El círculo de Mahamudra
El sexo contiene grandes secretos y el primero de ellos es —si meditas
lo verás— que la alegría se produce porque el sexo desaparece. Y cuando
estás en ese momento de alegría, el tiempo también desaparece —si
meditas sobre ello—, la mente también desaparece. Y estas son las
cualidades de la meditación. Mi propia observación es que el primer
vislumbre de la meditación en el mundo debe haber ocurrido a través del
sexo; no hay otro modo. La meditación debe haber entrado en la vida a
través del sexo, porque es el fenómeno más meditativo... si lo
entiendes, si entras profundamente en él, si no lo usas como una droga.
Entonces, poco a poco, a medida que crece la comprensión, que disminuye
el anhelo, llega un día de libertad en el que el sexo ya no te persigue.
Entonces uno está tranquilo, silencioso, es totalmente él mismo. La
necesidad del otro ha desaparecido. Uno puede seguir haciendo el amor si
así lo elige, pero no lo necesita. Entonces será una forma de
compartir.
Cuando dos amantes están un profundo orgasmo sexual, se funden
mutuamente; entonces la mujer ya no es la mujer, el hombre ya no es el
hombre. Son como el círculo de yin y yang, contactando uno con otro,
encontrándose en el otro, fundiéndose, sus identidades quedan olvidadas.
Por eso el amor es tan hermoso. Este estado se llama mudra; este estado
de profundo orgasmo se llama mudra. Y el estado final de orgasmo con la
totalidad se llama Mahamudra, el gran orgasmo.
Orgasmo es un estado en el que dejas de sentir tu cuerpo como materia;
vibra como energía, electricidad. Vibra tan profundamente, desde la base
misma, que olvidas completamente que es algo material. Se convierte en
un fenómeno eléctrico, y es un fenómeno eléctrico. Ahora los físicos
dicen que no hay materia, que la materia sólo es apariencia; en el
fondo, lo que existe es electricidad, no materia. En el orgasmo, llegas a
esa capa más profunda de tu cuerpo donde la materia deja de existir,
sólo hay olas de energía; te conviertes en energía danzante, vibrante.
Ya no sientes los límites, son pulsantes, ya no son sustanciales. Y tu
amada también pulsa.
Y poco a poco, si las dos personas se aman y se rinden una a la otra, se
rinden a ese momento de pulsación, de vibración, de ser energía, y no
tienen miedo... Porque cuando tu cuerpo pierde los límites es como la
muerte, el cuerpo se convierte en algo vaporoso, el cuerpo evapora la
sustancialidad y sólo queda la energía, un ritmo sutil, pero tú te
sientes como si no fueras. Uno sólo puede entrar en ello con profundo
amor.
El amor es como la muerte: mueres en lo relativo a tu imagen, mueres al
pensamiento de que eres un cuerpo; mueres como cuerpo y evolucionas como
energía, energía vital. Y cuando los esposos, o los amantes o
compañeros, comienzan a vibrar siguiendo un ritmo, los latidos de sus
corazones y sus cuerpos se juntan, se produce una armonía: entonces
ocurre el orgasmo y dejan de ser dos. Este es el símbolo del yin y del
yang: el yin entra en el yang, el yang entra en el yin; el hombre entra
en la mujer, la mujer entra en el hombre. Ahora son un círculo y vibran
al mismo tiempo, pulsan juntos. Sus corazones ya no están separados, sus
latidos ya no están separados; se han convertido en una melodía, en una
armonía.
Es la mejor música posible; todas las demás músicas sólo son nimiedades,
sombras, comparadas con ésta. Esta vibración de dos como uno es el
orgasmo. Cuando esto mismo ocurre, no con otra persona, sino con toda la
existencia, entonces es Mahamudra, entonces es el gran orgasmo.
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