Tiahuanaco La ciudad de los hijos del sol
A 4.000 metros de altura, allí en la cumbre del altiplano boliviano, las pétreas ruinas de Tiahuanaco, cercano al Lago Titicaca, desafían a investigadores, arqueólogos, antropólogos, periodistas y simples observadores.
Palabras de extrañas cadencias sonoras, con influencias aymaráes, como la Pirámide de Akapana, El Palacio de Putuni, El Dintel de Kantatayita, el Templo de Kalasasaya o la monumental Puerta del Sol, llaman nuestra atención.
Dicen que es la ciudad más antigua del mundo. Que su origen se remonta y se confunde con los orígenes de la humanidad.
Posiblemente, nunca sabremos con certeza la historia de Tiahuanaco. Se perderá, tal vez, para siempre en la noche de los tiempos.
El nombre de Tiahuanaco
Hay diversas opiniones sobre el origen del nombre Tiahuanaco. Cabe mencionar las más aceptadas por historiadores y etnólogos. Entre ellas, las del padre Cobo, investigador de la lengua aymara. La primera versión del padre Bernabé Cobo, indica que proviene de “Tiay Huanacu”, que significaría lugar donde se sienta el guanaco. El padre Cobo sostiene que los aborígenes conocían el lugar como “Taipicala”, que significaría “El sitio donde está la piedra central”. O, al igual que la Isla de Pascua, se trataría del “Ombligo del Mundo”.
El investigador boliviano, don Rigoberto Paredes Candia, postula que Tiahuanaco procede de la expresión aymara “Tihuana”, que querría decir “Piedra Parada”.
Carlos Bravo, investigador de fines del siglo diecinueve, sostenía que Tiahuanaco procedía de la expresión “Intiwa-Wan-Hake”, o sea, la ciudad de los hijos del sol.
Antigüedad de Tiahuanaco
Se dice que cuando los españoles interrogaban a los indios sobre el origen de Tiahuanaco, éstos respondían que siempre habían sido ruinas, que nunca nadie supo decir nada sobre tan imponente urbe de piedra.
Para investigadores como Arthur Posnansky, la antigüedad de Tiahuanaco, según sus cálculos matemático-astronómicos, sería de alrededor de 13.000 años.
Para los investigadores, tal datación postulada por Posnansky, es poco atendible, ya que en tal fecha, de acuerdo con los estudios hechos en el terreno, la ciudad habría estado cubierta por el mar interior que formaban los lagos Ballivián y Minchín unidos, que al desecarse en parte, dejaron como residuos los actuales lagos Titicaca y Poopó.
Tampoco es aceptable la versión dada por los incas a los cronistas acerca de una antigüedad de más de veinte mil años para Tiahuanaco.
El arqueólogo Ponce Sanginés ha efectuado numerosas investigaciones de datación utilizando el método de radio isótopo carbono 14. Ha tomado diversas muestras obtenidas a diferentes profundidades en las excavaciones de las ruinas. Ha sacado un promedio aritmético que muchos historiadores han utilizado para llegar a la conclusión de que la fundación de Tiahuanaco sería cercana al año 237 antes de Cristo. Tal interpretación es errónea absolutamente, ya que muchas personas dieron una antigüedad cercana a 2.100 años antes de Cristo.
Por tal motivo, parece conveniente considerar como atendible una antigüedad de unos 2.000 años antes de Cristo para la fundación de Tiahuanaco. La existencia de tan antigua urbe en el corazón mismo del altiplano de la América Meridional, hace esbozar una sonrisa al escuchar que al Continente americano se le llame el “nuevo mundo”.
La leyenda
En los “Comentarios Reales”, el Inca Garcilaso de la Vega, cuenta que la fundación del Imperio Incaico, mezclado con Tiahuanaco, se debió a la bondad del Padre Sol, quien envió a su hija en un rayo de plata que descendió en la Isla del Sol en el Lago Titicaca. Ella venía a enseñar a los pobres indios a urdir la lana, el cultivo de la tierra y el uso de los metales.
Aquí se da comienzo por primera vez a la leyenda del probable origen extraterrestre del gran imperio del altiplano. El rayo de plata aparece como una astronave venida del espacio exterior.
Por su parte, el escritor francés Robert Charroux, en su libro “La Historia Desconocida de los Hombres”, recoge informaciones del biólogo español García Beltrán, descendiente directo de ese gran historiador de la Conquista española del Perú, el mestizo Inca Garcilaso de la Vega, a quien ya hemos recordado. Garcilaso era hijo de una “ñusta”, princesa incaica.
Charroux nos cuenta que el señor García Beltrán había heredado de su antepasado documentos inéditos relativos a las tradiciones andinas y no incluidos en el libro “Comentarios Reales”. Uno de ellos dice textualmente: “Los escritos pictográficos de Tiahuanaco dicen que en la era de los tapires gigantes unos seres humanos muy evolucionados, palmeados y con sangre diferente de la nuestra, venidos de otro planeta, hallaron de provecho el lago más alto de la Tierra.
”En el curso de su viaje interplanetario, los pilotos lanzaron sus excrementos sin aterrizar y dieron al lago la forma de un ser humano acostado de espaldas.
”No olvidaron el ombligo, lugar donde se posaría nuestra primera madre, encargada de inseminar la inteligencia humana.
”Tal leyenda, ayer, nos habría hecho sonreír. Hoy, nuestros hombres ranas copian artificialmente los dedos palmeados de los colonos de Tiahuanaco.
”Con sus potentes telescopios, los visitantes siderales buscaron, pues, una altura y un lago favorables a sus organismos y su vida anfibia.
”El significado de ‘excrementos’ puede ser: cosas salidas de la aeronave para modificar los contornos del lago.
”Nótese que para arruinar la tradición y desacreditar el lago en el espíritu de los andinos, los mapas lo representaron hasta 1912 con una forma casi redonda. Al nombre legítimo del lago: Titi (lago del misterio y del sol), se agregó el sufijo caca, que significa excremento.”
Y el señor García Beltrán sigue aportando documentos que él acredita que eran del Inca Garcilaso:
“En la era Terciaria, cuando ningún ser humano existia aún en nuestro planeta, poblado sólo de animales fantásticos, una aeronave brillante como el oro viene a posarse sobre la Isla del Sol del lago Titicaca.
”De la nave descendió una mujer, que se parecía a las mujeres actuales de los pies a los senos; pero tenía la cabeza en forma de cono, grandes orejas y manos palmeadas de cuatro dedos.
”Su nombre era ‘Orejona’ y venía del Planeta Venus, en donde la atmósfera es más o menos análoga a la de la Tierra.
”Sus manos palmeadas indicaban que existía agua en abundancia en su planeta original y desempeñaba un papel primordial en la vida de los venusinos.
”(...) Un día, cumplida su misión de formar una nueva raza, Orejona volvió a emprender vuelo en su astronave. Sus hijos, ulteriormente procrearon, dedicándose sobre todo al destino de su padre tapir, más en la región del Titicaca una tribu que permaneció fiel a la memoria de Orejona desarrolló su inteligencia, conservó sus ritos religiosos y fue el punto de partida de las civilizaciones preincásicas.
”He ahí lo que está escrito en el frontispicio de la puerta del Sol en Tiahuanaco.”
Así es como este biólogo español, descendiente del Inca Garcilaso de la Vega, nos lleva al origen extraterrestre de la gran cultura del altiplano.
Por su parte, don Manuel González de la Rosa, en su obra “Los dos Tiahuanaco”, comenta la versión que el “quipocamayo” Catari hiciera en el siglo XVI a los jesuítas, al interpretarles los quipos incas. La versión, en cuestión, se dice que habría sido entregada por el canónigo de Chuquisaca, don Bartolomé Cervantes, al jesuíta italiano Anello Oliva, cronista e historiador del Alto Perú.
El comentario de don Manuel González de la Rosa, en la versión de Robert Charroux, dice:
“El nombre primitivo de Tiahuanaco era Chucara. La ciudad era enteramente subterránea y lo que existía en la superficie no era sino una cantera de talla de piedra y la aldea de los obreros.
”La ciudad subterránea daría la clave de una extraña civilización que se remonta a los tiempos más primitivos.
”Se llegaba a la ciudad por varias entradas, que vieron el gran naturalista francés Alcide d’Orbigny y los viajeros Tschudi, Castelnau y Squier, quienes hablan de sombrías y fétidas galerías que desembocan en el cerco de murallas de Tiahuanaco.
”Esta ciudad subterránea había sido edificada para permitir a los habitantes encontrar en ella una temperatura más clemente, lo que prueba cómo nunca varió la temperatura.
”Cerca del lago Titicaca existía un palacio del que no queda rastro, pues su edificación se remontaría, según los textos, a la época ‘de la creación del mundo’.
”El primer señor de Chucara, que quiere decir ‘Casa del Sol’, se llamaba Huyustus; había dividido el globo en varios reinos. Los últimos habitantes de Chucara no eran aymaraes, sino quechuas.”
En la tradición andina siempre se habla, también, de que en torno a Tiahuanaco existió una gran cultura formada por una casta de hombres blancos que dejaron descendencia en el linaje de los incas.
A este respecto, uno de los cronistas de la conquista del Perú, don Pedro Pizarro, comenta:
“Las mujeres nobles son gratas de verse; se saben hermosas y en efecto lo son. Los cabellos de hombres y mujeres son rubios como el trigo y ciertos individuos tienen la piel más clara que los españoles...
”En esa comarca he visto una mujer y un niño, cuya piel era de una blancura inhabitual. Pretenden los indios que se trata de descendientes de los ídolos (dioses).”
Y, en los “Comentarios Reales”, el Inca Garcilaso de la Vega, insiste en que los hijos del Dios Sol fueron reconocidos como divinos por los indios “por sus palabras y por su tez clara”.
De lo narrado por los cronistas de la conquista y por sus comentaristas, se desprende que a Tiahuanaco se le reconoce una gran antigüedad, que sería la primera civilización propiamente tal que hubo en la Tierra; que en su fundación habrían intervenido seres llegados de otro planeta —específicamente Venus—; que necesitaban vivir a gran altura sobre el nivel del mar; que dichos fundadores de Tiahuanaco eran de raza blanca; que habría existido una mítica ciudad subterránea bajo Tiahuanaco para permitir adecuadas condiciones de vida a sus habitantes, dada la frialdad de la temperatura. De atender a la tradición indígena, dichos habitantes tuvieron para ellos calidad de dioses o hijos de dioses.
Valgan algunas consideraciones:
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Las personas que viven a gran altura tienen un color de sangre más azulado, debido a la escasez de oxígeno que allí existe. Entre los mitos genéricos a toda la humanidad, siempre se ha hablado que la nobleza es de “sangre azul”.
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La curiosidad de que los grandes imperios y culturas de América se desarrollaran a alturas inverosímiles (bastaría pensar en Machu Picchu), con los consiguientes problemas para la construcción de las ciudades, el cansancio (apunamiento) que ocasiona el sólo desplazarse de un lugar a otro, además, por enumerar alguno de los problemas, el desarrollo de la agricultura, con falta de buenas tierras para cultivo o pastadas. Hubo de crearse toda una red de ingenios, tales como canales y siembras en terrazas. Tal vez por su innecesariedad como medio de ayuda al transporte, en medio de cumbres y quebradas, no se descubrió o no se desarrolló la rueda. Sí existió en símbolos, pero no en su uso práctico.
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Esta curiosidad es aún mayor si se compara lo que sucedía en el resto del planeta: la lucha y las invasiones, todas destinadas a conquistar las grandes llanuras, ricas en pastos para los ganados y de fácil cultivo. En América del Sur, también existen esas grandes llanuras, y, sin embargo, las grandes culturas florecieron a alturas superiores a los tres mil metros, con las dificultades y problemas a que hemos hecho mención. Seguramente no ha sido por un deseo masoquista. Ha habido alguna razón.
El entorno geográfico de Tiahuanaco
El distinguido investigador boliviano, don Hugo Boero Rojo, incansable estudioso del altiplano y riguroso en su quehacer, da una visión de lo que pudo ser el entorno geográfico en que se desenvolvió la zona que ocupa Tiahuanaco.
Dice que hace más o menos doce mil años atrás, dos grandes lagos, Ballivián, actual Titicaca, y el Minchín, actual Poopó, estaban unidos por el estrecho Callapa-Ulloma, y formaban un gran mar interior, con un ecosistema totalmente diferente al actual. El clima, entonces más templado y más húmedo permitía la existencia de una flora variada, de heléchos, grandes bosques, hortalizas, maíz y todo tipo de especies propias de los valles templados y, aún, de los trópicos (“yungas”, valles de clima tropical).
Lentamente o quizá por un violento fenómeno, los lagos fueron reduciendo su superficie, hasta quedar en la forma con que hoy se les puede apreciar.
Algunos sostienen que la caída de un diluvio pudo provocar el vaciamiento de los lagos. Ello se habría debido a que un gran crecimiento de agua habría superado todas las cotas de rebalse, provocando la destrucción de los diques naturales de contención, y llevando al vaciamiento de los lagos.
Cualquiera fuese el origen de este “achicamiento” de los lagos, se provocó un definitivo cambio en el ecosistema. Varió la humedad atmosférica, cambió la temperatura, desapareció la vegetación. Apareció una estepa desolada y el lecho desecado de los lagos se transformó en salares.
De ese clima privilegiado hoy sólo queda una muestra en la Isla del Sol. El resto, fue barrido por el gélido viento del altiplano, provocando la migración de hombres y animales.
El Santuario de Tiahuanaco
Hay un aura mágica y mítica en torno a Tiahuanaco. Sobre ese tema se refiere Arthur Posnansky en el libro “Tiahuanaco, Cuna del Hombre Americano”. Posnansky sostiene que a través de sus investigaciones ha encontrado restos humanos en la zona de Tiahuanaco de diversos orígenes étnicos, lo que ha llevado a pensar que la gente venía a esta ciudad santuario desde remotas regiones. Ello significaría que Tiahuanaco tenía para tales personas el sentido de un santuario al que se acude en peregrinación.
Así como hoy se hacen peregrinaciones a Tierra Santa, Roma o La Meca, así se concurría a la ciudad de la “Loma Santa”. Incluso, en la época colonial, la gente llevaba a bautizar a sus hijos a la iglesia que los españoles habían fundado en Tiahuanaco.
Podría, tal vez, suponerse que Tiahuanaco, más que un imperio político-guerrero, fue un imperio religioso que ejerció su influencia hasta lejanísimas latitudes.
La ciudad santuario, con su misterio no develado, atrae ahora en peregrinación a arqueólogos, antropólogos e investigadores de todo el mundo.
¿Por qué este misterio? Porque hasta ahora no ha sido posible descifrar las inscripciones de sus monumentos, la simbología de las esculturas, grabados, petroglifos y arquitectura.
Tiahuanaco y el Lago Titicaca
Tiahuanaco se encuentra a veinte kilómetros, en línea recta, de la orilla del lago Titicaca. Se discute, se ha discutido y se discutirá si alguna vez fue un puerto lacustre sobre el Titicaca.
En todo caso, la influencia del lago en la cultura de Tiahuanaco es evidente a simple vista. La fauna propia del lago está inserta en los monumentos, grabados y en la cerámica. Incluso la flora autóctona, la “totora” o espadaña, que tan imbricada está a la vida de quienes viven en las riberas del lago.
El principal defensor de la teoría de que Tiahuanaco fue un puerto del gran lago sagrado, es Arthur Posnansky, quien en su libro “Tiahuanaco, la Cuna del Hombre Americano” afirma y corrobora mediante un plano esta posición:
“¿Se ha extendido o no el lago hasta Tiahuanaco en el tercer periodo, época de su mayor florecimiento? De la comprobación de este hecho depende, precisamente, también la determinación de la edad de las ruinas que hoy contemplamos y el conocimiento del estado étnico y social del hombre que las construyó. Además de las opiniones de los antiguos cronistas e historiadores que refieren, unánimemente, que la tradición, pone a Tiahuanaco a la orilla del lago o circundado por agua; circunstancia que también da fundamento para sostener que el lago Titicaca llegaba en el segundo y tercer periodos hasta la metrópolis megalítica, queda comprobado por las concluyentes e indiscutibles razones que a continuación se mencionarán.
”Para mayor sencillez en la exposición y comprobación de este aserto, se acompaña a este libro una copia pequeña del plano topográfico de las ruinas de Tiahuanaco; su triangulación efectuada ya en el año 1904 por el autor, con el objeto de dar una idea exacta de la forma de las ruinas y de la posición relativa de las diferentes obras monumentales.
”En el citado plano se ve marcado con la letra ‘A’ un muelle que existe en el puerto norte Tiahuanaco, construido de piedra y completamente simétrico provisto de una entrada ‘B’ para que las balsas pudiesen fácilmente encestar y deshacerse de su pesada carga. Desde este muelle, el terreno baja con una considerable pendiente hacia el norte y hacia el lago actual, y su aspecto deja ver claramente que estuvo cubierto por las aguas de éste último durante largo tiempo, siendo además notable la diferencia de su suelo con el de Tiahuanaco que es de distinta naturaleza.
”A pesar de que durante miles de años no ha cesado de rellenarse ese terreno o cuenca con los aluviones de las serranías norte y sur traídos por las aguas torrenciales del periodo pluvial, la diferencia de nivel entre el lugar de las ruinas y el que fue fondo del lago es todavía hoy considerable, tanto que alcanza a once metros a poca distancia del muelle norte, 21 metros no muy lejos de los formidables puertos al oeste de Puma Punku.
”En las últimas investigaciones y planificaciones, se han encontrado alrededor de las ruinas, especialmente a pocos pasos de Puma Punku, una gran cantidad de estos muelles y otras construcciones que servían de defensivos para contener el empuje de las aguas, e igualmente, obras hidráulicas destinadas a conducirlas hasta la ciudad. Uno de estos canales artificiales, de grandes proporciones y anchura, circundaba, como se ve en el plano, la parte principal de Tiahuanaco, o sea sus templos, palacios, fortalezas, etc., y debe haber tenido igual objeto que el que tenían los fosos de agua de los castillos feudales de Europa en la Edad Media.”
Este estudio lo realizó durante años de investigaciones Arthur Posnansky.
Por otra parte, investigadores como Uhle y otros sostienen que el lago jamás llegó hasta Tiahuanaco, e incluso creen que el nivel del lago ha seguido siendo siempre el mismo en relación con la ciudad. Corroboran esta afirmación señalando que las piedras para la construcción de Tiahuanaco se traían por medio de embarcaciones que, procedentes de las canteras del volcán Kahapía, eran desembarcadas en el puerto de Iwawe. Desde allí se trasladaban por tierra hasta la ciudad.
El geólogo Federico Ahlfeld ha hecho un gran aporte a la teoría de embancamiento del lago por sedimentos. Ha expresado:
“El lago Huiñaymarka posee solamente una profundidad máxima de seis metros y posiblemente se rellene en el futuro lejano con sedimentos. En tiempos históricos la isla Cumana en el golfo de Aygachi, antes separada de la tierra firme por un estrecho canal, se volvió península. Gran parte del golfo de Aygachi es actualmente totoral. El puerto Pérez (Chililaya), antes usado para buques grandes, está inutilizado y existe el peligro que pase lo mismo con el puerto de Guaqui.”
Esta argumentación y el hecho de que el lago Titicaca sea sólo una mínima expresión de lo que fue el gran lago Ballivián-Minchín, hacen pensar que la posibilidad de que Tiahuanaco haya estado algún día en la ribera, no es tan absurda.
Sin duda, estudios más profundos sobre los terrenos de sedimentación que rodean Tiahuanaco, podrán aportar más luz en el futuro sobre la discusión del puerto Tiahuanaco.
Desarrollo Político-Social de Tiahuanaco
El arqueólogo Ponce Sanginés, en su libro “Tiahuanaco: espacio, tiempo y cultura”, consigna tres estadios para el estudio de la cultura: el aldeano, el urbano y el imperial.
Del estudio de los pozos estratigráficos de Kalasasaya, destaca cinco épocas. La primera y segunda, corresponden al estadio aldeano, la tercera y la cuarta al urbano, y la quinta, al imperial.
Estadio Aldeano
Es posible imaginar el estadio aldeano de Tiahuanaco con construcciones de planta rectangular y techos de dos aguas. Estas edificaciones fueron logradas con paredes de adobe con techo cubierto ya sea de totora o paja brava. En ese momento la vida transcurre junto a los terrenos de cultivo que son removidos con toscas herramientas ya para la siembra de la papa, de la quinua o de la oca. Cabe destacar que se conocen alrededor de doscientas variedades de la papa en la zona. En algún momento del estadio aldeano, se comienza a fundir cobre, el que para lograr su grado de fusión requiere una temperatura de entre 1.083 a 1.084 grados Celcius, lo que a su vez demanda conocimientos técnicos para lograr ese calor; también ya se trabajan adornos de oro y plata.
En este período se fabrican puntas de flechas en obsidiana y se tiene un completo dominio de la artesanía.
Es de presumir que en el período aldeano el clima presentaba un ciclo natural de mayor humedad que da por resultado una agricultura próspera en la que los hombres tan sólo necesitan trabajar la tierra un tercio del año. Los dos tercios restantes se pudieron destinar al ocio creativo.
Entonces surgieron, piramidalmente, las clases sociales, con los campesinos en la base, subiendo gradualmente hacia los sacerdotes y la clase gobernante, sólo así se puede justificar el gran salto dado por los tiahuanaqueños hacia la etapa singular que se daría con el estadio templario-urbano.
Estadio Urbano-Templario
Lograda una perfecta estructura política, la cultura alcanza un grado de desarrollo de dimensiones únicas y sólo logradas en algunas partes del mundo. La aldea dispersa y apenas conectada entre sí por estrechas callejuelas, planifica con exactitud matemática y belleza sin par, templos y palacios, acueductos para el agua de consumo y una verdadera red de desagüe; la metalurgia cobra caracteres inusitados; ocurre el conocimiento perfecto de los cambios de las estaciones lo que permitiría saber meridianamente el ciclo de siembras y cosechas.
Todo este cuadro significa el haber alcanzado grados de saber y del conocer técnico-industrial. Para levantar templos y palacios se precisan no sólo instrumentos sino hombres que los inventan y los usan; para el corte perfecto de los bloques líticos son requeridos picapedreros y canteros, y las construcciones exigen diseñadores, arquitectos, ingenieros y albañiles; más no se levantan construcciones corrientes: cada piedra requiere un tratamiento artístico. Los cinceles esculpirán altos o bajos relieves que siguen líneas previamente dibujadas en otro material; los artistas plasman en la piedra ideogramas y mensajes para el porvenir. Pero, lo insólito, es que gran parte de los relieves fueron protegidos y a la vez realzados con planchas metálicas, remachadas con perfección en los enormes bloques de piedra.
Habría que imaginar los dibujos de la Puerta del Sol cubiertos con esa lámina metálica, y luego trasladar esa visión a los otros grandes monumentos. Sin duda debe haber sido una visión de fantasía contemplar esa inmensa ciudad de piedra recubierta de láminas metálicas que refulgen a la luz del sol en el día y con un carácter fantasmagórico en las noches de luna llena.
Todo ello contribuyó a transformarla en una ciudad santuario objeto de veneración y de peregrinaciones.
En el estadio urbano se construyeron los grandes templos y palacios, tales como Kalasasaya, el Templete Semisubterráneo, la Pirámide de Akapana, el gran Templo de Puma Punku, etc.
Es también en este período donde se pondría de manifiesto en todo su vigor la sociedad piramidal. En su cima se encontrarían sacerdotes y gobernantes, obedecidos por un pueblo cuyo influjo fue tan grande en la América precolombina.
El tiempo va abriendo nuevos horizontes en la investigación de esta cultura que extendió sus dominios por más de 600.000 kilómetros cuadrados.
El extraordinario conocimiento que alcanzaron en la arquitectura y las artes, también se manifestó en la medicina, ya que sus cirujanos efectuaron trepanaciones exitosas, como se puede comprobar en los cráneos de pacientes que sobrevivieron.
El Estadio Imperial
La importancia de la cultura alcanzada por Tiahuanaco se extendió más allá de la meseta altiplánica por medio del comercio y de la aplicación de la política de los “mitimaes”, que consistía en el trasplante de grupos étnicos completos de un sitio a otro, con el consiguiente sometimiento de importantes grupos humanos. Esta política fue aplicada posteriormente, también, por los incas.
El distinguido investigador Boero Rojo muestra su extraordinario amor a esta tierra al describir con belleza y calidez la historia de Tiahuanaco. Así, nos cuenta:
El comercio se vinculaba a la producción de las canteras de donde se extraían andesita, basalto, obsidiana, etc.; a las minas que proveían oro, plata, cobre, estaño sobre relieves importantes; el transporte de productos de las zonas subtropical y tropical que se consumían en Tiahuanaco: coca, ají, locoto, maíz, etc. y es, sin duda, altamente importante la economía pesquera que tuvo que haberse desarrollado en la región.
Fue tan inmensa la radiación del imperio que se demuestra en construcciones muchas veces atribuidas a los incas. El lago sagrado guarda bajo sus aguas ribereñas bloques y muros de piedra que no han sido todavía suficientemente estudiados. El idioma aymará aún suena en los nombres de algunas poblaciones del flanco norte de la Cordillera de La Paz; en los valles centrales de Cochabamba y Chuquisaca; al sur del salar de Uyuni y hacia el oeste hasta las playas del Pacífico. Así, por ejemplo, el río Viloma que nace en las quebradas de la Cordillera de la Herradura, en Cochabamba, deriva su nombre de dos voces aymarás: Huila = rojo y urna = agua, o sea el río de las aguas rojas.
Al agotamiento del imperio y al diluimiento de su historia, le sigue en importancia el Incario, cuyos gobernantes-dioses, hijos del sol, les cupo borrar esta magnífica cultura, para poder ser reconocidos ellos mismos como divinidades. A pesar de todo, llegan hasta los conquistadores españoles leyendas que los cronistas acogen. Algunas hablan de sucesivos asentamientos a través de las épocas, luego de grandes calamidades como diluvios, movimientos telúricos, tempestades de rayos o épocas de desaparición y reaparición del sol. Otras tradiciones, también envueltas en nubosidades, relatan la presencia del jefe colla Huyustus a quien se supone tan pronto el dios capaz de edificar o destruir. Y cuando aflora la pregunta de ¿quiénes construyeron la ciudad?, los naturales afirman que había sido construida por gigantes.
Tiahuanaco, en su estadio imperial, adquiere dimensiones para las cuales es difícil encontrar equivalentes. Es la gran ciudad que brilla iridiscente en contraste con el paisaje grisáceo de la meseta. El sol luce su esplendor y se desparrama en haces radiados cuando la luz golpea en los enchapes áureos o plateados de las eternas piedras hechas para transponer los límites del tiempo, adornados con dibujos o ideogramas que hoy sólo son comprensibles a esos dioses para los que fueron tatuados en el basalto o la andesita.
El distinguido escritor Boero Rojo se exalta al describir esta maravilla de la América Meridional, enclavada como un faro en lo alto de los Andes. Y continúa su descripción de este estadio imperial:
Imaginemos una ciudad totalmente planificada con todo lo que el planeamiento urbano significa: agua potable fácilmente accesible; agua servida descartable mediante una serie de canales, muchos de los cuales corren subterráneos; calles para el tránsito de los pobladores entre sus viviendas y los templos; obras viales para la comunicación del imperio.
En el estadio imperial de Tiahuanaco, los fabricantes de cerámicas elaboran artísticas obras bellamente decoradas; los metalurgistas ceden metal fundido para los orfebres que tan pronto cubrirán los bajos relieves o fabricarán objetos suntuarios, tales como pectorales, diademas, brazaletes; los trabajadores del cincel magnifican la piedra, casi la hacen a capricho, la armonía es tan precisa que para lograrla se tendría, hoy en día, que acudir a costosos instrumentos, pero esa perfección nace en Tiahuanaco amparada quizá en toscas herramientas y en un aprendizaje adquirido a través de siglos. Los astrónomos, en el espejo de la piscina de Akapana, irán siguiendo el paso de los astros, verificarán los eclipses, y, tal vez los predicirán con exactitud. Los ingenieros darán inclinaciones a los muros de tan cabal precisión que su cálculo de resistencia, a desplazamientos, tensiones, presiones, etc., hace prácticamente indestructible la estructura misma de las edificaciones; se calcula con exactitud matemática el declive de los bota aguas y alcantarillas, que aún en la actualidad cumplen su cometido. Los arquitectos dibujan detalles y elaboran la planificación del conjunto urbano. La medicina no sólo se circunscribe a la herbolaria sino que incursiona en la cirugía mayor. Los sacerdotes asumen la dignidad de ser los responsables de las ofrendas a los dioses. Los guerreros —ya pumas o águilas— llevarán al arco de chonta y la flecha terminada en aguda punta de obsidiana para imponer la presencia del imperio en los más lejanos lugares. Los gobernantes asumirán la responsabilidad de mantener la acrisolada disciplina, a la vez que sus decisiones conllevan la expansión del imperio; el arte de su política se plasma en tres mil años de historia que son necesarios para lograr la mítica ciudad que, inexplicablemente, se despoblaría sin que para ello se encuentren causas visibles.
Así como hubo misterio en su origen, también lo hubo en su fin. Ahora, sólo quedan las ruinas.
Ruinas que tampoco han sido respetadas. Siguiendo un viejo atavismo que lleva a los hombres a destruir lo que no comprenden, Tiahuanaco ha sufrido ese cruel destino. Por siglos ha continuado siendo destruida por los elementos desatados y por la ignorancia de los hombres.
Posnansky la ha llamado cuna del hombre americano. Tal vez pudiera tratarse de la cuna de la humanidad.