|
Socio-Política: Putin: un discurso histórico
Elegir otro panel de mensajes |
|
De: Marti2 (Mensaje original) |
Enviado: 06/12/2014 00:46 |
Hay discursos que sintetizan una época. El que pronunciara Winston
Churchill en el Westminster College, en Missouri, en marzo de 1946 es
uno de ellos. Allí popularizó la expresión “cortina de hierro” para
caracterizar a la política de la Unión Soviética en Europa y, según
algunos historiadores, marcó con esa frase el inicio de la Guerra
Fría. Antes, en abril de 1917, un breve discurso de Lenin al llegar de
su exilio suizo a la Estación Finlandia de San Petersburgo anunciaba,
ante la sorpresa de su entusiasta audiencia animada por los acordes de
La Marsellesa, que la humanidad estaba pariendo una nueva etapa
histórica, pronóstico que habría de confirmarse en Octubre con el
triunfo de la Revolución Rusa. En Nuestra América, un papel semejante
cumplió “La historia me absolverá”, el célebre alegato con el que, en
1953, el joven Fidel Castro Ruz se defendió de las acusaciones del
dictador cubano Fulgencio Batista por el asalto al Cuartel Moncada.
En esta línea habría que agregar el discurso pronunciado por Vladimir
Putin el 24 de octubre de este año en el marco del XIº Encuentro
Internacional de Valdai, una asociación de políticos, intelectuales y
gobernantes que anualmente se reúnen para discutir sobre la
problemática rusa y, en esta ocasión, la preocupante situación
mundial. [1] Las tres horas insumidas por el discurso de Putin y su
amplio intercambio de opiniones con algunas personalidades de la
política europea -entre ellos el ex primer ministro de Francia,
Dominique de Villepin y el ex canciller de Austria Wolfgang Schuessel-
o con académicos de primer nivel, como el gran biógrafo de Keynes,
Robert Skidelsky, fue convenientemente ignorado por la prensa
dominante. El líder ruso habló claro, sin medias tintas y abandonando de
partida el lenguaje diplomático. Es más, al inicio de su discurso
recordó la frase de uno de ellos que decía que “los diplomáticos
tienen lenguas para no decir la verdad” y que él estaba allí para
expresar sus opiniones de manera franca y dura para, como ocurriera
después, confrontarlas con las de sus incisivos interlocutores a
quienes también les hizo unas cuantas preguntas. Discurso ignorado,
decíamos, porque en él se traza un diagnóstico realista y privado de
cualquier eufemismo para denunciar el aparentemente incontenible
deterioro del orden mundial y los diferentes grados de responsabilidad
que les cabe a los principales actores del sistema. Como de eso no se
debe hablar, y como el mundo tiene un líder confiable y eficaz en los
Estados Unidos piezas oratorias como las de Putin merecen ser
silenciadas sin más trámites. Un breve comentario en el New York Times
al día siguiente, con énfasis en algunos pasajes escogidos con
escandalosa subjetividad; algunas notas más con las mismas
características en el Washington Post y eso fue todo. El eco de ese
discurso en América Latina, donde la prensa en todas sus variantes
está fuertemente controlada por intereses norteamericanos, fue
inaudible. Por contraposición, cualquier discurso de un ocupante de la
Casa Blanca que asegure que su país es una nación “excepcional” o
“indispensable”, o que difame a líderes o gobiernos que no caen de
rodillas ante el mandato estadounidense corre mucha mejor suerte y
encuentra amplísima difusión en los medios del “mundo libre”.
¿Qué dijo Putin en su intervención? Imposible reseñar en pocas páginas
su discurso y las respuestas a los cuestionamientos hechos por los
participantes. Pero, con el ánimo de estimular una lectura de ese
documento resumiríamos algunas de sus tesis como sigue a continuación.
Primero, ratificó sin pelos en la lengua que el sistema internacional
atraviesa una profunda crisis y que contrariamente a relatos
autocomplacientes -que en Occidente minimizan los desafíos del
momento- la seguridad colectiva está en muy serio peligro y que el
mundo se encamina hacia un caos global. Opositores políticos quemados
vivos en el sótano del Partido de las Regiones por las hordas neonazis
que se apoderaron del gobierno en Ucrania, el derribo del vuelo MH17
de Malasya Airlines por parte de la aviación ucraniana y el Estado
Islámico decapitando prisioneros y blandiendo sus cabezas por la
Internet son algunos de los síntomas más aberrantes de lo que según un
internacionalista norteamericano, Richard N. Haass, es la
descomposición del sistema internacional que otros, situados en una
postura teórica y política alternativa, como Samir Amin, Immanuel
Wallerstein, Chalmers Johnson y Pepe Escobar, prefieren denominar
“imperio del caos.” Esta ominosa realidad no se puede ocultar con
bellos discursos y con los trucos publicitarios a los cuales son tan
afectos Washington y sus aliados. El desafío es gravísimo y sólo podrá
ser exitosamente enfrentado mediante la cooperación internacional,
sin hegemonismos de ningún tipo.
Segundo, en su exposición
Putin aportó un detallado análisis del decadente itinerario transitado
desde la posguerra hasta el fin de la Guerra Fría, el surgimiento del
fugaz unipolarismo norteamericano y, en su curva descendente después
del 11-S, las tentativas de mantener al actual (des)orden
internacional por la fuerza o el chantaje de las sanciones económicas
como las aplicadas en contra de Cuba por más de medio siglo, Irak,
Irán, Corea del Norte, Siria, Costa de Marfil y ahora Rusia. Un orden
que se cae a pedazos y, como lo anunciaba el título del Encuentro, que
se debate entre la creación de nuevas reglas o la suicida aceptación
de la fuerza bruta como único principio organizador del sistema
internacional. De hecho nos hallamos ante un mundo sin reglas o con
reglas que existen pero que son pisoteadas por los actores más
poderosos del sistema, comenzando por Estados Unidos y sus aliados,
que dan por desahuciada a las Naciones Unidas sin proponer nada a
cambio. La Carta de las Naciones Unidas y las decisiones del Consejo
de Seguridad son violadas, según Putin, por el autoproclamado líder
del mundo libre con la complicidad de sus amigos creando así una
peligrosa “anomia legal” que se convierte en campo fértil para el
terrorismo, la piratería y las actividades de mercenarios que ora
sirven a uno y luego acuden a prestar sus servicios a quien le ofrece la
mejor paga. Lo ocurrido con el Estado Islámico es paradigmático en
este sentido.
Tercero, Putin recordó que las transiciones en
el orden mundial “por regla general fueron acompañadas si no por una
guerra global por una cadena de intensos conflictos de carácter
local.” Si hay algo que se puede rescatar del período de la posguerra
fue la voluntad de llegar a acuerdos y de evitar hasta donde fuese
posible las confrontaciones armadas. Hubo, por cierto, muchas, pero la
temida guerra termonuclear pudo ser evitada en las dos mayores crisis
de la Guerra Fría: Berlín en 1961 y la de los misiles soviéticos
instalados en Cuba en 1962. Posteriormente hubo importantes acuerdos
para limitar el armamento nuclear. Pero esa voluntad negociadora ha
desaparecido. Lo que hoy prevalece es una política de acoso, de
bullying, favorecida por un hipertrofiado orgullo nacional con el cual
se manipula a la opinión pública que así justifica que el más fuerte
–Estados Unidos- atropelle y someta a los más débiles. Si bien no
menciona el dato, en el trasfondo de su discurso se perfila con
claridad la preocupación por la desorbitada expansión del gasto
militar estadounidense que, según los cálculos más rigurosos, supera
el billón de dólares (o sea, un millón de millones de dólares) cuando
al desintegrarse la Unión Soviética los publicistas del imperio
aseguraron urbi et orbi que el gasto militar se reduciría y que los
así llamados “dividendos de la paz” se derramarían en programas de
ayuda al desarrollo y combate a la pobreza. Nada de eso tuvo lugar.
Cuarto, al declararse a sí mismos como vencedores de la Guerra Fría la
dirigencia norteamericana pensó que todo el viejo sistema construido a
la salida de la Segunda Guerra Mundial era un oneroso anacronismo. No
propuso un “tratado de paz”, en donde se establecieran acuerdos y
compromisos entre vencedores y vencidos, sino que Washington se
comportó como un “nuevo rico” que, embriagado por la desintegración de
la Unión Soviética y su acceso a una incontestada primacía mundial,
actuó con prepotencia e imprudencia y cometió un sinfín de disparates.
Ejemplo rotundo: su continuo apoyo a numerosos “combatientes de la
libertad” reclutados como arietes para producir el “cambio de régimen”
en gobiernos desafectos y que a poco andar se convirtieron en
“terroristas” como los que el 11-S sembraron el horror en Estados
Unidos o los que hoy devastan a Siria e Irak. Para invisibilizar tan
gigantescos errores la Casa Blanca contó con “el control total de los
medios de comunicación globales (que) ha permitido hacer pasar lo blanco
por negro y lo negro por blanco.” Y, en un pasaje de su discurso
Putin se pregunta: “¿Puede ser que la excepcionalidad de los Estados
Unidos y la forma como ejerce su liderazgo sean realmente una
bendición para todos nosotros, y que su continua injerencia en los
asuntos de todo el mundo esté trayendo paz, prosperidad, progreso,
crecimiento, democracia y simplemente tengamos que relajarnos y gozar?
Me permito decir que no.”
Quinto, en diversos tramos de su
alocución y del intercambio de preguntas y respuestas con los
participantes Putin dejó sentado muy claramente que Rusia no se
cruzará de brazos ante las amenazas que se ciernen sobre su seguridad
nacional. Utilizó para transmitir ese mensaje una elocuente metáfora
para referirse, indirectamente, a los planes de la NATO de rodear a
Rusia con bases militares y para responder a las inquietudes
manifestadas por algunos de los presentes acerca de una eventual
expansión imperialista rusa. Dijo que en su país se le tiene gran
respeto al oso “amo y señor de la inmensidad de la taiga siberiana, y
que para actuar en su territorio ni se molesta en pedirle permiso a
nadie. Puedo asegurar que no tiene intenciones de trasladarse hacia
otras zonas climáticas porque no se sentiría cómodo en ellas. Pero
jamás permitiría que alguien se apropie de su taiga. Creo que esto
está claro.” Esta observación fue también una respuesta a una
caracterización muy extendida en Estados Unidos y Europa que
menosprecia a Rusia -y antes a la Unión Soviética- como “un Alto Volta
(uno de los países más pobres y atrasados de África) con misiles”. Sin
dudas que el mensaje fue muy claro y despojado de eufemismos
diplomáticos, en línea con su confianza en la fortaleza de Rusia y su
capacidad para sobrellevar con patriotismo los mayores sacrificios,
como quedó demostrado en la Segunda Guerra Mundial. Dijo textualmente:
“Rusia no se doblegará antes las sanciones, ni será lastimada por
ellas, ni la verán llegar a la puerta de alguien para mendigar ayuda.
Rusia es un país autosuficiente.”
En síntesis: se trata de uno
de los discursos más importantes sobre el tema pronunciado por un jefe
de estado en mucho tiempo y esto por muchas razones. Por su
documentado y descarnado realismo en el análisis de la crisis del
orden mundial, en donde se nota un exhaustivo conocimiento de la
literatura más importante sobre el tema producida en Estados Unidos y
Europa, refutando en los hechos las reiteradas acusaciones acerca del
“provincianismo” del líder ruso y su falta de contacto con el
pensamiento occidental. Por su valentía al llamar las cosas por su
nombre e identificar a los principales responsables de la situación
actual. Ejemplo: ¿quién arma, financia y recluta a los mercenarios del
EI? ¿Quién compra su petróleo robado de Irak y Siria, y así
contribuye a financiar al terrorismo que dicen combatir? Preguntas
estas que ni el saber convencional de las ciencias sociales ni los
administradores imperiales jamás se las formulan, al menos en público.
Y que son fundamentales para entender la naturaleza de la crisis
actual y los posibles caminos de salida. Y por las claras advertencias
que hizo llegar a quienes piensan que podrán doblegar a Rusia con
sanciones o cercos militares, como nos referíamos más arriba. Pero, a
diferencia del célebre discurso de Churchill, al no contar con el favor
del imperio y su inmenso aparato propagandístico camuflado bajo los
ropajes del periodismo el notable discurso de Putin ha pasado
desapercibido, por ahora. A cien años del estallido de la Primera
Guerra Mundial y a veinticinco de la caída del Muro de Berlín Putin
arrojó el guante y propuso un debate y esbozó los lineamientos de lo
que podría ser una salida de la crisis. Ha pasado algo más de un mes y
la respuesta de los centros dominantes del imperio y su mandarinato
ha sido un silencio total. Es que no tienen palabras ni razones, sólo
armas. Y van a continuar tensando las cuerdas del sistema
internacional hasta que el caos que están sembrando revierta sobre sus
propios países. Nuestra América deberá estar preparada para esa
contingencia.
Nota:
[1] Desgraciadamente ese
discurso está sólo disponible en ruso y en inglés en el sitio web de
la presidencia de Rusia. Una traducción al castellano fue realizada
por Iñaki para el blog http://salsarusa.blogspot.com.ar/2014/11/discurso-de-putin-en-valdai.html
La versión revisada y corregida de ese primer esfuerzo de traducción del discurso de Putin se encuentra disponible en www.atilioboron.com.ar
Atilio
Boron, director del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini
(PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio Libertador al Pensamiento
Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar
Atilio A. Boron Alainet
|
|
|
Primer
Anterior
Sin respuesta
Siguiente
Último
|
|
|
|
|
©2025 - Gabitos - Todos los derechos reservados | |
|
|