EL ARQUEOLOGO
Gestos, ritos y asombros se desbarrancan.
Un nylon rojo pasa flotando.
Una mujer esconde un sonajero.
Ha pasado un segundo.
Un caballo negro viaja desencajado
y en el horizonte brama tras flores asesinas.
Otro caballo lame su lomo azucarado, entre hormigas,
cuando cae la tarde.
Ha pasado un segundo.
Veo mecerse los sarmientos y a través de ellos,
tal vez lejos, una nube blanca.
Nadie pudo socorrerme. Nadie vino con antorchas
y un Cristo doliente al son de una caja.
Sépanlo bien:
ha pasado un segundo.
Latas, flores y papeles viejos circularán por el valle
señalando las precarias tumbas de los sueños perdidos.
Un juguete desenterrado después de veinte años,
inútil ya,
pero más doloroso por desconocido.
ALEJANDRO COSTA
(ARGENTINA)
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