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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 14/08/2010 18:07
La experiencia y la observación nos enseñan que, en cada momento de nuestra existencia, estamos focalizando nuestra atención en un punto o puntos determinados, y, según sean estos puntos, nuestra capacidad percep­tiva y nuestra capacidad reactiva serán unas determinadas, y no otras.

En nuestra mente se pueden distinguir una zona periférica o externa, una zona media o intermedia y una zona axial o eje. Cuando la mente está focalizada en la zona ex­terna, vivimos la importancia de lo exterior, percibimos ese exterior como real, y tendemos a vivirnos y a valorar­nos en función de él. Es decir, reaccionamos de acuerdo con esa exigencia de lo exterior. Por otra parte, dentro de lo que es zona externa podemos funcionar desde un plano mental, o bien desde uno vegetativo u otro afectivo.

Cuando la mente está situada en la zona media o interna, lo que vivimos son los estados subjetivos: emociones, sufrimientos, reflexiones, impulsos; entonces experimentamos estados interiores en general. En este momento, las cosas exteriores las vivimos sólo en función de lo interior. Es éste el que tiene primacía, el que para nosotros es más importante, más real. E interpretamos lo exterior en función de lo que vivimos interiormente. También aquí encontramos el nivel mental, el afectivo, y el vital/vegetativo.

Esto significa que si funcionamos principalmente a través de nuestra zona externa viviremos la preocupación constante de cuál es nuestro papel en el mundo, nuestro valor, nuestra cotización, cómo hemos de actuar para mejorar esta valoración, o para conservarla. Por lo tanto todo nuestro mundo girará alrededor de lo exterior. Aquí predominará el aspecto representativo, el aspecto forma, tanto en su vertiente concreta, o imagen, como en su vertiente más abstracta, o idea.

Por el contrario, cuando predomina el aspecto subjetivo, esto significa que nuestros problemas residen fundamentalmen­te en nuestros estados interiores. Podemos sentir una angustia, un malestar, una tristeza, una desgana, una hostilidad; y esto que sentimos en nuestro interior es algo que nos separa del mun­do, que nos impide ajustarnos, expresarnos con espontanei­dad, integrarnos con las demás personas, sentirnos unidos a ellas.

Estamos viviendo en un mundo puramente subjetivo, que, la mayor parte de las veces, adquiere un carácter negativo. Aquí, la persona, aunque realice grandes esfuerzos, como está enquistada en esta zona media, carece de la capacidad de integración, de espontaneidad, de ajuste completo con su mundo/ambiente. Por tanto, aquí es donde residen principalmente los problemas del carácter y de la personalidad.

En la zona exterior existen también problemas, pero no hacen sufrir tanto a la persona. Los problemas en la zona externa serán problemas de una conducta quizás poco ajustada, poco adecuada a las circunstancias, pero la persona, respecto a eso, sentirá solamente que no acaba de encajar con la situación y que necesita hacer otra cosa. Éste es el caso de aquellas personas que viven con el deseo de alcan­zar algo, y están totalmente proyectadas hacia este deseo. Cuando se encuentran con que no logran lo que buscan, esto, en lugar de crearles un conflicto interior, lo que hace es estimularles para emprender otras gestiones, realizar más trabajo, ofrecer más dedicación. Pero no viven lo que propiamente podemos llamar un estado de angustia inte­rior. En cambio, cuando la persona vive el problema desde su zona media, todo resulta angustioso, porque todo se vive en función de la resonancia afectiva y de la valoración de uno mismo y del mundo en cada momento.

Pero, más allá de estas dos zonas, la externa y la interna, hay otra zona más profunda, a la que podemos llamar la zona central, y que, al considerarla en todos sus niveles, podemos denominar como un eje, un eje central. Cuando la persona es capaz de funcionar centrada, es decir, sintonizada con esta zona central, da su justo valor al aspecto exterior y el aspecto subjetivo. Vive ahora una nueva realidad, una realidad que, ciertamente, está en relación con lo interno y lo externo, pero que, al mismo tiempo, es por completo independiente de esas realidades subjetiva y objetiva.

En .esta zona axial se vive una consciencia de pura realidad, que tiene varias facetas según el plano desde el cual se viva esta zona. En general, ese eje corresponde a una consciencia de realidad, de energía, de potencia, de seguridad, de decisión a una capacidad invencible de resistencia, a una consciencia del Ser, del Ser puro, del Ser como realidad en sí misma, del Ser pura Energía, del Ser pura positividad.

Cuando esto se manifiesta en un plano mental, además de esto, se convierte en una claridad mental, en una evidencia, en una visión intuitiva e instantánea, en una serenidad y en un silencio. Cuando la persona toma contacto con este punto central en ese nivel mental, es cuando se pro­duce el verdadero silencio, un silencio que no es impuesto, que no está reteniendo cosas, sino que es el silencio inhe­rente a esta zona de puro Ser, más allá de lo que ocurre en las zonas interna o externa.

Cuando se vive en un plano más abajo de la cabeza, en la zona de la espalda, tenemos entonces el amor. Pero aquí el amor se vive como voluntad de amar, como energía, como algo que ya está actualizado. Normalmente, nuestro amor siempre tiende hacia algo. Si se vive en la zona externa, entonces consiste en lograr algo de alguien, o respecto a alguien. Si se vive en la zona interna, se trata de conseguir llegar a sentir o a ser de una manera determinada.

Pues bien, vi­viendo en el mismo plano, pero desde el centro, se vive una conciencia de amor actual, que ya es del todo, que ya está presente y de una manera plena. Es decir, se vivencia una con­ciencia de actualidad con plenitud, por lo tanto, con una auténtica felicidad; no una felicidad conformista o de refu­gio, sino un estado interior pleno, una realidad que es por sí misma.

Si seguimos descendiendo por ese eje, llegaremos a aquel nivel en donde se descubre la potencia, la fuerza que nos hace vivir, donde descubrimos que nuestra vida tiene unas raíces más allá de nuestra conciencia individual, que estamos nutridos por una vida potente, inmensa y enorme. Vivir axialmente en este nivel vital da una gran capacidad de recuperación orgánica y una enorme resistencia física.


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