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Socio-Política: Brasil
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De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 27/05/2014 05:00 |
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De: Marti2 |
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De: Marti2 |
Enviado: 13/06/2014 07:15 |
Empieza el mundial
Millones de personas repudian la Copa de la FIFA
En el año 2007 el entonces presidente Inácio Lula da Silva, el ex
jugador de fútbol Romario de Souza y el presidente de la FIFA,Joseph
Blatter, anunciaron que el mundial de futbol de 2014 sería en Brasil. El
país vibró de alegría y la popularidad de Lula aumentó aún más. Sin
embargo hoy, a pocos días del mundial, el país se llena de
manifestaciones en repudio a la “copa de la FIFA”. ¿Qué pasó?
Además del gran espectáculo prometido para este año, Lula dijo en 2007
que la inversión en los estadios sería privada y que las obras del
mundial (en transporte e infraestructura) mejorarían los servicios para
el pueblo. Es decir, todo sería bueno para millones de brasileños. Pero
las mentiras de la FIFA y del gobierno del PT fueron quedando al
descubierto. En junio del año pasado un aumento del transporte público
desencadenó grandes movilizaciones juveniles y populares contra ese
aumento. Exigiendo además presupuesto para salud, educación y obras
públicas para el pueblo. Y cuestionando los enormes gastos estatales
para las obras del mundial. El gobierno del PT, con Dilma Rousseff,
comenzó a desprestigiarse aceleradamente.
Lejos de la grandeza
que pregonan, Brasil es un país saqueado por las transnacionales y los
bancos. Los pagos de la deuda estatal treparon a 90.000 millones de
dólares. Hoy la gran mayoría cuestiona la “copa de la FIFA”. Porque
vieron que las gigantescas obras insumieron enormes gastos. Más de
12.000 millones de dólares de los que se hará cargo el estado brasileño.
Con una gran corrupción. Mientras los trabajadores y mayorías populares
están sufriendo al mismo tiempo un duro ajuste, una gran inflación,
cortes de gastos en salud y educación. Y las grandes “mejoras” que
traería el mundial no se ven por ningún lado.
Fueron
construidos o remodelados doce estadios. El costo de construir el
estadio de Brasilia se ha triplicado a casi 900 millones de dólares en
fondos públicos, debido, en gran medida, a facturación fraudulenta,
afirman auditores del gobierno. Ese aumento de costos lo convierte en el
segundo estadio de fútbol más caro del mundo, a pesar que la ciudad no
tiene siquiera un equipo profesional de envergadura. Manaos, Brasilia y
Cuiaba, tres ciudades sedes, no tienen equipos en primera división.
Cuando juegan los equipos de estas ciudades llegan a juntar como mucho
1.300 hinchas. Y los estadios tienen capacidad para 44.000 personas.
Parece que el de Cuiabá se va a convertir en una cárcel.
Gastos del estado, ganancias privadas
The Associated Press analiza la información en poder del principal
tribunal electoral de Brasil que muestra un aumento estratosférico de
las contribuciones de campaña por parte de compañías que se adjudicaron
los contratos de construcción para la Copa del Mundo. Por ejemplo, una
de las principales firmas constructoras de estadios, Andrade Gutiérrez,
contribuyó con 37 millones de dólares en las elecciones más recientes al
PT, partido oficialista y candidatos locales. El costo general de los
12 estadios, cuatro de los cuales se convertirán en elefantes blancos
después del torneo -porque las ciudades no los pueden mantener-, se ha
disparado a 4.200 millones de dólares en términos nominales, casi cuatro
veces el estimado en un documento de la FIFA de 2007.
La FIFA
puso condiciones favoreciendo a sus patrocinadores. Por ejemplo, Mc
Donalds y Coca-Cola, no pagarían impuestos por 12 meses. La FIFA planea
ganar 3.500 millones de dólares. Romario, ahora diputado por el Partido
Socialista Brasileño y ex aliado de Lula, se convirtió en una de las
voces más críticas cuando comenzó a conocerse el enorme gasto estatal.
Además de denunciar la corrupción política, Romario calificó de “ladrón,
mafioso e hijo de p…” a Blatter (FIFA) y denunció que no habrá obras
importantes que queden para el pueblo.
Joana Havelange,
directora del Comité Olímpico organizador, nieta de Joao Havelange -ex
presidente de la FIFA-, imitando al “teórico” burócrata sindical
argentino, Luis Barrionuevo, dijo: “Lo que había que robar, ya está
robado”, para explicar por qué era inútil hacer manifestaciones de
protesta. Para colmo, a pocos días de la inauguración, sólo se
terminaron 3 de los 12 estadios. Otra muestra de improvisación y
corrupción.
Según una revista brasileña (que también muestra la
destrucción del histórico Maracaná), se calcula que en la construcción
de los doce estadios mundialistas se gastó el equivalente a lo necesario
para edificar 150 hospitales públicos u 89 mil viviendas populares, o
cubrir 1 millón de vacantes en universidades públicas, o el valor de 3
millones de vacantes en guarderías de tiempo completo o 18 millones de
netbooks para estudiantes de escuelas públicas. ¿Cómo no va a estar
indignado el pueblo brasilero, si están usando su “pasión” de
multitudes, como es el fútbol, en desmedro de que se puedan combatir sus
urgentes necesidades?
Los trabajadores y pobres de Brasil no
podrán presenciar los partidos. El salario mínimo es de 306 dólares,
mientras las entradas “baratas” (3º categoría) estarán entre 90 dólares
(grupos), 220 dólares (inauguración), 440 dólares (final) y el paquete
para ver cinco partidos del mismo equipo (hasta cuartos de final) sale
600 dólares.
Por eso, en pleno mundial, en simultáneo con los
partidos de la Copa, en las calles de Brasil se jugará otro partido con
huelgas y manifestaciones de obreros metalúrgicos, choferes de
colectivos, maestras, universitarios, municipales, sin techo. Para
derrotar el plan de ajuste y exigir salarios, salud, y educación.
Miguel Lamas Rebelion
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De: Marti2 |
Enviado: 13/06/2014 07:16 |
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De: kuki |
Enviado: 20/06/2014 04:36 |
La contracrónica de la copa: preludio e inauguración
Extraño ambiente el que se respira en territorio carioca. La ciudad de Río de Janeiro, a menudo considerada la ciudad-bandera de Brasil, acapara en el presente la atención de un auditorio internacional, con motivo de la copa mundial de fútbol. Este sólo hecho transfigura sustantivamente la temperatura social. Con más de 11 millones de habitantes (incluida la zona metropolitana), esta urbe de aparatosos contrastes ocupa el primer lugar en afluencia turística en el país, y es por sí sola, de acuerdo con las deshonestas valoraciones de los indicadores macroeconómicos, una de las economías en más rápido ascenso. La microeconomía, esa que atañe a los que entienden poco o nada de la ciencia económica, es igual de ingrata que en cualquier otro país latinoamericano. Ser pobre es un calvario. El milagro brasileño comparte una característica con esos otros prodigios económicos que cada cierto tiempo irrumpen para beneplácito de los economistas nobel y consortes: finge demencia con los damnificados de la bienaventurada bonanza.
Acá en Río de Janeiro la copa es un acontecimiento que despierta poco entusiasmo. La atención está volcada a lo que a menudo se conoce como la “anti-copa”. Cuando el carioca aborda a un “gringo” (para el fluminense todos los extranjeros son merecedores de este hiriente epíteto), sin más fingimientos introductorios inquiere: “¿usted vino a Brasil para la copa o la anti-copa?” Lo curioso es que la gente en Río intuye que el interés de no pocos foráneos gravita alrededor de las movilizaciones y no de los “fan fest” o festivales para despreocupados aficionados del fútbol. Naturalmente la respuesta de los inquiridos varía significativamente. Algunos, condenados a una especie de estado esquizofrénico, divididos entre una simpatía irreductible con las causas anti-copa y una pasión no menos incorregible por el deporte que más devotos congrega, se ven obligados a responder sin ambages aunque no sin una cuota de vergüenza: “venimos a la copa y a la no-copa”. Lo cierto es que un porcentaje mayoritario de brasileños está inconforme con la celebración del mundial en su suelo. Y adviértase que se trata del país del fútbol. En Brasil, la copa del mundo es una especie de intruso malquerido, un arrimado que hace algún rato comenzó a apestar. No exageran los brasileños cuando acusan que la FIFA es el gobierno de facto en Brasil. La copa involucró una suerte de ocupación territorial, y por consiguiente una ocasión de confiscación de un patrimonio nacional: el fútbol. El movimiento anti-copa exitosamente evidenció que esta expropiación arrastra por añadidura un inventario de atropellos aún más graves o socialmente nocivos: desplazamiento de asentamientos, despojo de viviendas, policialización de las calles, reorientaciones presupuestarias claramente lesivas para las franjas poblacionales más desprotegidas, usufructo privado de los erarios públicos etc. No sorprende que el estado de ánimo que rodea al mundial sea de desconfianza e indignación. La pregunta que más inquieta no es en relación con quién será el campeón del certamen, sino cuál será el alcance de las protestas. Inédito e insólito: no se recuerda una copa tan señaladamente marcada por un asunto ajeno a las canchas, y en un país donde el fútbol es acaso algo más que una religión.
Lo que mal empieza mal acaba. Tan sólo dos años después de la designación de Brasil como anfitrión de la copa del mundo, el propio presidente Lula se encargó de señalar los retrasos en las obras de urbanización e infraestructura previstas para el mundial. Lo que no agregó –por razones políticas facciosas– es que esas demoras eran resultado de las recompensas de los operadores políticos de la FIFA, solventadas con base en la malversación de los caudales dinerarios públicos. Con el mundial ya en marcha, las obras siguen inconclusas. Y es prácticamente un hecho que permanecerán inacabadas. Un carioca resume el sentir de los brasileños en torno a esta tomadura de pelo: “lo peor que pudo pasar es que no acabaran las obras antes del arranque del mundial; porque si no estuvieron listas para la copa no estarán listas nunca”. Sin el escrutinio internacional las obras están condenadas a la suspensión indefinida o definitiva.
La semana que precedió a la inauguración de la copa fue un amasijo oscilante de nerviosismo de las autoridades públicas, desinterés ciudadano, descontento social, y poca o nula afluencia de turistas. La gente en Brasil sin tapujos admite que la expectativa es más alta cuando el mundial de fútbol se celebra en otro país. En Río los banderines sólo ondean en las favelas y en alguno que otro establecimiento comercial. El grafiti anti-copa tiene predominio en la decoración popular de la ciudad. Y muchos de los volantes que circulan en las calles anuncian convocatorias para las protestas, congresos y mítines políticos adversos a la copa del mundo. Los microeventos políticos ensombrecen el megaevento deportivo.
El malestar social no es llanamente un reclamo por el derroche monetario que acarreó la organización del mundial de fútbol. Es más complejo, profundo e indeterminado el fondo de la agitación. Involucra la omisión de demandas sociales largamente desoídas; el abuso metódico a gran escala; la violencia efectuada contra los grupos favelados o más vulnerables; la obscena manipulación de la información; el alza astronómico del costo de vida, etc. Brasil es un compendio de contrastes inexcusables: los sectores medios-altos viven más o menos cómodamente (aunque en entornos de extraordinaria inseguridad); los pobres no ven lo duro sino lo tupido. Y aún cuando las manifestaciones no están conducidas por sujetos favelados (curiosamente destaca más la presencia indígena), el hecho es que el reclamo ciudadano general tiene un alto contenido popular. La protesta es un gesto de fastidio socialmente transversal. Y un signo de una conciencia política que avanza en sintonía con la creciente complejidad de los pueblos latinoamericanos, inscritos en el marco de una globalidad desfavorable para la región. En un país que ya conoce lo que es cambiar la política a través de la movilización (véase los orígenes del PT), es tan sólo natural que la gente estime con más criterio político la protección de sus derechos básicos. La movilización es fruto de una razón crítica apreciablemente extendida en Brasil. Es un rebase por la izquierda a esa izquierda partidaria que alguna vez trazó e inauguró en las calles el empoderamiento ciudadano, y que ahora encumbrada en el poder pretende frenar este proceso, en contubernio con las intrusivas transnacionales. En el contexto de la advenediza copa del mundo, las consignas políticas en Brasil están a tono con esta deshonrosa realidad: “Ocupa copa” o “FIFA go home”.
La nota destacada de la inauguración fue la confrontación. El argentino Jorge Valdano, hombre de letras e inteligente, aunque desproporcionadamente apodado el “filósofo del fútbol”, declaró en alguna ocasión que este deporte se ha convertido en algo lo suficientemente importante como para demandarle un poco de responsabilidad social. Muchos en Brasil parecen coincidir con el exfutbolista argentino. Otros difieren, y desprenden el fútbol de su momento sociopolítico. Estas dos posiciones se enfrentaron física y verbalmente en Copacabana, el “día uno” de la justa mundialista. Brasileños pro-copa y anti-copa colisionaron en las inmediaciones de la emblemática playa carioca. El encuentro no fue nada tersa. Golpes, empellones y recordatorios de progenitora. Los menos fieros buscaron los micrófonos y cámaras para expresar, según fuera el caso, su simpatía o inconformidad con la copa. La policía militar reprimió sigilosa y selectivamente. No obstante, ese mismo día por la mañana, en el folclórico barrio de la Lapa, los llamados “robocops” disolvieron la primera manifestación de la jornada inaugural con lujo de garrotazos y explosivos lacrimógenos. Más de un manifestante fue detenido sin que los medios de comunicación pudieran dar cuenta de su nombre o paradero. Al final, todo marchó sin contratiempos y con singular festividad… de acuerdo con los reportes de la prensa tradicional.
Con frecuencia se escucha decir, en una clara evocación de aquel emotivo discurso de Diego Armando Maradona, que la pelota no se mancha. Al menos esa es la expectativa de los esquizofrénicos sin cura que, por un lado, denuncian la colección de agravios que trae consigo la organización de la copa, y por otro, profesan incorregiblemente un culto al dios redondo: el fútbol.
Balón dividido, auditorio dividido. Esta contradicción es la cifra dominante de Brasil 2014.
Glosa marginal: un grupo de colegas chilenos-brasileños documentó la primera jornada de actividades del Congreso Intercultural de Resistencia de los Pueblos Indígenas y Tradicionales Maraká aná, celebrado en Seropédica, Río de Janeiro, del 4 al 8 de junio. Los orígenes de esta moción se remiten al desalojo en 2013 de las familias indígenas que habitaban la Aldea Maracaná, un antiguo edificio adyacente al mítico estadio de fútbol. La expulsión de los indígenas y la ulterior ocupación policial de las instalaciones puso al descubierto los violentos procesos de aristocratización socioespacial que escoltan la preparación de los megaeventos deportivos.
La Voz |
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De: kuki |
Enviado: 20/06/2014 04:45 |
El hincha, dócil cliente del fútbol neoliberal
Hay algo en el fútbol que rebasa a los otros deportes, para elevarlo a la categoría de pasión de las masas. Está relacionado con la comunidad, con el juego colectivo, con la necesidad de pertenencia, identidad e integración. Pero expresa también, como escribía Ignacio Ramonet hace unos años, el drama de los perdedores, porque en el fútbol siempre habrá más perdedores que ganadores, a lo cual podríamos agregar que siempre, y por muy campeón que sea un equipo, estará la oportunidad de la derrota. El fútbol tiene que ver con la vida misma.
Por eso es el deporte de los pobres, identificados con su equipo como si fuera su propio destino. Amar al equipo es, decía Ramonet, aceptar la derrota y el pesar. ¡Qué partido no es sufrimiento! Y es precisamente esta pena, bastante más frecuente que la alegría, la que concita la unidad. Somos leales pese a toda la adversidad, permanecemos juntos, nunca estaremos solos. Así lo dice el himno del Liverpool FC, club proletario británico: “You will never walk alone” (Nunca caminarás solo).
Es éste el aspecto del fútbol que ha atraído a los políticos, que lo aman y también le temen. Porque los hinchas dan su vida por su equipo, que trasciende y se funde de una manera compleja con la identidad nacional. Levantar la bandera chilena o de cualquier país en el estadio es una representación patriótica que expresa en esos momentos no solo sentimientos de profundo nacionalismo, sino aún más: es también un ritual guerrerista, expresado como rostros pintados, que lleva a enfrentamientos y sacrificios. El estadio, y también las calles después de un partido, se convierten en un espacio para las más extremas representaciones nacionalistas. Un acto litúrgico como pocos en la sociedad moderna.
Es por ello que este deporte, pero especialmente lo que rodea al deporte, hipnotiza a los políticos y atrae a publicistas, inversionistas y especuladores. El fútbol hoy es sin duda un combustible de alto octanaje calentado por los gobiernos y los grandes capitales. Mueve miles de millones y ha sido intervenido por democracias o terribles dictaduras, como el mundial en Argentina, en 1978.
Desde hace unas décadas, el fútbol con sus enormes potencialidades aun cuando no ha perdido sus rasgos originarios, está controlado y guiado por los grandes poderes, el político y en especial el comercial. Tanto, que hoy como espectáculo de masas mueve, según estimaciones, unos 500 mil millones de dólares anuales. Para hacer una necesaria comparación, es lo que factura la industria farmacéutica, uno de los cuatro rubros más rentables del mundo junto con las armas, las drogas y el sexo.
El ingreso de los grandes capitales al fútbol es lo que ha mutado al deporte en negocio, tal como ha hecho la mercantilización con tantos otros sectores, en nuestro caso, desde la salud a la educación. Este proceso de negocios por un lado convierte a los deportistas en activos que se ofrecen en los mercados de valores, en tanto al público se le entrega un producto o servicio canalizado a través de la televisión y otros operadores de la industria del espectáculo. En medio de este proceso se produce, como en tantas otras actividades abiertas al régimen neoliberal, una concentración del mercado: pocos ganadores en un mundo de perdedores.
Como ha escrito Eduardo Galeano ( El fútbol a sol y sombra , 1995), “el juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue”.
El estado y sus inversiones en el gran circo
Lo que ha saltado en Brasil no es solo la mercantilización del fútbol y toda su ritualidad, sino la connivencia entre el poder político y el económico. El “no va más” del fútbol mercantilizado bajo la lógica neoliberal emerge desde el país más futbolizado del planeta y durante el Mundial más grande del mundo. La mezcla entre política y espectáculo, fusión denunciada en los 60 por Guy Debord, llega a su clímax cuando se filtran las ingentes inversiones que ha hecho el Estado brasileño en infraestructura de estadios y afines. Brasil 2014 ha costado más caro que Alemania 2006 y Sudáfrica 2010 juntos, denuncian colectivos sociales brasileños. El gobierno de Dilma Rousseff, al gastar en esta infraestructura que indirectamente favorece a los auspiciadores, publicistas, grandes equipos y, por cierto, a la FIFA, les quita a los millones de pobres los necesarios recursos para mejorar la educación, la salud o el transporte público.
Los cálculos de gastos iniciales para organizar el mundial apuntaban a unos 3.500 millones de dólares en inversiones públicas, pero con el tiempo las estimaciones ascendieron a niveles de escándalo, como publica el sitio contasabertas.com.br . Sólo los estadios para las doce sedes que recibirán a 32 selecciones del mundo, han requerido una inversión de 3.500 millones de dólares. Con el resto de las inversiones, el total asumido por el Estado es de unos 13 mil millones de dólares.
De acuerdo a ese sitio, además de la citada inversión en estadios hay 4.300 millones de dólares en transporte urbano, 3.400 en aeropuertos, 950 millones en seguridad, 350 millones en puertos y 200 millones en telecomunicaciones. Una ingente inversión que gran parte de la ciudadanía denuncia como innecesaria y que directa e indirectamente está subsidiando al sector privado y los grandes negocios. Así queda expresado en el discurso gubernamental cuando dice que la organización de la Copa del Mundo generará ingresos con la llegada de 600 mil turistas, a través de la publicidad, el transporte o los hoteles.
El reclamo de las organizaciones y ciudadanos brasileños es por esta vinculación entre los dueños del fútbol, representados en la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), los grandes capitales y el gobierno. El mundial ha sido organizado por la clase gobernante para que las grandes corporaciones pudieran lucrar, al mismo tiempo que el país se expusiera al mundo como una nación tranquila y próspera. De tal manera, y tras el gran espectáculo, las inversiones privadas fluirán en el futuro. Es el mundial como gran evento de negocios, público y privado. Para ello, organizaciones denuncian que desde 2010 el Estado ha venido subsidiando al sector de la construcción para la edificación de estadios.
El malestar de los brasileños no amaina con estas declaraciones. Porque quienes se están beneficiando de estas inversiones son tanto las grandes corporaciones como la FIFA, que ya ha obtenido como adelanto 1.300 millones de dólares en ganancias solo por la venta de entradas, derechos de transmisión y merchandising . Vale aquí la pena citar el precio de las entradas: para los partidos de Chile, como el que jugará el 18 de junio contra España en el Maracaná, éstas van desde 475 mil a un millón 200 mil pesos. Por cierto que hay para millonarios, entre dos y tres millones de pesos chilenos, según se ofrecen en el sitio de ventas online viagogo.com.
La función de la FIFA en el mundial va mucho más allá. La ONG Inspira_ction ha impulsado una campaña para transparentar los gastos y operaciones de la federación que dirige desde 1998 el suizo Joseph Blatter, así como los de las grandes corporaciones y el Estado brasileño en la organización del Mundial. La FIFA, denuncia Inspira_ction, puso como condición al Estado brasileño exenciones fiscales a las empresas que de una u otra manera participan en el Mundial. Estos beneficios tributarios restarán a los ingresos fiscales entre 200 y 500 millones de dólares, según los cálculos. Esto es posible gracias a la ley del 20 de diciembre de 2010 que rige el Mundial de Fútbol, en la que se especifica que tanto la FIFA como sus empresas subsidiarias y asociadas estarán exentas de pagar los impuestos que les corresponderían normalmente. Podrán comprar y vender, importar y exportar libremente desde suministros médicos, trofeos, medallas, equipos técnicos a materiales de construcción.
Chile, futbol y clientela
En Chile, el fútbol no ha estado libre de los influjos neoliberales. Es, desde hace tiempo, un espacio de negocios principalmente explotado por los clubes, las empresas concesionarias de estos clubes y la Asociación Nacional de Fútbol Profesional. En torno a este núcleo de negocios giran desde los canales de televisión a todo el espectro de auspiciadores y publicistas. Para darnos una primera idea de la magnitud del negocio, el Canal del Fútbol (CDF), la señal por cable formada por los clubes del fútbol chileno, generó el año pasado 51 millones de dólares. La mayor parte de este monto se distribuye entre los tres principales clubes, Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. El resto se reparte entre los otros equipos de Primera y Primera B. Un negocio que apunta hacia el reforzamiento de los grandes clubes en desmedro de los más débiles y los de regiones. La lógica del mercado al favorecer la rentabilidad y el espectáculo, genera desequilibrios y desigualdad. Lo que observamos en tantas otras áreas de la economía se aplica también al fútbol.
La especulación financiera no es ajena al fútbol y toma cuerpo en la compra y venta de jugadores. Esta lógica mercantil no puede estar mejor expresada que en la Memoria de una de las concesionarias de los equipos, convertidos en sociedades anónimas y cuyas acciones, como cualquier otro valor comercial de cualquier otro sector de la economía, se ofrece en la Bolsa de Valores. En la Memoria de Azul Azul, la sociedad anónima tras el club deportivo de la Universidad de Chile, y cuyo presidente es José Yuraszeck, el empresario que hizo su fortuna con las privatizaciones de las eléctricas durante la dictadura, puede leerse lo siguiente: “Los avances obtenidos en el ámbito financiero durante 2013 también confirman que nuestro club cuenta con una sólida posición para proyectarse deportivamente y con éxito hacia el futuro. En el último año tuvimos ventas por $15.428 millones, y logramos una utilidad después de impuestos de $124 millones. Mientras, el ingreso total obtenido por ventas y/o arriendos de jugadores fue de $2.154 millones netos. Ello incluyó la venta de Matías Rodríguez al club U.C. Sampdoria, de Italia, la de Charles Aránguiz al club Granada, de España y el arriendo de los derechos de Eugenio Mena al club Santos, de Brasil, entre otros”.
La especulación es financiera pero también en el espectáculo. Estar en los primeros lugares de la tabla es rentable, no sólo por el alza en el valor de los jugadores sino porque se especula con el espectáculo mismo. Sube el rating y el ingreso publicitario. Este año la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), organización formada por los clubes, firmó un contrato con el banco Scotiabank como nuevo sponsor del campeonato nacional. Scotiabank le pagará diez millones de dólares por los próximos cinco años.
Ante este buen negocio, el hincha es espectador y también cliente. Consumirá créditos bancarios, insumos para asados, vestuario, bebidas y, por cierto, televisores. La Cámara Nacional de Comercio (CNC) recuerda que durante el Mundial de Sudáfrica de 2010 la venta de televisores aumentó en un 90 por ciento. Ante el Mundial que comienza el 12 de junio, las ventas ya han duplicado las del año pasado. En este rubro, el tamaño sí que importa: las mayores ventas, dicen en el retail , corresponden a los nuevos Smart TV y a aquellos sobre las 46 pulgadas. Es decir, de 300 mil pesos hacia arriba.
En enero pasado el diario.es publicó una entrevista al entrenador argentino Angel Cappa, ex del Real Madrid y FC Barcelona, entre otros, en que admite, no sin tristeza, el trance actual del fútbol: “Desde hace mucho tiempo el fútbol se lo han quitado a la gente y se lo han dado al negocio. El capitalismo se ha apoderado del fútbol y le ha impuesto sus valores. A la gente se la ha echado de los estadios con precios de entradas prohibitivos y con el pago en la televisión. Ahora el fútbol, que nació en los barrios porque es el deporte más barato que existe, se ha convertido en un juego -ya no un deporte- de elites aunque para la gente sigue siendo su pasión, su sentimiento”.
Paul Walder Punto Final
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De: kuki |
Enviado: 20/06/2014 06:08 |
Presentación del dossier especial sobre la Copa Mundial de Futbol Brasil 2014, preparado con la colaboración de Jubileo Sur Américas, y su socio local Jubileo Sur Brasil, y la Rel-UITA.
La Copa Mundial de Futbol de la FIFA que se celebra en Brasil entre el 12 de junio y el 13 de julio de 2014 concentrará buena parte de la atención internacional en los próximos días. Pero más allá de lo deportivo y de la agenda turística que supone un mega-evento de estas características, la presente edición ya es noticia por los graves impactos que ha causado su preparación entre la mayoría de la población. Y también por las fuertes protestas sociales que han provocado las políticas de sus responsables, tanto el gobierno brasileño como la FIFA y las diversas corporaciones que la acompañan.
La protesta ciudadana en Brasil se ha organizado fundamentalmente a través de los Comitès Populares da Copa, espacios amplios de coordinación de las movilizaciones en las ciudades anfitrionas del Mundial y los Juegos Olímpicos previstos para el año 2016. Hay 12 comités en las siguientes ciudades: Belo Horizonte, Brasília, Cuiabá, Curitiba, Fortaleza, Manaus, Natal, Porto Alegre, Recife, Rio de Janeiro, Salvador, São Paulo. En ellos se han encontrado movimientos sociales, organizaciones civiles y sectores universitarios. Sus movilizaciones han variado en función de las agresiones particulares sufridas por la población local en cada lugar: expulsiones de población en barrios pobres, incremento del gasto público en estos fastos y desatención de las necesidades de la mayoría, explotación laboral, elitización, limitación del trabajo comercial de amplios sectores, injerencia de la FIFA en la política local, represión y criminalización de la protesta, y un largo etcétera.
Desde Alba Sud nos hemos solidarizado con estas luchas populares en defensa de las necesidades y derechos de las mayorías frente a las políticas de acaparamiento que supone la Copa. De la mano de dos organizaciones amigas con las que venimos trabajando desde hace tiempo, Jubileo Sur Américas y la Rel-UITA, hemos preparado este dossier especial para entender mejor las causas de la protesta y qué está en juego en estos momentos en Brasil. Jubileo Sur Américas es una red de movimientos sociales, organizaciones populares, ecuménicas, de mujeres, derechos humanos, formaciones políticas y campañas sociales de América Latina y el Caribe, coordinada también con redes afines en África, Asia y el Pacífico. Surgió como respuesta a la dominación de la deuda externa y la exigencia de una reparación justa por el costo provocado por su servicio y pago. Los materiales aportados para este dossier han sido elaborados por su socio local, Jubileo Sur Brasil. Por su parte la Rel-UITA es la Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación. Con sede en Montevideo, la Rel-UITA constituye de facto la principal federación de organizaciones sindicales de América Latina en múltiples sectores: alimentos, bebidas, flores, frigoríficos, pesca, tabaco, turismo, hotelería y gastronomía entre otros.
El dossier lo abrimos con una carta de los Comitès Populares da Copa en la que explican en diez puntos las razones de por qué se debe protestar ante el Mundial de Futbol. Sandra Quintela, miembro de Jubileo Sur Brasil y el Instituto de Políticas Alternativas para el Cono Sur (PACS), analiza a continuación el debate que se ha producido en Brasil sobre las tomas de posición de diferentes sectores sociales y políticos de Brasil ante la Copa. Incluimos también la entrevista que realizó Rogéria Araújo, miembro de la Red Jubileo Sur Brasil, a Luana Xavier Pinto Coelho, asesora jurídica de la ONG Tierra de Derechos sobre los aspectos más controvertidos de este campeonato y que dan razón de las diversas protestas que se han producido en los últimos meses y que, bien seguro, marcaran la agenda paralela de este Mundial.
Después de esta presentación general sobre los principales problemas causados por la Copa, destacamos algunos temas específicos que nos han parecido de especial relevancia. De este modo, presentamos el cuaderno Copa para que(m)? Quem vai a pagar a cota, en el que Jubileo Sur Brasil analiza críticamente los principales impactos económicos del Mundial, que entre otras cosas ha hecho que ésta sea una de las ediciones más caras de la historia de los mundiales de futbol. Otro de los temas controvertidos tiene que ver con las condiciones laborales en las que se han tenido que hacer muchas de sus infraestructuras. Daniel Gatti de la Rel-UITA describe en otro artículo cómo se han incrementado los muertos en la construcción de los estadios de futbol, provocados por accidentes de trabajo asociados a la inseguridad, la aceleración de los ritmos y las malas condiciones de trabajo. También destacamos la Carta Abierta al presidente de la FIFA Sr. Joseph S. Blatter en la que diferentes organizaciones sindicales, entre ellas la Rel-UITA y la brasileña Confederación Nacional de los Trabajadores de Turismo y Hospitalidad (CONTRATUH), denuncian y expresan su repudio a McDonald’s, uno de los promotores oficiales del Mundial, por explotación, maltrato y discriminación a sus trabajadores, y exigen a la FIFA su exclusión.
Finalmente alertamos de los riesgos de la deriva autoritaria con la que el Estado brasileño ha dado respuesta a esta oleada de movilizaciones, y que han provocado una intensificación de la represión a los movimientos sociales y la criminalización de la protesta, que según Jair Krischke, presidente del Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Brasil, están llegando a niveles muy preocupantes, en una entrevista realizada por Daniel Gatti de la Rel-UITA.
Muchos saludos, y atención y solidaridad con los movimientos populares de Brasil.
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