TERAPIA MOLECULAR DE VIBRACIÓN ELECTROMAGNÉTICA
FUNDAMENTOS CIENTÍFICOS Y PRINCIPIOS DE FUNCIONAMIENTO
El cuerpo humano como estructura electromagnética.
La vida como seres humanos se hace manifiesta en nuestro mundo a través de un cuerpo físico. Dicho de otra forma, existimos en nuestro mundo porque poseemos un cuerpo.
Ahora bien, nuestro cuerpo posee un peso especifico, posee gravedad, que es la consecuencia de la atracción que hace nuestro mundo sobre él, que a su vez tiene su propio gran cuerpo planetario.
Ambos tenemos, por lo tanto, una serie de ejes o diámetros llamados paralelos y meridianos, que determinan puntos o extremos polares – norte y sur; además, puntos o líneas centrales llamadas líneas o centros de equilibrio.
Así, nuestro cuerpo humano puede dividirse en mitades derecha e izquierda, anterior y posterior y superior e inferior.
Estas dos ultimas determinan nuestros polos norte/sur: El encéfalo (cerebro y cerebelo), contenidas dentro de la bóveda craneana, constituyen el primero de ellos: el norte. La región sacro-coccígea, articulada perfectamente dentro del bacinete pélvico, comprenden el segundo: el polo sur.
El punto medio o de equilibrio se configura más o menos en correspondencia con la cintura, cercano al ombligo.
Ambos cuerpos, planeta y organismo, interactúan entre si porque sus polos establecen una relación de equilibrio a través de sus fuerzas, no solamente gravitacionales, sino electromagnéticas.
Valga decir: tanto el globo terráqueo, como nosotros, somos imanes que se atraen o repelen mutuamente según la orientación que tengamos el uno respecto del otro.
Sabemos perfectamente que las fuerzas magnéticas del planeta circulan en dirección norte-sur (descendente) cuando se mueven sobre su superficie, creando así la ionosfera.
Y lo hacen en sentido sur-norte (ascendente) cuando cruzan su eje medio interno.
Tomado de
http://orion.ph.utexas.edu/~windmi/Dichas fuerzas se originan en la enorme masa de materiales férricos y ferrosos que alberga la Tierra en su estructura.
Dicho de manera más simple: nuestro planeta es magnético porque es una gran masa de hierro, pero también es eléctrico, porque es un gran depósito de agua y sales: el mar.
Por su parte, nuestros cuerpos son exactamente eso: un sesenta por ciento de su peso esta representado en agua y sales de sodio, cloro, potasio y otros, mientras el peso restante lo aportan compuestos orgánicos a base de carbono y estructuras inorgánicas como sales de calcio, fósforo, el propio hierro y muchos más.
Somos así, un pequeño cuerpo terráqueo conformado por los mismos elementos de los cuales se compone nuestro planeta y por tanto capaces de crear fuerzas eléctricas, magnéticas y electromagnéticas que interactúan con las suyas.
Es fácil concluir por tanto, que tenemos con nuestro planeta, en un cierto sentido, una estrecha relación “metálica” que se rige por las leyes físicas de la conducción eléctrica y de la atracción o repulsión magnética: somos imanes que intercambiamos fuerzas y energías magnéticas y eléctricas con él; nos atrae o nos repele según como estén situados nuestros polos ante los suyos.
Somos sinérgicos o antagónicos con sus fuerzas; nos impulsa o nos frena según la orientación entre ambos y por lo tanto, vivimos “alineados” o “desalineados” en su superficie.
Por lo tanto, nosotros estamos “polarizados o despolarizados” con relación a los ejes electromagnéticos de nuestro mundo según como se encuentren orientados nuestros propios campos magnéticos con relación a los suyos.
Átomos y moléculas: Origen de nuestra naturaleza electromagnética
La vida se origina en nuestro planeta luego de que enormes cantidades de polvo cósmico cargadas de átomos y moléculas provenientes del espacio interestelar fueron depositadas en los mares de un planeta recién formado.
En forma de compuestos de hidrogeno, agua, formaldehído y amonio, millones de moléculas irradiadas por luz, rayos cósmicos, ultravioleta, infrarrojos y otros, se mezclaron en su superficie creando una especie de “caldo de cultivo” que fue cocido por las altas temperaturas de un planeta apenas en enfriamiento, en un proceso que tomó millones de años.
A medida que estas moléculas primordiales de vida interactuaron entre si, generaron una serie de reacciones químicas que produjeron moléculas más complejas.
Estas moléculas más grandes se convirtieron a la postre en los primeros “bloques de construcción” de las formas más primitivas de vida.
Ayudadas por la introducción del borato en la mezcla primaria, las moléculas provenientes del espacio exterior reaccionaron para formar la ribosa, un tipo de azúcar con cinco átomos de carbono y a una serie de estructuras moleculares aun más complejas, llamados nucleótidos: adenina (A), güanina (G), citosina (C) y uracilo (U) que son el “alfabeto genético” de una sustancia llamada el RNA, o acido ribonucleico.
La aparición de una molécula a base de carbono trajo como consecuencia la formación de materia orgánica capaz de asociarse para formar “organismos” vivos: Algunas formas de RNA adquirieron la capacidad de autorreplicarse y por lo tanto de multiplicar exponencialmente su cantidad hasta que alguna de ellas, en sus mezclas, dieron origen al material constituyente del ADN, la molécula de la vida por excelencia.
Con el ADN apareció la herencia de la vida: la capacidad de traspasar la información y el “conocimiento molecular” a su generación siguiente, garantizando así la continuidad del proceso.
Luego, estas moléculas orgánicas adquirieron la propiedad de sintetizar otra nuevas hasta que lograron construir una barrera o membrana que las separaba del medio externo y les permitía una interacción selectiva con él.
Así se formaron los primeros organismos vivos individuales, la primera forma de vida independiente y autorreplicativa: la célula.
Tomado de
http://www.harcourtschool.com/glossary/science/define_spn/gr5/cell_...Fue cuestión de tiempo para que muchas células se asociaran formando organismos de mayor tamaño y complejidad que a su vez fueron creando tejidos hechos de células que se fueron diferenciando y especializando en funciones especificas, como el manejo del agua y las sales, tejidos contráctiles o estructurales, tejidos de soporte o tejidos de conducción eléctrica.
Surgieron entonces, los órganos como el sistema nervioso, el músculo esquelético o cardíaco, el tejido renal y hepático, el hueso, etc.
Aparecieron, según el camino evolutivo, los reinos vegetal y animal con sus diferentes especies, familias y ordenes.
Somos por consiguiente, en lo que respecta a nuestra estructura física corporal, una gran masa de células organizadas en órganos y sistemas, muy diferentes entre sí.
Pero, todas ellas, no importa su clase, su forma ni su función y ni siquiera la forma de vida que la contiene, bacteriana, vegetal o animal, están hechas de las mismas moléculas que a su vez se originan de la mezcla de la misma clase de átomos.
Todas las formas de vida comparten la misma estructura molecular y todas las formas de materia existente, viva o inerte, pertenezcan ellas a un vegetal, a un humano, a un planeta, a un cometa o a una estrella, estamos hechos de los mismos átomos y por tanto regidos por las mismas leyes físicas y químicas que determinan su comportamiento y su interacción.
El punto que nos interesa de todo ello es que, siendo nosotros estructuras atómicas y moleculares, en lo que respecta a nuestro cuerpo físico, estamos sujetos a las fuerzas que gobiernan el comportamiento de éstos en el universo: fuerzas gravitatorias, fuerzas de interacción nuclear fuerte y débil y fuerzas electromagnéticas.
Así es fácil comprender por lo tanto, por qué nuestro organismo genera corrientes eléctricas que son medibles (por Ej., Durante un electrocardiograma, un electroencefalograma, un potencial o voltaje superficial de la piel, etc.); así, entendemos porque poseemos “gravedad” y por qué estamos amarrados a la superficie de nuestro mundo, por ella.
Y así es fácil concluir que los campos eléctricos, magnéticos, gravitacionales; las energías y fuerzas atómicas, acústicas, lumínicas y vibracionales nos pueden afectar, mejorando o debilitando las propias nuestras.
En conclusión, somos una masa conforma de átomos y moléculas que posee mente, pensamiento y conciencia de vida y que comparte los mismos elementos que construyen todo el universo y por tanto interactuamos con sus fuerzas y con él, a través de ellas.
La célula: asiento de la enfermedad.
La materia inerte no se enferma.
Se enferman los árboles, los animales y los humanos, pero un átomo o una molécula nunca se enferman.
La enfermedad es propia de los organismos vivos.
¿Dónde radica, entonces, el origen de la enfermedad?
En el nivel celular.
Los átomos y las moléculas en si mismas no poseen algo llamado una mala salud, pero una inadecuada interacción al interior de las células donde están formando parte de membranas, núcleo, fábricas de proteínas, etc., sí crean en ellas un proceso de malfuncionamiento que llamamos enfermedad.
Cuando en una célula se alteran los mecanismos de transporte de iones (átomos con carga), de moléculas o de electrones a través de sus membranas, se crea un desequilibrio interno que en último término conlleva a la parálisis de sus funciones, de su intercambio con el medio externo (ingreso de agua y sales), de la fabricación de moléculas de autorreparación (que reemplazan secciones dañadas de su estructura) y de replicación (ADN) y le sobreviene la muerte.
Cuando eso sucede en una escala de miles o millones, con muchas células debilitándose y muriendo, alteran el funcionamiento de órganos y tejidos y sobreviene la enfermedad y luego la muerte del organismo como una totalidad.
Cualquier circunstancia, fuerza o elemento que tenga la capacidad de alterar la normal interacción que poseen nuestros átomos y moléculas celulares tendrá, por consiguiente, la capacidad de alterar también el funcionamiento de todo nuestro organismo.
Químicos inhalados o ingeridos – como por ejemplo aire contaminado, gases, alimentos, medicamentos, tóxicos, etc.; campos de radiación eléctrica o magnética como transformadores de energía, radiaciones ionizantes, luces o sonidos de determinadas frecuencias, imanes, energía nuclear y otros, tienen, todos ellos, la capacidad de modificar la conducción eléctrica, el intercambio iónico, la utilización de la energía y el propio código genético de nuestras células, enfermándolas o aliviándolas, según sea el caso.
Esto se debe a que todos estos factores poseen la capacidad de alterar la polaridad y la carga eléctrica o magnética de nuestras moléculas constitutivas.
Ellas poseen, en razón de las cargas eléctricas, magnéticas y iónicas de sus átomos, una configuración espacial determinada, una forma en el espacio que es la que les permite interactuar con otras moléculas y cumplir su función especifica al interior de células y tejidos.
Cuando la molécula pierde su forma, pierde su función, enfermando a la célula donde se encuentra o a donde ha ido a cumplir su tarea.
Así, la consecuencia de toda enfermedad de nuestro cuerpo se sitúa en su nivel celular, pero su origen y su solución, está en sus “ladrillos constitutivos”: Las moléculas.
Origen y fundamentos de las terapias de vibración, electromagnética y de polarización.
Toda la comunicación interna de nuestro organismo se hace a través de mensajeros químicos - que no son otra cosa que moléculas - e impulsos eléctricos.
Las células “hablan” entre sí por medio de corrientes de energía que viajan a través de las conexiones nerviosas y por miles de millones de moléculas mensajeras que viajan por la sangre.
Así, todas comparten información y adquieren conciencia de organismo.
El cerebro, en particular, es un gran lector electroquímico que toma la información que por el torrente circulatorio le llega de todo el resto del cuerpo, interpreta dichas señales y responde a su vez disparando impulsos eléctricos y secretando sustancias que van por la sangre a todos los demás órganos, creando en ellos algún efecto.
Cuando la información que le llega al cerebro por la sangre y los nervios aferentes (que entran) es clara, rápida, limpia de interferencias, concisa y ordenada, el lector cerebral es capaz de interpretar rápida, eficiente y correctamente su significado, produciendo una respuesta igualmente nítida, ordenada y adecuada a los requerimientos del medio interno y externo del organismo.
Hace por lo tanto, los ajustes necesarios para continuar de modo eficaz? el proceso vital.
Cuando por el contrario, la información es inexacta, contaminada y desordenada, el lector cerebral se incapacita para responder asertivamente a las demandas internas o externas y se equivoca en sus acciones.
Dicho de otra forma: cuando el lector funciona mal, piensa mal y yerra su respuesta. Pierde la conexión con el resto del organismo y con el entorno y comienza a manejar mal el tiempo y el espacio interno y externo; equivoca sus respuestas, altera la química y la mecánica interna y se inician los fenómenos celulares que conducen a la enfermedad.
Terapia Vibracional
Todo vibra.
Los átomos, las moléculas, las células, los organismos, los planetas, los soles y las estrellas poseen vibración porque están hechos de energía en movimiento.
Cuando la energía se mueve a altas frecuencias se crea un movimiento oscilatorio constante que se llama vibración.
Cuando un organismo se enferma, pierde energía y al hacerlo disminuye su oscilación y por tanto su vibración.
Cuando una célula se enferma, lo hace porque sus moléculas constituyentes han disminuido su capacidad de vibrar y por tanto de traspasar energía a la siguiente; dicho de otra forma, pierden capacidad de conducir las corrientes eléctricas que son las responsables del intercambio de sustancias, iones, agua y otros hasta que sobreviene la parálisis.
El cese del movimiento de la energía en un ser vivo es igual a su muerte.
Si a un organismo enfermo se le somete a un patrón de vibración constante de una determinada frecuencia, todas sus moléculas constitutivas comenzaran a oscilar hasta encontrar un punto de equilibrio donde el movimiento se hace óptimo, llamado el nivel de resonancia.
Allí, la transmisión de energía es óptima y toda la estructura celular estará vibrando al compás de sus moléculas constitutivas. Estas se “alinearán” en un mismo eje vibracional que hará resonar armónicamente toda la estructura del cuerpo como si fuera uno solo.
Es similar a lo que sucede cuando se afina un instrumento musical: sus diferentes ángulos, planos, curvas y uniones resonarán en frecuencias múltiples de la frecuencia original- llamadas en acústica frecuencias armónicas - creando la “armonía” sonora.
Es igual con el cuerpo.
En la terapia de vibración, utilizamos un lecho suspendido sobre potentes pero delicados rotores circulares y de otra naturaleza, que crean un movimiento constante que se transmite al mar interno del cuerpo de la persona, al cerebro para inducir en ella la vibración que permita que sus moléculas, retomen el movimiento oscilatorio propio del estado de salud.
Si además, durante el proceso se aplican vibraciones sonoras, lumínicas (entre ellas radiación láser, que es luz ordenada de alta pureza), calóricas y electromagnéticas, podrá crearse un nuevo “estado programático vibracional” en el conjunto molecular del organismo y por tanto sanar la enfermedad, no importa su naturaleza ni su tipo al cerebro, en el propio nivel donde tiene su origen.
Terapia de Electromagnetismo.
Como ya hemos expuesto, nuestros tejidos poseen enormes cantidades de elementos minerales con carga eléctrica y fuerza magnética.
La sangre en particular transporta en sus glóbulos rojos el mayor depósito de hierro de todo el organismo.
Por lo tanto, somos en cierto sentido, seres vivos “magnéticos y magnetizables”. Somos imanes vivientes e interactuamos con fuerzas magnéticas provenientes de fuentes externas, la mayor de ellas, el magnetismo planetario. El llamado viento solar también nos baña y afecta la estructura “imantada” de nuestras moléculas.
Como es bien sabido a través de la ley del electromagnetismo un imán en movimiento aplicado sobre un elemento conductor genera una corriente eléctrica en él; e inversamente, un impulso eléctrico que corre a lo largo de un conductor crea a su alrededor un campo magnético.
Por tanto, si aplicamos flujos magnéticos a partir de electroimanes situados en puntos específicos de nuestra anatomía, podemos hacer que la orientación espacial de nuestras moléculas adquiera un patrón homogéneo y armónico, haciendo que todas posean sus polos norte y sur en la misma dirección, primero. Y segundo, siendo y poseyendo estructuras conductoras de pequeñas corrientes eléctricas en nuestro cuerpo, aumentaremos el flujo de energía por él.
La energía crea movimiento.
El movimiento es salud.
Y si a dichas corrientes eléctricas y magnéticas que se generan se les entrega una programación frecuencial acompañada de luces, sonidos, vibración y se complementa con cambios de ciertos hábitos alimentarios y otros, la terapia de vibración se constituye en una gran herramienta, no solo terapéutica sino preventiva de enfermedad.
Terapia de polarización magnética.
Estamos contenidos en un planeta que es, como nosotros, de naturaleza magnética.
Nuestras moléculas poseen su propio dipolo norte-sur que se ve influido por los flujos de magnetismo terráqueo.
Es lógico concluir que si estamos formados por trillones de moléculas que funcionan como microimanes que forman nuestras células y que las comunican entre sí, la orientación que ellas posean en relación con los propios polos terrestres afecta nuestra posición, orientación y alineación en nuestra vida.
Si nuestros polos moleculares están anárquicos y desorientados en relación con el mundo que habitamos, nuestra “posición” estructural estará mal orientada ante él. Y si el cerebro lee, como lo hace, la estructura espacial de las moléculas, que depende a la vez de su carga eléctrica y magnética, y estas están desordenadas, la respuesta será, como ya dijimos, errada.
El resultado es un pensamiento que no acierta en sus decisiones, equivoca sus tiempos y espacios, pierde energía y crea accidentes, traumas, conflictos y enfermedad.
Durante la terapia de polarización, aplicaremos a través de potentes pero sutiles imanes, láseres, sonidos, luces y otros, un flujo de corrientes que orientaran nuestros polos corporales a través de la orientación de los polos moleculares, en concordancia y armonía con los polos planetarios, situándonos de nuevo en equilibrio ante él.
Es similar a lo que sucede cuando alineamos y balanceamos las llantas de nuestro auto en la estación de servicio: sus fuerzas de tracción y movimiento se sitúan paralelas a las fuerzas de tracción del motor, de fricción y gravedad del camino, mejorando su desempeño y alargando la vida útil de las llantas, la suspensión y la dirección.
En nosotros esto se traduce en un mejor equilibrio ante la vida, un mejor pensamiento y cuerpo más saludable.
Es para nosotros muy honroso que usted después de haber leído sobre nuestras terapias moleculares por vibración electromagnética tengo tanta interés en ellas. Efectivamente desde el 2004 estamos tratando pacientes con las más diversas enfermedades, con óptimos resultados. Pero es muy importante que usted tenga en cuenta que:
- La terapia necesita de unas instalaciones y unos equipos que fueron construidos por ingenieros electrónicos durante 8 meses en la ciudad de Medellín – Colombia.
- Estos equipos quizás no existan en ningún otro lugar porque fueron instruidos por nuestro Maestro Mer en canalización ocurrida durante los últimos 3 años por el señor Raúl Yepes.
- Por lo tanto, en el momento sólo en esta ciudad es factible hacer nuestras terapias moleculares de vibración electromagnética.
- Más adelante con la ayuda de Dios y de nuestro querido Maestro Mer estaremos expandiendo lo que será llamada la Clínica de Mer, en otras ciudades importantes del mundo, tales como México DC, Los Ángeles, Miami y Santiago de Chile.
- Gracias por su comprensión. En Medellín estamos a su entera disposición, si ello es de su conveniencia.
Cordialmente,
La Casa de Sirio
La Casa de Mer
Calle 10B # 28-90
Medellín, Colombia
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www.casadesirio.orgraulyepeso@casadesirio.org