PONER LAS ÚLTIMAS PIEDRAS Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner la primera piedra de un edificio es relativamente sencillo, pero poner la última piedra no es tan fácil. El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias. Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos. No podemos permitir que el desánimo o la tristeza nos impidan actuar. Los grandes proyectos requieren de un trabajo constante. Las grandes obras se componen de pequeños esfuerzos que se realizan todos los días, pero también es importante sentarse a meditar en qué queremos lograr y hacia dónde esperamos ir. Si no tenemos la constancia y la lucha diaria de construir las cosas grandes con pequeños detalles, nos quedaremos colocando primeras piedras, pero no acabaremos nuestras obras. Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano. Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar. Pero ninguna de las dos actitudes es sana: ni la del joven que no mide sus posibilidades, ni la del adulto que deja de soñar. Tener una actitud equilibrada significa plantearnos metas un poco mayores de lo que sabemos que podemos hacer, y asegurarnos de poner la última piedra. Y una vez que lo logremos, volver a empezar haciendo planes, proyectos y fijándonos nuevas metas, cada vez más altas. Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, Él se encargará de ayudarnos a concluirlo. Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el valor de poner últimas piedras podemos: Establecer una fecha clara para terminar un proyecto. Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá obstáculos, y estar preparado para ello. Crear un calendario en el que establezcamos acciones concretas para terminar nuestros proyectos. Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas. Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes. No poner una sola última piedra, sino muchísimas, que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y no en una excepción. Autor Desconocido |