Este amor que se va, que se me pierde, esta oscura certeza de vacío: mi corazón, mi corazón ya es mío sin nada que le implore ni recuerde.
De pronto, vuelve a ser un fruto verde sin madurez, ni aroma en el rocío: ay del que quiere apresurar su estío, ay de aquél que lo besa o que lo muerde.
Yo sé que algo persiste, todavía. Pero no existen ya ni la alegría ni la embriaguez radiante ni la lumbre
ardiendo en la mirada y en los labios. Ni exaltación ni búsqueda ni agravios: apenas una cálida costumbre.
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