Enigma de los fósiles vivientes
Por David Catchpoole
Publicado por primera vez en:
Creation Ex Nihilo 22(2):56
Marzo-Mayo 2000
http://www.answersingenesis.org/Espanol/docs/celacanto.aspUn artículo reciente de la revista científica New Scientist1 escudriña un enigma sorprendente para los evolucionistas—los ‘fósiles vivientes’. Éstas, son criaturas vivas el día de hoy idénticas a fósiles con la misma forma, que se dicen ser de ‘hace millones de años’. Algunos ejemplos incluyen, el pez Celacanto (los evolucionistas creen que los fósiles de los celacantos tienen 340 millones de años2), los árboles Gingko (125 millones de años), cocodrilos (140 millones de años), cangrejos de herradura (200 millones de años), concha Lingula (450 millones de años), moluscos Neopilina (500 millones de años), y la lagartija tuatara (200 millones de años).
El dilema para la evolución es la siguiente: ‘¿cómo han permanecido igual por tantos años estas formas de vida? La revista científica New Scientist cita a diferentes evolucionistas que dicen que el ‘azar’ y la ‘suerte’ son la respuesta. No estando satisfechos con esto, otros evolucionistas buscaron otras alternativas. Ellos creen que la cucaracha (reconocida por haber sobrevivido 250 millones de años) demuestra que la clave para el éxito es ‘ser abundante y vivir en todos lados’,1 en otras palabras ser un oportunista sin quejarse de la comida ni el hábitat. Sin embargo muchos de los ‘fósiles vivientes’ son muy especializados, tal como el celacanto que está perfectamente adaptado para vivir en cuevas en la profundidad del océano. La revista New Scientist sugiere que el celacanto se ha mantenido igual porque su hábitat no ha cambiado: como lo vemos en otras especies vivas y extintas.
Algunos evolucionistas piensan que si una generación vive muchos años (como los 15 años para la tuatara) se vuelve ‘su camisa de fuerza’ porque ‘alenta el proceso de la evolución’; pero no se puede aplicar en el caso con las cucarachas y arquebacteria que se reproducen rápidamente (la bacteria multiplicándose en minutos), y aún así no han evolucionado por 3.5 mil millones de años.
Luchando para que tenga sentido este dilema, la autora zoóloga del artículo cita que ‘algunos biólogos se maravillan de que aún haya evolución, considerando las posibles decadencias del cambio’. Ella cita a un paleontólogo de la universidad de Yale diciendo que ‘los organismos son tan complejos que es muy difícil de cambiar un aspecto sin perjudicar el resto’.1
El artículo de la revista New Scientist no resuelve el dilema: ‘llegamos a una escena complicada... Tener un ámbito generalizado o especializado. Vivir rápido o lento. Mantenerse sencillo o no. Estar en el lugar correcto en el momento preciso. Y si todo lo demás falla, tratar de llegar a ser una “súper especie”, bendita con una fisiología que pueda superarlo todo.’3
Sin embargo, para un Cristiano, no debe haber misterio para los así nombrados ‘fósiles vivientes’. Tenemos el testimonio ocular (la Palabra de Dios) que explica cómo fueron creadas estas criaturas para ser fructíferas y para multiplicarse según su tipo. Por lo tanto, el hecho de que las criaturas modernas han permanecido igual a sus ‘ancestros fosilizados’, no es sorpresa. Y sabemos que fueron creados hace miles de años y no millones de ellos.
Entonces ¿por qué se aferran los evolucionistas a sus teorías amadas de edades largas aunque existen inconsistencias paradójicas y otras pruebas que son tan evidentes? Como dice un evolucionista, ‘(los evolucionistas) se han comprometido a las explicaciones materialistas (por ejemplo el de excluir a Dios) sin importar qué tan contra-intuitivo, ni qué tan místico sea... porque (los evolucionistas) no podemos permitir un pie Divino entrar por la puerta’.
Referencias
1. Dicks, L., The creatures time forgot, New Scientist, 164(2209):36–39, 1999.
2. They were once thought to have become extinct 70 million years ago.
3. Note also that a theory which is compatible with such diametrically opposite states of affairs can make no predictions, and is immune to falsification. So it doesn’t fit the criterion evolutionists usually invoke when it suits them.
4. Lewontin, R., ‘Billions and billions of demons’, The New York Review, January 9, 1997, p. 31