No tenemos que crear el bien. El bien ya está aquí. No tenemos que persuadir a Dios para que sea Amor, o Vida, o Verdad, o Inteligencia, porque Él ya es todo eso, y siempre lo ha sido. No tenemos que pedirle que nos recuerde, porque siempre está con nosotros. No podemos pedir ningún bien que ya no esté aquí.
Tampoco tenemos que combatir el mal. El mal, en esencia, es una falsa creencia sobre el bien, y la cura consiste en no pensar en el error al conocer la Verdad. Cuando enciendes la luz en una habitación, no tienes que perseguir a las sombras y expulsarlas por la puerta o por la ventana. La luz invade la habitación y todo se ilumina, pues la oscuridad no es un ente; no es otra cosa que la ausencia de luz.
Si corremos las cortinas de todas las habitaciones de una casa, esa morada quedará a oscuras, y es probable que con el tiempo sea húmeda e insaluble, por mucho que afuera brille el sol. Si quisiéramos remediar esa situación, no trataríamos de lograr que el sol brille con más intensidad (no podríamos lograrlo); tampoco buscaríamos la manera de crear luz del sol en el interior. Todo lo que tendríamos que hacer -en realidad, todo lo que podríamos hacer- es descorrer las cortinas. Descorrer las cortinas y abrir las ventanas sería el verdadero remedio para esa situación. El sol penetraría, y seguirían todos los demás beneficios.
Dios está con nosotros a toda hora, pero nosotros cerramos las ventanas del alma y colocamos gruesas cortinas de miedo, duda, egoísmo, etc., entre Él y nosotros.
La salvación consiste en descorrer esas cortinas y abrir las ventanas; Él hace el resto.
Emmet Fox