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General: Fwd: PROBLEMAS DE LA ALIMENTACION - RAMATIS
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De: luistovarcarrillo  (Mensaje original) Enviado: 18/06/2012 16:23









Capítulo IV




PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN







Pregunta: ¿Qué perjuicios acarrea al hombre la
nutrición carnívora? ¿Qué conveniencia le aporta la nutrición vegetariana?



Ramatís: Es razonable y comprensible que las
especies ani­males y los hombres primarios todavía se alimenten de vísceras
sangrientas, puesto que es un hecho normal de su estado evolutivo, y no es
pecaminoso. Mientras el instinto animal y agresivo domine al hombre, es obvio
que el principio espiritual superior no podrá imponer su linaje sublime.
Además, el concepto evangélico de que "La carne alimenta a la carne y el
espíritu alimenta al espíritu", confirma la distinción lógica de que el
"alimento carnívoro" es afín al hombre carnal o animalizado, mientras
que el alimento vegetariano condice con el hombre predominantemente espiritual.



Así como las costumbres del hombre
mejoran conforme a su posición social o grado de jerarquía profesional, a
medida que el alma progresa, también se debe ajustar a las necesidades de su
ropaje carnal, como al progreso espiritual alcanzado.



El hombre primario puede hartarse
tranquilamente devo­rando vísceras preparadas de sus hermanos inferiores porque
aún vive esclavizado a las sensaciones de la vida material, y la Divi­nidad no
lo juzga como un pecador. Pero es aberrante y censu­rable que hombres
vinculados a los trabajos espirituales, como son los espiritas, umbandistas,
esoteristas, rosacrucianos, teosofistas o yogas, que se harten o regodeen con
la alimentación inferior, repugnante, que proviene de la carne de nuestros
hermanos infe­riores.



Existe mucha diferencia con respecto a
la alimentación de los seres en el mundo, pues es la naturaleza evolutiva de
cada especie la que determina el tipo de necesidades nutritivas. La oruga se
alimenta de los desperdicios del suelo, pero ni bien se transforma en mariposa,
se nutre del cáliz jugoso de las flores. Tanto el buitre como el picaflor son
aves; mientras tanto, el primero se satisface con trozos de carne y el segundo
requiere el delicado néctar de las flores. La misma carne que los hombres
alegan que es de suma necesidad para su conformación física, puede ser alimento
repugnante e indigesto para otras criaturas de naturaleza más delicada. Además,
conforme se comprueba en Oriente, a medida que el hombre se perfecciona, su
psiquismo abandona, poco a poco, la nutrición grosera para adecuar otra, que
sea de confor­midad a su graduación espiritual.



Pregunta: ¿En qué sentido la alimentación
carnívora puede influir negativamente en el psiquismo humano?



Ramatís: Las emanaciones primarias y
etéreo-físicas de los despojos sangrientos del animal no sólo impregnan la
contextura energética del "doble etérico" del hombre, sino que
afectan al periespíritu y lo excitan en el atavismo residual de las pasiones,
que a través del tiempo modeló las bases de la organización carnal. La ciencia
médica explica las tendencias hereditarias y atávicas del hombre; los
psicoanalistas reconocen la eclosión de ciertos complejos y estigmas originados
por los ancestros biológicos del ser. A pesar de que tales influencias o
fenómenos se producen a través de los genes o cromosomas responsables del
metabolismo genético, lo cierto es que esa influencia ancestral o atavismo psíquico
se transmite y prolonga desde el mundo oculto del psi­quismo hacia la
descendencia física humana. En consecuencia, el espíritu modela una
configuración "psico-física" agradable, pacífica y coherente, cuando
dispone de un material anátomo-fisiológico de buena calidad; pero si el
atavismo animal lo domina y le acicatea los estímulos energéticos de las
pasiones primarias, entonces las criaturas, bajo tal influencia, pueden generar
estig­mas animalescos inconfundibles.



Así como el alcohol, las drogas o un
excitante químico pueden afectar a los descendientes, desfigurándoles las
líneas de fuerzas de la ideoplastía humana normal, las energías psíquicas del primarismo
animal también pueden influir en el periespíritu del hombre y plasmar en el
"rostro" el aspecto porcino por la glotonería, el bovino por la
estupidez, el equino por la brutalidad, y el caprino por la lujuria.1 El carnivorismo, por lo
tanto, excita en el hombre la influencia psíquica atávica de la animalidad,
pudiendo desfi­gurar la configuración humanoide por la interferencia de los
fluidos degradantes absorbidos durante la nutrición zoofágica.2 Es por eso que
el sentido común de la sabiduría popular asocia a los pecados humanos las
figuras grotescas de ciertos animales y estigmatiza a algunas personas con el
apodo humillante de "cara" de caballo, de cerdo o de mono. Mientras
que la figura pacífica, frugal y amorosa de Jesús se compara a la ternura,
humildad y resignación de un cordero.



Pregunta: ¿Las razas humanas varían en su
temperamento por la preferencia de su alimentación?



Ramatís: El hombre terrícola todavía ignora que
la alimen­tación influye positivamente en su temperamento instintivo y ani­mal.
Las razas muy extrovertidas, como los árabes, prefieren alimentos excesivamente
condimentados; otras, fuertemente sexua­les, se dedican a una alimentación de
química predominantemente afrodisíaco.



En consecuencia, si los condimentos
excitan el temperamento hasta alcanzar la belicosidad incontrolable y los
afrodisíacos sensualizan fuertemente, es obvio que los hombres introvertidos,
calmos y menos sexuales son adversos a tales sustancias. Así, los yogas,
iniciados, mentores e instructores espirituales, tampoco se nutren con las vísceras
ni los platos repugnantes del carnivorismo. Mientras Gandhi se satisfacía con
leche de cabra, Buda lo hacía con una taza de arroz y Jesús con bollitos de
miel; a su vez, Atila, Gengis Kan, Tamerlán y Aníbal, con sus bárbaros
soldados, se alimentaban con repugnantes y sangrientos trozos de carne, en una
competición grotesca con las fieras.



La palidez y la figura de los
ayunadores son una imagen inofensiva y de aspecto trascendental, en cuyos ojos
tranquilos no se vislumbra el deseo animal. Por costumbre secular, algunas
sectas religiosas (trapenses, nazarenas, apostólicas o yogas) ayu­nan bajo una
férrea disciplina; se trata de un excelente entrena­miento para el "hombre
espíritu" que acostumbra aplacar la fuerza instintiva y sensual del
"hombre carne".



Además, sería un contrasentido y una
burla a la "Ley de Afinidad Espiritual'' que el ángel se alimentara de
carne de cerdo, o el santo se chupara los dedos ante las vísceras sangrientas
de sus hermanos inferiores.3



Pregunta: ¿Nos podéis explicar cómo se produce
la mejoría alimenticia del hombre en conformidad con su perfeccionamiento
espiritual?



Ramatís: A medida que el cuerpo físico progresa
cualitati­vamente por la absorción de alimentos delicados y sanos, como las
frutas y los vegetales, el hombre también mejora su constitu­ción
"electro-biológica" y armoniza la contextura del doble etérico a los
estímulos superiores del periespíritu.







1 Dice
Emmanuel en la obra Roteiro, cap.
VI, "Periespíritu", lo siguiente: "El
periespíritu está formado por sustancias químicas que todavía no son conocidas
por la ciencia terrena; es una especie de materia rarificada que se modifica de acuerdo al
patrón vibratorio del campo interno. El periespíritu, respecto a la
forma somática, obedece a leyes de gravedad, en el plano que actúa". Es evidente que, bajos tales afirmaciones, el peri­espíritu
se vuelve más denso o sutil, conforme al tipo de alimentación grosera o
delicada ingerida por la predilección del hombre.



2 Párrafo extraído
de la obra Liberación, de André Luis, cap.
V, "Operaciones Selectivas”, que aclara muy bien
la plastía periespiritual cuando llega a configurarse animalescamente: "A
medida que repetía la afirma­ción, como si tratase de persuadirla y hacerla
sentir en la condición del racional mencionado,
noté que la mujer, profundamente influenciada, mo­dificaba la expresión fisonómica. Estrechó la boca, curvó la cabeza hacia adelante,
sus ojos se alteraron dentro de las órbitas y su rostro tomó una expresión
simiesca".



3 Conforme explican las escuelas ocultistas de
Oriente, el cerebro del hombre
se perfecciona cualitativamente por el uso de sus propias energías, que fueron economizadas por
efecto de la continencia sexual y en la reduc­ción digestiva. La alimentación
frugal permite que el hombre sea más capacitado para pensar, porque sobran las
energías extraídas por la menor producción de saliva, jugos
gástricos, fermentos pancreáticos, bilis y trabajo de drenación renal y acción
intestinal excretora. Es de sentido común que los glotones u hombres excesivamente gordos, además de pesados
y ago­tados por el consumo de energías en las operaciones constantes de comer y
digerir, se les agregan las dificultades que tienen para pensar, siendo poco
propicio para los trabajos artísticos o mentales.





El doble etérico es un cuerpo o
vehículo provisorio, conformado por el "éter físico" del medio
ambiente y figura como mediador plástico o elemento de ligazón entre el
periespíritu y el cuerpo físico. Incorpora en sí toda la carga de éter físico
que el hombre absorbe a través del alimento, respiración o emanaciones
telúricas del orbe. En conse­cuencia, es más afinado y sutil en aquellos que
son vegetarianos, porque los vegetales son portadores de un éter físico
energético y puro, en vez de lo inferior que provee el animal.



Bajo la ley biológica de que la
"función hace al órgano", el sistema digestivo en el hombre se
atrofia por la reducción de las sustancias groseras en su tránsito intestinal.
La gradual sustitu­ción de los alimentos "menos masa" por "más
energía" también lo reduce en su conformación anatómica y en sus
movimientos peristálticos, proporcionando un sobrante de energía
"psico-física" que el espíritu diligente puede aplicar en el
metabolismo elevado y sensible del campo cerebral.



Pregunta: ¿Las humanidades de los planetas
superiores a la tierra, son vegetarianas?



Ramatís: Cualquier humanidad en un grado
espiritual supe­rior al de la civilización terrícola es absolutamente vegetariana.
Conforme al tipo y preferencia de su alimentación, el hombre también demuestra
su cualidad espiritual, pues ambos son recípro­camente electivos. La glotonería
y el carnivorismo de las mesas terrícolas demuestran la confusión que el hombre
tiene cuando mezcla la necesidad de nutrirse para vivir con el placer animal de
vivir para nutrirse.



Pregunta: Si la alimentación vegetariana
demuestra una me­jor graduación espiritual, ¿por qué Adolfo Hitler era
vegetariano?



Ramatís: El camello, el elefante y el caballo
también son vege­tarianos, sin embargo, no demuestran graduación superior en lo
espiritual. No todos los vegetarianos son espíritus elevados, pero sí todos los
espíritus elevados son vegetarianos. Ni tampoco todos los sacerdotes lo son
intrínsecamente y honran a la Iglesia donde profesan, así como no todos los
espiritas son hombres redimidos por la enseñanza superior de Allan Kardec.



El alcohol es un vicio condenable,
genera hasta la locura y debería considerarse un hábito estúpido y propio de
los hombres primitivos. Mientras tanto, Torquemada, Pedro Arbués, Juan de Meló,
Pedro Álvarez Paredes, crueles y feroces inquisidores de España y de Portugal,
eran individuos abstemios y enemigos del alcohol. Si la simple privación de
comer carne angelizase al hom­bre, las tribus y los pueblos forzosamente
vegetarianos, porque no consiguen carne para su sustento, serían espíritus
elevadísimos.



Aunque Jesús haya predicado que el
"Hombre se pierde por lo que sale de la boca y no por lo que entra",
cualquier humanidad planetaria un solo grado por encima de la terrícola es
totalmente vegetariana, pues además de preferir esa alimentación, es profun­damente
piadosa con los animales. Sin lugar a dudas, que no todos los vegetarianos son
espíritus superiores, así como no todos los sa­cerdotes son santos. Tanto
David, el salmista, como Hitler, el ''Führer'', eran abstemios y vegetarianos,
pero excelentes médiums de las huestes diabólicas que intentaron el
dominio de la Tierra. En
la intimidad de sus feroces almas sabían que el alcohol y el fluido
"etéreo físico" del animal exudado en la carne, perturban y reducen
el potencial de la energía "Kundalini", que fluye por el centro de fuerza
etérica del mismo nombre, situado en el "doble etérico", a la altura
del plexo sagrado y en la base de la columna vertebral.4



Los espiritualistas conscientes de sus
tareas y responsabilida­des espirituales son vegetarianos y evitan la herencia
desagradable del carnivorismo, reconociendo que todos los animales también son
seres dotados de un psiquismo en crecimiento y les activa el sen­timiento y la
razón para despertar,






4 Kundalini, poderosa energía proveniente del sol
que embebe y se mezcla a la fuerza telúrica del planeta terráqueo y circula en
forma cen­trífuga, como si fuera un fuego líquido o serpiente llameante que
sube desde la base de la columna vertebral del hombre y avanza por la médula
espinal en ondulante torbellino. Acelera la rotación de los otros chakras y
presiona violentamente cuando se enfronta con la energía espiritual que
desciende por el chakra coronario, situado en la parte superior de la
cabeza del hombre. Kundalini es una fuerza adormecida como si fueran
brasas bajo las cenizas, una especie de serpiente de fuego enroscada, que al
despertarse, aviva el poder primario del hombre, pudiendo favorecer a los
sabios, santos y yogas, pero esclavizar a los tontos y débiles de voluntad, y
destruir a los imprudentes.





en el futuro, la conciencia humana. El
hombre que se siente una centella emanada de la Conciencia Cósmica
de Dios, pero que sigue extrayendo placeres en el epicureismo de la
alimentación carnívora, es porque no en­tendió que los impulsos del ascenso
angélico no se basan en la ingestión de la carne de los hermanos inferiores.



Pregunta: ¿Es probable que los hermanos de los
planetas más evolucionados sean vegetarianos y no necesiten comer carne a causa
de un metabolismo fisiológico superior al de los hombres terrenos?



Ramatís: En la Creación del Universo no
hubo ninguna dis­crepancia o descuido por parte de Dios. La creación, la
estabilidad y el equilibrio geológico de los planetas, que se mueven disciplina­damente
en las órbitas imantadas a los centros solares, obedecen a un solo patrón y
esquema sideral. En cualquier latitud o punto del Universo, la dinámica de la
vida creadora sólo objetiva y coordena los hombres para un mismo sentido: la
perfección.



Todas las humanidades planetarias son
espíritus de la misma fuente creadora y dotada de las mismas tendencias
evolutivas. Dios no tiene preferencias especiales, ni concede privilegios a
ciertos hijos en perjuicio de otros. Aunque en cada orbe suspen­dido en el
cosmos varíen los climas, las densidades, presiones y la contextura telúrica conforme
a su edad planetaria, en lo íntimo de sus humanidades y en la variedad de sus
cuerpos carnales, de aspectos diferentes, palpita el mismo espíritu divino,
revelando las mismas ansiedades y sueños de ventura. Las configuraciones físi­cas
de los encarnados son de menor importancia, pues son el resul­tado de la
actividad y del ambiente donde viven. No importa si el terrícola, en su patrón
de estética humana, tiene dos ojos, dos oídos laterales en el cráneo, cinco
dedos en las manos y en los pies, mientras que en otros planetas los hombres
pueden tener tres o cuatro ojos, un pabellón auricular en forma de concha en la
parte superior del cráneo, o dotados de agallas para la vida anfibia y alas
para surcar los aires.5



Todo ello es la resultante de la necesidad
que deben afrontar los cuerpos físicos y transitorios, pero que es la cobertura
carnal del contenido espiritual definitivo y sobreviviente a todas las muta­ciones
de la carne. En consecuencia, el hombre no se vuelve vegetariano porque
modifica su configuración carnal o naturaleza física del orbe donde reside. Sin
embargo se da por la fuerza del espíritu en cualquier latitud cósmica que se
encuentre, porque se siente disminuida espiritualmente por chupar el tuétano o
masti­car trozos de animales hervidos o asados. Cuando el hombre evolu­ciona
espiritualmente, no importa el aspecto carnal que posea, puesto que ya
comprende que el carnivorismo es un placer mórbido y propio de los trogloditas
de las cavernas o salvajes antropófagos. Cuando más se eleva en su frecuencia
superior, más se aparta de las relaciones groseras del mundo.



Pregunta: A pesar de vuestras consideraciones,
observamos que nuestra alimentación carnívora todavía es el fruto del condicionamiento
milenario y justificado por la configuración y estruc­tura de nuestros dientes,
como así también por la anatomía y fisiología peculiar de nuestro intestino.
¿No es verdad?



Ramatís: Sin remontarnos a la edad de piedra,
apenas unos pocos siglos atrás, es fácil comprobar, que los pueblos salvajes,
bárbaros o paganos, se asemejaban a los animales en sus festines carnívoros,
realizados únicamente para satisfacer los deseos prima­rios del cuerpo. También
es verdad que eran espíritus embruteci­dos y sin el don selecto de distinguir
lo repugnante de lo agra­dable, pues cuando los acicateaba el hambre se
arrastraban por el suelo, igual que las bestias, devorando cuanto encontraban.



En las épocas de los pueblos más
evolucionados, o que se presume eran civilizados, aferrábanse al epicureismo
repugnante de una alimentación bestial. Los fenicios devoraban antílopes, pavos
con plumas, carneros con las vísceras y cocidos en vino blanco, lechoncitos
super cebados, lavados con azafrán y asados con tocino.





5 Trecho extraído de la obra En un Disco Volador
Visité otro Planeta,
de A. Rossi, Cáp.
I: "No tenían órganos sexuales, eran muy altos,
deberían pesar cerca de 120 kilos; tenían solamente dos dedos en cada mano y en
cada pie, y carecían de cabellos". Más adelante, el autor explica que los
dedos de los habitantes del planeta que visitó eran flexibles como los
tentáculos de los pulpos.





Eran voraces comedores de langostas
preparadas con salsa excitante, cigarras y lengua de pájaros, freídas y
servidas con jugos de fruta.



Los romanos gozaban comiendo
preparados excitantes y gro­seros, importándoles poco si eran animales,
reptiles, aves o insec­tos, pues todo bajaba con cada trago de vino ácido que
tomaban. Además, ese fenómeno hoy se repite de un modo más refinado, pues a
pesar de la mencionada característica de civilizados, con sus trajes de primera
y mostrando todo tipo de oropeles, no se deja de comer gallinas, cerdos,
bueyes, carneros, ranas, tortugas, pulpos, conejos y hasta cobras.
Naturalmente, que esos deliciosos manjares son preparados bajo el rótulo de la
"moda" y es distinguido con­centrarse en elegantes restaurantes para
engullirlos. En verdad, los célebres pasteles de conejo y trozos de lengua de
oso, de los antiguos griegos de Perícles, hoy tienen su equivalencia epicúrea
en los '' sandwiches'' de pavo y lengua de buey con mostaza.



En verdad, el hombre explota al hombre en ese preparado de la
alimentación carnívora, pues los "maestros" de cocina, son diplomados
para ejercer su trabajo de necrófagos. Aquí disfrazan los restos del estómago
del buey con la sabrosa "tortilla a la espa­ñola ''; allí se cubre el
repugnante fermento del repollo con fetas de jamón, bajo el atractivo y
misterioso plato de "eisben" ale­mán; acullá la grasa derretida donde
nadan detestables pedazos de orejas, costillas, tendones y patitas de cerdo, en
mórbido preparado excitante, denominándose el tan codiciado "guiso com­pleto".
Además, se prepara los riñones al asador, vertiendo albúmina, la sopa con
tuétano, o sopas de pechito salado con nau­seabundos trozos de los pulmones del
buey; el hígado frito con pan rallado a la "milanesa'', el churrasco o la
costilla a fuego lento, cuya carne carbonizada se disfraza bajo el toque de la
pimienta y la cebolla.



Los bárbaros parecían más honestos en
su cocina repulsiva, pues devoraban las vísceras crudas de los animales, sin
sofismas ni preparados refinados, como es el alimento carnívoro de los
civilizados.6



Pregunta: Nos parece muy difícil que la mayoría
de los lec­tores admitan esa norma de que los espíritus evolucionados son
evidentemente vegetarianos, cuando en realidad se observa que hay muchísima
gente carnívora, ¿Cuál es vuestra opinión?



Ramatís: A pesar de esa incredulidad, el
espíritu sublimado siempre substituye lo grosero por lo sutilizado, es decir,
que valora y se ajusta a la necesidad del vegetal antes que contrariar a su
psiquismo, ingiriendo cadáveres preparados para el paladar. En los planetas más
evolucionados que la tierra, la humanidad vive en frecuencias espirituales de
orden superior, puesto que su ali­mentación consta de pastas, jaleas aromáticas,
pastillas concentra­das, aceites ricos en vitaminas y tabletas de jugos de
frutas. Al reducirse la "cantidad" del alimento por la
"calidad", el hombre atrofia el sistema venoso de descargas e
impurezas sanguíneas, como así también el tracto intestinal por el poco uso,
predomi­nando la circulación de un sistema arterial limpio.



La alimentación terrena, en el futuro,
se basará en la química etérea de los vegetales y frutas, que será capaz de
accionar en el psiquismo del hombre y le producirá modificaciones en su tem­peramento,
ya sea estimulando la producción de hormonas y me­jorando el sistema endocrino,
o armonizará la habitual divergen­cia entre el metabolismo del simpático y el
parasimpático. Se sabe que la belladona provoca delirio cuando es proporcionada
en dosis masivas; la heroína extraída de la amapola entorpece el poder central
nervioso y oscurece la mente; el opio produce extraña euforia, mientras que el
ácido lisérgico y algunas drogas de efec­tos similares, liberan ciertas
inhibiciones del ser y lo arrojan en el mundo psíquico en condiciones
alucinantes, paradisíacas o in­fernales, dependiendo de las condiciones morales
y mentales de sus experimentadores.





6 Nota
del Médium:
Respecto a esa perversión del paladar,
todavía existe en el ciudadano del siglo XX y es tan común a todas las personas
de diferentes esferas de actividad en el mundo, como son los módicos, sacer­dotes,
profesores, compositores y artistas de cierta sensibilidad psíquica, inclusive
católicos, protestantes y espiritas, pudiendo observar ciertas con­tradicciones
que llaman demasiado la atención. Por ejemplo; existe el "pollo a la California" donde
los trozos asados del ave se sirven con la salsa hecha de la misma gordura,
mezclada con duraznos y frutillas. Hay platos servidos con carne de lechón y
rodajas de ananá o manzanas al horno, o bien, los trozos de carne de lechón con
bananas a la "milanesa" y el contradictorio guiso de arroz,
¡acompañado son sabrosas naranjas! Es in­creíble que el paladar humano pueda
ser tan insensible de mezclar carne y sangre con frutas deliciosas.





Actualmente, los científicos
terrícolas consiguen interferir únicamente en la química de los vegetales,
mientras que en los mundos más evolucionados, accionan en la intimidad o
"doble" etérico de las sustancias, activándoles las funciones
inherentes a su contextura quicio-física. Así como la aplicación de
barbitúricos, alcaloides y diversas drogas psicotrópicas produce modificaciones
excitantes o depresivas en el sistema nervioso de la persona, en los orbes más
evolucionados, los científicos consiguen resultados más provechosos, porque
interfieren directamente en el llamado "do­ble etérico", vehículo
situado entre el periespíritu y el cuerpo físico, constituido del éter físico
de la Tierra. Se
trata de un cuerpo energético, que es influenciado por los ácidos entorpecedores,
por calor, frío, magnetismo, la anestesia, hipnosis y electricidad que afectan
el campo de efervescencia de la vida microbiana, por lo cual acciona y
reacciona, transmitiendo al cuerpo físico las sensaciones que primero suceden
por vía etérea.



Pregunta: Nosotros creemos que la alimentación
vegetariana nos debilita porque además de no satisfacernos en nuestras exi­gencias,
aumenta la carencia vitamínica. ¿Estamos equivocados en nuestra apreciación?



Ramatís: El espíritu del hombre en su constante
movimiento asciende hacia condiciones o estados psíquicos cada vez más subli­mados.
En consecuencia, llega el momento en que él mismo ha de preferir la
alimentación vegetariana sobre la carnívora. Aunque el hombre mantenga su
terquedad de querer devorar vísceras san­grientas, cuando lo Alto cree
conveniente que ha llegado el tiempo de modificar su nutrición, entonces lo
ejercita bajo la presión de las enfermedades que lo obligan a las dietas
espartanas, como son los estados febriles e infecciosos, donde el médico
aconseja eliminar el uso de la carne.



Además, la exigencia volumétrica de la
alimentación es una mera ilusión, pues hay personas robustas y aparentemente
saluda­bles, que son débiles y enfermizas, fácilmente superadas por otras de
aspecto delgado, pero que son más resistentes. Antiguamente, los científicos
juzgaban con más inteligencia a los hombres que tenían un cerebro voluminoso, y
hasta se decía popularmente, que tal persona era talentosa porque tenía
"la cabeza grande". Sin embargo, experiencias científicas posteriores
demostraron que la contextura cerebral valía más por la calidad que por su
volumen sustancial. Entre los animales, el cerebro pequeño del zorro le
proporciona más inteligencia, habilidad y astucia que el cerebro gigantesco del
hipopótamo.



Por otra parte, la misma ciencia
explica que el cuerpo físico del hombre apenas es el "aspecto" de la
"materia ilusoria", o energía condensada, en donde predomina un
número inconcebible de espacios vacíos e interatómicos, sobre una cantidad
microscópi­ca, que se supone sea una masa absoluta. Si pudiésemos comprimir los
espacios vacíos existentes en el cuerpo físico del hombre y lo convirtiéramos
en lo que la ciencia llama "pasta nuclear", de esa compresión
imaginaria resultaría una diminuta "masa real" que cabría en una caja
de fósforos y con el mismo peso que tenía antes de ser comprimido. En realidad,
el organismo humano es una maravillosa red de energía sustentada por un genio cósmico,
cuyas moléculas se distancian entre sí, tanto como los planetas paralela­mente
se distancian del sol en sus órbitas de traslaciones. El cuer­po carnal es un
vestido de polvo concentrado, adherido al espíritu del hombre, cuya compacta
figura también resulta ser una apa­riencia fantástica.



En consecuencia, la alimentación
sólida y abundante no deja de ser una ilusión, cuya masa consistente calma las
contracciones espasmódicas del estómago, pero lo único aprovechable es la con­textura
íntima a los fines de alimentar el campo energético del magnetismo o de la
electricidad biológica humana. El terrícola ingiere gran cantidad de masa
material en forma de alimento co­mún, más el cuerpo humano incorpora únicamente
la energía ató­mica, pues su configuración de masa es ilusoria y predominan los
espacios vacíos. El organismo humano es un "campo magnético" cuya
apariencia sólida es ilusoria debido a la vibración de nuestros sentidos carnales,
groseros, que aún funcionan en la periferia de la red sensoria.



Cuando la ciencia llegue a demostrar a
través de los aparatos de precisión la realidad de la contextura " psicofísica
" de la per­sona, también será probado que tampoco extrae masa de su
alimen­tación sino energía.7
En verdad, los humanos nutren los espacios interatómicos, porque la materia es
"energía condensada", con­forme manifestó Einstein. Así como las
estrellan que brillan en el cielo, por las noches, pueden ser las moléculas,
que tal vez conforman una "célula" del organismo exterior de Dios; en
el hombre, existen más espacios vacíos que sustancia específicamente material.
De ahí entonces el metabolismo avanzado de los habi­tantes de otros mundos
superiores a la Tierra,
porque inhalan con más propiedad los principios vitales o "prana", a
través de la respiración en forma de elementos eléctricos y magnéticos prove­nientes
del sol y del medio ambiente. Les basta una pequeña dosis de oxígeno para
mantenerse sanos.8 El
hombre terrícola se irá liberando de a poco de las exigencias nutritivas de su
grosera na­turaleza animal hasta alcanzar el disederatum de otras
humanida­des más evolucionadas. De la antropofagia, pasó a devorar únicamente
animales, insectos, aves y peces; después pasó a la nutrición mixta de carnes y
vegetales; y ahora va tendiendo hacia el vegetarianismo puro y, por
consecuencia, aumentará su energía psicofísica.



Es razonable que el salvaje sea
antropófago y se deleite con la carne de sus propios compañeros; pero es
condenable e incohe­rente, que el civilizado después de saber distinguir entre
el Bien y el Mal, el Amor y el Odio, todavía continúe devorando a los animales,
sus hermanos inferiores.



Pregunta: Nosotros tenemos la creencia de que el
sistema biológico de nuestros cuerpos requiere una alimentación consis­tente y
sustancial, debido a que necesita atender a los imperativos de una vida ardua y
agotadora, como es su contacto con la materia.



Ramatís: Vosotros no debéis confundir la
alimentación que debe ser proporcional a las necesidades biológicas del hombre,
con los excesos pantagruélicos y digestivos, propios de los bárba­ros. Por la
nutrición también se demuestra la graduación psíqui­ca o estética de quienes se
alimentan, puesto que existe muchísima diferencia entre la alimentación del
animal a la utilizada por el hombre. Aun existe marcada diferencia entre el
picaflor, que se alimenta del suave néctar de las flores, y el buitre que
destroza los cadáveres para satisfacer sus necesidades. La brutalidad y la
glotonería de los panzones emperadores romanos, se evidenciaba en sus
configuraciones ridículas, obesas y de mandíbulas promi­nentes y desarrolladas,
en la mórbida función de roer huesos, chupar tuétanos y devorar carnes
condimentadas.



Jesús, el médico del alma, cuando
aconsejaba a los hombres que fueran frugales, les estaba prescribiendo una
verdadera tera­péutica científica para la salud y estética humana. Los médicos
modernos advierten constantemente que el exceso en la gula in­toxica la sangre,
retarda las funciones cerebrales, oprime al siste­ma nervioso, agota el
metabolismo productor de los jugos, fermentos y bilis y, además, entorpece al
espíritu en sus energías. El cerdo superalimentado, engorda teratológicamente
en el chiquero, em­bebido en el charco de sus deyecciones y restos de comida
podrida, (para después servir sus carnes con una atrayente rodaja de limón), es
también fielmente representado en el "rostro" de los hombres
glotones. Las figuras delicadas o de aspectos angélicos se asocian únicamente
con las personas que se alimentan de frutas o verdu­ras. Aquí, Francisco de
Asís dulcificaba el corazón de los lobos; allí, Gandhi, en la simple copa de
leche de cabra; acullá, Vicente de Paúl que vivía de migajas, o Sri Maharshi,
el santo hindú que sobrellevaba semanas sin alimentarse.





7 Es interesante observar que, durante
algunos meses, el recién na­cido ingiere solamente leche en polvo, disuelta en
agua; mientras tanto, de ese polvo, un misterioso y oculto mago, que se
encuentra en la intimidad del cuerpecito, consigue fabricar ojos azules, negros
o castaños; sangre roja, cabellos dorados o negros; bilis verdosa, piel rosada,
amarilla o negra, uñas y dientes blancos. Todo eso lo extrae únicamente del
polvo de leche, sin la interferencia voluntaria del bebé. Es evidente, que si
el cuerpo ab­sorbiera apenas la masa o pasta nuclear, el recién
nacido sería totalmente blanco; pero como sólo extrae energía del polvo blanco
ingerido y la desenvuelve con su fuerza atómica y vital, entonces fabrica lo
que necesita y con el color deseado. Por otra parte, es bueno saber, que en los
Estados Unidos, estudiantes de cierta Universidad, a través de cursos
especializados y valiéndose de balanzas de precisión, midieron y pesaron todo
lo que el recién nacido ingirió en su alimentación y que lo eliminó durante
seis meses por los poros, intestinos, riñones y saliva, llegando a la increíble
conclusión de que la criatura eliminó todo cuanto había ingerido en ese período
de los sois meses, y además ¡aumentó el
peso en cinco kilos!



8 En
una oportunidad, una persona que ahora no viene al caso saber quien fue,
contestó a Ramatís que en Marte no podía existir vida humana, por la falta
considerable de oxígeno, lo cual fue respondido: "que, bajo el mismo punto
de vista, los científicos marcianos también podrían concebir que en la tierra
no podría haber vida por existir exceso de oxígeno". Véase la obra La
Vida en el Planeta Marte y los Discos Voladores,
de Ramatís, cap. I,
"Aspectos Generales Marcianos".





Eran criaturas que, a pesar de su
aparente desnutrición, se asemejaban a sublimes antenas vivas, verdaderos
centros de fuerzas psíquicas alimentadas por las energías creadoras de la Vida Superior, que a
su vez la proyecta­ban en el ambiente del mundo físico.



Pregunta: Se dice que la carne solamente puede
brindar al hombre la necesaria energía biológica, debido a que contiene las proteínas y
las cuotas de minerales organogénicos indispensa­bles para el sustento humano.
¿Cuál es vuestro parecer al respecto?



Ramatís: Existen en vuestro mundo animales
corpulentos y fuertes, de un vigor extraordinario y, sin embargo, son riguro­samente
vegetarianos, tales como el elefante, el buey, el camello, el caballo y tantos
otros, que son verdaderos desafíos al carnivorismo.



Hace varios milenios, los instructores
espirituales de la Tierra enseñaban que todas las cosas y los seres están
impregnados de la energía llamada Prana,
9 respiración o soplo de vida, susten­táculo de
las estructuras atómicas del mundo físico y oculto. Por lo tanto, donde hay más
prana hay más vida, y consecuentemente, donde hay más acción y movimiento,
también hay más desgaste de prana.



Mientras tanto, los vegetales y en
especial los frutos contienen más prana, porque en ellos debido a su forma de
vida, consumen menos de esa energía pránica, mientras que los animales absorben
y consumen mayor cantidad, por causa de su constante actividad y desgaste con
el medio exterior. Por lo expuesto, la carne ani­mal es pobre en prana y sólo
contiene un residuo de lo empleado, mientras que los frutos ricamente pranizados
funcionan como per­fectos acumuladores, y de la más pura calidad. El prana es la base fundamental del
ectoplasma en la Naturaleza y en el hombre, lo cual se completa con el éter
físico, el agua y otras sustancias químicas; entonces los
espíritus directores de los trabajos de fenómenos de efectos físicos y
materializaciones acostumbran a reco­mendar que en los días fijados para tales
realizaciones, los pre­sentes y especialmente los médiums sólo deben
ingerir frutas.10



Los que se alimentan de carne tienen
la ilusión de que esa alimentación les produce lo necesario para la energía
biológica, pero confunden la reacción orgánica y volumétrica de su materia
densa como si fuera dinamismo energético cuando no pasa de ser un vitalismo
inferior. No obstante, bastaría inyectarse diez cen­tímetros de glucosa en las
venas y el hombre aumentará el doble su energía, como si hubiera devorado un
kilo de carne de buey, pues recibe directamente más "calidad" y menos
"volumen".



Por otra parte, la reducción
vibratoria que los fluidos grasosos de los animales producen en el
periespíritu, dificultan al médium su intercambio con los guías espirituales,
cuya barrera fluídica y viscosa se vuelve un excelente punto de apoyo para que
las enti­dades inferiores interfieran maléficamente.



Pregunta: Acaso, ¿somos culpables porque todavía
comamos carne? ¿No es la naturaleza quien nos acondicionó, desde la edad de
piedra, a esa forma de alimentación?



Ramatís: Considerando que la Tierra no es una colonia de
esparcimiento, sino una escuela de educación o alfabetización espi­ritual del
hombre, la alimentación zoofágica es justificable cuando no es más que un
alumno espiritualmente analfabeto. Sin embargo, es muy perjudicial a su
graduación superior el comer carne de sus hermanos inferiores, pues, además de
no reconocerse como una entidad inmortal participa de los movimientos o
escuelas espiritualistas.









9 Prana, del sánscrito, de pra, para
"afuera" y de na, respirar, vivir, que significa la energía cósmica,
fuerza total y dinámica que vitaliza todas las cosas, así como también los
planos de actividad del Espíritu Inmortal. Donde hay vida hay
"prana", pero no como vitalidad sino como una energía que activa, insufla y aumenta la respiración de la propia vida. No es un efecto de la vida pero acciona
en todas, las expresiones de vid» en el
Universo.



10 Véase
la obra Fuerzas Liberadoras, de A. E. Ranieri, cap. 46, "La Vuelta
de Allan Kardec", pág. 248, donde confirma lo manifestado por Ramatís.





Es natural, que Dios no se ofende
porque sus hijos espiritual­mente analfabetos se regocijan delante de un plato
lleno de trozos sangrientos, proveniente de la masacre del infeliz animal. El
hecho de que el hombre se libere o se encuentre a gusto con la vida infe­rior,
en el mundo material, es una cuestión puramente personal. Pero nosotros no
podemos dejar de advertir a quienes pretenden llevar una vida de salud
espiritual, que sueñen con alcanzar la angelización devorando a los hermanos
inferiores, que sería lo mis­mo que "encender una vela a Dios y otra al
Diablo". El reino del Cristo es mansedumbre, amor, pureza y piedad,
mientras que el mundo del César se sustenta por los vicios, pasiones, crueldad
e impurezas humanas.



Pregunta: ¿No hay posibilidad que el espíritu
alcance grandes desiderátums espirituales aunque siga comiendo carne, ya
sea en esta encarnación, como así también en las futuras reencarnaciones?



Ramatís: Hay un plazo determinado para que el
espíritu humano se libere espontáneamente del yugo ilusorio de la vida ma­terial
y se promueva para alcanzar los mundos superiores. Cuando persiste más allá de
ese plazo fijado por la Ley Espiritual Evolu­tiva, entonces comenzará a
despertar a través de los recursos com­pulsorios kármicos, pues todo ha de
suceder como dijo el Cristo Jesús: "No se perderá una sola oveja del
rebaño del Señor".



En cada "Gran Plano",
conocido como "Manvantara" de la escolástica hindú, 11 es decir, el período en
que aparecen o desa­parecen los mundos físicos en los ciclos del "descenso
de la ener­gía" hasta plasmarse en la forma de materia, los espíritus
deter­minados por la Ley que deben adquirir su conciencia individual, no pueden
sobrepasar el plazo previsto por esa simbólica realiza­ción sideral en el
cosmos. La Ley Espiritual preceptúa: "A cada uno según sus obras" y
apresura la marcha de los rezagados, fascinados por las ilusiones del mundo
material. Los alumnos es­pirituales que son aplazados en los ciclos
planetarios, deben recu­perar el tiempo perdido en otro curso similar e
intensivo, para lograr la aprobación y ubicarse a tiempo en el proceso del
"Gran Plano" en ejecución. El sufrimiento, entonces, funciona como
acelerador y rectificador, ajustando al espíritu negligente en el camino seguro
para su ventura espiritual.



Bajo la disciplina correctiva y
beneficiosa de la Ley
del Karma, los excesos cometidos en medio de las mesas abundantemente servidas
con trozos sangrientos de cadáveres se manifiestan en forma de úlceras
gástricas o duodenales, como así también litiasis de la vesícula, hepatitis,
enterocolitis, diabetes, insuficiencias pan­creáticas, parásitos o asimismo la
tenia o, llamada vulgarmente, "lombriz solitaria", obligando
apresuradamente al enfermo a formar fila en la dieta vegetariana. Sufre el
cuerpo carnal, que es provisorio, pero se asegura el rumbo seguro de la entidad
espiritual hacia el Norte Angélico. Bajo esa pedagogía dolorosa y correctiva,
predomina la nutrición de más energía y menos masa, más espíritu y menos
materia. El alcohólatra, el glotón o el carnívoro, sometidos a la terapéutica
de las dietas espartanas, abandonan corrosivos y la nutrición de las vísceras,
que tanto indisponen al civilizado y encadenan al espíritu a la materia. Pere­grinando
por los consultorios de la
Tierra e imposibilitados de satisfacer su avidez animal,
apresuran la contextura delicada de su periespíritu, embrutecidos por los
abusos cometidos en las mesas.



Pregunta: ¿Por qué la Divinidad no nos
esclareció desde la formación primaria de nuestra conciencia, a fin de
aprovechar los recursos que brinda la vida física, en favor de un mejoramiento
espiritual?



Ramatís: Los hombres siempre se opusieron a las
lógicas ad­moniciones de los mensajeros espirituales, que bajaron a la Tierra en misión educativa.
Antulio, Hermes, Orfeo, Krisnha, Rama, Buda, Confucio, Pablo de Tarso,
Pitágoras, Sócrates y el Sublime Jesús, enseñaron qué es lo que debía hacer el
espíritu encarnado para no perjudicarse posteriormente en su verdadera vida
espi­ritual : la del Espacio. La
Divinidad ha sido incansable, en ese sentido, al exponer los
derroteros más adecuados y lógicos para los hombres, especificándoles los
perjuicios contraídos por medio del simbólico "pecado" y las ventajas
de las "virtudes" durante su vida terrena. Sin lugar a dudas, la purificación
del cuerpo tam­bién incide en la
purificación del espíritu porque las
energías groseras del






11 Véase el capítulo "Los Ingenieros
Siderales y el Plano de la Crea­ción"
de la obra Mensajes del Astral. Edición Kier S. A., Buenos Aires,
Argentina.





mundo animal, volvemos a repetir, se
adhieren a la "túnica nupcial" o traje que el espíritu debe vestir
para compa­recer al "banquete divino".



Pregunta: Considerando que el hambre es un
fenómeno difícil de vencer y, además, inherente a nuestra constitución
orgánica, por tal causa, nosotros nos alimentamos con la carne por creer que
es. lo más apropiado; a pesar de nuestra creencia y hábito, ¿debemos evitar la
carne a todo trance, porque es censurable para los rectores del mundo
espiritual?



Ramatís: Repetimos: el Mundo Espiritual no
censura ni se ofende por los pecados humanos, porque es natural de su estado
primario y propio de su ignorancia del hombre para retardar su felicidad. No es
necesario ser un renombrado psicólogo, un expe­rimentado dietista ni un sabio
yoga para distinguir cuanto más delicioso es el sabor de los vegetales y frutas
en relación al gusto en el paladar con los asados de los cadáveres con salsa
picante. También es cierto que es incoherente que el ciudadano fiel siglo
XX transforme su barriga en un
cementerio, cosa bastante justi­ficada entre los hombres de las cavernas,
salvajes antropófagos y los bárbaros guerreros, ignorantes de su naturaleza
espiritual.12



El fenómeno del hambre está en
relación al dominio del linaje animal sobre el espíritu del hombre. En verdad,
el organismo humano se acondiciona a cualquier dieta o excentricidad alimen­ticia,
adaptándose a las comidas agradables, como a las más repe­lentes. En la Tierra
existen pueblos que se deleitan comiendo carne podrida. El terrícola, en su
tradicional incoherencia de paladar, desprecia los sabrosos caldos y jugos de
frutas, para ingerir gorduras fétidas, músculos sangrientos, pastas de hígado o
salsa con "bilis", o bien, riñones asados, vertiendo albúmina mal
oliente. Desprecia la nutrición vitamínica de las frutas, que se deshacen en el
sistema gástrico y digestivo sin causar alteraciones orgánicas y alérgicas,
pero insiste en la ingestión de las carnes ácidas y albuminosas, tratadas con
sustancias químicas para que no se pudran. En su estulticia, el hombre se
transforma en un excelente reproductor de gusanos, parásitos, amebas, bacilos y
gérmenes nocivos que le corroen las entrañas.



En consecuencia, el estímulo del
hambre no está indicando que la nutrición sea de carne sino advirtiendo la
falta de elemen­tos para el estómago, el que podrá ser grosero o delicado
conforme sea su dueño. Es una vida extraña y perturbadora, en que el hombre
compite con los animales en ese carnivorismo insensato, nivelándose en su
nutrición al león, al chacal, al tigre o al lobo, y paradójicamente, ¡el
elefante, el caballo y hasta el buey, son exclusivamente vegetarianos!



Pregunta: Según vuestras apreciaciones, ¿nos
podéis escla­recer si la alimentación física influye en las reencarnaciones
futuras?



Ramatís: Ciertas alergias inespecíficas,
especie de "rompe­cabezas '' para la medicina moderna, tienen su origen
patogénico en los procesos nutritivos, vicios y hasta pasiones desarrolladas en
el pasado, que son transmitidas por el periespíritu inmortal.



Se trata de un verdadero campo de
sustentación de la indivi­dualidad espiritual, puesto que el periespíritu es un
vehículo ultrasensible que preexiste y sobrevive a las encarnaciones y trans­formaciones
del hombre. Es la envoltura del Ego Espiritual, constituido por la energía
mental del pensamiento y la astralidad de las emociones, y que se liga al
cuerpo físico, a través de los centros etéricos o "chakras"
sustentados por el éter físico terreno y situado en la delicada contextura del
doble etérico. Por eso, en la contextura del periespíritu se imantan las cargas
de mag­netismo de todas las encarnaciones físicas, que pueden ser densas o
sucias debido a la alimentación preferencial del carnivorismo. Posteriormente,
esas energías inferiores necesitan drenarse del periespíritu, en un proceso o
vertencia dolorosa hacia el cuerpo carnal, que funciona cual verdadero cable a
tierra, descargándola finalmente al seno de la tierra.






12 Párrafo extraído de la obra Cartas
y Crónica»,
del espíritu del Hermano
X por el médium Chico Xavier, capítulo
"Entrenamiento para la
Muerte", que dice así: "Comience por la renovación
de sus costumbres en el plato de cada día. Disminuya gradualmente la
voluptuosidad de comer carne de animales. El cementerio en la barriga es un
tormento, después de todos los trastornos ocasionados para asimilar tan nefasto
alimento. El lomo del cerdo o el bife de costilla, tratados con sal y pimienta,
no nos colocas muy lejos de nuestros antepasados, los salvajes, que
placenteramente se comían los unos a los otros".





La sepultura con su fauna micro­biana
y voraz, conocida como "fauna de las tumbas", se encarga de
desintegrar el cadáver y liberar nuevamente las energías infe­riores que el
"fallecido" utilizó e imantó en sus imprudencias viciosas y
exageraciones alimenticias.



Existen ciertos espíritus que, después
de haber vivido muchas encarnaciones en Oriente a base de alimentación
vegetariana, al reencarnar por primera vez en Occidente llegan a sufrir
impactos convulsivos o síndromes epilépticos en su periespíritu muy sensi­bilizado,
cuando toman contacto con los densos fluidos exudados por la alimentación
carnívora.13



Los fluidos animales magnéticamente
agresivos e inferiores, al disolverse en el periespíritu sublimado o sensible,
le bajan la frecuencia vibratoria y le opacan la luminosidad, así como las lám­paras
llenas de polvo no trasmiten con claridad el flujo de la luz eléctrica. El
hombre no se libera fácilmente de los condiciona­mientos vividos por su periespíritu
en el pasado, lo cual es seme­jante aun" video tape'', indestructible, que
graba existencia tras existencia los cuadros y el magnetismo de las vidas
anteriores. Se sabe que el calor sigue manifestándose en el lugar que hubo
fuego, o el perfume fluctúa en el aire, aun después de cerrado el frasco. Por
eso, los hechos vividos en el pasado por el periespíritu aunque no se
reproduzcan nítidamente en el campo de la memoria física actual, prosiguen
accionando en forma de estímulos extraños en la mente del hombre encarnado. Y
en el caso de la alimentación excesivamente carnívora, puede surgir en lo
íntimo del espíritu del "ex vegetariano" las reacciones extrañas que
los médicos lla­man "alergias inespecíficas", por ignorar su exacta
etiología.



Pregunta: Considerando esa gran sensibilidad de
la memoria periespiritual, que manifiesta estímulos del pasado vegetariano, de
la misma forma, ¿no podríamos saber que el carnivorismo es gra­voso para el espíritu?



Ramatís: El hombre terrícola escapa a cualquier
análisis frío sobre su personalidad en lo que respecta a su vida física, por
cuyo motivo jamás se impresionaría sobre cualquier advertencia o estí­mulo
psíquico del pasado. Actualmente, sabe y siente los efectos perniciosos y
destructivos del alcohol, del tabaco, de los somníferos, mientras tanto es
deliberadamente ciego para esas graves conse­cuencias. En lo íntimo de su alma
tiene temor de convencerse, que los vicios son perjudiciales, evitando inmediatamente,
hacer un examen riguroso e incondicional, capaz de apartarlo de la vicio­sa
esclavitud. Evita escuchar la "voz silenciosa" que le advierte sobre
el "pecado", es decir, aquello que es perjudicial al espíritu para su
ascenso sideral.



Así, el placer epicúreo de la
alimentación carnívora es una consecuencia de la negligencia espiritual en que
vive la mayoría de los terrícolas, y que presienten el curso equivocado de la
vida humana, dotada de razón. Acusado íntimamente por su acción censurable de
devorar vísceras animales, se deja conducir pasiva­mente por la sugestión de
los menús excéntricos, donde los trozos de carne carbonizada o hervida son
denominados "platos sabrosos" o "asados apetitosos", bajo
toque de salsa, sal, pimienta y cebolla. Prefieren admitir el aroma fétido de
la carne, como si fueran olores estimulantes. De ahí entonces que el paladar y
el olfato se emboten bajo la mente descuidada, la que no analiza la realidad
chocante, de que tanto repugnan las vísceras de un cerdo carbo­nizado en el
incendio del chiquero, como dorándose a fuego lento, bajo el toque hábil del
cocinero.



Pregunta: Creemos que no se justifica la censura
espiritual que recibe el hombre terreno sobre su carnivorismo porque se trata
de un espíritu primario, conforme lo expresáis en vuestros con­ceptos, ¿No es
verdad?









13 Nota del Médium: Durante la infancia de M., en nuestra
familia, era víctima de ciertas convulsiones frecuentes, y que el médico
intentaba solucionar con soporíferos, como son el gardenal, el luminal y otros.
Mien­tras tanto, el espíritu de Nho Quim, en un trabajo mediúmnico en nuestra
casa, cierta noche dijo a mi esposa: "¿Por qué le da sopa de carne a ese
cristiano? ¡No ve que fue hindú en otras encarnaciones y siempre fue vege­tariano!"
Lo cierto es, que las convulsiones de M. desaparecieron instan­táneamente
suspendiendo su alimentación a base de carne, y de allí en más, gozó de
perfecta salud. Más tarde, Atanagildo nos explicó que el peri­espíritu de M.
chocaba con los fluidos groseros y pesados de la carne de los animales.





Ramatís: No pretendemos censurar al terrícola,
especie de alumno matriculado en un curso de alfabetización espiritual, como es
la Tierra,
porque se alimenta de carne. Apenas le trans­mitimos la necesidad de liberarse
cuanto antes de su alimentación grosera, porque en la constitución de la nueva
humanidad del tercer milenio lo Alto planificó la eliminación de carnicerías,
mataderos y frigoríficos. En consecuencia, los espíritus seleccio­nados a la
derecha del Cristo, conforme se está procediendo en el llamado "Juicio
Final" o eximen para la graduación de quienes tengan que participar del
Tercer Milenio, necesitan ejercitar desde ya la alimentación vegetariana. No
hay resentimientos ni motivos sobre un castigo divino porque el hombre ingiera
carne; pero es una decisión superior que los espíritus que reencarnen en el pró­ximo
mileno sean vegetarianos.



Todo esfuerzo selectivo y de mejoría
"psicofísica", es decir, cuerpo y espíritu, tiende a elevar a las
criaturas para una frecuen­cia espiritual superior y, en consecuencia, se ha de
ir sublimando en sus preferencias nutritivas. La alimentación carnívora no sólo
acondiciona al hombre a los fluidos esclavizantes de la animalidad sino que lo
retiene por más tiempo en las regiones densas o desventuradas del astral
inferior. El ambiente terráqueo, en el próximo milenio, ha de ser
descongestionado del exceso de magne­tismo mórbido y viscoso, ya sea producido
por los vicios y pasiones degradantes, como por el fruto de los gemidos
angustiosos de los animales sacrificados para la gula del hombre.



Quien cultiva el vegetarianismo
desenvuelve en sí mismo una condición afín al nuevo ambiente del próximo
milenio, y vive equilibrado entre las criaturas de sentimientos pacíficos y
piado­sos. Además, el propio Jesús ejemplificó y dejó bien aclarado los
inconvenientes que aporta el carnivorismo, pues en la última cena con los
apóstoles bendijo el pedazo de pan y no el trozo de carne humeante.



Pregunta: ¿Qué nos podéis decir sobre el pecado
del antro­pófago, que también devora carne, pero de sus compañeros?



Ramatís: La antropofagia de los salvajes es
bastante inocente en base a su empobrecido entendimiento espiritual; ellos
devoran a su prisionero de guerra en la cándida ilusión de heredar sus
cualidades intrépidas y su vigor sanguinario. Pero los civilizados, para comer
en las mesas abarrotadas de humeantes órganos ani­males se especializan en los
caldos epicúreos y en los adornos culinarios, haciendo de la necesidad del
sustento un arte enfermizo y de placer. El salvaje ofrece su maza o garrote a
su prisionero para que se defienda antes de ser descuartizado; después le des­garra
las entrañas y lo devora, hambriento, bajo el imperativo de saciar su hambre,
es decir, la víctima es ingerida apresurada­mente, casi cruda pero sin calcular
ningún tipo de placer en la forma de prepararlo. El civilizado, mientras tanto,
caza el animal ventajosamente armado, y lo masacra dirigiéndolo al corredor de
la muerte, sin darle cualquier oportunidad de que reaccione defen­sivamente. Abate
a las aves traicioneramente, a escondidas, pro­tegido por el follaje, después
lo muestra sonriente al cocinero, como si fuera el más habilidoso para usar el
arma asesina. Más tarde, exige, epicúreamente los trozos cadavéricos del animal
en forma de suculentos cocidos o asados a fuego lento. Alega la necesidad de
las proteínas, pero se traiciona con el preparado de vinagre, cebolla, sal y
pimienta, se disculpa del condicionamiento biológico de los siglos en donde se
vició en la nutrición carnívora, pero sus­tenta la lúgubre industria de las vísceras
y glándulas animales enlatadas.



Pregunta: Sin embargo, es evidente, que en base
al progreso de la técnica para el "corte" del animal, se hace en
forma tal, que evita el sufrimiento en la hora de su muerte. ¿No es verdad?



Ramatís: Sin duda, sería un detestable sadismo
por parte de los matarifes o industriales de las vísceras sangrientas que el
ani­mal sufriese o demorase en morir, puesto que no se trata de ningún
delincuente penado por la ley sino una matanza o masacre de seres inocentes.



Indudablemente que los frigoríficos
modernos se enorgullecen de vuestra civilización por el alcance científico con
que fueron construidas esas ''casas para la muerte animal'', donde la electró­nica
sobrepasa la eficacia de la daga asesina.



A pesar de la eficiencia y
preocupación en disminuir el sufri­miento animal, pensamos que el sentido
estético de la Divinidad ha de preferir siempre la cabaña del pobre que ampara
el animal amigo, al matadero rico, que destruye bajo el avanzado cientifi­cismo
de la industria fúnebre. Por más eficiente que sean los métodos de la matanza
científica, y aunque disminuyan el sufri­miento del animal, no los exime de la
responsabilidad de haber destruido prematuramente los organismos vivos, que
también evo­lucionan, como son los animales creados por el Señor de la Vida.
Sólo Dios tiene el derecho de extinguirlos, siempre que haya peli­gro para la
vida humana, pues entre el animal salvaje y el hombre, debe sobrevivir este
último, porque en él la naturaleza efectuó el trabajo más perfecto.



Pregunta: Nuestro proceso de nutrición carnívora
es un auto­matismo biológico y milenario, un condicionamiento integral y
nutritivo que ha de exigir algunos siglos para efectuar una modi­ficación
opuesta. A pesar de decirnos que la naturaleza no da saltos, ¿no violentaríamos
nuestros organismos físicos para efectuar el cambio brusco de la carne por el
vegetal?



Ramatís: No sugerimos la violencia orgánica
para aquellos que aún no soportarían esa modificación drástica; para ellos
aconse­jamos las adaptaciones graduales del régimen, que va desde la carne del
cerdo hacia la del buey, de éste hacia el ave, y del ave, hacia la del pescado
o mariscos. Después de un disciplinado ejer­cicio en donde la imaginación se
libera y la voluntad elimina el deseo ardiente de ingerir los despojos
sangrientos, tenemos la se­guridad de que el organismo está apto para ajustarse
a un nuevo método nutritivo y de mejor provecho en lo espiritual. El mismo
Jesús aleccionó sobre la alimentación de los peces, cuando mandó a Pedro que
arrojara las redes y se vio favorecido por la cantidad de pescado extraído de
las aguas.



Pregunta: En otras oportunidades habéis
mencionado que el hombre recibe de vuelta el mal que comete por negligencia
espi­ritual cuando mata y come el animal. ¿Nos podéis explicar mejor ese
aspecto?



Ramatís: La profilaxis de última hora que los
veterinarios realizan sobre los animales para el corte, no garantiza las posibi­lidades
de no contraer enfermedades transmitidas, pues si la misma criatura humana no
consigue describir satisfactoriamente a los médicos sus malestares enfermizos,
¿cómo comprobar las anoma­lías mórbidas del animal, que no habla ni razona!



Respecto a la criatura humana, que a
veces, por un simple examen de orina para fines de poca importancia revela la
diabetes avanzada y que el médico desconocía en el examen clínico común; un
simple análisis de sangre solicitado sin graves preocupaciones, ¡puede
corroborar la fatal leucemia! En base a esa versatilidad, todavía común en el
examen médico sobre los humanos, en que se hace difícil descubrir el origen de
las molestias, mucho más esca­broso es detectar las molestias que evolucionan
ocultamente en el ave o en el animal para el corte. ¿Cuántas veces el cerdo es
abatido en el momento exacto en que se inició una enfermedad cuya viru­lencia
no puede ser descubierta por el veterinario competente, salvo que se practique
una rigurosa autopsia y exhaustivo examen de laboratorio?



Los miasmas, bacilos, gérmenes y
colectividades microbianas famélicas, que se procrean en los chiqueros,
penetran en vuestro delicado organismo humano a través de las vísceras del
cerdo y que debilitan las energías vitales. Entonces, el hombre mina su
organismo con la invasión morbígena adquirida en su imprudencia de comer carne
animal.



Pregunta: ¿Nos podéis ampliar mejor el concepto
del animal enfermo, a pesar del examen criterioso y riguroso del veterinario?



Ramatís: Sorprende que la contradicción humana
provoque la enfermedad deliberadamente en las aves y animales que pre­tende
devorar, y después acuda al veterinario para discriminar lo que es ¡competente
y '' sano para el corte''! En ese deseo exclusi­vista de bien para el hombre, y
lo peor para las aves y animales, el hombre paga con una implacable corrección
espiritual el delito de sacrificar la vida de otros para usufructuar una vida
epicúrea. ¿Qué hay de sano en todo ese proceder? Aquí, mórbidos indus­triales
crían millones de gansos bajo regímenes específicos para desarrollarles el
hígado, a fin de que la industria del "paté-foie-gras" obtenga la
rica sustancia para el enlatado moderno; allí, no se pierde siquiera los
órganos excretores y procreadores del animal, aunque vierta venenos y residuos
repugnantes.



Vuestra medicina considera que el
hombre gordo, obeso, hipertenso, es un candidato a las anginas y a la conmoción
cerebral, y lo clasifica como un tipo hiper albuminoide y portador de una peligrosa
disfunción cardio-hepato-renal. La terapéutica más acon­sejada es un riguroso
régimen de alimentación hidrosalina y dieta reductora de peso; se le suministra
alimentación sin gorduras y predominantemente vegetal, pues el médico aun teme
el peligro de una nefritis por el grave disturbio en el metabolismo por las
gorduras y la indefectible esteatosis hepática. Mientras tanto, el hombre del
siglo
XX, aunque
reconozca las enfermedades de las gorduras, devora los cerdos obesos,
hipertrofiados en la gordura albumínica para conseguir la grasa y el tocino.
Primero, los en­ferma en el inmundo chiquero, donde las larvas, los bacilos y
microorganismos, propio de los charcos, fermentan las sustancias que dan vida a
las lombrices, tenia, amebas, colis, histolíticas o trigonocéfalos. El infeliz
animal, sometido a la alimentación putrefacta de las deyecciones, exuda la peor
cuota de olor nausea­bundo, transformándose en un potencial de inmundicias a
fin de acumular la detestable gordura que debe servir en las mesas fúnebres.
Agotado, obeso, letárgico y sudoroso, el cerdo cae al suelo por el exceso de
peso, sumergiéndose en el barro maloliente, y luego es levantado por los peones
en la hora del sacrificio. Evidentemente, qué poco adelanta el posterior
sellado de "sano" que autoriza el veterinario, cuando la misma
ciencia humana per­mitió y contribuyó para el máximo de condiciones patogénicas.
Es una estulticia humana de las más asombrosas, puesto que el hombre provoca
deliberadamente la enfermedad indeseable en las aves y animales, y después
intenta engañarse a sí mismo con la autorización del veterinario, por el solo
hecho de manifestar que este animal o aquella ave son "sanos”" para
el consumo.



Pregunta: ¿Qué providencia inicial deberíamos adoptar para
liberarnos del deseo carnívoro?



Ramatís: La primera providencia para liberaros
del carnivorismo debería ser el control mental, y saber qué representa la
zoofagia. En verdad, existe una indisciplina o negligencia mental, que es un
condicionamiento milenario o necesidad biológica para devorar la carne de los
hermanos inferiores. Existe una flagrante contradicción entre la realidad del carnivorismo
y lo que se per­vierte por la falsa imaginación, pues si el hombre no come
ratas, perros y otros animales que le parecen repulsivos a su paladar, eso
mismo le podría suceder con todas las demás especies de aves y bichos Al hombre
le falta la vigilancia mental necesaria para no dejarse hipnotizar ni fascinar
por falsas suposiciones. Generalmente, delante de los cadáveres, víctimas de un
accidente o un incendio, las personas sienten náuseas y repugnancia debido al
olor desagradable de la carne quemada o aspecto que presentan. Mientras tanto,
se excitan ante el mórbido apetito de saborear un churrasco sangriento, de
carne animal, quemada a fuego lento, difiriendo apenas por la naturaleza de su
presentación y el aderezo de la salsa. He aquí donde la contradicción es
inexplicable pues la repugnancia demostrada ante el cadáver en el accidente o
en la explosión desaparece bajo un condicionamiento biológico y les despierta
un mórbido apetito, apenas porque está mojado con pimienta, orégano, cebolla y
tomate.



La primera providencia que la persona
debe tomar para liberarse del deseo mórbido de ingerir carne, debe iniciarse
por la corrección de la imaginación deformada. La voluntad, que de­muestra ser
bastante débil delante del churrasco acebollado y lo considera un manjar
delicioso, debería funcionar correctamente ante la misma carne carbonizada y
sin preparados culinarios. Es necesario que el hombre descubra la realidad que
se esconde bajo el velo de la ilusión del falso apetito, pues la deliciosa
"tortilla a la española" no deja de ser trozos de estómago del buey,
extraí­dos de su región digestiva e impregnados de residuos nauseabundos.



Pregunta: El hombre evangelizado y amoroso ¿es
culpable ante Dios porque come carne?



Ramatís: No existen culpables ante Dios puesto
que el Padre jamás se ofende con las tonterías humanas de sus hijos. Tampoco
debe considerarse amoroso al hombre que come carne a pesar de que sea
evangelizado, pues la alimentación carnívora, siendo un producto de la matanza
de los animales, es un desmentido a la ternura y a la piedad. Ponderamos a las
criaturas evangelizadas y sumisas a las enseñanzas liberadoras del Cristo
Jesús, pero no es manso ni apacible quien devora las vísceras de sus hermanos
in­feriores. El carnivorismo sustentado por la práctica de matar el animal es
una poderosa barrera entre el ángel y el hombre como también un sensible
agravio para sus vidas futuras.



Pregunta: Sin embargo, conocemos muchísimas
criaturas que son piadosas, e incapaces de matar a un simple insecto, cuanto
menos a un ave o animal. ¿Qué nos podéis decir?



Ramatís: El que no mata, sea por piedad o
remordimiento y después devora gustosamente la carne del animal o del
ave muerta por otras manos, actúa mañosamente delante de Dios y de su propia
conciencia. La piedad a la distancia no demuestra el carácter bondadoso puesto
que eso nos recuerda al clásico sábado de gloria, donde los católicos, después
de un estoico ayuno de carne, en la
Cuaresma preceptuada por la Iglesia, aguardan ávi­damente
que el reloj marque el mediodía para arrojarse hambrien­tos ante los trozos
cadavéricos cocinados por la moderna olla a presión.



Comúnmente, el hombre piadoso que
no desea asistir a la matanza del animal y después es el más exigente candidato
ante el asado deliciosamente preparado casi siempre escoge el bocado más tierno
y gustoso de la carne sacrificada a la distancia.



Pregunta: La negativa del hombre en matar el
animal o el ave, ¿no demuestra
su desagrado por la existencia de los mataderos y frigoríficos? ¿Su forma de
ser, por lo expuesto, no es evidente que vaya mejorando su graduación
espiritual?



Ramatís: Las personas que obtienen su salario
en el trabajo de los mataderos, o matan el animal en el fondo de la quinta,
pueden ser almas primitivas y exceptuadas de responsabilidad espiritual, debido
a la capacidad de analizar sus actos. Pero aquellos que huyen en la hora de
masacrar al hermano inferior y después lo devoran asado o cocido, no sólo
comprenden la per­versidad del acto censurable en su conciencia sino que están
reco­nociendo sobradamente lo que es injusto y bárbaro. Además, con­firman su
conocimiento sobre la falta que es matar el animal indefenso e inocente, aunque
se resistan a asistir a su muerte cruel. Y si después participan del banquete
de la muerte, mayor se les vuelve la culpa, pues se están condenando con la
ausencia premeditada, lo que un poco más tarde desmienten en la hora de comer
placenteramente los restos mortales del animal.



En consecuencia, los huidizos
sumamente piadosos no dejan de ser activos cooperadores de las escenas
tristes y tétricas del sacrificio de las aves y animales en los mórbidos
mataderos de la tierra. Los consumidores de carne, malgrado aleguen su piedad
huyendo del sacrificio abominable de los hermanos inferiores, contribuyen al
mantenimiento de los frigoríficos, mataderos y car­nicerías, regadas con la
sangre de los inocentes. No matan al ave o al animal por conmiseración, pero
digieren jubilosamente los trozos sangrientos producidos por la industria
fúnebre de aquellos que Dios también creó para su evolución espiritual.



Pregunta: Por ventura, muchos de los seres que
hoy son elevados espíritus, acaso, ¿no vivieron en nuestro mundo y se
alimentaron de carne?



Ramatís: En cuanto a que el hombre sea
santificado en la galería de los santos proclamados por la Iglesia Católica
o consa­grados en la pinacoteca de los centros espiritas, eso no es sufi­ciente
para comprobar que se tenga una conciencia absolutamente espiritualizada. La
verdad, es que el alma realmente santificada repudia, incondicionalmente,
cualquier acto que produzca el sufri­miento ajeno, mientras que es capaz de
sacrificarse en favor de otros.



El espíritu esclarecido es generoso en
cualquier expresión de la vida, dado que sobrepasó la fase del egoísmo
utilitario y coloca la ventura ajena por encima de cualquier interés personal.
Los animales son respetados y ayudados por los hombres que interpre­taron el
sentido de la alimentación vegetariana. Francisco de Asís conversaba a los
peces y a los lobos, y éstos le escuchaban como si fueran inofensivos corderos;
Jesús extendía sus bendecidas ma­nos y las cobras se aquietaban en dulce
placer; Sri Maharshi, el santo de la India, cuando se hallaba en divino
"samadhi", las arañas dormían en sus manos y las fieras le lamían la
cara; algunos místicos hindúes dejaban cubrir sus cuerpos por los insec­tos
venenosos y las abejas agresivas. Los antiguos iniciados Esenios se internaban
en la foresta bravía a fin de alimentar a los animales feroces, que eran
víctimas de tormentas y cataclismos. A innume­rables criaturas inofensivas y
piadosas, verdaderos amigos de los pájaros, no les agrada tenerlos en jaulas,
disfrutando al verlos surcar los aires en plena libertad.



Pregunta: ¿Cuáles serían los recursos que los
mentores em­plearían para apartar al hombre de la alimentación carnívora?



Ramatís: Sin lugar a dudas, que el dolor y el
sufrimiento son los mejores correctivos o procesos rectificadores para los
espíritus de graduación primaria, como todavía son los terrícolas. Las en­fermedades
funcionan como válvulas de seguridad espiritual por­que rectifican las
exageraciones cometidas, amenizan las pasiones y ajustan la indisciplina
humana. Bajo la clásica terminología de la ciencia médica, especificando
úlceras, cánceres, cirrosis, nefritis, enterocolitis, pancreatitis,
tuberculosis, asmas, artritis y la proli­feración de las amebas,
estrongilóides, tenias y tantos otros, los terrícolas van corrigiendo el desvío
cometido en el pasado y reacondicionándose para evitar el carnivorismo actual.
Las anomalías gastrointestinales e insuficiencias pancro-hepáticas, además de
las afecciones vesiculares y renales, obligan al hombre a dietas espar­tanas, y
a que el médico prudente, desde un comienzo, no aconseje la dieta de carne.
Innumerables personas que en su juventud renegaban a viva voz de la posibilidad
de que alguien pudiera vivir sin comer carne, ante la corrección de la Ley Espiritual,
pasan su vejez en un estado enfermizo bajo la acción de úlceras y colitis.



Pregunta: Por los conceptos vertidos por el
hermano Ramatís, en el futuro, ¿todos los seres humanos se alimentarán de
vegetales y frutas?



Ramatís: El vegetarianismo es un imperativo
fundamental en la alimentación de la futura humanidad. En los esquemas
siderales programados para el Tercer Milenio, no figura la existencia de
industrias y comercios con cadáveres sangrientos de animales. En un futuro no
muy lejano, la alimentación carnívora causará el mismo horror que hoy
ocasionaría la antropofagia entre "civili­zados" Entonces abundarán
los comercios sobre alimentación vegetariana, dirigidos por expertos en la
materia. Actualmente, los restaurantes Vegetarianos ofrecen una considerable
cantidad de platos con cierto sabor, que ayuda muchísimo a los "ex carní­voros"
a fin de que se adapten gradualmente al nuevo régimen. Esas comidas obedecen a
las tablas que balancean las vitaminas, proteínas y calorías, que por otra
parte, son tan discutidas y examinadas en la actualidad.14



Pregunta: ¿La alimentación vegetariana puede
influir favo­rablemente en la desencarnación?



Ramatís: Los espiritualistas reencarnacionistas
saben que tanto el hombre como el animal tienen un "doble etérico",
cuyo cuerpo sutilísimo e imponderable está formado por el "éter cós­mico"
y combinado con el "éter físico" del planeta, el cual fun­ciona como
elemento o eslabón de ligazón entre el periespíritu y el cuerpo físico. Cuando
más evolucionado es el hombre, más diáfano y delicado es su "doble
etérico", circulando energías de muy buena calidad espiritual. En los
animales también se observa esa distinción, dado que en el perro doméstico, esa
envoltura es más Sutil que la del cerdo, pues el primero demuestra sentimientos
y emociones racionales delante de su dueño, mientras que la organización etérea
del segundo es grosera y repulsiva, alimentada por los fluidos densos y nocivos
de la fermentación de los chique­ros. Cuando el buey o el cerdo son
sacrificados repercute en su carne el impacto violento, excitante y doloroso de
la muerte pre­matura; el choque mortal que termina con su existencia, plena de
vitalidad física, le exacerba el "doble etérico" produciéndole algo
que podríamos denominar "coagulación fluídica". La san­gre, que es la
linfa de la vida y portadora de los elementos etéreo-físicos del mundo
invisible, estigma en sí la carga inferior de energías astralinas que el cerdo
o el buey atraen para su cuerpo físico en su manifestación violenta de la vida
instintiva.15



Consecuentemente, las personas
carnívoras incorporan a su doble etérico gran parte de esos fluidos inferiores.
El éter físico es parte del astral albumínico de los animales sacrificados bajo
el terror que presienten en los mataderos, y que penetra en el hom­bre por su
aura etérica, transformándose en densos y aislantes fluidos. Por esa causa, se
dificulta el proceso normal de asistencia espiritual, pues los Espíritus Guías
no consiguen atravesar las barreras fluídicas de bajo magnetismo humano a fin
de transmitir intuiciones orientadoras a sus protegidos.






14 Nota del Médium: Entre los diversos restaurantes
vegetarianos do Sao Paulo y Río de Janeiro (Brasil), la "Cooperativa de
Vegetarianos" de Guanabara, calle Pedro 1º, Nº 7, grupo 604, sirve un
"bife" de soja semejante al de carne, tan perfecto, que el cliente
desconfía en la creencia de estar ingiriendo un alimento carnívoro.



15 En realidad, existe una visible diferencia en la
composición del "doble etérico" de los animales y las aves. Bajo el
fenómeno de la videncia, se observa que el aura etéreo-física del cerdo es
pardusca, viscosa y oscura, mientras que la del carnero proyecta una silueta de
tonos claros, predomi­nando el lila oscuro, pero transparente. En el caso de
las aves se da lo mis­mo, pues la del cuervo es ceniza oscura, densa y
aceitosa, mientras que en el picaflor, es un foco de luz policrómica,
irradiando pequeñas chispas, y se deduce muy fácilmente, que la alimentación
influye notablemente, al ser grosera o delicada.





Además, los hombres glotones, que se
deleitan saboreando la carne del cerdo, creen estar dotados de un excelente
vigor sexual, mientras que las personas vegetarianas son menos afectadas por
las pasiones humanas. El aumento de la nutrición carnívora aumenta también las
sensaciones de orden primitivo y que son propias del animal irracional. Por
consiguiente, la preferencia por la alimentación vegetariana es un poderoso
auxiliar para que el espíritu se libere del yugo material, pues en la hora de
su desencarnación, se reduce el choqué, en el corte del "cordón
plateado",16 en base
a estar envuelto en una aura fluídica sutil. Así como la luz solar atraviesa
con más facilidad el limpio cristal, la luz del mundo espiritual penetra con
cierta facilidad en el periespíritu del desencarnado, exceptuado del astral
viscoso del animal.



Pregunta: ¿Nos consultan algunos colegas
espirituales si hay mayor responsabilidad para los espiritas carnívoros?



Ramatís: No tenemos el derecho de censurar a
los hombres que todavía obedecen naturalmente al instinto formativo de su
personalidad humana, especie de condicionamiento biológico del pasado. Sin
embargo, los espiritas deben reflexionar seriamente sobre los problemas de la
alimentación carnívora, puesto que son personas que divulgan los valores
sublimes de la espiritualidad. El Espiritismo afirma sus raíces en el viejo
ocultismo, aunque se encuentre liberado de los rituales y compromisos religiosos.
Es de sentido común que las nociones espirituales más avanzadas pro­vienen de
Oriente, donde la iniciación se fundamenta en el más severo vegetarianismo.
Además, A. Kardec aseguró la fuerza mo­ral de los preceptos espiritistas,
afirmándolos sobre la base eterna del Evangelio de Jesús, Código Moral de
ternura, belleza y libe­ración espiritual. Además, Jesús no aconsejó en forma
alguna el carnivorismo, y no quiso violentar los hábitos comunes de los
hebreos, por lo cual les invitó a pescar para su sustento.



Los espiritas que estuvieran
seriamente integrados al sentido revelador y liberador de la .doctrina de A.
Kardec, jamás propon­drán a sus hermanos de creencia la churrasqueada bajo los
árboles cargados de frutos. El Espiritismo está llamado a despertar las
conciencias y renovar las costumbres censurables del mundo, y por lo tanto
también debe ser el divulgador del vegetarianismo, tal como lo es del Evangelio
de Jesús y del Esperanto. Atendiendo a la consulta hecha por el propio Kardec,
el Espíritu de la Verdad
así le respondió a la pregunta aludida con el número 693, del Libro de los
Espíritus, "Todo lo que entorpece a la naturaleza en su marcha, es
contrario a la Ley
general". Y en la respuesta número 735 conceptúa de la siguiente forma:
" La caza es predo­minio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual.
Toda des­trucción que traspasa los límites de la necesidad es una violación a la Ley de Dios. Los animales destruyen únicamente para satisfacer
sus necesidades, pero el hombre, que tiene albedrío, destruye sin necesidad y
dará cuenta del abuso de la libertad que se le ha dado por ceder a los malos
instintos".



En tales respuestas del Espíritu de la Verdad a A. Kardec y otras
más, que no enumeramos por falta de espacio, está implí­cita la idea de que el
carnivorismo es una violación a la
Ley de Dios y con más responsabilidad, para los espiritas y
espiritualistas en general, porque además de conocer los preceptos divinos del
amor y la armonía de la Vida,
matan a los animales, cediendo a sus "malos instintos", mientras que
los frutos cuelgan de los árboles a la espera del terrícola vegetariano. Si la
destrucción excesiva para alimentarse ya es un pecado censurable, los hom­bres
conscientes de su inmortalidad, como son los espiritas, inelu­diblemente deben
comer vegetales, frutos y cereales, que nacen bajo sus pies y penden sobre sus
cabezas, antes que "destruir" y devorar a los animales, que tienen el
mismo derecho de vivir, hasta el último minuto del plan sideral trazado para su
perfeccio­namiento.



Pregunta: Los mentores espiritualistas y los que
adoctrinan espiríticamente, ¿acentúan su responsabilidad, al seguir comiendo
carne?



Ramatís: Creemos que sólo deben considerarse
razonables las disculpas de los carnívoros no espiritualistas o que viven a la
sombra de las Iglesias conservadoras e ignorantes de la realidad espiritual.





16 El cordón plateado es el eslabón
fluídico que liga al periespíritu al doble etérico y consecutivamente, a través
de los "chakras" y los plexos ner­viosos del cuerpo físico. Citado también en la Biblia: Eclesiastés, 12-6.






Pero los espiritas integrados en la
doctrina de A. Kar­dec saben perfectamente que bajo la envoltura del animal
acciona la sabiduría de un psiquismo global, y que dirige a las especies
elementales y primarias. El conocido "espíritu grupal", estudia­do
por los rosacruces, teósofos y orientales, es la "dirección psí­quica"
que conduce a determinada especie. Así como la especie del pez que vibra bajo
un solo impulso psíquico y semejante ha de ser igual en cualquier latitud del
globo, porque está dirigido por el espíritu grupal; lo mismo sucede con la
especie del perro, el elefante, el caballo, el carnero, etc., pero, ni bien
reciben la interferencia directa y disciplinada del hombre, comienzan a revelar
sentimientos y pasiones particulares. Todo eso comprueba el comienzo de la
fragmentación del espíritu grupal, del psiquismo global, encaminándose a la
individualización, que significa evo­lución.



En base a esa constante fragmentación
y cohesión individua­lista de los fragmentos psíquicos, que dirigen a los
cuerpos de los animales, de instinto mejorado por el hombre, es natural, que
existan tipos verdaderamente "prehumanos", como el mono, que es capaz
de imitar cuanto se le enseña; el perro, cuya amistad para el dueño impresiona
al sentimiento humano, y finalmente, el caballo, que demuestra, además del
sentimiento, una naturaleza algo intuitiva, que deslumbra al público circense
por los bailes asombrosos y el arte de adivinar. Por tanto, y sin hacer preva­lecer
cualquier exageración de nuestra parte, en base a la prolife­ración de los
mataderos de equinos, que ya revelan comprensión y sentimientos racionales, los
actuales devoradores de la "carne de caballo" están practicando algo
de la vieja antropofagia de los ignorantes salvajes.



Y considerando que el Maestro Jesús
conceptuó el "Sed man­sos de corazón" y nos recomendó llevar una vida
pacífica y amo­rosa, obviamente se contradicen los adoctrinadores, médiums y
mentores espirituales que se sacian jubilosamente cuando cenen un suculento
bife puesto que degradan, con ese hecho la naturaleza superior del espíritu.
Matar y devorar el animal, mientras cuel­gan las frutas de los árboles, y la
superficie del orbe provee las sabrosas hortalizas, es una ignorancia tolerable
para los hombres comunes y analfabetos de las cosas espirituales. Pero cuando
eso sucede entre líderes y prosélitos del Espiritismo, que tienen como base una
doctrina de amor y pacifismo, entonces se trata de algo bastante censurable.



Pregunta: Muchos espiritas afirman que la
alimentación nada tiene que ver con el Espiritismo, por lo cual vuestras
considera­ciones al respecto no tienen importancia. ¿Cuál es vuestra opinión?



Ramatís: Los pregonadores espiritas, que tratan
mesiánicamente de salvar a las almas esclavizadas a la materia, no pueden
aprobar el carnivorismo, cuyo nutritivo y mórbido proceso con­traría el actual
ritmo armonioso de la vida espiritual. Es total­mente injustificable que en las
festividades espíritas, como ha sucedido muchas veces, sea cocido o asado el
cadáver del hermano inferior, asesinado en los mataderos, puesto que ello está
desmin­tiendo el amor pregonado por el Cristo y, además, violenta la higiene
psicofísica.



De este lado, en el mundo espiritual,
aún ambulan espíritus desencarnados, tan condicionados a los banquetes
pantagruélicos y carnívoros de la
Tierra que claman por la bendición de un nuevo cuerpo físico
a cambio de los bienes del ambiente celestial. Mien­tras tanto, en la Tierra se sigue con el
mismo vicio condenable, donde espiritas recitan versículos evangélicos y
advierten severa­mente sobre los pecados humanos, mientras que,
anticipadamente, el hermano de causa prepara el churrasco del cadáver del
animal para el ''cementerio'' del vientre.



Si los animales pudiesen hablar, los
espiritas escucharían las más vehementes quejas y lamentos, pues les
censurarían la contra­dicción que manifiestan, dado que pregonan amor, ternura
y con­miseración, y al mismo tiempo les devoran sus carnes. "Probable­mente
Dios habría fracasado respecto a la creación de los elementos para nutrir a sus
hijos", es lo que piensan muchos que desean justificar su culpable examen
de conciencia; por eso echan mano del execrable recurso de criar conejos,
cabritos, cerdos, bueyes, carneros y aves, a fin de atender a las necesidades
humanas. No debe engañarse el hombre dotado de razón, que aún devora a sus
hermanos inferiores, transformando el estómago en cementerio, que lo natural es
la nutrición carnívora, cuando las hortalizas, legum­bres y los árboles repletos
de frutos le invitan a saciar su hambre con los elementos que hacen a su
perfecta nutrición.



Dice el codificador en su nota
personal, donde aclara la pregunta 182, del capítulo
IV, del '' Libro de los Espíritus'' y con
subtítulo, "Encarnación en Diferentes Mundos": "A medida que el
espíritu se purifica, el cuerpo que reviste se aproxima a la naturaleza
espiritista. La materia se hace menos densa, no se arrastra tan penosamente por
el suelo, las necesidades físicas son menos groseras y los seres vivientes no
tienen necesidad de des­truirse mutuamente para alimentarse". He ahí los
pensamientos del admirable Kardec, hace más de cien años, cuando aseguró que es
"inferior y grosero" que los espiritas se alimenten de sus her­manos
inferiores.17



Pregunta: ¿El poroto de soja suple en calorías a
la alimen­tación carnívora?



Ramatís: El poroto de soja, planta asiática de
la familia de las "leguminosas papilionáceas", por cada kilo
equivale, más o menos, a dos kilos de carne, o setenta huevos o doce litros de
leche. A pesar de ser una planta leguminosa, contiene una buena canti­dad de
gorduras, y debido a su reducida proporción de hidratos de carbono puede servir
de alimento para los diabéticos. Aunque no posea la cantidad de vitaminas
necesarias para el hombre, es una de las mejores fuentes de calorías; Sin
embargo, supera ven­tajosamente a la carne de vaca, que entrega de 1.800 a 1.900 calorías,
mientras que la soja alcanza a las 3.500 calorías. Ya sea en harina o en
aceite, el poroto de soja es uno de los más valiosos alimentos para el ser
humano.



Pregunta: ¿Qué personajes históricos conocemos
que fueron vegetarianos?



Ramatís: Fueron vegetarianos Gandhi, Cicerón,
Séneca, Pla­tón, Pitágoras, Apolonio de Tyana, Bernard Shaw, Epicuro, Hele­na
Blavatsky, Annie Besant, Bernardin Saint-Pierre, San Agus­tín, San Basilio el
Grande, San Francisco Javier, San Benito, Santo Domingo, Santa Teresa de Jesús,
San Alfonso M. de Liguori, San Ignacio de Loyola, San Francisco de Asís, Buda,
Krishna, Ramakrishna, Maharshi, San Juan Evangelista, los maestros y discípulos
Esenios y, especialmente, Jesús. Todos los trapenses teósofos, yogas e
innumerables adeptos a las sectas japonesas, que se alimentan de arroz, miel y
soja, e innumerables nombres que percibieron su desarmonía con las avanzadas
leyes del psiquismo al tener en su vientre un cementerio de vísceras del
hermano inferior.



Pregunta: Algunos hermanos en ideales nos dicen
que en la Biblia se encuentran referencias a la conveniente alimentación
vegetariana. ¿El hermano Ramatís nos podría dar alguna referen­cia al respecto?



Ramatís: En el Génesis, 1/29, consta: "Y
dijo Dios: Ved, que os he dado toda hierba que produce simiente sobre la
tierra; y todos los árboles, que tienen sobre sí misma la simiente de su
género, para que os sirvan de alimento". Génesis 2/9; "Y produjo el
Señor Dios de la tierra, todo árbol hermoso a la vista, y suave para comer''.
Génesis 3/18; '' Espinas y abrojo te producirá, y comerás la hierba de la
tierra''. En el Salmo 103/14, dice David: '' Que produces heno para las
bestias, y hierba para el servicio de los hombres". Pablo, en su Epístola
a los Romanos, 14/21, ad­vierte, "Bueno es no comer carne, ni beber vino,
ni cosa en que tu hermano halla tropiezo, o se lo escandaliza, o se le
enflaquece''. Existen otros pasajes en la Biblia que se refieren al vegetarianis­mo para el
hombre, los cuales fácilmente serán encontrados por quienes tengan el deseo de
mejorar su alimentación o estudiar, si se debe o no comer carne de los hermanos
inferiores, creados para cumplir con su ciclo evolutivo sobre la tierra.









17 Nota
del Médium:
Léase las obras
siguientes, que se refieren a los problemas del carnivorismo: Sabiduría
Antigua,
de Annie Besant, Cáp. "Pla­no Astral"; Terapéutica
Magnética,
de Alfonso Bue, Pág. 41; Misioneros de la Luz, por el espíritu de
André Luiz, Cáp.
IV; Entrenamiento
para la Muerte
del Hermano
X, de la obra Carta
y Crónicas,
por Chico Xavier; Fisiología del Alma, de Ramatís; Deporte,
Vegetarianismo y Salud,
de Olegario Ribeiro Candeias; Prismas de Jay
Mac, pág. 172.





TOMADO DEL LIBRO: LA VIDA HUMANA Y EL ESPIRITU INMORTAL











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