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El concepto de mujer griego era completamente diferente al celta. Por Lawrence Alma- Tadena (1869) |
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Divinidades femeninas: Epona |
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La mujer: reproductora biológica y social. |
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Divinidades femeninas: Arianrhod |
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Mujeres y Hombres compartían tareas |
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Divinidades femeninas: Brighid |
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Este artículo forma parte de una serie de artículos sobre La mujer celta . Ha sido elaborado por Iolair Faol. Si teneis alguna duda, o quereis poneros en contacto con él, su email: iluscan@yahoo.es
Si hacemos un somero repaso en forma de síntesis, de lo que pudo representar la figura femenina y, por tanto, la mujer en las sociedades celtas paganas, se observa que el papel que representaron en ella fue notable y digno de análisis y estudio, por la diferenciación, peculiaridad y singularidad con sus congéneres de otras sociedades paganas coetáneas en la Europa antigua.
El concepto celta de la mujer difirió considerablemente del que tuvieron griegos y romanos. Las funciones que desempeñaron rompían esquemas, causando impacto y asombro entre aquellos escritores o historiadores contemporáneos de los celtas que dejaron sus impresiones escritas, tras haber tenido trato y conocimiento del rol que desempeñaban esas mujeres en sus sociedades.
Para iniciar este sobrio análisis, mencionaré el culto que casi todo celta dispensaba a las divinidades femeninas, que fue uno de los pilares de la espiritualidad celta pagana: Divinidades de aspecto femenino o representando ser de este género las hallamos en toda tribu celta, insular o continental. Deidades con nombres femeninos como Brigit, Dana, La Morrigan, Macha, Rhiannon, Ainé, Epona, Cerridwen, Arianhrod y un larguísimo etc. Corrobora dicha importancia. Además, con el genérico nombre de Diosa Madre, con todos sus homónimos, con todas sus formas y aspectos, representaba el flujo de la vida, el nacimiento, la muerte y la regencia y regeneración de la Tierra. Y todo ello sin mencionar las variadas leyendas y cuentos donde la fémina celta es protagonista.
La impresión general que se obtiene de la mujer celta de antaño, fue que ocupó un privilegiado lugar si lo comparamos con otras mujeres de otras sociedades de la época en que vivieron. Su importante función y desarrollo les llevó a ser equiparadas casi en igualdad a los hombres, según lo que entendemos hoy en día por igualdad de derechos y obligaciones. Y aunque, evidentemente, falta el “casi”, de lo que no cabe duda es, que por lo menos hasta las invasiones romanas y posteriormente hasta la entronización del cristianismo, gozaron de un estatus social que gracias a él, podríamos considerarlas las más libres e independientes del orbe europeo conocido. Por encima, en derechos a las mujeres helenas o romanas, por encima a las germanas y por encima a las de los pueblos que en su nomadismo asimilaron. Ya los nombres de Irlanda: Eriu, Fotla, y Banba corresponden a una tríada de diosas, con las que debían emparejarse los dirigentes de los Tuatha dé Danann, para poder gobernar.
Analizar hoy esta peculiaridad celta pagana, no es un simple recuerdo arcaico o una lección de historia antigua, sino que quizás podríamos sacar alguna idea provechosa y hasta ponerla en práctica. No estoy recomendando reincidir en los aspectos matriarcales o incluso patriarcales de sociedades antiguas. Ni de que unos u otros deben ostentar un hipotético dominio hoy en día, para que todo pudiera funcionar “mejor”. Pienso que en este apartado sobre dominios y poderes de un género sobre otro, es algo demasiado moderno, para achacárselo a una sociedad hoy desaparecida y seguramente tal concepto no formaba parte de las pretensiones de hombres y mujeres en el ámbito celta pagano, al menos.
Mas que prerrogativas, yo diría, que la mujer celta, poseía cualidades, facultades y capacidades. Y por supuesto entendía perfectamente en que se basaba y cuales eran los pilares de su sociedad: Familia, clan y Tribu, y eso era, no sólo lo importante, sino lo vital para la supervivencia, en una época en la que ésta, era una cotidiana y deseada meta. La mujer celta, ajena a los planteamientos feministas actuales, no por mejores o peores, sino por inexistentes, sabía que era la única del género humano que podía dar vida, parir, como potencial que toda hembra no estéril posee. Eso le confería la certeza de que era el escalafón más esencial de su tribu. Sin descendencia, no había, familia, ni clan, ni tribu, ni nada. Con escasa descendencia, podía su tribu ser menos numerosa, poseer menos recursos, menos manos para cultivos o guerras, que otras y caer bajo el dominio de gentes hostiles.
Pero con mucha descendencia, venía la superpoblación, la insuficiencia de recursos, las migraciones etc. Así pues, eran las portadoras del equilibrio para el buen funcionamiento de su sociedad. Pero también entendía que sin el hombre, todo lo que ella pudiera aportar, no servía de gran cosa. Y en esto radicó esa estrecha colaboración entre ambos géneros, sin plantearse quien era más esencial, pues ambos lo eran.
Esencial era el hombre, cuando salía a cazar o guerrear y permanecía días o incluso largos períodos ausente de su tribu o aldea, dejando en ella a mujeres, niños y ancianos. Y volvía con la necesaria caza o pesca o habiendo rechazado una incursión hostil o evitando el robo de un apreciado tesoro, vital, como era el ganado.
Primordial era la mujer, cuando permanecía en la aldea al cuidado de propiedades, ganados, cultivos, niños y ancianos, defendiéndolos en caso necesario, pues no olvidemos que ella era adiestrada desde la infancia en el manejo de armas y en técnicas combativas.
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