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De: Thenard (Mensaje original) |
Enviado: 14/05/2010 21:56 |
Nicolás Roerich
Las
olas
de inteligencia humana, fe humana y
religión son un verdadero océano de
esclarecimiento, a medida que marcamos su flujo
y reflujo. No es desalentador ver las recesiones
del espíritu humano porque al mismo tiempo, en
otra parte del mundo, podemos ver que el
espíritu asciende aún más y alcanza nuevas
cumbres de conocimiento. Por ello, si algo
muestra un retroceso en algún sido, sabemos que
al mismo tiempo, en otra parte, la misma
substancia ha conquistado nuevos espacios. Esta
es la verdadera espiral de la evolución.
Durante los últimos cuatro años y medio,
visitamos una cadena entera de países budistas;
admiramos la India con sus sitios sagrados, que
conmemoran los viajes personales del Santo Buda,
donde se han expandido los pensamientos más
elevados y las creaciones artísticas más
inspiradas. Visitamos Ceilán. Oímos los muchos
recuerdos bellos de Java y Bali. Sentimos
cuántos descubrimientos nuevos pueden hacerse
aún en estos sitios memorables, si Anuradhpura
está apenas explorado, entonces Sarnath — un
punto tan central — aún oculta numerosas
reliquias bajo sus montes intactos. Y las
escenas del nacimiento y la partida de Buda
todavía están sin explorar, en las junglas donde
las poderosas raíces envuelven cuidosamente los
tesoros.
Hemos visto Sikkim, tierra de héroes, tierra de
las nieves más bellas, donde se han exaltado
tantos espíritus aspirantes, donde tantas cuevas
y rocas están envueltas en recuerdos sagrados.
Pasamos
Cachemira, donde la tierra oculta numerosos
monumentos de las labores de los seguidores de
Ashoka. Nos regocijamos en Ladak con sus
notables leyendas, con su sagrado orgullo de ser
el patrimonio de Geser Khan, tantas veces
identificado como el Soberano de Shambhala.
Estudiamos las magníficas imágenes de Maitreya,
que otorgan su bendición a Ladak para un futuro
feliz. En Khotan, las arenas cubren los restos
del budismo, y sin embargo, en este sitio, se
encuentra el gran Suburgán antiguo, la esperanza
de todos los budistas; porque en este sitio una
misteriosa luz sobre el antiguo Stupa proclamará
la Era de Maitreya.
Cuando nos aproximamos a Yarkand y Kashgar
parecía que nos habíamos alejado de la ruta del
budismo. Pero precisamente en Kashgar se puede
ver el antiguo Stupa, que es comparable en
grandeza al construido por Ashoka en Sarnath. Y
en la misma región, rodeadas por las mezquitas y
cementerios musulmanes, se pueden ver las
entradas a las cuevas budistas, inaccesibles
como los nidos de águilas. Disfrutamos visitando
las extraordinarias cuevas-monasterios en la
región de Kuchar, antigua capital de los tokhars.
Aunque todas las reliquias han sido extraídas y
desperdigadas, el encanto de estas
construcciones permanece y sentimos que en
las
cuevas subterráneas se ocultan muchas más
reliquias, cubiertas por el cuidado del tiempo.
Karashahr, la Ciudad Negra, capital de los
kalmukos, donde el cáliz de Buda se conservó
después de dejar Peshawar, tiene muchas
evidencias del budismo. Aunque se trata de
lamaísmo — no budismo puro — se pueden sentir
los signos de la religión. Los kalmukos sueñan
con entregar alguna vez el cáliz del Santo. Se
puede oír la misma fe expresada en sus
monasterios nómadas, hechos de yurtas movibles,
al pie de las "Montañas Celestiales", Tíen Shan.
Los Montes Altai se han identificado con el
nombre de Buda. Se dice que el Santo, luego de
visitar Khotan, visitó los grandes Altai, donde
se yergue la sagrada Belukha. En Oirat, donde
los nómadas esperan la llegada de Buda, el
Burkhan Blanco, saben que el Santo Oirate ya
está viajando a través del mundo, anunciando el
gran Advenimiento.
La República de los Buriatos y las dos
Mongolias
ofrecen el material más notable de estudio.
Verificamos las leyendas acerca de que el
Soberano de Shambhala había visitado Erdeni-dzu
en el Orkhon y el monasterio de Narabanchi. En
todas partes, estas leyendas sobre las visitas
del pasado y del futuro Advenimiento, son de
fundamental importancia para la población.
En Ulan Bator Khoto, planean erigir un Dukhang
dedicado a Shambhala. La Provincia de Kansu, con
sus templos en las cuevas, indicativo de Tun
Huang, recuerda los días florecientes del
budismo. Algunas imágenes e inscripciones
inesperadas se encuentran en las rocas en los
alrededores de Nansham. Si bien Tsaidam no tiene
muchos monumentos budistas, los lamas de Tsaidam,
bajo la influencia del gran monasterio de Kumbum,
son cultos y veneran el nombre de Tsong kha pa.
En Bhutan, como hemos oído, el budismo — o más
bien el lamaísmo — está en manos de unos poco
lamas ilustrados. Es muy famosa la elevada
reputación de los estudiosos del budismo en
Birmania, China y especialmente en Japón.
Los detalles de las condiciones del budismo en
los países ya mencionados pueden resumirse por
separado pues el material es vasto. De momento,
es muy importante detallar las condiciones del
budismo en el Tíbet, pues muchos han considerado
el Tíbet como una ciudadela de budismo viviente.
Y muchos europeos sueñan con encontrar en el
Tíbet moderno las posibilidades de desenterrar
la verdadera enseñanza de Buda. Así, entramos en
el Tíbet, con las mejores esperanzas y las
mayores expectativas.
En el año 1923, como se sabe, el Tashi
Lama fue
obligado a abandonar el Tíbet. Las razones de
esta partida sin precedentes no están claras. Se
habla de desacuerdos entre él y su colega
soberano, el Dalai Lama. También se dice que el
Tashi Lama fue acusado por Lhasa debido a sus
atenciones con Occidente. También que Shigatse y
Tashi Lhumpo se vieron oprimidas con onerosos
impuestos, por orden de Lhasa. Se dice que en
las
antiguas profecías, esta partida inusual del
Tashi Lama estaba predicha. Y antes de su
partida, el Tashi Lama ordenó que se pintaran
frescos en sus habitaciones personales, con
temas simbólicos, que revelaran el itinerario
completo de su partida cercana. Este éxodo sin
precedentes sugiere muchas cosas que sólo
podemos conjeturar. En cualquier caso, el líder
espiritual del Tíbet ya no pudo soportar la
realidad de la presente situación de su país.
Con trescientos jinetes, el venerado Tashi Lama
escapó a través del salvaje e impenetrable
Chantang, perseguido por varios destacamentos
militares. Una numerosa hueste de abades y lamas
ilustrados de los monasterios siguieron al
enaltecido refugiado. Los detalles de la huida
de estos hombres dignos no carece de heroísmo.
El otrora célebre Tashi Lhumpo, monasterio
residencia del Tashi Lama, ahora está abandonado
e irreconocible. Y, privado de su líder
espiritual, el Tíbet se convirtió en presa de
las intrigas de los retrógrados partidos
lamaístas. Con su partida, el Tashi Lama reveló
un fuerte espíritu y una profunda penetración en
el momento actual del Tíbet. En diferentes
partes del Tíbet, las personas preguntan
trémulamente: "¿Regresará el Tashi Lama?" Es
difícil para ellas vivir sin su líder
espiritual, cuyo nombre está cubierto de una
sincera veneración.
Durante nuestra estancia en el Tíbet, al
cruzar
varias de las provincias de este país, desde el
extremo norte hasta el sur, conocimos personas
de diversos rangos, empezando por los altos
funcionarios, favoritos del Dalai Lama, y
terminando por los nómadas morenos y salvajes.
No pondré aquí mis conclusiones personales. Sólo
repetiré las abiertas declaraciones de los
tibetanos o mencionaré lo que personalmente he
visto. El lector puede sacar de ello sus propias
conclusiones acerca del estado de la religión en
el Tíbet.
El Tíbet se ha ganado la reputación de ser un
país de grandes alianzas religiosas, un país
donde todo está
asentado
sobre fundamentos religiosos. Examinemos si el
budismo realmente existe dentro del Tíbet o si,
en su lugar, encontramos allí conceptos más bien
complejos. En el Tíbet hay devotos seguidores
del verdadero Shanga espiritual establecido por
el Santo Buda. Como en sus días pasados, el
Tíbet es aún el marco de una intensa
investigación de la literatura y del
conocimiento de las fuerzas naturales.
Nos mostramos receptivos
ante las leyendas
excelsas y los cuentos fantásticos, pero la vida
es la vida y debemos tomarla con toda su
realidad, reconociendo su altura y su base. Si
encontramos que las personas supersticiosas se
aterrorizan con manifestaciones crudas, debemos
exponerlo, porque una enseñanza elevada nada
tiene que ver con el terror y la superstición.
Por lo que revelan los propios tibetanos, se
entiende que las enseñanzas elevadas de Buda, de
sus seguidores iluminados, de los Mahatmas,
tienen lugar, en general, fuera de los muros de
Lhasa.
Observemos varios retratos de la realidad
tibetana contemporánea entre los lamas de clase
baja. Yo seré el fotógrafo y usted, lector, el
juez:
He aquí, en esta realidad, algunos lamas, que en
sus sagrados rosarios calculan sus cuentas
comerciales, completamente concentrados en los
pensamientos de sus ganancias. ¿Acaso Buda
ordenó este uso de los objetos sagrados? Esta
costumbre sugiere la presencia de bajas
convenciones chamámicas. El agua hace girar las
ruedas de la plegaria. Se usan molinos y
máquinas de relojería en el mismo proceso
mecánico. De esta manera, los indolentes
peregrinos se ven liberados de todo gasto de
energía. ¡Gozan consigo mismos y todo funciona
para ellos! ¿Puede ser posible relacionar esto
con la alianza de Buda?
Algunos lamas denuncian la matanza de
animales;
pero los depósitos de los monasterios están
atestados con los cadáveres de carneros y yaks,
sacrificados para uso de los monjes. ¿Pero cómo
causar la muerte de los animales sin pecar? Otra
vez se conculca la ley de Buda con
circunloquios. Los animales escogidos como
víctimas son llevados hasta el borde las rocas
de modo que, al caer, mueren.
Es conocido que, en los
monasterios, muchas
veces los lamas de origen mongol son vistos con
gran importancia. Pedimos a un lama tibetano de
considerable rango que tratara con nosotros un
elevado tema metafísico, un tema que tendría que
haber sido muy familiar para él. El lama lo
evitó diciendo: "¡Pero un hombre no puede haber
leído todo!" Es extraño notar que los mongoles,
aun ahora, hacen peregrinajes al Tíbet, sin
darse cuenta de que sus potencialidades
espirituales son iguales a las de los tibétanos.
Incluso el número de caravanas comerciales que
viajan al Tíbet se ha vuelto insignificante.
Durante cinco meses, en la ruta principal del
comercio sólo vimos tres caravanas de éstas.
¡Se nos hacen ofertas variadas y extrañas! Un
lama se ofrece para detener las nubes antes de
una nevada y
derretir la nieve. Este prodigio meteorológico
se ofrece a un precio muy razonable: dos dólares
estadounidenses. Aceptamos. El lama sopla en una
flauta de hueso, exclamando sus palabras
mágicas. Es un hombre de negocios, y nos entrega
un ostentoso recibo por nuestros dos dólares. Lo
guardamos como una curiosidad única. No tiene
ninguna importancia que la nieve continúe
cayendo y haga aún más frío. El tántrico no se
desalienta. Coloca una especie de molino de
viento de papel sobre su tienda negra, y durante
toda la noche aúlla a través del cuerno hecho de
huesos humanos...
En la esquina de otra tienda se halla sentado
el
dueño, otro lama, que hace girar laboriosamente
su rueda de plegarias. Junto a otros productos
tiene apilados muchos objetos sagrados. De las
paredes cuelgan imágenes de Shambhala y Tsong
kha pa. Y en la esquina opuesta de un cuarto
contiguo hay grandes barriles llenos del vino
local hecho por el propio lama para intoxicar a
su gente. Las personas laicas y también los
lamas beben viciosamente. Hasta los niños
pequeños exigen dinero para whisky, de modo que
cualquiera podría pensar que el budismo
prescribe la intemperancia.
Ciertos lamas, que aceptan llevar
bultos en una
caravana, terminan arrojándolos en el camino,
exonerándose de su responsabilidad diciendo que
son lamas. Los mismos lamas afirman que Buda
prohibió el trabajo duro: la agricultura y la
excavación de las profundidades se la tierra.
Pero ésta es una calumnia inventada contra el
proprio Buda, quien envió a sus discípulos a
trabajar a los campos para ayudar a los
aldeanos. Tal y como se ha Indicado en las
antiguas escrituras, hasta un Bodhisattva debe
tener algún tipo de artesanía a mano. El Maestro
exaltó el trabajo; sin embargo, algunos lamas
incultos llegan a calumniar la labor y el
conocimiento.
Otro cuadro típico: un oficial respetado del
ejército tibetano, que persiguió al Tashi Lama
en 1923, aseguró a los extranjeros que los
budistas orientales beben y fuman. Repitió una y
otra vez que era un hombre religioso y nos
expresó su deseo de transferir a un monasterio
nuestra donación de treinta y cinco dólares. Más
tarde, tuvimos noticias de este monasterio y
supimos que el tal y verdadero lamaísta entregó
tan sólo diez dólares al monasterio,
guardándose para él los restantes veinticinco.
Cuando se vio denunciado, se negó simplemente a
enviar los veinticinco dólares al monasterio,
repitiendo una y otra vez que era un hombre
religioso.
Un lama diplomático, confidente especial del
Dalai Lama, se enfureció cuando se enteró de que
habíamos contribuido con cien narsangs para el
aceite de las lámparas de las imágenes de un
monasterio. Dijo: "Debéis saber que nuestros
monjes se apropiarán de vuestro dinero y que
nunca encenderán las lámparas de las imágenes.
Si deseáis que las imágenes sagradas sean
honradas con luces, debéis comprarme este aceite
sólo a mí".
Un lama con rango de abad dijo: "Nuestros monjes
son salvajes. Habéis visto algunos lamas en
Sikkim o Ladak, pero no creáis que nuestros
lamas tibetanos son como ellos". El mismo lama
nos advirtió que aquellos monjes nos
apedrearían.
Un lama se acerca a tu tienda y en tu propio
coche se pone a tocar un tambor hasta que le das
un puñado de sho (dinero tibetano). Pero después
de diez minutos, probablemente creyendo que ya
has olvidado su rostro, se quita una prenda de
su atuendo y con el mismo descaro vuelve sobre
ti y no te da descanso, de la misma manera que
tus sho no dan descanso a su piedad.
En el Tíbet central, en la
región de Shekar, se
te acercan varios lamas, sin plegarias, pero con
una palabra familiar a todo aquel que visita los
bazares. Para tu asombro, puedes distinguir con
mucha claridad la palabra del mendigo del bazar:
Bakshish (limosna). Esta palabra Bakshish, en
los labios de los lamas, te deprime. ¿De dónde
viene esta multitud de derrochadores y flojos?
Los lamas, incluso los pertenecientes a la secta
amarilla, se casan a veces. Pero dicen que si
sus servicios al Dalai Lama son valiosos,
entonces Su Santidad consiente en anularles su
matrimonio, llegando en ocasiones a darles
puestos elevados. Nos chocó oír que la gente
llama a su soberano el "monje virulento". Los
templos, la mayoría de las veces, huelen mal y
están sucios, y cerca de sus paredes se lleva a
cabo toda clase de trapícheos y sobornos. ¡Qué
aislados están los pocos individuos dignos, en
este mercado de la ignorancia! ¡Cuántos
monasterios yacen en ruinas; cuántas paredes
están desmoronándose! Sientes que estos antiguos
monasterios y castillos fueron construidos por
un pueblo muy diferente del actual tibetano. Los
antiguos reyes del Tíbet y el gran Dalai Lama
Quinto se distinguieron por su vasta energía de
la que el Pótala es testigo, la única estructura
imponente y significativa de todo el Tíbet.
¡Algunos otros retratos de la realidad! El
piadoso servidor del Dalai Lama cayó enfermo en
el camino y por compasión lo llevamos en nuestra
caravana. Con gran cuidado y con nuestros
irreemplazables medicamentos, lo trajimos hasta
el Tíbet. Pero aquí inmediatamente nos abandonó
y con "fervor" se dedicó a traicionarnos. ¿Qué
escritura del lamaísmo ha ordenado la traición?
Un general de rasgos principescos te invita a su
propio campamento, envía sus oficiales
especiales a buscarte, acepta tu regalo, se
inclina reverencialmente ante los objetos
sagrados y recita con fervor su rosario. Pero
después, su oficial de confianza comunica que el
general
ha
anunciado al gobierno que llegaste hasta su jefe
espontáneamente, imponiéndote sin haber sido
invitado.
El cacique de un gran pueblo pide permiso para
arrancar tres pelos de la barba de tu camello;
¡poseen un gran poder mágico! Y los coserá al
amuleto "lamaísta" que lleva en el pecho. La
cabeza de un camello muerto es un objeto muy
preciado en el Tíbet. Pagan hasta veinte nar-sangs
pues este objeto se necesita para predecir el
futuro.
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De: Thenard |
Enviado: 14/05/2010 21:57 |
Un lama, con aire de profundo misterio, te ofrece vender unas pildoras
que hacen milagros. Tienen gran poder y curan todas las enfermedades.
Cuando te ves ñoco convencido de la necesidad de esta compra, el lama te
informa, como la mayor de las recomendaciones, que la fórmula de estas
píldoras incluye los excrementos de Su Santidad o de algunos lamas
importantes.
Luego viene un habitante de Lhasa de aspecto piadoso, asistente de un
alto personaje, trayendo un amuleto para vender. Este amuleto garantiza
completamente una seguridad contra las balas. El amuleto tiene tanto
poder que el precio es nada menos que de trescientas rupias. Explica que
el amuleto está garantizado y bendecido por un alto lama. Como tiene
una garantía tan absoluta, sugieres que haga una demostración consigo
mismo. Pero el hombre religioso prefiere confinar su demostración a una
cabra, mientras sigue hablándote acerca del poder total del amuleto.
Cuando no aceptas que la cabra "sea el chivo expiatorio", el hombre de
Lhasa se aleja indignado.
Vimos muchos monasterios. Y también numerosos lamas negros, como el
carbón, de suciedad. Cuando se ven estos rostros y brazos negros y
brillantes como si estuvieran lustrados, que asoman entre sucios harapos
rojos, puede que se los asocie con muchas cosas, pero nunca con el
budismo. Parece imposible que puedan afirmar que Buda y Tsong kha pa
ordenaron esta absoluta suciedad.
Cerca de un mendag sagrado, medio cubierto con losas de inscripciones
sagradas, se extiende el cadáver en descomposición de un perro y las
mismas inscripciones sagradas están cubiertas de excrementos humanos.
Nunca hemos visto jamás tanta contaminación en stupas o mendangs. En
Sikkim o en Ladak hasta los monumentos más antiguos, aunque ya no se
usen, nunca se han visto tan profanados. Ningún extranjero ni forastero
está cerca de los monasterios tibétanos, de modo que se puede asegurar
que sólo algunos religiosos tibétanos son los responsables de un
sacrilegio semejante. Las inscripciones sagradas en las piedras son
arrojadas a los campos, desechadas. Muchos stupas y mendangs se han
convertido en ruinas.
Cerca de Lhasa existe un enorme lugar plano de piedra donde los
cadáveres son cortados en trozos y arrojados a las aves de rapiña, a los
perros y a los cerdos. Es una costumbre revolcarse desnudo sobre estos
restos de cadáveres para la conservación de la salud. Nadie puede
explicar de dónde proviene esta creencia tan extraña. Pero el buriato
Tsibikoff, en su libro que relata un peregrinaje al Tíbet, asegura a sus
lectores que Su Santidad, el Dalai Lama, ha llevado a cabo este absurdo
ritual, imitando a ciertos animales. Cito a Tsibikoff para esta
información, pues no puedo abusar de mi propia responsabilidad para
acusar al Dalai Lama de una acción tan poco budista. ¿Qué tiene esto que
ver con el budismo?
Entre las muchas cosas relacionadas con el pueblo, uno recuerda que aún
se practica la costumbre de la poliandria, y no sólo entre los
seguidores de la "fe negra", Bon po, sino también entre los seguidores
ortodoxos, Geluk-pa. Si se les pregunta si los libros antiguos indican
tales costumbres, las personas simplemente sonríen.
También se dice que la casa de estilo europeo construida por el Dalai
Lama, en su residencia de verano en Norbuling, ha sido demolida por
orden de Su Santidad y que en su lugar se está construyendo un palacio,
Potang, de estilo chino. Corre el rumor de que durante la edificación de
la casa europea, se llevaban a cabo ritos negros y que desde entonces
la fortuna ha abandonado el Tíbet. Uno oye muchas veces que la fortuna
abandonó el Tíbet en relación directa al peculiar comportamiento de los
funcionarios de Lhasa.
Pero no olvidemos que una parte considerable de la población pertenece a
la secta Bon po, a la "fe negra", que rechaza absolutamente a Buda, y
reclama un protector y guía completamente único. Consideran abiertamente
que todos los budistas son sus enemigos y reconocen al Dalai Lama sólo
como un soberano civil sin poder religioso. Estas personas son muy
agresivas y no permiten que los budistas y lamaístas entren en sus
templos. En sus rituales, todo es al contrario. Honran a algunos dioses
misteriosos de la svástica. Llevan a cabo rituales lamaístas de forma
invertida, pues no se consideran tibetanos y se aislan completamente de
Lhasa. Entre ellos, se practican el más bajo chamanismo, hechicería y
oscuros encantamientos. Podríamos imaginarnos en la Edad Media. Pero el
nombre de Buda no está protegido en Lhasa. Y los funcionarios de Lhasa
no protestan contra los conjuros antibudistas. Fuera de esta secta
numerosa, existe una cantidad de tribus salvajes con dialectos
especiales, a veces tan diferentes que no pueden comprenderse entre sí.
Los nómadas y los habitantes de los bosques, que practican el fetichismo
más ínfimo, ensucian las piedras de sacrificio con grasa, con la total
aquiescencia del gobierno de Lhasa. Adoran las flechas de piedra y
rinden honores a los amuletos más absurdos. Para mi asombro, vi a uno de
estos individuo con un amuleto alrededor del cuello que me dijo que el
propio Dalai Lama se lo había dado. No sacaré ninguna conclusión de
ello. La ignorancia de estas personas salvajes es simplemente
sorprendente.
De modo que, si eliminamos las condiciones dañinas e ignorantes, vemos
que algunas personas, muchas de las cuales están en ermitas alejadas,
mantienen en el Tíbet una reverencia consciente hacia las Enseñanzas más
elevadas. Los propios tibetanos dicen que la enseñanza iluminada de
Buda necesita purificarse en el Tíbet; hace falta someter a los lamas a
los exámenes más serios, y desterrar de los monasterios a los ignorantes
y flojos. Sólo entonces los lamas podrán rehacerse como maestros
elevados del pueblo.
¿Acaso el Dalai Lama, durante su gobierno inusualmente extenso, hizo
algún intento de purificar la enseñanza, obstaculizada por la
ignorancia? ¿Intentó restablecer en los monasterios la original y
austera disciplina Vinaya, para elevar la comprensión del trabajo y para
desterrar la superstición?
No hemos oído nada sobre tales intentos. La religión no puede
purificarse con el secreto ni con el temor, sino con acciones solemnes y
dignas. Por supuesto, no debemos olvidar que no es fácil para el Dalai
Lama hacer cualquier cosa por la religión. Si pensamos que una orden del
Dalai Lama más allá de los muros de Lhasa vale mucho, estamos
equivocados. Nosotros teníamos un pasaporte ostentoso, que todo lo
abarcaba, del gobierno del Dalai Lama; sin embargo, ante nuestros
mismísimos ojos, el pueblo se negó a cumplir con las órdenes de su
soberano. "No conocemos Devachung (el gobierno)", dijo el Anciano. Y los
funcionarios de diferentes dzongs sólo inventan métodos, cada uno a su
manera, para interpretar el texto del documento, en proporción a la
generosidad del regalo que insinúan con descaro. Hemos oído cómo
mensajeros enviados ante el Dalai Lama desaparecen en la ruta. Hemos
visto cómo las cartas dirigidas a Su Santidad son arrojadas, rotas, en
el camino. Hace muy poco, el gobierno de Lhasa puso en el mercado
objetos sagrados que habían pertenecido al Tashi Lama. Los antiguos y
raros Thankas y otras imágenes sagradas bendecidas por sumos sacerdotes
pasaron a manos de comerciantes. ¡Así trató el gobierno esta Bendición,
un gobierno que dice ser religioso! El Maharajah de Sikkim nos habló con
gran pesar acerca de este acto de barbarie.
Los principios de la vida están distorsionados. No fuimos nosotros, sino
los tibetanos, quienes destacaron esto. Comprenden que sin una relación
con otros países y al faltarle un fuerte espíritu propio, el Tíbet está
excluido de una evolución contemporánea. Es inconcebible imaginar con
cuánta frecuencia se han degenerado en el Tíbet los mandamientos de Buda
y de sus seguidores más cercanos. Recordamos las notables obras, llenas
de sabiduría vital, de Asvaghosha y Nagarjuna, los himnos del ermitaño
Milarepa y el canon de Atisha, y el gran Tshong kha pa, de Amdos. ¿Acaso
estos guardianes de la enseñanza hubieran permitido aquí demostraciones
impías? ¿Podrían haberse reconcialiado con estas mentiras, traiciones y
supersticiones, que han penetrado en muchas clases de personas, en
especial en la clase gobernante? Durante la Expedición Británica a Lhasa
en 1904, el Dr. Waddell en su libro relata cómo el gobierno tibetano
intimidió a los británicos fingiendo que cuarenta mil hombres de Kham
estaban impacientes por luchar y que el gobierno no podía detenerlos.
Este alarde parece muy característico en boca de algunos funcionarios
tibetanos. Sir Charles Bell, en su diccionario tibetano, ofrece frases
como "No mientas", "De nuevo, no mientas" y "No mientas, porque si lo
haces serás azotado".
En ocasiones, la exageración alcanza un punto tal que un documento de
los funcionarios tibetanos se refiere a una penosa choza de barro como
"un majestuoso palacio de nieve". El título del gobierno de Lhasa,
grabado hasta en las sho, las pobres monedas de cobre, proclama
jactanciosamente que el bendito gobierno es "victorioso en todas las
direcciones". En el fondo de tanto alarde yace la ignorancia,
acrecentada por el aislamiento del mundo entero. Los budistas de Ladak,
Sikkim y Mongolia, que se han acercado más al mundo exterior,
manifiestan un pensamiento mucho más esclarecido. La ignorancia da
origen a la jactancia; y el elogio de uno mismo, a la mentira ilimitada.
Cerca de sitios sagrados como Kapilavastu, Kushinagara, Bodhigaya y
Sarnath, donde pasó la vida el Santo, cerca de la India, con su gran
sabiduría védica, deberían existir sólo signos edificantes.
Aquellos lamas venerables que, en una iluminada vida de labor, siguen
las alianzas del Santo, no se darán por aludidos por lo que aquí se ha
dicho. Ello pertenece a los ignorantes y a los falsificadores dañinos.
Los mejores lamas dirán con nosotros, en nombre de la verdadera
enseñanza: "¡Vete, chamán! No has tomado parte en la evolución. ¡El
Bendito Buda te denunció, chamán! Levántate, discípulo iluminado de las
verdaderas alianzas, pues sólo tú puedes hacerte llamar un lama-maestro
del pueblo. Sólo a través del aprendizaje y la labor te darás cuenta de
lo que es el conocimiento, la verdad, la intrepidez y la compasión."
No sacaremos conclusiones generales. De hecho, siempre recordaremos con
especial alegría aquellas felices manifestaciones que vimos en el
camino. Sabemos muchas y buenas cosas acerca del Tashi Lama. Estoy
contento de expresar aquí cuánta reverencia rodea su nombre en Mongolia,
China y por todas partes. Recuerdo algunas personalidades magníficas
entre los altos lamas que siguieron al líder espiritual del Tíbet en su
huida. Recordamos el rostro simpático del abad de Spitug; el viejo abad
de Tashi-ding en Sikkim, una imagen medieval tallada; el lama mongol que
se ocupaba de la traducción del álgebra; el sincero e industrioso abad
de Gum; los gelongs y hábiles artistas de Tashi Lhumpo. Siempre
recordaremos con placer y satisfacción el espíritu exaltado de
Gesherinpoche de Chumbi. Pero todas estas buenas personas están lejos de
Lhasa. Con ellas nos encontraríamos, como hace muchos años, en
confianza y amistad, y hablaríamos en la paz del crepúsculo vespertino
de las montañas, sobre los temas más elevados.
La custodia de las alianzas de Buda impone una gran responsabilidad. En
la predicción del cercano advenimiento del iluminado Maitreya, podemos
ver los pasos hacia la evolución creativa. El gran concepto de Shambhala
nos obliga a una labor iluminada y a un amplio entendimiento. ¿Existe
un lugar, junto con este entendimiento exaltado para el chamanismo más
bajo y para los fetichismos? El temerario León-Shanghe luchó
incesantemente contra la superstición y la ignorancia. Habría expulsado a
todos los hipócritas de las posesiones que habían tomado para sí. La
esposa de David-Neel, que pasó varios años en el Tíbet, cerca de las
fronteras de este país, cita una profecía tibetana relacionada con la
purificación, expresando que pronto vendrá, de Lhasa, a partir de sus
elementos venenosos.
Tuvimos la ocasión de convencernos de que las masas populares mantienen
esta creencia, y de una manera peculiar pero terminante, se aislan del
gobierno de Lhasa. Los Hor, tribus de las mesetas tibetanas, nos
pidieron que no les confundiéramos con los tibetanos de Lhasa. El pueblo
de Amdon y los habitantes de Kham siempre enfatizan su diferencia con
los habitantes de Lhasa. Y por supuesto, los Mishimi y todas las clases
de tribus salvajes y de los bosques se creen completamente libres de
cualquier influencia de Lhasa. Todos estos pueblos, fuera de
Lhasa,hablan muy abiertamente en contra de los funcionarios de esta
ciudad. Citan la profecía de que un nuevo soberano de Shambhala, con
innumerables guerreros, vendrá a derrotar y a establecer la justicia en
la ciudadela de Lhasa. A través de las mismas personas nos enteramos de
que según la profecía que se originó en el monasterio Tanjyeling, el
actual Dalai Lama se llama el decimotercero y último. En algunos
monasterios también se originaron las profecías de que la verdadera
enseñanza se irá del Tíbet y regresará nuevamente a Bodhigaya, donde se
originó.
El Tíbet se llama a sí mismo la herencia de Buda y el guardián de la
verdadera enseñanza. Así, la responsabilidad aceptada es grande. El
aislamiento y la ignorancia han creado un falso concepto: algunos de los
tibetanos odian a los chinos; miran con desprecio a los habitantes de
Ladak, Sikkim y Bhután. Los tibetanos temen a los ingleses y a los
rusos. No confían en los japoneses y no permiten que los budistas
japoneses cultos entren en su país. Vuelven la espalda a los musulmanes;
llaman bueyes a los buriatos; tratan a los kalmukos con arrogancia.
Consideran que los mongoles son sus esclavos. Odian a los Hinayana de
Birmania y Ceilán. De esta manera, percibimos una extraña mezcla de
odios humanos, que nada tienen en común con la enseñanza pacífica y
global de Buda. Esta ignorancia fuerza a los tibetanos a una aparente
hipocresía, pues si bien desprecian a todos los vecinos y a todo el
mundo, no están en contra de usar para su beneficio cualquiera de las
nacionalidades enumeradas. La luz eléctrica y la maquinaria moderna
están temporalmente prohibidas en Lhasa, pero a algunos tibetanos les
gusta mucho recibir como regalos todos los productos occidentales.
Bajo tales circunstancias, las poblaciones ya no pueden seguir
soportando. Se están suscitando rebeliones. Litang y Batang, las partes
más fértiles del Tíbet oriental, están otra vez ocupadas por los chinos.
En el otoño de 1927, hubo desacuerdos con los norteños de Horpa. En la
actualidad, hay una sublevación en el Tíbet oriental. Se dice que el
gobernador y quinientos soldados fueron asesinados. Algunos tibetanos
nos dijeron que varios lamas dirigen la rebelión. La flecha de la guerra
— este signo peculiar de la movilización — envuelta en seda roja,
siguió nuestra caravana durante varios días. Aun en un caso tan
especial, la población no acudió en ayuda del gobierno de Lhasa con
diligencia. En lugar de enviar un jinete especialmente despachado,
prefirieron enviar este mensaje urgente en los yaks de la caravana de un
extraño que recorría alrededor de veinte kilómetros por día. La
poderosa guarnición de Shigatse se trasladó, y en la frontera nepalesa,
desde Tingri, la mitad de los puestos han sido tomados.
Obtener pruebas de las verdaderas condiciones reinantes en el Tíbet
dependía, por supuesto, de un conocimiento personal del idioma. No es
posible, a través de intérpretes locales, acercarse al sensible y
complejo aparato de estratos religiosos. Pero fuimos afortunados en
estas circunstancias y, por lo tanto, podemos hablar de la realidad del
Tíbet: mi hijo, George, ha dominado la lengua tibetana de tal manera
que, según los propios tibetanos, está en segundo lugar después de Sir
Charles Bell, a quien consideran una autoridad en su lengua. En esta
forma de relación personal con la gente, en contacto verdadero con la
vida, conocimos la verdad sin adornos.
Es mi costumbre examinar todas las circunstancias con ojo tolerante.
Reuní con complacencia todo lo que pude encontrar en Sikkim, Ladak y
Mongolia que mereciera la pena. Cuando se rebajan las grandes enseñanzas
y se corrompe la filosofía pura, uno debería afirmarlo con todajusticia
y franqueza. No hablo con el fin de atacar a los tibetanos. Sé que los
mejores tibetanos admitirán que lo que aquí se relata es la verdad y es
útil para encarar el rejuvenecimiento del Tíbet.
Ciertamente, como en todos los países, en el Tíbet viven dos
conciencias: una iluminada, en evolución; la otra, oscura, llena de
prejuicios, hostil a la luz. Pero nosotros, como amigos, por supuesto
deseamos que la primera prevalezca y que esta luz conduzca el país hacia
los pasos de los bellos mandamientos para la mejora de la vida
espiritual. Delante de mí hay una imagen exquisita del Dalai Lama
Quinto. Recordemos otra vez que este constructor pudo levantar el país
hasta las altas páginas de la historia y del progreso. El Estado
necesitó tanto de él que hasta su muerte fue temporalmente ocultada.
Precisamente ahora en el Tíbet hace falta una conciencia similar,
iluminada y constructiva, para fortalecer las elevadas tradiciones del
pasado para la felicidad del futuro. Podemos afirmar que, interiormente,
los tibetanos están abiertos a un rejuvenecimiento espiritual.
Previendo el futuro, Buda dijo: "La enseñanza es como una llama de la
antorcha que enciende numerosos fuegos; éstos pueden usarse para
preparar alimentos o para desvanecer la oscuridad. Pero la llama de la
antorcha permancece encendida, sin cambiar" (Sutra 42).
Ahora, en Ladak y Sikkim, los lamas iluminados erigen grandes imágenes
de Maitreya como símbolo de la cercanía del nuevo mundo; ellos — los
solitarios — comprenden cuánta purificación y resurrección deben
lograrse sin tardanza. Estas aún pueden acompañar las palabras: "Que la
luz sea tan firme como inquebrantable; victoriosa como el estandarte del
Maestro; poderosa como un águila, y que dure eternamente."
Kampa Dzong, 19 de Mayo, 1928
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