La ceniza vibhuti. Cuerpo, persona y cosmos en grupos Sai Baba1Rodolfo Puglisi 2
Sathya Sai Baba es un guía espiritual que se proclama, y así es considerado por sus devotos, un Avatar, esto es, una encarnación divina. Debido a su naturaleza se le reconoce, entre otras virtudes, la capacidad de materializar objetos “de la nada”, siendo la ceniza vibhuti uno de los productos más importantes de estas prácticas de materialización. El propósito del presente trabajo es analizar las representaciones simbólicas y los usos de los que es objeto el vibhuti dado que los mismos nos brindan valiosa información sobre tópicos fundamentales de la cosmovisión Sai: su concepción de la persona, el cuerpo, el cosmos y los vínculos que ligan estas dimensiones. Finalmente, a partir de los resultados obtenidos, revalorizaremos la esfera de lo mundano dentro de este sistema religioso que deposita sus anhelos máximos en lo supraterreno.
Palabras clave: vibhuti – persona – cuerpo – cosmos – mundano.
Sathya Sai Baba is a spiritual guide who is proclaimed, and in this way is considered by his devouts, an Avatar, this is a “Divine embodiment”. Due to his nature, people recognize him, between other virtues, the skill of materializing objects of nothing, being the ash vibhuti one of the most important products of these practices of materialization. The intention of this work is to analyze the symbolic representations and the uses which is object the vibhuti, since those things bring us valuable information about fundamental topics of the Sai’s sight: his conception of the person, the body, the cosmos, and the links that join these dimensions. Finally, based in the results obteined, we will revalue the sphere of the mundane thing, inside this religious system which deposits its maximum longings in something ethereal.
Keywords: vibhuti – person – body – cosmos – mundane.
Introducción
Sathya Sai Baba, nacido en India en 1926, es un guía espiritual que se proclama, y así es considerado por sus devotos, un “Avatar”, esto es, una encarnación divina (como lo serían Krishna, Cristo, etc.) cuya misión en la Tierra sería reencauzar a los hombres hacia la senda “correcta”. Esto implica, por tanto, que para los seguidores Sai, Dios mismo bajo la forma (cuerpo) humana se encontraría viviendo hoy día entre nosotros. Si bien Sai Baba retoma en sus enseñanzas elementos religiosos orientales —como las enseñanzas védicas y la creencia en la reencarnación—, advierte, no obstante, que su misión no es establecer una nueva religión sino transmitir que la vida debe basarse en el “Amor hacia todos los seres”, sin distinción alguna. Por este motivo, sostiene que todas las religiones existentes serían manifestaciones de una misma y única religión ecuménica, “la Religión del Amor”, hecho por el cual comunica a sus seguidores que no deben abandonar sus antiguas creencias sino volverse mejores cristianos, musulmanes, budistas, etc., promoviendo asimismo el respeto por la diversidad cultural mundial, el Servicio o “Amor en acción” (ayuda al prójimo que los devotos enfáticamente remarcan que no constituye una muestra de asistencialismo ni proselitismo) y predicando la “no violencia, rectitud, verdad, amor y paz” como los “cinco valores humanos fundamentales”. En la cosmovisión “Sai”, cada uno de estos valores se corresponde con uno de los cinco sentidos corporales y con uno de los cinco elementos esenciales (tierra, agua, fuego, aire y éter) en una escala que va desde el valor, sentido y elemento más “tangible” al más “sublime”. A esta tríada cósmica «valor-sentido-elemento» se suma una visión trinaria del hombre en tanto que constituido por cuerpo, mente y espíritu, conformando, sin embargo, dimensiones conectadas entre sí.
La Organización Sri Sathya Sai Baba (O.S.S.S.B.) fue fundada en el año 1967 y reúne millones de miembros en 135 naciones de diversos continentes. A nivel mundial, ésta se divide en nueve zonas3, las cuales, a su vez, se encuentran segmentadas en regiones. Latinoamérica constituye la zona 2 y comprende las regiones 21 (países Centroamericanos), 22 (Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) y 23 (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay). Asimismo, es importante destacar que por disposición internacional las organizaciones Sai de todos los países deben presentar tres4 Áreas fundamentales: Devoción, Servicio y Educación, a las que se les puede agregar, como es el caso argentino5, tres más (Difusión, Jóvenes y Preparación para la Divina Presencia).
Estas manifestaciones diversas del catolicismo en el ámbito occidental, surgidas especialmente a partir de mediados de la década del ‘60 (Carozzi,19...:34), han recibido en el marco de la sociología de la religión el nombre de “Nuevos Movimientos Religiosos”, categoría dentro de la cual podríamos inscribir a los grupos Sai Baba occidentales. Estos últimos también podrían ser insertados dentro del proceso sociorreligioso que Campbell (1997) denominó “orientalización de occidente”, aunque para el caso Sai debemos dejar sentada la reserva de que, en función de su mensaje ecuménico, se buscan mantener y respetar las particularidades religioso-culturales de cada región. Esta constituye una de las directivas prioritarias de la Organización Sai y corrientemente es defendida por los devotos al señalar que “éste no es un centro hinduista” sino que “aspira a englobar a todas las manifestaciones religiosas”, razón por la cual los Centros Sai occidentales deben desligarse de los iconos “marcadamente orientales” 6.
Ahora bien, vinculada a la creencia en la naturaleza divina de Sai Baba se le reconoce a éste, entre otras virtudes, la capacidad de materializar objetos “de la nada”7. Uno de los productos8 más importantes surgidos de estas prácticas de materialización es la ceniza vibhuti. El propósito del presente trabajo es analizar las representaciones simbólicas y los usos de los que es objeto el vibhuti dado que los mismos nos remiten a tópicos fundamentales de la cosmovisión Sai: su concepción de la persona, la corporalidad, el universo y los vínculos que ligan estas dimensiones. Asimismo, a partir de estos resultados mostraremos una limitación que percibimos en el paradigma “holismo vs. dualismo” presente en la antropología del cuerpo así como intentaremos revalorizar la dimensión mundano-corporal dentro de un sistema religioso como el Sai Baba, en el cual los anhelos máximos están depositados en un plano supraterreno.
El material que empleamos para abordar esta temática proviene de dos tipos de fuentes. Por un lado, y principalmente, del trabajo de campo etnográfico en el Centro Sai Baba de la ciudad de La Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina) que venimos realizando desde el año 2006. En el mismo, hemos utilizado fundamentalmente dos técnicas: observación participante de las prácticas rituales del grupo (meditación y cantos devocionales), de las actividades de “servicio” y de otros espacios de interacción (eventuales charlas, llamadas “satsangs”, brindadas por devotos que viajaron a la India a ver a Sai Baba, la proyección de películas el tercer domingo de cada mes, etc.). Todo este material obtenido lo hemos documentado en forma escrita (notas de campo). Asimismo, la segunda técnica utilizada fue la realización de entrevistas abiertas y semi-estructuradas a los creyentes, siendo las primeras registradas principalmente por medios escritos y realizadas en el Centro Sai y las segundas capturadas en audio (grabador de voz digital) en otros espacios (bares, casas particulares y lugares públicos). La segunda fuente de información sobre el grupo que hemos empleado en este trabajo proviene del análisis de parte de la literatura religiosa que circula en el interior del grupo (la cual me ha sido prestada por algunos fieles, la he comprado en el Centro o bien ha sido repartida a todos los asistentes luego de finalizar alguna actividad). Resta agregar que la aproximación metodológica desde la cual nos posicionamos para realizar nuestra investigación sin lugar a dudas se enmarca en una tradición hermenéutica, donde el enfoque cualitativo diría que es casi exclusivo, dada la capacidad de este abordaje para captar “el punto de vista del actor” (Taylor y Bogdan, 1992). Consideramos que esta aproximación (articulada a las técnicas de investigación empleadas) es la más adecuada para lograr las metas que el presente artículo se propone, así como para la cumplimentación de los objetivos más amplios que persigue nuestra investigación de los grupos Sai Baba (captar el sentido que los devotos le atribuyen al cuerpo así como también aprehender las significaciones encarnadas que se encuentran en las prácticas que llevan a cabo).
El vibhuti:
El vibhuti está presente prácticamente en todas las actividades de la vida Sai. En el Centro, esta ceniza es repartida en todas las actividades rituales del grupo (Meditación y Cantos Devocionales), reuniones organizativas (elecciones políticas en el Centro, por ejemplo), así como en la celebración de festividades (cumpleaños de Sai Baba, Krishna, Navidad, etc.). Asimismo, la gente lo tiene en sus casas particulares, dándole múltiples usos, como luego veremos.
Según lo retratado en el material de lectura de los devotos, en las escrituras védicas (en el Upanishad) “Vibu” significa Dios y “utti” protección, por tanto la palabra “vibhuti” significaría “la protección de Dios” (Richard, 1999). Sin embargo, en otros textos se le asigna la acepción “expresión de su Gloria [la de Dios]” (Addis, 2001). Vale aclarar, no obstante, que esta polisemia de sentidos (protección, expresión divina), como más adelante veremos, no implica ningún tipo de incompatibilidad.
La ceniza vibhuti constituiría una manifestación divina, una materialización hecha por Sai Baba. Para los devotos Sai:
“materializar significa la concreción en el plano físico de un pensamiento, es dar efectividad y materialidad a un proyecto, una idea. Cada idea tendría en nosotros una tendencia inherente a manifestarse en forma física, a concretarse en un hecho, ocurriendo que el tiempo y el esfuerzo para lograrlo dependen de la persona y el medio” (Addis, 2001).
De esta manera, según los creyentes, el pensamiento de Sai Baba se concreta en un objeto material a voluntad, con sólo anhelarlo. En este punto, vale mencionar un comentario efectuado por una devota en el cual explica que Sai Baba “concretiza sus anhelos, no sus deseos, pues en tanto que Avatar carecería de estos últimos” y agrega que “sólo nosotros tendríamos deseos”, siendo nuestra meta, precisamente, “destruirlos”. Volveremos sobre este objetivo espiritual, la eliminación de los deseos, al examinar las representaciones que rodean al vibhuti.
Respecto del acto mismo de materialización de la ceniza, las descripciones de testigos oculares señalan que Sai Baba mantiene la palma de la mano10 derecha hacia abajo o ligeramente inclinada, luego da uno o dos giros imperceptibles con ellas y finalmente mantiene los dedos juntos para evitar la caída de la ceniza sagrada que ya ha materializado. Este “milagro” de la materialización efectuado por Sai Baba es comprendido por los devotos como un fenómeno análogo, por ejemplo, a la multiplicación de los panes y peces o la transformación de agua en vino atribuida a Cristo. Según los devotos, en consonancia con el mensaje promulgado por Sai Baba, sería el mismo Dios11 —en diversas encarnaciones— el que realizaría dichas acciones. No obstante, la capacidad materializadora de Sai no se agota en los límites corporales de éste, ya que se cree, por ejemplo, que puede hacer brotar vibhuti en las partes corporales de los más fieles o de los gravemente enfermos, o bien, de fotos e imágenes suyas en cualquier parte del mundo, sin importar las distancias. Sobre este último punto varios seguidores me comunicaron que en oportunidades ha emergido vibhuti de los retratos de Sai Baba que en el Centro se encuentran. Uno me explicaba “sencillamente brota de la nada, miraba atrás del cuadro y no había nada, el vibhuti salía de adentro del retrato, atravesando el vidrio”. Relatos de este tipo me han comunicado varias veces así como de eventos similares ocurridos en otros centros. Además de este origen por materialización, en ocasiones suele usarse como vibhuti ceniza proveniente de inciensos quemados en el ashram (templo) que es bendecida por Sai Baba. De todas formas, estos orígenes diversos del vibhuti no suponen para los fieles diferencia alguna en su poder, todos ellos serían, pues, equipolentes. Digno de mención es asimismo el hecho, señalado tanto por los devotos como en sus textos doctrinales, de que el análisis químico realizado al vibhuti ha arrojado el asombroso resultado de que sus componentes no provienen de la quema de ningún material terrestre12.
En mis experiencias de campo, el vibhuti con el que he entrado en contacto ha sido siempre del mismo tipo: un polvo muy fino de color gris claro, insípido al gusto y de aroma floral. No obstante, según los devotos y lo sentado en su literatura, existen diversos tipos de ceniza, variabilidad ésta que en algunos casos es explicada remitiendo a la intención por la cual es materializado en cada oportunidad. Una muestra de esta diversidad del vibhuti la podemos encontrar en Addis (20...) donde indica que se lo puede distinguir por el sabor (salado, dulce, insípido o medicamentoso), por la fragancia (floral o picante), por su textura (sólido, granuloso, en forma de escamitas o polvo fino) y por su coloración (blanco, negruzco, marrón, diversos grados de gris y excepcionalmente dorado).
Lo mutable y lo inmutable. Representaciones en torno al vibhuti:
Refiriéndose al vibhuti, una devota explica a todos los asistentes al Taller de Meditación en la Luz que éste tendría “un sentido material y otro espiritual”. Respecto del primero, expresa que Sai Baba se refiere con el lema “polvo sois y en polvo te convertiréis”, siendo de este modo la “condición última de todas las cosas”. En lo tocante a lo espiritual, señala que la ceniza sagrada es considerada “un elemento que eleva al individuo y lo acerca a lo divino”. En este apartado trataremos del primer sentido, reservando la cuestión de su influencia en el individuo para la siguiente sección.
Se dice que ya Sai Baba de Shirdi, considerado por el mismo Sathya Sai Baba como su encarnación anterior13, otorgaba con fines curativos a sus devotos ceniza, la cual era obtenida del fuego que mantenía permanentemente encendido en su hogar. Estas cenizas, únicos restos de la incineración de leña, nos acercan a la concepción simbólica que del vibhuti, en relación con la subjetividad, Sai Baba da. Refiriéndose al significado del mismo, éste explica14:
“Cuando cualquier objeto que tiene un nombre y una forma se quema totalmente, se reduce a cenizas. El nombre y la forma han desaparecido. Todas las cosas son una y la misma en el estado final. Cuando Swami da vibhuti quiere que el que lo recibe comprenda esta unidad básica (advaitam). El devoto debe eliminar su ahamkara (egoísmo surgido de un sentimiento de lo “mío” y lo “tuyo”). Éstas dos están basadas en una forma y un nombre, y cuando son destruidas, se puede comprender la unidad intrínseca de la Divinidad”.
Ahora bien, esta reducción por calcinamiento de lo mundano diverso a la eterna homogeneidad de las cenizas será dirigida a combatir una característica de la persona, su actividad deseante. Considérense por ejemplo las siguientes palabras pronunciadas por Sai Baba durante el MahaShivaratri15 de 19...:
“(…) En el verdadero sentido espiritual, el Vibhuti es el más precioso de los objetos. Saben que Shiva redujo a cenizas al dios del deseo, Kama, llamado Manmata (porque agita a la mente y aumenta la confusión que reina en ésta). Shiva se adornó con esas cenizas y fue así como brilló en su gloria como conquistador del deseo. Cuando Kama fue destruido, reinó soberano el amor. Cuando no existe deseo alguno que envuelva a la mente, el amor puede ser verdadero y pleno. ¿Qué mayor ofrenda podrían presentar a Dios para glorificarlo que la ceniza que demuestre que han triunfado sobre el deseo? La ceniza es la última condición de todas las cosas; ya no puede sufrir otro cambio (…) La ceniza sigue siendo ceniza por siempre”.
La misma admonición de reducir el deseo a cenizas y la inevitabilidad de que lo mutable devenga algo inmutable la encontramos en una entrevista que Sai Baba mantuvo con el Dr. Karanjia de Bombay en septiembre de 1976:
“Lo que materializo es una manifestación de Divinidad (…) Simboliza la naturaleza cósmica, inmortal e infinita de todas las formas de Dios, el Alma o el Espíritu, es decir, lo que queda cuando todo lo mundano, transitorio y cambiante se ha esfumado (…) En primer lugar, es un símbolo del ciclo vida-muerte en el cual todo finalmente se reduce a cenizas. Porque polvo sois y en polvo te convertiréis. Ceniza o polvo es la condición final de las cosas. No pueden sufrir ningún otro cambio ulterior. En el contexto espiritual constituye una señal para el que la recibe de abandonar los deseos, quemar todas las pasiones, tentaciones y ataduras en el fuego de la devoción que lo hace a uno puro en pensamiento, palabra y obra. Es con el objeto de que aprendan bien esta lección que materializo ceniza para aquellos que vienen a mi”.
Así, las representaciones simbólicas de la ceniza vibhuti se hallan fuertemente vinculadas con una cuestión que es central a los objetivos espirituales de los seguidores Sai, la eliminación del deseo (considerado mundano y mutable), como un paso ineludible que el devoto debe llevar a cabo para lograr su meta espiritual fundamental: la fusión con Dios, acontecimiento éste que se denomina iluminación. Esta concepción del vibhuti ligada al deseo como algo que debe ser reducido a cenizas no se restringe a una mera elucubración abstracta sino que se plasma en performances16. De las muchas prácticas (Cantos17, Servicio, etc.) que los fieles ponen en juego para lograr tal fin, quisiera dedicar unas breves palabras al ejercicio de la meditación18, ya que en esta volvemos a encontrar aquella caracterización de la subjetividad humana que la define como motorizada, indeseablemente, por una actividad deseante. Al respecto, consultando por las metas que esta práctica persigue, un devoto me responde que una de sus fines es lograr una “mente sin pensamientos” y agrega que una buena manera de pensar a la Meditación es con la idea de “media estación”, en tanto que “apunta al equilibrio” y a evitar que “nos vayamos a los extremos”. Esto se debe, continúa, a que los hombres tenemos “mente de mono, ésta va rápidamente de un lado a otro y quiere tomar todo lo que ve”, siendo esto una metáfora de lo que hace nuestro deseo, pues éste constantemente “nos lleva de un lado a otro” y se “fija” en las cosas, lo cual “nos esclaviza19”. Por ende, uno de los objetivos al realizar la meditación sería detener esta “movilidad” del deseo, evitando de este modo quedar a-pegados a las cosas mundanas. De lograr esto, concluye, “vamos a ser libres” porque no quedamos atados a nada, siendo “el deseo de fundirse con Dios el único deseo que estaría permitido”.
Por otra parte, no podemos dejar de considerar, aunque sea en forma harto apretada, la concepción del ser en el devenir temporal que en lo que antecede se perfila. Hemos señalado que la ceniza vibhuti representa la expresión última de todo lo mundano mutable (“ceniza o polvo es la condición final de [todas] las cosas”, es “lo que queda cuando todo lo mundano, transitorio y cambiante se ha esfumado”). Y dado que “todas las cosas son una y la misma en el estado final”, queda como resto, siguiendo las ya citadas palabras de Sai Baba, “la unidad intrínseca de la Divinidad”. En este punto, debemos precisar que el andamiaje simbólico de la cosmovisión Sai, en consonancia con los saberes védicos, no se encuentra edificado sobre una estructura dualista del tipo cuerpo-mente, sino que descansa en una lógica trinaria cuyos términos son cuerpo, mente (ambos mundanos y transitorios) y espíritu (caracterizado como la esencia de nuestro ser, el cual es divino y, por ende, trascendente y eterno). Lo que se “reduciría a cenizas” serían los dos primeros elementos de esta tríada, quedando, al final del recorrido, sólo el espíritu fusionado a Dios, aquella “unidad intrínseca de la Divinidad” arriba referenciada que explica y sostiene expresiones de los devotos tales como “Dios es Uno en Todo” o bien “Yo soy Dios y parte de Él”. Como puede advertirse, se trata de un derrotero, largo y laborioso por cierto, donde la iluminación se encuentra sólo al término de éste itinerario a recorrer. Al respecto, los devotos Sai a menudo utilizan para describir esta situación (que sería la de todos los hombres) lo que denominamos la “metáfora de la cebolla”. Según los fieles, “una persona es como una cebolla” a la cual hay que ir sacándole las diferentes capas para “descubrirse a sí mismo”, auto-descubrimiento que se logra a través de la serie de reencarnaciones y del que un devoto daba cuenta al señalarme que “el buscador es lo buscado” explicando que uno al llegar a la iluminación advertiría que “siempre era yo”, como si hubiese “despertado de un sueño”. Así, para la cosmovisión Sai nuestra expresión última, eterna y divina, ya habitaría en nosotros, pero hay que recorrer un gran camino para descubrirla, para tomar conciencia de ella; trayectoria que incluye el despojo de lo mundano variable para reducirlo sólo a esta realidad trascendente inmutable. Podemos decir, por tanto, que nos enfrentamos a una concepción evolucionista20 del ser, en la cual éste se “auto-realizaría” gracias a un movimiento espiralado21 de ascenso.
La eficacia del vibhuti:
Al vibhuti se le adjudica un poder, una “gracia cósmica”, se dice que irradia energía en un campo de 60 cm. Si nos es permitido emplear un verdadero anacronismo, podríamos decir que se le atribuye mana22. En efecto, no podría esperarse menos de un material que se considera creado directamente por la mano de Dios. Existe una plegaria (Vibhuti Puja), pronunciada luego23 del reparto de ceniza, a través de la cual los devotos expresan el reconocimiento de los poderes que se le otorgan. La misma reza: “Grande es el poder de la Ceniza Sagrada de Baba. Ricos y sorprendentes son sus variados efectos. Concede descubrimientos espirituales, llena nuestras aspiraciones profundas, dándonos bendición y liberación. Oh! Baba, busco protección en el Supremo Poder e Infinita Gracia de Tu Vibhuti”. De entre estos “variados efectos” del vibhuti encontramos aquél sentido espiritual referido por una devota (“elemento que eleva al individuo y lo acerca a lo divino”), así como también la influencia material que se cree ejerce.
Como ya hemos expresado, esta ceniza es repartida prácticamente en todas las actividades que se llevan a cabo en el Centro Sai. Dos frascos ubicados en el Altar24 del Templo contienen el vibhuti, el cual es recogido con una pequeña cucharita y colocado en la palma de la mano del receptor, quien responde “Sai Ram” (expresión con la que se reconoce la divinidad en el prójimo). Vale destacar que hay diferencias en el reparto de la ceniza vibhuti según se estén celebrando los Cantos Devocionales o la meditación, diferencias éstas que podemos clasificar como de orden temporal y sexual. En lo que respecta al primer factor, el reparto de la ceniza vibhuti en los Cantos Devocionales es posterior a la realización de los mismos, mientras que en la meditación es previo al ejercicio de esta práctica, diferencia ésta que se debe, según un devoto, a “cuestiones energéticas”. Desde el punto de vista sexual, vale decir que en la reunión de Cantos —a diferencia de lo acontecido en la meditación donde una persona toma uno de los dos frascos de vibhuti que están en el altar y lo reparte a todos los presentes, indistintamente si son éstos hombres o mujeres— el vibhuti entregado a los fieles procede de los dos frascos, donde ocurre que el frasco de la derecha es tomado por un hombre y éste le entrega vibhuti sólo a los hombres (sentados en el lado derecho25) y lo mismo ocurre con las mujeres, una de ellas toma el frasco de la izquierda y le entrega ceniza sólo a las mujeres (sentadas en el lado izquierdo) 26.
Una vez entregado el vibhuti, los fieles suelen meditar unos instantes con la ceniza en sus manos, muchos se ponen un poco en la frente, justo en el entrecejo (donde se cree que está el tercer ojo), se la aplican en diversas partes del cuerpo (sugieren que sea especialmente en las zonas donde uno sufre dolores) y finalmente el resto la ingieren (pues la consideran prasadam, alimento bendecido, alimento del alma). Este consumo de vibhuti (materia que provendría directamente del cuerpo de Sai Baba) es comprendido por los devotos como un hecho análogo al de la eucaristía cristiana, en la cual todos los fieles que participan del credo de la Iglesia, in-corporan simbólicamente el cuerpo de Cristo al consumir la hostia27. Por este motivo, si bien debemos decir que no constituiría algo estrictamente “formal” —de hecho, uno de los fundamentos que los devotos Sai exponen para explicar que su doctrina no constituye una religión (entendida la misma desde una perspectiva claramente institucional) es que carece de sacramentos (“uno, por ejemplo, no se casa en el templo Sai” me decía un seguidor)— creo que puede decirse que esta práctica de reparto del vibhuti tiene una dimensión indudablemente sacramentalista, la cual acerca lo Sai al background cultural cristiano que permea la vida occidental.
Asimismo, la ceniza también es entregada en sobrecitos. Muchos recomiendan guardarlos en la mesita de luz, cerca de la cama, por los benéficos efectos que se le atribuyen, otros portan el vibhuti en saquitos o frasquitos colgados en el cuello, usándolos como talismanes (como lo hacen con otras materializaciones hechas por Sai Baba) para sentirse protegidos. Vemos aquí otro punto de intersección con el catolicismo, ya que en él sus fieles también emplean “objetos poderosos”, muchas veces bendecidos, con fines protectores (rosarios, estampitas, cruces, etc.). Por otro lado, es interesante resaltar lo que un seguidor Sai me decía: “Sé que Baba está en todas partes, pero me hace bien sentir cerca algo de él materialmente”, cuestión ésta que juzgamos harto relevante en tanto que destaca la importancia del contacto corporal con lo divino a despecho de una objeción de índole intelectual28 .
A nivel terapéutico, el vibhuti es “recetado” casi para cualquier dolencia corporal, como lo demuestra una exposición29 del doctor Gadhia, médico muy cercano a Sai Baba, en donde lo sugiere como remedio efectivo para el dolor de cabeza, de ojos y oídos, sinusitis, corazón, intestinos, hígado, diabetes, soriasis, etc. Asimismo, recomienda diluirlo en agua (para ser bebido) o bien mezclarlo con aceite para aplicarlo sobre la dermis (“de almendras para la cabeza, de cocina para el abdomen y de oliva para las piernas”), donde el elemento untuoso abriría los poros de la piel permitiendo que el vibhuti penetre. Y agrega, lo cual resulta para nosotros muy relevante, que cuando se realicen estas prácticas se dibuje el símbolo del Om en la zona afectada y que luego se pronuncie ese mantra dado que “cuando hacen el Om dios sabe que ustedes lo están recordando, porque él es Todo en Todos, es omnipresente, omnisciente, omnipotente”. Asimismo, conversando con devotos estos me han manifestado que lo usan habitualmente para cualquier tipo de dolor (cabeza, estómago, artritis, etc.) y en una oportunidad, comentándoles que estaba padeciendo de una aguda descompostura, uno de ellos me recomendó beber “agua con vibhuti” pues me iba a hacer muy bien.
Todos estos usos del vibhuti nos hablan de unas terapias diferentes a las de la biomedicina occidental, donde advertimos una conceptualización diferente de la corporalidad, en tanto que el cuerpo es influido (y curado) por potencias como las que se supone tiene el vibhuti y Dios. En efecto, dentro de la cosmovisión Sai el cuerpo es concebido energéticamente —carácter que no entra en contradicción con la caracterización del mismo como algo transitorio— al igual que el cosmos, en donde ambos se hallan fuertemente vinculados. Al respecto, un devoto me explica que:
“Lo que vemos como más material, esta pared, por ejemplo, se debe a la imperfección de nuestros sentidos. Si nosotros viéramos la pared con un microscopio, podríamos ver los átomos y de aumentar el acercamiento, luego veríamos los protones y descubriríamos que en realidad hay más espacios vacíos que materia, observaríamos partículas vibrando. Si volvemos nuestra vista hacia ese marco de la puerta, por ejemplo, lo vemos recto, pero si lo viésemos agrandado descubriríamos irregularidades, dado que está compuesto por partículas en vibración. Esto ocurre en todo, con nuestro cuerpo incluso, a cada instante pierde partes, trocitos de piel por ejemplo, y sufre constantes renuevos de átomos. Lo que sostiene al mundo es la vibración, de ahí el sonido primordial Om, que en el cristianismo seria el verbo. Si una sola partícula del universo dejara de vibrar, todo colapsaría. Lo importante es la Energía que todos compartimos y que nos permite vibrar, la cual es la misma que hace que se enciendan las lámparas de luz, el ventilador, nosotros, etc. Esto sería el Atma. Esa energía es lo único que no cambia”.
Lo que de aquí se desprende es que las concepciones que se tengan del cuerpo, de su funcionamiento y de sus relaciones con el entorno, determinarán maneras de comprender las enfermedades y su cura. Por último mencionemos, muy sucintamente por cierto, que a lo arriba indicado se suma la creencia en los chakras30, centros de conexión o puntos de contacto entre el cuerpo físico y la energía divina, los cuales permiten que esta última entre al cuerpo y lo vitalice. Los mismos pueden “cerrarse”, o estar escasamente activados, lo cual genera disfunciones y la cura consistiría en reabrir el flujo de la energía, permitiendo de este modo que ésta vuelva a ingresar a nuestro cuerpo. Así, tenemos una caracterización energética del cuerpo y del cosmos (ambos fuertemente interrelacionados31) que se plasma en sus prácticas terapéuticas, las cuales incluyen el uso del vibhuti para tales fines.
Consideraciones finales:
Juzgamos que el estudio de las representaciones y usos de la ceniza vibhuti que acabamos de efectuar nos ha permitido aprehender tópicos fundamentales de la cosmovisión Sai, a saber: su concepción de la persona, el cuerpo, el cosmos y los vínculos entre estos. Asimismo, hemos presentado el andamiaje simbólico de la cosmovisión Sai en el cual el individuo es concebido a partir de una lógica trinaria comprendida por cuerpo, mente y espíritu. En este punto quisiéramos señalar una limitación que encontramos en el paradigma “Holismo vs. Dualismo” presente en la antropología del cuerpo. Esta subdisciplina se ha caracterizado por una mirada crítica a la concepción dualista-cartesiana del hombre, la cual concebía al cuerpo escindido de la razón, reduciéndolo a un mero objeto natural y, por lo tanto, carente de interés para el estudio social. En nítido contraste, la antropología ha hecho del cuerpo una dimensión analítica de pleno derecho, develando que “nunca es un dato indiscutible, sino el efecto de una construcción social y cultural” (Le Breton, 2002:14). Asimismo, esta revisión crítica de los postulados dualista-cartesianos acerca del hombre no se ha circunscripto a los vínculos entre razón y cuerpo, sino que ha ido mas allá al denunciar la tajante escisión que occidente, heredero de la doctrina cartesiana, ha establecido entre cuerpo y mundo. Esto condujo a la confrontación de esta concepción occidental con las representaciones “holistas” de otras sociedades, en las cuales los vínculos cuerpo-mundo serían marcadamente estrechos. Como bien expresa Citro “se ha convertido en un tópico habitual contrastar este cuerpo de los Otros” [las representaciones holistas cuerpo-mundo no occidentales] con “las concepciones dualistas predominantes en Occidente” (20...b:15). Ahora bien, y es en este punto donde advertimos las limitaciones que arriba mencionáramos, en este campo se ha puesto tanta energía en exponer representaciones otras del cuerpo y en condenar por “dicotómica” a la episteme cartesiana que, paradójicamente, se ha reinstalado el dualismo, escindiendo tajantemente la tradición occidental moderna del resto del mundo. Emergen dos posiciones ontológico-sociales (occidente vs. no occidente) totalmente inconmensurables. Pero no es por este sólo motivo que consideramos que el paradigma es dualista. Creemos que la tradición occidental de cepa cartesiana contra la que se ha levantado enérgicamente la antropología del cuerpo se ha infiltrado en el mismísimo debate de una manera harto sutil, articulándolo. En efecto, toda la discusión en el mismo parecería transitar en torno a si dos, y sólo dos, términos (cuerpo-mente) son o no conciliables y como difiere la relación entre ambos según las sociedades, constituyendo el cartesianismo el interlocutor siempre presente (véanse los trabajos de Lipuma, 1998; Lambeck, 1998; Le Breton, 2002). No obstante, la etnografía de una cosmovisión como la Sai Baba nos plantea la necesidad de ampliar y reformular las herramientas teóricas de aquél paradigma, dado que en casos como éste no nos enfrentamos ni con una concepción dualista del hombre (el cuerpo separado tanto de la mente como del entorno) ni con un monismo u holismo (que muchas veces cae en planteos ingenuamente “idílicos” afirmando que cuerpo, mente y cosmos permanecerían fundidos en una indistinción total), sino con una concepción tríadica del mismo, donde se distingue cuerpo, mente y espíritu a la vez que se plantean estrechas relaciones entre la corporalidad y el cosmos. Redefinir los parámetros del debate —incorporando a las clásicas posiciones monistas y dualistas del mismo la situación tríadica y rechazando la idea, casi el prejuicio, de que si el cuerpo se distingue de la mente necesariamente está desvinculado del cosmos— nos permite explicar más adecuadamente el fenómeno Sai. De este modo, no caemos en contradicción alguna si afirmamos que el cuerpo en la cosmovisión Sai Baba se halla vinculado al entorno, simbólica y materialmente, a la vez que negamos la existencia de una indistinción cuerpo-mente-espíritu.
Asimismo, creemos que del presente estudio se pueden desprender conclusiones más generales relativas a la revalorización de lo mundano en el ámbito religioso, aún allí donde su papel parecería ser enteramente secundario y destinado a caducar. En efecto, en este trabajo hemos visto como la ceniza vibhuti recubriría dos facetas. Por un lado, a nivel de las representaciones, se anuda con la concepción del ser humano —fundamentalmente en lo que respecta a su característica deseante y a su inserción en el devenir temporal— informando, por contraste, acerca de la naturaleza última de éste. En este nivel, el cuerpo deviene algo mundano y transitorio —opuesto a una realidad trascendente y eterna— que encuentra en la ceniza su destino final. Por otro lado, estudiamos la influencia del vibhuti sobre el individuo, tanto a nivel corporal, esto es, empleado con fines curativos y protectores —plano en el cual descubrimos una concepción “energética” del cuerpo que lo liga a la totalidad del cosmos—, como espiritual, en tanto que se lo considera alimento bendecido (prasadam) que “eleva al individuo”, como rezaba una devota. A partir de estos resultados, creemos que la posición semántica de la ceniza vibhuti podría definirse como paradójica. En efecto, por un lado se erige como el estado final de todo lo mundano (objetos, deseos, cuerpos) a la vez que operante sobre él en su fase actual (por ejemplo, cura y protege al organismo). Por otro lado, se le reconoce un poder trascendente, en tanto que actúa sobre la persona y le permite elevarse por sobre la mundanidad. Soterradamente, y aquí es donde vemos la importancia de lo mundano, tal vez esto no significa sino el reconocimiento de que es sólo a partir de nuestra situación dada, histórica y encarnada (mundana al fin) que podemos “liberarnos”, trascendernos para lograr la iluminación. En este punto, advertimos una semejanza con la concepción de la libertad, amarrada al mundo, que tiene el humanismo de Merleau-Ponty. En efecto, el filósofo francés señala:
“Es a base de ser sin restricciones ni reservas lo que actualmente soy que tengo la posibilidad de progresar; es viviendo mi tiempo que puedo comprender los demás tiempos, es ahincándome en el presente y en el mundo, asumiendo resueltamente lo que por azar soy, queriendo lo que quiero, haciendo lo que hago que puedo ir más allá […] Nada me determina desde el exterior, no porque nada me solicite, sino, al contrario, porque de entrada estoy, soy, fuera de mí y abierto al mundo. Somos de cabo a cabo verdaderos, tenemos con nosotros, por el sólo hecho de que somos-del-mundo, y no solamente estamos en el mundo, como cosas, todo cuanto es necesario para sobrepasarnos […]” Por este motivo, la libertad “no sería libertad sin las raíces que hunde en el mundo” (1985:462-3).
Por supuesto, las diferencias entre ambas doctrinas son importantes, en tanto que para Merleau Ponty no habría jamás trascendencia posible del mundo —si esta se comprende como “salirse32” de él— dado que nunca podríamos rebasar esta mundanidad que define nuestro ser (ser-en-el-mundo) a pesar, sin embargo, de que ella misma sea la que nos permita “ir más allá”, “sobrepasarnos” (siempre dentro o, mejor aún, siendo del mundo). En el caso Sai, por el contrario, la trascendencia parte del mundo para superarlo, aspirando a alcanzar la espiritualidad depurada de todo rasgo mundano. No obstante, lo que nos parece sumamente interesante es que bien sea constituyendo el único locus posible de la existencia humana o bien sea sólo un momento destinado a caducar, lo mundano se erige como condición sine qua non de la trascendencia.
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2005 “Léxico esotérico de la Obra de Trigueirinho. Una obra dedicada a los tiempos nuevos”. Editorial Kier; Buenos Aires, Argentina.
Recibido: Noviembre 2008
Aceptado: Marzo 2009
1 Este trabajo constituye una reelaboración teórica y una ampliación de temas examinados en la ponencia “Una aproximación a la representación del cuerpo en los grupos Sai Baba” que presentáramos en las VIII Jornadas Rosarinas de Antropología Social, ciudad de Rosario (Argentina). 2006.
2 Becario CONICET-UBA. Lic. en Antropología (UNLP), Doctorando en Ciencias Antropológicas (UBA). Participante de los proyectos PICT 2006-00273 y UBACYT F821 dirigidos por la Dra. Silvia Citro (CONICET-FFyL, UBA). Correo electrónico: rodolfopuglisi@gmail.com
3 Información obtenida del sitio web oficial de la OSSSB Internacional: www.sathyasai.org.ar.
4 Caes (2008) ha efectuado un análisis de esta triada planteada por la Organización Sai poniéndola en diálogo con la religiosidad occidental, especialmente con el Concilio Vaticano II (1962 – 1965).
5 Dentro de Argentina, los Centros y Grupos Sai se dividen en 6 regiones (Noroeste, Litoral, Centro, Cuyo, Buenos Aires y Sur) contabilizando un total de 32 distribuidos en todo el país. Asimismo, del caso argentino es interesante remarcar que fue en este país, a principios de los 80´, en donde se abrió el primer Centro Sai de América Latina y actualmente cuenta con el en el Centro Sai Baba más grande de Latinoamérica (ubicado en calle Uriarte, Ciudad de autónoma de Buenos Aires). Hemos obtenido esta información del sitio web oficial de la Organización Sai en Argentina (www.sathyasai.org.ar). No obstante, vale mencionar que ha sido un devoto quien nos ha remitido a este sitio, expresando que la información que en el mismo se encuentra es “totalmente confiable”.
6 Sin lugar a dudas, estas medidas constituyen estrategias de acomodación social, en tanto que puentes simbólicos orientados a crear una identificación con los valores de la sociedad receptora (en este caso la argentina).
7 Como bien puede preverse, estas prácticas “le dieron una notoria difusión mediática a las performances de Sai Baba”, suscitando asimismo “cuestionamientos en torno a la veracidad de las mismas” (Citro, 20...), esto es, corrientemente han sido tildadas por no creyentes como deliberadas técnicas de prestidigitación. En este trabajo, debido a que fundamentalmente nos interesan las concepciones propias de los actores, los cuales creen en la capacidad materializadora de Sai Baba, no retomaremos esta cuestión y no abriremos juicios al respecto.
8 A Sai Baba se le atribuye la capacidad de materializar no sólo ceniza sino cualquier tipo de objetos (imágenes, medallas, relojes, pulseras, etc.). Otras materializaciones importantes de Sai Baba son la amrita (llamado también “elixir de los dioses” constituye un líquido muy dulce parecido a la miel) y los lingams (un tipo de materialización que realiza Sai Baba desde el año 19... en el festival anual de Maha Shivarathri, celebración hindú que más abajo volveremos a mencionar. Pueden ser de oro, cristal, etc. y según lo comentado por algunos devotos retomando a los Vedas, su figura, parecida a la de un huevo, representaría la forma del universo).
9 El Centro Sai Baba de la ciudad de La Plata se encuentra aproximadamente 20 cuadras al noroeste del centro geográfico de la misma, en una zona residencial alejada de los edificios públicos y de los grandes centros comerciales. En lo que hace a sus características arquitectónicas, es una casa antigua restaurada, cuya fachada —pintada de color naranja suave e iluminada de noche sutilmente por reflectores apostados sobre la pared de la misma— presenta el logo de la Organización Sai y una puerta de ingreso en cuyos laterales hay sendas ventanas con postigos de metal. Desde el punto de vista socioeconómico, la gente que concurre es fundamentalmente de clase media, de profesiones y oficios diversos (ingenieros, electricistas, profesores, etc.). Aquellas personas que participan, en la medida que sus obligaciones laborales lo permiten, de todas las actividades que se realizan en el Centro (cantos, charlas, círculos de estudio, etc.) son llamados “miembros activos” (aunque un devoto me decía que “formalmente” sólo lo serían quienes acudan al menos al 60% de los eventos) y tienen derecho, entre otras cuestiones, a participar de los comicios presidenciales del Centro. Las personas que se acercan al Centro sin tener tanta participación, serían los “transitorios”.
10 Sin embargo, se reconoce que toda la estructura física de Sai Baba estaría impregnada de este elemento, así explican el hecho de que en ocasiones se ha visto caer ceniza de sus párpados, sus mejillas o de su frente.
11 Así, por ejemplo, en un texto repartido en el Centro (Richard, 1999) esto es puesto de manifiesto, a la vez que se desliza una crítica a los incrédulos de Sai: “Jesucristo mostró milagros, la Virgen María mostró milagros, Gurú Nanak mostró milagros, Rama mostró milagros, Krishna mostró milagros, entonces ¿Por qué objeciones cuando Sathya Sai Baba muestra milagros?”.
12 Naturalmente, esto no es aplicable a las cenizas de inciensos usadas como vibhuti. No obstante, vale mencionar que no he corroborado de manera independiente si estos estudios se han llevado a cabo efectivamente y en que laboratorios se lo ha hecho.
13 Los devotos Sai consideran que la obra total de este Avatar en la Tierra está constituida por tres encarnaciones sucesivas: Sai Baba de Shirdi, Sathya Sai Baba y Prema Sai. Sai Baba de Shirdi nació en septiembre de 1838, cerca de Pathri, en India. Se dice que materializaba objetos, leía el pensamiento, vivía una vida austera y practicaba ritos musulmanes e hindúes, como un modo de demostrar que todas las religiones eran la manifestación de un Dios único. Al morir, el 15 de octubre de 1918, predijo que iba a reencarnar ocho años después en alguna parte de la India. Precisamente, ocho años después, el 23 de noviembre de 1926 en Puttaparthi, nació Sri Sathya Sai Baba, quien a los 14 años dijo ser la reencarnación de Sai Baba de Shirdi. Sai Baba predijo que viviría hasta los 96 años, y que ocho años después reencarnaría en otro lugar de India con el nombre de Prema Sai, viviendo otros 96 años. De este modo, podemos establecer la siguiente cronología: Sai Baba de Shirdi 1838-1918, Sathya Sai Baba 1926-2022 y Prema Sai 2030-2126. Hemos trabajado algunos aspectos de esta temática con más detenimiento en otro trabajo (Puglisi, 20...).
14 Los tres párrafos que a continuación citamos de Sai Baba se encuentran en Addis (20...).
15 Esta es una de las festividades hindúes más importantes. Literalmente significaría “La noche de Shiva”, siendo Shiva en la cosmología hinduista la divinidad encargada del aspecto destructor (completan la Trinidad el aspecto creador, Brahma, y el preservador, Visnu). La fecha de su celebración se determina con exactitud a través de los ciclos lunares y sería la noche más óptima en el año, por la posición de la Luna que regula la mente, para cantar los nombres de Dios y meditar.
16 Cuando aquí hablamos de performance no restringimos el uso de este término al simple hecho de que las representaciones-creencias se encarnan, es decir, al mero asunto de que el andamiaje simbólico cristaliza en el cuerpo. En efecto, Citro (20...a) respecto de los últimos trabajos de Turner (19...;1992) relativos a las performances señala que éstos contribuyeron a “generar otra forma de entender las relaciones entre performance y contexto social, más allá de lo meramente representacional o funcional” ya que, por un lado, han enfatizado “el carácter reflexivo de la agencia humana”, es decir, que “a través de sus actuaciones o también de la participación u observación de performances generadas por otros, las personas pueden conocerse mejor a ellas mismas y a sus semejantes”, y por otro lado, pusieron de relieve las “dimensiones sensoriales y emotivas de la performance”, esto es, destacaron “el placer en sí mismo que otorgan al performer” (op.cit.:3). Para el ejemplo que a continuación damos, la meditación, el carácter reflexivo de la performance arriba señalado es muy evidente.
17 En ellos (llamados bhajans), la entrega a Dios que mencionara Sai Baba (“¿qué mayor ofrenda podrían presentar a Dios para glorificarlo que la ceniza que demuestre que han triunfado sobre el deseo?”) es manifiesta en cantos como el “Arati”, en cuyas estrofas finales encontramos: “te entrego todas mis faltas, te entrego todas mis dudas, para que tu las consumas en el puro fuego de tu amor”.
18 En otro trabajo (Puglisi, 2008) hemos brindado una detallada descripción de la Meditación en la Luz Sai Baba.
19 Para ejemplificar esta pérdida de libertad vía apego de lo material, este devoto vuelve a comparar a los hombres con los monos, esta vez refiriendo cómo son capturados los mismos en la India: los cazadores colocan frutos en una cavidad, los monos introducen su mano en ella y toman la fruta, pero al hacerlo, su puño se ensancha y ya no pueden retirar el brazo sino es soltando el objeto, acto que no realizan.
20 Esta lógica en la cual un ser se transforma a partir de sí mismo en el devenir —ganando mayor autoconocimiento— nos recuerda a la filosofía hegeliana, donde verificamos la existencia de un movimiento que jalona la conciencia “en sí” hacia la conciencia “para sí” y, al igual que en el caso Sai, el germen anida ya en el punto de partida, al igual que una semilla que en interacción con el entorno dará lugar finalmente al árbol. Asimismo, en el caso Sai todo estaría gobernado por los designios de lo divino, nuestras acciones sólo en “apariencia” responderían a nuestro albedrío ya que en realidad sería Sai Baba quien las dirigiría. En Hegel también encontramos un principio inevitablemente ordenador de la realidad humana, la “Idea” o la “Razón Absoluta” que a través de sus “ardides” gobierna la conducta de los pueblos para auto-realizarse.
21 Sin ánimo alguno de agotar la temática, quisiera justificar el porqué de la inserción de la noción de espiral en la trayectoria arriba descripta. Vale aclarar que el material de lectura que a continuación citamos me ha sido facilitado por una persona familiarizada con la concepción Sai, que en este punto como en los anteriores, toma sus elementos de las más amplias creencias religiosas orientales. Se explica que “en general, la ley de reencarnación deriva de la ley del karma, que hace que el alma retorne al plano físico para equilibrar actos pasados, y de la ley de la evolución que la hace cumplir etapas precisas de formación y desarrollo. […] A medida que un ser se libera de los vínculos materiales, su relación con la ley de la reencarnación se torna más flexible” (Trigueirino, 1995:312-313), es decir, que “tal proceso de reencarnación no es eterno; constituye sólo una fase de la evolución de la conciencia” hasta que ésta “no necesita venir al mundo concreto para evolucionar” (op.cit.: 513). Por tanto, esto explica que “la rueda de las encarnaciones se convierte en espiral ascendente, por la cual el espíritu diviniza la materia y la materia se integra en el espíritu” (op.cit.:163) [Cursivas en el original].
22 Fue Mauss uno de los pensadores que más interés puso en esta noción. Por ejemplo, respecto de las propiedades mágicas que se le atribuyen a los amuletos (algo que más abajo veremos con el vibhuti portado en saquitos) expresa que “bien sea que sus virtudes nacen del rito o de las cualidades intrínsecas de la materia de que están hechas, es casi seguro que cuando se hace uso de ellas no se piensa más que en su virtud permanente” (1971:97). Y será el concepto de mana el que le permitirá comprender esta “idea de «potencialidad mágica»” (op.cit.:121), dado que éste “es al mismo tiempo y consecutivamente, cualidad, sustancia y actividad” (op.cit.:123), “es la fuerza por excelencia” (op.cti.:125). Y fiel a su tradición sociológica, el pensador francés remontará este poder al colectivo, dado que sería la sociedad quien, secretamente, lo alimentaría (op.cti.: 136 y 1946:283). De este modo, una lectura exclusivamente maussiana del vibhuti expresaría que éste representaría el poder del colectivo, serían los fieles y su creencia los que fomentarían la potencia del vibhuti, al cual se le atribuye, al igual que el mana de los melanesios, efectos materiales.
23 En la sesión de Cantos Devocionales, mientras la ceniza está siendo repartida, se canta: “La verdad y el amor brotan de tu palma, como el brillo del sol ilumina el alma, siempre dando a la vida nuevas esperanzas, bríndanos tu gracia dulce Sai Baba”.
24 El altar está constituido por tres paneles (debajo de los cuales hay una repisa) siendo dos de ellos laterales y pequeños respecto de uno central de mayor tamaño. Mirando de frente al altar, en el panel de la izquierda se encuentra un retrato de Jesús, en el de la derecha uno de Sai Baba de Shirdi y en el panel central se ubica un retrato muy grande de Sai Baba. Sobre la repisa se encuentran los dos frascos con vibhuti dispuestos uno a cada lado del retrato de Sai Baba, es decir, hay un frasco ubicado en el lado izquierdo del altar y otro en el derecho. Esta misma disposición puede observarse respecto de dos velas de aceite, que, encendidas, indican “la presencia” de Sai Baba.
25 En el interior del Templo, donde se realizan las actividades de las que estamos hablando, los asientos se encuentran divididos en masculinos —ubicados en el lado derecho mirando hacia el Altar— y femeninos —en el lado izquierdo—, encontrándose separados por un pasillo central. Esta disposición espacial de los asientos en función del cuerpo del devoto (masculino-derecha/femenino-izquierda) se debe, según la respuesta que me ha dado una devota, a que “las vibraciones de uno y otro sexo son diferentes y si se sentarían juntos se distraerían. Ya de por sí es difícil concentrarse, con alguien del otro sexo al lado cuesta aún más. Es una cuestión de atracción-repulsión, casi hormonal, las energías son diferentes”.
26 Consulte a los devotos a que se debía esta diferencia “sexual” en el reparto del vibhuti según se estén realizando los Cantos o la Meditación y me respondieron que se debía a: “cuestiones pragmáticas. En los Cantos suele haber más gente que en la Meditación, entonces hay más gente para recibir y se debe sólo a eso. Además, en la Meditación se intenta que no haya mucho movimiento de personas para favorecer la concentración y por esto reparte sólo una persona”. Sin embargo, ocurrió en una oportunidad en que se celebraban los Cantos, que había muchas mujeres y sólo dos hombres (entre los que me incluyo) y sin embargo, el otro hombre presente tomó el frasco de la derecha y me entregó vibhuti sólo a mí. Volví a indagar, pues a las claras no era “pragmático”, pero me volvieron a decir que no se debía a nada en particular.
27 Aún a riesgo de caer en una afirmación verdaderamente descabellada, creo que podríamos hablar aquí de una “antropofagia simbólica”. Asimismo, esto recuerda ciertos aspectos de los desarrollos, muy criticados por cierto desde la antropología, de Freud (1985) sobre la ingestión del tótem animal como sustituto simbólico del Padre consumido por sus hijos.
28 La importancia dada a la cercanía corporal con algo divino, a pesar de “saber” que Dios es omnipresente, se encuentra también en aquellas personas que han viajado a la India a ver a Sai Baba. Las mismas cuentan que el impacto de estar corporalmente cerca de él es muy fuerte (una devota me explicaba que al llegar a la India y al verlo dijo “me pasé la vida orándole a un retrato, no puedo creer estar delante de Él”). Además, a nivel simbólico, se supone que la cercanía con el Avatar “quema vidas” (reduce la cantidad de reencarnaciones necesarias para alcanzar la iluminación), en tanto que “absorbe karma negativo”.
29 La exposición del doctor Gadhia a la que aquí hacemos referencia se encuentra en Richard (19...).
30 Chakra es una palabra sánscrita que significa literalmente “rueda”. Se le atribuye la forma del mismo nombre y se cree que habría siete fundamentales, divididos en inferiores (2), medios (3) y superiores (2), también llamados chakras fisiológicos, chakras de la personalidad y chakras espirituales. Pensamos que esto es articulable a la concepción tríadica del hombre: cuerpo- chakras fisiológicos, mente-chakras de la personalidad y espíritu- chakras espirituales.
31 Estas ligazones cuerpo-cosmos también son puestas de manifiesto en los ejercicios respiratorios que realizan al meditar, donde se explicita, por ejemplo, la idea que “somos parte de un todo”. Asimismo, se halla presente al reconocerse los efectos de los astros sobre la persona, por ejemplo, la luna como determinando la movilidad mental al igual que las mareas. A nivel simbólico esta conexión con un cosmos más vasto la podemos aprehender en el mencionado sistema de correspondencias (valores éticos-sentidos corporales-elementos).
32 “El problema del mundo, empezando por el del propio cuerpo, consiste en que todo permanece en él” dirá Merleau- Ponty (1985:214) [Cursivas en el original].
Om Sai Ram
Interesante trabajo antropológico presentado en la Universidad
Departamento de Ciencias Sociales
Universidad Arturo Prat. Iquique
REVISTA CIENCIAS SOCIALES Nº 22
Primer Semestre 2009 pp. 95-112
ISSN 0717-2257
La ceniza vibhuti. Cuerpo, persona y cosmos en grupos Sai Baba