LO QUE LOS BUDISTAS CREEN
El presente artículo de Narada Maha Thera es la traducción inglesa del
artículo “What Buddhists Believe” publicado en The Maha Bodhi (Calcuta),
vol. 77, núms. 4-5 (1969), pp. 115-118.
Los budistas creen en las posibilidades creativas, latentes del hombre
tal como son reveladas por la vida excepcional del Buda Gotama, el
fundador del sistema moral y filosófico conocido popularmente como
Budismo. El hecho de que la budeidad, o ese estado supremo de perfección
e iluminación, esté latente en todos, sirve como un gran incentivo para
los individuos dispuestos al autosacrificio, compasivos y dedicados a
servir a otros y a perfeccionarse a sí mismos.
El hombre es una máquina poderosa que, a diferencia de los artefactos
mecánicos ordinarios, es muy simple en su inicio y extremadamente
compleja en su final. En esta compleja maquinaria que es el hombre, el
factor más importante es la mente invisible, cualquiera que sea su
origen.
Es la mente la que eleva al hombre a un pedestal sobrehumano o lo
degrada a un nivel infrahumano. Al igual que la electricidad, la mente
es una fuerza poderosa, al mismo tiempo constructiva y destructiva. Es
el enemigo más cruel y el amigo más grande del hombre. Los budistas
creen que esta mente poderosa es la creadora y destructora del hombre, y
el arquitecto del propio destino. Es esta mente poderosa la que crea el
cielo y el infierno sobre la tierra, y en esta mente invisible se
encuentran el gusano, el bruto, el hombre, el superhombre y el dios. De
hecho, el hombre es un mundo en sí mismo.
La razón no inspira a los budistas a creer en un creador arbitrario que
controla el destino del hombre y que recompensa y castiga al hombre por
hacer o no hacer su voluntad sobre la tierra. Los budistas no están
convencidos de la omnipresencia, omnipotencia, omnisciencia de un Dios
todopoderoso por encima del hombre, a quien éste debería temer, obedecer
y amar.
Tal como afirma Voltaire, “ Dios es la creación más noble del hombre”.
El consejo de Buda a sus seguidores es no temer a nadie y no inspirar
miedo a nadie. Este es un principio budista que debería ser cultivado en
este mundo que incita a la guerra, donde la cosa más preciosa -la vida-
es sacrificada en el altar de la fuerza bruta y donde los armamentos
están creando miedo, recelo y odio.
Se espera que los budistas desarrollen esa dulce virtud de una bondad
amorosa hacia todo, sin que importe la casta, el credo, el color o el
sexo. ¡Cuan felices seríamos si todos pudiéramos vivir como ciudadanos
de un mundo sin ningún sentimiento de separación! Un mundo fundado en el
amor y la razón, que una el conocimiento científico de occidente con la
sabiduría de Oriente debería ser deseado por todos los hombres y
mujeres de principios elevados.
Los budistas no tiene fe en las plegarias para pedir o interceder, sino
creen en la importancia del autoesfuerzo y en la eficacia de la
meditación que está orientada hacia la autoconquista, el autocontrol, la
autopurificación y la iluminación. “La meditación no es un sueño
silencioso ni un esfuerzo enérgico”. Ella sirve como un tónico para el
corazón y la mente.
Los budistas no creen en las recompensas y los castigos dados por un ser
superior, sino creen que el hombre cosecha lo que ha sembrado, y que lo
que siembra lo cosechara en alguna parte, alguna vez. Saben que al
hombre no le sucede nada que éste no merezca por una razón u otra. El
dolor o la felicidad que experimenta el hombre son el resultado
inevitable de su propio hacer. Esto los conduce a creer en la doctrina
del kamma (en Pali, karma, o karman en Sánscrito), la ley budista de la
causalidad moral y de la responsabilidad individual. El kamma, que
algunos interpretan como “influencia de la acción”, es en sí mismo una
ley que actúa en su propio campo sin la intervención de un agente
gobernante que sea independiente y externo. No es ni fatalismo ni
predestinación impuestos sobre nosotros por algún misterioso poder
desconocido al cual debamos someternos ineludiblemente.
Esta ley del kamma explica el problema del sufrimiento, el misterio del
destino y la predestinación de algunas religiones, el problema de los
niños prodigio y, por sobre todo, la desigualdad de la humanidad. Esta
creencia en el kamma les da a los budistas consuelo, esperanza,
autoconfianza y valor moral. Ella “Convalida su esfuerzo, aviva su
entusiasmo”, y los hace siempre amables, tolerantes y considerados,
porque comprenden que ningún ser humano es enteramente bueno ni
enteramente malo.
Kamma, o la acción causada por la ignorancia y el apego -dice Buda-
condiciona el renacer. Las acciones presentes, en combinación con las
acciones pasadas, condicionan el futuro. El presente es hijo del pasado
y, a su vez, se transforma en padre del futuro. En otro sentido, somos
lo que fuimos, seremos lo que somos. En otro sentido, no somos lo que
fuimos, no seremos lo que somos. Por ejemplo: un criminal de hoy podría
ser un santo mañana, una persona virtuosa de hoy, debido a la debilidad
humana o impelida por las circunstancias, podría ser mañana un criminal.
Los budistas no creen que el presente sea la única vida entre dos
eternidades de miseria y felicidad; ni tampoco creen que este flujo de
vida presente sea completamente aniquilado después de la muerte. Los
budistas creen que “el hombre no es más que uno de un número indefinido
de estados de ser y que esta vida terrestre no es más que un episodio
entre muchos otros”. Hay que admitir que esta doctrina de la
reencarnación no puede ser ni probada ni descartada experimentalmente,
pero se acepta como un hecho verificable por las evidencias.
El nacimiento significa el surgimiento de fenómenos psicofísicos. El
renacimiento, por lo tanto, significa sus surgimientos repetidos. Esta
doctrina del kamma y de la reencarnación explica el surgimiento de
genios y niños prodigio, las diferencias entre niños de la misma
familia, las capacidades especiales en los hombres debido a sus
tendencias prenatales, los gustos y rechazos instintivos a primera
vista, las muertes prematuras, el surgimiento de grandes religiosos como
Buda, que poseen características físicas, mentales e intelectuales
incomparables.
Si postulamos una vida pasada, presente y futura, entonces nos
enfrentamos al mismo tiempo con el misterioso problema ya mencionado.
“¿Cuál es el origen último de la vida? ”.
Una escuela, en su intento por resolver el problema, plantea una causa
primera, ya sea como una fuerza cósmica o como un ser todopoderoso. Otra
escuela niega una causa primera, pues según la experiencia común, la
causa siempre se transforma en los efectos y los efectos se transforman
en la causa.
En una cadena de causa y efecto, la causa primera es inconcebible. De
acuerdo a la primera escuela, la vida ha tenido un comienzo; mientras
que de acuerdo a la segunda escuela, la vida carece de principio.
La ciencia moderna, al confinarse a los datos sensoriales, enfrenta el
problema y nos dice que somos el producto directo de las células del
esperma y del óvulo suministrados por nuestros padres. Pero la ciencia
no da una explicación satisfactoria respecto del desarrollo de la mente,
la cual es infinitamente más importante que la maquinaria del cuerpo
material del hombre. Los científicos, mientras que afirman que omne
vivum ex vivo, “toda vida proviene de vida”, sostienen que la mente y la
vida evolucionaron de lo carente de vida.
Algunos sistemas religiosos afirman que el alma (una esencia del hombre
asumida como un hecho) brota de Dios, y que los padres sólo proporcionan
las groseras vestiduras del alma. Desde el punto de vista científico,
somos absolutamente nacidos de nuestros padres; como tal, la vida
precede a la vida. En lo que respecta al origen del primer protoplasma
de vida o “coloide” (como queramos llamarlo), los científicos alegan su
ignorancia.
Según el Budismo, nacimos de la matriz de la acción (kamma-yoni). Los
padres simplemente nos proporcionan un fundamento material; como tal, el
ser precede al ser. En el momento de la concepción, es kamma, o la
acción pasada, quien condiciona la conciencia inicial que vitaliza al
feto. Es esta energía kámmica invisible, generada del nacimiento pasado,
la que produce los fenómenos mentales y el fenómeno de la vida en un
fenómeno físico ya existente, para completar así el trío que constituye
al hombre.
Respecto del origen último de la vida, Buda declara positivamente: “Sin
fin cognoscible, es este ‘continuo vagar’ (Samsara). No se puede
percibir un primer comienzo de los seres que, obstaculizados por la
ignorancia y encadenados por el deseo, vagan y deambulan en él”.
Esta corriente de vida fluye ad infinitum, mientras la alimenten las
enlodadas aguas de la ignorancia y del deseo. Cuando estos dos son
completamente detenidos, sólo entonces la corriente de vida deja de
fluir; el renacer termina, como en el caso de los Budas y los Arhants.
No es posible determinar un comienzo último de esta corriente de vida,
pues no se puede percibir una etapa en que esta fuerza de vida no
estuviera acompañada por la ignorancia y el deseo. Buda se ha referido
aquí simplemente al comienzo de la corriente de vida de los seres
vivientes. A los científicos les corresponde especular sobre el origen y
la evolución del universo.
La doctrina budista del renacer debería ser diferenciada de las
doctrinas de la trasmigración y la reencarnación de otras religiones,
puesto que el Budismo niega la existencia de un alma permanente o de una
entidad inmodificable que transmigra de una vida a la otra. Para
justificar la existencia de la felicidad sin fin en un cielo eterno, es
necesaria un alma inmortal.
El Budismo, con su análisis, reduce al ser vivo a mente y materia, que
están en un estado de flujo constante, sin permanecer iguales dos
momentos consecutivos. Todo el proceso de estos fenómenos psicofísicos,
que constantemente surgen y perecen, es a veces denominado por Buda, en
términos convencionales, el Sí mismo, o atta; pero lo así denominado es
un proceso y no una identidad. El Budismo enseña una psicología sin
psique.
El Budismo no niega por completo la existencia de una personalidad en el
sentido empírico. Niega, en un sentido último, un ser idéntico o una
entidad permanente, pero no niega una continuidad en proceso. Este
ininterrumpido flujo de vida dinámico o continuidad de los fenómenos
psicofísicos condicionados por el kamma, carente de un origen
perceptible en el pasado sin comienzo y de un fin a su continuidad en el
futuro -con la única excepción del fin que puede procurarle el Noble
Óctuple Camino- es el sustituto budista para el ego permanente o el alma
eterna en otros sistemas religiosos.
Los budistas creen en el Noble Óctuple Camino, que consiste en Correcta
Comprensión, Correctos Pensamientos, Correcta Palabra, Correcta Acción,
Correcta Forma de Vida, Correcto Esfuerzo, Correcta Atención y Correcta
Concentración, como el único Camino Medio para liberarse de los males a
los que todos estamos sujetos en el curso del “Vagar por la vida”.
Este Camino del Medio no es ni un camino metafísico ni un camino
ritualista; ni dogmatismo ni escepticismo; ni autoindulgencia ni
automortificación; ni eternalismo ni nihilismo; ni pesimismo ni
optimismo; y no es ni absolutamente de este mundo ni del otro mundo. No
es pesimismo ni optimismo, sino realismo. Es un camino de iluminación,
un medio de liberación del sufrimiento.
El Budismo no intenta racionalizar el sufrimiento, pero lo acepta como
un hecho y trata de buscar la causa, para erradicarlo.
Con una confianza perfecta, los budistas siguen este camino único de
vida practicado y enseñado por Buda, para alcanzar su meta última,
Nibbana (en pali = Nirvana en sánscrito), que se puede alcanzar en esta
vida misma.
Desde un punto de vista ético, Nibbana es la total destrucción del
apego, la malevolencia y la ignorancia. Psicológicamente, es la total
eliminación del llamado “YO” o egoísmo; metafísicamente, es la cesación
del devenir o la aniquilación del sufrimiento.
NARADA MAHA THERA
Traducción de Mariela Álvarez
(Artículo extraído de la Revista de Estudios Budistas
Año II núm. 3 Abril 1992 a septiembre 1992)
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