El problema no son la corrupción ni la codicia,
es el sistema que nos empuja a ser corruptos. La solución no es "la
calle frente a Wall Street", sino cambiar este sistema en el que la
calle no puede funcionar sin Wall Street.
Queda mucho camino por
recorrer, y pronto habrá que abordar los interrogantes verdaderamente
difíciles, no sobre lo que no queremos, sino sobre lo que queremos.
¿Qué organización social puede sustituir al capitalismo actual? ¿Qué
tipo de dirigentes necesitamos? ¿Qué órganos, incluidos los de control y
represión? Es evidente que las alternativas del siglo XX no han
funcionado. Aunque la "organización horizontal" de las multitudes
concentradas, con su solidaridad igualitaria y sus debates abiertos,
resulta emocionante, no debemos olvidar lo que escribió Gilbert Keith
Chesterton: "Tener la mente abierta, en sí, no es nada; el objeto de
abrir la mente, como el de abrir la boca, es poder cerrarla con algo
sólido dentro". Lo mismo ocurre con la política en épocas de
incertidumbre: los debates abiertos tendrán que fundirse en nuevos
significantes fundamentales, pero también en respuestas concretas a la
vieja pregunta leninista: "¿Qué hacer?".
Es fácil responder a los
ataques conservadores directos. ¿Son antiamericanas las protestas?
Cuando los fundamentalistas conservadores aseguran que Estados Unidos
es una nación cristiana, conviene recordar lo que es el cristianismo:
el Espíritu Santo, la comunidad libre e igualitaria de creyentes unidos
por el amor. Los manifestantes son el Espíritu Santo, mientras que, en
Wall Street, los paganos adoran a falsos ídolos. ¿Son violentos los
manifestantes? Es cierto que su lenguaje puede parecer violento
(ocupación y otros mensajes similares), pero lo son en el sentido en el
que era violento Mahatma Gandhi. Son violentos porque no quieren que
las cosas continúen como hasta ahora. ¿Pero qué violencia es esta
comparada con la necesaria para sostener el buen funcionamiento del
sistema capitalista mundial? Se les llama perdedores, pero ¿no están
los verdaderos perdedores en Wall Street, y no les hemos rescatado con
nuestro dinero, cientos de miles de millones? Se les llama socialistas,
pero, en Estados Unidos, ya existe un socialismo para los ricos. Se
les acusa de no respetar la propiedad privada, pero las especulaciones
que desembocaron en la crisis de 2008 aniquilaron más propiedad
privada, ganada con esfuerzo, que si los manifestantes se dedicaran a
hacerlo noche y día; baste recordar los cientos de hipotecas
ejecutadas.
No son comunistas, si por comunismo nos referimos al
sistema que se vino merecidamente abajo en 1990; y recordemos que los
comunistas que quedan hoy gobiernan el capitalismo más despiadado que
existe (China). El éxito del capitalismo comunista de China es un mal
presagio de que el matrimonio entre capitalismo y democracia está
aproximándose a un divorcio. El único sentido en el que se les puede
llamar comunistas es que les importan los bienes comunes -los bienes
comunes de la naturaleza, del conocimiento-, que el sistema está
poniendo en peligro. Les desprecian por ser soñadores, pero los
auténticos soñadores son quienes piensan que las cosas pueden seguir
indefinidamente como están, con meros cambios superficiales. No son
soñadores, son el despertar de un sueño que está convirtiéndose en una
pesadilla. No destruyen nada, reaccionan ante la autodestrucción
gradual del propio sistema. Todos conocemos la típica escena de dibujos
animados: el gato llega al borde del precipicio, pero sigue andando,
sin saber que ya no tiene suelo bajo los pies, y no se cae hasta que no
mira hacia abajo y ve el abismo. Lo que están haciendo los
manifestantes es recordar a quienes tienen el poder que deben mirar
hacia abajo.
Esa es la parte fácil. Los miembros del movimiento
deben cuidarse de los enemigos y, sobre todo, de los falsos amigos que
fingen apoyarles pero ya están haciendo todo lo posible para diluir la
protesta. Igual que nos dan café descafeinado, cerveza sin alcohol,
helado sin grasa, el poder intentará convertir las protestas en un gesto
moralista e inocuo. En el boxeo, "abrazarse" es agarrar el cuerpo del
rival con los brazos para impedir o dificultar los golpes. La reacción
de Bill Clinton a las protestas de Wall Street es un ejemplo perfecto
de abrazo político; Clinton cree que las protestas son "en conjunto...
algo positivo", pero le preocupa que la causa sea tan difusa: "Deben
defender algo concreto, no solo mostrarse en contra, porque, si se
limitan a estar en contra, otros llenarán el vacío que han creado",
dijo. Clinton sugirió que los miembros del movimiento apoyen el plan de
empleo del presidente Obama, que, según él, creará "dos millones de
puestos de trabajo en el próximo año y medio".
A lo que hay que
resistirse en esta etapa es precisamente a ese deseo de traducir
rápidamente la energía de la protesta en una serie de demandas
"pragmáticas" y "concretas". Es verdad que las protestas han creado un
vacío: un vacío en el terreno de la ideología hegemónica, y hace falta
tiempo para llenarlo como es debido, porque es un vacío cargado de
contenido, una apertura para lo Nuevo. Los manifestantes salieron a la
calle porque estaban hartos de un mundo en el que reciclar las latas,
dar un par de dólares a obras benéficas o comprar un capuchino en
Starbucks porque el 1% va al Tercer Mundo basta para sentirse a gusto.
Después de externalizar el trabajo y la tortura, después de que las
agencias matrimoniales hayan empezado a externalizar incluso las
relaciones, vieron que llevaban mucho tiempo dejando externalizar sus
compromisos políticos, y quieren recuperarlos.
El arte de la
política también es insistir en una demanda concreta que, aunque sea
totalmente "realista", trastorna la ideología hegemónica, es decir, que,
pese a ser factible y legítima, en la práctica es imposible (por
ejemplo, la sanidad universal en Estados Unidos). Después de las
protestas de Wall Street, debemos movilizar a la gente por esas
demandas, pero es muy importante permanecer alejados del
terreno pragmático de las negociaciones y las propuestas "realistas".
No debemos olvidar que cualquier debate que se haga aquí y ahora
seguirá siendo necesariamente un debate en el campo enemigo, y hará
falta tiempo para desplegar el nuevo contenido. Todo lo que digamos
ahora nos lo podrán quitar (recuperar); todo menos nuestro silencio.
Este silencio, este rechazo al diálogo, a los abrazos, es nuestro
"terrorismo", tan amenazador y siniestro como debe ser.
Cuando la comedia es peor que la tragedia original
En este nuevo análisis del siempre brillante Slavoj Zizek (First as Tragedy, then as Farce, Primero como tragedia, después como comedia),
se le da una poderosa vuelta de tuerca a la actual crisis global y al
modelo capitalista que nos ha sumergido en ella. Este portentoso
intelectual, sostiene que la idea neoliberal del final de la historia
propuesta por Francis Fukuyama a principios de los 90, ha tenido que
morir dos veces. Primero tras la mañana del 11-S que marcó el colapso de
la utopía política neoliberal y neocon, y luego con el colapso de la
utopía económica del capitalismo global de fines de 2008.
Siguiendo a Marx, quien sostuvo que la historia se repite: primero
ocurre como tragedia y después como comedia; y a Herbert Marcuse, quien
hace notar que la repetición en versión comedia puede ser aún más
aterradora que la tragedia original, Zizek sostiene que la fantasía
financiera de la globalización ha terminado y que las millones de
personas sin empleo se han convertido en la gran lacra de la
irracionalidad del capitalismo global. Algo que es imposible de ignorar.
Apenas unos meses antes de este brutal accidente, las prioridades del
mundo parecían ser el calentamiento global, el hambre, el sida, el
acceso a medicinas, la desigualdad, etc. Para todas estas problemáticas
se actuó timidamente, mezquinamente. Con la implosión financiera, las
prioridades cambiaron y se actuó de inmediato, inyectando enormes
cantidades de dinero en el sistema financiero, justamente el epicentro
de la crisis. ¿Queda alguna duda de como funcionan las prioridades del
mundo capitalista? Estas son las pruebas que desarrolla Slavoj Zizek,
quizá el último de los grandes filósofos de nuestro tiempo, que
cuestiona con total autoridad la irracionalidad manifiesta y brutal del
mundo moderno. Dejo aqui a Zizek con sus propias palabras, y también
este link donde presenta su último libro: Living in the End Times