Existe una intrigante leyenda respecto a una ciudad perdida que se dice que existe aún en las selvas amazónicas. Se alega que esta ciudad contiene un gran tesoro, aún no enterrado, en ciertas versiones, y usada todavía por los habitantes de la ciudad. Se afirma que esos supervivientes han preservado su aislamiento al hallarse rodeados por tribus indias belicosas, en extremo inamistosas con los exploradores. Los habitantes de esta ciudad perdida se cuenta que son de raza blanca, y se informa de que aún se hallan en posesión de una cultura avanzada y de numerosos equipos de civilización, entre los que se incluyen medios de iluminación, no eléctricos, sino una causante y reluciente luz que no es de fuego.
Los portugueses y otros exploradores han tratado de localizar, desde el siglo XVII, esta misteriosa ciudad. Una primera expedición, al mando de un tal Francisco Raposo, ascendió por un precipicio encima de la selva y llegó a un altiplano. Vieron una gran ciudad a unos 6Km de distancia. Cuando se aproximaron a la misma, encontraron que al parecer, había sido abandonada pero que sólo se hallaba en parte en ruinas y que aún estaban en pie cierto número de grandes edificaciones de piedra. Había calles, plazas, murallas, arcos, y obeliscos ornamentados con lo que parecían ser escrituras. Estatuas, tallas y el estilo de la arquitectura resultaban superiores a las de otras ciudades sudamericanas anteriores a la conquista. Pozos mineros, en las afueras de la ciudad, señalaron un elevado contenido de minas argentíferas. mientras exploraban, Raposo y sus hombres vieron algunos "indios blancos" en una canoa, vestidos con extraños atuendos. La expedición, temiendo un combate desigual, abandonó la zona. Otras expediciones intentaron sin éxito rastrear de nuevo la ruta, y una de ellas, con centenares de hombres, desapareció en la selva.
El coronel retirado Percy Fawcett, un oficial del ejercito británico, fue, indudablemente, el más porfiado entre los exploradores que continuaron la búsqueda. En períodos diferentes, entre 1906 y 1925, investigó y recopiló informaciones acerca de esa ciudad perdida cuando le pareció que se encontraba en las proximidades del río Xingú, un afluente del Amazonas, en Brasil. Creyó que constituía una parte de una civilización completa. Opinó asimismo que la ciudad perdida era el resto de una antigua y avanzada civilización, con su pueblo en la actualidad degenerado, pero que aún conservaba vestigios de un pasado olvidado.
Su dedicación a esta búsqueda concluyó en 1925, cuando él mismo desapareció en su postrera expedición. La última entrada de su Diario, encontrado más tarde, indicaba que creía encontrarse a dos semanas de viaje de la ciudad que tan intensamente había tratado de encontrar.
¿La encontró y decidió pasar allí el resto de su vida? ¿O fue asesinado por los indios que, en una ocasión, afirmó que la guardaban? La desaparición del coronel Fawcett constituye uno de los mayores misterios de la exploración. Sus propias palabras podrían constituir el más adecuado de los epitafios:
"¿Que puede resultar más cautivador que penetrar en los secretos del pasado y arrojar luz sobre la historia de la misma civilización?"
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