Pero el ISIS también tiene algunas cosas en común con los cárteles criminales transnacionales que operan en las sombras oscuras de la globalización del siglo XXI. Robando bancos, aprovechando los pozos de petróleo y practicando la extorsión, el grupo ha amasado una fortuna en una escala a la que ningún otro grupo yihadista se ha acercado. Ya es algo más que una organización terrorista en acción, o un ejército irregular de la especie que ha aparecido en muchas insurgencias nacionales.
Entonces, ¿qué es el ISIS esencialmente -un culto violento milenario, un estado totalitario, una red terrorista o un cártel criminal? La respuesta es que no se trata de ninguna de esas cosas y las es todas a la vez. Lejos de ser una reversión a algo del pasado, el ISIS es algo nuevo -una versión moderna de la barbarie que ha surgido en los estados que han sido destrozadas por la intervención occidental. Pero su influencia es poco probable que se limite a Siria e Irak. El ISIS ya está atrayendo el apoyo de los talibanes en Pakistán, y hay informaciones de que Boko Haram ha declarado un califato en una ciudad del noreste de Nigeria. Con el tiempo -aunque sólo sea para confirmar su superioridad sobre Al-Qaeda- el ISIS seguramente dirigirá su atención más directamente hacia Occidente.
Sería fácil pensar que habiéndose equivocado tan desastrosamente, y tan a menudo, Occidente se abstendría de cualquier implicación ulterior y dejaría que los acontecimientos siguieran su curso. Pero después de haber ayudado a traer este monstruo en el mundo, Occidente no puede ahora darle la espalda. En términos éticos tal postura sería poco menos que obscena. Occidente, después de todo, es el principal responsable de la creación de la anarquía en la que el ISIS puede proseguir su horrible experimento de construcción de un Estado. Dejar indefensos a los yazidís y a otros grupos perseguidos frente a una amenaza inminente de masacre genocida sería un crimen tan grave como cualquiera de los perpetrados en el curso de las anteriores intervenciones.
Sin duda alguna -los que crean que las políticas occidentales en Oriente Medio siempre han estado moldeadas por una cínica geopolítica- rechazarán cualquier apelación a la ética como hipocresía. Argumentar de esta manera, sin embargo, asume una capacidad para la toma de decisiones realistas y coherentes en los gobiernos occidentales de la que no hay ninguna prueba. La realidad ha sido una sucesión de fracasos espantosos.
Los desafíos planteados por Isis son desalentadores. La acción militar puede lograr poco si no va acompañada de una solución polítca. Pero nadie ha explicado cómo se pueden alcanzar o hacer cumplir soluciones políticas donde apenas existe el estado y el gobierno está hecho jirones. ¿Puede Occidente aprender de sus errores y establecer objetivos más limitados y defendibles? ¿O están los gobiernos occidentales empeñados en repetir sus pasadas locuras? Lo descubriremos pronto si ISIS continúa su avance aterrador.»
Isis: an apocalyptic cult carving a place in the modern world
por John Gray (The Guardian)