Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire, y ese mirar que escribe mundos en el infinito, y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad, y ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados, y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter, y ese beso que hincha la proa de tus labios, y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida, y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho, dormido a la sombra de tus senos.
VICENTE HUIDOBRO

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