La geografía es tierra fértil para todo tipo de florecimientos simbólicos: en mitos o leyendas, en los cuentos populares el entorno tiene siempre un valor notable (y eso en el peor de los casos). Pues bien, de entre esos elementos del entorno aquí nos va a ocupar el más imponente, la montaña.
Como siempre, su simbolismo presenta un abanico de significados, aunque en su caso esa variedad es muy peculiar:"La diferencia de significaciones atribuidas al simbolismo de la montaña deriva, más que de multiplicidad de sentido, del valor de los componentes esenciales de la idea de montaña: altura, verticalidad, masa, forma" son los términos con que Cirlot alude a esta particularidad.
Grabado de Durero
En el simbolismo de la montaña la cumbre -localización concreta- goza de un privilegio indiscutible; así, no puede extrañarnos que sea el lugar de habitación de las divinidades sociales y, por tanto, que en esas cumbres hayan ocurridos hechos muy notables en la historia de la religión: la entrega de las tablas a Moisés, el sermón de la montaña, la propia crucifixión, el Montsalvat de la leyenda del Graal, etc.1 Y es que, en última instancia, la montaña simboliza la eternidad, la constancia, la firmeza y la quietud.
Recurramos a las palabras de otro excelente trabajo, el de J.C. Cooper que, aunque menos conocido que el diccionario de Cirlot -al menos en nuestro ámbito cultural- no le va a la zaga en consistencia: "El punto más alto de la tierra se considera el centro o la cumbre del Paraíso, el lugar de encuentro del cielo y la tierra en lo más alto de las nubes. Por ser axial y central, la montaña sirve de paso de un plano a otro y es nexo de unión con los dioses". Prosigue apuntando que es también su pilar y morada, al tiempo que encarnación de fuerzas cósmicas y de la vida.
La peregrinación ritual de ascenso a la montaña significa la renuncia a los deseos y apegos mundanos... el caso es que ¿siempre encontramos la montañ en este tipo de contexto?
No, aunque, eso sí, siempre se mueve en este tipo de parámetros: en alquimia aparece como montaña hueca u horno de los filósofos; en China es el cuarto de los doce emblemas imperiales, en Nietzsche aparece siempre en la senda que sigue el superhombre...
Por tanto, si la montaña -en resumen- es un tema que de por si proporciona material más que suficiente para una brillante monografía, lo dicho puede resultar suficientemente orientativo para quien quiera emprender tan agradecida empresa... eso sí: debe procurar no hacer lo que aquí y dejar para el final el monte cósmico, Meru para los hindúes, Tabor para los israelitas, el Qf de la tradición islamica...
La montaña de Qf es la montaña cósmica, constituida de cima en cima, de valle en valle, por las esferas celestes encajadas unas en otras. ¿Cuál es, entonces, el camino para salir de ahí? ¿A qué distancia se encuentra? "Por mucho que te alejes -se nos responde- es al punto de partida a donde vas a llegar de nuevo", como la punta del compás volviendo sobre sí misma. ¿Se trata, simplemente de salir de uno mismo para llegar a uno mismo? De ningún modo. Entre la salida y la llegada, un gran acontecimiento lo habrá transformado todo; el yo que se vuelve a encontrar allí es el que está má allá de la montaña de Qf, un yo superior, un yo "en segunda persona". Habrá sido necesario bañarse, como Khezr (o Khadir, el misterioso profeta, el eterno peregrino, Elías o su doble) en la Fuente de la Vida. "Aquel que ha encontrado el sentido de la verdadera realidad, ese ha llegado a la Fuente. Cuando emerge de ella, ha alcanzado la aptitud que le hace semejante a aquel bálsamo, una de cuyas gotas, sostenida en la palma de la mano colocada al sol, la atraviesa, pasando al otro lado. Si eres Khezr, también tú podrás pasar sin dificultad a través de la montaña de Qf".