¿Es mejor tener muchas o pocas expectativas?...
Hace un tiempo alguien me preguntó: “¿Cómo es la cuestión de
las expectativas?... Algunos caminos psicológicos y espirituales sostienen
que es mejor tener pocas expectativas, porque ellas llevan al apego emocional
y a la frustración... Mientras tanto, otros caminos sugieren que seamos optimistas
y esperemos que ocurra lo mejor, ya que las actitudes positivas favorecen
los buenos resultados”...
Mi respuesta fue la siguiente: “Me parece que no siempre es adecuado tener bajas expectativas, como tampoco es apropiado tener siempre expectativas muy altas...
Pienso que lo más conveniente es regular las expectativas de acuerdo con las circunstancias y con nuestra personalidad”...
Desde mi punto de vista, dichas formulaciones generales sobre las expectativas
no son verdades universales... Son solo una guía útil, pero es necesario
considerar cada situación en particular...
En relación con las circunstancias, podemos preguntarnos cuáles son las
posibilidades de que ocurra lo que esperamos... Aunque la respuesta solo
refleje nuestra creencia (ya que nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirá),
tener claro qué idea tenemos al respecto nos provee de un marco de
referencia para regular nuestras expectativas... También nos da la oportunidad
de revisar o de modificar esa creencia si lo consideramos necesario...
Además, está la cuestión de nuestra modalidad... Algunas personas funcionan mejor si mantienen altas sus expectativas, aun en circunstancias desfavorables, porque lo sienten como un desafío motivador... Mientras tanto, otras personas prefieren bajar sus expectativas cuando las situaciones son poco propicias para que la frustración no les impida seguir adelante...
Dicho de otra manera, hay gente que es optimista por naturaleza, y que sigue
siendo optimista aun cuando los resultados no sean los esperados y no se apegan
mucho a sus deseos... En cambio, hay gente optimista que se frustra cuando los
resultados no se ajustan a sus expectativas, y a la que le cuesta sobreponerse a la desilusión o desapegarse de lo que quería...
Hay gente pesimista más desapegada que no se frustra mucho si las cosas
no salen bien... Hay gente pesimista que puede regular su apego y que, si bien
se frustra cuando no obtiene los resultados esperados, se sobrepone con
facilidad a la frustración... Hay gente pesimista que se frustra y a la que le
cuesta revertir su desilusión...
Por último, están los más realistas... También ellos pueden ser más o menos
apegados, frustrarse más o menos y sobreponerse mejor o peor a la frustración...
En consecuencia, desde mi punto de vista, más que una formulación general
sobre si conviene tener muchas o pocas expectativas, es más útil tener claro
cuál es nuestra percepción de las posibilidades en cada caso y qué tipo de
expectativas nos ayudan a manejar mejor nuestras frustraciones y apegos...
Por último, quiero decir que no todos los optimistas logran siempre mejores
resultados, como tampoco a los pesimistas les va siempre peor, ya que los
logros no dependen exclusivamente de nuestras expectativas...
Lic. Eugenia Lerner, psicóloga, chamana, maestra y sanadora
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