Rupert Sheldrake, Campos Mórficos
8 diciembre 2008 — alansuamon
Rupert
Sheldrake es uno de los biólogos más controvertidos de
nuestra época. Sus teorías están revolucionando no sólo la rama
científica de su campo sino que desbordan hacia otras
disciplinas como la física y la psicología. Los científicos
ortodoxos lo acusan de introducir la filosofía en la ciencia.
En su libro “Una Nueva Ciencia de la Vida”, Sheldrake toma
posiciones en la corriente organicista u holística clásica,
sustentada por nombres como Von Bertalanffy y su Teoría General de Sistemas
o E.S. Russell, para cuestionar de forma tajante la visión mecanicista
que da por explicado cualquier comportamiento de los seres
vivos mediante el estudio de sus partes constituyentes y
posterior reducción de los mismos a leyes químicas y físicas.
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¿QUÉ SON LOS CAMPOS MÓRFICOS?
La cuestión del desarrollo biológico, de la morfogénesis, está
actualmente bastante abierta y es tema de mucho debate dentro de la
propia biología. Una alternativa al enfoque mecanicista/reduccionista,
que ha estado dando vueltas desde el 1920 es la idea de campos
morfogenéticos (moduladores de forma). En este modelo, los organismos
que crecen están modulados por campos que están tanto dentro como
alrededor de ellos, campos que contienen, como si se dijera, la forma
del organismo. Esto se encuentra más próximo a la tradición aristotélica
que a cualquiera de los otros enfoques tradicionales. Según va
desarrollándose un roble, la bellota está asociada con un campo de
roble, una estructura organizadora invisible que organiza el desarrollo
del roble; es como un molde del roble, dentro del cual crece el
organismo que se desarrolla.
Un hecho que conduce al desarrollo de esta teoría es la notable
habilidad que poseen los organismos para reparar los daños. Si cortas un
árbol en pequeños pedazos, cada pedacito, tratado convenientemente,
puede crecer como un nuevo árbol. De modo que a partir de un diminuto
fragmento, puedes obtener una totalidad. Las máquinas no hacen eso; no
tienen este poder de permanecer íntegras si retiras partes de ellas.
Pica un ordenador en pedacitos y todo lo que obtienes es un ordenador
roto. No se regenera en la forma de montones de pequeños ordenadores.
Pero si cortas un gusano platelminto en pedacitos, cada pedazo puede
crecer como un nuevo platelminto.
Otra analogía es la del imán. Si partes un imán en pedacitos, obtienes
montones de pequeños imanes, cada uno con su campo magnético completo.
Esta es una propiedad holística que poseen los campos y que no tienen
los sistemas mecánicos, a no ser que estén asociados a campos. Otro
ejemplo más todavía es el holograma, cualquier parte del cual contiene
la totalidad. Un holograma está basado en patrones de interferencia en
el interior de campos electromagnéticos. Los campos tienen así una
propiedad holística que resultaba muy atractiva para los biólogos que
desarrollaron este concepto de campos morfogenéticos.
Cada especie tiene sus propios campos, y en el interior de cada
organismo existen campos dentro de campos. Dentro de cada uno de
nosotros está el campo de todo el cuerpo; campos para los brazos y
piernas y campos para los riñones e hígados; en el interior hay campos
para los diferentes tejidos dentro de estos órganos, y después campos
para las células, y campos para las estructuras subcelulares, y campos
para las moléculas, etcétera. Existe una serie entera de campos dentro
de campos. La esencia de esta hipótesis que estoy proponiendo es que
estos campos, que están ya aceptados bastante ampliamente dentro de la
biología, poseen una especie de memoria inherente que se deriva de
formas previas de un tipo similar. El campo del hígado está modulado por
las formas de hígados anteriores y el campo del roble por las formas y
organización de robles anteriores. A través de estos robles, mediante un
proceso llamado “resonancia mórfica”, la influencia de lo similar sobre
lo similar, existe una conexión entre campos similares. Esto significa
que la estructura de campos tiene una memoria acumulativa, basada en lo
que le ha ocurrido a la especie en el pasado. Esta idea se aplica no
solo a los organismos vivos sino también a moléculas proteicas,
cristales e incluso a átomos. En el reino de los cristales, por ejemplo,
la teoría diría que la forma que adopta un cristal depende de su campo
mórfico característico.
“Campo mórfico” es un término más amplio que incluye los campos tanto
de forma como de comportamiento. De aquí en adelante, usaré la palabra
“campo mórfico” en lugar de “morfogenético”.
UNA NUEVA CIENCIA DE LA VIDA
Existe un gran número de experimentos que pueden realizarse en el
campo de la forma biológica y el desarrollo de la forma. En
consecuencia, se aplican los mismos principios al comportamiento, las
formas de comportamiento y los patrones de comportamiento. Considérese
la hipótesis de que si se entrenan ratas para que aprendan un nuevo
truco en Santa Bárbara, entonces ratas a todo lo largo y ancho y del
mundo deberían ser capaces de aprender a hacer el mismo truco más
rápidamente, simplemente porque las ratas de Santa Bárbara lo han
aprendido. Este nuevo patrón de aprendizaje estará, como si dijéramos,
en la memoria colectiva de las ratas, en el campo mórfico de las ratas,
con el que otras ratas pueden sintonizar por resonancia mórfica,
simplemente porque son ratas y porque están en circunstancias similares.
Puede parecer poco probable, pero este tipo de cosas ocurre o no
ocurre.
Entre el vasto número de artículos sobre la psicología de las ratas
que hayamos en los archivos de experimentos, hay cierto número de
ejemplos experimentales en los cuales los investigadores han
monitorizado de hecho ritmos de aprendizaje a lo largo del tiempo y han
descubierto misteriosos incrementos. En mi libro Una Nueva Ciencia de la
Vida [A New Science of Life], describo una serie tal de experimentos,
que se extendió por un período de 50 años. Un experimento empezado en
Harvard y luego continuado en Escocia y Australia, demostró que las
ratas incrementaron su ritmo de aprendizaje más de diez veces. Se trata
de un fenómeno enorme, no de algún resultado marginal estadísticamente
significativo. Este ritmo mejorado de aprendizaje ocurrió en situaciones
de aprendizaje idénticas, en estas tres localizaciones separadas y en
todas las ratas de la misma raza, no sólo en ratas descendientes de
padres entrenados.
Existen otros ejemplos de difusión espontánea de nuevos hábitos en
animales y aves, que proporcionan al menos evidencia circunstancial de
la teoría de resonancia mórfica. El mejor documentado de éstos lo
constituye el comportamiento de los herrerillos azules, un pequeño
pájaro de cabeza azulada común en toda Gran Bretaña. Todavía hoy se
reparte leche fresca de puerta en puerta cada mañana en Gran Bretaña.
Hasta alrededor del año 1950, los tapones de las botellas de leche se
hacían de cartón. En 1921, en Southampton, se observó un extraño
fenómeno. Cuando la gente salía por la mañana a recoger sus botellas de
leche, encontraba pequeños trozos de cartulina todo en rededor de la
base de la botella, y que la crema de la parte superior de la botella
había desaparecido. Una observación más estrecha reveló que esto era
causado por los herrerillos azules, los cuales se sentaban sobre la boca
de la botella, extraían la cartulina con sus picos, y después bebían la
crema. ¡Incluso se dieron varios casos trágicos en los que herrerillos
azules fueron descubiertos ahogados con la cabeza en la leche!
Este incidente produjo un considerable interés. El hecho apareció
entonces en otro lugar de Gran Bretaña, a cerca de 50 millas de
distancia; y después en algún otro lugar a 100 millas de distancia.
Fuere cuando fuere que comenzara el fenómeno de los herrerillos azules,
empezó a extenderse localmente, presumiblemente por imitación. Sin
embargo, los herrerillos azules son criaturas muy hogareñas, y
normalmente no viajan más de cuatro o cinco millas. Por lo tanto, la
diseminación del comportamiento a lo largo de grandes distancias sólo
podía explicarse en términos de un descubrimiento independiente del
hábito.
El hábito del herrerillo azul fue cartografiado a lo largo y ancho de
Gran Bretaña hasta 1947. Para entonces se había vuelto más o menos
universal. Las personas que realizaron el estudio llegaron a la
conclusión de que debió ser “inventado” de manera independiente por lo
menos 50 veces. Aún más, el ritmo de extensión del hábito se aceleró con
el paso del tiempo. En otros lugares de Europa donde las botellas de
leche son repartidas al pie de las escaleras de las casas, tales como
Escandinavia y Holanda, el hábito también afloró durante los años 1930,
extendiéndose de una manera similar. He aquí un modelo de comportamiento
que se extendió de un modo tal que parecía acelerarse con el tiempo, y
que podría proporcionar un ejemplo de resonancia mórfica.
Pero existe una evidencia aún más fuerte de la resonancia mórfica.
Debido a la ocupación alemana de Holanda, el reparto de leche cesó
durante 1939-40. Los repartos no se reanudaron hasta 1948. Como los
herrerillos azules suelen vivir sólo dos o tres años, probablemente no
quedaban herrerillos azules vivos en 1948 que habían vivido en la época
en que la leche fue repartida por última vez. Sin embargo, en cuanto se
retomó el reparto de leche en 1948, la apertura de botellas de leche por
los herrerillos azules surgió rápidamente en lugares bastante separados
de Holanda, extendiéndose de manera extremadamente rápida hasta que, en
uno o dos años, era una vez más universal. Tal comportamiento se
difundió con mucha más rapidez, y surgió independientemente con una
frecuencia mucho mayor, la segunda vez que la primera. Este ejemplo
prueba la propagación evolutiva de un nuevo hábito que probablemente no
es genética sino que depende más bien de una especie de memoria
colectiva debida a la resonancia mórfica.
Lo que estoy sugiriendo es que la herencia no depende sólo del ADN,
el cual permite a los organismos construir los bloques constructivos
químicos –las proteínas–, sino también de la resonancia mórfica. La
herencia tiene así dos aspectos: uno, una herencia genética que da
cuenta de la herencia de las proteínas mediante el control de la
síntesis proteica por parte del ADN; el segundo, una forma de herencia
basada en los campos mórficos y la resonancia mórfica, que es
no-genética y que se hereda directamente de los miembros pasados de la
especie. Este último mecanismo de herencia está relacionado con la
organización de forma y comportamiento.
LA ALEGORÍA DEL APARATO DE TELEVISIÓN
Las diferencias y conexiones entre estas dos formas de herencia se
vuelven más fáciles de comprender si consideramos la analogía de la
televisión. Piensa en las imágenes de la pantalla como la forma, objeto
de nuestro interés. Si no supieras cómo surgió la forma [las imágenes],
la explicación más obvia sería que dentro del aparato había personitas
cuyas sombras estabas viendo proyectadas en la pantalla. Los niños
piensan a menudo de esta manera. Si apartas la tapa del aparato, y miras
dentro, encuentras que allí no hay personitas. Después podrías ser más
sutil y especular con que las personitas son microscópicas y están de
hecho dentro de los cables del aparato de TV. Pero si miras los cables a
través de un microscopio, tampoco allí puedes encontrar ninguna
personita.
Podrías volverte todavía más sutil y proponer que las personas
diminutas de la pantalla surgen de hecho a través de una “compleja
interacción entre partes del aparato que no se comprenden completamente
todavía”. Podrías pensar que esta teoría sería probada si cortaras unos
pocos transistores del aparato. La gente desaparecería. Si repusieras
los transistores, volverían a aparecer. Esto podría proporcionar
evidencia convincente de que las imágenes surgen de dentro del aparato, y
enteramente sobre la base de una interacción interna.
Supón que alguien sugiriera que las imágenes de las personitas vienen
del exterior del aparato, y que el aparato toma las imágenes como
resultado de vibraciones invisibles a las que el aparato está
sintonizado. Esto sonaría probablemente como una explicación muy oculta y
mística. Podrías negar que nada llega al interior del aparato. Podrías
incluso “probarlo”•pesando el aparato apagado y encendido; pesaría lo
mismo. Por lo tanto, podrías concluir que nada está entrando al aparato.
Creo que ésta es la posición de la biología moderna, que intenta
explicar todo en términos de lo que ocurre en el interior. Cuanto más
explicaciones para la forma se buscan en el interior, tanto más elusivas
prueban ser dichas explicaciones, y tanto más se adscriben a
interacciones incluso más sutiles y complejas, lo cual siempre elude
toda investigación. Tal y como estoy sugiriendo, las formas y patrones
de comportamiento son de hecho sintonizadas dentro por conexiones
invisibles que surgen fuera del organismo. El desarrollo de la forma es
un resultado de tanto la organización interna del organismo y la
interacción de los campos mórficos a los que está sintonizado.
Las mutaciones genéticas pueden afectar a este desarrollo. Piénsese
de nuevo en el aparato de TV. Si mutamos un transistor o un condensador
dentro del aparato, puedes obtener imágenes o sonidos distorsionados.
Pero esto no prueba que las imágenes y el sonido estén programados por
estos componentes. Ni tampoco prueba que estén programadas por los
genes, si encontramos que hay alteraciones de forma y comportamiento
como resultado de una mutación genética la forma y el comportamiento.
Existe otro tipo de mutación que es particularmente interesante.
Imagina una mutación en el circuito de sintonización de tu aparato, tal
que altera la frecuencia de resonancia del circuito de sintonización. El
sintonizar tu TV depende de un fenómeno de resonancia: el sintonizador
resuena a la misma frecuencia que la de la señal transmitida por las
diferentes estaciones. Así los diales de sintonización se miden en
hertzios, que es una medida de frecuencia. Imagina una mutación en el
sistema de sintonización de manera tal que sintonizas un canal y en
realidad aparece otro. Podrías rastrear la causa hasta llegar a un solo
condensador o una sola resistencia que habría sufrido una mutación. Pero
no sería válido concluir de ahí que los nuevos programas que estás
viendo, las diferentes personas, las diferentes películas y anuncios,
están programados dentro del componente que ha cambiado. Ni prueba
tampoco que la forma y el comportamiento estén programados en el ADN
cuando las mutaciones genéticas conducen a cambios en la forma y el
comportamiento. El supuesto habitual es que si puedes ver que algo se
altera como resultado de una mutación, entonces eso debe estar
programado por, o controlado por, o determinado por, un gene. Espero que
esta analogía de la TV deje claro que ésta no es la única conclusión.
Podría ocurrir que estuviera afectando al sistema de sintonización.
UNA NUEVA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
Se está realizando un trabajo ingente en la investigación biológica
contemporánea sobre dichas mutaciones “de sintonización” (formalmente
llamadas “mutaciones homeóticas”). El animal más usado en tales
investigaciones es la Drosophila, la mosca de la fruta. Se ha encontrado
que todo un rango de mutaciones produce varias monstruosidades. Un tipo
de éstas, llamado “antennapedia”, lleva a que las antenas se
transformen en patas. Las desafortunadas moscas, que contienen sólo un
gen alterado, producen patas que crecen hacia fuera de sus cabezas en
lugar de antenas. Existe otra mutación que lleva al segundo o tercer par
de patas de la Drosophila a transformarse en antenas. Normalmente las
moscas tienen un par de alas y, en el segmento posterior a éstas hay
unos pequeños órganos equilibradores llamados “cabestros”. Otra mutación
conduce a que el segmento que normalmente porta los cabestros se
transforme en un duplicado del primer segmento, de manera que estas
moscas tienen cuatro alas en lugar de dos. Se les llama “mutantes
bitorácicas”.
Todas estas mutaciones dependen de genes individuales. Propongo que
estas mutaciones de los genes individuales alteran de algún modo la
sintonización de una parte del tejido embrionario, de tal forma que
sintonizan con un campo mórfico diferente del que normalmente
sintonizarían, surgiendo así un conjunto diferente de estructuras; justo
como sintonizar un canal diferente de TV.
A partir de estas analogías, uno puede ver cómo tanto la genética
como la resonancia mórfica están involucrados en la herencia. Por
supuesto, una nueva teoría de la herencia conduce a una nueva teoría de
la evolución. Al día presente, la teoría evolucionista está basada en el
supuesto de que virtualmente toda herencia es genética. La
sociobiología y el neodarwinismo en todas sus variantes se basan en la
selección genética, la frecuencia genética, etcétera. La teoría de la
resonancia mórfica conduce a una visión mucho más amplia que permite una
vez más tomar seriamente una de las grandes herejías de la biología, a
saber, la idea de la herencia de características adquiridas. Los
comportamientos que aprenden los organismos, o las formas que
desarrollan, pueden ser heredados por otros, incluso si no descienden de
los organismos originales, por resonancia mórfica.
UN NUEVO CONCEPTO DE MEMORIA
Cuando consideramos la memoria, esta hipótesis conduce a una
aproximación muy diferente de la tradicional. El concepto clave de
resonancia mórfica es que cosas similares influyen sobre cosas similares
a través del espacio y el tiempo. El grado de influencia depende del
grado de similitud. La mayoría de los organismos son más similares a
ellos mismos en el pasado de lo que lo son a cualquier otro organismo.
Yo soy más similar a mí mismo hace cinco minutos que lo que lo soy a ti;
todos nosotros somos más como nosotros en el pasado que cualquier otro.
Lo mismo es cierto para cualquier otro organismo. Esta auto-resonancia
con los estados pasados de un mismo organismo en el ámbito de la forma
ayuda a estabilizar los campos morfogenéticos, a estabilizar la forma
del organismo, incluso aunque los constituyentes químicos de las células
estén funcionando y cambiando. Los patrones habituales de
comportamiento también son sintonizados por el proceso de
auto-resonancia. Si comienzo montando en bicicleta, por ejemplo, el
patrón de actividad de mi sistema nervioso y mis músculos, en respuesta a
mantener el equilibrio sobre la bicicleta, me sintoniza inmediatamente
por similitud a todas las ocasiones previas en las que he montado en
bicicleta. Esta experiencia de montar en bicicleta se da por resonancia
mórfica acumulativa con todas esas ocasiones pasadas. No es una memoria
verbal o intelectual; es una memoria corporal de montar en bicicleta.
Esto también se aplicaría a mi memoria de hechos reales: lo que hice
ayer en Los Ángeles o el año pasado en Inglaterra. Cuando pienso en
estos sucesos particulares, estoy sintonizando con las ocasiones en las
que estos sucesos ocurrieron. Existe una conexión causal directa a
través del proceso de sintonización. Si esta hipótesis es correcta, no
es necesario asumir que los recuerdos están almacenados en el cerebro.
EL MISTERIO DE LA MENTE
Todos nosotros hemos crecido con la idea de que los recuerdos están
almacenados en el cerebro. Usamos la palabra “cerebro” de manera
intercambiable con “mente” o “memoria”. Estoy sugiriendo que el cerebro
es más como un sistema de sintonización que un dispositivo de
almacenamiento de memoria. Uno de los argumentos principales para la
localización de la memoria en el cerebro es el hecho de que ciertos
tipos de daño cerebral pueden conducir a una pérdida de memoria. Si el
cerebro es dañado en un accidente de coche y alguien pierde la memoria,
entonces la suposición obvia es que el tejido de la memoria ha debido
ser destruido. Pero esto no es necesariamente así.
Considérese de nuevo la analogía de la TV. Si dañara tu aparato de TV
para que fueras incapaz de recibir ciertos canales, o si hiciera
enmudecer al aparato de TV mediante la destrucción de la parte
relacionada con la producción de sonido a fin de que todavía pudieras
recibir imágenes pero no sonido, esto no probaría que el sonido o las
imágenes estaban almacenadas dentro del aparato de TV. Meramente
demostraría que yo había afectado el sistema de sintonización para que
tú no pudieras ya recibir la señal correcta. La pérdida de memoria por
daño cerebral no prueba ya que la memoria esté almacenada dentro del
cerebro. De hecho, la mayor parte de la memoria perdida es temporal: la
amnesia que sigue a una conmoción, por ejemplo, es a menudo temporal.
Esta recuperación de memoria es muy difícil de explicar en términos de
teorías convencionales: si los recuerdos han sido destruidos porque el
tejido de memoria ha sido destruido, no deberían regresar de nuevo; y
sin embargo a menudo lo hacen.
Los experimentos sobre estimulación eléctrica del cerebro por Wilder
Penfield y otros sugieren otro argumento a favor de la localización de
la memoria en el interior del cerebro. Penfield estimuló los lóbulos
temporales de los cerebros de pacientes epilépticos y encontró que
algunos de estos estímulos podían provocar respuestas vívidas que los
pacientes interpretaban como recuerdos de cosas que habían hecho en el
pasado. Penfield supuso que, de hecho, estaba estimulando recuerdos que
estaban almacenados en el córtex. Volviendo de nuevo a la analogía de la
TV, si estimulara el circuito de sintonización de tu aparato de TV y
saltara a otro canal, esto no probaría que la información estaba
almacenada dentro del circuito de sintonización. Es interesante que, en
su último libro, The Mistery of the Mind [El Misterio de la Mente], el
propio Penfield abandonaba la idea de que los experimentos probaban que
la memoria estaba dentro del cerebro. Y llegaba a la conclusión de que
la memoria no estaba almacenada en absoluto en el córtex.
Ha habido muchos intentos de localizar trazas de memoria en el
interior del cerebro, el más conocido de los cuales fue realizado por
Kart Lashley, el gran neurofisiólogo americano. Entrenó ratas para que
aprendieran trucos, después cortó pedazos de sus cerebros para
determinar si las ratas todavía podían hacer trucos. Para su asombro,
encontró que podía retirar más del cincuenta por ciento del cerebro
–cualquier 50%– y no había virtualmente ningún efecto en la retención de
este aprendizaje. Cuando retiró todo el cerebro, las ratas no podían
realizar ya los trucos, así que concluyó que el cerebro era necesario de
algún modo a la ejecución de la tarea, lo cual no es precisamente una
conclusión muy sorprendente. Lo que fue sorprendente fue cuánto del
cerebro podía suprimir sin afectar a la memoria.
Otros investigadores han encontrado resultados similares incluso con
invertebrados como el pulpo. Esto condujo a un experimentador a
especular con que la memoria estaba tanto en cualquier sitio como en
ninguno en particular. El mismo Lashley concluyó que los recuerdos están
almacenados de una manera distribuida por todo el cerebro, ya que no
pudo encontrar las trazas de memoria que requería la teoría clásica. Su
estudiante, Karl Pribram, extendió esta idea con la teoría holográfica
del almacenamiento de memoria: la memoria es como una imagen
holográfica, almacenada como un patrón de interferencia por todo el
cerebro.
Lo que Lashley y Pribram (al menos en alguno de sus escritos) no
parecen haber considerado es la posibilidad de que los recuerdos pueden
no estar almacenados en el cerebro en absoluto. La idea de que no están
almacenados en el interior del cerebro es más consistente con los datos
disponibles que con las teorías convencionales o la teoría holográfica.
Han surgido muchas dificultades al tratar de localizar el
almacenamiento de memoria en el cerebro; en parte porque el cerebro es
mucho más dinámico de lo que previamente se pensaba. Si el cerebro está
para servir como almacén de memoria, entonces el sistema de
almacenamiento tendría que permanecer estable; sin embargo ahora se sabe
que las células nerviosas funcionan mucho más rápidamente de lo que se
pensaba previamente. Todas las sustancias químicas en las sinápsis y las
estructuras nerviosas y moleculares están funcionando y cambiando todo
el tiempo. Con un cerebro muy dinámico, es difícil ver como se almacenan
los recuerdos.
Hay también un problema lógico, que varios filósofos han señalado,
con las teorías convencionales de almacenamiento de memoria. Todas las
teorías convencionales asumen que los recuerdos están de alguna forma
codificados y localizados en una memoria almacenada en el cerebro.
Cuando son necesarias son recuperadas por un sistema de recuperación. A
esto se le llama modelo de codificación, almacenaje y recuperación. No
obstante, para que un sistema de recuperación recupere algo, debe saber
lo que quiere recuperar; un sistema de recuperación de memoria debe
saber lo que la memoria está buscando. Así debe ser posible reconocer el
recuerdo que está intentando recuperar. A fin de reconocerlo, el propio
sistema de recuperación debe tener algún tipo de memoria. Por lo tanto,
el sistema de recuperación debe tener un sistema de sub-recuperación
para recuperar sus recuerdos de su almacén. Esto conduce a una regresión
infinita. Varios filósofos argumentan que éste es un fallo lógico fatal
en cualquier teoría convencional sobre el almacenamiento de memoria.
Sin embargo, en general, los teóricos de la memoria no están demasiado
interesados en lo que dicen los filósofos, así que no se molestan en
replicar a este argumento. Sin embargo, a mí me parece en verdad
bastante poderoso.
Al considerar la teoría de la resonancia mórfica de la memoria,
podríamos preguntar: si sintonizamos con nuestras propios recuerdos,
entonces ¿por qué no sintonizamos también con los de otras personas?
Creo que lo hacemos, y toda la base del enfoque que estoy sugiriendo es
que hay una memoria colectiva con la que todos nosotros estamos
sintonizados, la cual conforma un trasfondo contra el cual se desarrolla
nuestra experiencia y contra el cual se desarrollan nuestros recuerdos
individuales. Este concepto es muy similar a la noción de memoria
colectiva.
Jung pensaba en la memoria inconsciente como una memoria colectiva:
la memoria colectiva de la humanidad. Pensaba que la gente estaría más
sintonizada con miembros de su propia familia y raza y grupo social y
cultural, pero que no obstante habría una resonancia de fondo de toda la
humanidad: una experiencia común o promediada de cosas básicas que toda
la gente experimenta (e.g. la conducta materna y varios patrones
sociales y estructuras de experiencia y pensamiento). No sería tanto una
memoria de personas particulares del pasado como un promedio de las
formas básicas de las estructuras de memoria; estos son los arquetipos.
La noción de Jung de inconsciente colectivo tiene extremadamente buen
sentido en el contexto del enfoque general que estoy avanzando. La
teoría de la resonancia mórfica conduce a una reafirmación radical del
concepto junguiano de inconsciente colectivo.
Esto necesita ser reafirmado porque el contexto mecanicista corriente
de la biología, la medicina y la psicología convencional niega que
pueda haber una cosa tal como el inconsciente colectivo El concepto de
una memoria colectiva de una raza o una especie ha sido excluido incluso
como posibilidad teórica. De acuerdo a la teoría convencional, no
puedes tener ninguna herencia de características adquiridas; sólo puedes
tener una herencia de mutaciones genéticas. Según las premisas de la
biología convencional, no habría modo de que las experiencias y mitos
de, por ejemplo, las tribus africanas, tuvieran alguna influencia en los
sueños de alguien de descendencia no africana en Suiza; lo cual era el
tipo de cosa que Jung pensaba que de hecho ocurría. Desde el punto de
vista convencional, esto es bastante imposible, y es la razón por la que
la mayoría de biólogos y otros expertos dentro de la corriente
dominante de la ciencia no toman en serio la idea de inconsciente
colectivo. Se la considera una idea rara y alternativa que puede tener
algún valor poético como una especie de metáfora, pero que no tiene
ninguna relevancia para la ciencia propiamente dicha, ya que es un
concepto completamente insostenible desde el punto de vista de la
biología normal.
La aproximación que estoy proponiendo es muy similar a la idea
junguiana de inconsciente colectivo. La diferencia principal es que la
idea de Jung se aplicaba principalmente a la experiencia humana y a la
memoria colectiva humana. Lo que estoy sugiriendo es que un principio
muy similar opera en todo el universo, no sólo en los seres humanos. Si
el tipo de cambio radical de paradigma del que estoy hablando sigue
adelante dentro de la biología –si la hipótesis de resonancia mórfica es
siquiera aproximadamente correcta– entonces la idea de Jung de
inconsciente colectivo se convertiría en una idea dominante: los campos
morfogenéticos y el concepto de inconsciente colectivo cambiarían
completamente el contexto de la moderna psicología. (…….)
Artículo completo en: “Mente, Memoria y Arquetipo”, Rupert Sheldrake
Introduccion a su obra:
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Extracto de su libro “El Renaciemiento de la Naturaleza: La nueva imagen de la ciencia y de Dios.”: Aquí
En Wikipedia: Castellano, Inglés
Bibliografía en castellano (fuente: Sheldrake.org):
Una Nueva Ciencia de la Vida: La hipótesis de la causación formativa.
Editorial Kairos, Barcelona, 1989.
La Presencia del Pasado: Resonancia mórfica y hábitos de la naturaleza.
Editorial Kairos, Barcelona, 1990.
El Renaciemiento de la Naturaleza: La nueva imagen de la ciencia y de Dios.
Paidós Contextos, Barcelona, 1994.
Siete Experimentos Que Pueden Cambiar el Mundo: Una guía para revolucionar la ciencia.
Paidós Contextos, Barcelona, 1995.
De Perros Que Saben Que Sus Amos Estan Camino de Casa, y Otras Facuoltades Inexplicadas de los Animales.
Paidos, Barcelona, 2001.
Ciencia y Espiritiualidad: La Neuva Vision.
Kier, Buenos Aires, 1999 (+ Matthew Fox).
El Septimo Sentido: La Mente Extendida
Ediciones Vesica Piscis, La Herradura, 2005