Final
Matilde, años o días dormidos, afiebrados, aquí o allá, clavando rompiendo el espinazo, sangrando sangre verdadera, despertando tal vez o perdido, dormido: camas clínicas, ventanas extranjeras, vestidos blancos de las sigilosas, la torpeza en los pies.
Luego estos viajes y el mío mar de nuevo: tu cabeza en la cabecera,
tus manos voladoras en la luz, en mi luz, sobre mi tierra.
Fue tan bello vivir cuando vivías!
El mundo es más azul y más terrestre de noche, cuando duermo enorme, adentro de tus breves manos.
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