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Libros: Madre Tierra - Raúl Prada Alcoreza - II
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 04/06/2014 21:57 |
Hacia la economía social y comunitaria
La discusión del modelo económica es quizás una de las más
importantes de los debates generados por el proceso de transformaciones y
transición hacia el Estado plurinacional comunitario autonómico. La
clave de la soberanía, la independencia, la autonomía y la construcción
alternativa dependen mucho de la transformación económica. Al respecto
la Constitución es clara, se orienta a una economía social y
comunitaria. ¿Qué quiere decir esto? El enfoque social es importante
para salir de una sociedad estructurada sobre la base de la
diferenciación racial y de clase. El emprendimiento social también es
imprescindible en la medida que despertamos las capacidades y
potencialidades de la gente, la iniciativa social. En esta perspectiva
es importante recuperar el sentido de gestión, de cogestión y de
autogestión. También es importante abrir espacios creativos para los
proyectos sociales anticapitalistas. La reconstitución comunitaria forma
parte del proceso descolonizador, íntimamente ligado al proyecto
alternativo civilizatorio y cultural del vivir bien. La
institucionalidad cultural comunitaria ha sido y es la condicionante
cohesiva histórica de la formación social boliviana, incluso tendríamos
que decir de las formaciones sociales territorializadas andinas,
amazónicas y chaqueñas. Las comunidades han sostenido los periodos
coloniales, así también las etapas republicanas; incluso podríamos decir
que han sostenido el ciclo económico de la minería de la plata, así
mismo el ciclo económico de la minería del estaño, por la simple razón
que los trabajadores mineros siempre han estado de uno u otro modo
vinculado a las comunidades, a las relaciones comunitarias, también a
los circuitos comunitarios de reproducción de las relaciones sociales.
Las comunidades son estructuras estructurantes en la matriz de
la sociedad. No desaparecen en los procesos de migración a las ciudades,
al contrario, transfieren a las ciudades sus pautas culturales,
reproduciendo formas comunitarias en los asentamientos urbanos. La red
comunitaria se extiende y persiste, basada en la posesión de la tierra y
se recrea con los retornos intermitentes a las comunidades. Los
sindicatos no hicieron desaparecer a los ayllus, al contrario, mantienen
en su composición la lógica de funcionamiento comunitario, aunque
ciertas formas de organización se hayan transformado. La economía
comunitaria se encuentra reconocida en la Constitución, forma parte del
ámbito de la economía plural, fundamentalmente configura en su
trayectoria histórica las distintas formaciones económicas y sociales,
siendo su matriz, el sostén cultural, la periferia del capitalismo y la
alteridad del mismo. La reconstitución comunitaria abre el horizonte
descolonizador del Estado plurinacional. Basa su funcionamiento en
formas institucionales que congregan lo colectivo, lo insertan en redes
sociales y de alianzas territoriales conformadas a partir de
complementariedades, dualidades expansiones y rotaciones. Se trata de
formaciones económicas hibridas, que usan los circuitos del mercado
recodificándolo desde la significación de los códigos de parentesco y de
compromisos, ayudas mutuas, jerarquías y prestigios culturales. Las
ferias y los traslados comerciales son estructurados por ambas lógicas.
¿Quién usa a quién? ¿El mercado usa lo comunitario o lo comunitario
usa al mercado? ¿Cómo se puede saber? Todo depende no sólo de la
correlación de fuerzas sino de los resultados, de los productos, de las
acumulaciones o dinerarias o de prestigio, económicas y culturales.
Quizás dependa de los contextos, pero también de las miradas y de las
percepciones. Lo importante es saber que las comunidades siguen siendo
vigorosas, siguen irrumpiendo en los escenarios, aunque los economistas
no los cuantifiquen. Hay una economía cualitativa que cruza las
actividades de estas composiciones colectivas. El mundo indígena emerge
con fuerza por todos lados, haciendo porosa la economía del mercado y
los circuitos comerciales. Hace falta ver recuperar lo comunitario no
sólo en los espacios de la circulación, sino también en los espacios de
la producción. La propuesta de la década productiva por parte de la
CSUTCB es una incursión en esta perspectiva; la reconstitución de los
suyos del CONAMAQ es otro proyecto comunitario; la reterritorialización
del CIDOB realizando la autonomía indígena forma parte del devenir de la
comunidad; la territorialización de los enfoques de planificación
participativa e integral, que comprenden la gestión productiva, la
gestión socio-ambiental, la gestión territorial, replantean la
posibilidad material de despertar las capacidades, las potencialidades,
la energía de lo comunitario. No sólo hay que pensar en los ecosistemas
rurales el retorno y la emergencia de la comunidad, sino también es
indispensable idear también su proyección e irradiación en las ciudades,
en plena crisis financiera y estructural del capitalismo. Esto va a
depender de la iniciativa participativa de los pueblos, las poblaciones,
las sociedades locales, las organizaciones y formas de integración
urbana. Pensar otra forma de ciudad, no la atrapada en el mercado y en
las instituciones burocráticas, sino la ciudad como espacio de
liberaciones y conformaciones autogestionarias.
La economía plural también comprende la forma de organización de la
economía estatal y la forma de organización de la economía privada. La
pregunta es: ¿Cómo se articula la economía comunitaria con la economía
estatal y la economía privada? Al respecto, podemos usar la siguiente
hipótesis: Las comunidades, en todas sus formas, han sido el sostén de
la fuerza de trabajo, tanto de las empresas estatales como de las
empresas privadas. El entorno de estos sistemas empresariales ha estado
habitado por lo comunitario, de una manera o de otra. Ahora bien, en la
etapa de transición hacia una economía social y comunitaria las
comunidades no pueden ser solamente el entorno sino que deben
convertirse en el eje articulador de un nuevo modelo económico
productivo y producente, en armonía con los ecosistemas y las
territorialidades autonómicas, encaminado al Vivir Bien. En relación a
estas articulaciones hay que tener en cuenta por lo menos que la
economía comunitaria no se opone a la transformación productiva, incluso
si esta transformación comprende la industrialización; lo que exige es
claridad en la orientación. No se marcha a un modelo industrialista
basado en el paradigma de la revolución industrial, sino que la
industrialización se acopla, se complementa y se integra a un modelo que
garantiza la soberanía alimentaria, la soberanía económica, la
soberanía financiera y la soberanía tecnológica, volcando los excedentes
en la transformación del ámbito de relaciones y de la formación de los
sujetos. Por lo tanto la valoración tiene que ser cualitativa, sobre
todo se trata de valorar las lógicas de vida, desechando las lógicas de
la valoración abstracta de capital. Se trata de transvalorar y de
invertir los valores, los valores abstractos, que seguramente en la
transición larga a otro modelo civilizatorio, van a seguir funcionando,
pero deben seguir haciéndolo subordinadas a las lógicas cualitativas de
transformaciones estructurales.
¿Cuál es la discusión entonces? No es obviamente entre “modernicos” y
“pachamamicos”, tampoco entre industrialistas y ecologistas, como han
querido hacer ver los estigmatizadores, que terminan maniqueamente
pintando un panorama falso, para defender el proyecto de capitalismo de
Estado. La discusión es entre un proyecto que no puede salir de las
lógicas perversas del capital y del capitalismo dependiente, que se
enfrenta al proyecto de los movimientos sociales, indígenas originarios,
el mismo que se orientan a una salida descolonizadora, a un
trastrocamiento del capitalismo, de la modernidad universal y del
desarrollo, abriéndose a modernidades heterogéneas e hibridas. La
pregunta que está en el fondo de este enfrentamiento es: ¿Es viable un
proyecto subversivo al capitalismo y a la herencia colonial? El
nacionalismo, que apunta al capitalismo de Estado, dice no. Lo que es
posible para el nacionalismo es el realismo político, el pragmatismo,
por lo tanto mantenernos en las redes de la dominación capitalista,
reiterando el círculo perverso de la dependencia. La respuesta de los
movimientos sociales es diametralmente diferente, dice sí, es posible
una alterativa subversiva al capitalismo. Lo es pues el capitalismo se
sostiene en el imaginario cuantitativo de la valorización dineraria y en
las armas del imperialismo, en tanto que el proyecto comunitario se
basa en la larga historia institucional de las formas cohesivas
colectivas, que han logrado preservar la biodiversidad y acumular
saberes, conocimientos, ciencias y tecnologías ancestrales adecuadas a
la necesidad de armonizar con los ecosistemas. Saberes capaces de
articularse a las tecnologías más avanzadas y hacerlas funcionar de otra
manera, bajo otras lógicas, para la resolución cualitativa de
problemas, no para la acumulación abstracta del capital.
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 21:58 |
El Nuevo Modelo Económico
De la Constitución Política del Estado Plurinacional Comunitario Autonómico
¿Cuáles son las bases del nuevo modelo económico que establece la
organización económica del Estado en la Constitución Política del
Estado? ¿Cuáles son sus características? ¿A dónde apunta la orientación y
la dirección del proceso económico que supone el modelo económico? ¿Qué
significa en todo esto el horizonte de la economía social y
comunitaria? ¿Qué papel juega el Estado? ¿Qué significa la presencia en
el modelo económico del título II, sobre Medio Ambiente, Recursos
Naturales, Tierra y Territorio, y el título III, sobre Desarrollo Rural
Integral Sustentable? Estas son las preguntas que debemos abordar
considerando el análisis y la interpretación de la organización
económica del Estado plurinacional comunitario y autonómico, sobre todo
cuando se tiene que aplicar la constitución, mediante leyes
fundacionales y transformaciones institucionales.
Una lectura de la cuarta parte de la Constitución Política del Estado
de Bolivia, que corresponde a la organización económica del Estado,
revela la riqueza y la complejidad del nuevo modelo económico,
articulado al modelo de Estado plurinacional comunitario y al modelo
territorial, configurado en base al pluralismo autonómico. Lo primero
que aparece es la caracterización de la economía plural, compuesta por
las formas de organización económica comunitaria, estatal, privada y
social cooperativa. Este modelo está orientado al vivir bien de todas
las bolivianas y bolivianos. También establece que la economía plural es
la economía social y comunitaria, que debe complementar el interés
individual con el vivir bien colectivo. En otras palabras, el modelo
plural se define como economía social y comunitaria. Esto es importante
al momento de interpretar claramente las definiciones de la Constitución
en lo que respecta a los actos fundacionales de las leyes y a las
trasformaciones institucionales que hay que llevar a cabo. Ahora bien,
¿cómo construimos esta economía social y comunitaria? La Constitución
dice que el Estado reconocerá, respetará, protegerá y promoverá la
economía comunitaria. Dice que esta forma de organización económica
comunitaria comprende los sistemas de producción y reproducción de la
vida social, fundados en los principios y visión propios de las naciones
y pueblos indígenas originarios campesinos (Art. 307). En otras
palabras, esto comprende las estructuras, las instituciones, normas y
procedimientos propios de las comunidades ancestrales. Esto es
definitivamente importante cuando se tiene que tener una idea clara de
la integralidad del modelo económico. Debemos evitar interpretaciones
parciales, intencionales e interesadas, sobre todo en fragmentar las
figuras componentes de la organización del Estado plurinacional
comunitario y autonómico. Un primer sesgo y desviación que aparece es
cuando se supone que el Estado plurinacional comunitario y autonómico es
el mismo Estado-nación, sólo con el añadido de algunas concesiones
pluralistas. Esta perspectiva reformista no es otra cosa que una
voluntad restauradora del viejo Estado-nación, del Estado moderno, de su
vieja maquinaria colonial. Esta interpretación arbitraria es un peligro
no sólo que limita el ímpetu transformador del proceso sino porque
termina des-constitucionalizando el texto constitucional, llevándonos a
la peligrosa situación de elaborar leyes que no respondan al espíritu
constituyente de la Constitución. Por eso, hay que decirlo de una vez,
el Estado plurinacional comunitario autonómico no es el mismo
Estado-nación; es otro Estado, otra forma de Estado, establece una
relación radicalmente distinta entre sociedades y Estado, entre naciones
y pueblos indígenas originarios campesinos y Estado. Hablamos
definitivamente de otro mapa institucional. El Estado plurinacional
comunitario autonómico requiere una revolución institucional, una
revolución cultural, una revolución democrática, una revolución
socio-ambiental, que integralmente se comprenden como la emergencia del
modelo civilizatorio y cultural alternativo al capitalismo y a la
modernidad que llamamos vivir bien.
Una segunda figura que aparece claramente en este proceso de
conformación del nuevo modelo económico es el papel atribuido al Estado,
que no debemos olvidar nunca que es otro Estado, otra clase de Estado.
La función del Estado es conducir el proceso de planificación económica y
social, con participación y consulta ciudadana; dirigir la economía y
regular los procesos de producción, distribución y comercialización de
bienes y servicios; ejercer la dirección y el control de los sectores
estratégicos de la economía; participar directamente en la economía para
promover la equidad económica y social; integrar las diferentes formas
económicas de producción, promover prioritariamente la industrialización
de los recursos naturales renovables y no renovables, en el marco del
respeto y protección del medio ambiente; promover políticas de
producción equitativa de la riqueza y de los recursos económicos del
país, determinar el monopolio estatal de las actividades productivas y
comerciales que se consideren imprescindibles; formular periódicamente,
con participación y consulta ciudadana, el plan general de desarrollo;
gestionar recursos económicos para la investigación, la asistencia
técnica y la transferencia de tecnologías para promover actividades
productivas y de industrialización; además de regular la actividad
aeronáutica (Art. 316). ¿Cómo entender esta función del Estado en el
contexto de la economía plural, que es en sí y para sí economía social y
comunitaria? ¿Se trata de un Estado en transición en el proceso de una
mutación transformadora que crea las condiciones económicas, sociales,
políticas y culturales para el desarrollo de una economía social y
comunitaria? Esta función del Estado debe descifrarse también
comprendiendo la forma de organización económica estatal, que abarca a
las empresas públicas y a otras entidades económicas de propiedad
estatal. Esta forma de organización económica tiene por objetivos:
administrar a nombre del pueblo boliviano los derechos propietarios de
los recursos naturales, ejercer el control estratégico de las cadenas
productivas y de los procesos de industrialización; administrar los
servicios básicos de agua potable y alcantarillado; producir
directamente bienes y servicios; promover la democracia económica y el
logro de la soberanía alimentaria; además de garantizar la participación
y el control social sobre su organización y gestión, así como la
participación de los trabajadores en la toma de decisiones y beneficios (
Art. 309). El Estado articula las formas de organización económicas,
dirige, interviene y regula la economía, industrializa los recursos
naturales, orientando el proceso económico hacia el potenciamiento de la
economía social y comunitaria, garantizando la democracia económica y
la perspectiva del vivir bien. Este es un Estado administrador de las
propiedades del pueblo boliviano, su administración pasa por la
consulta, la participación y el control social. Es un Estado cuyo
sistema de gobierno es la democracia participativa, que comprende el
ejercicio de la democracia directa, la democracia delegada y la
democracia comunitaria. Entonces se trata de una herramienta o de una
maquinaria para lograr un fin, una adecuación de medio a fin; este fin
es la economía social y comunitaria y el vivir bien. No se trata, de
ninguna manera, como algunos nacionalistas y pragmáticos creen, que se
trata de fortalecer el Estado, mantenerse en la lógica estatalista,
circunscribirse en el círculo vicioso de la realización de la razón de
Estado como si fuese el espíritu y el saber absoluto. Esta decadencia
hegeliana en pleno crepúsculo del Estado-nación no es más que una
desesperada ficción por mantener las estructuras de poder instauradas
durante la colonia y evolucionadas, en forma republicana, hasta la
conformación subalterna del Estado moderno en la periferia del
sistema-mundo capitalista. La Constitución dice: No más Estado-nación,
ha muerto, no más Estado moderno, está en crisis, sino la incursión en
una nueva forma descolonizadora, el Estado plurinacional comunitario y
autonómico.
Las otras figuras que aparecen son la iniciativa privada y la
libertad de empresa, las cooperativas y, fuera de estas formas de
organización económica plurales, aparece un modelo ecológico que
desborda al propio modelo económico, articulándolo al modelo
civilizatorio y cultural del Vivir Bien. Como se puede ver, la
organización económica del Estado plurinacional comunitario y autonómico
propone un proceso integral, articulado y participativo encaminado a la
conformación de la economía social y comunitaria en el tejido del
modelo civilizatorio del Vivir Bien.
Retomando la caracterización de la economía plural, se establece que
en este conglomerado el Estado ejercerá la dirección integral del
desarrollo económico y sus procesos de planificación, se plantea que los
recursos naturales son propiedad del pueblo boliviano y serán
administrados por el Estado, que se respetará y garantizará la propiedad
individual y colectiva sobre la tierra, se propone la industrialización
de los recursos naturales para superar la dependencia de la exportación
de materias primas y lograr una economía de base productiva, en el
marco del desarrollo sostenible, en armonía con la naturaleza, se
determina que el Estado podrá intervenir en toda la cadena productiva de
los sectores estratégicos, buscando garantizar el abastecimiento para
preservar la calidad de vida, se plantea el respeto a la iniciativa
empresarial y la seguridad jurídica, además vuelve a quedar claro que el
Estado fomentará y promocionará el área comunitaria de la economía como
alternativa solidaria en el área rural y urbana (Art. 311). Como se
puede ver el Estado aparece como dirección del desarrollo económico y
planificador, como administrador de los recursos naturales, como garante
de la propiedad individual y colectiva, como interventor en la cadena
productiva, también como garante de la iniciativa empresarial y de la
seguridad jurídica, como fomentador de la economía comunitaria. Hay que
tener claro que el Estado ahora es el Estado transversal, no se reduce
al nivel central, menos al gobierno, el Estado comprende a todos los
niveles autonómicos, el Estado comprende relaciones intergubernamentales
y relaciones entre las asambleas legislativas, el Estado es el modelo
territorial, es decir el pluralismo autonómico, comprendiendo su régimen
competencial y el régimen económico financiero del nivel central y de
las autonomías. El Estado es plurinacional comunitario y autonómico.
Ahora bien, este Estado articula e integra el proceso de
transformaciones del modelo económico, que se encamina al paradigma
económico social y comunitario, al equilibrio ecológico, y al arquetipo
civilizatorio y cultural del vivir bien. El Estado es el dinamizador de
la transición transformadora, pero, a la vez, es un Estado en
transición. No hay que olvidar que el horizonte es la economía social y
comunitaria y la composición civilizatoria del vivir bien, donde la
sociedad termina de integrarse equilibradamente a la naturaleza, dándose
lugar a una clara consciencia cultural de la pertenencia a la
complejidad del cosmos o al caosmosis. Esta intersubjetividad cultural
es inmanente y trascendente, responde a la búsqueda de armonía,
reciprocidad y complementariedad viviente.
En Medio Ambiente, Recursos Naturales, Tierra y Territorio se dice
que es deber del Estado y de la población conservar, proteger y
aprovechar de manera sustentable los recursos naturales y la
biodiversidad, así como mantener el equilibrio del medio ambiente (Art.
342). También se dice que la población tiene derecho a la participación
en la gestión ambiental, a ser consultado e informado previamente sobre
las decisiones que pudieran afectar a la calidad del medio ambiente
(Art. 343). Y un poco más abajo se dice que las políticas de gestión
ambiental se basarán en la planificación y gestión participativas, con
control social; en la aplicación de los sistemas de evaluación de
impacto ambiental y control de calidad ambiental, sin excepción y de
manera transversal a toda actividad de producción de bienes y servicios
que use, transforme o afecte a los recursos naturales y al medio
ambiente; en la responsabilidad por la ejecución de toda actividad que
produzca daños medio ambientales y su sanción civil, penal y
administrativa por incumplimiento de las normas de protección del medio
ambiente (Art. 345). También se establece que el patrimonio natural es
de interés público y de carácter estratégico para el desarrollo
sustentable del país (Art. 346). Como se puede ver no sólo se trata de
la preocupación por la preservación y conservación del medio ambiente
sino también de la problemática relación entre sociedad y naturaleza,
más aún entre actividades sociales como las relativas a la producción,
distribución, consumo y los ecosistemas, se tata de la búsqueda de la
constitución o reconstitución del equilibrio (pacha). En
realidad los títulos II y III de la Organización Económica del Estado
trabajan el diseño de un modelo ecológico, complejo trabajo y difícil
diseño pues se trata de resolver las contradicciones entre producción,
industrialización, y equilibrio ecológico. La armonización y
coordinación entre actividades económicas y naturaleza es requerida
mediante la intervención estatal como garante de la preservación,
conservación, mitigación ambiental, y a través de la participación
social en la gestión ambiental y territorial. Así como hay que tomar el
nuevo modelo como un proceso complejo de armonización y construcción de
la economía social y comunitaria, también hay que entender el modelo
ecológico como un proceso de armonización y construcción del equilibrio.
La economía social y comunitaria y el modelo ecológico son
complementarios, constituyen las bases, el sustento y el sostén del
paradigma civilizatorio y cultural del vivir bien. En esta perspectiva
se trata de realizar el vivir bien prácticamente, no sólo tenerlo como
horizonte. ¿Cómo se hace esto? Resolviendo los nudos problemáticos,
contradictorios, los obstáculos, que impiden el equilibrio, la armonía
con la naturaleza, que saturan y rompen los equilibrios eco-sistémicos y
atentan contra la biodiversidad. Para esto se necesita actuar en los
mapas complejos de las realidades socio-ambientales,
socio-territoriales, socio-económicos y socio-políticos. Este camino no
es fácil ni simple, es complicada y compleja, está dibujada en la
normativa constitucional.
Un ejemplo de la elasticidad normativa en el despliegue del nuevo
modelo económico se encuentra en el artículo 352, donde se dice que la
explotación de los recursos naturales en determinado territorio estará
sujeta a un proceso de consulta a la población afectada, convocada por
el Estado, que será libre, previa e informada. Se garantiza la
participación ciudadana en el proceso de gestión ambiental y se
promoverá la conservación de los ecosistemas, de acuerdo con la
Constitución y la ley. En las naciones y pueblos indígenas originarios
campesinos, la consulta tendrá lugar respetando sus normas y
procedimientos propios. Este artículo muestra claramente la elasticidad y
la tensión de la transición; están contemplados todos los sujetos
involucrados en el proceso, el Estado, la población, las naciones y
pueblos indígenas, la ciudadanía y obviamente, ese sujeto, reconocido en
la concepción del Vivir Bien que es la Madre Tierra, la llamada
naturaleza. Todos tienen que participar en la transformación y
armonización, en la gestión ambiental, en la conservación y también en
la exploración sustentable de los recursos naturales. Este artículo nos
muestra claramente la necesidad de la adecuación de la explotación y
producción de los recursos naturales con la conservación de los
ecosistemas. En otras palabras, modelo productivo y modelo ecológico
tienen que armonizarse en la perspectiva del vivir bien. Se muestra la
dificultades de hacerlo, pero también las salidas, una de ellas, y
quizás una de las más importantes, tiene que ver con la participación de
la población, con la gestión ambiental ciudadana, con la gestión
territorial. La transición no puede realizarse sin la participación
social, la transformación no puede desplegarse sin la coordinación de
todos los sujetos involucrados. Esto implica una planificación
territorial, bajo un enfoque de planificación integral y participativa.
Para esto es menester tener claro la dirección y la orientación del
proceso; se parte de la articulación coordinada de la economía plural,
se involucra al Estado en esta articulación, se orienta su función en la
perspectiva de la economía social y comunitaria, se asume el paradigma
ecológico, creando las condiciones de realización del modelo
civilizatoria y cultural del Vivir Bien. El modelo de Estado, el modelo
autonómico y el modelo económico, componen el paradigma del vivir bien,
construyen potenciando relaciones alternativas, basadas en las
reciprocidades y complementariedades, recuperando, consolidando y
expandiendo las formas comunitarias, las formas de cohesión colectivas,
los saberes sociales y el intelecto general. La complejidad de esta
transición tiene que ser situada en una suerte de coexistencia disputada
de las formas sociales, colectivas y comunitarias en el contexto
definido por la economía-mundo capitalista. Se trata de una larga
transición combativa hacia un mundo alternativo al capitalismo. En esta
perspectiva es indispensable combinar principio de realidad y principio
esperanza, objetividad y utopía, encaminar la praxis en función del
horizonte abierto por las luchas sociales y de las naciones y pueblos
indígenas originarios campesinos.
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 21:59 |
Transiciones en la periferia
Vamos a responder a un cuestionario, la idea es que podamos discutir,
reflexionar y analizar sobre los desafíos y problemas que nos plantean
los procesos políticos desatados en Sudamérica, las transiciones que
plantean y las condiciones de posibilidad histórica de los cambios, las
rupturas y la invención de nuevas formas estatales, societales y
económicas, lo que en Bolivia se llama el paradigma civilizatorio y
cultural del vivir bien. El cuestionario mentado se puede resumir en
tres preguntas orientadoras. Estas son las siguientes:
1. ¿Es posible pensar, y en vistas a la experiencia
boliviana, en un modelo teórico que permita dar cuenta de la
problemática estatal de los estados periféricos en general, o hace
falta la construcción de herramientas específicas para analizar la etapa
transicional?
2. Desde la perspectiva comunitaria el proyecto
descolonizador supone abrirse a “un pasado no realizado, inhibido y
contenido por la colonización”. En el caso de las civilizaciones
indígenas, esto supone la recuperación de cosmovisiones y saberes que
fueron avasallados por la colonización. Por una parte, ¿cómo se conjugan
los diversos imaginarios plurales en un sentido que preserve el espacio
común de construcción colectiva, más allá de las diferencias? Y por la
otra, ¿en qué medida esta idea de recuperación del pasado puede ser
traducida a los estados nacionales dónde tales entramados culturales no
tuvieron un peso de igual significación que en Bolivia y en la región
andina?
3. ¿Cuáles son las resistencias más difíciles de superar y con qué estrategias de gestión política se pretende vencerlas?
La condición estatal en la periferia y en la transición
Quizás uno de los problemas más inquietantes para el análisis
político tenga que ver con la condición estatal en la periferia del
capitalismo o en los espacios del capitalismo periférico. También
vinculado a este problema se tiene otro concomitante: la condición
estatal en la transición hacia formas que buscan superar la determinante
económica del capitalismo, orientándose hacia formas que intentan
profundizaciones democráticas, que apertura transiciones al socialismo, y
recientemente, que intentan desandar el camino de la colonialidad,
iniciando procesos de descolonización. ¿Cuál es esta condición o cuáles
son estas condiciones del Estado en la periferia y en la transición?
Para responder esta pregunta voy a lanzar algunas hipótesis de trabajo.
Hipótesis 1:
Es posible hablar tanto de la condición estatal en la periferia así
como de la condición periférica del Estado. No son lo mismo. La
condición estatal alude a las adecuaciones estatales en la periferia, a
las adecuaciones administrativas, políticas, técnicas, normativas y
procedimentales de estos aparatos y de estas maquinarias fabulosas a las
condiciones múltiples y plurales de la periferia del sistema mundo
capitalista. La condición periférica alude a la situación de
subalternidad de la periferia respecto al centro de la economía-mundo
capitalista, por lo tanto alude a la condición de dependencia y de
dominación en la que se encuentra la periferia respecto al centro del
sistema-mundo.
Ambas condiciones plantean problemas y desafíos teóricos: ¿Cómo
pensar la condición estatal en la periferia? ¿Cómo pensar la condición
periférica del Estado? ¿Para responder a estos problemas y desafíos es
suficiente la teoría clásica del Estado, si es que se puede hablar de
una teoría clásica, es suficiente la teoría del modo de producción
capitalista? La respuesta parece ser no; no es posible responder a estos
problemas a partir de teorías que no contemplen, no incluyen, estos
problemas. El campo problemático de estas teorías es otro; en lo que
respecta al Estado, la emergencia del Estado, el contrato social, el
arte de la política, la unificación nacional, la legitimación del poder,
la determinación o la autonomía relativa, la racionalidad, la
instrumentalidad y la normativa administrativa, los aparatos
ideológicos; en lo que respecta al modo de producción capitalista, la
explotación, el plusvalor y la plusvalía, la tasa de ganancia, la
composición del capital, todo esto en el marco de la teoría del valor.
Como se puede ver no se toma en cuenta la inserción de la maquinaria
política en contextos abigarrados, diferenciados, barrocos, donde
perviven formas de resolución del poder y de la legitimidad distintas a
la racionalidad instrumental de la modernidad, como por ejemplo redes de
parentesco, alianzas territoriales, complementariedades y rotaciones de
mandos, plusvalías de código y de prestigio. Cuando la racionalidad
instrumental se mezcla y yuxtapone con estas otras lógicas del poder
termina produciendo adaptaciones y adecuaciones complejas que exigen
pensarlas no solamente desde sus contextos sino también desde sus
propias convocatorias y ceremonialidades de poder. También es importante
tomar en cuenta la influencia y el papel de las burguesías
intermediarias, de las oligarquías regionales, que ocasionan usos
particulares del poder, también formas perversas de delegación y
usufructo del manejo institucional. Por otra parte, los procesos
populares, de recuperación de recursos naturales, de nacionalización y
búsquedas alternativas a la dependencia, terminan de producir efectos
transformadores en el Estado. Estos contextos problemáticos vinculados
también a las formas, pervivencias, irradiaciones, sincretismos e
hibridaciones culturales, terminan configurando campos nebulosos que
exigen una reflexión, análisis e interpretación teóricas apropiadas. Lo
que equivale a decir que se requieren por lo menos desplazamientos
epistemológicos que permitan pensar y elucidar las problemáticas
contingentes. No sé si se trata de encaminarse a un pluralismo
epistemológico o a una epistemología de la pluralidad. En todo caso se
trata de otra forma de pensar, por lo menos desde la problematización
crítica de la modernidad. Podemos abrirnos a modernidades heterogéneas,
pero también a otras perspectivas, a otros enfoques, que logren pensar
la alteridad, las alteraciones, la otredad, la diversidad y las
resistencias a la dominación del centro del sistema-mundo, a la
geopolítica cultural y de los conocimientos, de la ideología moderna,
nórdica y occidental.
Desde hace un buen tiempo se ha considerado esta posibilidad en la
filosofía, abrirse a pensar la pluralidad, lo importante es saber desde
donde se piensa, desde donde se nombra, desde qué lugar, y quién habla,
quién es el sujeto de la enunciación. El traslado de estos lugares o mas
bien de los lugares comunes en las teorías hegemónicas produce
desplazamientos y transformaciones epistemológicas, se abre a otros
saberes y a otras formas de conocimiento, sobre todo se abre a otra
perspectiva, a otras maneras de ver el mundo. Todo esto forma parte de
la disputa, del desacuerdo, de la lucha por la enunciación del mundo,
que también es una guerra de poderes. Quizás la forma más fuerte de esta
lucha se da en torno a la descolonización. Pues, como dice Armando
Bartra, nuestros países colonizados y después postcoloniales tienen que
ver gravitantemente con el acontecimiento traumático de la conquista y
la colonia[66].
Nadie se escapa de esta experiencia, los nativos, originarios, llamados
indígenas, los mestizos, criollos, los “descendientes de los barcos”,
es decir, los migrantes, nadie escapa a este acontecimiento violento de
instauración, de institucionalización, de dominación, de configuración
societal y de deculturación que es la vivencia múltiple de la
colonialidad. Por eso, parece indispensable pensar los estados
periféricos, los estados subalternos, desde los contextos problemáticos y
la atmosfera de la colonización y colonialidad. Al final de cuentas
todas las sociedades coloniales se han construido sobre cementerios
indígenas. La guerra contra los indios ha sido constitutiva de las
sociedades y repúblicas poscoloniales. Quizás sea este el núcleo más
fuerte, más duro y problemático de la condición periférica del Estado y
de la condición estatal en la periferia. El Estado en estas latitudes ha
sido el gran instrumento de la colonización, desde la conformación de
los aparatos extraterritoriales administrativos coloniales hasta las
formas más modernas de los Estados republicanos, incluyendo todas sus
reformas democráticas y administrativas. El problema colonial no atinge
solamente a los países con fuerte densidad demográfica indígena, sino a
todos los países poscoloniales, pues todos ellos son producto de la
colonización, la colonia y la colonialidad, todos ellos son sociedades
poscoloniales, todos ellos tienen una deuda con las naciones y pueblos
indígenas. Además todos se encuentran bajo las formas de dominaciones
expansivas e intensivas de las formas de poder de los países centrales
del sistema-mundo capitalista, de sus burguesías, sus trasnacionales y
su capital financiero; por lo tanto se encuentran bajo formas reiteradas
de la dependencia, de lo que se conoce como las formas complejas de la
neocolonialidad y del imperialismo. Las formas del colonialismo se han
expandido y proliferado, innovándose con las transformaciones
comunicacionales y tecnológicas, ampliándose con la producción de
necesidades artificiales y la irradiación del consumismo compulsivo. La
deculturación, la aculturación, el etnocidio, son constantes y
permanentes, avanzan paradójicamente con la emergencia de la diversidad y
la multiculturalidad. Como se puede ver los códigos políticos no pueden
desvincularse de los códigos culturales. El Estado no solamente es un
aparato político sino también una expresión cultural dominante, que
lleva adelante el proyecto civilizatorio de la modernidad. Desde esta
perspectiva, desde la mirada descolonizadora, el Estado también tiene
que pensarse, en tanto problema, desde la posibilidad de su desmontaje.
La teoría crítica del Estado, ahora, en la periferia, no puede sino
realizarse desde el enfoque de la descolonización. Sino ocurre esto, la
crítica se circunscribe a un ejercicio de malabaristas en el terreno y
en los límites de la academia, también circunscrita al debate abstracto,
reiterativo, de lo mismo, del saber centrado y científico.
Trasladándonos de terreno, a la teoría del modo de producción
capitalista, podemos ver que también ocurre algo parecido. La teoría no
ha tomado en cuenta la expansión del capitalismo en la periferia o, mas
bien, la expansión de la periferia del capitalismo; mejor dicho, la
expansión periférica del capitalismo. Son recientes los estudios de los
ciclos del capitalismo, que nos muestran una historia más larga, que va
más allá de la revolución industrial inglesa, que incluso ahora nos
muestran un capitalismo anterior al europeo, el capitalismo asiático,
particularmente el capitalismo chino, que ahora, retorna con fuerza con
la llamada revolución industriosa[67].
Autores como Samir Amin, André Gunder Frank, Theotonio dos Santos, han
intentado romper con una mirada céntrica del capitalismo buscando en las
formas del capitalismo periférico la explicación actualizada de la
acumulación originaria y ampliada del capital. Escuelas como las de la
dependencia, en América Latina, han buscado explicar la producción
desarrollada del subdesarrollo, teorizando sobre la dependencia y el
sistema-mundo capitalista. Estos desplazamientos son importantes, han
provocado una nueva formación enunciativa. Requerimos expandir y
profundizar sus hallazgos para terminar de construir una nueva caja de
herramientas teóricas que piense el capitalismo desde la periferia,
desde su lugar de expansión, de reiterada acumulación originaria,
convertida en reserva de recursos naturales y de ejércitos de mano de
obra barata, explotables, suspendiendo los derechos humanos, sociales y
de los trabajadores. La crisis del petróleo, la crisis de los
hidrocarburos, la crisis ecológica, nos muestran fehacientemente no
solamente los límites del capitalismo sino también y sobre todo la
necesidad de repensar el capital, los capitalismos, las acumulaciones,
el desarrollo, desde la perspectiva crucial y desbordante la las
formaciones histórico, sociales y económicas periféricas, así como desde
sus configuraciones territoriales.
Creo que los problemas de las transiciones se replantean de nuevo a
partir de las experiencias recientes de la emergencia de los movimientos
sociales multitudinarios, populares e indígenas, sobre todo cuando
estos movimientos o más bien sus organizaciones, incluso sus
organizaciones políticas, llamadas en Bolivia, instrumento político de
las organizaciones sociales, llegan al gobierno, embarcándose en
gestiones gubernamentales complejas y de transición. Una de las grandes
discusiones en ciertas corrientes marxistas fue la transición del
feudalismo al capitalismo, otra gran discusión de las corrientes
teóricas y políticas del marxismo, sobre todo de estas últimas fue la
transición del capitalismo al socialismo, sobre la base de la
experiencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la
República Popular China. Creo que el alcance de ambas discusiones es mas
bien corto y sin respuestas, se trata de trabajos básicamente
descriptivos, aunque hay honrosas excepciones que han tratado de
teorizar sobre las complejas transiciones y sobre sus contradicciones.
En relación a los estudios e investigaciones esclarecedores de la
escuela de los anales, se puede decir que la tesis sobre la transición
del feudalismo al capitalismo ha quedado en suspenso o entredicha, pues
ahora se tiene un enfoque mundial del capitalismo, como sistema y
economía-mundo, que comprende ciclos diferenciales, que connotan cambios
estructurales. En lo que respecta a la transición al socialismo, la
discusión ha culminado abruptamente con la caída de los estados
socialistas de la Europa oriental. Está en ciernes la discusión de las
transiciones, que llamaría, abigarradas, de los gobiernos populares e
indígenas de América del Sur (Venezuela, Ecuador, Bolivia). El
despliegue de esta discusión es necesario y urgente, sobre todo porque
se juega el destino no sólo de nuevos proyectos alternativos sino porque
está en juego el destino de poblaciones, pueblos, naciones y
sociedades, que ponen en expectativa sus esperanzas y su entusiasmo en
las posibilidades de los cambios echados a andar. Trataremos de meditar y
hacer algunos apuntes al respecto de la experiencia de estas
transiciones sudamericanas. En esta perspectiva nos atreveremos a lanzar
alguna hipótesis.
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 22:00 |
Hipótesis 2:
La transición puede ser pensada tanto desde una perspectiva
macro-orientada, donde preponderan las discusiones sobre el cambio de
las funciones y las estructuras, así como desde una perspectiva
micro-orientada donde prepondera el cambio de los actores y de las
acciones de estos actores; lo que importa de esta transición no es sólo
la perspectiva sino la orientación y dirección del proceso, lo que es
indispensable averiguar es la radicalidad y profundidad del proceso,
evaluar su capacidad de ruptura o más ben su debilidad, su límite
reformista. Bajo esta pretensión teórica podemos proponer lo siguiente:
Que la transición política, social y cultural que comprende a los
procesos sudamericanos deben valorizarse a partir del horizonte que
abren y también de las contradicciones que sostienen y sortean. Su
sostenibilidad y desenvolvimiento virtuoso depende de la fuerza social
de cambio, de la posibilidad permanente de la movilización general, de
un proceso de participación prolongado que termine de barrer con las
viejas estructuras, las viejas funciones, la viejas normas y
procedimientos, la heredada forma de gobierno disciplinario y liberal.
En definitiva, la transición depende de la fuerza, capacidad y alcance
descolonizador de los procesos.
Analizando la hipótesis que acabamos de lanzar, es indispensable
situarse en algunas contradicciones de los procesos desplegados en
América del Sur, particularmente prefiero situarme en los problemas y
contradicciones del proceso boliviano, que es el que más conozco. Una de
esas contradicciones sintomáticas se ha dado con relación a la temática
indígena, en lo que respecta a los derechos de las naciones y pueblos
indígenas originarios; otra de las contradicciones se dan en lo que
respecta a la problemática ambiental; en este sentido a la contradicción
entre visión desarrollista y ecología. Estas contradicciones son
sobresalientes en Bolivia y Ecuador, aunque entendiendo sus matices y
contextos diferenciados, por ejemplo, la menor densidad demográfica
indígena de Ecuador y la mayoritaria presencia indígena en la población
boliviana. Hay que remarcar estas contradicciones ente la evidencia de
que en sus constituciones se declaran estados plurinacionales, haciendo
claramente alusión al proyecto descolonizador. Por otra parte, la
Constitución de Ecuador establece los derechos de la Naturaleza, es
decir de la Madre Tierra, convirtiéndola en sujeto, en un notorio
desplazamiento hacia las cosmovisiones indígenas. La Constitución de
Bolivia, aunque no define los derechos de la Madre Tierra, los supone
cuando establece la finalidad del suma qamaña, del vivir bien; la cosmovisión de la pacha está presente; dicho en pocas palabras, esto quiere decir que se trata del equilibrio, la armonía (pacha)
con la madre tierra y las comunidades. Los gobiernos, las políticas
públicas, el proyecto de desarrollo, han entrado rápidamente en
contradicción con los derechos de las naciones y pueblos indígenas,
también con el equilibrio de los ecosistemas, por lo tanto con la
finalidad, valor supremo, del modelo civilizatorio del vivir bien.
¿Qué significa todo esto, la sintomática evidencia de estas
contradicciones, desde la perspectiva de la transición? Una primera
apreciación tiene que ver con que el proceso enfrenta su núcleo más duro
de resistencia y paradójicamente de aperturas. Esto quiere decir que el
proceso no podrá avanzar consecuentemente si no resuelve problemas
heredados, uno de esos, quizás el más condicionante, es el que tiene que
ver con el desarrollo y la dependencia. ¿Cómo encarar el desarrollo y
la salidas de la dependencia cuando se trata de una revolución indígena,
un revolución cultural, un proceso descolonizador que se abre hacia el
modelo civilizatorio y cultural del vivir bien? Mientras no se supere
la ilusión desarrollista y no se encuentran salidas verdaderamente
alternativas a la reiteración de la dependencia, al círculo vicioso de
la dependencia, va a ser muy difícil atravesar las contradicciones y
llevar adelante las transformaciones dentro de la transición. Hacer esto
equivale a una ruptura con el paradigma modernista, con el habitus
desarrollista de los funcionarios y los especialistas, con la
dependencia de la cooperación internacional, con la repetición
instrumentalizada de políticas públicas encaminadas al desarrollo. Esto
significa abrirse a la circulación de otros saberes, de otras
experiencias, de otras técnicas y otras opciones tecnológicas. Sin
embargo, estos desplazamientos epistemológicos y culturales no podrían
hacerse sin que se produzcan simultáneamente transformaciones
institucionales.
El otro nudo contradictorio tiene que ver con la arquitectura, la
estructura, los engranajes, la organización, la normativa y los
procedimientos del aparato estatal. Después de la constatación de la
crisis múltiple del Estado y el despliegue de-constructor de las
movilizaciones sociales, se llega al gobierno por la vía electoral,
gobierno por cierto inserto en el aparato estatal, maquinaria que
responde a la acumulación política colonial y liberal; se produce un
cambio simbólico del gobierno y no se transforma el Estado, perdurando
como una resistencia administrativa a los requerimientos del cambio. Se
reproduce la vieja lógica estatal, sus prácticas, sus normas, sus
procedimientos, su racionalidad administrativa, convirtiéndose en una
enorme malla de obstáculos a los mismos intentos de transformación. El
gobierno revolucionario termina envuelto dramáticamente en
escenarios preformados, de tramas escritas, cuyos desenlaces ya están
establecidos. Los resultados pueden reconocerse, retornan las
cristalizadas configuraciones del poder: Autocracias ilustrados o sin
iluminismo, absolutismos regionales y locales, verticalismos
disciplinarios, discriminaciones veladas, patriarcalismos más o menos
encubiertos, clientelismos, circuitos de influencia, elitismos y
especializaciones soterradas. Estas resistencias institucionales e
institucionalizadas boicotean permanentemente los objetivos del proceso
de cambio. Dicho de otro modo, en la transición el Estado en mutación se
convierte en un problema, frena la transición, aparece como memoria
material acumulada de las formas polimorfas de dominación y de las
formas de la racionalidad administrativa instrumentalizada, racionalidad
que conduce las formas reiterativas del poder. ¿Sin embargo, podría
entenderse también que la condición estatal es el medio a través del
cual se transita a las transformaciones institucionales y las
transformaciones políticas que diluyen el Estado en la sociedad? En la
perspectiva teórica de la crítica del Estado, también de la crítica del
poder, esto último es el sentido de la subversión social, de la
subversión de la praxis, lo que connota que la sociedad recupere su
capacidad de autodeterminación, de autogobierno, de autoadministración.
Empero, durante el desenvolvimiento mismo de la transición, durante el
despliegue del proceso, esta realización, esta recuperación integral de
la sociedad, parece lejana. Más bien en la transición el Estado se hace
indispensable y parece reforzar sus propios engranajes haciendo que la
maquinaria vuelva a funcionar como antes. Esta persistencia del Estado
es problemática pues impide la realización de sus propias
transformaciones. Al respecto, en Bolivia y Ecuador se trata de la
transición del Estado-nación al Estado plurinacional; a pesar de haberse
establecido constitucionalmente la condición plurinacional del Estado,
por lo tanto la tarea de iniciar un proceso de descolonización,
reconociendo la existencia precolonial de las naciones y pueblos
indígenas, su derecho a la libre determinación y al autogobierno,
abriéndose así a la posibilidad del pluralismo institucional, normativo,
administrativo y de gestiones, comprendiendo una gestión pública
plurinacional, una gestión comunitaria y una gestión intercultural; el
funcionamiento de la maquinaria estatal según sus viejas prácticas,
normas y procedimientos administrativos, termina restaurando el
Estado-nación. El Estado-nación se niega a morir y abrir el curso al
nacimiento del Estado plurinacional. El Estado no quiere dejar de ser
Estado, quiere mantener su relación diferenciada con la sociedad,
monopolizar la representación de la sociedad como sociedad política; se
niega a que la sociedad se apropie de sus propios productos, como los
relacionados al propio Estado. Salir del Estado-nación y entrar al
horizonte del Estado plurinacional es renunciar al carácter universal de
la nación, reconociendo el pluralismo de naciones, de culturas, de
sociedades, de civilizaciones. Salir del Estado, separado de la
sociedad, es salir de esta división liberal, Estado/sociedad civil, es
dejarse irradiar por los flujos participativos de la sociedad; en este
sentido la democracia participativa y la participación social son
conceptos que rompen con la división Estado/sociedad y recuperan la
condición integral de la sociedad, comprendiendo también que hablamos de
múltiples sociedades, de diversas asociaciones, de la interrelación de
distintas formas de sociabilidad, perfiles que enriquecen las formas de
cohesión, de comunicación, de intercambio, de interculturalidad. A
propósito, Pierre Rosanvallon dice que, expulsar el liberalismo de
nuestras cabezas es renunciar a la pretensión universal, así como tratar
de particularizar el campo político, cuando hoy está estructurado de
manera centralizada en su relación con el Estado; el problema clave es
particularizar el espacio de las actividades económico sociales. Sólo a
este precio es posible concebir niveles diferentes de organización y de
autonomía en la sociedad y ya no razonar en función de la necesidad de
un solo nivel de organización[68]. También dice que, la
superación del capitalismo no puede comprenderse como la implantación
de un nuevo orden económico global, de un nuevo modo de producción. Por
el contrario, se trata de multiplicar los modos de producción y los
tipos de actividad social[69]. En este sentido dice que, expulsar al liberalismo de nuestras cabezas quizás sea también terminar con el concepto de sociedad global[70]. Por último dice que, expulsar
el liberalismo de nuestras cabezas es producir un derecho adecuado a
las nuevas representaciones de la sociedad y de sus actividades[71].
Como se puede ver se apunta a una sociedad plural, a un campo político
plural, a una economía plural, a un derecho plural. Este es el camino
abierto por los movimientos sociales. En cambio habría que discutir con
Pierre Rosanvallon su incredulidad acerca de las formas comunitarias,
considera que es poco probable que se desarrollen formas estables de
vida comunitaria más amplias en el interior de las cuales podría
evolucionar una suerte de modo de producción comunitario[72].
Rosanvallon desconoce la existencia, resistencia, pervivencia y
expansión de las comunidades indígenas en América Latina. Este dato le
falta en las salidas pluralistas que propone al capitalismo y al Estado
central. Las comunidades indígenas son alterativas y alternativas al
Estado y al mercado, por lo menos en su condición homogénea y mundial.
La propuesta histórica es que sobre la base de esta matriz ancestral se
pueda construir otras alternativas comunitarias, desarrollando y
reivindicando lo común de las sociedades, no sólo políticamente,
económicamente, culturalmente, sino también jurídicamente, en una
concepción abierta al pluralismo jurídico.
Como se puede ver la transición es un periodo contradictorio, es un
recorrido difícil de sortear, sin embargo tampoco hay que olvidar que
también es el espacio y tiempo de oportunidades, tiempo de fluidez, de
flexibilizaciones, ocasión de invenciones y creatividades. No deja de
ser una invitación a cambiar, a promover transformaciones. ¿De qué
depende que se dé una transición transformadora y no una transición
expectante, adormecida en la reiteración de la rutina heredada, apenas
modificada? Depende de la comprensión del proceso, del conocimiento de
sus tendencias, de la claridad teórica, de la voluntad de cambio, de no
perder de vista las estrategias y finalidades diseñadas por el poder
constituyente, que deben estar presentes en cada uno de los actos, de
las acciones y de las políticas transformadoras
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 22:01 |
La condición comunitaria en el Estado Plurinacional
La Constitución Política del Estado dice que Bolivia se constituye en
un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario; debemos
situarnos en el carácter plurinacional comunitario, que es lo nuevo en
la caracterización en la fundación del nuevo Estado, sobre todo en la
definición de Estado comunitario, que es una caracterización en la que
menos atención se ha prestado al momento de interpretar la constitución.
Indudablemente este es un desplazamiento radical, además del
desplazamiento plurinacional, sobre el que hemos escrito tratando de
descifrar la transformación pluralista del Estado; sin embargo, hemos
dicho poco sobre el carácter comunitario. Creo que es el momento de
hacerlo. ¿Qué debemos entender por la condición comunitaria en el Estado
plurinacional? En primer lugar debemos partir comprendiendo la
heterogeneidad de las formas comunitarias; la Constitución Política del
Estado hace hincapié en las comunidades ancestrales; esto debido al
carácter descolonizador del proceso emergido de las entrañas de los
movimientos sociales, prioritariamente debido a la participación
fundamental de los movimientos indígenas originarios. Por eso se ha
dicho que el proyecto descolonizador supone abrirse a un pasado no realizado, inhibido y contenido por la colonización. Una
de las principales apuestas es liberar a la historia de su
interpretación colonial, otra apuesta concomitante es liberar al pasado
de sus ataduras coloniales, lo que equivale a decir liberar las
potencialidades, las capacidades, los saberes, las tecnologías, las
relaciones de las comunidades ancestrales de las estructuras políticas,
de las redes institucionales, de las ideologías en curso, de las
hegemonías sucesivas, primero colonial y después liberal,
particularmente interesa de-construir las costras modernizadoras que se
han yuxtapuesto a las estructuras e instituciones comunitarias,
quitándoles su fuerza productiva y su proyección de irradiación. Por
ejemplo habría que seguir la expansión del ayllu en la costa, la puna,
los valles y caídas subtropicales de la geografía andina, como
estructura dual, red de parentesco y alianzas políticos territoriales,
como forma organizacional, como institución cíclica y rotativa, también
como archipiélago y manejo transversal de los pisos ecológicos[73]. El nacimiento del ayllu se remonta a los tiempos de la noche; Nathan Wachtel relata en El regreso de los antepasados, en un capítulo introductorio que titula En los confines del mundo, que los aymaras llamaban a los chipayas Chullpa-Puchu, que quiere decir sombra de los chullpas. Dice:
“Así insultaban los indios aymaras del altiplano boliviano a los chipayas,
habitantes de un pueblito situado en la provincia de Carangas, para
decirles que no forman parte de la humanidad actual. En efecto, según un
mito de origen ampliamente difundido en los Andes meridionales, el
término chullpas designa a los seres que poblaban la tierra
antes de la aparición del sol. Vivian de la caza y la recolección, bajo
la difusa claridad de la luna y las estrellas, cobijándose en grutas y
cubriéndose con hojas y pieles de animales. Los adivinos predijeron el
nacimiento del sol, pero no pudieron precisar por dónde surgiría: ¿por
el norte?, ¿por el sur?, ¿por el oeste? Para protegerse, las chullpas
construyeron chozas cuyas entradas se abrían hacia el este: cuando el
sol salió, casi todos murieron quemados por el fuego celeste. Sólo
sobrevivieron unos cuantos que se habían refugiado en el lago Ajllata,
cerca del rio Lauca. De aquellas “sombras” descienden los chipayas, últimos testigos en este mundo de una humanidad primordial. Los chipayas se consideran a sí mismos como jas-shoni, “hombres de agua”, en oposición los “hombres secos”, los aymaras”[74].
La interpretación es la siguiente: El nacimiento del ayllu se remonta a los tiempos cuando los uru-chipayas
poblaban el altiplano andino. Para evaluar su densidad y su expansión
anterior podemos decir que ya en el siglo XVI los urus constituían una
cuarta parte de la población del altiplano, hoy se encuentran reducidos a
cuatro o cinco grupos aislados, que apenas llegan a sumar unas dos mil
personas. Esto quiere decir que el nacimiento del arquetipo del ayllu se
remonta a esta etapa de caza y recolección, antes de producirse la
sedentarización de la población altiplánica. Esto es importante, pues
explica la intensa circularidad implícita en el desenvolvimiento del
ayllu, la dualidad, la complementariedad, la reciprocidad y la rotación.
Sobre todo la configuración de la complementariedad, que explica la
conformación y composición del ayllu, tiene que ver con los recorridos y
conexiones-articulaciones adjuntas que permiten la alimentación y el
avituallamiento compartidos. Esta estructura cíclica, circular y
complementaria se traslada al ayllu en la etapa sedentaria, dándose las
adecuaciones necesarias en esta etapa de revolución agrícola, cuando se
domestica el genoma de las plantas y de los animales. La estructura del
ayllu se complejiza, los recorridos y ciclos se convierten en rotación,
en amarre territorial y en alianzas políticas. La dualidad espacial,
incluso la cuatripartición, la complementariedad de los circuitos y
recorridos, las reciprocidades de las relaciones y de los canjes, se
institucionaliza y forman parte de una organización estructurada,
dibujada en el espacio y el imaginario. De los urus a los puquina, de
éstos a los aymaras y quischwas, así simultáneamente y sucesivamente,
dependiendo de los desplazamientos, paralelismo e irradiaciones, el
ayllu se convierte en una estructura estructurante, en una
institución social y cultural, en una institución imaginaria de las
sociedades, en toda la geografía andina. Esta matriz sostiene a
formaciones socioeconómicas y políticas como las de Tiwanaku y el
Tawantinsuyo. Cuando llega la Colonia el ordenamiento territorial,
promulgado por el Virrey Toledo, fragmenta los ayllus y los sitúa en
lugares definidos como pueblos de indios. Detiene aparentemente la gran
circulación y movimiento de los ayllus y sus poblaciones; sin embargo,
cuando se efectúa otro censo, visitas y revisitas, durante el Virrey de
la Palata, se capta que la circulación, el movimiento, la
reterritorialización del ayllu había continuado, a pesar de las
disposiciones coloniales. Entonces el ayllu se transforma, adecuándose a
los tiempos. La forma de organización del ayllu va a ser clave durante
los levantamientos anticoloniales del siglo XVIII. El ayllu también
termina adecuándose durante los periodos de la república; al principio
se va a mantener el tributo “indigenal”, después el ayllu va seguir
sosteniendo el trabajo de las minas, por medio de sus múltiples
relaciones con los trabajadores. Esto ocurre tanto durante el ciclo de
la minería de a plata como durante el ciclo de la minería del estaño,
aunque en condiciones distintas. Se podría decir que los mineros nunca
dejan sus lazos comunitarios y los imaginarios animistas de la
espiritualidad andina. Podríamos decir, de cierta manera, que las
comunidades sostienen los costos sociales de la explotación minera. Al
respecto es menester estudiar más detenidamente las relaciones entre el
ayllu y el capitalismo. La forma de organización del ayllu va a ser
clave durante la guerra federal, que contiene la guerra aymara; esta
configuración se va a mantener durante todos los levantamientos
indígenas, incluso los que atraviesan el ciclo de movimientos sociales
del 2000 al 2005. El ayllu es la matriz de las comunidades andinas, las
llamadas originarias, que buscan la reconstitución de los suyos, también
de las comunidades campesinas, organizadas en sindicatos. El sindicato
campesino no deja de ser una transformación moderna del ayllu, tiene
como matriz y referencia al ayllu, incluso cumple funciones y
atribuciones del ayllu. Durante el proceso constituyente el ayllu ha
sido el referente imprescindible del desarrollo de los artículos que
tienen que ver con lo comunitario. Ahora, después de la aprobación de la
Constitución, el ayllu es el referente obligado de la aplicación de la
Constitución en todo lo que tiene que ver con la realización del Estado
comunitario, la democracia comunitaria, los derechos de las naciones y
pueblos indígenas originarios campesinos, con el pluralismo jurídico,
con la economía comunitaria. Como se puede constatar las comunidades
ancestrales tienen que ver con la realización del Estado plurinacional
comunitario y autonómico; en lo que respecta a las autonomías, la
organización territorial de la autonomía indígena tiene su arquetipo en
la espacialidad del ayllu, por lo menos en lo que respecta a tierras
altas, es decir la región andina.
Se entiende que nos encontramos en un contexto complejo de economía
plural, compuesta por distintas formas de organización económica, en la
que se encuentra la economía comunitaria como espacio de realización
disponible y campo de posibilidad. Esta economía tiene su propia
historia o si se quiere, su propia genealogía; la condición comunitaria
del Estado plurinacional se remonta al nacimiento de las comunidades en
los tiempos remotos del tránsito de las formas nómadas a las formas
sedentarias de las dispersas poblaciones fragmentadas en familias y
alianzas familiares. La verdadera revolución verde se da en ese momento
cuando estas poblaciones itinerantes, que recorren espacios extensos
inventando circuitos territoriales, terminan pasando de la caza, pesca y
recolección a la agricultura, cuando aprenden a domesticar las plantas y
los animales, los genomas de las plantas y los animales, inventan las
lenguas y las escrituras, cuando cristalizan estas lenguas en
inscripciones de carácter geométrico o ideográfico y a través de
tejidos, telares y quipus, así como también se encuentran inscritos en
las piedras de las ruinas de ciudades ceremoniales; otros pueblos, en
Eurasia, inventan escrituras fonológicas. Lo que importa es que las
comunidades terminan territorializándose, dando lugar a crecimientos
demográficos, acumulaciones y depósitos de todo tipo, recursos, saberes,
tecnologías, construcciones, petrificando sus propias ceremonias y
ritos. Hablamos entonces de sociedades más estructuradas o por lo menos
de estructuras sociales más solidificadas, que tienen alcance expansivo
en lo que respecta a la civilización y la cultura. Estos fenómenos
parecen darse de manera diferencial en la Amazonia y el Chaco; es
posible que los moxeños hayan logrado disponer anticipadamente de
tecnologías agrícolas análogas a los sukakollos. Se han encontrado
montículos y canales trabajados en la llanura beniana parecidos a los
encontrados en el Lago Titi-Kaka. De acuerdo a los cronistas, diarios de
las misiones y documentos etnológicos, parece que la gran mayoría de
los pueblos de la Amazonia se sedentarizan con la llegada de los
misioneros, quienes los obligan a la territorialización parroquial, a
excepción de los moxeños quienes ya habían conformado su sociedad
agraria. Se tiene poca información sobre la agricultura anterior a las
misiones; quizás las investigaciones más ilustrativas publicadas al
respecto son las efectuadas por Claude Lévi Strauss en Mitológicas[75], también en Tristes trópicos[76]. Podemos mencionar también las investigaciones de Jurgen Riester[77] y de Mercedes Nostas[78]
sobre los pueblos amazónicos y chaqueños; aunque estos estudios se
sitúan en una temporalidad contemporánea, de todas maneras sus estudios
nos muestran estructuras, relaciones, instituciones, comportamientos,
conductas y prácticas de los pueblos indígenas de tierras bajas.
Los guaraníes, se encuentran dispersos en cuatro países, Bolivia,
Brasil, Paraguay y Argentina; en lo que respecta a Bolivia se encuentran
en el sudoeste de su geografía política. Se dice que sus
desplazamientos se originan desde sus áreas itinerantes de la Amazonia;
quizás retrocedieron tierra adentro en la medida que avanzaba la
colonización. En sus últimos refugios territoriales tuvieron que
enfrentar a las misiones, después a los hacendados, ganaderos, madereros
y barracas que los fueron arrinconando aún más. En sus territorios
también se asentaron más tarde los campamentos petroleros; por lo tanto
han sufrido varias transformaciones en sus estructuras sociales y
étnicas, empero han podido conservar la lengua, que ahora la recuperan
en el marco plurilingüe y pluricultural que define la Constitución
Política del Estado.
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 22:02 |
También buscan recuperar sus territorios ancestrales, consolidar su
derecho a tierra y territorio propio, gobierno y libre determinación, en
el marco definido para las autonomías indígenas. Las transformaciones
sufridas no les hicieron perder su identidad, se podría decir que mas
bien los obligaron actualizarla en relación a los desafíos y luchas que
experimentaron. Su forma de organización se la puede situar en dos
etapas diferentes, antes y después de las misiones; en lo que respecta
al tiempo mítico parece que se congregaban en los claros del bosque,
separando el espacio profano del espacio sagrado, conformando unidades
complejas y extendidas. Las familias vivían en una casa comunal sin
división, donde habitaban hasta más de un centenar de personas, la casa
estaba dirigida por un jefe consanguíneo, de quien se dice que ocupaba
la parte del centro. A su vez la aldea estaba dirigida por un jefe
político llamado mburuvichá, también se contaba con un jefe espiritual llamado payé. Su organización social estaba encabezada por un cacique (tuvichá)
cuyo liderazgo era hereditario. Como se puede ver tenemos la
composición y combinación de organizaciones yuxtapuestas, la
organización familiar, la organización política, la organización
espiritual, la organización social, que en conjunto hacen a la
institucionalidad cultural guaraní, teniendo en cuenta las diferencias y
variaciones de los distintos asentamientos y dispersos territorios
étnicos.
De todos los pueblos indígenas amazónicos, el pueblo Moxeño
es el que mejor se ha preservado demográficamente en la Amazonia. Se
considera que en un pasado precolonial los moxeños construyeron
importantes obras hidro-agrícolas, las mismas que estuvieron
caracterizadas por una compleja red de camellones, terraplenes, lomas y
canales. Parece una característica de las comunidades moxeñas el contar
con una autoridad mayor, un cacique o corregidor; esta autoridad comunal
se reúne con sus homólogos cada cierto periodo. La población moxeña se
distribuye por zonas; hablamos de la zona de Trinidad, de la zona de San
Ignacio, de la zona del Territorio Multiétnico del Bosque de Chimanes,
por último tenemos la zona del Parque Nacional Isiboro-Sécure.
Manteniendo ciertas diferencias la mayor parte de los moxeños se dedican
a las actividades agrícolas, a la explotación maderera, a la
agropecuaria, a la caza, a la pesca y recolección. De todas maneras, no
hay que olvidar que gran parte de la población trabaja en las numerosas
haciendas ganaderas que se expanden en la región.
Como se puede ver la situación de los pueblos indígenas de tierras
bajas es diferente a la de tierras altas; primero debido a la densidad
demográfica, en tierras altas la población indígena es mayoritaria, en
tierras bajas es minoritaria; segundo debido a sus diferentes
genealogías, el momento de la sedentarización y el contexto histórico en
el que se produce; tercero debido a su diferencial correlación de
fuerzas y de las fuerzas que enfrentan; cuarto, debemos tener en cuenta
la condición estructural de sus cosmovisiones, proyectos culturales y
civilizatorios. Sin embargo, tanto en los pueblos de tierras altas como
de tierras bajas, las formas comunitarias ancestrales son como la matriz
de la que parten y la estructura estructurante a la que se
repliegan. Estas formas comunitarias se retomaron en las comunidades
campesinas como antecedentes, referentes históricos, como códigos
sociales y culturales; las comunidades campesinas aunque dispersas en
familias, adecuadas a las formas de propiedad privada de la tierra o
formas de posesión privada, tragadas por la vorágine del mercado,
contienen, de modo inmanente, la ancestral institución comunitaria, sus
estructuras subyacentes, sus circuitos de complementariedad y
reciprocidad inscritos como memoria cultural. No son lo mismo las
comunidades campesinas que las comunidades ancestrales, sin embargo,
tienen una conexión histórica y cultural. Sin bien se puede decir que la
mayor parte de la población rural esta congregada y organizada en
sindicatos y no en formas de organización originarias, ambas formas de
organización, sindicatos y autoridades originarias, se conectan en
procesos de reconstitución y campesinización, opuestos a los procesos
modernos de proletarización y urbanización. La condición comunitaria
plurinacional está estrechamente ligada a la constitucionalización del
territorio indígena originario, a los derechos de las naciones y pueblos
indígenas originarios campesino, a la democracia comunitaria, al
pluralismo jurídico, a la economía comunitaria, territorio, derechos,
democracia, pluralismo y economía que se plasman en la autonomía
indígena. Autonomía que exige la consulta a los pueblos indígenas de
acuerdo a sus normas y procedimientos propios, reconoce su gestión
territorial, ambiental y de recursos naturales propia, sus instituciones
propias, el autogobierno y la libre determinación, por lo tanto la
coordinación intergubernamental y de las asambleas legislativas con las
formas comunitarias de decisión.
Transición al vivir bien
Hemos dicho que el nuevo modelo económico propuesto por la
Constitución Política del Estado de Bolivia es complejo, plantea un
proceso de transición lleno de tensiones y contrastes, comprende una
economía plural integrada y articulada por un Estado interventor,
regulador e industrializador de los recursos naturales, en la
perspectiva de la construcción de una economía social y comunitaria en
el marco de los equilibrios ecológicos exigidos por los derechos de la
madre tierra. Como se puede ver hay tensiones entre el planteamiento de
desarrollo y el horizonte comunitario, también entre la estrategia de
industrialización de los recursos naturales y las condicionantes
ecológicas. Todo esto fuera de entender que se plantea todo una
problemática en la articulación de las distintas formas de organización
económica, además de la necesidad de coordinar los enfoques regionales
de los distintos niveles autonómicos. Hay varias preguntas en este
proceso de transición: ¿Cómo pasamos de la economía plural, cuya
estructura se conforma a partir de una hegemonía y sobre-determinación
del modo de producción capitalista y el contexto determinante de la
economía-mundo capitalista, a una economía social y comunitaria? ¿Cómo
articula el Estado la integralidad de la economía plural en la dirección
definida como economía social y comunitaria? ¿Cómo potencia la economía
social y comunitaria? ¿Cuál el alcance de la economía estatal y de qué
manera se articula con las otras formas de organización económica? ¿Cuál
es el alcance del modelo productivo, su cobertura, su composición?
¿Repite o va más allá del paradigma de la revolución industrial? ¿De qué
manera se cumple con los derechos fundamentales y con la finalidad de
la soberanía alimentaria? ¿En este proceso de transición, comprendiendo
sus distintas etapas, cómo respetamos los derechos de la madre tierra,
cómo logramos los equilibrios ecológicos? ¿Comprendiendo todo el proceso
de transición, de qué manera y como creamos desde un inicio las
condiciones de posibilidad histórica y cultural del vivir bien? Estas
son las preguntas que vamos a tratar de responder.
Si bien el proceso de transición puede comprender fases y etapas,
esto no quiere decir que no haya una continuidad entre ellas, que estén
íntimamente articuladas, que desde un principio se encaminen hacia las
finalidades preestablecidas. De eso se trata, de avanzar hacia las
finalidades establecidas en la Constitución, de construir la alternativa
al capitalismo dependiente y a la modernidad colonizadora, se trata de
encaminarse al horizonte abierto por los movimientos sociales; esto
significa construir las condiciones históricas, políticas, económicas y
culturales de la economía social y comunitaria. Desde la perspectiva de
la organización económica del Estado, el nuevo modelo económico tiene
que abandonar la estructura impuesta por el mercado internacional de ser
un país dedicado a la exportación de la materias primas, tiene que
encaminarse a conformar un modelo productivo y esto tiene que ver con la
industrialización de los recursos naturales estratégicos, los minerales
e hidrocarburos, por parte del Estado. Se declararon en la Constitución
como recursos estratégicos las riquezas evaporíticas, el litio, las
salmueras, así mismo también se considera riqueza estratégica a los
recursos forestales, al agua y a la energía. Sólo que, en este caso, no
sólo están destinados a la industrialización sino a la protección
ambiental y, cómo todas las riquezas naturales, a lograr el vivir bien.
Lo problemático es entender qué significa la industrialización de los
recursos naturales; ¿está pensada en el marco del paradigma de la
revolución industrial o hay otra perspectiva epistemológica que combine
revolución tecnológica y recuperación de tecnologías tradicionales?
Optar por una revolución industrial es seguir la huella de la revolución
industrial inglesa, es cumplir con las metas, la sustitución de
importaciones, el fortalecimiento del mercado interno. Sin embargo, no
se trata de continuar el camino dejado por los países llamados
desarrollados e industriales, no se trata de imitarlos; se trata de otra
cosa, de comprender el horizonte abierto en la tercera ola de
revoluciones sociales, iniciada por las naciones y pueblos indígenas.
Por esta ruta señalada por los mayas de Chiapas-México, los mayas de Guatemala, los quichwas de Ecuador, los aymaras, quichwas, moxeños, guaraníes, tacanas, chacobos, guarayos
de Bolivia. Los levantamientos indígenas se enfrentan a los tratados de
libre comercio, a la globalización en curso, a las formas de
privatización y despojamiento de las políticas neoliberales. Su lucha es
por tierra y territorio, por los derechos de las naciones y pueblos
indígenas, por el reconocimiento de las formas, normas, procedimientos,
gestiones propias, el autogobierno y la libre determinación, por el
reconocimiento de los saberes ancestrales y el conocimiento indígena de
las plantas medicinales.
En Bolivia adquiere la consecución de la lucha emancipadora de las
naciones y pueblos indígenas una forma lograda, el Estado plurinacional
comunitario y las autonomías indígenas. En los códigos del nuevo modelo
económico se define la forma de organización económica comunitaria como
parte de la composición estructural de la economía social y comunitaria.
Sin embargo, en este caminar es indispensable comprender el papel del
Estado en la transición transformadora. El Estado articula,
direccionaliza y orienta, el Estado interviene en la economía, el Estado
regula, el Estado potencia la economía social y comunitaria, el Estado
administra a nombre del pueblo boliviano las riquezas naturales. Por lo
tanto el Estado crea las condiciones para conformar una economía social y
comunitaria; esta es su tarea, este es su papel. Esta situación, esta
función del Estado, hace diferente al proceso de conformación del modelo
productivo de lo que ocurrió durante los nacionalismos que buscaron la
industrialización, la sustitución de importaciones, en el marco del
capitalismo de Estado o lo que se llamó capitalismo de Estado desde
América Latina. Ciertamente la teoría marxista llamó capitalismo de
Estado a la combinación del Estado con el capital financiero en plena
etapa monopólica, en plena etapa imperialista. El capitalismo de Estado
en los países del centro de la economía-mundo capitalista implica el
papel activo del Estado en la expansión imperialista y en la acumulación
ampliada de capital. En cambio en los países de la periferia el
capitalismo de Estado significaba replantear los términos de intercambio
desigual entre centro y periferia en al contexto de la geopolítica del
sistema mundo capitalista. Particularmente se optó por este camino no
sólo con la promoción de la industrialización sino por la conformación
de empresas públicas, que se hacían cargo de las grandes inversiones que
demanda la industrialización, sobre todo cuando se trata de la
industria pesada. Entonces el capitalismo de Estado tiene dos formas,
una dominante en los países del centro y obviamente en el sistema–mundo
capitalista y otra subordinada, en los países de las periferias de la
economía mundo. En las periferias se han conformado estados
subordinados, en el centro estados dominantes. Por eso, cuando hablamos
de capitalismo de Estado en las periferias tenemos un problema, no se
termina de salir del circulo vicioso de la dependencia; al mejorar los
términos de intercambio, al industrializarse, se vuelven a recrear
perversamente otras formas de dependencia. Los países periféricos no
dejan de ser compradores, primero de manufacturas, después de
transferencias tecnológicas y de insumos industriales, además de
convertirse en deudores del capital financiero. El desplazamiento
industrial hacia los países emergentes de la periferia ocurre bajo el
dominio y los lineamientos del capital financiero dominante, ocurre
también mediante un procedimiento complejo de desindustrialización en el
centro y transferencia de tecnología obsoleta a los países emergentes
de las periferias. Esto no significa que hay que renunciar a la lucha
por la equidad en los términos de intercambio, no, incluso se puede
retomar la contradicción entre centro y periferia mediante la estrategia
de la desconexión. Enfocar el desarrollo económico hacia el
fortalecimiento del mercado interno en detrimento del mercado externo,
lugar neurálgico en la relación centro y periferia, en la relación de
economías locales y regionales con la economía-mundo capitalista. La
desconexión también significa optar por la soberanía alimentaria y por
la satisfacción de las necesidades básicas de la población, viabilizando
la realización de los derechos fundamentales, construyendo un modelo
productivo alternativo, pensado también como producente de otras
relaciones no-capitalistas y otros sujetos, individuales pero no
individualistas, también sujetos colectivos, que respondan a otras
valoraciones múltiples del trabajo y las acciones, retomando simbolismos
interpretativos culturales que fortalezcan las solidaridades y las
cohesiones. Esta es la perspectiva de la economía comunitaria y del
comunitarismo, este es el aporte de las naciones y pueblos, produciendo
rupturas y desplazamientos respecto al sistema-mundo capitalista en
crisis, abriéndose camino hacia el modelo civilizatorio y cultural
alternativo al capitalismo y la modernidad.
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De: Marti2 |
Enviado: 04/06/2014 22:03 |
El proyecto político, económico, social y cultural de los movimientos sociales
y pueblos indígenas
¿Existe un proyecto político a partir de las movilizaciones desatadas
durante el 2000-2005? Parece que no se puede poner en duda esto, sobre
todo cuando se aprueba una Constitución Política del Estado que define
el carácter del mismo a partir de su condición plurinacional,
comunitaria y autonómica. Este es el proyecto, un nuevo Estado, una
nueva relación entre Estado y sociedad, que va por el camino de la
descolonización. A este horizonte abierto por los movimientos sociales
se le ha dado un sentido, que podríamos tomarlo no sólo como dirección
sino como finalidad, que se le da el nombre del vivir bien, que
supuestamente responde a la traducción del suma qamaña, en aymara, o suma kausay, en quichwa.
Sin embargo, debemos dejar de antemano en claro que, no se trata de
discutir la traducción correcta, la interpretación correcta, la
filosofía adecuada del vivir bien o mas bien del suma qamaña.
Creo que esta discusión puede ser rica y aportadora, sin embargo,
considero, que a la luz del proceso de cambio en curso, no se trata de
la verdad de lo que quiere decir el suma qamaña, sino del proyecto político en sí. Es muy probable que se trate mas bien de un uso político del suma qamaña,
independientemente de su traducción correcta. Este parece ser el caso,
se le ha dado al proyecto de los movimientos sociales y de los pueblos
indígenas un nombre. De eso se trata, de la perspectiva del proceso de
transformación, que involucra transformaciones institucionales,
económicas, políticas y culturales. Por eso hay que ponerle mucha
atención a la condición plurinacional y a la condición comunitaria del
Estado, al reconocimiento de las naciones y pueblos indígenas
originarios campesinos, como dice la Constitución, también al
reconocimiento de las formas comunitarias que han logrado persistir a lo
largo de la colonia y de la República, que se convierten en la
actualidad en formas de resistencia al capitalismo, aunque también se
encuentren inscritas en los espacios de circulación mercantil,
dineraria, de capital, aunque estén afectados por el ámbito de las
relaciones capitalistas. Las comunidades, las formas comunitarias, el
pluralismo comunitario, se convierten, en la lectura de la Constitución
en un horizonte alternativo. Esta es la lectura política definida en la
Constitución, como expresión constituyente de las luchas sociales
anticapitalistas y de las luchas indígenas anti-colonizadoras.
De lo que se trata es del proyecto político y cultural, también
económico y social, nacido de las entrañas de los movimientos sociales.
Del horizonte abierto por las luchas sociales, por lo tanto de los
caminos dibujados e inscritos en un presente, que es más que nunca
transición hacia las finalidades propuestas, que es desplazamiento de
las formas, de las prácticas, de las instituciones, que es
transformación de la materia social, de los escenarios políticos, de los
contenidos culturales, por lo tanto también de las valoraciones. Esta
construcción colectiva apunta a escapar del determinismo económico, de
la sobre-determinación del modo de producción capitalista; busca
trascender la misma modernidad culminante. Quizás apuesta a la fuerza
inmanente de los pueblos, al poder creativo de su fuerza instituyente y
constituyente, a la plasticidad de la imaginación y del imaginario
radicales. El vivir bien en Bolivia y el buen vivir en Ecuador son
traducciones políticas del suma qamaña y del suma kausay;
en tanto tales, son interpretaciones intencionales, que juegan a los
ciclos del tiempo, a las circularidades temporales, retrotrayéndose a
renovadas interpretaciones de las cosmovisiones indígenas para dar lugar
a las interpretaciones de nuevas críticas al capitalismo y a la
modernidad, auscultando las graves consecuencias de la crisis ecológica.
Decir que el vivir bien es un modelo civilizatorio y cultural
alternativo al capitalismo y a la modernidad es mostrar plenamente el
carácter de proyecto, que contiene la irradiación de voluntades
colectivas, de perspectivas políticas, que apunta a las transformaciones
institucionales, económicas, políticas, culturales. Las figuras de
armonía, de equilibrio, de complementariedad, que diseñan el modelo
civilizatorio son como anhelos de retorno a orígenes utópicos, pero
también, al mismo tiempo y paradójicamente, son emanaciones volitivas
que buscan realizarse en un futuro inmediato. El cambio entonces debe
responder a varias claves: Derechos de la madre tierra, armonía,
equilibrio, complementariedad entre los seres vivientes y entre estos
con el cosmos o con el caosmosis, formas de lo común, de lo
compartido por los seres humanos, del intelecto general, de los saberes,
sobre todo de la vida. Por eso mismo podemos decir que la valoración es
distinta, no la abstracta, la del cálculo de la ganancia, sino las
valoraciones concretas, cualitativas, simbólicas, que comprenden
realizaciones de convivencias armónicas y complementarias.
Ahora bien, ¿cómo se va a llegar a este Vivir Bien? La clave está en
la transición, en cómo se da la transición, cómo se la orienta, como se
la direccionaliza. En otras palabras, cómo se transforman las relaciones
y las estructuras correspondientes de la economía-mundo capitalista,
como se rompe el continuum entre producción y reproducción; primero
reproduciendo socialmente la diferencia simbólica con las
significaciones capitalistas; segundo avanzando a la conformación de
otras relaciones de producción. Por eso es importante fortalecer los
ámbitos de las resistencias culturales, así mismo, reconstituir los
espacios de realización comunitaria. En este caminar, la Constitución
Política del Estado concibe una transición pluralista del Estado,
pensado en su condición intercultural y re-constitutiva, una
descentralización administrativa y política múltiple, en forma de
pluralismo autonómico, un pluralismo económico que integre sus distintas
formas de manera complementaria, desplazándose desde su
sobre-determinación capitalista hacia su configuración social y
comunitaria.
La discusión entonces del vivir bien es política, también cultural;
empero esto quiere decir muchas cosas, por ejemplo, comprende la
transformación de la política cultural y la cultura política en términos
de la revolución cultural y de la revolución institucional. El Vivir
Bien tiene que ver con las condiciones históricas de posibilidad del
Vivir Bien; estas condiciones tienen que orientar las formas de la
gubernamentalidad hacia la realización efectiva de la democracia
participativa y de la democracia comunitaria. Formas que tienen que
resolver la transformación de las políticas públicas en la perspectiva
del cumplimiento de lo que se entiende por derechos fundamentales, que
puede resumirse en la realización de una vida digna, además plena y
apacible, que recupere las sabiduría de los pueblos ancestrales, también
los saberes de la experiencia y la madurez de la sociedades, que
reflexionaron sobre las formas integrales de vivir. El Vivir Bien tiene
que ver también con las complementariedades respecto al consumo
equilibrado de las riquezas naturales, su usufructo compartido. Podemos
decir también que el Vivir Bien tiene que ver con un despliegue
productivo creativo, que trasciende los límites del paradigma
industrialista. Una concepción productiva-producente que desencadena las
potencialidades y capacidades imaginarias de los colectivos, las
comunidades y las sociedades. Se trata de una producción producente de
formas de sociedad solidarias y de formas subjetivas e intersubjetivas
abiertas e interculturales. El vivir bien tiene que ver con la
conjunción corporal y animista, territorial y simbólica, material e
imaginaria, civilizatoria y cultural, de la pluralidad de pueblos e
identidades en armonía compartida con sus ecosistemas. Empero, para que
esto se realice se requiere solucionar la compleja transición económica,
la salida de la situación disociativa, fragmentaria, dependiente,
extractivita, exportadora en la que nos encontramos, hacia una ecología
integral, biológica, social y psíquica. Ecología integral que además
recoja la posibilidad de la multiplicidad de soberanías, alimentaria,
tecnológica, energética, económica, financiera. Por eso es indispensable
articular políticamente la alternativa al desarrollo con comunitarismo,
productividad con equilibrio ecológico, pluralismo económico con
complementariedad estratégica. Retomar el mercado con otros códigos, no
mercantiles, no capitalistas, sino codificar el mercado con simbolismos
que valoren las sinergias de lo diverso, el encuentro de mundos, de
pueblos, de culturas, de seres orgánicos, en la perspectiva de vivencias
plenas.
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