Un equilibrio importante en la vida es el de ser amoroso y desapegado al mismo tiempo. Si mantenemos este equilibrio podemos ser amorosos con los demás y a la vez estar libres de desacuerdos y preocupaciones.
El amor probablemente es el valor más elevado que todos los seres humanos desean experimentar desde el momento del nacimiento hasta la muerte. El amor verdadero y desinteresado se ha hecho tan escaso que la mayoría de la gente no cree en su existencia.
Por amor verdadero entendemos la capacidad de respetar a los demás tal como son y ser capaces de dar sin esperar un retorno de lo que se ha dado. El verdadero amor da libertad y nos crea el espacio para crecer y expresar nuestra individualidad.
A menudo, sin embargo, no mantenemos la distancia adecuada entre nosotros y aquellos a quienes amamos y entonces en lugar de dar desinteresadamente empezamos a tener expectativas, a poseer y a exigir.
Es cuando confundimos el amor con el apego que creamos ataduras hacia nosotros mismos y con los demás. El apego significa que no respetamos la libertad de los demás e incluso peor, desarrollamos el sentimiento de posesividad con los demás. El signo de este apego o posesividad es que habrá miedo, preocupaciones, inseguridad, celos y finalmente sufrimiento.
Este amor malentendido no sólo destruye la amistad y las relaciones en general sino que nos hace perder el respeto por nosotros mismos. Por supuesto que necesitamos también amor y respeto pero nunca podemos recibirlo pidiéndolo o esperándolo de los demás o dándolo por sentado en nuestras relaciones.
Es cuando empezamos a dar estas cosas que automáticamente las recibimos. Cuanto más demos más recibiremos, pero tenemos que dar sin expectativas de recibir un retorno, de otra forma puede que demos mucho y no recibamos nada.
Sólo podemos dar desinteresadamente cuando primero descubrimos que tenemos estas cualidades en nuestro interior y cuando nosotros primero las experimentamos. También viendo el lado positivo en los demás somos capaces de darles respeto y consideración.